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Hotel Transylvania (MM B: 109297)


Annick McKinnon
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En medio de una zona boscosa sobresale el Hotel Transylvania. Aunque la construcción de piedra caliza tiene un aspecto lúgubre, la ubicación y la accesibilidad de precios atraen a varios turistas, tanto magos como muggles. En la decoración de la recepción se aprecia una mezcla de rusticidad y elegancia que predomina en los pasillos y en las habitaciones: muebles de madera, lámparas de araña, armaduras, entre otros.

El hotel cuenta con un pequeño restaurante dividido en dos zonas: una en los jardines y otra en el interior para quienes buscan mayor formalidad. Además los huéspedes pueden realizar diversas actividades fuera y dentro de las instalaciones, pues hay una piscina y un campo que puede ser acondicionado para jugar algunos deportes mágicos o muggles (quidditch, golf, etc.); o pueden realizar senderismo en el bosque de los alrededores; o nadar en el lago (el cual se aprecia desde las habitaciones del ala este) e incluso intentar pescar algún plimpy.

Como se trata de un lugar donde los muggles son aceptados, siempre se recomienda a los magos y brujas prestar atención antes de emplear magia y asegurarse de que nadie los observa; sin embargo las dueñas han tenido que realizar algunos encantamientos desmemorizantes para no poner en riesgo el Estatuto Internacional del Secreto. A pesar de tales medidas, varios inquilinos muggles han reportado lo que denominan actividad paranormal, y describen una serie de “incidentes” tales como risas, murmullos y extraños chirridos de metal. Incluso hay quienes afirman sentirse observados mientras duermen, o haber visto entes transparentes y flotantes…

Los huéspedes magos, por supuesto, son capaces de ver a los fantasmas que habitan o visitan el hotel, muchos de los cuales sienten curiosidad cuando algún muggle se hospeda y les gusta observarlos o incluso gastarles alguna broma.

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~


El acompasado sonido del agua comenzó a introducirse en su aletargada consciencia. La pesadez de los músculos y los sentidos lo invitaban a continuar dormido, pero el corazón le dio un vuelco al recordar que había olvidado cerrar la ventana, y era probable que la lluvia salpicara los documentos esparcidos sobre la mesilla que fungía como escritorio. Se puso en pie de un salto y corrió hacia el balcón, pero se detuvo en seco para escuchar. Había algo extraño. No percibía ningún sonido, excepto el de los grillos en el campo y un lejano crujir de madera.

Luego de unos segundos retomó sus pasos lentamente, se asomó y comprobó que no había lluvia; ni siquiera olía a tierra húmeda que delatara una llovizna ya finalizada. Cerró la ventana, regresó con el entrecejo fruncido y murmuró una maldición mientras volvía a meterse en la cama. Estaba molesto consigo mismo por haber confundido el sueño con la realidad.

Un rato después, cuando comenzaba nuevamente a quedarse dormido, escuchó un ligero chirrido similar al que hacían las llaves del lavabo. El desagradable sonido se alargó durante unos segundos y luego, como si alguien quisiera burlarse por su reciente confusión, el agua comenzó a salir del grifo produciendo un ruido semejante al de la llovizna... Por alguna inexplicable razón el corazón se le aceleró. De nuevo se incorporó y se dirigió al baño. Abrió la puerta lentamente. Estaba vacío. Entró, miró el agua cayendo y cerró la llave.

Al regresar se quedó sentado al borde de la cama mientras pensaba en varias teorías lógicas que explicaran el incidente con el grifo del lavabo. Luego de unos minutos decidió que debía intentar dormir. Se acostó y tardó aún más en conciliar el sueño. Para cuando casi lo lograba, tuvo la extraña sensación de que alguien lo observaba. Nuevamente los latidos del corazón se le aceleraron. Poco a poco abrió los ojos y vio, con horror, la desdibujada silueta de un hombre con sombrero de punta, quien al saberse pillado atravesó rápidamente la pared para alejarse.

Un fuerte grito desgarró el silencio de la noche alarmando al guardia en turno, quien corrió con una mano oculta entre la chaqueta, apretando su varita con fuerza y temiendo que se tratara de un ataque de magos tenebrosos. Mientras corría, intuyó que aquello podía tener otra explicación: probablemente el muggle que había arribado esa mañana acababa de ver a uno de los fantasmas del hotel…


Zonas y actividades del hotel:

  • Tour en el bosque: recorridos diurnos y nocturnos (no recomendado para cardíacos).
  • Campamento a la orilla del bosque o del lago. Incluye rituales mágicos (entretenimiento para muggles).
  • Disfruta de nuestra gran piscina o nada en el lago (cuidado con la gente del agua, aman las bromas).
  • Gran campo: practica cualquier deporte mágico o muggle.
  • Shows nocturnos: fiesta de disfraces, noche mexicana, disco, etc., cada día hay una sorpresa.

Fantasmas:

  • Goob --- Se distingue por su mal humor y un sombrero puntiagudo.
  • Uric el Rarito --- Excéntrico mago de la Edad Media, usa una medusa como sombrero.
  • Alberta Toothill --- Fue una famosa competidora en duelos.
  • El Fraile Gordo --- Visitante esporádico.
  • Nick Casi Decapitado --- Visitante esporádico.
  • El Barón Sanguinario --- Visitante esporádico.

Empleados:

  • Otto Babbling --- Gerente
  • Waldo Fleet --- Guardia
  • Debbie Higgs --- Camarera


Afiliados: Se aceptan afiliados (inscríbete aquí). Los beneficios serán los siguientes:
* Galeones mensuales proporcionales a la cantidad de roles posteados… sin embargo sólo gozarán de tal beneficio aquellos que pertenezcan a las familias de las propietarias. Lo sentimos, reglas ;O;
* Visitas a sus negocios o mansiones por parte de alguna de las propietarias.
* Derecho a huir cuando caiga la noche y la situación en el hotel se ponga peliaguda. (?)

Editado por Annick McKinnon

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Hotel Transylvania.

El fraile gordo.

 

-¿Què rayos ha sido ese escándalo?-

 

Un hombre regordete color blanco perlado miraba con anhelo a una joven bruja junto a èl, quien con entusiasmo untaba mantequilla con un cuchillo a su trozo de pan. Durante sus visitas al hotel, el fantasma solía acompañar en las comidas a los visitantes solitarios si éstos se lo permitían; èl les hablabla del lugar, de Hogwarts (el lugar donde vivía) y por supuesto de cualquier tema que al comensal le interesara. A cambio de esto disfrutaba de los aromas de las comidas que ya no podìa saborear.

 

-Ohhhh, no os preocupèis.. No será nada grave.-

 

Respondió el hombrecillo, siguiendo con la mirada a otro fantasma que atravesaba rápidamente la pared en dirección a la recepción. Una ráfaga de viento colada por la ventana le moviò ligeramente el puntiagudo sombrero, que el hombre apenas se molestó en acomodar.

 

-Discúlpeme... necesito al fraile unos minutos.-

 

Dijo educadamente a la bruja al pasar y detenerse apenas junto a ellos. A la chica no pareció importarle, dio un sorbo a su jugo de calabaza y miró a ambos fantasmas alejarse sin tocar siquiera el suelo.

 

-¿Hay muggles?-

 

Habían llegado a la recepción, ambos fantasmas discutían a unos metros del mostrador, donde un mago los observaba juiciosamente.

 

-¿Quièn fue el genio al que se le ocurrió hospedar muggles la noche que celebraremos Halloween? ¡Y además le han dado mi habitación!

 

-Ohhh estoy seguro que esto ha sido un error...- Comentó el fraile, rascándose el cuello por debajo del hábito. Había acudido allì invitado por las dueñas del lugar para la celebraciòn de la noche de brujas, a pesar de que ésta habìa ya pasado hacìa apenas unos días. Para el fraile resultó muy conveniente, pues de haberse celebrado la fecha correcta no habría podido dejar Hogwarts y asistir.

 

El fantasma de sombrero puntiagudo resoplaba por lo bajo, claramente enfafado por la situación.

 

-Esperad... Yo lo arreglo.- El fraile hizo un ademán con la mano para indicarle a su compañero esperara un poco apartado. Acomodó sus perladas ropas, carraspeó levemente y al llegar junto a él hablò al encargado.

 

-Disculpadme buen hombre, creí escuchar que hospedaron muggles el dìa de hoy, ¿es correcto?- Tosió, intentando parecer indiferente. -¿Acaso se ha suspendido la celebración? Mi amigo se ha llevado una gran sorpresa mientras se alistaba, pues además lo han alojado en su habitación.- El tono siempre amigable del fraile era ahora un poco menos, pues se esforzaba por mostrar seriedad ante el asunto para defender a su compañero, a pesar de la gracia que lo ocurrido le producía.

Editado por Elizabeth Tonks

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Otto Babbling

Empleado

 

¡Y dile al guardia que me avise qué ha sucedido! –exclamó antes de que una de las mucamas se alejara en dirección al ala norte del hotel, desde donde se había escuchado un grito–. Lo que nos faltaba… –murmuró para sí mismo mientras observaba con gesto adusto a dos fantasmas que se dirigían a la recepción.

 

Otto tenía una habilidad extraordinaria para vestir a la usanza muggle. Generalmente su estilo se inclinaba hacia la formalidad, por eso solía llevar trajes en tonos neutros. Su cabello castaño, que apenas comenzaba a motearse con algunas canas, siempre lucía muy bien peinado; y su bigote estaba cortado de manera tan perfecta que más bien parecía ser falso.

 

Ah, entonces se trata de eso –comentó Babbling más para sí mismo que para el fantasma que se encontraba frente a él. Acababa de comprender el motivo del alboroto–. Así es, señor –le dijo al Fraile Gordo. Sabía perfectamente de quién se trataba, pues se lo había topado varias veces durante su paso por Hogwarts–, hace unas horas arribó un muggle y se le asignó una de las habitaciones del tercer piso –inclinó la cabeza ligeramente en señal de respeto.

 

Otto era el recepcionista que cubría el turno vespertino, pero ese día su horario de trabajo se había alargado porque debía coordinar todo lo relativo a la celebración de Halloween. A pesar de su aspecto pulcro y serio, Babbling tenía un ligero problema de tartamudez que sólo mostraba cuando se ponía nervioso, y eso solía ocurrir cuando se topaba con muggles histéricos que aseguraban haber visto un fantasma...

 

Las dueñas del hotel tienen una regla inquebrantable –explicó con orgullo y elevando la barbilla ligeramente, en señal de que él tenía bien claras sus responsabilidades–: “toda persona, mago o muggle, será bienvenido en cualquier momento”. El huésped en cuestión solicitó una habitación con ciertas características, y ésa era la única habitación que las cumplía. Además los fantasmas que habitan el hotel saben que deben mantenerse alejados de los muggles –agregó lanzando una mirada severa al fantasma de sombrero puntiagudo.

 

»Y no, la celebración no se ha suspendido. De hecho ya está todo listo. Estamos esperando que lleguen los últimos invitados.

 

 

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Hotel Transylvania.
Goob y El fraile gordo.


El fantasma de sombrero puntiagudo escuchaba atentamente las palabras del encargado de la recepción, un mago castaño y bien peinado que parecía irritado por la situación. A pesar de encontrarse a unos metros por detrás del fraile las palabras le llegaban claramente a sus perlados oídos, frunciendo cada vez más el entrecejo tras cada palabra.

-"..solicitó una habitación con ciertas características, y ésa era la única habitación que las cumplía."-

 

Resultó la gota que derramó el vaso. El fantasma flotó rápidamente hasta el mostrador, situándose a la izquierda del fraile gordo que permanecía allí escuchando el resto de la explicación referente a la celebración de Halloween.

 

-¿La única que qué?- De haber sido posible las fosas nasales del fantasma hubieran despedido humo. -¡Claro que mi habitación es única! Es por eso que Annick me la ha cedido indefinidamente.- Tosió, dándose importancia. -Annick es una de las dueñas del Hotel, ¿sabía usted?- Era evidente que trataba de controlar su explosivo carácter con el encargado.

 

-Todos aquí lo saben...- Comentó el fraile, intentando romper el incómodo segundo de silencio que siguió a la pregunta. -¿Es que en verdad es tan importante? No tengo problema en compartir mi habitación...- El fraile comenzaba a impacientarse, pues apenas faltaban unos minutos para que la fiesta de Halloween diera inicio y todavía no preparaba su disfraz.

 

-¡Bah! ¡Nadie lo entiende!- "El del sombrero" dio media vuelta para retirarse en dirección a la habitación #170786, donde todavía se encontraba el muggle seguramente teniendo un sueño inquieto. -Prepare la varita Señor Otto, tal vez necesitará un obliviate para después de que yo recupere mis territorios.-

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Otto Babbling

Gerente

 

¡Por supuesto que sé quién es Annick! –exclamó el gerente irguiéndose cuan alto era y haciendo más notorio su prominente estómago. Tomó aquel comentario como un insulto pues, desde su punto de vista, todo buen empleado no sólo debía conocer bien a las dueñas del negocio sino que también debía mantener comunicación con ellas, y él lo hacía.

 

Otto intentó controlarse y respiró profundo al escuchar al fraile gordo. Él sí era una persona sensata, si es que aún podía referirse a un fantasma como “persona”. Iba a decirle que tampoco entendía por qué aquella situación resultaba tan importante, pero entonces el fantasma del sombrero puntiagudo expresó una frase que causó el mismo efecto de un encantamiento inmovilizador.

 

Pe-pero… qu-¿qué di-dijo?, ¿co-cómo que recu-recuperar…?

 

De pronto Babbling permitió que el pánico lo dominara y no pudo controlar su problema de tartamudeo. Goob, como se llamaba el fantasma del sombrero puntiagudo, era conocido por su mal humor, y aquella frase había sonado como una amenaza que debía tomarse en serio.

 

―¡Alberta!, ¡Alberta! –gritó Otto con desesperación–. ¡Busquen a Alberta! –dijo sin percatarse de que ni el guardia ni la camarera se encontraban cerca para atender tal petición–. Alberta Toothill es la única que puede detenerlo. Goob teme enfrentarse con ella.

 

Y salió disparado hacia el mismo rumbo que había tomado el fantasma del sombrero puntiagudo, sólo que Goob le llevaba bastante ventaja, sobre todo porque podía atravesar las paredes y acortar el camino.

 

 

Mientras tanto…

 

En una amplia habitación ubicada en el ala norte del hotel, un hombre rubio de mediana edad dormitaba sentado en una mullida silla. Su cabeza se movía como péndulo de vez en cuando debido a la posición en la que intentaba dormir, sin embargo no había querido regresar a la cama luego de haber escuchado aquellos extraños sonidos y haber imaginado a ese ser transparente… porque el muggle se había convencido a sí mismo de que todo lo acontecido había sido fruto de su imaginación.

 

 

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Goob y El fraile gordo.

 

El fraile gordo retrocedió un paso al escuchar los gritos de Otto, quien desesperado empezó la búsqueda de Alberta, otra de los fantasmas que solían habitar el Hotel.

 

-Ohh vamos Señor Otto, esto no puede ser para tanto... No ahora que la celebración de Halloween...- Y se detuvo, pues Otto no le prestaba el menor de los casos y en cambio, caminaba en la misma dirección que Goob para seguirlo hasta la habitación.

 

El fraile acarició sus escasos cabellos, claramente preocupado por lo que pudiese ocurrir en los próximos minutos. Debía intervenir de alguna forma, aunque en realidad no tenía idea cómo. -¡Esperad!- Fue lo único que pudo gritar, flotando a toda prisa tras el mago.

 

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

-¡Una habitación con ciertas características! ¡Já!-

 

Goob parloteaba solo camino a la habitación #170786, parándose en seco al frente de la puerta de entrada. ¿Debía hacerlo? ¿Recuperaría "su territorio" así sin más? No podía echarse para atrás, pues la amenaza que había lanzado a Otto sugería otra cosa. Eso dañaría claramente su reputación y credibilidad, algo que lo caracterizaba.

 

Observó al rubio hombre tras atravesar la pared, dormitando con la cabeza baja sobre una silla junto a un rincón. Observó su cama, desecha en todos sus ángulos. ¿Cómo podía alguien levantarse de allí y no acomodar nuevamente las sábanas? Él no dormía, pero cuando usaba la cama las sábanas quedaban perfectamente alineadas. Eso terminó de decidirlo, dándole el valor que necesitaba para hacer lo que debía.

 

-¿Qué acaso las demás habitaciones no tienen cama? ¿Baño? ¿Closet? ¿Qué tantas necesidades puede tener un simple muggle como este?- Al mencionar la palabra "closet" había vuelto la mirada instintivamente hacia el mismo, en cuyo fondo oculto guardaba algunos de sus más preciados secretos. Solo dos personas en el Hotel sabían de ello, motivo por el cual no lo echaban de la habitación. Si ellas se encontraran allí seguramente le darían la razón.

 

El muggle parecía haberse dejado vencer por el sueño, pues apenas se había movido con la voz del fantasma del sombrero. Éste pareció disgustado al notar que sería un trabajo duro intentar despertarlo, por lo que pasó al siguiente plan sin intentar mucho más el primero. Abrió la puerta y liberó el camino, y sin mucho esfuerzo de su parte logró colocar al muggle y su silla fuera de la habitación, pegado a una de las paredes del pasillo principal.

 

-Así está mejor.- Susurró, limpiándose las manos como para sacudir el polvo. Entonces se sorprendió al ver al final del otro lado del pasillo la figura de Otto que se dirigía a toda velocidad hacia a él.

 

-¡No lo hagáis!- Gritó de pronto el fraile, quien surgió desde el suelo frente a él y fue atravesado unos segundos después.

 

Goob no pensaba discutir, había dicho que recuperaría su habitación y era justo lo que hacía. A toda prisa volvió hasta el cuarto, tiró fuera la maleta y pertenencias del muggle y cerró de un portón, pasándole los cerrojos por dentro para evitar que alguien corpóreo se introdujera en ella.

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Otto Babbling
Gerente

Otto cerró los ojos al atravesar la perlada figura del fraile gordo. Aunque durante su estancia en Hogwarts muchas veces había experimentado esa sensación similar a pasar bajo un chorro de agua helada, era imposible no sentir escalofrío.

―¿Alguien me llamaba? Estaba alistándome para la fiesta –dijo un fantasma femenino mientras atravesaba la pared.
Se trataba de una mujer de alrededor de 50 años, con cabello atado a un moño y una túnica cuyo color había sido reemplazado por el desdibujado aspecto de los fantasmas. Alberta Toothill sostenía una varita en la mano derecha y parecía estar quitándole inexistentes manchas.

―¡Alberta!, qué bueno que apareces –murmuró Otto conteniendo el volumen de la voz para que el muggle no lo escuchara–. Goob ha amenazado con echar al muggle que se hospeda en su habitación –explicó con apremio mientras señalaba hacia el pasillo contiguo.

Bastaba doblar la esquina para llegar a la habitación que Goob reclamaba como suya, por eso desde donde se encontraban Babbling y los otros dos fantasmas no podían ver que Goob ya había hecho parte del trabajo al sacar al muggle al pasillo aprovechando que dormía en una silla.

―¿Has dicho un muggle?, ¿un verdadero muggle? –preguntó entusiasmada como si nunca hubiese visto uno en el hotel–. ¿No es muy arriesgado que haya un muggle precisamente hoy que es la fiesta de Halloween y vendrán fantasmas y magos de los alrededores? ¿Y por qué diantre le han asignado la habitación de ese fantasma gruñón? –entonces se percató de la presencia de su congénere–. !Ah!, mi querido fraile, ¿ha venido a la fiest...?

De pronto se escuchó un fuerte golpe que provocó que a Otto se le abrieran los ojos de par en par horrorizado por lo que podría estar sucediendo a unos metros de ellos. Se preguntó si el huésped ya había visto a Goob, y temía acercarse porque no sabría cuál explicación le daría.


* * * * * * * * * *


El inquilino muggle despertó sobresaltado tras escuchar un golpe seco, como si el viento hubiese cerrado de golpe la puerta. Apenas estaba saliendo del aletargamiento cuando vio que su maleta y el resto de sus pertenencias yacían en el suelo regadas como si alguien las hubiera arrojado violentamente.

Tras unos segundos de confusión se dio cuenta de que no se encontraba en la habitación, pero no recordaba haber salido de ella. Frunció el entrecejo sin comprender qué sucedía y se reincorporó mirando hacia ambos lados del pasillo. Luego dio un par de zancadas hacia la puerta e intentó abrirla, pero no lo logró. Recordó entonces que llevaba la llave en uno de los bolsillos del pantalón. La sacó, la metió en la cerradura y comenzó a girarla…

Editado por Annick McKinnon

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  • 2 semanas más tarde...

Goob y El fraile gordo.

 

El muggle cuya habitación se encontraba cerrada e intentaba abrir estaba a punto de lograrlo cuando por el rabillo del ojo vio una figura humana, conocida, del hombre que le había entregado la llave de aquella habitación "maldita", oportunamente para reclamarle por los inconvenientes.

 

-¿Podría decirme lo que...-

 

Pero la pregunta que el no-mago quería formular no la supieron, pues el hombre cayó de lado, escurriéndose junto a la pared, tras ver las dos figuras etéreas que flotaban detrás del recepcionista. El fraile gordo, asombrado, dejó escapar un pequeño grito ahogado por sus propias manos al llevárselas a la boca.

 

-¡Santo cielo!- Exclamó el fraile, avanzando el pasillo rápidamente y atravesando a Otto, quien se estremeció al sentir el inesperado frío provocado por la esencia del fantasma de Hufflepuff. -¿Deberíamos hacer algo?- Continuó, intentando acomodar al muggle en el suelo en una posición más cómoda, pues ignoraban cuánto tiempo permanecería allí.

 

-¡Váyanse! ¡Se los advierto!-

 

La voz de Goob se escuchó desde el otro lado de la puerta, seguido de un cerrojo que acaba de ser cerrado nuevamente. La llavecita metida en la cerradura cayó al suelo empujada desde el otro extremo, ocasionando un leve ruido metálico.

 

Del otro lado, dentro de la habitación, Goob verificaba que su preciado secreto continuara en su sitio, tras lo cual se sintió más relajado aunque preocupado por lo que Annick y Elizabeth dirían; a final de cuentas lo que dijeran Otto y el fraile le tenían sin cuidado. No recordaba hasta entonces a Alberta...

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Otto Babbling (gerente) y Alberta Toothill

El muggle intentaba meter la llave por la cerradura, pero no tuvo éxito debido a que estaba demasiado aletargado y confundido. Además, justo antes de volver a intentarlo, escuchó voces aproximándose y reconoció al hombre que le había dado la bienvenida durante su llegada al hotel. No obstante también observó dos figuras transparentes flotando tras el señor Babbling.

 

Justo antes de desmayarse, el muggle sintió una especie de descarga en el cuerpo antes de notar cómo sus piernas perdían fuerza para sostenerlo...

¡Pero qué impresionables pueden ser los muggles! Pareciera que nunca han visto fantasmas –suspiró Alberta rodando los ojos, sin embargo la expresión de su traslúcido rostro reflejaba preocupación mientras observaba al fraile gordo acercarse al inquilino desmayado.

¡Ay, no! –exclamó horrorizado Otto Babbling–, si las dueñas se enteran de esto, no les hará ni pizca de gr-gracia –intentó controlar el tartamudeo mientras pensaba qué hacer.

«¡Váyanse! ¡Se los advierto!», escucharon a través de los resquicios de la puerta de la habitación. Goob había cumplido su primera amenaza, así que tal advertencia resultaba preocupante, sobre todo para el gerente.

―¿Y qué planeas hacer contra nosotros? ¿Matarnos de un susto? –preguntó Alberta en tono mordaz mirando la puerta de la habitación–. ¡Bah! Alguien debería darle una lección a ese gruñón –murmuró mientras sacaba el recuerdo de una varita de entre su traslúcida túnica–. Hey, Goob, aún no respondes qué se supone que harás. ¿Es que acaso piensas ahuyentar a toda la clientela del hotel? Elizabeth y Annick no estarán nada contentas…

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Goob y El fraile gordo.

 

Hasta ese momento todo había salido conforme a lo "planeado" para Goob, pues ya tenía la habitación para él solo, con el muggle fuera y seguramente inconsciente -según había escuchado- por algunos minutos u horas. Él, como el resto de los habitantes e invitados del hotel deberían estar ya preparándose para la fiesta... -¡Pero nooooo!- Se dijo Goob, en cambio algunos estaban detrás de aquella puerta intentando "hacerlo entrar en razón".

 

Acomodó sus traslúcidas ropas, alisó sus alborotados cabellos y pronto estuvo listo para salir a enfrentarlos, con el plan de cambiar drásticamente el tema, hacer las cosas "por las buenas" y acabar con el asunto de una vez para poder irse a la fiesta. ¿Acaso costaba mucho tomar la varita, hacerle un encantamiento desmemorizante al muggle y cambiarlo de habitación?

 

-¡Bah! Alguien debería darle una lección a ese gruñón.-

 

Eso no lo esperaba. Los cabellos recién acomodados de Goob parecieron estremecerse debajo del sombrero junto con el resto de sus poros, si es que esto podía aún sucederle a los fantasmas. Se tapó inconscientemente los oídos, esperando que aquella voz desapareciera del aire y solo hubiese sido imaginación suya. ¿En verdad era Alberta? Ella no tendría piedad, después de todo era quien en un duelo amistoso mal planificado había acabado con su vida (?)

 

El fantasma con sombrero intentó calmarse, pues de nuevo, no podía cambiar de actitud y dañar su reputación. Debía ser valiente y aceptar sus actos, después de todo había sido un Gryffindor igual que Annick. Aunque seguía pensando en que la culpa la tenía Otto por dar a un muggle aquella habitación, que perfectamente sabía no se daba a nadie más que él, aún cuando no se encontrara en las cercanías del hotel. Era un trato al que había llegado con Elizabeth y Annick hacía tiempo.

 

 

Del otro lado de la puerta el fraile gordo se las había arreglado, ayudado por Otto, para acomodar al muggle en una silla que alguien había aparecido de la nada, sin embargo éste no parecía dar señales de despertar en poco tiempo.

 

-¿Habrá muerto?- Preguntó el fraile, temiendo que en adelante el hotel tuviera que albergar el fantasma de un muggle -si es que los muggles podían convertirse en fantasmas- que además ya tenía conocimiento del mundo mágico. Otto parecía querer decir algo, pero el temblor en su mandíbula había aumentado.

 

-Hey, Goob, aún no respondes qué se supone que harás. ¿Es que acaso piensas ahuyentar a toda la clientela del hotel? Elizabeth y Annick no estarán nada contentas…-

 

Entonces, la puerta se abrió...

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