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• Borgin & Burke • (MM B: 93568)


Mentita
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Jeremy estaba acomodando unas cajas extrañas que habían llegado aquella mañana. Las había comprado a un precio excelente, ya que en un periodo en guerra las cosas aumentaban de forma excesiva haciendo que comprarlas sea tremendamente difícil. Pero al contrario de lo que pudiera parecer aquellas adquisiciones habían sido una ganga. El vampiro se había encontrado a la hora acordada, con su vendedor habitual especializado en contrabando, que trabajaba en el puerto de Londres y tenia un sin fin de contactos en los puntos importantes del mundo. El hombre ni lento ni perezoso le mostró a su comprador las cajas con el material, cientos de objetos que tenían peculiares hechizos de magia negra. Uno de los lugares mas seguro para guardarlo, era el negocio de su madre, y es por eso que el vampiro ahí los llevo hasta encontrarles dueño.

 

Se reía de las formas de los objetos que sacaba envueltos en sus propias protecciones de papel de diario, algunas parecían esferas, mientras que otras parecían protuberancias masculinas. Se había dado el lujo de llamar a su hermano para que lo ayudara. Después de todo, el Askar siempre tenia ideas fantásticas sobre ventas. No hacia mucho tiempo, ambos habían vendido comida prohibida en el mismísimo Hogwarts a espaldas de todos los directivos del colegio. Si alguien le hubiera dicho que un tiempo despues, uno de sus trabajos era justamente evitar eso, se habría reído de buena gana.

 

-¿Y esto... ? -Preguntò sacando el ultimo objeto que parecía un patito de goma a medio envolver.

 

Tenia un tono amarillo muy bonito, con piquito anaranjado y ojitos negros. Un pato de goma común que usaban los niños en sus juegos de baño. ¿Sus hijos lo habrían tenido en su niñez? Frunció la ceja molesto al pensar aquello. Sus dedos rozaron la superficie del objeto infantil y sintió una descargar que se extendio de la mano hasta la punta de sus pies. Jeremy cayo al suelo, produciendo un estruendo grande con el papito de goma a su lado. Mucho antes de tocar el suelo ya estaba en un sueño profundo.

 

 

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  • 11 meses más tarde...

Cuando abrió la puerta del local, el potente sonido de la lluvia se expandió por las paredes como si el agua estuviese colándose por las rendijas de la madera añejada en suciedad. Y la verdad era que no estaba lejos de la realidad. Cuando el ruido volvió a encajonarse, posterior al estruendo producido por el viento azotando la madera contra el umbral, lo primero que notó fueron las gotas que caían libremente del techo al suelo. Arrugó la frente en una expresión de desagrado y realizó una floritura desganada para encender todas las velas que había en el recinto. No había muchas.

 

—Menudo desastre.

 

Y no estaba exagerando.

 

Las encimeras llenas de polvo, el suelo encharcado en un dudoso contenido barroso que, suponiendo lo mejor, era suciedad y agua babosa; lo único en buen estado era la caja, se mantenía en el mostrador en buen estado y tras una breve inspección, corroboró que alguien había puesto un hechizo para protegerla. Responsables, dentro de su irresponsabilidad. Chasqueó la lengua y se limitó a pasar al fondo entre largas zancadas para evitar la mugre, aunque sus botas se hundieron en alguna ocasión. Cada vez más fastidiada, optó por pisar toda la porquería y dejar por fin el abrigo empapado en el único perchero que había en toda la tienda.

 

Algo se podía ver de ella en la penumbra. El cabello blanco le seguía cayendo largo por la espalda, mojado por la lluvia, y portaba una túnica de viaje tan negra como el suelo. Por lo demás, no llevaba nada digno de mención. La varita en mano por si se le aparecía alguna alimaña y sin hacer uso de ella. Un simple hechizo de iluminación habría llamado la atención, pese a las horas, y no tenía ninguna intención de cruzarse con nadie, al menos no de momento. Así que, entornando los ojos, dio con la escalera que daba al segundo piso y subió con cierta parsimonia para encontrarse un mejor panorama.

 

Más allá de las goteras y la misma cantidad de basura acumulada en el suelo, la estancia estaba bastante mejor. Quizá porque daba a la parte trasera y no directamente a la tienda. Las mesas tenían una capa de polvo aceptable, que pudo sacudir con un soplido y había más velas. Satisfecha por tener un escondrijo decente, tomó asiento en una butaca sorprendentemente cómoda. Pero apenas acababa de posar la espalda cuando una sombra captó su atención. Sin pensarlo dos veces y con la maestría de quien ha librado muchas batallas, apuntó al intruso.

 

¡Imperio!

 

La maldición imperdonable salió de sus labios con suavidad, cual susurro. Su varita propinó un ligero zumbido y entonces, identificó a la sombra, paralizada bajo su control. Rápidamente, dejó ir el lazo mágico.

 

—Lo siento, las costumbres… —sin un ápice de arrepentimiento, sonrió—. ¿Cuántos años han pasado? Me temo que he perdido la cuenta.

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  • 4 meses más tarde...

La noche se estaba acercando al Callejón Diagon y con ella, salían todos a merodear libremente por allí. Además de las lechuzas, listas para partir en cualquier momento, o alguna otra criatura acechando desde las sombras, estaba ansioso dejando que pasaran los minutos para ver qué hacía con aquella bolsa de cuero en mi mano. Ya había perdido la cantidad de veces que la había guardado, sacado, revisado su interior y vuelto a guardar.

Caminaba por aquellas calles internas como si fuera una sombra. La capucha ocultaba mi rostro al igual que mi cabello, en aquel momento tan negro como la noche con algunos rastros de luces, marcas rubias que resaltaban bajo la luz de los faroles. Aunque principalmente intentaba esconder mis ojos. La gente miraba y preguntaba de más. Eran completamente negros. ¿Para qué preguntaban?

En un instante, apareció aquel cartel “Borgin y Burkes” ante mis ojos. Levanté un poco la cabeza, mientras se me ocurrió la idea que tal vez allí, pudiera servirme para deshacerme de algunas cosas. Alas Negras aún no estaba abierto al público y no podía poner a la venta algunas cosas. “Hazte primero tu círcul0 de confianza” Y había tardado un poco en entender a qué se refería. Ni hablar de mi madre, Shelle. Esa mujer si que era convincente. De alguna manera había logrado salirse con la suya.

Estarás bien. Solo debes acercarte un poco más. Nosotros luego te protegeremos. ¿Si? No debes preocuparte. Ya encontrarás lo tuyo

Ésa última frase me rebotaba en la cabeza una y otra vez, mientras las puertas se abrían solas para darme la bienvenida. Me aburría conocer gente. Tal vez por mi habilidad de leer las mentes, me ayudaba a descubrir cosas que la mayoria eran de poca importancia. Aunque tenía que admitir que los que me había presentado mi madre, eran llamativos. Esperaba cruzarme con mas gente asi.

¿Hola? —mi voz salió tranquila, casi como un susurro. Pero resonó en aquellos rincones. Escuchaba algunas voces, pero dentro de todo, mi atención se dirigió hacia aquella cantidad de objetos que había. Esqueletos de criaturas y frascos con contenido viscozo dentro. Los veía particularmente normales. Algunos de los que tenía en mis bóvedas eran mas interesantes.

Saqué mi bolsita de cuero y esperé, observando. Me bajé la capucha.

 

@@Matthew B. Triviani

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Matthew Black Triviani.



La noche estaba en su pleno apogeo, la leve brisa que se colaba por las rendijas de la puerta daba un ápice de sabor a humedad, la lluvia amenazaba nuevamente a Londres. Como era de esperarse, cada segundo que pasaba dentro del viejo local afectaba su memoria, mientras intentaba recordad todo dato le causaba una discusión con su otra personalidad dentro de su mente.

Con una veladora de metal y ayuda de su artefacto mágico, genero fuego, encendiendo su mecha, caminando por los pasillos oscuros de Borgin & Burke, en busca de antiguos papiros y libros que sabia que Candela escondía y cuidaba con mucha cautela... No estaban a la venta, quizás por un precio elevado, pero podría ser más una estafa que una venta en sí. Deseaba aprender más sobre el Arte oscura denominada como Nigromancia, aquella magia errática y peligrosa que pocos magos habilidosos han logrado dominar.

Las campanillas de la puerta habían sonado.

Aquí estás exclamo de alegría al encontrar lo que buscaba, un vademécum negro, con una estrella invertida en su tapa . ¿Clientes a esta hora de la noche? algún hozado con gustos peculiares. desapareció entre una bruma negra y apareció frente al mostrador mientras aquella estela negra se desvanecía y su cuerpo se materializaba.

Las flamas de las velas encantadas se habían soplado por la brisa que éste había generado, la electricidad parecia haberse ido y por fuera las gotas de lluvia comenzaron a caer. Un rayo había iluminado por completo el recinto, dejando en evidencia la totalidad del cuerpo de Black, una túnica negra ataviada con retazos ajustados en sus puños y cintura, bajo su brazo derecho aquel libro que poco después dejaría sobre el mostrador repleto de polvo, la surda aún sostenía la veladora y sus ojos negros se habían transformado por fracción de segundos en un amarillo ambarino, tan oscuro que probablemente podría confundirse con una criatura nocturna.

Una sonrisa de satisfacción al escuchar el saludo del joven mago, no planeaba matarlo, simplemente le dio gusto saber que estuviera interesado en los particulares objetos que su madre vendía en el local... ¿O buscaba otro tipo de servicio especial? creyó haber visto algunos folletos sobre ellos.

 

Buenas noches, ¿en que puedo ayudarte? sopló la vela y con un chasquido encendió dos grandes del mostrador.

 

@@Mael Blackfyre

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Miré de reojo al escuchar movimiento. Mi saludo al parecer había provocado que alguien lo escuchara y me diera la bienvenida. Aunque aquella palabra le quedaba demasiado grande. Un relámpago rompió tanto con la oscuridad de la noche como con el silencio de aquel sitio. Los cristales empezaron a mojarse con diminutas gotas, cada vez más constantes y grandes. Llevé mi mano hacia aquel objeto. El esqueleto se mostraba dispuesto a que lo usaran de perchero. Me dediqué a acariciar aquellas garras que apuntaban al interior del local.

Estoy buscando a Candela. Me recomendaron su atención —me encargué de no mirar, a quien parecía un jovencito, tal vez de mi edad. ¿Trabajaba allí? No me importó. Tenía que de alguna manera averiguar información, no podía que usara sus garras para aferrarse a los objetos que había obtenido. Seguramente que estaba vendiendo herencia Gryffindor pero no se lo iba a dejar a cualquiera. Avancé algunos pasos, ésta vez mirando al techo. Aquellos cuernos.

Me dieron ganas de usar mi varita contra ellos. Como un incentivo de explotar todo en ése instante. Sería un lindo show.

Puedo esperarla, si está ocupada — En aquel sitio había unas grandes bibliotecas. Tenía que admitir que había muchas cosas interesantes pero todas me parecían demasiadas comunes. Conocía la fama de aquel lugar porque mi madre me había contado sus antecedentes. Una tiendas de objetos tenebrosos. Seguramente no vendían jugo de calabaza ni amortentia. Me apoyé sobre una gran repisa con algunos tomos gruesos. Muy cerca de mi cara había un frasco verdoso con algo flojo flotando dentro—. Verá, tengo algunas cosas que podrá interesarle. Y necesitaba saber cómo se manejaban por aquí, soy nuevo en estas tierras

Miré al joven. Más alto que yo, sus brazos estaban tatuados. Disimulé, claramente. Había ciertos aspectos en los magos y brujas que me llamaban la atención pero para llegar ante ello me costaba demasiado. Tenía que admitir que me gustaba mucho más la libertad que manejaba. Otro relámpago rompió entre las nubes. Agaché un poco mi cabeza, mirando a sus ojos. No quería hacer contacto. No por ahora.

— Mi nombre es Mael.


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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Matthew Black Triviani.


Una sombra se removía entre los estantes de Borgin, y Matthew se había percatado de su presencia desde hacia un buen rato. Sin embargo, por más que lo intentaba, no podía mover los pies del suelo: estaba como clavado allí, sobre la fría madera del local, y su cuerpo no le respondía. No podía explicar porqué, pero aquella figura representaba una amenaza para él.

Observó las ventanas y volvió nuevamente a posar los ojos en el mago, capto su atención al preguntar por Candela.

No se encuentra, y dudo mucho que busque atender a un completo desconocido. respondió con mofa.

Lo que detestaba de los nuevos magos que pisaban el Callejón era su falta de modales, aquel desconocido desprendía un aura oscura, agradable y extraña a la vez, Black se había interesado un poco más en el muchacho, podría ser un buen recipiente para sus experimentos, ahora tenia el libro en su poder, y ¿Qué haría para detener doblegar su voluntad y tenerlo a sus pies? una mueca en la comisura de sus labios fue todo lo que bastó para demostrar su desagrado, el desperdiciar un mago joven y guapo en ensayos fallidos.

Transformo sus uñas en garras, fósiles, y jugaba con ellas sobre el mostrador repleto de polvo.

Dudo mucho que regrese, si la encuentras, le envías mis saludos. había desparecido hace mucho tiempo, pero que iba a saber él sobre la vida de su propia madre, desconocía muchas cosas, y la Zíngara era una hechicera de muchos secretos, los cuales dudaba mucho si deseaba realmente conocer.

Rodeo el buró y se paró a una distancia prudente de quien poco después se haría llamar, Mael.

Muéstreme que tiene de interesante para vender, aquí giro sobre sus talones extendiendo sus palmas , como podrá observar, vendemos artículos de primera calidad, y prestamos servicios especiales, ya sabe. finalizó su presentación de comercial con un guiño prometedor.

Mael, un placer conocerlo, y le doy la bienvenida a estos recónditos y lúgubres lugares, ha hecho una muy buena elección de Local para vender sus pertenencias, mi nombre es Matthew. se acercó a él y sacudió con ambas manos su ropa, un poco de polvo se había asentado en ellas, por tocar lo que no debía. Intente no tocar las cosas, la ultima persona que lo hizo observó el esqueleto que parecia ser una mera decoración del Local , despareció misteriosamente. le dijo suavemente al oído, como si una brisa se colase por su espina dorsal.

El Nigromante materializo su varita de Arce, y movió bruscamente su mano con un gesto de desagrado en su rostro para limpiar todo el polvo del lugar, dejándolo resplandeciente, eran Mortífagos, no vagos, tenían clase y una peligrosa sed. Lo observó, sus facciones permanecían tan firmes, sus ojos negros reflejaban muerte y su voz era tan ártica que se podía sentir el mismo frio con cada palabra.

Debo advertirle hizo una pausa dramática, de aquellas que tanto le gustaban.

La puerta hizo un crack, se había cerrado.

 

 

 

@@Mael Blackfyre

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Levanté una ceja. Aquel mago parecía como si se hubiera activado unos segundos después. Insistía en que Candela no importaba y podía confiar en él para aquellas ventas. Pero tal vez el chico que atendía el negocio, no sabía toda la historia que me había llevado a Borgin y Burke. Llamarme desconocido era una manera informal y prácticamente falso, ya que para desgracia de Candela, aunque había logrado safar, se había cruzado conmigo.

La bolsita de cuero se encontraba escondida en mis vestimentas y solamente apoyé una mano por sobre toda esa tela para asegurarme una vez más que estaba allí. Pero su actitud de querer anteponerse y sus sutiles amenazas, hicieron que retrocediera un poco ante mi decisión de mostrarle lo que había traído. ¿O sería devuelto a la dueña?

¿Señor, Matthew usted le dice esos cuentos a los niños? —se había acercado demasiado para mi gusto. Me crucé de brazos y me alejé unos dos o tres pasos al ver que la puerta se había trabado. Ante cualquier tipo de decisión la entrada estallaría en miles de pedazos. Desde ésa posición pude ver mejor su contextura. Tenía que admitir que hasta el momento no me había cruzado con alguien asi de llamativo. Especialmente por sus reflejos azulados—. Verá, prefiero hablar directamente con Candela por eso.

Las gotas de lluvia continuaban cayendo contra los cristales. Tal vez el mago no solía acostumbrar a relacionarse con otras personas. Y en ése momento, la voz de mi madre resonó otra vez en m cabeza. Maldita Shelle. “Debes empezar a conocer gente de aquí. Debes crear tu circulo”. Me había dicho eso más de una vez. Como si no fuera suficiente tener que compartir con ella todo su grupito de amigos. Maldita Shelle. Negué con la cabeza.

Tal vez me puedas ayudar en otra cosa —Matthew era de aquellas personas que de alguna manera, le generaban la confianza para hablar de cosas que no lo haría con cualquier otro. Trabajaba en ése local. Claramente que no iba por la buena moral. Y era cuestión de probar, en caso que reaccionara mal, solo serían suficientes algunos encantamientos desmemorizadores—. Hace poco me mudé a éste país. Vengo de sitio en sitio. Me gustaría saber dónde puedo conseguir algunas cosas para hacer magia de sangre. ¿Aquí hacen eso?

Si Matthew se hubiera enterado que mis ojos se habían posado sobre los de él para leerle la mente, tal vez supiera todo lo que había visto. Pero la habilidad era tan fugaz y perspicaz, que nadie se daba cuenta. Era como ver en una pequeña rendija todo lo que estaba a disposición cuando no tenías el poder de bloquear a espías de mi estilo. Me salí de su mente, acercándome nuevamente a él. ¿Por qué había bloqueado la puerta?

Necesito saber a qué locales puedo ir y a cuáles no. ¿Y cuánto controla el Ministerio de Magia esos rituales? En algunos sitios a los que he ido, ni siquiera te molestaban, ya era parte de la cultura —caminé algunos pasos hacia un costado. Mi mano inevitablemente rozo algunos frasquitos que contenían algo dentro. Cierto, la advertencia. Tenía que admitir que no me importaba demasiado.—. Me habían recomendado a Candela porque tengo mis trabajos parecidos al de ella —tal vez aquellas palabras últimas aflojaran un poco la postura del mago (hermoso, por cierto). En tal caso de no acceder, podría irme sin problema.

 

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Despues de la fiesta en la dumbledore y su desventura en la Granger, el joven hechicero habia decidido esperar a la noche para ir al callejon Diagon.

 

Contrario a como habia estado en la tarde (De gala y con un antifaz) esta vez iba ataviado con una tunica y una capucha, no podia dejar que nadie lo viera deambular por el callejon en esos instantes, lo que iba a hacer en esos momentos no era para que todo el mundo magico lo pudiera saber y ahora que las cosas estaban bastante tensas era mejor ir desapareciendo las cosas que tenia y conseguir cosas.

 

Ernest estaba tenso pero decidido, las cosas que tenia guardadas eran demasiado peligrosas como para tenerlas aun en su poder.

 

Y aunque como comerciante de estas cosas muchas veces habia logrado escapar, esta vez no se iba a exponer tan facil.

 

Llego a la tienda que buscaba pero no entro rapidamente. Vio dos sombras, tal vez otro cliente y un empleado ahi, fruncio la boca, no queria que nadie se enterara de lo que iba a comprar y tambien de lo que iba a intentar vender o intercambiar.

 

Sin embargo si la otra persona estaba ahi era posible que tambien estuviera buscando hacer algun negocio no muy legal, podrian llegar a un acuerdo.

 

Lo que le servia al hechicero en ese momento es que muy pocos lo conocian....

 

Sin otra cosa que decir entro al negocio y abrio la puerta haciendo que sonaran las campanillas, Ernest se acerco poco a poco a donde se encontraban las personas y se quedo parado quieto por un momento, podia sentir la tension y cortarla con un cuchillo cual si fuera mantequilla.

 

Armandose de valor se acerco a las personas...

 

-Buenas noches, ¿Quien de ustedes es el dueño o empleado de aca?- se le podia oir la voz seca al joven, lo que lograba disfrazarla un poco y eso le alegro bastante- Quiero comprar algo y tambien vender algunos objetos...o si es posible llegar a algun acuerdo con el empleado ya que les puedo proveer facilmente cualquier objeto que busquen...- dijo con un tono bastante provocativo mirando a los dos con cautela y de paso dando a veces unas cuantas miradas alrededor de la tienda, el chico se sentia observado, pero no sabia si era algo de el o en verdad estaba siendo observado por algo extraño.....

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