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Prueba de Videncia #5


Sajag
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Sajag estaba de pie, ante la Pirámide, con los ojos cerrados y pensativo. Nunca un lugar tan conocido le había producido tanto miedo. Aquella noche la había pasado despierto para evitar tener Visiones que le enseñaran lo que iba a suceder hoy. Quería que todo fuera una sorpresa, nuevo, desconocido. Sabía que, si Sybilla quería, le sacaría mucha información sólo con mirarle a los ojos y no podía permitírselo. Así, las ojeras oscuras bajo sus ojos indicaban 24 largas horas sin descanso en las que había estado recitando mantras para limpiar toda la negatividad que hubiera a su alrededor y para conseguir una paz anímica que le había abandonado.

 

El Arcano subió las escaleras, poco a poco, sabiendo que, por primera vez, no iba a seguir la trayectoria de su pupila. La Señorita Macnair tendría que vérselas a solas con los obstácul0s sin que él la ayudara. Sabía que, en cierta manera, Sybilla no dejaría que fallara y que no accediera al Portal. Aquello era lo peligroso. Nunca antes un Vidente había vuelto a pasar la prueba. ¿Haría bien en dejar que Cissy-Castalia lo hiciera?

 

- Tal vez no llegue hasta aquí - dijo el Arcano en voz alta.

 

Era un iluso. Sabía que llegaría, no tenía ninguna duda sobre eso. Los Mantras le habían aliviado pero también le habían proporcionado la certeza de que aquella mujer..., en realidad aquellas dos mujeres, no fallarían ninguna, costara lo que costara.

 

- ¡Oh, Portal! Que tu decisión sea más sincera que la mía. Sólo soy un Arcano con dudas continuas. Dejo en tus manos el destino de nuestra futura hermana Vidente.

 

Sajag encendió un papiro manualmente preparado con esencias de ámbar y sándalo, con propiedades estabilizantes y anti-estress con el que preparar su mente para el encuentro con Sybylla. No se sentía con fuerzas de enfrentarse a ella y, sin embargo, sabía que la volvería a ver, a menos que Castalia consiguiera la energía suficiente para enfrentarse a su moradora.

 

Había cuatro paradas obligadas que intentaría impedir el avance de la pupila. El lago sería algo tan sencillo que le resultaba irrisorio pensar que pudiera fracasar en la forma de cruzarlo, a pesar que una baraja de cartas del tarot le intentarían hacer caer al agua y arrastrarla al fondo para que se ahogara. Sería inútil. La solución que había encontrado Sybilla en su día haría que ni se preocupara ahora por esta prueba.

 

La segunda era más complicada, pues tendría que revivir un pasado oscuro que le arrastraría a un pozo sin fondo. No había más camino que ese, el del bosque tenebroso que le llevaría a caer en él, sin poder evitarlo. Sin embargo, si era capaz de visionarse fuera de él, conseguiría salir, a pesar de las manos de los fantasmas muertos que le agarrarían y arrastrarían con sus historias penosas para que no se concentrara.

 

El Arcano no dudaba que llegaría, de alguna manera, al laberinto cuya salida, si la encontraba, sería la entrada a la Pirámide. El problema estribaba en que en todos los caminos encontraría a un hombre que la perseguiría y la magia no serviría para librarse de él. No sabía la historia de ese tal Sebástian que estaría allá, para enredar a la muchacha... En realidad, para enredar a Sybilla. Si había alguna posibilidad de pararla sería en aquel instante. Si no...

 

Esa sería la última y peor prueba. En la pirámide...

 

Si Cissy Macnair quería que el Portal se abriera debería herir de gravedad al Arcano. Sólo su sangre mezclada abriría la Puerta de la Videncia para dejar pasar de nuevo a la antigua Vidente ya consagrada. ¿Sería capaz de atacarle para conseguir su objetivo? Sajag sabía que sólo tendría tiempo de preguntarle si estaba segura de ello, sabiendo que podría llevarle a la muerte. Luchar contra sí misma...

 

Esperó, rezando a Lakshmi, la Diosa Hindú de la Esperanza, para conseguir liberar el alma de Sybilla del estado en que se encontraba. Y para que nadie resultara muerto. Los Arcanos no pueden ver su propia muerte, sería antinatural. Pero él sabía que estaba cerca, una vez había soñado con eso. ¿Sería hoy? ¿Sería por esas manos femeninas que una vez había acariciado?

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Había llegado el día en que tenía que realizar la prueba de Videncia. El Arcano Sajag me había citado en la orilla del lago que rodeaba la isla de la Gran Pirámide, donde ya había asistido en dos ocasiones anteriores para realizar las pruebas de Metamorfomagia y Nigromancia, respectivamente. En mi interior, Sybilla se retorcía y gritaba palabras de advertencia, aunque no sabía el motivo de que estuviera tan agitada, pues sus pensamientos y los míos, día a día, estaban menos en sintonía que antaño. ¿Sería porque ella percibía cómo las magias que componían a ambas nos iban consumiendo poco a poco? A veces la incertidumbre me desbordaba y sentía que me estaba perdiendo en un vacío dentro de mí misma; un abismo.

 

Quizá no era buen momento para realizar la prueba, estando yo misma tan dividida. Pero Sybilla había insistido, decía que yo poseía el don y que debía superarme. También se había mostrado terriblemente receptiva con el Arcano, lo que cada día me hacía pensar en que ellos no sólo habían sido Maestro y Pupila, sino algo más. Pero ninguno de los dos había revelado qué más y, siendo sinceros, dudaba en querer saberlo. Sajag parecía un hombre sincero y amable, casi podía comprender por qué la caótica Sybilla lo había querido tener cerca. Pero no me los imaginaba juntos.

 

Finalmente llegué a la orilla del lago, esperando que él apareciera, pero el Arcano no estaba allí para indicarme sobre las pruebas. Seguro esperaba que las pasara sola o que quizá hubiera tenido una visión sobre ellas, pero eso no había ocurrido. Desde la visión en su estancia, yo no había vuelto a tener otra. No sabía si era porque no estaba preparada o qué, pero simplemente no había sucedido. Suspiré, mirando la distancia entre mi posición y la isla y busqué un medio de transporte no mágico, ya que no se podía uno aparecer simplemente o utilizar un traslador. Sonreí al ver unos botes y luego me sentí mareada por la idea, como se había pasado en Astronomía, cuando habíamos tenido que ir en bote hasta la mitad del mar para estudiar las estrellas. Suspiré con fuerza y me subí, tomando los remos para comenzar a cruzar.

 

Apenas había hecho unos metros cuando unas enormes cartas del tarot emergieron de las profundidades del lago y, como si fueran seres que vivían debajo, comenzaron a balancear mi bote para hacerme caer.

 

-¡Hey!- grité enojada a nadie en particular, mientras dejaba los remos y tomaba mi varita con fuerza. Shember vibró en mi mano al agitarla, cuando una de las cartas gigantes me empujó y me obligó a aferrarme del borde, haciendo que uno de los remos saliera de su soporte y se hundiera. Estiré la mano para intentar tomarlo, pero otra carta me embistió. Apretá la mandíbula, molesta. -¿Así que quieres jugar sucio? Perfecto. ¡Incendio!- una enorme llamarada salió de mi varita y prendió fuego la carta que estaba por arrancarme el otro remo.

 

Una más se tiró sobre mí y también la encendí en llamas hasta que se hundió en el lago. Una a una, las fui prendiendo fuego y fueron desapareciendo. La única que no se acercó en absoluto, que parecía estar "observando" todo desde el centro del lago, era la carta del Loco. Sola, giró sobre si misma hasta colocarse de cabeza, con el texto hacia arriba y se hundió lentamente. Un leve escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar la baraja de Tarot en la casa del Arcano.

 

-Por Merlín- musité, antes de darle un golpecito con la varita al bote para hacerlo ponerse en marcha. Ya no usaría el remo.

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La desazón crecía, cada vez más. Sajag supo que las cartas del Tarot habían sido tan ineficaces para frenar a la muchacha como el designio que habían mostrado al ir ardiendo, una por una. Se podría decir que Sybilla, una vez más, había quemado el barco que le podría haber hecho regresar ilesa. Ahora había condenado un alma a la desdicha. Sólo que no podía decir qué alma iba a ser. Había dolor, sufrimiento, castigo en la forma en que aquellas cartas habían acabado, cenizas, en el fondo del lago.

 

La Sacerdotisa, la carta de la Intuición, había ardido. Era una advertencia pero la muchacha había acabado con ella. ¿Habría entendido lo que quería decirle?

 

El Carro le avisaba de las dificultades que iban a acaecer durante el camino, le ofrecía confianza en el éxito de su misión y, sin embargo, también había acabado quemada por la magia de su varita.

 

El Emperador había intentado mostrarle que tendría una gran carga que superar, obligándola a tomar decisiones e intentando que pensar sin precipitaciones. También estaba ahora en el fondo de aquellas aguas oscuras.

 

El Colgado, la Estrella, el Mundo... Todas habían sucumbido ante su varita. Sólo una había permanecido impasible y era la única que la había acompañado un trecho hasta que se hundió por sí misma: el Loco.

 

¿Por qué, de entre todas las cartas, había sido la elegida por ella? Castalia no lo sabía pero ella misma había decidido cuál sobreviviría. Allá estaba, el Loco, anunciando que le esperaba una decisión difícil de tomar y de gran riesgo.

 

¿Habría sido capaz de interpretarla?

 

Sajag permaneció quieto en la pirámide, esperando el principio del fin, soportando estoicamente lo que viniera. Su fin estaba cerca. Pensándolo bien, sería hermoso que fuera a manos de ella.

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El borde del bote chocó contra la costa opuesta a la que había partido y me precipité hacia la orilla, temerosa de que otra sarta de cartas gigantes locas intentaran ahogarme. Me giré una vez más hacia el lago, hacia el lugar donde había visto a la cara del Loco hundirse solitaria en las aguas negras, pero no había nada más allí atrás para mi. Aún así, la sensación que me había producido la imagen de la carta perduraba y volví a estremecerme, por lo que me llevé las manos a los brazos, frotándolos en un intento de recuperar algo del calor perdido.

 

Era valiente. Ya había estado allí en otras dos ocasiones y me había enfrentado a todo eso. Tenía que ser valiente de nuevo. Comencé a caminar, viendo el bosque por delante, cuando algo me nubló la vista de repente. Una densa neblina se había levantado en la isla y me envolvía, haciéndome sentir aún más fría. Me castañetaron los dientes y maldije, mientras agitaba la varita para morphear mi ropa y hacerla un poco más abrigada. A poco el Arcano me quería matar de frío. Escudriñé a mi alrededor y me encontré con que apenas podía ver unos metros delante de mi, así que encendí la varita con un Lumos y comencé a avanzar.

 

-Hola- me giré al escuchar la voz que provenía de mi derecha. Una voz profunda, masculina, que me había hecho temblar y retroceder en el pasado. Pero no, no podía ser. -Oh, sí... Ahí estás- dijo la voz.

 

Abrí los ojos como platos al toparme con Lazarevic. El imponente hombre, musculoso sólo como podía serlo alguien que hubiera sido entrenado por la milicia muggle, me miraba con aire de grandeza y superioridad, mostrando los dientes amarillentos. Estaba vestido tal como lo había visto la última vez, en la perdida ciudad de Shambala. Tenía aquellos pantalones estilo militar, la remera negra ajustada al torso y la sobaquera, de donde pendía el arma y otros objetos que nada tenían que ver con las cosas muggles.

 

-¿Te sorprende verme?- preguntó, avanzando, abriendo los brazos como si quisiera abrazarme.

 

Negué.

 

-Yo te maté- dije, titubeante. ¿En realidad lo había matado? Había destruido la mitad de Shambala al dejar que él se enfrentara a los guardianes de la ciudad y de la piedra Chintamani, apenas había logrado salir con vida yo misma. No podía ser... aún así, no tenía pruebas de que él hubiera muerto en aquel lugar remoto del Himalaya.

 

-Quizá en carne, Castalia, pero yo... sigo.... aquí- se relamió con cada palabra, hasta que al final acompañó su "aquí" con una señal directa a mi pecho.

 

-No, es imposible- negué, retrocediendo. Mis pies buscaban no tropezar con alguna raíz.

 

-Tuviste contacto con la piedra, como yo. Estamos conectados, Castalia- rió y su voz hizo eco en el bosque.

 

Negué de nuevo, sintiendo una fuerte presión en el pecho. Entonces, alguien me tomó por las muñecas, por los pies y grité, desesperada. Manos fantasmales surgían de la tierra y me querían arrastrar lejos del bosque, de vuelta al lago. ¿Me querían ahogar en él? ¿Qué era eso?.

 

<<Es una prueba>> dijo Sybilla en mi mente. Había estado llamándome pero yo estaba tan aterrorizada con Lazarevic que no la había escuchado. <<Escíchame ahora, Castalia. Tienes que concentrarte y visualizarte fuera del bosque. Esto no es más que un truco para persuadirte. Vamos... tú puedes>>. Pero yo no podía, me sentía inútil. Hacía tiempo que no tenía tanto temor en mi.

 

-Oh... la pobre arqueóloga indefensa... traicionada por sus compañeros de excursión... entregada al malo de Lazarevic- la atronadora risa de Lazarevic retumbó en mis oídos.

 

Sybilla tenía razón. Si él no estaba allí y las manos que me aferraban no eran más que un truco, podía salir del bosque. Me había dicho que me visualizara fuera de él pero no quería terminar en el lago de nuevo. <<En el laberinto, entonces>> me guió Cissy. Asentí, aunque me temblaba todo el cuerpo. Agité a Shember pero nada pasó. <<No se trata de magia, no puedes transportarte en la isla. Es cuestión de hacerle frente a tus miedos y visualizarte lejos de ellos>>. Tragué saliva.

 

-Bien- musité, cerrando los ojos con fuerza.

 

Nada de lo que veía estaba pasado. Lazarevic estaba muerto. No había manos agarrándome fuerte. Estaba en la isla y tenía que llegar al laberinto. Apreté los dientes mientras la risa de Lazarevic se hundían en mi cráneo. No estaba allí, no era real.

 

-No es real- mascullé.

 

Y entonces, dejé de sentir las frías manos fantasmales y la risa. Entonces, abrí los ojos y me encontré frente a unos enormes setos, en la entrada del laberinto. Las piernas me temblaron y me agité levemente, deslizándome hasta quedar de rodillas en el suelo. Si Sajag estaba viendo todo eso, esperaba que estuviera feliz habiéndome quebrado por dentro. Aquella fina tela que me unía desde que había salido del loquero estaba rompiéndose y, por un momento, pensé que si la prueba en el portal no me terminaría de romper del todo.

 

<<Eres más fuerte de lo que crees>> musitó Sybilla, que parecía haber sufrido conmigo.

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El Arcano deseaba que Castalia no tardara en llegar a la pirámide y, a la vez, deseó que no llegara nunca. Era un pensamiento extraño para él, que hacía tiempo que había abandonado las emociones mundanas para refugiarse en el mundo de la Videncia. Sin embargo, hoy se sentía como un jovenzuelo extasiado antes que el personaje mayor que había vivido varios siglos en este mundo. Había visto que hoy sería un día que cambiaría su mundo tal como lo llevaba viviendo, al menos, 50 años, y aunque le llenaba de miedo el futuro incierto que se le había mostrado velado, quería que el día acabara y, a la vez, temía que llegara ese final que no conocía.

 

No estaba acostumbrada a que el Futuro se le negara, algo que se debía a la imposibilidad de que una misma persona atravesara el Portal dos veces sin ser Arcano. De ahí que, si Castalia quería acabar su prueba y conseguir el anillo debería...

 

Sajag extendió un lienzo de lino en el suelo. Aquel sencillo retal le recordó una escena bajo un árbol, una mujer que..., una fruta prohibida... Intentó olvidarse de aquello observando con su mente el avance de su pupila. Sufrió con ella la locura de saberse perseguida por el fantasma del pasado. La entendía. Al fin y al cabo, él estaba pasando por lo mismo desde que Sybilla había vuelto al campus del Ateneo, desde que había vuelto a entrar en su vida después de tanto tiempo...

 

- Bien hecho, Cissy - murmuró el Arcano, al verla avanzar, a pesar de estar tan maltrecha psicológicamente. Debería recuperar fuerzas. ¿Le dejaba algo de comer para después de...? - Para después de matarme...

 

Ahí estaba el quid de la cuestión. Necesitaría su sangre para cruzar el Umbral del Portal, puesto que sólo el Arcano podía atravesarla cuantas veces fuera preciso. Pero eso podía ocasionar su fallecimiento. Sybilla no dudaría en hacerlo, estaba seguro. Le conocía desde hacía mucho tiempo y no creía que hubiera cambiado. Sin embargo... Cissy... Castalia... ¿Desearía tanto vincularse al anillo de la Videncia como para cometer un asesinato?

 

No era su decisión sino la de ella. Sajag se sentó en la posición del loto encima de la tela india, con hermosas fibras doradas en las esquinas. Casi parecía una alfombra voladora, aunque no tenía ese poder. Sólo era el sudario escogido por él si la cosa terminaba mal. No quería uno blanco de duelo. La vida era bella, de color, no quería ser enterrado con un lienzo blanco, insípido.

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  • 2 semanas más tarde...

<<Levántate>> la orden era firme aunque había un tembleque en la voz de Sybilla.

 

No fui yo quien movió mis piernas hasta ponerme de nuevo en marcha. Ella era cada vez más fuerte y yo sabía que mi muerte, la muerte de mi alma fracturada por su culpa, estaba por perecer si no lograba pasar todo eso del Portal y volver donde Arya. Era la única que conocía la forma de separarnos de una vez por todas y la única que nos quería tanto a ambas que no quería que ninguna muriera. Pero yo ya estaba cansada de pelear y me preguntaba si aquella no sería en realidad mi última habilidad.

 

Continué a paso cansado por el laberinto. Doblé una vez a la izquierda y luego otra a la derecha, hasta que descubrí una figura parada delante de mi, quizá a unos tres metros de mi posición. Su rostro era reconocible aún en la penumbra de los setos y sentí un quejido proveniente de mis labios, aunque no era mi quejido.

 

-Cissy, ¿por qué me rechazas?- Sebástian me miraba y extendía una mano, pidiendo con sus ojos de perro apaleado que le tomara la mano.

 

Más fantasmas.

 

Sybilla volvió a gemir pero aparté a ella de mi mente. Yo también quería a Sebástian, más de lo que cualquiera pudiera pensar. De hecho, era probable que el único interés de Sybilla en él era precisamente que yo lo quería y él a mi. Entonces, ¿por qué se estaba quejando? La punzé dentro de mi mente, para que dijera algo, pero ella sólo se quejaba.

 

<<No es él, ¿verdad? ¿A quién estás viendo?>> pregunté.

 

Si yo estaba viendo a Sebástian, suplicándome que fuera con él y no siguiera la prueba... Bueno, me hacía una idea de a quién veía ella. Su esposo, quizá, su hijo... Dos personas que había perdido hacía poco más de un año. ¿Acaso Sajag era tan retorcido que nos quería hacer sufrir tanto? Con lo amable que me había parecido.

 

Avancé hasta atravesar a Sebástian.

 

-No te vayas... No me dejes... No puedo seguir sin tí- me suplicó, volviendo a aparecer frente a mi a los pocos pasos.

 

Era eso. Tendría que atravesar el laberinto con él en mi mente, sabiendo lo que le haría cuando me separara de Sybilla. Ella iría a parar al cuerpo de su amada y difunta esposa y yo dejaría de ser alguien a quien él le importara. ¿Por qué me querría mostrar esto el Arcano? Ya sabía lo que iba a perder. Había estado perdiendo desde que nací... No era nada nuevo ser derrotada.

 

-Basta- musité y comencé a correr, mientras Sebástian se me aparecía una y otra vez, en cada recodo, en cada giro.

 

Gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas. Así sería desde ahora en más. Las visiones, saber lo que se acercaba y quizá no poder detener el futuro, no poder cambiarlo. "Quédate conmigo" no era sino otra forma de decirme "vas a ver cosas que no quieres, mejor quédate con lo que sabes. Quédate con lo que ignoras". Pero no, yo no quiero ignorar más y sólo me detuve cuando estuve frente a la pirámide, lejos del laberinto y de las súplicas de él. Entré sin pensarlo, pues ya lo había hecho demasiado. Primero el Loco, luego Lazarevic... Sebástian... Ya todos me habían advertido, incluso mi contacto con el Arcano en su casa había sido un aviso... Pero la decisión ya estaba tomada.

 

Lo encontré en la posición del loto sobre una manta, sentado frente a las siete puertas que comenzarían a girar de un momento a otro sólo para detenerse en la de Videncia.

 

-Maestro- dije, notando que mi voz estaba quebrada por tanto llorar. Ni siquiera me había limpiado la cara y seguro tenía los ojos hinchados.

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Sintió su dolor aún antes de llegar a la pirámide, supo enseguida que aquella era la elección. Tanto sufrimiento, tanto tormento para pasar las pruebas, tanta congoja en aquel llanto... Castalia había llegado, por fin, a su destino. Había perdido mucho, padecido mucho, demasiado, como para dejar de lado todo sentimiento hacia él. Al fin y al cabo, el Arcano era el causante de toda la aflicción que le había llevado hasta el portal.

 

Permanecía cerrado, no giraba, no daba señales de admitirla. Ella tampoco parecía saber cómo se activaría. No. Castalia no lo sabía pero Sybilla lo sabía. Ella no dudaría en hacerlo. Ella le odiaba por aquel pasado, le estaría odiando ahora por lo sucedido en el laberinto. Le odiaría para siempre mientras continuara viva en aquel cuerpo.

 

- Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad? Déjame sólo un minuto para que le muestre a Castalia a lo que se enfrenta.

 

El Arcano no se levantó de su posición, algo incómoda ahora que sabía que todo terminaba. Miró de forma triste a la muchacha y le sonrió, para darle fuerzas.

 

- Puede ver lo que sucederá, ¿a qué sí? Vamos, no se atribule. Es una prueba más. No duele.

 

¿Podía estar seguro de eso? No, no lo podía decir con total convicción pero no iba a manipular a la joven, alegando un sufrimiento abismal de su cuerpo y alma, de todas las almas pasadas a las que se le había concedido el honor de vincularse al Anillo de Videncia, de todos los presentes en un radio dentro de la Universidad. La muerte de un Arcano no era algo que pudiera pasar desapercibido. Sajag había, por eso, escrito, de su puño y letra, un pergamino aclaratorio a los Directores del Ateneo donde eximía de toda responsabilidad por su muerte a aquella jovencita.

 

- Recuerde que el Portal sólo se abrirá cuando le demuestre que usted lo desea fervientemente. Allá dentro, la hará sufrir una, dos y hasta tres veces todo tipo de presentes que pueden o no haber sido o serán, en este mundo o en cualquier otro. No se desanime. Mantenga siempre firme su valor y su ánimo. Será capaz de superar todo si no se recrimina nada. En este mundo, la valentía ha de llevarle siempre hacia adelante, por lo que no mire atrás. Siga y siga. Entre, venza y regrese. Sólo a su vuelta... piense en mí. No sé si aún estaré... presente cuando lo haga.

 

Por primera vez desde que ella había entrado, Sajag movió su mano, para quitarse el anillo de Videncia. El grupo de las siete puertas se moió un poco, sin iniciar aún el movimiento requerido. El Arcano depositó el aro rosado encima de su sudario al lado de una pequeña daga persa de fino acero de Damasco, después de darle un breve beso de despedida con sus labios. Después alzó faz hacia la muchacha.

 

- Dígame, señorita Castalia. Por última vez le pregunto... ¿Quiere usted pasar la Prueba del Portal?

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  • 1 mes más tarde...

¿Qué había sucedido?

 

No lo entendía. Sabía que era una prueba con éxito. Lo había visualizado. Entonces... ¿Qué había fallado? Castalia había desaparecido de repente. Sajag estaba muy desconcertado; acababa de perder a una alumna. ¿Qué diría la Dirección del Centro? Era la primera vez que ocurría ésto; había fallado en una predicción. El Arcano de la Videncia no había visto llegar aquella deserción.

 

- No es posible... Si la vi cruzando el Portal...

 

Aquello merecía un análisis. Nunca había fallado en una Visión. Se sentó sobre su camastro y cerró los ojos, para analizar lo que había visto, que no era lo sucedido.

 

La pupila estaba allá, diciéndole que sí, que quería pasar la prueba de Videncia, la veía avanzar con paso decidido hacia el Portal con el anillo rosa provisional de la Videncia, la veía perderse en el limbo que provoca entrar en él... ¿Entonces...? ¿Cómo es que la señorita Macnair había desaparecido?

 

Fue cuando lo notó. Era algo casi imperceptible. En la imagen de la Visión, Cissy llevaba una capa oscura y el pelo ondeaba suelto, mientras que el día de la prueba, no llevaba capa y el pelo estaba recogido excepto un mechón díscolo que se movía al viento. Sajag emitió una sonrisa. No había fallado en su Visión, sólo se había adelantado en el tiempo.

 

Cissy Macnair podría volver a hacer la prueba en otro momento, aunque tendría que pagar de nuevo la matrícula cuando quisiera volver a cursar la Habilidad.

 

Tiempo al tiempo. Volvería...

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