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Libros de hechizos


That is not my name
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¿Cómo era posible que me había metido en este asunto? Podía ver a nueve metros de distancia a mi contrincante en aquella ocasión, esperando a que realizara un movimiento y, aunque ambos tuviéramos el mismo rango social, sabía de antemano que tenía los conocimientos de dos libros más de hechizos y, con estos, más poderes en su haber en mi contra.

 

Aún recordaba el primer conflicto con la bruja, justamente en ese sitio, nos encontrábamos en el amplio pasillo del Magic Mall con pequeños ventanales de estilo gótico a un lado del mismo, adornados con gruesos cortinajes de terciopelo, cuya púrpura tonalidad hace juego con las alfombras que cubren el suelo y ahí nos encontrábamos nosotros, en medio, antes de la entrada a los almacenes que guardan los productos de la tienda.

 

Acomodé con tranquilidad mi hermoso abrigo de piel, negro, que iba justo arriba de mi túnica esmeralda de cuerpo completo, mangas largas y con detalles en plateado; debajo de ésta llevaba una camisa y un pantalón sencillo, porque no saldría sin nada debajo, y como complemento un cinturón y mis botas gruesas.

 

- Cinaede...

 

Después de una ligera reverencia mostrada con una inclinación de mi cabeza, le lancé mi conjuro para que el gas venenoso apareciera alrededor de su cuerpo y le comenzara a afectar de inmediato en su cuerpo para mermar su movimiento en aquel encuentro, justo al mismo tiempo que en mi mano izquierda, la que se encontraba libre, aparecía la daga del sacrificio para su posterior uso en el duelo.

 

Estaba nervioso, cualquiera lo podría ver, solo esperaba el hacerle frente el tiempo suficiente para mantener algo de orgullo.

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—Como Cissy llegue a enterarse de que nos estamos batiendo en duelo aquí, estgoy muy segura de que terminaremos en una de las jaulas de la Trastienda —torció una pequeña sonrisa para Ishaya, sintiéndose rara por ello—. Pero prometo no hacer ningún daño irreversible a las paredes.

 

El Magic Mall, siempre espléndido, parecía casi inocente ante la presencia de los dos magos en uno de sus pasillos. No tenía muy claro cómo habían acabado los dos ahí, uno frente al otro como iguales, con la varita en mano y ese ambiente de excitación previa a un encuentro mágico. Siempre era curioso enfrentarse a un oponente nuevo en un duelo, resultaba más agradable que verle la cara siempre al mismo hasta conocerlo más que a ti mismo. Por eso estar frente a Ishaya, sin querer matarlo en realidad, era una sensación difícil de explicar.

 

Se inclinó ante él cuando vio que estaba a punto de empezar e inhaló una sola vez, lista para el duelo. Al erguirse, la espalda se tensó con la precisión de quien ha hecho demasiadas veces como para saber cuán mecánico se ve y los músculos tensos en una pose elegante e intimidante a la vez. La túnica se ceñía a su cuerpo como un guante, recibiendo las luces del Mall en las pequeñas lunas de hilo plata que resaltaban en la tela verde botella, pero cuando se movió los pliegues ondearon con suavidad ante un floreo de muñeca veloz.

 

Séneca.

 

El hechizo fue inmediatamente posterior al Cinaede y por ende, en cuanto Ishaya empezó a deshidratarse ella ya estaba envenenada. La siguiente acción de su contrincante podría ser verbal, las siguientes no y si había sido una buena decisión o no, no lo tenía muy claro, pero ya lo vería más adelante. Pensó en un Anapneo para librarse de los efectos del envenenamiento, que había empezado a cerrar su garganta y pensó luego en un Curación, que eliminó la primera de las dos curaciones que debía hacerse.

 

—Empezar envenenando es de niña —comentó con tranquilidad, moviendo el cuello para aliviar un poco el entumecimiento de su tráquea, cosa que no funcionaría hasta que se hiciera un Episkey—. Vamos, aún no terminamos.

 

Kansho

 

Invocó una daga que mantuvo en su mano derecha, bien asida. De momento no le serviría para nada, pero quizás luego sí. Aún teniendo a Ishaya a diez metros podía escuchar su cerebro atar cabos, unir mil formas de ganarle aquél duelo y eso lo hacía más emocionante.

 

@Ishaya

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Para un encuentro como aquel, con un nivel de poder superior de mi contrincante en comparación con el mío, siempre era necesario tomar ciertos riesgos para que se nivelara un poco el enfrentamiento; por ello es que invoqué las fuerzas del caos para que uno de sus señores pudiera acudir en ese momento teniendo la fortuna de que un cíclope mercenario apareciera en diagonal a nuestras posiciones para que no obstaculizara el intercambio de conjuros.

 

Había tenido suerte, mucha suerte.

 

- Cantar de eleboro... apenas comenzamos. - Pronuncié de inmediato después de sentir el séneca comenzar a afectar mi cuerpo, curando mis sentidos por completo y recuperando el habla sin ningún retraso, entendiendo un poco el modo en el que estaba pensando su estrategia la Ivashkov para dejarme sin opciones para responderle. Y me gustaba su forma de pensar.

 

Al mismo tiempo mi querido compañero de batalla, el cíclope, lanzaba su primer ataque contra la bruja con un simple absorvere dirigido en contra de la mano con la que sostenía la varita mi contrincante Leah para romper ese conjunto de huesos pequeños y que, si no realizaba las curaciones necesarias, perdiera la funcionalidad de esa extremidad; afortunadamente para mi tenía que realizarse primero un anapneo para librarse de las consecuencias de mi primer efecto.

 

- Immolo oppugnare Leah Ivashkov. - Dije después de invocar la daga del sacrificio y al mismo tiempo que me realizaba un corte en mi muslo izquierdo para que tuviera el mismo efecto en ella, pensando en una curación que me cerrara la herida mientras que a ella se le sumaban los episkey que debía de realizarse. Justo en ese momento, como segunda acción de mi señor del caos, lanzaba un anular fuego maldito en contra de Leah para quitarme un poco de amenaza.

 

No llevábamos mucho en el duelo y mi corazón ya se estaba acelerando, la emoción por aquel enfrentamiento disparó los niveles de adrenalina en mi torrente sanguíneo lo cual hizo que me concentrara mejor en mis movimientos y en los detalles de aquel encuentro, esperando ser un rival digno de aquella bruja esperando lo mejor.

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  • 2 semanas más tarde...

Una de las cosas de jugar con el azar, era que la tentación se compartía y al ver que Ishaya utilizaba las fuerzas del Caos no pudo evitar sentir una gran necesidad de copiarlo. El llamado del hombre invocó al Señor del Caos en su etapa "buena" lo que le permitiría usar una acción más por turno, acción que desperdició tras hacerse un Cantar del Eleboro en la que sería su última acción verbal y un Immolo Oppugnare en su segunda. El corte en la pierna, poco profundo, no hizo más que provocarle un sangrado más o menos constante y un dolor más bien punzante, pero no se inmutó. En su lugar, como había pensado al verlo, invocó las fuerzas del Caos uniendo las manos en un triángulo que alzó hasta la cabeza.

 

El poder que emergió de ella fue el mismo que había salido de Ishaya, pues ambos tenían un nivel y un conocimiento más o menos similar. No obstante, el suyo se cargó con una oleada de magia oscura que no podía ocultar, no con el rango que tenía. Así que al bajar las manos, la bola de energía que estaba controlando era el mismísimo Caos, de una tonalidad rojiza que se asemejaba mucho a un fuego enfurecido. Pronto la bola de energía se desprendió de sus palmas abiertas y lo que quedó justo delante de sus ojos fue un Cíclope, un ejemplar adulto y peligroso de un Cíclope.

 

Sonrió con cierta malicia. Como si necesitara de la suerte, ésta le había sonreído.

 

Anular Salvaguarda Mágica.

 

Las palabras de la Ivashkov salieron a la par de una potente voz, proveniente del Cíclope en diagonal a su posición.

 

Fuego Maldito.

 

Una llamarada con la forma de un Aethonan salió disparada desde el Cíclope hacia Ishaya, batiendo las alas hasta llegar a una altura vertiginosa y luego cayendo en picada a una velocidad mucho mayor. Si impactaba, lo haría de lleno en su cabeza.

 

Necrohands

 

Episkey

 

El Necrohands había sido de parte de la rubia, lo que logró que dos manos fantasmales aparecieran una a cada lado de Ishaya, exactamente a un metro entre sí. Ambas empezaron a moverse de un lado a otro, golpeándolo para evitar que pudiera apuntar bien o moverse de donde estaba. El Episkey, del Cíclope, había sido para curar la herida de la daga en el muslo, cosa que se cerró de inmediato sin ningún problema. La suerte del hombre estaba en que ahora tenía tres acciones y tendría que ser muy rápido para poder resolver aquello sin sufrir daños.

 

—Ahora sí se puso interesante esto.

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