Pequeños pasos

[Orión Yaxley]

El tipo estaba tranquilo. Respiraba aire fresco. Llevaba ropa cómoda. No tenía que hacer nada en ese día. Demás estaba decir que el ambiente en ese pequeño y abandonado parque de juegos también lo tiraba a relajarse. Y así largó un espaciado bostezo. Ya era la hora de la siesta y si bien, su cuerpo no estaba tan golpeado, para la comunidad mágica, su edad ya era considerada de adulto mayor. A veces, sí necesitaba dormir a esa hora.

 

El parque consistía en algo básico. Un kit de columpios, en donde estaba sentado; frente de este mismo, un par de sube-y-baja; a su derecha algunos túneles que daban vueltas de lo que podrían haber sido un intento de serpientes metálicas. En el extremo opuesto del parque también había una estructura en forma de cúpula para escalar.

 

El sol, radiante, no llegaba a contrarrestar el frío que ya se había adueñado de todo Reino Unido. Orión por su aprte llevaba unos borsegos con gruesas medias, unos pantalones jeans oscuro, una camisa de leñador de gruesa tela y una campera de cuero que le quedaba un poco holgada. Su faceta roquera en sus veinte temprano había sido devastadora, tanto para su imagen pública, como para su sentido estético de la moda.

 

- Supongo que así haré que la impresentable de tu madre aparezca –dijo al aire, a nadie, y a su vez, a todos.

 

Resulta que él era tío. Aparte de hermano, hijo, pseudo padre y Dios sabrá que tantas otras cosas. Pero que tenía una responsabilidad un poco pesada, la tenía. Y por más que evitara ese tipo de encuentros bélicos, a veces no evitaba verse envuelto en un clásico duelo. Y esta vez resultaba envuelto en un combate con nadie más, ni nadie menos, que el hijo de Mahia: Aaron.

 

Le había pedido alguna ayuda con el arte de intercambiar los hechizos y él no pudo negarse. Tampoco entendía por qué, pero para su propia sanidad mental prefería mentirse y evadir la posibilidad de que muy adentro suyo, su cuerpo extrañaba la necesidad de la adrenalina que causaba una buena batalla. Lo que él suponía, era que así podía mandarle un mensaje a su hermana pequeña, la siguiente en la lista de herederos de Fernando. Una suerte de. Volvé, antes de que termine siendo mejor que vos como la última vez.

 

También creía que su hijo podía tener alguna habilidad con respecto a lo que se iba a librar, teniendo en cuenta que su madre había sido capaz de desarrollarse de manera excelente como duelista dentro de la Marca, como todo hijo de Fernando. Pero así como existen esas tipo de reglas, también están presentes diferentes tipos de excusas y en este caso se trataba de Luisitha, caso completamente contrario al de Mahia y al suyo.

 

Soltó una risa mientras se balanceaba lentamente en el columpio que parecía al borde del colapso total por el peso de él. Se acordaba de mil y un historias sobre todos ellos y una era más graciosa que la otra. Y así se paró, dejando un chillido metálico proveniente de las articulaciones de esta estructura. Luego materializó su pesada varita gris es la derecha y comenzó el espectáculo de luces.

 

- ¡Sectusempra!

 

Había visto una sombra moverse enfrente de los sube-y-baja y sus instintos más básicos de supervivencia reaccionaron, cual animal acorralado. De ahí es como se desprendió una luz esmeralda que viajaría hacia el pecho de Aaron con el objetivo de desangrarlo.

 

- ¡Perdón! Viejo lobo, viejas mañas –se disculpó para dar una reverencia-. ¿Listo?