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La Investigación


Orión Yaxley
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Por tan solo un instante, toda la biblioteca se iluminó con un fuerte relámpago. Contó hasta diez y el sonido desgarrador se hizo presente. Algunas de las ventanas estaban abiertas, dejando correr fuertes vientos por lo que era imposible subir la temperatura ambiente. Los últimos días fueron horribles en lo que correspondía al clima y miles de magos y brujas se refugiaban en sus acogedores hogares. Pero Orión tenía que ir en contra de la corriente, siempre.

 

Con la libreta que descubrió en la habitación de su papá junto a sus hermanas, había entrado en conocimiento de un objeto mágico con peculiares características. No sabía mucho, solo que se trataba de un pensadero. Algo coherente si recordamos que en ese tiempo, el Black se inclinaba más al estudio de la magia correspondiente a la identidad y la memoria, como si estuviera en sincronía con varios movimientos sociales de países emergentes.

 

El problema era que sólo sabía que existía. Y eso que escaneó por completo por la vez número millón todos los escritos en su castillo. También había visitado la Universidad, aunque salió con las manos vacías. Le quedaba, sin embargo, otro recinto intelectual. Resulta que hacía años atrás, existía un establecimiento educativo del cual él formó parte del staff. Era una suerte de Academia para todo aquél que quisiese expandir sus conocimientos en la magia, tanto blanca, como oscura. Era un acuerdo en común entre bandos. Una suerte de faro por una paz que nunca existió. Pero había caído en decadencia durante su exilio, donde él mantenía su teoría que ésta misma fue clausurada por brindarle demasiada carne de cañón a la guerra de bandos.

 

Por suerte, todo seguía como estaba.

 

Y así, Orión se mantenía revisando libro por libro bajo la luz de un par de velas en una de las mesas que estaban a disposición a lo que fue público. Había reunido toda la fuerza necesaria para poder cargarse de unos diez tomos de las altas estanterías que se encontraban tanto por delante, como por detrás de la serie de estos muebles de fino y grueso roble.

 

Su barba y cabellera cobriza con puntas azules todavía goteaban por la lluvia, mientras que su cárdigan gris claro ya se había secado. Por el frío, llevaba unas gruesas medias de lana por debajo de sus borcegos azabache, con un pantalón de jean oscuro. Su varita, en la izquierda, también ayudaba con la iluminación general. Y es que, su azulada vista no se quitaba de las páginas amarillas.

 

Por lo menos, sabía que su visita no fue en vano. Hasta el momento, había podido determinar varios hechizos que podían modificar de una forma u otra las funciones del pensadero para adecuarse a las necesidades de su dueño. Una suerte de personalización no oficializada por el Ministerio, por el simple hecho que así se podía destruir el mismo mercado de estos objetos. Por lo que era coherente teorizar que el pensadero tenía puesto encima alguna de las personalizaciones.

 

Este podía ser el qué. Pero faltaba el cuál y el por qué.

 

Y así, como últimamente le pasaba desde que pisó tierras inglesas, como si fuese un protocolo independiente, una fuerza incontrolable, un accionar púramente inconciente, se levantó y apuntó con su varita. Algo había quebrado su concentración. Un ruido, proveniente del pasillo central de la biblioteca. Podía ser amigo, enemigo, o los dos. Aun así, el sistema de seguridad de Orión lo obligaba a tomar cartas sobre el asunto.

 

- ¡Sectusempra!

 

Oh, el típico hechizo de ataque. De ahí es como, tras una rápida floritura, un rayo esmeralda se desprendió de la punta de su pesada varita para viajar hacia el pecho de la víctima. Efectivo, rápido y desangrante. Así le gustaban sus ataques. No tanto por lo gore, sino por la obligatoriedad de la defensa. Necesitaba que esa misma respuesta sea algo predecible, como un avis, o un protego, para después hablar.

 

- ¿A quién se le ocurre venir a un lugar tan abandonado en una noche como esta?

 

Los territorios de esa antígua Academia estaban a pocos kilómetros de la Universidad, mas pasaban desapercibidas por el auge de los cursos que dictaban en la novedosa institución. Triste, pero real. Penoso, pero actual. Los tiempos cambian, dicen, y con ello las corrientes ideológicas.

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Maida no estaba acostumbrada a salir de casa, al principio claro, esto era una actitud lógica debido al estado de ánimo en el que se encontraba la primera vez que pisó suelo inglés. Usar las habitaciones que le habían otorgado en el Castillo Ivashkov y el Castillo Triviani eran un factor decisivo para la personalidad del tipo hurón que venía desarrollando, y si había que añadirle el plus de tener un elfo doméstico que hiciera todo lo que necesitaba, pues no, salir por ahí no era opción.

 

Hasta que claro, sus estudios de las familias tenebrosas pertenecientes al bando oscuro desde sus inicios, la estaban conduciendo a este punto en particular. Porque si, la ojiazul, se había dedicado en los últimos meses en realizar investigaciones acerca de las familias oscuras del mundo mágico, la mayoría, como siempre estaban ligadas en ciertas ramas de sus familiares sólo y exclusivamente para mantener la pureza de sangre, o porque seguramente, eran los lazos sociales permitidos de la época. Hasta que se topó con un apellido que además de raro, le pareció que tenía una historia particular. Los Greengrass.

 

La menor de ellos había logrado hacerse con un marido casi a todas luces, ideal: El heredero de los Malfoy.

 

¿Y en dónde radicaba la importancia de este apellido?

 

Pues que gracias a estudios, muchos pergaminos, manuscritos y libros que databan de algunas décadas atrás; ahora sabía que existía un objeto mágico con cualidades que algunos sólo podrían soñar en darle a un Pensadero. Fue así, que en medio de una noche, por demás, inclemente, se había aventurado a visitar unos antiguos recintos que ya estaban clausurados dentro del territorio Universitario del mundo mágico. Una biblioteca abandonada que aún contenía libros que algunos no parecían considerar importantes pero que a ella, le tenían picada la curiosidad no sabía si femenina o intelectual.

 

Durante horas estuvo sola rebuscando entre libros empolvados y algunos pergaminos rotos, hasta que oyó ruidos y decidió esconderse, son lo pequeña y sigilosa que siempre había sido, eso no resultaba tan difícil. Y puesta entre algunos estantes, esperó a que el intruso se fuera, cosa no sucedió por muchas horas. Como era de esperarse, el sueño producto del aburrimiento la hizo perder el equilibrio, trastabillar y generar un ruido innecesario.

 

Entonces, lo impensable, sin siquiera intentar un saludo, un rayo se dirigía hacia ella, dispuesta a atacarla. Sin saber exactamente como, su varita se vio empuñada en cuestión de segundos, la dirigió hacia el rayo sin pensar siquiera en como contrarrestar.

 

¡Protego! chilló, actuando más por inercia que con inteligencia, y un escudo etéreo logró absorber en su interior la luz verde que pretendia herirle.

 

- ¿Qué maneras son esas de preguntar un nombre? -inquirió volviendo a empuñar la varita hacia ese desconocido mago de cabellos cobrizos- Morphos

 

Un hechizo qué de salir bien convertiría una de las medias de lana en una avispa de mar que lo envenenaría al instante, nada más tocar su piel.

Editado por Maida SC

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Sonrió al ver que su “contrincante” había respondido de manera positiva. Suspiró relajado, no quería asesinar a nadie sin tener un motivo claro y lo que había hecho fue una desmesurada medida de auto defensa ¡Ni siquiera la había dejado expresar! Pero eran los traumas de su juventud mortífaga. Era como si un chip muy adentro de su inconsciente reaccionase ante esas situaciones de rápido stress.

 

- ¡Las necesarias para no terminar muerto esta noche! –le contestó ni bien su interlocutora cuestionaba sus acciones y justo antes de que realizara su segundo hechizo exclamó rápidamente-. ¡Silencius!

 

Y habemus silencio. El morphos que Maida tenía pensado hacer no salió. Vaya uno a saber qué cosa extraña habría querido transformar. Si tomamos que la originalidad y el inicio de los movimientos creativos nacen más por una conciencia social y no tienen, en sí, un dueño específico, podemos aproximar que Orión fue uno de los factores decisivos en la planeación de la estrategia del envenenamiento por contacto, porque era una forma efectiva de causar una herida importante en el contrincante a extremo corto plazo.

 

Pero es que a veces simplemente no funcionaba. Sobre todo cuando no existía el espacio, ni la materia suficiente para transformar ciertas prendas. Por eso solía llevar varias capas cuando hacía frío, de esa forma prevenir cualquier contacto, como también calzado cómodo y ajustado para actuar rápidamente.

 

De igual forma, no correría riesgos.

 

Luego de intercalar su primer hechizo, y más tranquilo sabiendo de que esto se había convertido en un noble duelo, dejó de pensar más en intentar asesinarla, sino en inmovilizarla. Toda la biblioteca se iluminó de repente gracias a un relámpago. Cruzaron miradas. Orión no la conocía, no tenía el gusto. Comenzó a mover su varita, esta vez intentaría atacarla sorpresivamente, sin pronunciar ni una palabra.

 

Doce media lunas de un ocre opaco aparecer frente suyo al pensar en un Seccionatus, que salieron disparadas con dirección a ella. Dos se clavarían en el cuello, cuatro en su abdomen y las últimas 6 en sus piernas, tres en cada una para ser más exactos.

 

- Si bajás tu varita, te prometo no lastimarte. Estás buscando algo ¿Verdad?

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  • 1 mes más tarde...

Evanesco —dijo Maida sin estar muy segura cuando aquellas medias lunas viajaban hacia ella, con tranquilidad las vio desaparecer—, perdona si no tomo este recibimiento como una ofrenda de paz.

 

El relámpago de hacía unos momentos le había dejado ver el rostro del mago que tan libremente la atacaba, simple y gratuitamente por el hecho de querer buscar en la mimsa biblioteca que él. ¡Vaya pecado! Sin embargo, algo le tiraba desde el ombligo, la sensación de que si no paraba un poco con el tema violencia, la que saldría peor librada sería ella. No estaba clara ni en qué hechizos usar, ni qué tan poderoso era el personaje que se cruzaba justamente esta noche con ella, pero definitivamente, no se iba a librar de averiguarlo.

 

¿Es que a acaso podía haber tanta coincidencia para que dos magos se cruzaran en una noche de tormenta en la misma biblioteca abandonada? No, no era el momento para las cavilaciones. Volvió a empuñar la varita y trató de herirlo.

 

Lo que yo busco, no creo que sea de tu incumbencia —dijo en un tono muy seco y hasta maleducado— ¡Sectusempra! —lanzó mientras un rayo verde estaba dirigido hacia él, con la firme intención de generarle múltiples cortes profundos en el cuerpo. Al menos para hacerlo retroceder en sus intentos de acabar con ella— El lugar es bastante amplio y no creo que vayamos detrás de los mismos libros.

 

@Orión Black

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Si bien, el tipo seguía pensando que este conflicto se podía resolver de una forma pacífica, él no sería el primero en ceder. Es lo primero que le enseñaron ni bien le tatuaron la marca. Y estaba grabado, a fuego, en lo más profundo de su inconsciente. Ésos eran los dejos de supervivencia que tomaban el control cada vez que se enfrentaba a una batalla. Y cuántas veces lo habré dicho. Orión era pacifista. Hasta que estaba en la batalla, claro.

 

Sonrió al ver como su ataque desapareció tras la rápida protección de Maida. Ahora, quiero aclarar algo, como espectador de este épico encuentro. Orión tenía una debilidad muy grande, y es el tema del tiempo. O bueno, no sé si debilidad. Pero con cada acción que se realizaba, él, comenzaría a atacar con más fuerza y más tenacidad.

 

- Absorvere.

 

Dio una fuerte floritura con su varita. Su objetivo iba a la muñeca donde sostenía la varita. Era una acción bastante utilizada en los duelos. El simple fin, tras el sonoro crack, era que la puntería sea un tema utópico. Así fue como el rayo verde que se desprendió de su varita, fue parar directo a uno de las estanterías, explotando algunos libros.

 

- Te das cuenta que esos libros podrían ayudarnos –carraspéo-. ¿Crees en el destino querida? Esta es una biblioteca demasiado antigua. Son instalaciones olvidadas ¿cómo obtuviste el contacto?

 

Levantó la ceja. Ella no hablaría, por lo que él intentó propulsar las cosas.

 

- Construí parte de esta biblioteca. Hay libros de mortífagos que he escrito yo.

 

Movió lentamente su varita, para dar una estocada final.

 

- ¡Sectusempra!

 

El rayo escarlata salió esta vez de su varita. Como era lo obvio, buscaba desangrar a su contrincante. Por lo menos, con cada paso, se develaba de a poco la verdad.

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  • 2 semanas más tarde...

¿Destino? No, justamente ahora Maida en lo único que creía era en la necesidad imperiosa que tenía de aguantar en estoico silencio las ganas de gritar en cuanto sintió su muñeca quebrarse. Si el hechizo había impactado en alguna luna Júpiter le importaba poco o nada. El dolorcillo era de aquellas cosas que le llenaban los ojos de lágrimas, pero estaba decidida a conservar un poco el orgullo. Pensó un Episkey, casi como una autosúplica y en cuestión de nada, pudo sentir su muñeca como nueva, sin rastros del dolor que casi la había puesto de rodillas al suelo.

 

Quiso contestarle pero entre sus palpitaciones aún a mil y que un rayo verde amenazaba nuevamente su vida, el sentido de protección que finalmente aprecía habersele activado, alzó la varita y proyectó lo que su cuerpo pensaba.

 

¡Protego! — sentenció con la esperanza de que el escudo absorviera el hechizo del mortífago que se había topado, aunque ella no pudiera saberlo.

 

¿Libros que podían haberle servido de utilidad? Sólo entonces logró echar un vistazo a dónde se había producido el contacto de su hechizo desviado. Un retorcijón le jaló el estomago, aunque tuviera ganas de hacer que la tierra se tragara a ese mago, no había cosa en el mundo que odiara más que la pérdida del conocimiento constante. ¿Qué hacían peleando y destruyendo todo en aquella Biblioteca? ¿Él sabría algo de lo que ella estaba buscando? Él había dejado en claro su participación activa en la construcción y funcionamiento del lugar.

 

¿Mortífago?

 

Tenía que cerciorarse.

 

¿Escribiste alguna vez sobre los Greengrass? —preguntó finalmente.

 

@Orión Black

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