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Registros de nacimiento


Orión Yaxley
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Una tenue luz se filtraba por los escabrosos vidrios de aquella vieja capilla galesa. El atardecer estaba llegando con el lento paso del sol que caracterizaba al invierno temprano de aquel Diciembre. El clima castigaba a los visitantes con una leve brisa húmeda que calaba los huesos. Varias capas de ropa, o la muerte. Cualquiera diría que era el momento ideal para quedarse en casa al frente de la chimenea. Por desgracia, el Black no era cualquiera.

 

Esta construcción de piedra oscura se ubicaba sobre un gran mar de césped, que se extendía hasta lo que el propio ojo podía ver desde cualquier punto de vista. Y lo único que rompía un poquito la monotonía era la docena de lápidas a la derecha de la capilla. Con todo esto y según las suposiciones del mago, ese espacio podría haber servido como centro de rituales de una larga y antigua villa, pero que la misma no había podido soportar el paso del tiempo.

 

Él estaba sentado en una de las largas butacas tradicionales de ese tipo de edificaciones. Dio una larga respiración profunda, dejando que el aroma a madera vieja tiñera sus pensamientos de nostalgia; para luego soltar una gran bocanada de vaho. La capilla hacía que sientas ese no sé qué. Capaz era la poca iluminación, o la mezcla de olores, capaz, la sensación de detención del tiempo, o los pocos grados reinantes. Y además, su motivo no lo ayudaba en absoluto a lidiar con estos reflejos emocionales.

 

Había llegado al lugar en búsqueda de respuestas sobre su nacimiento. Había intuido que, como en antaño eran estas instituciones las que guardaban los registros cívicos, capaz había una mínima posibilidad de encontrar algún documento que lo lleve a la siguiente pista. Sin embargo, como últimamente le estaba pasando, se había equivocado. Prácticamente estuvo la mitad del día revolviendo el sótano del lugar para encontrar algunas túnicas viejas y barriles de vino sin abrir.

 

Estaba descansando en el lugar. Apoyó los brazos en el respaldar de la butaca y se dejó caer un poco en el mismo asiento. Pasó sus azules ojos por los detalles del lugar. Había figuras santas que ni el reconocía, una gran cruz de madera al final del pasillo y dos confesionarios de lo que parecía ser, la única madera de buena calidad en el lugar, todo eso se concentraba en la punta donde se encontraba el Black. Estas cajas de madera medían unos tres metros, que parecían cortos a comparación del largo pasillo, el cual, el mago le calculaba unos 10 metros de largo, que se constituía como espina dorsal del lugar.

 

El lugar era bastante simple, este largo pasillo terminaba en un viejo altar de mármol oscuro. Orión justo estaba en frente, separado por solo dos largas zancadas. Estiró sus extremidades, causando que sus pantalones jean se rompieran un poquito en la entrepierna, dejando exponer su ropa interior de invierno. Su camisa se escondía bajo un sueter horrible de motivo navideño y a su vez, de su típico tapado de cuero de vaca. Sus zapatillas estaban igual de gastadas y descoloridas ¿Qué podía hacer? Tampoco era que se iba a una gala ministerial a conseguir pareja ¡Estaba en medio de la nada!

 

- Tendré que pedirle galones a Gabbs para comprar ropa. –Se comentó, un poco frustrado por la situación.

 

Finalmente se levantó, se rascó un poco su nuca para liberar la infundada vergüenza del momento y se acomodó su cabello cobrizo. Todavía las partes azules de su cabello no habían desaparecido, pero era algo en lo que realmente no se fijaba. Se refregó su nariz y justo cuando terminó de girarse para la salida cuando se quedó helado. Había una silueta de una persona. Y no pensó.

 

- ¡Sectusempra! –Gritó tras que sacaba rápidamente su pesada varita. Un rayo color esmeralda se desprendió de la misma. Su objetivo era impactar a la silueta en el cuello y hacer su trabajo.

 

Hay mañas de las que se pueden olvidar. Cual gato encerrado; en cuanto sentía peligro reaccionaba de tal forma. Y ni bien pudo terminar de conjurar el rayo se acomodó en posición de duelo, agradeciendo a la divinidad por haber logrado tomar firmemente su varita y no causar un desastre más. No sabía quién era. Tampoco qué quería. Si era amigo, se podría defender. Si era un enemigo, bueno, uno menos. Era un simple hechizo neutral pero que daba inicio a algo que el torpe Orión extrañaba un poco.

 

- ¡Vamos! No me dejes solo en esta.

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  • 1 mes más tarde...
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Desde que Mery había encontrado aquella nota entre los papeles de su madre había tenido la necesidad de investigar sobre sus orígenes. ¿Cómo Anne había podido ocultarle que tenía sangre Black? No tenía ningún problema con aquella familia, tampoco es que conociera a mucha gente de ésta, Orión, Cillian, Kya, Gatiux...

 

Orión Black, aquel hombre había ganado todo el odio que la pelirrosa podía ofrecer a cualquier persona. Había llegado hasta a saborear el olor que desprendía su sangre, lo cual no era habitual en ella aunque su alimentación se basara en sangre humana, San Mungo ya le otorgaba sus bolsas necesarias de alimento para así no atacar a nadie, lo cual era mucho más cómodo y menos cavernícola.

 

Allí estaba Mery, cubierta por su túnica negra y acompañada por su mejor amiga, su varita, delante de aquella gran construcción de piedra negra donde podría encontrar algún documento donde indicara quien demonios era su padre y el por qué su madre no había decidido decirle la verdad durante tantos años.

 

Recogió su pelo lentamente en una larga trenza que daba en su trasero. Ya debía de recortar su cabello o acabaría arrastrando por el suelo. Comenzó a caminar hasta adentrarse en aquel sucio lugar.

 

Una capilla sucia y abandonada le dio la bienvenida. La iluminación que entraba al sitio era más bien pobre, quizás por los centímetros de polvo y suciedad que cubrían los cristales, o quizás porque el ambiente quedaba mejor así, con la justa iluminación para hacer aquello más tétrico y aumentar el nerviosismo de la Gaunt.

 

- Vamos al lío -comentó y avanzó un poco.

 

¿Había alguien allí? Si, estaba claro que si, los bancos y estatuas no se movían, no sin un hechizo. Tragó un nudo y agarró con más fuerza su varita, ¿por qué tenía la sensación de que atacaría en breves instantes? Las probabilidades eran casi totales de que allí comenzaría un duelo no deseado.

 

- Maldición -gruñó para si misma Mery cuando un rayo verde comenzó a avanzar hacia ella. ¿Qué le pasaba a la gente por la cabeza?, ¿matar por que si?-. Detritus -susurró para ser envuelta en una capa gaseosa de un tono verdoso. El rayo fue tragado por ésta capa, a cual podría tenerla a salvo de efectos y rayos durante el tiempo justo de asimilar todo aquello.

 

Caminó unos pasos hacia delante para quedar a la justa distancia de darse cuenta de quién era el personaje que acababa de lanzar un hechizo hacía ella. Orión Black, la persona menos deseada de ver para Mery.

 

- ¿Que no te deje solo en ésto? -gritó Mery con una carcajada-. ¡YO SOLO QUERÍA BUSCAR INFORMACIÓN!, ¡NO QUERÍA ÉSTO! -en la voz de la Nigromante se podía notar la rabia y las ganas de ver la sangre de aquel hombre por el suelo. Era su oportunidad-. Confundus -pensó una vez había alzado su varita y apuntado a su contrincante. Sonrió victoriosa, con locura, descubrir quien era su padre podía esperar-. Pequeño Black... Deberías de aprender con quien meterte -suspiró y se colocó de manera defensiva.

 

Orión Black... Black... ¿Y si él sabía algo? Era viejo, se le notaba, así que quizás sabía que clases de relaciones habían tenido los Gaunt y Blacks años atrás. Mordió su labio inferior y respiró profundamente por su nariz. ¿Qué iba a saber aquel vejestorio que se drogaba? No, era técnicamente imposible que supiera algo.

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  • 2 semanas más tarde...

A Orión le encantaba como reaccionaban los magos en la comunidad británica. Por más raza extrañana tuvieran, siempre, pero siempre, quedaba algo de humanidad en sus cuerpos. Era como si la propia ontología de lo que antes era la razón del ser del cuerpo, no se pudiese extinguir con una mordida vampira, o una posesión demoníaca. Siempre estaba. Siempre iba a estar. No sabía el por qué, pero sí notaba empíricamente los resultados.

 

El enojo era una de las emociones más básicas, después de todo.

 

Mery se protegió excelentemente de su rayo dañino y exigió respuestas. Tenía un trabajo perfecto para la nigromante y este duelo iba a ser la excusa para saber si en definitiva era digna de la invitación. Entendía por fin la razón de ser de su visita hacia la capilla. Después de todo, las estrellas nunca se equivocaban.

 

- ¿Detritus? ¿Tanto miedo le tienes a este viejo lobo? –comentó mofándose de la situación. Inmediatamente comenzó a mover lentamente la varita-. Séneca.

 

Oh, el Séneca. Un bello hechizo efecto, que podía atravesar perfectamente la capa gaseosa del nuevo detritus. En sus tiempos, aquella barrera no dejaba que nada pase, con la contraparte de la imposibilidad de accionar con daño directo. Ahora, bueno, ahora todo había cambiado. Y ya podía ver con gratitud la típica expresión de una garganta reseca.

 

No podría emitir ni una sola palabra luego de aquella acción.

 

Fue ahí cuando recibió con alegría el Confundus. Otro hermoso hechizo. Y desvarió durante sus efectos. A veces, en las alucinaciones podían ver una verdad aparente. Y ahí entendía que los registros de nacimientos no eran tanto para él en sí, sino para otra persona. Se tambaleaba, dando unos pasos hasta el pequeño confesionario a su lado. Lentamente comenzó a recuperarse.

 

- ¿Querías buscar información? Deberías respetar a tus mayores. Y no llamar pequeños a personas que miden el doble de tu altura.

 

Y dio una sonrisa de político. Ella no podría hablar por dos turnos más.

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  • 2 semanas más tarde...

Por la cara y el gesto que Orión tenía, estaba disfrutando de manera sobrehumana aquel encuentro, al igual que ella. Era verdad que Mery odiaba con todas sus fuerzas los duelos, no le encontraba demasiada finalidad. ¿Para que matar a alguien cuando se podía torturar? El sufrimiento era mayor. Pero también era verdad que el odio que la pelirrosa tenía hacia el Black superaba a su repulsión por los duelos, así que la cosa quedaba igualada.

 

- ¿Lobo? Me creo lo de viejo pero no llegas ni a cachorro -comentó con despreocupación.

 

"Séneca" Aquel hechizo era el mejor efecto que un Mago Oscuro podía tener y es que dejar al oponente completamente mudo por un tiempo más largo del deseado. Suspiró con pesadez, aún tenía tiempo de ***erlo un poco más, solo un poco.

 

- Deberías de tener cuidado de con quien te metes, Black, por ser más joven y baja no debo de tenerte respeto, no te lo tendré jamás -gruñó sintiendo su boca secarse-. Celerus Káidan -susurró.

 

Celerus, la primera vez que lo usaba en una batalla más en serio que en juegos con su madre Anne o su hermano Hades. La velocidad que le otorgaba aquel hechizo era maravilloso, una acción más en aquel duelo. Y el Káidan. Sus ojos se tornaron de un verde brillante. ¿Para que servía? Según había leido un miedo irracional dominaba a su oponente, consiguiendo así que no pudiera anticiparse a sus próximos hechizos durante el mismo tiempo que ella estaría silenciada.

 

Le hizo una pequeña reverencia con una sonrisa para después enseñarle el dedo corazón de la mano izquierda. "Necrohand" pensó. Oh si, aquellas manos fantasmales aparecieron delante suya dispuestas a protegerla o atacar al Black si ella lo deseaba, cosa que le iba a ser difícil de no pensar porque verlo abofeteado por sus manos fantasmales era algo muy llamativo.

 

"Céntrate Mery" pensó mientras cerraba los ojos y suspiraba "Una pena que no puedas leer mis pensamientos, Orión, descubrirías muchas cosas de como tratar a una señorita" arrugó la nariz y puso cara de angustia. Volvió a alzar su varita y apuntar hacia el viejo loco que tenía enfrente. Sonrió de lado "Levicorpus" en su cabeza resonó aquel hechizo mientras la imagen de Orión colgado por los pies apareció.

 

Quiso soltar una carcajada, la cual no salió. Refunfuñó mentalmente mientras observaba los gestos del mortífago e intentaba analizar su siguiente movimiento.

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  • 2 semanas más tarde...

- ¿Lobo? Me creo lo de viejo pero no llegas ni a cachorro.

 

- Si yo fuera vos, guardaría la saliva.

 

Miró con una cara de confusión toda la situación ¿De verdad intentaría ir en contra del Séneca? Porque ese tipo de magia negra era bastante directa. Se te secaba la garganta y ya. Sin verbales por otros dos turnos más. Las próximas palabras de Mery fueron sonidos guturales secos, de los que pudo traducir cosas sobre respeto y jamás. Contundente la pequeña. De ahí entendió las ganas de ir romper con los esquemas.

 

Había movido la varita, pero nada. No había pasado nada. Suspiró, mientras se apoyaba en el gran confesionario. Tendría que adelantarse a su segundo hechizo. Pensó… ¡Eso! Si le cortaba los pies, no podría correr. Y en este caso…

 

- Anular Necrohands.

 

Apuntó hacia ella y la misma vibró junto con la de su contrincante, a una misma sintonía. El pacto estaba sellado. No habrá necrohands. Y sonrió ante la expresión perpleja de ella al ver que luego de su conjuro, nuevamente nada había salido. El mismo entrecerró el ceño y miró fijamente a la joven con su capa gaseosa.

 

- Si querías invocar unas necrohands, creo que no vas a poder hasta que acabemos el duelo –levantó los hombros.

 

Así, le había intercalado su efecto de anular antes de la invocación de la nigromante. Finalmente, movió la varita.

 

- Absorvere –susurró, apuntando al pecho de Mery.

 

Escuchó un fuerte Crack proviniendo del pecho de ella. El esternón y las costillas bajas se cedieron ante la magia negra. La unión de la caja torácica se veía en peligro y no era muy recomendable tener pulmones astillados. Más aun, carne pútrida en el pecho, con el corazón tan cerca ¡Qué peligro!

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