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Prueba de Animagia #9


Suluk Akku
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La arcana estaba feliz de saber que pronto terminaría el periodo de enseñanzas en la Universidad. Solo le quedaban dos alumnas y una de ellas estaba a punto de dar inicio a su prueba de la habilidad, mientras la otra seguía desparecida en algún lugar aún por determinar. Sagitas estaba lista, después de unas pequeñas tareas dadas y hasta impuestas por la arcana para hacerla entender su conexión y la importancia de mantener el control en todo momento. Además, dicha prueba tendría un componente adicional: era su primera alumna con forma animal acuática a diferencia de todos los otros alumnos que adoptaban animales terrestres o pájaros.

 

- La hora de tu prueba ha llegado. Te espero en la parte más externa de la Gran Pirámide - Suluk escribió dichas palabras en un pedazo de pergamino que llegó hasta las manos de Sagitas. Su prueba estaba lista para iniciar pero, aunque Suluk la quería dejar ingresar a la Pirámide inmediatamente, tendría que superar algunos obstáculos relacionados con su capacidad de dominar su forma animal. Al ser la primera vez, Suluk no tenía muy claros los retos que le pondría, estaba acostumbrada a implementar otro tipo de cosas para sus estudiantes. Lo que sí tenía claro es que Sagitas no era nueva en ello y sabía bastante bien lo que tendría que hacer para llegar hasta el lugar en el que tendría que realizar su prueba de la Animagia.

 

Suluk estaba al interior de la Gran Pirámide, desde allí ubicaría cada uno de los obstáculos con ayuda de su Vara de Cristal junto con el espíritu del Gran Lobo - Creo que un diluvio será bastante apropiado para ella - La anciana hizo un leve movimiento de su varita y unos pocos metros adelante del lugar al que llegaría Sagitas comenzó a llover muy fuerte, algo que solo una arcana con tantos conocimientos sobre Meteorología como ella podría realizar.. En pocos minutos el lugar quedaría completamente inundado y ninguna persona podría cruzarlo sin una buena idea o una buena transformación, Sagitas tendría que decidir cómo llegar hasta el otro lado de ese gran río de agua para poder continuar con su camino.

 

- Un peligro muy grande - Suluk había leído en algún libro muggle que los cachalotes eran amenazados por las orcas. El segundo obstáculo le haría vivir a Sagitas una situación de peligro dentro de su mente y dependía de su conocimiento y control lograr salir de dicha ilusión. Para avanzar debía vencer a las orcas del sueño y despertar de nuevo. Toda esa ilusión sería generada por una de las bolas de nieve de su collar, el poder de ellas nadie lo entendía y seguramente nunca lo conocerían por completo, solo la anciana sabía todo lo que podían realizar.

 

- Quiero una esfinge pero que sus preguntas solo estén relacionadas con el agua - La Vara de Cristal emitió sus destellos y una esfinge apareció justo antes de la entrada del laberinto. Dicha criatura sería el tercer obstáculo y le realizaría dos preguntas relacionadas con el hábitat de los cachalotes para poder continuar. Si la respuesta no era correcta, Suluk tendría que intervenir para evitar tener que reportar la muerte de una aprendiz suya debido a uno de sus obstáculos - Y por último, el laberinto - Odiaba esa parte del camino, pero todos los magos debían realizarlo, Sagitas ya lo había atravesado pero siempre cambiaba de forma así que siempre era un reto nuevo para los aprendices.

 

El tiempo pasó lentamente hasta que Sagitas cumplió con todos sus obstáculos, la arcana organizó su ropa - Bienvenida a este lugar, que supongo has ingresado varias veces - Su aprendiz había pasado por ese lugar muchas veces, pero aún así tendría que pensar que era nueva y hacer todo el proceso desde cero - Hace poco tiempo aceptaste realizar la prueba de la Animagia. No obstante, debo estar segura de lo que quieres antes de activar el portal. El Ministerio de Magia ha creado los siguientes pergaminos: El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades. En ellos se explica el funcionamiento de la prueba y supongo los has leído ya. Con base en lo que dicen, me gustaría saber si deseas participar en la prueba de la Animagia - La arcana sabía cuál sería su respuesta o eso quería creer, pero debía cumplir con las reglas.

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  • 2 semanas más tarde...
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Seguía enfadada. Había estado esperando horas y horas y días y semanas intentando convencer a mi hermana y a la dirección sobre el destino de mi hermana. Ello había generado que yo misma no me sintiera capaz de superar ninguna prueba de ningún portal. Sin embargo, se iba haciendo tarde y sabía que, cuanto más lo dejara pasar, menos ánimos tendría y menos convencería a nadie de que estaba capacitada para ser legalmente una animaga. En realidad, sabía que lo podía hacer, sabía que esa capacidad estaba dentro de mí pero supongo que necesitaba demostrarle al Portal que podía hacerlo, ya que yo misma estaba más que segura de ello.

 

Es por eso que, finalmente, decidí presentarme a la prueba. No sabía si la Arcana aún estaría esperándome o si el tiempo se habría parado y no se habría dado cuenta de mis incertidumbres. Imposible. Todos los Arcanos eran tan sabios y tan viejos que seguro que sabían de todo y de todos los que se presentaban ante ellos para hacer la prueba.

 

Antes de presentarme en los terrenos del centro docente, me atiborré a comida: aunque disfrutaba como cachalote, me había molestado durante varios días la digestión de las sardinas crudas. Así que preferí no ir con hambre a la prueba. Cuando llegué a la zona en la que habían empezado todas las pruebas en las otras habilidades, volví a leer el papel que había recibido de la Arcana.

 

-- "Te espero en la parte externa de la Pirámide...." Claro, como que me lo van a poner fácil.

 

¡Demonios! Con la de veces que había pasado por allá, bien podía tener ya una forma más asequible para cruzar. "Un bono de 3 x 1 o algo así", pensé, mientras observaba el lugar, buscando cómo me iban a sorprender los obstácul0s. Suspiré y busqué una de las barcas. Con un poco de suerte, sólo necesitaría eso, una buena barca con remos. En ese momento me di cuenta de un ruido que se había ido haciendo cada vez más fuerte. A la vez, noté el frío en los pies. Llovía. Y mucho...

 

-- Pero si aún no he entrado en el agua -- murmuré, al ver que las bambas estaban metidas en el agua. Aquello era extraño y me desconcertaba, puesto que no sé como había entrado sin darme cuenta en el río. Entonces... A lo lejos, sentí el agua. Era un sonido conocido. Era magia... Magia de las que usamos los magos conocedores de la fuerza de la naturaleza. Entre mis conocimientos de Meteorología y los de sacerdotisa, supe al instante que alguien había provocado una alteración atmosférica y que no era que yo me hubiera metido en el río sino que... ¡el río se estaba desbordando!

 

Soy un despiste puro, sólo en ese momento me di cuenta del peligro que corría. La lluvia me había pillado desprevenida y no le había dado más importancia; al fin y al cabo, sólo era agua. Pero no había valorado el poder del agua, toda juntita. El agua descontrolada tenía mucho riesgo. La fuerza de tanta agua provocaba...

 

-- ¡Socorro!

 

Eso fue lo único que grité. No porque no quisiera hablar más sino porque la potencia de la riada me había arrancado del lugar donde estaba y me arrastraba. Lo malo era que me ahogaba. Lo peor, que me alejaban del punto donde debiera estar mi punto de encuentro con la Arcana. Lo más peor, que seguía enfadada y, en este estado, es difícil pensar en soluciones.

 

-- ¡Mardita Arcana! -- pensé, mientras giraba, regiraba y luchaba contra los torbellinos del agua. -- ¡No se puede jugar con los elementos de la Naturaleza!

 

Hubo un momento en que no supe si estaba boca arriba, boca abajo, dentro o fuera del agua, si respiraba o me ahogaba. Algo cruzó por mi cabeza en ese momento en que miles de lucecitas se habían encendido por la falta de oxígeno y, poco a poco, se iban apagando.

 

Naturaleza...

 

Necesitaba cortar en seco el diluvio y sobrevivir a la riada. Lo primero sería fácil puesto que tenía el conocimiento de meteorología necesario para invertir aquella magia usada. Pero necesitaba superar antes lo segundo. En cuanto tuve la seguridad que esa era la única solución, supe lo que tenía que hacer.

 

Lo pensé.

 

Lo hice.

 

Cambié por completo de figura humana a un hermoso espécimen cetáceo, capaz de superar aquel brusco movimiento violento del agua y nadar a través de todos los torbellinos líquidos que pretendían hundirme en la nada. Fue muy rápido pero esta vez, después de varias transformaciones que ya había practicado con anterioridad, estaba preparada. En cuanto sentí la cola en vez de mis pies, me impulsé hacia arriba y en contra corriente. Yo creo que fue fácil aunque en aquel momento tenía un cerebro de pez y, tal vez, todo parezca muy simple.

 

Nadé, salté y, sobre todo, disfruté del agua. En aquel momento, la riada era un placer inmenso y no suponía ningún peligro para mí. Di un último impulso y salté sobre la línea de la superficie, aterrizando ya como Sagitas en la orilla correcta. Levanté las dos manos e hice una danza rápida para calmar a los elementos y apaciguar las nubes. Poco a poco, el agua cedió y la lluvia desapareció. Pronto el lago que rodeaba la isla volvería a su tamaño normal. La tierra asumiría el exceso de agua y, en un tiempo prudente, la vegetación crecería fértil por el regadío inesperado.

 

Sonreí, divertida.

 

-- No ha sido tan difícil -- dije, en voz alta, sabiendo que la Arcana me oiría, por supuesto.

 

Entonces me di cuenta... ¿Dónde estaba mi ropa? ¿Se la habría llevado el agua?

 

-- ¡Demonios, qué frío! -- exclamé. Entré en el refugio de las plantas el follaje en busca de algo que me hiciera entrar en calor, sin darme cuenta que ahí, seguro, empezaría mi segundo obstáculo a diblar antes de llegar a mi destino.

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  • 2 semanas más tarde...

- ¿No se puede jugar con el agua? - Preguntó Suluk - Pero, ¿qué cosas dices? Claro que se puede jugar con la naturaleza - La arcana amaba jugar con sus conocimientos de Meteorología y gracias a ellos había logrado muchas creaciones incluyendo su collar tan preciado y tan importante para ella, así que no era verdad que no se pudiera jugar. La anciana tenía muy claro que era peligroso pero que su poder era tan grande que podía hacerlo de forma controlada y sin ocasionar ningún daño - Solo necesitaras más suerte la próxima vez - Dijo en todo jocoso, sabía que la mujer tenía las capacidades para superar dicho obstáculo y que no la decepcionaría aunque hubiese tardado un poco en llegar.

 

- Nadie dijo que sería imposible de realizar, pero tampoco tan fácil como un juego para niños - Respondió Suluk, ser arcana implicaba dominar todas las habilidades aunque dominara mucho mejor la Animagia y podía ingresar a la mente de sus alumnos a su gusto aunque a veces no les gustara o les pareciera demasiado. Seguro nunca tomarían una clase de Oclumancia con su compañera Arcana que aún no conocía muy bien.

 

- Creo que necesitas ropa - Susurró tan bajo que no podría escucharla, era suficiente con no tener ropa como para hacerlo notar y decirle. Seguro se daría cuenta pero... ¿en qué momento? ¿sería a tiempo para su siguiente obstáculo? Suluk nunca había puesto en peligro a sus alumnos y menos en sus obstáculos, pero confiaba mucho en las capacidades de su aprendiz. Quizás era la primera vez que aquello sucedía y debía darle mucha más dificultad a sus pruebas para poder llegar hasta la Pirámide.

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He de reconocer que, a pesar de la situación airosa con la que me acababa de enfrentar, me sentía a gusto con mi forma de animal. Un poco grandote, eso sí, pero era interesante saber que mi mente recordaba, de forma tan graciosa, la dramática historia de mis padres.

 

-- También podrías tener un álbum de fotos como todo el mundo -- me recriminé de forma divertida mientras me alejaba del agua.

 

Hacía algo de frío, ahora que era humana, pero no lo había notado mientras había sido una cachalota. Ahora tejía las hojas de la vegetación en un intento de calmar la tiritera que me había entrado.

 

-- Ya se podría transformar también la ropa -- murmuré entre dientes. Soy mañosa. No salió un traje de modista pero pude unir las hojas con hebras de liana y, al final, conseguí tapar mi piel desnuda con un montón de ramas, hojas y otras materias leñosas. -- Parezco un nido. Sólo me faltaría ahora que una gaviota se creyera que puede poner sus huevos para anidar en mí.

 

Mi protesta había sido, sin embargo, divertida. Este disfraz sería genial para pasar la segunda prueba de la prueba, puesto que seguro que las bestias que pululaban por allá me confundirían con un árbol andante. Me sentía muy feliz cuando, de improviso, mi alrededor cambió. No voy a decir que no me gustara: volvía a estar en el agua pero, esta vez, era agua calmada, por la que podía moverme con gracilidad. Mi cabeza era puro éxtasis al notar el agua en la cola y... No supe como me había transformado pero estaba segura que era de nuevo la criatura marina.

 

-- Estaré soñando.

 

No estaba segura de haberme dormido pero no me importaba. Era feliz en aquel momento. La única pega es que me quería despertar para poder llegar cuando antes a la pirámide y encontrarme con la Arcana. Me hubiera gustado silbar, algo que hago a menudo cuando estoy contenta. Sin embargo, no podía hacerlo con aquella lengua chiquita que chocaba contra los puntiagudos dientes. No importaba, estaba alucinando con el uso del sonar en aquel líquido marino. Me gustaba explorar aquel estadio mío que tanto tiempo había reprimido.

 

Pero algo no funcionaba bien. ¿Qué sería? Tal vez debería preguntarme porqué era un cachalote en aquel momento, puesto que había estado en terreno firme. ¿No sería una jugarreta de la Arcana para...?

 

-- Vaya -- pensé, no podía hablar. Acababa de darme cuenta que aquella sensación de sueño era la misma que había sufrido en el Zoo de los Ángeles. No sabía si enfurecerme o si ponerme alegre. De todas maneras, noté que era capaz de ser ambas cosas, que ser cachalote no me mermaba mis capacidades humanas. Si hubiera podido, le hubiera sacado la lengua a la Arcana, para que aprendiera...

 

Pero no lo hice, en esencia porque no podía, pero en realidad fue porque mi sonar me mandó una información que no entendí, al principio al menos. Parecía que tenía compañía. Era raro. Como (futura) Animaga, era curioso pensar que había animales en el exterior con los que podía comunicarme. Me sonaba muy extraño que aquel grupo de animales acuáticos, tan grandes como yo, se acercaran en círculo, rodeándome mediante golpeteos de sus aletas. Una alarma ancestral estalló en mi cabeza.

 

-- ¿Qué demonios...?

 

Una oleada de burbujas surgió de mi boca al intentar pronunciar aquella maldición. Perdí un momento el control y noté cierta asfixia que me subía por el cuello. Cerré los ojos con fuerza y me concentré en mis agallas y en mi cola de propulsión, apartando todo indicio de cambio a la forma humana que me ahogaría en el líquido elemento. Aparté de mi cabeza aquella maldita alarma que me estaba rompiendo el equilibrio para evitar transformarme en mi naturaleza inicial. Cuando conseguí controlar todo de nuevo, los tenía encima.

 

Eran sombras rápidas, no puedo decir cuantas eran porque no me paré a contar. Sólo sé que eran muchas y que mordían. Mi aleta de color lila me dolió de repente y olí, ¡olí! a sangre. ¡Era mía! ¡Me atacaban!

 

Me concentré en el sonar que me indicaba dónde estaban y me sumergí hacia lo más profundo que pude. Aunque mi forma humana no conocía el nombre de aquellos bichos, mi parte animal soltó un grito mental de terror: "¡Orcas!"

 

Creo que las dos partes, la humana y la animal, reaccionaron de la misma manera al identificar al enemigo. Las Orcas son asesinas para ambas. Huí. Sé que tal vez no fuera lo más honroso pero sí lo más sabio por mi parte. Huir y dejar el océano posible entre ellas y yo. Mi instinto animal me decía que necesitaba ayuda de los míos, que tendría que juntarme con otros cachalotes hembra y que debía vivir con ellas, en manada, amamantando a la progenie para que nuestra raza sobreviviera. Mi instinto humano, sin embargo, buscaba una salida que no fuera el tener crías y vivir continuamente en grupo compartiendo la comida con otras de mi especie. No. Yo era solitaria, hasta para ser una cachalote. Y así seguiría.

 

Aunque para eso tenía que seguir viva.

 

Corrí. Bueno, nadé, perseguida por unas y otras de aquellas orcas asesinas. Yo, que me sentía feliz de ser un animal acuático tan poderoso, huía de alguien más fuerte que yo. Huía... Y me estaban alcanzando. Perdía fuerzas, ellas eran muchas y organizadas, me estaban rodeando. Casi sentí el deseo de dejar que me alcanzaran para acabar con todo. Era algo que todo el Reino Animal sabía: para sobrevivir, has de vivir en grupo; los animales solitarios la palman.

 

Cuando ya el desánimo, producido por el cansancio y la herida de mi aleta, me podía, encontré una solución. Allá en el fondo... Una gruta... Un acantilado marino. Si consiguiera pasar... Si consiguiera que cayeran... Me lancé con la desesperación de quien ya se cree muerta y lucha por arrancar un minuto más a la vida. Nadé con desesperación, huyendo por gotas de agua muy escasas de las dentelladas de las orcas. Entré en aquella gruta, un hueco estrecho que me arañó toda pero que no me impidió avanzar. Las orcas me siguieron, pero tuvieron que entrar una por una; y estaban más gordas que yo. Ese pensamiento me hizo sonreír y salí por el otro lado. Me giré y les planté cara. En cuanto vi que la primera asomaba el morro, la ataqué..., me lancé contra la pared rocosa y la golpeé con toda la fuerza de un torpedo que no frena ante los obstáculos.

 

El golpe fue horroroso. Noté el olor a sangre en el agua y el dolor me sacudió de tal manera que nadé poco a poco hasta que perdí la orientación y me quedé panza arriba, viendo como la superficie se acercaba aunque cada vez más borrosa. Sentí, además, el rugido de las rocas al desprenderse y caer encima de las orcas, sepultándolas. Sonreí. Orcas a mí...

 

Con esa sonrisa, afloré a la superficie y cerré los ojos. Era el fin; lo había conseguido. Había unido la mentalidad de ambas especies y había sorteado el peligro. Aunque... Creo que me había pasado con el golpe porque... Veía borroso, se oscurecía todo... Se iba volviendo... negro...

 

Abrí los ojos y boqueé, ávida de aire. Era yo. Era Sagitas. Estaba envuelta en una bola de nieve que reventó como una pompa de jabón, dejándome en el suelo del bosque, con mi abrigo de hojarasca, ramas e hierbajos que me tapaban. Era yo. Todo aquello había sido...

 

Había sido una prueba...

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La prueba continuaba tal como Suluk lo había esperado, los obstáculos puestos no eran fáciles y era completamente que el ritmo fuera mucho menor que en otros casos. No obstante, sabía que las capacidades de Sagitas eran demasiado grandes y que necesitaba retos mayores. Aunque ponerla en peligro quizás no había sido su mejor idea - Espero no tener que ir a decirle a los Directores que una de mis estudiantes ha muerto por culpa de mis ideas - Lo único en lo que podía pensar la arcana era en que Sagitas debía sobrevivir y si notaba que algo no estaba saliendo bien, tendría que intervenir.

 

La situación comenzó a avanzar rápidamente, Sagitas en su forma animal ahora era perseguida por un gran grupo de orcas pero parecía ser muy lenta y muy débil al lado de ellas - Una bola de nieve - Su collar estaba preparado para entrar en acción y enviar una bola en busca de su aprendiz para salvarla de una muerte segura. Suluk debía estar muy atenta para actuar en el momento necesario, en caso de ser necesario, y no antes.

 

Las ideas comenzaron a fluir por la mente de Sagitas en forma animal y la conexión entre las dos formas (humana y animal) se notaba mucho ahora - Esto me gusta demasiado, confirma que estaba lista para la prueba - Si la anciana tenía alguna duda, estas desaparecieron por completo al ver que su aprendiz estaba demostrando que había logrado aprender lo suficiente para convertirse en una animaga. Sin duda su proceso de aprendizaje no finalizaría con la prueba, pero al menos había aprendido lo suficiente como para utilizar su habilidad en situaciones de su vida normal y no en una clase o prueba.

 

- Ese golpe me ha dolido incluso a mí - Suluk no podía sentir lo mismo que sus aprendices y en ese momento lo agradecía bastante. El golpe dado por Sagitas había sido demasiado fuerte, pero había logrado librarse por completo de las orcas - Segundo obstáculo: logrado - La arcana deseaba que la prueba empezara pronto pero sabía que los obstáculos eran igual de importantes que el portal y debían cumplirse todas las etapas. De lo contrario, la Pirámide no permitiría su entrada ni la realización de la prueba.

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-- Jo... lines con la pruebecilla -- farfullé al rato, cuando empecé a espabilarme y se me fue un poco la sensación de haberme roto algo. Se me estaban quitando las ganas de seguir sólo por lo peligroso que se había vuelto todo. -- Cuando estuve en el Zoo de los Ángeles, ser cachalote parecía mucho más divertido.

 

Me levanté y comprobé que la hojarasca estuviera bien en su sitio. Estaba algo desubicada pero no me gustaba andar desnuda por aquel lugar, sobre todo siendo una zona de entrenamiento para los posibles nuevos conocedores de Habilidades y que van hacia el Portal a pasar la gran prueba. Cuando comprobé que los sitios más estratégicos estaban tapados, decidí proseguir. Ya me conocía el camino y sabía que ahora tocaba el laberinto. Bueno, mientras que no tuviera que golpearme de nuevo la cabeza... Dos golpes seguro que me dejaban lerda.

 

Bostecé y me rasqué la cabeza, no daba con el laberinto, qasí que me perdí un par de veces antes de ver los setos. Salté de alegría y corrí hacia allá. Estaba a punto de conseguirlo.

 

A punto...

 

Una esfinge se interpuso en mi camino. Gemí pero creo que de rabia. No soporto que las mujeres seamos las malas de la película. La esfinge, como Demonio de la Destrucción y la Mala suerte, tenía cabeza de mujer y cuerpo de león con alas de pájaro.

 

-- Y ni una sola parte de pez -- le dije, a modo de presentación, con un tono de queja.

 

Me sorprendió su voz cantarina, con la que me instó a responder sus dos adivinanzas si quería proseguir el camino. Yo estaba demasiado cansada para seguirle el juego, así que creo que le contesté muy brusca.

 

-- Sí, sí, ya, ya... Todos sabemos la adivinanza del Hombre que usa las cuatro extremidades de pequeño, dos de adulto y tres de viejo. O la de las dos hermanas que se abrazan y se despiden, como Día y Noche que son. Bah, tengo prisa. Me espera una Arcana y no quiero que se duerma de tanto tiempo que llevo perdido...

 

Creo que se enfadó. Su rugido fue horrible y me asustó. Sin embargo, la parte animal de mi cerebro me dijo que permaneciera estática, impasible al sonido, que aguantara. Si lo hice fue porque la conexión con mi otro yo más irracional era fuerte y, en este momento, era más racional que yo. Menudo trabalenguas... Su rugido duró mucho o eso me pareció a mí,

 

-- Sólo por tu insolencia mereces no acabar la prueba. Pero cumpliré lo que me han pedido y te haré las preguntas. Procura acertar porque quiero sentir el sabor de tu sangre en mi boca.

 

Enarqué una ceja, cansada de tanta cháchara pero sin interrumpirla, aunque tan enfadada que mis oídos sólo oían un zumbido creciente. Era lo bastante sensata como para saber que hay momentos en los que hay que estar callada. Esperé. Esperé. Esperé... Esperé hasta que no pude aguantar más.

 

-- ¿Es que te vas a quedar callada?

 

-- ¿Esa es tu respuesta a mi pregunta?

 

¿Pero de qué demonios hablaba? Si no me había preguntado nada... Sin embargo, no contesté. Sabía la historia de aquel mago de la lámpara que permitía tres preguntas y que se aprovechaba del desconcierto inicial para decir que ya estaban contestadas. Así que cerré los ojos, ajena a su movimiento de avance hacia mí y retrocedí mentalmente hasta el momento de nuestro encuentro. Blablabla... Blablabla... Que quería devorarme y...

 

-- ¡Por la Madre Tierra! Eres bien lista, Esfinge...

 

¿Cómo no me había dado cuenta? Aquel sonido en mis oídos no era aturdimiento o mareo. Era... Era una pregunta a mi lado cachalotoide que sólo mi yo animal había entendido. Si no hubiera estado tan enfadada, la conexión me hubiera dicho al instante lo que tenía que responder. Sonreí y asentí. De repente, me resultaba divertido.

 

-- El Eco. Tu pregunta ha sido: "Soy un caballero que habla todos los idiomas, y aunque me hayas escuchado suelo repetir las cosas." Es el Eco. Y has usado como pista el Eco Geolocalizador de los Cachalotes. Tenemos un sistema con el que detectamos a los enemigos mediante el eco de nuestros sonidos al rebotar contra ellos. Nos da mucha más información que nuestros ojos diminutos. Sí. Es el Eco.

 

Sabía que era correcto pero no estuve tranquila hasta que noté que se detenía. Creo que había sorpresa en su mirada o tal vez es que yo quería que lo hubiera. No mostré mi satisfacción, aún no, esperando la siguiente pregunta. Lo que no me esperaba es que me atacara. ¡Pero si había acertado! Gruñó, me tiró al suelo y posó una de sus patas de león encima de mi pecho mientras su cara femenina (no muy atractiva, por cierto) se acercaba a un palmo de mi nariz. Mis oídos volvieron a vibrar y supe que me hacía la siguiente pregunta.

 

-- ¿Cuál es la respuesta, muchacha pez?

 

No cerré los ojos para perseguir con ellos a aquella bestia. Intenté con mis manos zafarme de su garra pero era terriblemente pesada y podía con mi pecho. Si no conseguía pronto quitármela de encima, me aplastaría, estaba segura. Así que me concentré en analizar su pregunta y en respirar todo lo que apenas podía con aquel tonelaje encima de las costillas.

 

-- "Tengo tinta, tengo plumas, y brazos tengo, además, pero no puedo escribir, porque no aprendí jamás." Me vas a romper... Por favor... -- imploré.

 

La esfinge sonrió y me enseñó sus dientes. Torcí un poco la cabeza pero no conseguí nada más. Me quedaba sin aliento y ella parecía apoyarse aún más, inmovilizándome.

 

-- Eres una... enemigo muy... mortal, esfin...ge... -- Me costaba respirar, tenía la respuesta en la punta de la lengua pero no era capaz de encontrarla. -- ¡Oh, dioses! Nuestro enemigo mortal es una bestia sin piedad. Ataca nuestros bebés, que hemos tardado casi año y medio en verlos nacer. Las hembras vivimos en grupos para tenerlos siempre vigilados y peleamos a muerte contra ellos en cuanto los encontramos. ¡El calamar! ¡Es el calamar!

 

El aire entró en mis pulmones de golpe, al levantar su pata de león de encima de mí. Me miró con rabia

 

-- Conoces muy bien en lo que te conviertes, muchacha pez -- murmuró antes de desaparecer. Tenía el camino libre para entrar en el Laberinto. Sólo necesitaba unos minutos para reponerme de este encuentro.

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- Sigue siendo divertido, solo que ahora lo dominas bastante bien - Suluk estaba segura de lo que decía, Sagitas estaba demostrando ser una alumna muy buena y por ahora todo iba muy bien. Tenía claro que el portal no la tendría mucho tiempo, seria una prueba relativamente fácil dado que ya había demostrado mucho y no sería complicado convencer al portal. La esfinge era demasiado inestable así que esperaba que no fuera algo muy difícil de superar, en especial si la criatura no tomaba bien su respuesta y la intentaba matar.

 

- Mala idea hablar de esa forma a una criatura tan fuerte y poco amigable - No entendía que era lo que buscaba Sagitas, pero se estaba acercando a una muerte segura, dolorosa y no tan rápida - No quisiera morir de esa forma - Suluk pensaba que había formas más divertidas de morir, así que hizo aparecer su Vara de Cristal de nuevo, posiblemente tendría que intervenir en dicha situación. Sagitas no había escuchado la pregunta y eso no era nada bueno.

 

- Esto no está nada bien - Las palabras de la arcana fueron claras, inmediatamente su collar y su vara reaccionaron generando un destello blanco dispuesto a llegar hasta la esfinge y hacerla congelar para evitar la muerte de Sagitas - Si no la libera, ya saben qué hacer - El destello se había convertido en unas bolas de nieve, las cuales se encontraban flotando en el aire sobre la Gran Pirámide. Nunca antes había tenido que invocar algo para intervenir, pero no ejecutaría su plan hasta que no tuviera más opciones.

 

- Lo ha logrado, el peligro ha pasado - La anciana suspiró y la tranquilidad volvió a su cuerpo, la esfinge estaba contenta con las respuestas que le había dado - Solo falta el laberinto, en el cual no debería tener problemas - Sagitas lo había pasado varias veces y sabía que no sería un gran obstáculo para la mujer así que en poco tiempo llegaría hasta el lugar en el que se encontraba Suluk para dar inicio al momento más esperado por la anciana y, quizás, por la misma Sagitas.

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Sólo quedaba el Laberinto. Al principio pensé que después de tantas veces pasándolo, ya debiera saber cruzarlo sin problemas. Sin embargo, precisamente el tener tanta experiencia, me decía que era algo que cambiaba cada vez, así que me podía esperar cualquier cosa.

 

Por eso, esperé un poco para recobrar el aliento y sentirme menos vulnerable. Pocas veces (¡ninguna!, esta había sido la primera) se enfrenta una a una Esfinge y sale viva del encontronazo.

 

-- Creo que no me compraré ninguna en el Mall, aunque la vendieran. Si se atrevieran a venderla...

 

Cuando me sentí capaz, me adentré en el Laberinto. Por supuesto... Era diferente, no seguía las mismas líneas y los pasillos eran distintos a todas las veces que lo había cruzado. Pero esta vez estaba cansada y no tenía ganas de enfrentarme a nada de nada. Necesitaba llegar a la pirámide y descansar. En otras ocasiones, el Arcano o la Arcana me había ofrecido agua e incluso fruta para recuperar fuerzas. Así que no lo pensé. Cerré los ojos, conecté de forma casi inmediata con mi yo bestial y pensé en el localizador que tenía como oído. No podía usarlo fuera del agua. ¿O sí...?

 

No estaba segura de lo que hacía hasta que lo hice. Me imaginé dentro de una pecera enorme, tan grande como el laberinto. Me imaginé nadando en aquel lugar, emitiendo el geolocalizador. "Ver" las ondas que regresaban hacia mí y me daban información me costó un poco pero pronto tuve una imagen clara de la situación espacial que me rodeaba. Así fui avanzando, con una seguridad que no me podía creer. Caminaba adelantando un pie y después el otro pero en mi interior me veía moviendo la cola y las aletas y buceando en busca de la salida de aquel laberinto. Era algo increíble y seguro que si alguien me lo hubiera contado, hubiera dicho que era imposible. Pero allá estaba yo, cruzando sin dudar los pasillos y girando por recovecos sin vacilar. Cuando me di cuenta que estaba en la salida, la imagen del cachalote bailarín en el agua desapareció. Abrí los ojos y vislumbré la gran pirámide.

 

Entré, por supuesto, en busca de mi premio. Sabía lo que había allá, una Arcana vieja que me miraría como si fuera un bicho raro. Y no lo era, sólo era un cachalote aprendiendo a ser humana; o lo contrario; o las dos cosas a la vez... Bostecé y lo disimulé, al llegar hasta ella. Pensé que me animaría a tomar un poco de descanso y, sin embargo, me preguntó sobre si quería pasar la prueba. Hice un mohín de disgusto.

 

-- Sí, sí, claro que quiero... ¿Pero no podría tumbarme un ratito en una cama? ¿En una silla? ¿En el suelo...? Creo que me dormiría de pie si no tuviera miedo a caerme.

 

En eso, envidiaba mi parte animal. Un cachalote podría dormirse y seguir avanzando en el agua.

 

-- Por supuesto, sí. Quiero ingresar en el Portal y hacer la prueba añadí, antes de que se molestara por mi pereza.

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- No es el momento apropiado para realizar dichas solicitudes. Estás a punto de realizar la prueba de la Animagia, luego podrás descansar y hacer todo lo que quieras - Suluk nunca le permitía descansar a sus estudiantes. Las pruebas eran muy importantes para la arcana y no le gustaba que se tomaran dicho proceso como un requisito más para ser animagos, de hecho si no la lograban superar no podrían ser animagos, aunque hubiesen sido buenos estudiantes.

 

Suluk tomó uno de los anillos del aspirante ubicados en la Estrella de las Cinco Puntas. Dichos anillos habían pasado por muchas manos y eran su primera entrada para ser animagos, solo de cada uno de los aprendices dependía mantenerlo y perderlo por un mal desempeño - Debes llevar este anillo durante toda la prueba, será nuestro medio de comunicación permanente - Una de las propiedades que tenía dicho objeto era permitir la comunicación con Suluk a través del anillo de la arcana.

 

- También será útil si deseas abandonar la prueba, pero recuerda que si lo haces nunca podrás volver a intentar realizar la prueba - El costo de abandonar una prueba era demasiado alto como para intentarlo, así que nunca había tenido ese tipo de casos. Sabía que Sagitas no sería la excepción, pero prefería darle a conocer todas las condiciones de la prueba que estaba a punto de experimentar al interior de la puerta que Suluk había fijado previamente gracias a su poder.

 

- Recuerda que la prueba te puede llevar a cualquier momento, tiempo o lugar - Suluk siempre había querido saber todo sobre la prueba, pero nunca lo lograría. La magia de dicho portal era demasiado compleja de entender y de predecir. Ni siquiera si todos los arcanos se sentaban a descifrar sus poderes, podrían dar respuesta a todos los interrogantes que tenían así que la arcana simplemente se sentaba a observar lo que sus estudiantes tenían que afrontar.

 

- Una última cosa, no podrás utilizar magia al interior. Así que cuando quieras puedes ingresar - Suluk hizo vibrar su Vara de Cristal para activar el espíritu del Gran Lobo y permitir que la puerta se abriera para dar inicio a una prueba más de la Animagia. Sagitas estaba lista para ingresar al portal y realizar todo lo necesario para aprobar y ser considerada una animaga, junto con la conexión al anillo portado por Suluk.

 

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Soy lo suficientemente inteligente como para reconocer que gruñir a la Arcana no iba a mejorar nuestras relaciones. Pero vamos, que hasta a un reo con pena de muerte se le permite una comida la última noche de su vida. ¿Por qué no me permitía un ligero descanso para poder ingresar tranquilamente en el Portal? No le gruñí ni le dirigí una mirada fea. Al fin y al cabo, mientras ella me hablaba, me había sentado y estirado las piernas; ahora me sentía más descansada. Aunque una siestecilla no me hubiera sentado mal. Su negativa era molesta.

 

Tomé el anillo y me lo puse en la mano. Sí, lo sabía, debía llevarlo puesto todo el tiempo de la prueba pero... ¿Dónde estaría mientras fuera cachalote? No lo había pensado antes pero seguro que el aro se adecuaba al tamaño del animal que lo llevaba. Sonreí, no por ella, a quien estaba mirando, sino ante la idea de tener un anillo grueso en la cola e intentar tocarlo para salir de la prueba.

 

-- No se preocupe. Haré la prueba hasta el final y no... ehem... necesitaré usar el anillo para que me saque. Me quedaré allá hasta que lo acabe o moriré en el intento.

 

Vale, era una brabuconada. También añadí que no me hacía magia para convencer al Portal de que era apta para vincularme, una segunda bravuconada. Seguro que fue provocado por el cansancio; si me hubiera dejado dormir un poquito, seguro que no le hubiera contestado así a la Arcana. Pero el no dormir me hacía ser demasiado imprudente y con un leve deje altivo en mis actos.

 

Por ellos, crucé el Portal abierto al instante, sin despedirme si quiera; puse un pie primero y después el otro.

 

¿El otro?

 

En realidad debiera haber dicho que golpeé la parte interna de la puerta con la cola. Ese dolor por el golpe me hizo cerrar los ojos con fuerza y maldecir en una lengua ininteligible. De mi boca salieron burbujas que vi subir lentamente hacia la superficie clara del agua. ¿Cómo...? ¿Qué...?

 

¡Demonios desdentados! Era una pececilla de nuevo y sin haberlo notado. ¿A dónde me había llevado el maldito Portal, transformándome sin que me diera cuenta? Olí, sí, olí porque los cachalotes también olemos, un rastro de sangre abundante que se extendía por el líquido en el que me movía. Me asusté al pensar que era mía y que el daño en mi cola era más grave de lo que había pensado en un primer momento. Después, mi instinto animal me dijo que venía de algo más arriba y por delante de mí.

 

El instinto animal me dijo que me fuera. Allá había una orca de caza. Y lo hubiera hecho. La corta experiencia que había tenido con miembros de esa especie me habían demostrado que eran peligrosos y que yo no podría enfrentarme a ellos. Sin embargo, a pesar de ser una animal con inteligencia para alejarme, mi parte humana no tenía nada de inteligente y sí de curiosa y poco prudente. Así, me impulsé hacia el olor para ver qué víctima había caído en las garras de aquella bestia.

 

-- ¡Por los Dioses! -- boqueé en lenguaje cachalotil.

 

Se trataba de un ser humano. En el agua flotaban restos de un barco de madera, una barquichuela más bien, aunque con mi tamaño bien podía ser un buque que no me daría cuenta. La orca gritó (no sé decir cómo chillan estas criaturas) y la vi dirigirse hacia el cuerpo que braceaba en busca de algún resto al que aferrarse.

 

Mi instinto animalillo me volvió a indicar que me fuera, que no era mi problema. Sin embargo, yo soy Sagitas, dentro o fuera de aquel cuerpo, y mi instinto de sacerdotisa salió a flote; no puedo dañar ni permitir que nadie sufra sin ayudarle. No me lo pensé dos veces y me lancé contra la Orca. Es una bestia y ya había salido viva por pura suerte la última vez. Pero mi inercia fue fuerte y conseguí alejarla de aquel ser humano.

 

Nunca llegué a pensar en mi propia seguridad, creo... Más bien pensé que aquel ser humano no podía morir delante de mis narices chatas. Salté fuera del agua y al caer, levanté una ola que le alejó de nosotros y me interpuse entre él y la orca. No era una buena idea, sin embargo... Lo supe en cuanto sentí la dentellada en mi cuerpo. Pero a mala leche no me gana nadie y también ataqué. Sabía que aquella batalla iba a ser mortal y que yo tenía las de perder pero... No me arrepentía de ayudar a aquel desconocido.

 

Me quejé... Mi alarido fue una serie de ondas que se propagaron por el agua. Pero no había tregua y nuestros cuerpos volvieron a chocar en otro golpe de ataque y defensa. El dolor me hizo preguntarme el porqué seguía defendiendo aquel hombre. ¿Mi muerte merecía la pena como resultado de salvar a aquel ser humano? El color rojo teñía las aguas y esta vez sí era mía. Era el fin.

 

Lo era...

 

O tal vez no... Sentí el eco de otros cachalotes que se acercaban, atraídos por mi llamada de auxilio, rodeando a la orca asesina. Me di cuenta que los cachalotes somos animales de grupo y, en caso de ataque, nos defendemos en grupo. Aquellas compañeras habían acudido a mi llamada aunque era una desconocida. Una de ellas me habló. ¡Me habló y la entendí! Me pidió que me alejara, ellas se encargaban.

 

Me acerqué al hombre. Le toqué con mi aleta lila y me sorprendió el brillo del anillo de Animagia allá, como si me instara a llamar a la Arcana.

 

-- Hay tiempo para eso -- pensé. Dolorida y sangrante pero tozuda como una mula. Me puse panza arriba y ayudé al hombre con mis aletas a subirse. Cuando lo hizo, me dejé llevar por las olas a la deriva.

 

Sentí en algún momento el sonido de las turbinas de un barco, muy molesto, por cierto. El sol era fuerte o tal vez fuera un foco de luz, no lo sé... Cerré los ojos de nuevo, apenas sintiendo nada excepto el agua fría. Más humanos se acercaron a nosotros, en una lancha ruidosa. Sentí las palabras pero no tenía fuerzas para nadar lejos. Era igual, no tenía fuerzas para huir. Alguien me tocó y me izó fuera del agua.

 

-- ¿Cómo se encuentra, señorita? ¿Está herida?

 

Abrí los ojos ante sus palabras y vi a un marinero que me tomaba el pulso. Vi mi mano, mis cinco dedos en ella, el anillo de Animagia provisional en él. Le escuché decir algo de una herida en el muslo y que había perdido sangre, que debían trasladarme a un hospital. Más allá, un hombre envuelto en una enorme toalla naranja juraba y perjuraba que no me conocía, que momentos antes era una ballena gordota que le había ayudado a escapar del ataque de otro cetáceo.

 

Estallé en risas, histéricas si he de matizar. Era divertido ver la cara de los marineros que le atendían.

 

-- Cachalote, soy un cachalote -- pensé, antes de desmayarme y caer en un vacío todo blanco. Si esta era una prueba del Portal, podría haber hecho que no doliera tanto...

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