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Prueba de Oclumancia #6


Aailyah Sauda
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Sauda espera a sus aprendices a las orillas del lago, paciente. Ellos llegan cuando el sol está casi completamente oculto, tal y como se los había pedido. Observa sus rostros iluminados tenuemente por la esfera de luz que ella misma invoca, y sonríe al percibir determinación y solemnidad en ellos; sabe que están listos para la prueba, y ellos también.


―En este lugar, no se puede usar la Aparición. Deben ir en esa dirección, siempre hacia adelante ―les dice, al tiempo en que usa su vara para señalar la isla donde está la Gran Pirámide. Ante los ojos de los magos, la apariencia de la Arcana es la verdadera, la de una anciana de ojos sabios y cansados. Su colorida vestimenta, iluminada por la luz mágica, parece brillar a la mitad de la noche―. Hay algunas dificultades en el camino, pero no deberían ser muy complicadas para alguien que ha entrenado tanto conmigo, menos si es digno de portar el Aro de la Habilidad ―musita. Ella misma fue la que “minó” el lugar. No disfruta el hacerlos pasar por un calvario, pero piensa que es una manera de prepararlos y de saber quién de verdad podrá soportar la prueba del Portal de las Siete Puertas; es mejor que se rindan ahora, cuando todavía tienen tiempo para seguir preparándose, que fallar allá dentro y nunca más poder intentarlo.


Frente al grupo, hay algunas barcas de madera. Sabe que esos días, pocos magos acostumbran a dejar la varita de un lado para hacer cosas tan simples como remar o sembrar, como si fuera una blasfemia “rebajarse” a usar sus propias manos. Espera que los aspirantes no sean de ese tipo de magos… Después de todo, no es muy complicado navegar hasta la isla. Con lo que sí podrían tener dificultad, si no están preparados mentalmente, es en concentrarse en su propósito; la neblina sobre el agua no es un fenómeno climático, sino que es mágico. Al entrar al organismo, desorienta a la persona, nubla sus pensamientos, y podría incluso hacerle olvidar quién es, dónde está o por qué está remando bajo la luz de la luna hacia una pirámide.


Superar aquel obstáculo sería complicado, pero no imposible. Los que lo lograran, tendrían entonces que adentrarse en el bosque que rodea toda la isla. Sauda estaría presente también, en sus cabezas, haciendo que los magos vieran enemigos en las sombras nocturnas y escucharan amenazas y ataques en los sonidos de la naturaleza; aquella “tortura” no le agradaría, por supuesto, pero es algo que tendría que hacerlo. Ponerlos a prueba de verdad, no dejarlos bajar la guardia, tratar de prepararlos para lo que sea que los esperara dentro de la correspondiente puerta del Portal…


El bosque, desde cualquiera de sus entradas, los introduciría a un laberinto donde tendrían que tener cuidado de que el lazo de diablo, oculto entre el follaje de las paredes y del suelo, los atrape. Y como si no fuera poco, durante la caminata estarían escuchando el canto de numerosos fwoopers; podrían intentar deshacerse de ellos (lo cual la Arcana desaprobaría, y quizás conllevara a trampas peores), pero son demasiados y no pasaría mucho hasta que el canto, agradable en un principio, los haga enloquecer. No sólo tendrían que demostrar su fortaleza mental, evitando que la canción interminable los haga descender a la locura, sino que también harían evidencia de su paciencia y tolerancia a tan, para Sauda, cautivadoras y hermosas criaturas mágicas.


Todos los caminos del laberinto, al final, conducen a la Gran Pirámide, que no está fuera de él sino en el centro. Allí un boggart dificultaría su entrada, trataría de hacerlos retroceder.


―Espero verlos a todos en la Gran Pirámide. Mucha suerte, mis queridos aprendices.

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- Entendido.

 

Me dirigí inmediatamente a una de las barcas que esperaban pacientes en el lago pasando de largo de los dos magos que me acompañaban en esa ocasión para realizar la prueba de la habilidad, así mismo el enorme respeto que tenía por la arcana se había esfumado al dejarme esperar tanto tiempo para realizar la prueba. Paciencia, eso seguían repitiendo una y otra vez, pero no me daban muestra de que fuese algo en lo que debía de trabajar sino en un error que querían ocultar.

 

Rápidamente me acomodé en aquel medio de transporte sin sufrir ningún tipo de altercado, los trabajos como aquel eran algo a lo que estaba acostumbrado en mi natal Francia porque las verdaderas familias mágicas seguían con las costumbres que nos habían hecho destacar por siglos; una de ellas era la vestimenta, como la que usaba ese día, con una túnica blanca con detalles plateados y algunas incrustaciones de diamantes en ciertas partes, de cuello alto y mangas largas, no como el resto de magos que mezclaban las ropas muggles porque se identificaban con su moda. Tonterías.

 

Comencé a remar mucho antes de que siquiera mis "compañeros" terminaran de acomodarse, no porque quisiera ser le primero, ese tipo de cosas tan banales no me interesaba, sino porque no quería estar cerca de ellos. Comencé a avanzar en la niebla mágica y sentí por cuarta vez el efecto tan curioso, aquel que intentaba confundirme en mi camino por lo que con un simple cantar de eleboro me protegía mis sentidos agudizándolos al instante para no perder la concentración en esos momentos y lograr llegar hasta la otra orilla donde un laberinto en el bosque me estaba esperando.

 

Dejé la barca sin ningún problema y comencé a caminar en aquel sitio, con cuidado, sabía que en esos momentos lo mejor sería no confiar en las buenas intenciones de los arcanos porque era más que obvio que su trabajo era complicarnos el camino hasta la pirámide donde se encontraban los portales para la habilidad. No habían pasado ni cinco minutos cuando varias sombras a mi alrededor comenzaron a ponerme tenso, sujetando la varita con fuerza en mi mano derecha, por lo que invoqué a las fuerzas del caos para que me mandará uno de sus señores como ayuda... pero no tuve tanta suerte, un trol fue lo que tuve en frente y tuve que correr para librarme también de este.

 

<<Դա այն է, որ կախարդ է, որ իսկապես ոչ մի վտանգ մոտակայքում, մինչեւ դուք կոչված է այս անիմաստ գազանի: Դուք պետք է լինի խելացի, դուք արդեն սովորել է օգնել ինձ, երբ որ բնորոշ ներխուժումը ձեր գլխին զգացի ... չեն վստահում:>>

 

Un simple salvaguarda mágica me salvaba del mobiliarbus del señor del caos, que parecía más bien un simple juguete grande y torpe, para que sus ataques simplemente me atravesaban mientras atravesaba los caminos de aquel laberinto, sobre todo porque empezaba a ver como las plantas se cerraban ante mi (era un lazo del diablo) y debía de lanzar mis flechas de fuego para que cayeran sobre el camino y, con esto, apartar el otro obstáculo.

 

Era momento de dejar que Mirshka pudiera ser liberado, él sabría como controlar la amenaza de la arcana en mi cabeza porque justamente era la defensa que había descubierto en sus enseñanzas: mi mejor arma contra los intrusos. El ente sonrió maliciosamente, todo se convirtió en una hermosa tormenta huracanada en mi mente apartando la esencia de Sauda para que dejara de fastidiar en mi camino hasta la pirámide.

 

Y todo funcionó, al llegar al centro de la isla apareció de frente un mago exactamente igual a mi. Un boggart, conocía a la perfección mi más grande miedo como para saber que un "ser" mudo con mi apariencia debía de ser una criatura de las sombras como esa.

 

- ¡Riddikulus!

 

Un pollo desplumado era lo que tenía a continuación, soltando una carcajada tan fuerte que podía dar aviso a quien estuviera cerca que estaba listo para pasar a la pirámide ahora que el último impedimento se alejaba... un pollito en fuga. Patético, simplemente patético.

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Era moneda corriente pensar que la práctica hacía al maestro, o que al menos exponía a las personas a determinadas situaciones para que de alguna manera se sintiesen más cómodos al respecto. En gran parte, estaba de acuerdo con ese dicho y era un fiel ejemplo de él en algunos campos de la magia. Sin embargo, no importaba que esta fuese la tercera vez que enfrentase una prueba de la habilidad, no importaba que ya hubiese atravesado el portal dos veces, no importaba que ya había completado satisfactoriamente dos pruebas. No, de alguna manera, aquellas pruebas siempre lograban ponerle los pelos de punta como si de la primera vez se tratase.

 

Independientemente de ello, Nathan no era ningún cobarde y jamás se permitiría perderse aquella oportunidad sin importar cuanta ansiedad le generase. Dicho y hecho, hizo acto de presencia a orillas del lago, el lugar donde habían sido citados para comenzar la prueba; había tomado la quizá inútil precaución de descansar y desayunar bien antes de la prueba dado que, si de algo estaba seguro y si había algo que tenía por certeza, era que su propia mente sería quien fuese desafiada. Ciertamente podría llegar a recurrir a usar su varita y otras habilidades mágicas, pero la Oclumancia era una ciencia, o quizá un arte, que se caracterizaba por el uso de los recursos mentales.

 

No hizo más que asentir a las instrucciones de la Arcana; no creyó que hiciese falta hablar dado que estaba seguro de que la mujer estaba leyendo todos y cada uno de sus pensamientos en aquel momento. Escudriñó con la mirada a otro de sus compañeros, el cual había llegado antes que él y que ya se había montado en su balsa y comenzado a remar para el momento en que Nathan se paró junto a su propia barca; la distancia que el mago había cubierto no era la suficiente como para que el Weasley fuese incapaz de distinguir quien iba a bordo de ella más no ocultó la mueca de disgusto por ver que se trataba de su ex-compañero de bando y escritor de El Profeta, quien en las últimas semanas había escrito una nota periodística que no hacía más que poner en jaque la estabilidad de la guerra mágica.

 

Para controlar sus ganas de arrojarle un maleficio y a sabiendas de que aquellos pensamientos negativos no harían más que desconcentrarlo, se subió a la barca y se colocó en posición. Meditó por unos segundos utilizar la magia para asegurarse de llegar al otro lado lo más rápido posible, pero necesitaba algo con que entretener su mente si quería dejar los pensamientos sobre su ex-compañero a un lado; necesitaba algo con que despejarse. Acto seguido, tomó los remos que descansaban dentro del bote y los colocó en su posición para luego comenzar a remar. En un principio le costó encontrar el ritmo y la intensidad necesaria para que el bote se moviese directamente hacia el otro lado del lago, más en cuestión de momentos ya parecía haberle agarrado la mano a la técnica.

 

A medida que avanzaba a través del lecho acuático, se iba acercando cada vez más a una especie de neblina que descansaba por encima del agua. En cuestión de segundos ya se encontraba inmerso en ella, y hubo algo sumamente sencillo pero igual de esclarecedor que le llamó la atención: a diferencia de cualquier otra neblina común y corriente, esta no parecía afectar su visibilidad, lo cual sólo dejaba lugar a que fuese una barrera mágica, una prueba, una primera evaluación para comprobar su valía. En el mismísimo momento en que aquella realización cruzó sus pensamientos, su mente pareció llenarse de una enorme cantidad de pensamientos burdos, insignificantes y etéreos que lo sacaron de sí por unos momentos.

 

Dejó de remar y la balsa quedó estática en medio del agua. Debía salir de allí, pero no podía concentrarse en remar de manera suficientemente coordinada como para que la balsa, y por ende él, llegase sana y salva al otro lado. Cerró momentáneamente los ojos y recordó todos y cada uno de los consejos que la Arcana le habían enseñado, se permitió que su mente se viese apabullada por unos segundos más y, de repente, comenzó a constituir los escudos que mantenían a aquellos pensamientos fuera. Uno a uno, los fue dejando pasar y obligándolos a salir de su mente, cerrando figurativamente a su vez las compuertas por los que habían venido. En cuestión de segundos logró aislar completamente su aparato psíquico hasta que solamente le quedó la certeza de quien era y qué estaba haciendo.

 

De a poco fue reconstituyendo sistemáticamente su realidad y, al poco tiempo, reanudó la actividad de remar mientras se concentraba con casi todas sus fuerzas en mantener aquellos pensamientos inútiles fuera. Poco a poco la barca fue avanzando a través del agua mientras Nathan hacía su mejor esfuerzo por concentrarse en aquella actividad hasta que, finalmente, la balsa tocó tierra firme y supo que había llegado al otro lado. Mantuvo los ojos cerrados por unos segundos hasta que finalmente se puso de pie y salió de la balsa; ya estaba en la isla, estaba cada vez más cerca de la Gran Pirámide, cada vez más cerca de la prueba.

 

No había rastros de Ishaya por allí, más agradeció su ausencia dado que le permitió recobrar la compostura unos segundos. Una vez más, lo único que tenía por cierto era que seguiría siendo evaluado y puesto a prueba, las jugarretas y trucos dispuestos por la Arcana no habían hecho más que comenzar y Nathan necesitaría poner todo de sí para llegar a la Gran Pirámide y enfrentarse a cualquier cosa que lo esperase allí. Tras haberse recuperado, comenzó a andar con varita en mano en dirección al bosque mientras se preguntaba qué tipo de obstáculo lo estaría esperando allí.

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Ahora que había llegado a la entrada de la pirámide debía de encargarme de una buena vez por el trol que se había invocado anteriormente y la mejor forma que podía hacerlo era invocando nuevamente a uno de los señores del caos. Me gustaba arriesgarme, uno nunca podía cansarse de eso. Afortunadamente en esta ocasión apareció un mercenario a mi lado, un cíclope, con la plena orden de mantener a la criatura controlada con un simple fuego maldito en forma de águila real que destruía los mobiliarbus que lanzaba el primero.

 

Sonreí, la lucha que se presentaba en la isla era suficiente para mi aunque, bueno, uno nunca podría adelantarse a las acciones de los arcanos y un dolor inmenso en mi cien hizo que me detuviera y agachara un poco. Estaba intentando acceder de nuevo a mi mente y Mirshka se estaba defendiendo.

 

<<Նրանք երբեք չեն սովորել. Եթե ​​դուք երբեւէ ունեցել որեւէ ազդեցություն ունենալ գիտակցության այս մարմնի դու կորցրել, ես կարծում եմ, որ դուք պետք է ինչ - որ գիտելիքները մարդկային վարքագծի առկա Վիզարդզ. Դուք չեք կարող է դավաճանել նրանց: Դուք չպետք է դավաճանենք նրանց: Դա այն է, հիմնական հասկանալ.>>

 

Cerré mis ojos para concentrarme en las palabras del asesino y observar con mayor facilidad la enorme tormenta que había creado para encerrar la esencia de Aailyah, de esta forma tendría que verse obligada a tomar una forma corpórea en mis propios pensamientos para estar más propensa a que fuese atacada.

 

Sí, era cierto que en el entrenamiento aquella anciana mencionó que dejar libre a una fuerza maligna como Dupont por completo sería un camino sin regreso, pero dadas las circunstancias actuales en las que me encontraba simplemente no podía hacer otra cosa. No perdía nada, no tenía nada a que aferrarme para hacer lo contrario, había llegado a sobrepasar mis propios límites de paciencia y estaba harto de aquella situación.

 

<<Ցույց տալ ձեր դեմքը, դադարեցնել խոսում անհեթեթություններ ու հանեք այդ դիմակը, որ դուք օգտագործել միայն հանգստացնող Ձեր փորձնակները, ես կարծում եմ, որ մենք անցել վեր է մեր հարաբերություններում, չեք կարծում>>

 

Una enorme explosión me indicó que otro fuego maldito había sido arrojado por mi mercenario contra un árbol lanzado contra mi, ahora empujaba con mayor decisión al trol en el bosque para que se perdiera en el laberinto antes de desaparecer y librar de daños a la pirámide, aunque dudaba mucho que en verdad algo pudiera hacerle.

 

Dos batallas diferentes, dos situaciones muy complejas y mi atención tenía que enfocarse en lograr ingresar a la pirámide para cruzar el portal debido.

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Los sigue a ambos.

 

Le complace ver a Nathan enfrentarse a cada obstáculo con determinación, calma y paciencia. Y le complace todavía más que, en lugar de usar la varita, se defienda haciendo uso de su habilidad moldeada con las lecciones de Sauda. Eso es lo que la arcana quiere ver en cada uno de ellos; que no dejen que sus pensamientos se nublen ante ninguna influencia externa, que construyan su muralla y sus defensas, y las mantengan siempre en alto. Un Oclumago hecho y derecho debería ser capaz de atravesar todo el camino sin necesidad de realizar ningún encantamiento, simplemente explotando su habilidad y manteniéndose centrados... es consciente de que a ellos todavía les falta un paso, claro, pero con verlos intentarlo le basta y le sobra a la arcana para sentirse satisfecha.

 

Ishaya, por otro lado, ya está frente a ella, aguardando para poder entrar al Portal de las Siete Puertas. Sauda lo había observado superar cada prueba con rapidez; mientras que él corría y usaba magia quizás para facilitar las cosas, Mirshka protegía su mente con esa tormenta en la que la arcana había estado atrapada. La defensa había sido efectiva, pero aún así la arcana no se sintió satisfecha. La energía con la que había invocado a aquel guardián del caos, magia robada, era oscura. Como si hubiera estado allí físicamente, observó cómo unas llamaradas malditas destruían unos árboles que pretendían herir al mago. Si bien no las había conjurado él mismo, sí al ser que lo hizo. Cree que es la influencia del demonio interno de su aprendiz el responsable.

 

―No lo dejes tomar el control ―le dice con calma, por enésima vez. Quiere hacerle entender al mago que no necesita de aquel ser repulsivo para protegerse; si tan sólo lo intentara, podría incluso bloquear a Mirshka, estar en paz―. "No perderse a sí mismo" es la piedra angular de la Oclumancia, Ishaya. Si quieres superar la prueba del Portal, no puedes sucumbir a la impaciencia o a la desesperación. Protege tu mente, pero también protégete de él ―su actitud, desde el entrenamiento, había cambiado. Este mago que está frente a ella parece... oh, parece haber sido influenciado por el ser que la arcana conoció. Sauda no puede evitar pensar que debería dedicarle una plegaria, cuando regrese a su morada.

 

Cierra los ojos, sin dejar ver su preocupación, y suspira. No puede negarle la prueba al mago; a su manera, superó los obstáculos y ahora está allí, aguardando.

 

―Ishaya Tonks, ¿estás preparado para enfrentarte a la Prueba de Oclumancia?

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Una vez más, me encontraba parado en el borde del lago, mirando en dirección a aquella hermosa isla. Cualquiera que no la hubiera visitado, hubiera pensando que era simple y pequeña, como un diminuto templo al que los Arcanos concurrían para una especie de consejo, pero todos habían estado equivocado, por cada paso que se realizaba en ésa dirección, todo se volvía más grande y complicado.

Había llegado tan solo hacía algunos segundos. La Arcana me había invitado a entrar al portal y eso simplemente me producía escalofríos que recorrían toda mi espalda. Me sentía realizado pero aún no había terminado aquel sendero, porque para aprender a controlar el poder de la oclumancia, tal vez no era tan complicado como aquella prueba.

Sabía que iba a enfrentarme a situaciones complicadas y lo peor se encontraba en que los Arcanos te hacían olvidar que era una prueba, así que la intención de prepararse para cualquier cosa se te olvidaba en un santiamén y te agarraba siempre desprevenido. Así que en realidad, terminabas recurriendo a tus instintos, a lo que habías aprendido realmente.

A los lejos alguien ya se había escurrido hacia la pirámide. Había movimientos, gritos, figuras enormes que sobresalían por la copa de los árboles, las cuales éstas se mecían lentamente. La noche había inundado la universidad y podía pensar que era un hermoso sitio al que podía uno acostarse a mirar las estrellas y escuchar como el agua del lago chocaba contra la orilla. Podía escuchar hasta las flores que crecían, si, podía hacerlo. Pero la Arcana nos recordó dónde estábamos y porqué. Y señaló las barcas.

Gracias, maestra —musité, dirigiéndole una leve reverencia.

Sabía cómo los Arcanos medían a los magos y brujas para sus pruebas. Estaba seguro que sería la última vez que podría pensar en que me encontraba en una prueba, así que decidí que lo mejor era dejarme llevar por mi inconsciencia, había sobrevivido a peores situaciones. Si mi objetivo era la puerta, o por lo menos el primer objetivo más cercano, entonces tenía que tener eso en mente. ¿Lo recordaría? Estaba seguro que sí.

Si me encontraba en la prueba de oclumancia, entonces lo que importaba era desenvolverme con mi mente, aun recordando Sauda que no podríamos ni aparecernos ni nada de eso.

Me subí a la barca y ésta automáticamente empezó a navegar por aquellas aguas oscuras. Podía ver el reflejo de mi rostro mientras me impulsaba con un remo que había encontrado justo al lado mío. Iba lento, pero segundo, dándome cuenta de las diferencias en aquellos obstácul0s respecto a las que ya había pasado con otras habilidades. Y lo que habían tenido en común, es que en todas había tenido que recurrir a lo que había aprendido.

El aire se olía diferente, se respiraba diferente. Podía sentir que algo me inundaba mis fosas nasales y me bloqueaba mentalmente, dirigiendo mis pensamientos para otro lado. Me detuve a mitad de camino, dejando el remo a un lado, pensando en lo pesado que se había vuelto todo en ése último tiempo. Parecía como si todo el cansancio que había acumulado hasta ésa fecha, me hubiera caído encima como un balde de agua fría.

Estaba cansado de la prensa, de lo que pensaba las personas. A veces las responsabilidades me pesaban demasiado pero por mera cordialidad jamás las abandonaba. Siempre intentaba quedar bien con todo el mundo y tal vez aquello era el gran problema. Miré a ambos lados, sin siquiera darme cuenta de dónde me encontraba pero aquello me llevó un par de segundos para encontrarme con qué no podía solucionar nada si estaba en medio del agua. Tomé dos o tres respiros largos y empecé a remar, una vez que llegar a ésa isla, podía analizar mejor todo.

Y fue como otro golpe, cuando me salí de la barca y llegue al reparo de los grandes árboles, porque allí se respiraba otro aire. Había perdido la noción del tiempo pero no era importante para mí en ése momento, sino que me había dado cuenta que aún, después de tantos años, siempre me había caracterizado por pensar antes de actuar. ¿O Sauda habría querido que me tire al lago y nadara hacia la orilla? Sonreí por un momento.

Más relajado, caminé con la varita en la mano, la había tomado casi por inercia. Y gracias a todos los dioses, que lo había hecho, porque una sombra pasó justo detrás de mí y tuve que dar un giro por completo, para ver que no había nada. Parecía que había alguien observando desde las esquinas o la copa de los árboles. Murmuré algunos encantamientos, unas palabras sueltas, para lanzar hechizos rastreadores pero eran intentos fallidos. ¿Habría algún compañero dando vuelta o perdido?

Mis hechizos me aseguraban que no había nada real, al menos, pero mi mente viajaba mucho más rápido. ¿Algo me atacaría? No sabía pero mantuve ésa sensación durante todo el transcurso en que atravesaba todos los árboles y llegaba a los tupidos setos. Aunque algo me alertaba que alguien se encontraba justo por detrás. Mantuve la calma, sabía hacerlo. ¿Qué me apuraba por llegar al portal? Lo importante era llegar.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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- Creo - respondía al instante - que el dejarlo libre no es perder el control sino encontrarme a mi mismo.

 

Tantos años, tanto tiempo perdido queriendo encerrarlo siguiendo las enseñanzas de un grupo de personas, de otras personas que decían querer lo mejor de mi y en el peor momento me dieron la espalda. No, no volvería a caer en lo mismo, primero tenía que pensar en mi propia salud mental, debía de hacerlo así por mi amada esposa, Cye, por mi familia, por mi pequeño Eirian... no podía seguir el consejo de la arcana esta vez.

 

Mirshka no era un ente, era mi pasado y mi futuro, debía de traerlo al presente para estar en completa sincronía y evolucionar no solo como mago sino como persona en general.

 

- Estoy preparado.

 

Oclumancia se había vuelto en una habilidad bastante compleja, más de lo que pude haber previsto y ni aunque lo hubiera querido ver con mi ojo interno. Era momento de atravesar el portal y sabía que al hacerlo Mirshka sería liberado de una vez por todas, seríamos de nuevo uno solo y no dos entes en un mismo cuerpo. Era momento de fusionarnos.

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Nathan tenía por defecto una personalidad sumamente analítica; de alguna manera, siempre afrontaba toda situación sobre las bases de un meticuloso escrutinio que le permitía balancear las situaciones que había atravesado. Era un proceso que realizaba de manera casi inconsciente, a tal punto que se encontraba a sí mismo en el medio de aquel proceso que, para serse franco, disfrutaba bastante por lo provechoso que podía ser. Desde luego, en ocasiones podía resultar mentalmente extenuante y hasta inútil, dado que varias de las situaciones que vivenciaba como miembro de la Orden tenían tal cantidad de matices que eran prácticamente imposibles de analizar.

 

La primera prueba lo había desafiado significativamente, más no era nada que él no pudiese tolerar. En cierta forma podía sacar como provechoso el hecho de que aquello había parecía haberlo espabilado de una vez por todas y, a medida que se acercaba al bosque (lo cual hacía a paso lento, regodeándose de los últimos momentos de aquella transitoria paz) tenía la certeza de que el segundo obstáculo no sería sino más difícil y que debía estar preparado para él. Cuando llegó al borde del bosque y se paró sobre un sendero que se insertaba sinuosamente en el, dio un par de respiraciones profundas para luego comenzar a caminar, varita en mano, por el mismo.

 

Las circunstancias ambientales que lo rodeaban cambiaron extravagantemente en cuestión de unos cincuenta metros; los árboles comenzaron a hacerse más tupidos al igual que la vegetación que crecía más cerca del suelo. La luz que se filtraba entre las copas de los árboles era cada vez menos y su derredor se volvía más y más tétrico cuando las sombras se proyectaban por doquier; incluso la coloración de las plantas era distinta a causa de la falta de luz y el reconfortante verde chillón del principio del camino había sido suplantado por uno mucho más oscuro.

 

Momentos después, creyó escuchar el ruido de una rama partirse a sus espaldas. Nathan se volteó instantáneamente al lugar de donde pensó que provenía el ruido, más allí no había nada ni nadie. El ruido se repitió pero en el extremo contrario del sendero y fue seguido por el sonido de las plantas moverse ante el paso de alguien. Más como reflejo que como otra cosa, alzó su varita y comenzó a escudriñar entre las plantas, buscando encontrar al responsable de aquel sonido. Le pareció ver un par de ojos entre las plantas y poco a poco fue acercándose a él...

 

- ¡AYUDAAAAAAAAAAAAAAAAA! - escuchó que alguien gritaba; un grito extrañamente familiar, un grito desgarrador, un grito de súplica... un grito de tortura.

 

Comenzó a correr en dirección al llamado de auxilio a través de las plantas y ramas. El grito se repetía a un ritmo tan constante y orquestrado que, en retrospectiva, a cualquiera le hubiese llamado la atención, más Nathan estaba demasiado preocupado en salvar a quien estuviese en problemas como para detenerse a pensar en ello. De un momento a otro, un grito idéntico se repitió en el extremo opuesto del bosque. Nathan cambió de dirección y comenzó a correr hacia el nuevo grito, extrañado por el repentino cambio de posición.

 

De repente, el grito comenzó a repetirse desde varios lugares en simultáneo y en ese momento le quedó claro como el agua lo que estaba pasando; esa era la segunda prueba, la Arcana estaba recurriendo a los gritos de tortura que había escuchado en sus períodos que pasaba como prisionero en Nurmengard. Perplejo por la crueldad del recurso que había utilizado la mujer, se quedó quieto en su lugar y se concentró fuertemente en bloquear el influjo de pensamientos que la Arcana estaba creando. Decidió, además, utilizar el primero de los recursos que la arcana le había enseñado cuando llegó a la clase.

 

A medida que volvía al sendero que estaba transitando anteriormente, se cerró él mismo en su mente y comenzó a revisitar uno por uno los recuerdos que tenía de sus estadías en Nurmengard a sabiendas de que la encontraría en uno de ellos. No la encontró en los primeros, más estaba por el sexto cuando le llamó la atención algo que había en la esquina de su celda. Dentro de su mente, se puso de pie y se acercó a dicha esquina, donde la luz de la luna se proyectaba sobre el rostro de la Arcana. La había encontrado, y ahora la haría irse.

 

- Vete. - le dijo el Weasley, quien se concentró en expulsarla de su mente. La mujer lo miró seriamente, más al cabo de unos segundos desapareció.

 

Nathan retornó a su sendero y comenzó a caminar por él a un paso mucho más rápido que el que había utilizado en un principio. Llegó un punto que directamente estaba corriendo, más su mente no estaba concentrado en ello sino en bloquear la entrada de la Arcana a su memoria, lo cual pareció haber logrado dado que cuando cayó de bruces al suelo por haberse tropezado con una rama, observó que ahora se encontraba en el laberinto que lo conduciría a la Gran Pirámide. Se puso de pie y se sacudió la tierra de sus rodillas para luego comenzar a caminar a través del laberinto. Sólo le quedaba un obstáculo más.

 

Un obstáculo más y podría acceder a la prueba.

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