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Prueba de Oclumancia #6


Aailyah Sauda
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- Gracias - No había logrado escuchar algo, pero debía agradecer siempre. Estaba feliz de haber logrado llegar hasta ese punto, Oclumancia había sido una habilidad demasiado compleja de aprender pero la satisfacción que sentía, al menos hasta ese punto, era demasiado grande. Nunca pensó que estaba preparado para afrontar dichos retos y mucho menos que sería capaz de proteger su mente, siempre se había caracterizado por la dificultad de limpiarla y dejarla en blanco así que había sido un reto muy grande para él.

 

- ¿Prueba? - Sabía a lo que había venido pero lo anterior había sido muy complicado de pasar y no era ni la mitad de lo que tendría que enfrentar en el portal. ¿Estaba realmente preparado? El Warlock tenía muchas cosas en su mente, pero tendría que afrontar su temor y realizar la prueba para demostrar que estaba listo y que había aprendido lo suficiente junto con la Arcana de la habilidad. El Dumbledore no deseaba decepcionarla dada la paciencia que había tenido con él durante el proceso de aprendizaje que había experimentado.

 

- Sí, estoy listo para realizar la prueba - Esas palabras tendrían unas consecuencias muy grandes y estaba listo para enfrentarlas. Era la tercera vez en el portal, pero siempre en uno diferente, así que tenía claro que cualquier cosa podría ocurrir en su interior. Solo esperaba no tener que vivir algo realmente doloroso porque su mente perdería la paciencia demasiado rápido.

 

 

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Su mano izquierda jugaba nerviosamente con el anillo que segundos atrás se había colocado en el dedo índice de su mano derecha. Estaba a tan solo centímetros del portal de la puerta de la Oclumancia, su nebulosa verde emitía destellos luminosos que por poco no le obligaban a entrecerrar los párpados para disminuir la cantidad de luz que entraba en sus ojos. Yacía allí, al borde de tomar una enorme decisión, balanceándose sobre sus propios pies yendo continuamente desde el talón hasta las puntas de los dedos, manteniendo el equilibrio en todo momento. Nunca antes se había sentido tan preparado para enfrentar una prueba, más nunca antes había enfrentado tantas cavilaciones. ¿Qué le estaba pasando? Decidió cortar el asunto por lo sano, y sin más dudar, se sumergió en el portal.

 

En cuanto abrió los ojos, la Gran Pirámide había desaparecido. Ya no estaba la Arcana allí, quien le había dado invaluables palabras de apoyo, ni el portal. Se encontraba en el medio de una enorme playa que miraba al océano, ambos iluminados por la tenue luz de la luna y las estrellas que se proyectaban desde el oscuro cielo. El ruido del oleaje lo invadió durante unos segundos, y Nathan pensó que no debía de haber mejor lugar que aquel para lograr el tan valioso estado de paz mental que la Oclumancia requería para ser ejercida correctamente. Sin embargo, de la nada y justo a tiempo para refutar su teoría, apareció una esfera de luz amarillenta frente a él.

 

Una fémina voz habló a través de ella, invitándolo a seguirla. Nathan dudó unos segundos, más rápidamente decidió que era lo único que tenía que hacer por el momento y que probablemente el mismo portal encontraría, si no, la forma de que acabase por seguirla. Varita en mano, comenzó a caminar en dirección al mar, sin apartar la vista de la esfera que cada vez más rápidamente lo orientaba al mago hacia las negras masas acuáticas que tenía por delante. Confirmando la peor de sus sospechas, la luz terminó internándose dentro del océano y Nathan no tuvo opción más que convocar un casco-burbuja y sumergirse en aquellas aguas.

 

La luz que su propia varita emitía era tenue comparada con el resplandor de la esfera, que iluminaba cuarenta metros a la redonda, dándole perfecta visibilidad. De a poco la luz lo fue guiando mar adentro, haciendo que Nathan temiese cada vez más por su vida mientras sentía como su cuerpo se enfriaba lentamente a pesar de los intentos de su propia homeostasis y de su tatuaje mágico por mantener una temperatura corporal aceptable para la fisiología humana. Mar adentro nadó, y nadó, y nadó, hasta que quince minutos después la esfera se detuvo súbitamente en el medio del océano.

 

En lo más oscuro de uno de los elementos escucharás nuestro canto, más para encontrar nuestro tesoro no debes sino viajar hasta por los otros hasta llegar al cuarto >> la misma fémina voz, acompañado de un angelical coro, cantó aquel verso una vez. El mensaje tomó sentido inmediatamente para el Weasley, a pesar de que intrínsecamente no comprendía a qué hacía referencia con 'tesoro'. Antes de que pudiese plantearse otro pensamiento, la canción se repitió a un volumen creciente a tal punto que el Weasley terminó tapándose los oídos.

 

Momentos después, ya no era una canción, sino una combinación de griteríos que el Weasley apenas podía resentir. La primera prueba era clara, era casi predecible, más sabía que no era sino una entrada en calor para lo que fuese que el portal le tuviese preparado. Poco a poco fue construyendo la barrera mental necesaria para que aquellos estímulos auditivos no le molestasen: bloqueó toda entrada de sonido para, a continuación, bloqueó toda entrada de pensamiento. Creó una especie de cortafuegos en su memoria de tal efectividad que pasó unos varios minutos en aquel estado.

 

Tardó mucho tiempo en darse cuenta de que el portal le estaba esperando proceder, pero era tal la paz mental que había adquirido que en ese momento, quería quedarse allí para siempre. A sabiendas de que esa no era una opción, y ya con demasiado frío como para aguantar un minuto más allí, apuntó con su varita al cielo.

 

- ¡Ascendio! - gritó, y sintió un sacudón que lo elevó varios metros. Pasaron tan solo unos segundos hasta que finalmente sintió como su cuerpo rompía la superficie del agua.

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Algo me había provocado que me quede parado, ensimismado dentro de mis pensamientos. No sabía si había sido aquella situación sobre el pedido de auxilio de Annick o el llanto de mi hijo. Tal vez me había desenfocado de mi objetivo pero gracias a todos los dioses, que muchas veces mi cabeza parecía que se controlaba por sí sola, porque de una u otra manera, había regresado a los setos.

Pude ver los restos calcinados del lazo del diablo y el olor a sabia consumida que estos habían despedido. Pero ya regresaba a la normalidad y dentro de todo, podía enfocarme en que tras esos setos y la puerta de la pirámide, se encontraba el portal que me trasladaría a la prueba, que era el verdadero problema. Pero hubo otra distracción, posiblemente delicadeza de Sauda, y me di cuenta que se trataba de unas criaturas conocidas, Fwoopers.

Cantar de Eleboro —murmuré. Era inevitable no recurrir a los poderes que me habían ofrecido los libros guerreros. Ya había aprendido a controlarlos y a usarlos, eran parte de mi como cualquiera de los objetos que éstos te obsequiaban, por eso que ante la necesidad de cubrirme de alguna manera, porque no podía perder más tiempo, efectué aquel hechizo para usarlo de barrera, si llegaba a escuchar el sonido que producían ésas aves, quedaría imposibilitado. Por eso que con la inmunidad que me regalaba el Cantar, podía continuar caminando sin problema.

Y así lo hice. Los setos no me ayudaban a la vista, pero lo hacía mi varita, indicándome siempre el punto norte. No podía recordar qué camino había tomado las dos veces anteriores, porque parecía que hasta era diferente, siempre recorriéndolos ante un obstácul0 diferente. Pero de a poco, me fui acercando al medio, hasta que la salida, que era el centro de aquel laberinto, me mostró la enorme pirámide, tan hermosa como siempre.

Cada vez más poco. Cada vez más cerca al portal” pensé, caminando con un nudo menos en el estómago. Mi varita jamás había abandonado mis manos, igual que mis ganas por llegar allí. Pero un escalofrío recorrió mi espalda y el peor de mis miedos se presentó ante mí, cuando bajo a la sombra de la edificación, justo frente a la puerta, se encontraban mi esposa e hijo menos inertes, mirando con ojos vacíos al cielo.

Me llevé las manos a la boca, casi con la necesidad de tener que tirarme al suelo. No podía ser, no podía ser cierto que aquellos gritos, que los pedidos de auxilio fueran de verdad. ¿Cómo había permitido que eso sucediera? ¿Cómo había dejado pasar que mataran a las personas que más amaba en el mundo? Pero antes que ni una lágrima llegara a surgir de mis ojos, recordé una de las reglas principales de los Arcanos. Todo aquel que pudiera llegar a ésa isla, sería gracias a un Arcano, de contrario, era imposible. Por Annick podía ser pero no para Elros.

Esto es imposible. No puede estar ocurriendo ¡Riddikulus! —exclamé, apuntando con la varita a las dos figuras, mientras los visualizaba de la manera más graciosa que me permitía ésa imagen horrorosa. Explotó una voluta de humo rosada, mientras ahora mostraba a una bruja payaso, con un hermoso pelo largo lleno de colores y una enorme nariz, dando volteretas con un niño pequeño, también con una misma nariz. Cada vez que tocaba el suelo, retumbaban sonidos de flatulencias que producían carcajadas en el bebé y también en mí.

Éstas figuras automáticamente se desvanecieron luego de dos o tres saltos más, y quedó libre la puerta, para que pudiera atravesarla. Cuando lo logré, después de tomar un poco de aire y recomponerme, lo hice.

Maestra Sauda. ¿Estás aquí? —y la vi allí, como ella había prometido. Hasta me alegraba verla. Cerré la puerta y le dirigí una reverencia a modo de saludo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El Portal no dejaba de sorprenderlo cada vez que entraba para realizar una prueba; era la primera vez en sus tres oportunidades que las instrucciones le habían llegado de manera tan clara, o para ser más franco era la primera vez que le habían dado instrucciones. De cualquier manera, no estaba del todo seguro sobre que significaba eso de atravesar los cuatro elementos y no le hacía la más mínima gracia, si a los de la naturaleza se refería, tener que atravesar el fuego. Se valía simplemente de la tranquilidad que le otorgaba la certeza de que, independientemente el dolor y el sufrimiento que experimentase, era claramente temporal y no más que un obstáculo diseñado para ponerlo a prueba a él y a su resistencia.

 

Abrió los ojos en cuanto salió del agua, esperando encontrar la playa no muy lejos de él y el océano agitarse a sus pies. No obstante, todo parecía haber cambiado dado que ahora se encontraba en el medio del aire, no había nada a sus pies ni a su alrededor, era como estar en el vacío con la salvedad de que estaba rodeado por un cielo azul con unas cuantas nubes salpicadas por toda su extensión. Lo más extraño de todo no era el paisaje sino el hecho de que Nathan parecía estar levitando, sin un verdadero soporte sobre la tierra ni algo de lo que pendía; su cuerpo simplemente flotaba en el aire burlándose de la gravedad. Deleitado por aquel fenómeno, aprovechó a juguetear un poco y descubrió que, a una velocidad muy lenta, podía moverse y hacer como si nadaba o planeaba en el aire.

 

Algo llamó su atención y volteó la cabeza inmediatamente hacia donde venía el ruido; a lo lejos se avecinaba una enorme tormenta con un paquete de nubes tan denso y oscuro que solo podía tratarse de una tormenta eléctrica. En efecto, en cuestión de segundos y a medida que se acercaba a impresionante velocidad, comenzó a escuchar el ruido de los truenos y observó el resplandor de los rayos en cuanto se proyectaban sobre el cielo. Se mantuvo tranquilo y esperó la tormenta hasta que vio algo que hizo que se le pusieran los pelos de punta: en el medio de la tormenta, no demasiado lejos de él, había una especie de espiral de viento: un tornado, y se acercaba a toda velocidad.

 

- Demonios - vociferó mientras comenzaba a correr, movilizarse o lo que fuese (la falta de gravedad le hacía difícil coordinar sus movimientos y tener completo control sobre sus articulaciones), alejándose lo más posible del tornado. No obstante, su marcha era demasiado lenta y en cuestión de segundos, el tornado estaba a menos de diez metros del Weasley, quien se preguntó que tipo de prueba era aquella mientras trataba de relajarse diciendo que ese era el obstáculo del viento, el segundo de los elementos; si superaba la prueba, solo restarían dos.

 

Segundos después, inexorablemente, el tornado le alcanzó y lo sumió en el medio de su vorágine. Nathan esperaba una serie de sacudidas violentas mientras su cuerpo seguía los espirales del fenómeno climático, más eso nunca pasó. En vez de eso, se encontró en una especie de túnel vertical cuyas paredes estaban compuestas por el mismo tornado que soplaba cada vez más violentamente. Un extremo del túnel consistía en una vorágine más pequeña de un color negro violáceo, mientras que el otro (y mas lejano) se trataba del mismísimo cielo y se hacía cada vez más grande conforme las espirales del tornado se hacían más y más amplias.

 

A cada segundo que pasaba, Nathan se acercaba más y más al extremo negro violáceo que parecía ser un agujero negro. Todavía no entendía bien de que se trataba la prueba, pero estaba seguro de que no quería acabar allí y que, el hacerlo, significaría el fin de la prueba sin obtener la habilidad. Escudriñó la vista y notó que el agujero negro tenía pequeños fragmentos luminosos en su contorno, que a medida que se acercaba los pudo distinguir como sus propios recuerdos. Eran un total de cuatro y oscilaban alrededor del marco junto con la nebulosa, como invitándolo a explorarlos.

 

No estaba seguro de como, pero de alguna manera logró ingresar en uno de los recuerdos, y en cuanto entró todo cobró sentido dado que lo único que veía era fuego a su alrededor.

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Con movimientos parsimoniosos, la arcana hace que otro de los anillos engarzajados en el centro del Ouroboros se desprenda de su base y se materialice en su mano izquierda, la que no sostiene su vara de cristal. Por un momento hubo duda en la voz del aspirante, mas cuando respondió a la pregunta lo hizo con convicción y decisión. Sauda confía en él; espera que, el prueba, mantenga la paciencia, pues es bastante seguro que el Portal lo ataque con recuerdos dolorosos (ella sabe muy bien que esa magia busca en las debilidades de cada persona, en sus demonios internos, en sus arrepentimientos...).

 

―Entonces, atraviesa la Puerta de la Oclumancia ―le dice, mientras coloca el anillo de aspirante entre sus manos―. Sé que sabes que no puedo intervenir, salvo que tu vida esté en riesgo, así que usa tu habilidad y protege tu mente, eso es lo único que te ayudará a superar la prueba. Confío en ti, Niko; sé que eres digno. Mucha suerte.

 

La voz de otro aprendiz hace que se vuelva hacia la entrada del salón circular. Sauda tiene la suficiente experiencia como para distinguir sus propias sensaciones, de las de los aprendices que se están enfrentando a la prueba, sin tener que dejarlas completamente de lado. Mientras habla y trata a los otros aprendices, siente sus barreras fortalecerse con oscuridad, y también siente cómo la oscuridad la succiona, aunque sabe que ella está bien, a salvo. En cuanto a sus aprendices... no está segura, mas no hay mucho que pueda hacer, más que acompañarlos espiritualmente y rezar por ellos.

 

―Elvis Gryffindor ―camina lentamente hacia él, esbozando una sonrisa. El era el que faltaba. Si bien todavía debe responder a la pregunta, le llena de orgullo y satisfacción el que todos sus aprendices hayan alcanzado la Gran Pirámide, superando los obstáculos que plantó y sus juegos mentales―, ¿estás listo para enfrentarte a la prueba de la Oclumancia?

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El fuego lo rodeaba completamente: se encontraba en alguna especie de bosque a juzgar por los pocos árboles que había cerca de él, más pronto ellos perecerían bajo el efecto del anillo de fuego que comenzaba a cercarlo lentamente desde todas direcciones. No estaba del todo seguro de qué tenía que hacer, a pesar de que ese parecía ser el tercer y anteúltimo elemento de la naturaleza que tenía que atravesar para vencer la prueba, más debía decidirse rápidamente dado que en cuestión de segundos el fuego (que avanzaba a una velocidad particularmente rápida) lo alcanzaría y eso significaría el fin de la prueba.

 

Tomó coraje y apuntó con su varita al anillo de fuego sin elegir ninguna dirección en particular y con un simple hechizo las llamas se vieron consumidas momentáneamente: justo el tiempo necesario para que Nathan aprovechase el hueco para escapar del anillo. No obstante, el portal no se lo hizo tan fácil y a manera de represalia trazó un pasillo de fuego que lo siguió a ambos lados a medida que corría, adelantándose un poco incluso de manera que poco a poco iba trazándole el camino a través de un bosque que le resultaba vagamente familiar por la configuración de sus árboles. No fue hasta que el sendero lo llevó a una cabaña en el medio de un claro que entendió donde estaba: los bosques de Albania.

 

Esa era la cabaña donde había sido secuestrado y donde había pasado varios meses en cautiverio más aquello no explicaba verdaderamente cual era su propósito allí. Sin saber que más hacer, entró en la cabaña e inmediatamente se encontró con la habitación en la cual lo habían mantenido cerrado, la cual se encontraba en verdad en el sótano. Fue entonces que entendió cual era el propósito de la prueba en este tercer obstáculo y supo, mientras veía como poco a poco el fuego comenzaba a consumir la cabaña, que debía encontrar todos los detalles de su propia memoria que habían sido modificados; debía reconstruir la versión original del recuerdo tal y como la Arcana le había enseñado.

 

Poco a poco, valiéndose del respaldo original que la Arcana le había enseñado a crear, fue notando los errores en aquella imagen: su habitación en realidad no tenía ventanas y la mayoría de los muebles allí presentes no habían estado en su celda; en una de las paredes debía haber una cañería a la cual habían esposado a Nathan y, por último, el piso no era de madera sino de tierra húmeda con trozos de piedra y ladrillo. Fue en cuanto modificó este último detalle que, en un costado de la habitación, apareció una escalera que lo llevaría al verdadero sótano de la cabaña. Sin dudarlo un segundo, y apurado por el fuego que estaba a punto de alcanzarlo, descendió las escaleras a toda velocidad hasta llegar a un túnel sembrado en total penumbra.

 

En cuanto miró hacia atrás, no había rastro de la escalera ni del fuego que lo había perseguido. Supo entonces que había vencido al tercer elemento y que, al encontrarse en un túnel subterráneo, se encontraba precisamente en el seno del cuarto. Un obstáculo más y sólo quizá, si el portal lo dejaba y la profecía que había escuchado era cierta, se iría a casa.

Editado por Nathan A. Weasley

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Ver los ojos de la Arcana tan de cerca, me demostraron que tenían demasiada sabiduría contenía, tantos años de experiencia, que estaba seguro que algún día, podría acercarme aunque sea a la mitad de eso. ¿Me volvería mas fuerte a causa de los demás? Porque estaba seguro que no solo estaba fortaleciendo mis habilidades, sino que absorbía el conocimiento de los demás magos y brujas. ¿Cómo podía evitarlo si lo unico que hacía era saber todo lo que la persona pensaba, quería y deseaba? ¿Cuánto de todo eso iba a ser lo mío propio?

 

Estoy listo —le comenté asintiendo con la cabeza, despejando aquellas preguntas en mi cabeza y tomando el Aro de la Habilidad. Era simple, era un pedazo de metal. Sabría cuando estuviera todo listo porque el anillo se transformaría en una réplica del de Sauda. Ya tenía uno azulado y uno verdoso. Ése continuaba. Le dirigí una sonrisa a modo de agradecimiento y respiré hondo, mientras me acercaba lentamente al portal, que se estaba materializando en ése momento. Asentí con la cabeza, recayendo en mis propios pensamientos. Ya no había marcha atrás. Toqué la puerta con la palma de la mano y sentí una vibración, y el portal me succionó.

 

*** *** ***

** **

Como era de costumbre, me había rodeado absolutamente por la nada misma. A donde girara mi cabeza veía todo blanco, como si estuviera dentro de una nube o dentro de un algodón de azúcar. Aunque cerrara y abriera los ojos o moviera mis manos, nada se disipaba. Mi cabeza parecía como si estuviera sido atacada por una calesita, que nunca había parado de girar. Tal vez lo primero que tenía que hacer, era justamente el truco pricipal, la primer regla que había aprendido, tranquilizar mi mente y enfocarme en lo que quería.

 

Asi fue como pude restaurar mi paz mental. Y de a poco aquella blancura empezó a mancharse en algunas zonas, como si fuera humo que se abría en agujeros cuando una corriente de aire la atravesaba. Empecé a ver algunos rostros, que estaban agrupados en cuatro gradas, que juntas formaban un círculo. Justo en medio, había una silla con una persona sentada. Pero no era cualquier persona, era alguien oscuro, su rostro estaba desenfocado. Era de aquellas expresiones que no tenía nada que perder pero que harían cualquier cosa por continuar haciendo daño. Me vi a mi mismo, cambiado con otra ropa, la que usaba antiguamente. ¿Qué hacía como Auror? Podía ver a algunos compañeros míos de la Orden, Madeleine, Lunática y Athena entre ellas. No era el director pero era parte de ellos. Maddie me hizo un gesto, y no sabía porqué, pero acepté su orden.

 

El Departamento Auror ha capturado exitosamente a ésta persona que se la acusa de ser un mortífago. Tenemos las pruebas suficientes para encerrarlo durante años en Azkaban. Pero nuestra directora pidió una reunión extraordinaria porque aún no conseguimos el dato de dónde está la niña.

 

Miré a Madeleine que asintió y volví a dar unos pasos hacia atrás, volviendo a la fila junto a mis compañeros. Era algo extraño porque no trabajaba en el Ministerio pero tampoco en la Universidad. ¿Qué había pasado? ¿Y de qué niña hablaban? Todo pasaba con la mejor normalidad que pudiera existir. Pensaba como yo pero cuando las cosas sucedían, parecía que alguien me estaba controlando, como si fuera otra persona. Ésta vez fue Madeleine la que habló.

 

Le rogamos una respuesta pronta a nuestra petición. Nuestro Departamento ya hizo todo lo que pudo y aprovechó cada gramo de información. Es por eso que no deseamos perder más el tiempo y creemos que la mejor manera de acabar con todo ésto, es terminar con la vida de éste malnacido. Si queremos que no haya más delincuencia, entonces los Aurores le pedimos que acaben con su vida.

 

Claramente que se refería a que fuera besado por el Dementor. El Mortífago emitió una carcajada sabiendo que el Ministerio pocas veces hacía caso a los directores. Sabía que sería un residente de azkaban, hasta que pudieran sacarlo de allí. Un mago cercano, movió la varita y calló de golpe al acusado. Mientras ahora lo miraba seriamente e intentaba safarse de las cadenas que lo mantenían aprisionado contra la silla.

 

Pero me había dado cuenta, que todo eso no era para ver un juicio más. Sino que ahora que disponía de otra arma a mi favor, necesitaba aprovechar el momento oportuno y entrar en la cabeza del mortífago. No sabía si mis compañeros conocía de mi habilidad, pero estaba claro que era un buen grupo y que esperaban saber algún detalle más. El mortífago se movía cada vez más. Y el tribunal que los rodeaba, parecía que la mitad estaban curiosos y que los otros deseaban irse. ¿Cómo lograríamos algo más? ¿Y por qué no habían encerrado al culpable en una de las oficinas privadas del departamento y le habían hecho de todo para que hablara? Al parecer había más que barreras mágicas.

 

El tiempo transcurría. Iban y venían directivas. Nadie parecía querer hacerse cargo. ¡Pero nosotros si! Sabía que mis compañeras, como yo, tenían una doble moral por la pequeña. Por eso que no sabían porqué, pero el cuarto se enfrió de golpe. Todas las antorchas se apagaron como si un gigante enorme hubiera soplado para acabar con la luz. Muchos sacaron la varita. Otros tantos se fueron. Lo que importaba era lo que pasaba a continuación, fue todo demasiado rápido.

 

Los dementores irrumpieron la sala. Se lanzaron ante el culpable como si alguien ya lo hubiera indicado. Los Aurores no hicieron más que proteger al tribunal. Yo solamente apuntaba con la varita esperando a usarla si éstos decidían dirigirme sus manos hacia mi. Pero no. Solamente pude ver realmente porqué había empezado allí y fue cuando el mortífago empezó a moverse, intentando escapar fallidamente. Los dementores lo tomaron del cuello y se bajaron la capucha para darle el beso.

 

Sólo ahí fue cuando aproveché a adentrarme en la cabeza del malviviente. Vi las imágenes una tras otra. Toda su vida en un segundo. Hasta que di de lleno con la niña. Estaba viva, pero en otro país. Miré a mis compañeras y les hice una seña para salir de ahí.

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- Gracias Arcana - El Dumbledore estaba listo para realizar la prueba de la Oclumancia, aunque no sería una tarea fácil tenía que realizarla para poder demostrar que había logrado dominar su habilidad mágica y que estaba listo para tener un anillo diferente al de aprendiz que le acababa de otorgar Sauda. El Warlock caminó lentamente en busca de la entrada al portal, no sabía qué le haría pero tenía claro que intentaría jugar con su mente y acceder a recuerdos demasiado privados como para dejarlos ver, así que se defendería tanto como pudiera.

 

El portal comenzó a cambiar inmediatamente con mucha velocidad. Al principio era un cuarto blanco sin mucha gracia y que no parecía ser demasiado demandante para el Knight. No obstante, el portal lo llevó hasta un bosque que se notaba muy grande, tanto como una selva - ¿En dónde estoy? - El calor que hacía en dicho lugar era demasiado alto como para que el joven mago se pudiera concentrar, no entendía qué era lo que buscaba el portal con llevarlo a dicho lugar, pero tenía claro que no era algo bueno.

 

- Claro, estoy en el Amazonas. Un sitio tropical y en el cual hace mucho calor, no estoy acostumbrado a sentir esta temperatura - Sus conocimientos sobre geografía eran bastante amplios y, aunque le costó un poco, logró identificar el sitio hasta el cual lo había transportado la magia de la prueba - Tiene claro que no me gusta el calor y que disminuye mucho mi energía este tipo de ambientes - En dicha situación podía estar más vulnerable dado que no tendría la misma concentración que en su ciudad natal debido a los cambios en las condiciones climáticas.

 

- Debería poder tener más control sobre el clima - Lamentaba no haber tenido un buen profesor de Meteorología pero no podía hacer mucho en ese momento, pero seguramente intentaría tomar una nueva clase sobre dicho tema con alguien mejor. El calor resultaba insoportable para el Tonks, las gotas de sudor comenzaron a aparecer y la lentitud se comenzó a sentir en su cuerpo y mente - ¿Qué es lo que quieres? - El portal no había hecho más que debilitarlo físicamente debido al clima pero sabía que la prueba sería mental o al menos eso era lo que esperaba.

 

En dicho lugar había muchos animales, era una selva demasiado extensa y, quizás, todavía no se había logrado ver a todos las criaturas que la habitaban. Entre dichas especies, se encontraban los pumas que eran muy rápidos y fuertes, y el animal en el cual se podía transformar el Dumbledore. Su secreto siempre había estado muy bien guardado y aunque la arcana había tenido acceso a dicha información, sabía que no haría. No obstante, deseaba mantenerlo en secreto y el haber aprendido Oclumancia le había dado las herramientas necesarias para hacerlo.

 

De repente el calor aumentó mucho y una nube de humo blanco comenzó a aparecer y rodear lentamente al Knight - Esto esta demasiado raro - No sabía qué era lo que eso le haría pero con seguridad no sería nada bueno. Los animales habían dejado de escucharse como si hubiesen desaparecido por completo, algo poco normal en una zona como la que se enocontraba - Mi magia no funcionará - Suluk y Amara le habían dicho que la varita nunca era efectiva en el portal y aunque Sauda no le había dicho nada, tenía claro que serían las mismas condiciones que en sus pruebas anteriores.

 

El humo aumentó tanto que lo cubrió por completo y lo hizo caer al piso - ¿Sigo vivo? - Su mente seguía funcionando pero su cuerpo había perdido el control y ahora se encontraba en un sueño profundo. El rubio era mucho más vulnerable en ese estado y no sabía qué le esperaba pero comenzó a mover los recuerdos en su mente de un lado a otro como si de un río en movimiento se tratara, sabía que de esa manera podría proteger todos sus recuerdos. Sauda le había enseñado que era bueno moverlos de un lugar a otro para despistar al enemigo y era lo que mejor podía hacer.

 

 

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- Nathan - le susurró alguien al oído de manera casi imperceptible. Volteó bruscamente, tomado por sorpresa, para no encontrar a nadie allí.

 

El túnel permanecía en absoluto silencio y oscuridad, salvo por la tenue luz que la punta de su varita emitía y que intentaba rasgar, inútilmente, la densa penumbra que lo rodeaba completamente.

 

- Nathan - repitió, esta vez su voz plenamente audible y reconocible como la de la persona que, en un pasado no tan lejano, había sabido ganarse el corazón del Weasley.

 

No había nadie allí como para presenciar cómo se le pusieron los pelos de punta y de pronto sintió como los músculos del cuello se le tensaban. No se sentía en peligro; desconfiaba de que alguna vez esa persona pudiese hacerle experimentar aquella sensación. Lo que le llamaba la atención era los recursos de los cuales se valía el portal para poner en jaque la estabilidad emocional del participante, era una magia con tal poder que conocía todo sobre él desde el momento en que atravesaba la Gran Pirámide y se inmiscuía en los territorios sobre los cuales tenía jurisdicción.

 

- ¡Nathan! - escuchó por tercera vez, esta vez transformado en un grito de súplica que reverberó por todo el túnel.

 

El mago echó a correr por la única dirección que el túnel le ofrecía, tan rápido como sus piernas se lo permitían a pesar de que su visibilidad estaba seriamente limitada. El propósito del portal era más que evidente y sabía que de alguna manera lo conduciría a donde fuese que el túnel llevase, por lo que más valía terminar con ello de una vez por todas y irse a casa; no lo sentía todavía por las andanadas de adrenalina que su cerebro emitía, pero estaba extremadamente agotado por todos los desafíos que había atravesado a lo largo del día.

 

Finalmente llegó a una vasta y extensa recámara, iluminada por antorchas que se intercalaban cada cierta distancia en sus paredes circulares y que trataban de esparcir su luz por toda la habitación, sin llegar al techo que se perdía invisible en una densa oscuridad. Lo que más llamaba la atención, sin embargo, era el enorme agujero que había en el medio de la habitación cuyo fondo tampoco era visible. El Weasley surcó la habitación por el contorno del precipicio para confirmar lo que ya le parecía obvio: no había otro camino que saliese de la habitación y para cuando volvió al punto donde había llegado, no había rastros del túnel que lo había traído hasta allí.

 

Preguntándose cual sería el desafío y con la certeza de que no sería tan fácil comenzó a caminar en dirección a la cornisa del enorme agujero, tratando de invocar cuanta valentía pudiera. De repente tuvo una idea y se desvió hacia una de las paredes, tomó una de las antorchas de la pared y luego se acercó al borde del agujero. Dejó caer la antorcha en el mismo mientras observó como esta se perdía de vista en la oscuridad y, por más que esperó varios minutos, no escuchó el ruido que hubiera esperado que la antorcha hiciese al golpear contra el fondo.

 

Esperando que no fuese lo último que hiciese, dejó que la punta de sus pies sobrepasara el borde.

 

- No lo hagas, Nathan. No es la solución. Morirás si lo haces. - le dijo Arya, quien por más que el Weasley miró toda la recámara, no estaba allí.

 

- Tú no eres real, eres un truco del portal, y uno muy básico ya que estamos.

 

- Claro que soy una creación del portal, pero no soy ningún truco, soy la solución a la prueba.

 

Nathan permaneció en silencio, dubitativo, considerándolo.

 

- Sería demasiado fácil. - retrucó el Weasley, aunque sin creérselo demasiado.

 

- Jamás te he hecho las cosas difíciles - dijo ella, y con eso al Weasley no le quedaron dudas.

 

- Por el contrario, jamás me las hiciste fáciles. - zanjó Nathan, devolviendo su mirada al fondo del abismo.

 

- Como tú quieras, tú te lo buscaste.

 

De repente sintió un fuerte sacudón y voló varios metros lejos del agujero, la temperatura de la habitación descendió varios grados de forma abrupta, las luces de las antorchas se fueron extinguiendo una a una presas de un viento inexistente y el Weasley se embriagó de una sensación de desesperación, desesperanza y angustia como ninguna otra. Demasiado familiarizado con aquella experiencia le resultó evidente que no se trataba sino de dementores.

 

- ¡Expecto Patronum! - soltó decidido, teniendo en mente el recuerdo más feliz de su memoria, más de su varita no salió absolutamente nada. El portal no se la haría tan fácil, aquel tipo de magia era inútil allí.

 

¿Pero como pretendía el portal que se defendiese sin su varita? Nadie conocía otra forma de escapar de aquellas criaturas que el encantamiento Patronus, ningún tipo de ayuda física le sería útil. Meditó tirarse por el abismo pero en aquella oscuridad no tenía idea de en que dirección quedaba el agujero y por correr sin sentido de la orientación podía inexorablemente terminar en los brazos de los dementores que no dudarían en robarle el ama de un beso. No podía defenderse sin magia. Sin magia no sobreviviría. Sin luz no podía saber a donde ir. Sin luz había oscuridad y la oscuridad, tanto literal como metafórica, era de lo que se valían los dementores para atacarlo en aquel momento.

 

Y entonces le quedó claro, la única forma que tenía de salir vivo de allí era dejar el arma de los dementores sin efecto. Si no podían leer sus pensamientos y no podían detectar sus sentimientos en respuesta a la oscuridad, no podían saber donde estaba. Poco a poco fue ejecutando su estrategia, algo rápida e improvisada pero bastante lógica, de bloquear el influjo de pensamientos negativos y oscuros, uno a uno, hasta que sintió como su mente estaba aislada del mundo exterior. Sin embargo, la travesía no terminaba allí dado que todavía podían leer sus pensamientos, por lo cual se concentró lo más posible en poner su mente en blanco.

 

Los segundos fueron pasando y con ello la habitación retomó parcialmente su temperatura más cálida y las antorchas se prendieron nuevamente. Escaneó la habitación y se dio cuenta de que no había dementores allí. Pensándolo bien, eso tenía completo sentido dado que era dudoso que la Oclumancia sirviese como una barrera contra aquellas criaturas, más el portal había recreado las emociones y sentimientos provocados por su aparición con una realidad destacable que todavía mantenía su piel erizada.

 

Sin dudarlo un segundo más, tomó su varita y echó a correr en dirección al agujero. Ya para cuando estaba cerca del borde era muy tarde como para frenar y se zambulló en la oscuridad rogando por su vida. La sensación de caída libre duró unos pocos segundos y luego, de la nada y abruptamente, quietud, silencio y oscuridad. Sintió como si estaba flotando en el vacío mismo. Se preguntó si aquello significaba que había coronado la prueba. Eso sólo el portal lo determinaría. Rogó con todas sus fuerzas que lo próximo que viese fuese el rostro de la Arcana.

 

 

@@Aailyah Sauda

Editado por Nathan A. Weasley

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Una vez que el último de sus pupilos entra al Portal, la anciana arcana pareciera ponerse a meditar. Se sienta con las piernas cruzadas y se mantiene levitando a medio metro del suelo, manteniendo los ojos cerrados y el arrugado rostro inexpresivo. El Aro de la Habilidad la conecta a sus pupilos de una forma muy íntima, de forma que ella también está viviendo cada una de las cuatro pruebas. No se siente como si sólo fuera Aailyah Sauda... no, ella es también Elvis Gryffindor, un viejo Auror que regresa a la acción para rescatar a una niña, una rehén de la Marca Tenebrosa; es también Ishaya Triviani, quien aparentemente tiene una rehén, una bruja (¿una vieja compañera?); es Niko Uzumaki, un mago que dormida en la mitad del Amazonas, y también Nathan Weasley, que está tratando escapar de una antigua prisión personal.

 

Siente lo que ellos sienten. Y aunque cada uno tiene sensaciones, sentimientos y personalidades muy variadas, descubre que entre ellos la determinación y la convicción es una constante. Eso es bueno, lo sabe, pues significa que tienen más posibilidades de superar sus respectivas pruebas.

 

A pesar de que Sauda no tiene la menor idea de lo que les depara a cada uno, su sabiduría y experiencia le dice que a tres de ellos les queda todavía todo un camino por delante... de momento, el más cercano a lograr algo, sea lo que sea, es Nathan. Aunque quizás se equivoque, con respecto a todos, y él esté más lejos de lo que cree y otros, en cambio, más cerca; siempre es una posibilidad.

 

Está en sus zapatos; en la oscuridad, la nada absoluta, una vez que deja de caer.

 

Una voz rompe la paz.

 

—Sería demasiado fácil, ¿no es así?

 

Sauda no conoce a esa mujer Arya, que tan presente estaba en los pensamientos de Nathan, mas sabe que es ella porque siente que su aprendiz la reconoce. Su voz, su acento, su cabello resplandeciendo ligeramente debido al resplandor verdoso que ilumina el cielo. Una calavera flota por encima de los árboles del bosque de Albania, y una serpiente se retuerce en su interior, saliendo por la boca.

 

—Tú te lo buscaste... Vendrás con nosotros por las malas. ¡Imperio!

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