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Transformaciones VIII + Defensa Contra las Artes Oscuras


Matt Blackner
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Año nuevo! El tiempo pasa volando, y entre unas minivacaciones y mil preparativos en casa, el tiempo parecía muy corto.

 

- Llego tarde llego tarde! - gruñía mientras saltaba el último tramo de las escaleras en la Potter Black. Aquel día había elegido un jersey de punto de color claro y unos pantalones vaqueros, además de mis botas negras.

 

Harpo me paró justo antes de la puerta con una taza de café. A pesar de que estaba ardiendo, me la bebí de un trago instantes antes de desaparecer de la mansión.

 

EN el exterior hacía mal tiempo. Llovía bastante, y a pesar de que las gradas en las que solía dar mi clase, situadas en los terrenos del ateneo junto al lago, tenían un techo que se desplegaba para cubrir el área cuando era necesario, me pareció qeu lo mejor sería dar la primera clase del año en el interior del edificio.

 

Así me adentré por los pasillos. Algunas clases ya habían comenzado, por lo que busqué una vacía.

 

- Aquí. - Murmuré, empujando la puerta, sin fijarme en el letrero que rezaba "Defensa Contra las Artes Oscuras

 

Caminé hasta la mesa, dejando mi mochila y sentándome sobre el tablero, convoqué mi patronus, un gran lobo de color azulado

 

 

 

@@Candela Triviani La clase de Transformaciones tendrá lugar en el interior del ateneo a causa del mal tiempo. El lobo te guiará hasta la clase

 

Una vez entregado mi mensaje, el lobo desapareció en busca de mi alumna. Al menos, tendría una clase tranquila para empezar el año.

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─ Perdió la vida a causa de un artefacto maldito ─ aseguraba con suspicacia uno de los miembros del Ministerio de Magia. Los inquisidores habían sido los primeros en llegar secundados por los Aurores rematando con los Inefables. Aquel grupo de magos misteriosos que pocas veces se dejaban conocer a fondo, sumidos en un halo de misterio y secretismo que los convertía en los seres más herméticos que pudieran laburar dentro del Ministerio. Oscuras y largas túnicas eran su carta de presentación. Malfoy se había mantenido lejos del papeleo y burocracia que englobaba tratar asuntos como esos, asesinatos o perdidas de bienes irremplazables.

 

─ ¿Cómo ha sucedido todo?, ¿Tenia conexiones con el bajo mundo? ─ cada uno de los cuestionamientos de la rubia iba encaminado a obtener cualquier clase de dato que le ayudará a comenzar una pesquisa. Sus orbes lapislázulis se desviaron hacia dos jóvenes que estaban a pocos pasos del cuerpo, quizá eran sus dos alumnas o solo chicas que curioseaban por el lugar. Un extraño objeto pendía de la muñeca del hombre, destellando ligeramente en una tonalidad ambarina que cambiaba a un azul eléctrico que se mantenía estático ─ Mónica, Sagitas ─ siseó rebuscando el trozo de pergamino que le enviara Anne. Eran sus dos alumnas de defensa contra las artes oscuras, peculiar forma de toparse con ellas sin tener de por medio un aula.

 

─ Soy Malfoy, no necesitan saber nada más de momento ─ terciando una media sonrisa les dedico una ligera inclinación de cabeza. no recordaba haberlas tenido como alumnas y mucho menos compartir con ellas aventuras aderezadas con un toque maquiavélico y excéntrico. Esa era la palabra exacta ser excéntrica y descarada, compartir clase con otro profesor no era del todo agradable para ella, empero podía modificar las cosas y adaptarse a lo que se presentara en el momento. Matt era conocido por ser un buen profesor de conocimientos, no tenía el placer de conocerlo, pero tal vez aquella incursión juntos les daría la oportunidad de conocer el modo de enseñanza que cada uno empleaba.

 

Regresar al ateneo, no estaba entre sus planes, al menos no de momento. Dos kits de DCAO aparecieron sobre el suelo, decorados con algunas runas que citaban el nombre de sus alumnas, no esperaba que lo tomarán como un presente de bienvenida y mucho menos como una ayuda por parte de la Nigromante, la oscuridad que emanaba de ella era descomunal y pocas veces podría controlarla, deseaba que aflorara en su máxima expresión, desencadenando con eso una oleada que provocaría un nuevo descenso ─ Daremos con el objeto que desencadeno todo esto, no podremos pasar por alto ningún detalle y les aconsejo que mantengan los ojos abiertos como platos ─ rodeando con las yemas de sus dedos en anillo de su habilidad, entablo una conexión con los seres que habitaban en el mundo de los muertos. Sería una buena ayuda tener el apoyo de Báleyr y recurrir a sus enseñanzas, el defenderse de las artes oscuras iba más allá de saber los conjuros y ritos adecuados, no era mover solo la varita de diestra a siniestra, sino que cada movimiento fuera certero y definitivo.

 

@, @@Monica Malfoy Haughton

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Terminé de desayunar con tranquilidad, jugueteando con mi hijo pequeño, tomando té y croissants. Nos lo estábamos pasando bien cuando sentimos a Matt salir corriendo de la casa, con unos gritos de que llegaba tarde. Ithilion reía y yo me contagié enseguida. Amo estos cortos momentos de paz familia. Harpo entró con un vaso vacío y supuse que había dado el café a mi hijo el mayor en la misma puerta de la casa.

 

-- Un día de estos, se matará si sigue corriendo de esa manera -- le dije al elfo.

 

Le di un beso al niño y me dirigí a la salida. Tomé mi chubasquero amarillo y me puse a silbar. Estaba contenta porque hoy empezaba una clase nueva y eso siempre me emocionaba. En cuanto salí de la mansión (y jugueteé algo con los chaquitos de agua) desaparecí y aparecí en las cercanías del Ateneo. No me fue difícil encontrar la clase pero, para mi sorpresa, había una mochila reconocible encima de la mesa.

 

-- ¿Tú eres el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras? -- le pregunté a mi hijo, muy confundida. Estaba segura que él nunca había hecho esa asignatura, así que menos iba a enseñarla.

 

Le iba a preguntar qué hacía allá cuando un sexto sentido me hizo comprobar el lugar de la cita.

 

-- ¡Demonios y Re-Demonios! -- grité. Di media vuelta y salí corriendo. -- ¡Llego tarde, llego tarde!

 

La verdad es que no sé cómo llegué al lugar de encuentro pero, jadeando, reconocí a Juve, una de las profesoras del Ateneo. Ella sí que me cuadraba en la clase de DCAO. Me agaché, cerré los ojos y me puse las manos en las rodillas, intentando recuperar el aliento después de la carrera. Después abrí los ojos y... ¡di un salto hacia atrás!

 

-- ¡Aggg! ¿Esto es un... un muerto? -- otra vez estaba confundida. ¿Es que íbamos a aprender así, a las bravas? ¿Dónde estaban los libros de texto y los rotuladores fosforitos con los que subrayar las partes importantes?

 

Conocía lo suficiente como para saber que a la profa no le gustaban las interrupciones, así que permanecí callada. Observé el cadáver, aquello que brillaba en su muñeca llamaba mucho la atención pero mi sentido de la supervivencia me decía que no debía acercarme y, menos, tocarlo. Me di cuenta que mi chubasquero amarillo resaltaba demasiado entre aquellas personas que vestían de forma tan sobria. A mí no me quedaba bien el negro, así que sonreí y me sacudí un poco las gotas de agua que aún perduraban en él.

 

Juro que me propuse ser muda delante de Juve, más cuando ella había sido tan seca, presentándose como una Malfoy. Pero es que no pude evitarlo. En cuanto vi el paquetito con mi nombre en rúnico (menos mal que aprendí a leer el Silabario), me arrodillé en el suelo y lo tomé, con curiosidad.

 

-- ¿Es un regalo? ¿Qué es? ¿Qué es? -- En aquel momento ya no recordaba al muerto ni nada negativo; estaba desenvolviendo aquel bulto con la ansia de un niño pequeño. Cuando vi el interior, me quedé como lerda intentando descifrar el significado. -- ¿Esto que es? -- exclamé, con cara de no entender nada.

 

Abrir los ojos como platos... No hacía falta que nos lo pidiera, yo ya los tenía abiertos así mientras observaba el interior de mi regalo. Y yo que esperaba un pañuelo, o un cupcake o... Alguien debiera enseñarle a la Malfoy los regalos que se pueden ofrecer en las clases para romper el hielo con los alumnos.

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Tener que tomar clases para certificar que sabía como defenderse de las artes oscuras le parecía poco más que ridículo. Había llegado pronto al ateneo y no precisamente porque quisiera empezar cuanto antes, si no para evitar el mal tiempo que se auguraba para aquel día, algo que desde luego no había conseguido. La tormenta se había desencadenado casi al momento de poner un pie fuera del castillo de su familia y si ya parecía que iba a llover durante toda la jornada, durante aquella media hora de camino fue infinitamente peor.

Fuera como fuere no evitó la lluvia así que su humor no sería precisamente el mejor durante el día. Al meno iba preparada: vestía unas botas de agua negras que le llegaban hasta la rodilla y que cubrían parte del pantalón gris cuya cinturilla se ajustaba sobre una blusa blanca con abotonado oscuro y manga larga. A diferencia de lo que solía llevar había decidido ponerse una gabardina impermeable para protegerse del agua, de color negro y no tan larga como las capas de viaje que usaba normalmente.

Las lecciones al parecer no tendrían lugar en ninguna de las aulas del ateneo. No sabía exactamente donde se impartirían pero la cuestión era que sin comerlo ni beberlo se encontraba en algún lugar, -que suponía que estaba en Londres-, frente a un cadáver y con gente a la que no conocía. Al menos no a toda, puesto que con la mujer que tenía al lado sí que había compartido más de dos ratos tanto fuera como dentro del ámbito académico.

Como siempre sus pintas eran excéntricas, algo a lo que Mónica ya se había acostumbrado gracias a sus otros encuentros. Sabía que a lo largo del encuentro la pondría nerviosa, quizás por aquella energía desbordante que tenía si podía llamarlo de alguna manera, pero prefirió no pensar en ello y saludarla cordialmente. Sin embargo antes de poder separar los labios alguien la interrumpió, haciendo que se girara sobre sus propios talones y que, casi de forma inmediata, tuviera que fruncir el ceño y los labios de forma incrédula.

Que gracioso, como si necesitara presentación. La de cabello rojo miró a la que suponía su colega como si en realidad no la conociera: habían compartido interminables momentos, con y sin máscaras, así que aquella presentación le había resultado algo más que forzada y sobreactuada. Encogió los hombros y miró de reojo a Sagitas, esperando alguna salida extraña de las suyas, pero a diferencia de lo que esperaba se mantuvo en silencio al igual que ella misma.

- Así que vamos a jugar un poco a los detectives – Mónica también había cogido la caja a pesar de no tener ni la más remota idea de lo que ponía en ella, únicamente guiada por lo que había hecho la que durante las próximas horas o días, si se alargaba más de lo que deseaba, sería su compañera. Dejó que la otra hablara y luego continuó-. ¿Qué se supone que deberíamos encontrar dentro de esto? - no lo había abierto pero lo movió un poco cerca de su oído para ver a que sonaba-, ya que tenemos que abrir tan bien los ojos no me gustaría encontrarme nada desagradable dentro.

Intentó echarle el ojo al interior de la caja de su compañera pero no consiguió ver absolutamente nada.

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Había dejado muchos pendientes sin resolver cuando se dispuso a seguir al patronus que la había visitado; desde su regreso a Londres lo único que se dedicó a hacer fue trámites, en el Ministerio probablemente ya estaban cansados de verla todo el tiempo y aún más ahora que había conseguido un empleo en él; Candela se mostró reacia, en un principio, a acompañar al resplandeciente lobo, pero su curiosidad pudo más que su incredulidad y decidió hacerlo.

 

El animal se giraba a vigilarla para cerciorarse de que la bruja la estuviese siguiendo, no parecía confiar en ella y era mutuo el sentimiento. La Triviani sólo conocía un lobo, que era de carne y hueso, y era de su propiedad, se sabía desconfiar de los objetos o seres incorpóreos; comprendía el poder que tenía un encantamiento Patronus y lo efectivo y útil que llegaba a ser en determinadas ocasiones, pero no por ello se fiaba mucho más.

 

El mensaje era claro, sus clases de Transformaciones darían inicio una vez más dentro del Ateneo, lo que se le antojó bastante aburrido considerando la última que tuvo, también dentro del mismo lugar. Candela dejó escapar un suspiro de resignación, no podía practicar dicho conocimiento en público ya que sería considerado un acto ilegal, ¿cierto? De modo que no le quedó más alternativa que seguir las "leyes" de las que era bastante conocedora; eso sí, las conocía, pero muchas veces no las practicaba.

 

La gitana se apareció cerca del lugar de encuentro y se encontró con un aguacero de esos que te mojan hasta los calzones en menos de un segundo, por lo que se obligó a hacer de su varita un paraguas. Era claro que no estaba para nada preparada para un torrencial de esa magnitud, así que su impecable vestido quedó hecho un trapo mojado; con su cabello no tenía más remedio que conformarse, debería estar acostumbrada a esas alturas a llevarlo como un nido de hipogrifos, pero no pudo evitar sentir cierta frustración por su desprolija apariencia.

 

— Yo que intentaba dejar atrás esa imagen... —se quejó para sí.

 

Así que se encogió de hombros e ingresó al aula donde la esperaban, determinada a no importarle más nada. ¿Y qué si la criticaban por su apariencia desordenada? Muchos años había vivido bajo esa luz, porque para ella definitivamente era todo menos sombra. ¿Y qué si volvían a llamarla "gitana"? Igualmente ya lo hacían.

 

— Llego tarde, lo sé... olvidé leer la parte de la nota en la que advertía del mal tiempo. —usó su varita para secar su ropa y sus botas, acomodó su rebelde melena castaña y se paró como un potus, con la vista fija en el profesor.

 

Era la primera vez que lo veía, y ella se jactaba de conocer a todo Londres aunque sea de pasada, pero le resultaba completamente extraño aquel mago.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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─ Jugaremos al gato y al ratón ─ respondió lacónicamente. El tener un cadáver delante de sus ojos, no le movía un solo pelo y mucho menos le inquietaba la idea de tener que analizarlo de ser preciso ─ La caja es parte de todo esto, digamos que es una pequeña ayuda que les proporcionare. Dentro encontraran runas, pergaminos en diversas lenguas, piedras de varios tamaños y lo más importante un kit de defensa contra las artes oscuras ─ agregó dando un pequeño respingo ─ ¿Cómo saber si la causa de la muerte fue natural o provocada por el uso de magia oscura? ─ golpeando su barbilla rebuscaba en sus pensamientos, tal y como si se hubiera metido en una caja vieja abandonaba en un ático. El color de la piel, moretones, derrames oculares, hematomas de diversos tamaños o solo el simple hecho de que estaba tan tieso como una tabla.

 

Jugar con las posibilidades eran lo fascinante, colocar el dedo en la llaga sin esperar que la presión provocará más daño del necesario. Sagitas miraba todo como si se tratará de una pesadilla maquinada por un experto en efectos especiales, mientras que Mónica no mostraba un solo ápice de sorpresa en su rostro ─ El ministerio es un campo infinito de posibilidades, porque no decir que el culpable o los culpables están escondidos en alguno de los departamentos o mejor aún, ya se han deshecho del arma homicida ─ no le agradaba la idea de emplear términos muggles, tal y como lo hacían los forenses a la hora de dictaminar la causa de muerte, la hora y todo esos detalles que resultaban ser engorroso y muchas veces liaban más la cosa. la sangre cerca del cuerpo estaba seca, asemejándose a un manchón de pintura provocado por la caída de una brocha al suelo.

 

─ ¿Qué piensan que pudo haberlo matado? ─ inquirió mirando al par de féminas. Su cabeza era un mar bravío que se negaba a ser dominado por la razón, imaginar que otro cuerpo podía aparecer dentro de Londres, no daba cabida para llamar a una horda de empleados del MM que realizaran pesquisas a diestra y siniestra. Un par de marcas llamaron su atención, desatándose una nueva interrogante que parecía enturbiar la situación ─ Sagitas, ¿Qué piensas al respecto? ─ no pudo contener por más tiempo esa pregunta entornando sus ojos hacia Mónica ─ ¿Y tú qué piensas que le sucedió a este pobre infeliz? ─ chasqueando su lengua comenzó a dibujar un pequeño mapa que representaba la escena del crimen. El objeto que le arranco la vida no figuraba por ningún lado, solo un puñado de piel desgarrada pendía del abdomen del sujeto, sangre y más sangre acompañada por un olor demasiado peculiar.

 

─ Antes de asesinarlo lo torturaron, pero no de la forma convencional ─ indicó notando una mueca torcida en los labios del hombre. Conocía lo que la provocaba, aunque no estaba del todo segura de que una maldición imperdonable, tuviera que ver con dicho gesto. Cortes profundos de lo que parecía ser una daga se extendían por todo su antebrazo izquierdo, defendiéndose cerca de la parte de la muñeca, si había sido imperiado para provocarse dichas heridas, no quedaba duda que antes de sacarlo del mundo de los vivos se defendió de un avada o al menos lo había intentado.

 

 

@@Monica Malfoy Haughton, @

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Tan tranquilo estaba yo en clase cuando oí dos cosas: pasos que conocía y un silbido que los acompañaba. Cuando Sagitas me preguntó si daría yo la clase negué con la cabeza, sorprendido. A que vendría su pregunta? Entonces algo en mi mente decidió encenderse al día anterior, cuando la nota de los directores del ateneo me hizo saber que transformaciones compartiría espacio con defensa contra las artes oscuras.

 

Y en apenas un suspiro, el chubasquero amarillo que vestía a Sagitas salió disparado al igual que yo habia hecho en la Potter Black minutos atrás, lo cual me sacó una carcajada, ya que siempre me criticaba por las prisas.

 

Volví a estar solo, aunque no duró demasiado. Una joven empapada entró, pronunciando una disculpa por la tardanza, aunqeu parecía algo malhumorada mientras usaba la varita para eliminar la humedad de su vestido y el pelo. Sonreí a la joven y le ofrecí asiento, pues había de sobra para elegir.

 

- No te preocupes @@Candela Triviani Si el tiempo hubiera acompañado daríamos la clase en el exterior, pero aquí tampoco se está tan mal. - bromeé. No la conocía, como si me había pasado con otros alumnos, pero debía decir qeu tampoco era tan raro, ya que no era demasiado bueno con la relaciones sociales.

 

- Bien, en esta materia trataremos la transformación, la capacidad de hacer que un objeto cambie a otro, ya sea transformando su exterior como todo él, llevando a los objetos a simular seres vivos e incluso transformar a los propios humanos. Desde que cogemos la varita aprendemos un hechizo básico en esta materia, aunque debo decir que hay otros hechizos específicos que nos darán resultados variados en función de su uso.

 

Volví a sentarme sobre el tablero de la mesa, quedando ante la joven.

- Aunqeu antes, hay una serie de principios básicos que rigen los límites de la transformación. Podría enumerar la leyes de Gamp?

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Le hablaba como si la conociera de toda la vida, o apenas un poco menos. A lo que la ojigris correspondió con el ceño ligeramente fruncido, no le que éste supiese su nombre y ella no tener la más remota idea de quién era. Lo único que conocía de él era el hecho de ser docente de la clase de Transformaciones, nada más... nada menos. Por lo que mostró cierto desagrado por su presencia.

 

— Un Morphos es un buen ejemplo, ¿no? —comentó cuando escuchó la definición de dicho conocimiento.

 

Fue cuando Candela mostró cierto interés en lo que su profesor decía, pues parecía saber de lo que estaba hablando. De modo que se sentó por fin, porque ignoró la invitación que le hizo en un principio por la incomodidad de su propia naturaleza, y aguzó los oídos a la clase que recibiría.

 

— Claro que el Morphos no funciona en seres vivos, tiene que ser un objeto inanimado... sin vida. Pero me figuro que por ahí viene la cosa.

 

Y en ese momento trató de recordar las famosas leyes que el mago le había pedido. Las Leyes de Gamp eran conocidas por todos los magos y brujas del mundo mágico, pero a la Triviani a veces se las mezclaban.

 

Las Leyes de Gamp son cinco, —comenzó— hablan de la comida, el amor, la vida, el dinero y la sabiduría... o información. —se presionó la sien con el dedo índice, como si fuese a recordar más con ese gesto— En resumen, nada se crea de la nada, se puede modificar, cambiar, etc. Pero, por ejemplo y es el más conocido, la comida no sale de la nada, no puedes crear comida con la varita. Puedes cocinar con magia, aumentar la cantidad de ella, pero... —sonrió por el pensamiento que tenía— es imposible crear comida... por arte de magia, propiamente dicho.

 

Durante el tiempo que había vivido entre muggles en Alemania, aprendió muchas de las frases que ellos practicaban. Fue así que recordó lo que predicaban algunos religiosos.

 

— Yo creo que hay cierto muggle del que hablan algunos que, a mi parecer, no fue tan muggle si pudo multiplicar panes y pescados...

 

@@Matt Blackner

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Jugar a detectives...

 

Esa frase de Mónica me hizo sonreír, casi tanto como si aquella situación se hubiera convertido en un chiste. Seguro que era una broma de la profa, una travesura, una...

 

Pero las palabras de Juve me convencieron de que no era así. Dijo claramente "jugar al ratón y al gato" y esa expresión no me gustó nada.

 

-- ¿Y quién es el gato y quién el ratón aquí? -- murmuré por lo bajini, dejando de mirar al cadáver porque me incomodaba. Volví la atención hacia el paquete de regalo que nos había dejado para cada una. A medida que Juve decía el contenido, yo iba sacando lo que era: pergaminos, piedras, runas... Negué con la cabeza, ni una maldita miga de pan, o media galleta roída. Sólo material de estudio. -- Puffa...

 

Vale, mejor que me dedicara a la clase puesto que la profa estaba haciendo preguntas mientras yo rascaba en busca de una gominola o un chiclet usado o algo con lo que paliar el hambre que tenía.

 

-- Saber si la causa fue natural o causada por magia... No tendremos que hacerle la autopsia, ¿verdad? -- pregunté, recordando las clases de Habilidad de Nigromancia que tan mal sabor de boca me había dejado. Instintivamente, me pasé la mano por ella, como si limpiara algún resto de algo agrio. -- ¿Qué quieres decir con eso de que los culpables podrían estar en el Ministerio, en los departamentos?

 

Miré de reojo a Mónica y después volví la mirada a Juve, intentando comprender lo que decía. Yo, a veces, soy algo lenta.

 

-- ¿Crees que pudo ser que algún funcionario ministerial esté implicado? ¿Por qué? ¿Has encontrado alguna chapita departamental? -- e instintivamente, busqué mi carnet de Directora de Internacional y soplé con alivio al encontrarla. Sólo faltaba que mi despiste habitual me hiciera perder algo que pudiera implicarme en aquel asesinato.

 

¿Qué pudo haberle matado? Hum... Juve me preguntó que pensaba al respecto. Me paré a pensar y ni tiempo me dio de hacerlo que ya le hacía la misma pregunta a mi compañera de clase.

 

-- ¿Torturado?

 

Me estremecí, no tanto por lo que pudo sufrir el hombre antes de su muerte sino porque aquellas palabras me habían traído, durante una milésima de fracción de segundo, un dolor intenso y un recuerdo de haber sufrido algo parecido y desear la muerte como una liberación. Di un paso atrás, me puse la mano en el pecho y solté aire poco a poco. Creo que había lividez en mi rostro pero no podía dejar de mirar la herida que Juve había señalado. Me estremecí de nuevo y me forcé a mirar a la profesora.

 

-- Veamos... ¿No hay un hechizo que indique el uso de Magia? Algo así como el Homenun Revelio pero para la Magia Negra porque... Yo sólo veo que fue asesinado por arma blanca pero no sé si fue usando la magia o no... No soy detective, tengo imaginación para crear mil escenarios posibles pero todos más inverosímiles y... no veo ningún indicio que me ayude a pensar con lógica.

 

Dejé el muerto a mi espalda y miré aquello que nos había dejado Juve. ¿Las runas ayudarían a descubrir el uso de la magia oscura? Iba bastante perdida.

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No me pasó desapercibido el gesto de @@Candela Triviani pues reflejaba cierta molestia, una leve incomodidad. Tardó un instante, pero la bombilla se encendió, seguido de la voz de Sagitas regañándome por mi falta de tacto. Como no caer en aquel dato tan sencillo? como profesor, conocía el nombre de mi alumna al haber visto las listas de alumnado para los cursos de enero, mientras qeu, al no conocernos del exterior, ella seguía desconociendo mi identidad.

 

Sintiendo qeu me ruborizaba ligeramente ante mi despiste, agregué:

- Por cierto, soy Matt Blackner

 

Al menos, al comenzar a hablar para introducir la materia una chispa de interés surgió en sus ojos, lo cual me agrado, ya que no siempre se tenía en cuenta al poder utilizarse un morphos para casi todo.

- Llevas razón. Precisamente me refería al Morphos un hechizo común qeu manejamos casi desde que nos dan nuestra primera varita y que puede aplicarse al primer nivel de la transformación. Aunque como verás, se puede ir más allá con los hechizos adecuados.

 

Tras preguntar por las Leyes de Gamp, esperé. No me era desconocido el hecho de tener alumnos que no hubieran oido hablar de los cinco enunciados, o que en su defecto, tal vez por los nervios del momento o por timidez, tendían a olvidar los principios. Al menos, eso no parecía suceder con Candela.

 

- Efectivamente. Las cinco leyes establecen normas para la transformación. Mira esto - de mi mochila saqué una piedra redondeada, de color gris claro. Tras apuntarle con la varita, esta se transformó en una manzana roja, brillante, como recién cogida del árbol, justo antes de ponerla en manos de la chica. - Si no me hubieras visto usar la varita y te la diese, pensarías que es una manzana real. Su color, el olor, tacto...sería real a tus ojo hasta que trataras de morderla. Entonces descubrirías que no deja de ser una piedra. Podemos imitar la comida, pero no sacarla de la nada. En cuanto al amor, pasa algo parecido. Tenemos filtros y pociones mediante los cuales creamos una falsa sensación de amor, engañando al cerebro, pero estos efectos desaparecen al acabar el efecto de la bebida. Para prolongar sus efectos lo único que se podría hacer es suministrar una dosis constante, pero nunca sería un amor real. Por parte del dinero, se puede recrear, como sucede con el oro Leprechaun, pero desaparecería a las pocas horas, mientras que la sabiduría es algo qeu debemos adquirir mediante la propia práctica y la experiencia. Y en cuanto a los muertos...es mejor dejarlos descansar.

 

Escuché con curiosidad el apunte de la joven, pues se refería a un muggle qeu duplicaba comida y bebida en la antigüedad. En seguida asentí, pues eran historias que yo también había escuchado.

- Bueno, tal vez no fuera un muggle corriente, a lo mejor en aquella época no tuvo a ningún mago cercano que pudiera ayudarle a desarrollar sus habilidades mágicas.

 

Dejé de nuevo la varita sobre la mesa para continuar con mi explicación:

- Bien, existen tres niveles de transformación, que aumentan en dificultad de uno a otro: el primero, que versa sobre la transformación de los objetos en otros, bastante sencillo aunqeu tambien encarna sus trucos. El segundo, que hace a los objetos transformarse con seres vivos y viceversa. Y por último, el tercer nivel, aquel que nos lleva a manejar la transformación en los propios humanos y, sobre todo, el más peligroso de todos

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