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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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El par de velas encendidas en la habitación era en ese momento toda la luz que tenía Black para contemplar a la bruja que tenía a su lado, disfrutando de ella, y acariciándola con ternura y deseo. Cuando Tauro habló, no pudo hacer nada más que centrarse en ella y detenerse. Las palabras de la bruja salían lentamente y no estaba seguro en dónde terminarían. En efecto, conocía su pasado, su más lejano pasado, en la Academia, y todo el tiempo que vino después, cuando ambos se encontraron en las filas de la Marca Tenebrosa. ¿Cómo olvidar aquello?

 

Pero Tauro iba más allá de todo aquello, por eso el galés empezó a maquinar todo tipo de pensamientos confusos. Acaso… Acaso creía que… No, no podía ser cierto.

 

«Voy a unirme a la Orden del Fénix» soltó entonces la bruja de cabellos celestes.

 

—¿C-cómo? —inquirió entonces Black, sin ser del todo claro en aquella simple palabra que intentaba ser una pregunta—. La Orden del Fénix… —susurró apenas, y ni siquiera él se habría escuchado.

 

La mirada de Tauro se clavó en él y los ojos grises de Martín se mantuvieron fijos en ella, como intentando comprender algo más allá de las simples palabras que acababa de escuchar.

 

Cuando el mago volvió en sí se percató que había estado resbalándose de la cama y casi se cae hacia atrás, con su cuerpo girando. Se reincorporó y en su semblante había una expresión difícil de describir, entre una sonrisa y al mismo tiempo expresión de duda.

 

—Tauro… ¿estás segura de lo que me dices? —volvió a insistir entonces.

 

Claramente no parecía que ella estuviera haciéndole una broma, con lo cual, no sabía qué responder exactamente. Máxime cuando él mismo tenía también algo “secreto” que no le había dicho a ella por… ¿miedo a no poder acercarse a ella?

 

—Creo… creo que entiendo lo que tratas de decirme —respondió al fin, siguiéndole el hilo—. Pienso… pienso que has hecho muy bien en contármelo —continuó—. Porque… tarde o temprano, pienso tomar la misma decisión. —Cuando volvió a ver a Tauro en el parque de la Universidad tal vez no lo había considerado, pero una vez llegados al castillo, la incertidumbre del futuro apareció durante un instante.

 

Ahora fue él quien dubitativo, movió los labios lentamente.

 

—Entre los viajes que he realizado y lo que he conocido de mi pasado… creo que es la mejor decisión que puedo tomar en estos momentos, Tauro. La Orden del Fénix también será mi destino. —Su familia materna, la historia, los episodios en Francia, sus charlas con Amicia… y ahora Taurogirl—. Y si mantenía alguna duda de dar este paso, ahora creo que las has disipado a todas.

 

Esta vez sonrió pero sin la combinación de las dudas que lo acechaban, ya que las dudas parecieron irse evaporando poco a poco. Volvió a aproximarse a la bruja y probó sus labios.

 

—¿Pensabas que ibas a deshacerte de mí fácilmente? —Bromeó y volvió a sonreír.

 

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#7 Fontaine PP ~ #6 de Rune MM ~ #1 Ragnarsson KK

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

- ¿Debería haber ido por ti?- cuestioné tras enarcar la misma ceja que el muchacho, a quién apunte mientras desviaba la mirada de sus ojos hacia Maida- ¿debería haber ido por él?...

 

El joven Black Triviani pasó por mi costado para saludar a mi prima quien se había autodenominado como su madrina, sin embargo tampoco sería algo que apelaría, pues la bruja era especial para mí, éramos como hermanos. Me crucé de brazos con parsimonia y esbocé una ligera sonrisa escondida a la vista de los presentes, mientras mis gélidos grises reflejaban el pasillo tenuemente iluminado por viejos candelabros de pared.

 

>>¿Podríamos tomar un café?<<

 

-Hay dos personas más en el castillo amo Black...- respondió el elfo inmediatamente después de la propuesta de Matthew.

 

- Ya lo mencionaste, el hijo de Alys...- sostuve.

 

-No no... la verdad no sabría decirle lo que vieron mis ojos amo Black...- la criatura se estremeció, sin saber si era por la interrupción a mis palabras o como el decía, por lo que había presenciado.

 

-No querrás que arranque tus recuerdos con mi varita ¿verdad?- amenacé al elfo, con el rostro parco y una mirada de indiferencia, cuestión por lo cual le comenzó a temblar un brazo. Me hinqué de cuclillas y le llamé con dos dedos de mi diestra- vamos ven, no quieres que te lo pida dos veces...- dictaminé algo más severo, indicándole que me susurrase al oído lo que debía contarme. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le tomé con fuerza por el delgado cuello y fui yo quien le habló a su larguirucha oreja- ¡¿Cómo te atreves a evitar contarme lo que pasa en éste castillo?! ...- me puse de pie y rasgué al frente con varita en mano para darle una bofetada de un latigazo.

 

-La antecesora de madame Gaunt, señor. Tauro está en el castillo... con el hijo de un Black tachado del árbol...- soltó mientras sobaba su mejilla.

 

- El que es tachado del árbol deja de ser un Black...- sostuve con determinación y enseñanza mientras me volteaba hacia Maida y mi hijo- mátalo Matthew, y deshazte de él con un evanesco o no sé, con lo que se te ocurra. Dáselo de comer a los perros si quieres...¿tenemos perros?- pregunté al elfo mientras palpaba su cabeza en son de despedida, comenzando a caminar hacia uno de los salones de aquél piso- creo que un café me hará bien de momento, les esperaré en la sala de estar, allí junto a la ventana de fondo...

 

Dicho tal, me encaminé hasta la última estancia, una habitación iluminada por una hermosa lámpara de cristal en medio, paredes de un tapiz gris y madera negra con una chimenea que se extendía por lo largo de una torre a la que se accedía por el nivel superior, el mismo cañón rocoso era el pilar de una escalera de caracol para llegar hasta la salita de astronomía, donde no solía ir muy a menudo. Un cuadro vacío pero con una placa bajo el mismo que rezaba Luna Farien Black, era la única decoración de las paredes. Un largo sillón de cuatro cuerpos y dos sitiales. En una estantería de fina madera se encontraban las tazas, teteras y cafeteras, junto a algunas botellas de alcohol a medio terminar.

 

-A falta de elfos, buena la educación de Orión y Gatiux...- comenté de espaldas a quién cruzara primero el umbral, bastando un movimiento de varita para que el menaje cobrara vida y las cosas se hicieran por sí solas, mientras tanto sacaba un vaso de medio cuerpo para luego servir un poco de bourbon en él con la varita sujeta entre mis dientes, la quité y bebí de una vez el contenido y pregunté sin mayor sentido- ¿porqué una Malfoy se dignaría a entrar en terrenos de los Black?...

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Habia entrado a los terrenos y al Castillo sin ningún tipo de permiso, tenia mucho tiempo sin saber de su padre y su hermano. Realmente no era muy agraciada con las visitas y tampoco era un sentimiento tan presente en su vida como lo hubiera deseado en otra ocasión. ¿Tenia ganas realmente de pasar por ahí o solo era mero compromiso? Oriánthi tenia una chaqueta de cuero bien firme a su curvilínea figura, unos jeans azules oscuros con unos cuantos detalles gastados que le daban un poco de "onda" a su vestir, y unas botas de caña corta que cubrían su tobillo, con una tira de tachas pequeñas decorativas que le daban un poco de brillo al calzado.

 

Empujo la pesada puerta de entrada y uno de los elfos le quiso hablar, saco la surda de su bolsillo y solo enseño su palma, no tenia ganas de gastar salivas con las criaturas que se dedicaban a la servidumbre del castillo, movió su cabeza hacia la derecha de tal forma que los mechones de su corte carré blanco, se acomodaran tras su oreja, dejando al descubierto su palido y frió rostro.

 

En la sala de estar se encontraba su progenitor, aquel quien la cuido y acogió bajo su ala desde que era una neófita en el mundo. Podría decirse que se consideraba la hija consentida, la única hija a decir verdad. Saco su varita y la movió desde abajo hacia arriba, absorbiendo el ataque automático de su padre hacia ella; la postura defensiva que tenia mientras sus ojos grises estaban perdidos en el cuadro de Luna Farien Black, le dieron indicio de que su instinto asesino actuaria por quien atravesara el velo bajo la tenue luz.

 

Hola, Aaron. soltó mientras se acercaba a él guardando su varita en la manga de su chaqueta, sus zapatos sonaban en un eco profundo y observo que se encontraba bebiendo whisky. Tomo uno de los vasos de la mesa y sirvió una medida de dos dedos, seco, y se lo embullo, soltando el vaso luego sobre la mesa con un golpe seco.

 

Te extrañé, no te mentiré besó su mejilla mientras se paraba con las piernas un poco extendidas, dándole mayor porte a la izquierda, como si intentase demostrarse tierna, se giró y se dirigió hacia el sofá para dejarse caer sobre el. ¿Vienes? cruzo sus piernas delicadamente extendiendo ambos brazos como si estuvieran por iniciar una negociación.

 

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Camina medio arrastrando los pies sobre el camino de piedra que lleva hacia la colina en dónde se levanta el castillo de la familia Black. Durante los últimos meses sus acciones se han visto obligados a actuar de manera reaccionaria, apagando el fuego que el Ministro iba dejando a su paso usando la protección que la institución ministerial le proveía. Pero eso no era todo, están seguros -la Orden del Fénix- de la pertenencia del ministro a las filas de la Marca Tenebrosa. Luego de tanto caos tienen un momento en el que pueden actuar antes de que tengan que -de nuevo- apagar el fuego de los Black.

 

Pero hay más cosas sobre la mesa. El asunto es mucho más personal que antes -si es que cabe estando el mundo como está- y es que Kaori sospecha que el ministro asesinó personalmente a Aries. Si antes no había una guerra declarada ahora la hay, si antes se mantuvieron cautelosos ahora ya no. Para cuando Hobb abre el portón que da al pasillo el sol está oculto por completo.

 

Usando su magia paladín invoca un Thunder Clone. Sus clones de energía pura tienen como único objetivo repeler y atacar a las criaturas que -se dice- protegen el ingreso a aquel castillo. Se detiene. Mientras observa a sus clones flanquear el camino levanta la varita y pronuncia un hechizo que está siendo demasiado común los últimos meses.

 

Expecto Patronum

 

Al principio son únicamente filamentos de luz amorfos que deambulan por el aire. Al hechizo le toma poco más de un segundo organizar el caos hasta que esas hebras de luz forman varios patronus corporeos con la apariencia de un tigre.

 

—Castillo Black, es hora de que Aaron pague por sus crímenes

 

Y con una señal de la varita mágica todos los tigres se alejan viajando tan rápido como la luz puede hacerlo.

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Hacía mil años que no visitaba la Mansión Black y lo cierto es que las circunstancias actuales eran muy distintas de las de aquella última vez. La vida da muchas vueltas y la de Mackenzie últimamente había sido como una peonza.

 

Recordó, no sin una pizca de melancolía, los tiempos en que traía a Derek para visitar a su padrino, Glenin Black, o las muchas veces que había visitado la mansión para picar a Fernando Black, mostrándole la última baratija adquirida por los Malfoy o cualquier otra cosa que pusiera los dientes largos a los presumidos Black. Y, por supuesto, recordaba también las muchas veces que había defendido aquella mansión de las redadas de los aurores, como se solía llamar por entonces a los miembros de la Orden del Fénix. Ahora, la situación era tan radicalmente diferente, que ella se contaba entre los miembros de ese bando y sus intenciones no eran visitar al padrino de sus hijos ni picar al más picajoso de los Black, sino acudir al llamado de su líder de bando. El tigre de bengala de Hobbamock Graves había sido claro: Castillo Black, es hora de que Aaron pague por sus crímenes.

 

Mackenzie entró en la Mansión Black, acudiendo al llamado de Hobb. Hammer of Justice se materializó en su mano y la bruja apoyó el poderoso martillo de los paladines en el suelo, expulsando su propia energía, a través del matillo, hacia la tierra. La primera de sus ondas expansivas provocaría un terremoto en un radio de 20 metros, que aturdiría instantáneamente a cualquier criatura o ser que se encontrara en su radio de alcance.

Observó las pequeñas brechas entre las placas tectónicas y acudió junto a Hobb.

 

—Hora de que pague por sus crímenes, sí señor —Saludó Mackenzie, respondiendo al mensaje de Hobb.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Madeleine Moody ~

 

«Castillo Black, es hora de que Aaron pague por sus crímenes».

 

Las palabras de Hobbamock todavía resuenan en sus oídos, mientras con velocidad y agilidad sobrehumanas Madeleine atraviesa el sendero del bosque que conduce al castillo de la familia Black. Con su capa de viaje negra, se camufla en las sombras nocturnas; con la capucha, oculta su rostro, aunque a esas alturas su pertenencia a la Orden del Fénix no es algo que oculte. A esas alturas ¿todavía importa? Ya no tiene caso... y no tiene sentido seguirse escondiendo. Es necesario dar la cara, pues debe demostrar que la Orden del Fénix está activa y, por sobre todo actualmente, están tras la cabeza de Aaron Yaxley.

 

En unos instantes, alcanza a sus compañeros en los jardines del castillo. Hay criaturas sueltas, pero sus compañeros paladines Hobbamock y Mackenzie se encargan de ellas. Madeleine no duda ni un segundo en ayudarlos.

 

Se detiene para concentrarse y cierra los ojos. A su alrededor, las sombras comienzan a materializarse en un trío de feroces lobos negros. Su pelaje es negro y grueso, interrumpido por una línea de pelos plateados que atraviesan sus costados, desde la cola hasta los hombros. En la oscuridad de la noche, relucen sus ojos amarillentos y con la orden de Madeleine se lanzan contra las criaturas todavía sueltas.

 

—¿Ya rastrearon a Yaxley? —espeta Madeleine, observando a sus dos compañeros.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Lukya Volkov

 

Lukya al ser de los nuevos miembros de la Orden del Fénix, no está muy acostumbrado al tipo de comunicación con la que cuentan sus compañeros de bando, es más desconoce la forma de los patronus de cada uno de sus compañeros, por lo que al ver un tigre formarse frente a él dudo mucho de la veracidad del mensaje que le acompañaba. Aun así, nadie más sabía de su unión a aquellas filas, por lo que decidió tras pensarlo varios minutos acudir a aquel llamado.

 

Aparecerse por los límites del Castillo Black fue toda una odisea, ya que nunca había estado en aquel lugar, así que primero apareció en las calles de Ottery y mediante a una exhaustiva discriminación de viviendas opto por dirigirse a la que parecía más acuerdo a la casa del Primer Ministro Inglés. Si no fuera que él estuviera acostumbrado a esos lujos, aquel lugar (Castillo Black) lo hubiese dejado boquiabierto por la inmensidad del terreno, lo que más le llamaba la atención era aquel inmenso lago que rodeaba el castillo, deseaba investigarlo, pero antes de llegar hasta ahí, primero debía caminar por un largo camino de piedra mientras cruzaba un gran bosque.

 

Metros más adelante miro a un par de sus compañeros. Se mantuvo en silencio al alcanzarlos, su varita se encontraba empuñada en su mano izquierda dentro de la manga de su saco negro. Se aclaró la garganta para que se dieran cuenta que ahí estaba, pero no hizo ningún sonido aparte, ya tendría tiempo de hablar con aquel grupo de gente tan diversa.

 

Su cabello en aquel instante era naranja y muy fino, sus ojos eran de color miel, completamente diferente al aspecto real con el que luce en un día común de hecho pudiera ser que ni sus compañeros de bando se dieran cuenta de quién era la persona que les acompañaba a sus espaldas.

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Kaori M.

Desde hace varios días que la pelinegra tenía metida esa idea en la cabeza, después de que finalmente consiguiera sacarle toda la información a Fabiano, el elfo de su difunto esposo Aries, el apellido Black salió a relucir. Desde ese momento tenía una mezcla de sentimientos encontrados pues quería saber lo que sucedió y al mismo tiempo tenía temor de confirmar las sospechas que tenía.

Se sentía inquieta, esa noche habían planeado una incursión en la morada de la familia Black y sabía que en cualquier momento un patronus llegaría para avisarle que era el momento y así fue. Un hermoso e imponente tigre irrumpió en la habitación iluminando con su cálida luz cada uno de los rincones. En la cuna Sammael se movió inquieto, más no se despertó, la mirada de la mujer se clavó en aquel dulce rostro y era precisamente por él que debía intentar obtener respuestas, en un futuro le preguntaría que sucedió con su padre y ella deseaba poder responderle.

Lo arropó y cuando Fabiano apareció en la habitación, desapareció rumbo a la Black. La noche cada vez se iba poniendo más obscura y sabía, por algunas investigaciones, que en los terrenos había criaturas peligrosas, así que sin más invocó algunas criaturas de sombras para que la protegieran mientras avanzaba hacia la entrada para reunirse con sus otros compañeros. Unas hermosas anacondas se distribuyeron por todo el lugar, aunque poco o nada tenían para hacer pues al igual que ella Hobb, Ellie y Mackenzie, habían hecho gala de sus poderes.

—Siento la demora… —Dijo al llegar a donde se encontraban —Bueno… veamos si podemos encontrar algo —Añadió.

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Hacía demasiado tiempo desde que había puesto sus pies en la Mansión de los Black. La pelirroja se había mordido el labio al escuchar las palabras del tigre de bengala “Castillo Black, es hora de que Aaron pague por sus crímenes”. Para la Potter Black era un doble cosquilleo en su mente, el Black había sido su empleado y compañero de bando pero ahora…

 

Cuando llegó a la mansión Black terminaba de temblar en el lugar y sus compañeros habían hecho que las criaturas del lugar no se pudieran mantener más en pie y lobos negros se habían materializado en el jardín. Ella simplemente había aparecido en las afueras de la mansión con un vestido negro y botas altas, y utilizando el phanton había llegado junto a sus compañeros Edelweiss en mano, con sus cabellos recogidos en una coleta.

 

Odiaba tener que estar allí y más en ese momento en que Seba estaba de viaje, había dejado el local a cargo de sus elfos y ahora… ¿qué demonios haría ahora? Sus ojos se habían vuelto tan rojos como la sangre y tras un susurro de un umbra la sombra de la bruja se colocó a su lado, apareciendo en sus manos una daga. Los recuerdos retorcieron el estómago de la bruja, recordando que no había protegido al más joven de los patriarcas cuando tenía a su cargo esa misión.

 

En el lugar ya estaban varios de sus compañeros y ella no podía lograr de terminar de sentirse cómoda con aquella situación y no lograba entender el por qué de aquella situación. Respiró profundo y dio un paso al frente, lista para recibir las órdenes de su líder actual.

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La magia de los paladines se encarga de mantener a raya a varias de las criaturas que sirven como la primera línea de defensa del Castillo Black. En poco tiempo acuden al llamado Mackenzie, Madeleine, Kaori, Lukya y Darla. Al igual qué Mack utiliza la magia de los paladines para invocar el martillo de la justicia y apartar a cualquier otra criatura que pudiera haberse escapado de los clones de energía que estaban para protegerlos.

 

—Debe estar en el castillo, Madeleine. Debemos avanzar.

 

Con la varita en la mano camina en dirección de la puerta que da entrada al castillo. Luego de que los clones terminaran con las criaturas uno de ellos explota de manera controlada en la puerta: la tira abajo sin causar ningún tipo de daño a las personas que lo acompañan.

 

Homenun Revelio

 

Aparentemente no sucede nada. Asume que se debe a las protecciones del castillo.

 

 

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