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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Suspiró y la abrazó. Sentía su calor a su lado y trató de sonreír. Cerró los ojos por algunos segundos, repasando los acontecimientos aún con el latir entre sus piernas. Giró el rostro y acarició suavemente el de ella, acercándose para darle un beso en la frente. La habitación estaba en silencio, exceptuando la respiración de cada una y la brisa fresca que movía las cortinas de ambos ventanales.

 

- Puedo mas tarde enviar las lechuzas a quienes vayamos a invitar. - Ofreció. Esta vez quería hacer la mayor cantidad de cosas para ayudar y acompañar a Gabrielle. - Nuestros hijos por supuesto, algunos amigos, quizá a Fernando. -

 

Aunque sabía que no iba a asistir, no estaba de más ser cortés con el recuerdo de padre que tenían. Porque no era más que eso: un recuerdo. Sintió pena y arrugó el entrecejo. No quería convertirse en alguien así.

 

Acarició las curvas de su mujer muy lentamente, siguiendo con la mirada el camino de su mano hasta la cadera. Era perfecta. ¿Cómo no desearla? Por fin iba a convertirse en su esposa, luego de tantos años de amarla en silencio. Aunque la Delacour no era de tez oscura, la diferencia entre ambas era increíble, puesto que la blancura en la piel de Mahia era casi desopilante. Tamborileó con los dedos sobre la piel, absorta en sus pensamientos.

 

- También puedo ocuparme de las cosas que haya que preparar para comer, y de quien nos case. Sabés que odio usar elfos. Aunque es tu boda también, claro, deberías poder usar los tuyos si querés -

 

Se separó de su mujer lentamente, asegurándole con la mirada que todo estaba bien.

 

Sin siquiera molestarse en ponerse una bata la Black fue directo hacia la chimenea, arrojando algunos leños mientras sentía los ojos examinadores de su novia en su desnudez. Sonrió con confianza y se giró para guiñarle un ojo. Encendió el fuego con la varita y la dejó sobe la repisa arriba del hogar mientras oía el crepitar de la madera. Volvió a la cama y se acurrucó nuevamente, cubriéndolas a ambas con el edredón. Puso la cabeza en el pecho de la otra, con la vista clavada en el fuego.

 

- Quiero que sea perfecto. Que lo disfrutes. Esta vez yo me voy a ocupar de todo. De paso podríamos aprovechar para tomar las riendas de este castillo. Cada quien hace su vida, nadie aporta nada. Tienen otras familias, regresan sólo para pelear o "descansar". El renombre de nuestra casta se está perdiendo. Somos las matriarcas, vamos a dar el ejemplo - Besó el pecho de su novia y prosiguió - ¿Con quién querés que empiece? -

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Haber mencionado a su padre había logrado que levantara el rosto para verla a los ojos, frunció el ceño y recargó su cabeza en el hombro de su hermana. Muy internamente le preocupaba el hecho de que su padre tomara a mal la relación entre ellas (como se debería) por lo que prefería esquivar el tema... Así fuera el elefante en el cuarto.

 

No quiso responder nada ¿Quién era ella para quitarle las ganas de hacer algo en la boda? Soltó un suspiro y se sentó sobre la cama al verla alejarse; sus ojos miel le siguieron sin dudar y mordió su labio inferior mientras la observaba, la deseaba, desde siempre y desvió la mirada al ser descubierta.

 

Sin poder contener su deseo volvió la mirada hacia ella, se acomodó debajo del edredón y le abrazó en cuanto se acomodó sobre su pecho.

 

Si no fuera porque te conozco demasiado pensaría que me han cambiado de hermana- besó su cabeza y acarició sus cabellos mientras sonreía.— El solo hecho de saber que me caso contigo ya lo hace perfecto y por "dar el ejemplo" te refieres en verdad quedarte en casa ¿Cierto?

 

Aquellas palabras fueron fríos cuchillos que quebraron la ternura, el tono burlón y de cierta manera amenazador era más que notorio. Su mano se había detenido en la cintura de la rubia e hizo un poco de presión.

 

Sabes, pensé que tus ausencias se debían a que ibas a cazar... pero ahora que me tienes ¿Por qué p*tas desapareces? ¿Estás consciente de que estás pidiendo algo a la familia que ni tú misma puedes dar?

 

Estabilidad, presencia, una figura... nada, Gabrielle había sido lo poco constante entre los que dirigían la familia y aquello le hacía rabiar. Su pecho soltó un suspiroy trató de que la idea no quedara por mucho tiempo, el estar enojada con ella no era algo que le durara... o que le gustara.

 

Subió su mano hasta el mentón de Mahia y le hizo mirarla a los ojos. Estaría a prueba.

 

Estoy cansada de palabras vacías, de un cuarto frío, si pides eso a nuestros hijos o sobrinos tienes que estar comprometida en en verdad poner el ejemplo.

 

Pocas veces la francesa tomaba seriedad en las cosas y aún más se mostraba madura; se acercó a sus labios para besarla y le sujetó del cuello al tiempo que ponía su pierna entre las de ella, hizo un poco de presión y al despegarse le miró a los ojos desafiante.

 

No te atrevas a faltar a tu palabra o ambas nos quedamos sin comer.- movió lentamente su cadera haciendo que su pierna se moviera entre las de la rubia, jadeó de deseo al sentir su humedad y le soltó en cuanto la lujuria comenzaba tomar el control.— Entonces... Solo nuestros hijos y que quede en claro que no esperaré a nadie, bastantes años te esperé como para tener que esperar a que llegue alguno de nuestros familiares o amigos.

 

Sonrió altanera y besó su frente. Era más que cierto, no esperaría a nadie más que a quien les casaría, para la Delacour no había necesidad de tener público, tan solo tenerla a ella. Le abrazó más hacia ella y soltó un suspiro tratando de calmar su cabeza.

 

¿Estarían sus hijos? Y sobretodo ¿Sería prudente llamarles? Frunció los labios y soltó un bufido, nada le molestaba más que el tener que rogar por atención, así fueran sus mismos hijos.

 

— Sí te escuché... Quisiera que empieces con nuestra hija.

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Respiró hondo. Se lo tenía merecido. Pero ¿por qué arruinar ese momento con tales comentarios? Pensó en levantarse. Pero no ganaba nada con ofenderse. Menos aún cuando la otra parte tenía la razón. ¡Ni ella sabía por qué desaparecía! O quizá perdía la noción del tiempo, porque no siempre le parecía que fuese demasiado el que se ausentaba. No obstante, a la mujer que amaba eso le dolía. Ya no lo haría.

 

– Voy a darles el ejemplo. Y es diferente. Pese a que cada tanto la cago, vivo acá. – La mirada seria y tranquila aumentaba el impacto de sus palabras. Antes incluso de poder alzar la barrera para que las palabras no le afectaran se encontró gimiendo con la presión y mordió el labio que la besaba. La abrazó.

 

Se movió una vez más sobre ella y bajó la mano para sentir la humedad entre sus piernas, quejándose con un pequeño gruñido cuando ella la soltó. La sangre le había abandonado la cabeza para agolparse en otro sitio. Ella siempre provocaba eso.

 

Se giró sobre su costado y apoyó el codo en el colchón, dejando reposar su cabeza en la palma de la mano mientras la miraba, rodeando con su otro brazo la cintura de su mujer. Habló mientras abandonaba su posición y le besaba el cuello, ignorando el latir constante y cada vez más ruidoso de su yugular. La sentía moverse. Casi podía saborear la sangre y el calor. Ese néctar que le sabía tan peculiar: una mezcla entre frutillas, vainillas y flores. Era única.

 

– Va a ser más sencillo empezar por ella. Debe estar en su recamara con Otto. De paso serviría para que podamos compartir más. La siento algo alejada de nosotras desde su boda. – Se sentó, arrastrándola para llevarla hasta estar sentada encima de sus piernas, con cada una de las suyas rodeando su cadera.

 

Como pocas veces pasaba, su rostro quedaba por debajo del de la veela, pudiendo mirar hacia arriba para encontrar sus ojos.

 

Pero antes… hay algo importante que quiero hablar con vos… -

 

Bajó la vista y llevó la mano derecha hasta el costillar de Gabrielle, repasando la Marca Tenebrosa tatuada permanentemente en su piel. La recorrió con su dedo índice, bordeando su contorno con una admiración latente. Podía sentir las manos de ella entrelazándose con su cabello.

 

Vos sos la única que lo sabe… Pero hace tiempo que estoy en la Marca ya, hasta ascendí… sin saber cómo – Le advirtió con la mirada ante posibles comentarios y prosiguió – … y todavía no lo tengo… -

 

Dejó la mano quieta en la Marca y la miró a los ojos, penetrando la miel de los suyos con el hielo de los de ella. Sabía que Gabrielle le entendía. Estaban conectadas. No necesitaban palabras. No sólo había sido bastante obvia con lo que quería decir, sino que además estaba hablando con la mujer con la que compartía ese lazo único que sólo se tenía una vez en la vida.

 

– La espalda me parece un lugar bastante sexy… y al igual que con el tuyo, sólo vos y yo lo vamos a ver… ¿Estarías dispuesta? -

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Era más que obvio que ante el roce mínimo de su hermana cualquier enfado terminaría tirado en la basura; su respiración comenzó a agitarse aún más al tenerla cerca de su cuello, la incertidumbre le comía y se mezclaba con la lujuria que le provocaba el roce de sus labios con su piel, le amaba más de lo que creía. Estaba totalmente entregada.

 

Estiró el cuello para ella y un pequeño gemido salió de sus labios al sentir esa necesidad de entregarse, esa necesidad de sentir los colmillos de ella atravesar su piel, de ese golpe de dolor y lujuria que terminaba nublando su mente.

 

Soltó un bufido de enfado al notar que se alejaba, la deseaba, quería sentirse suya de nuevo, deseaba tenerla para ella, la amaba desde chica.... Ella. Asintió por compromiso, había dejado de prestar atención a sus palabras en cuanto su sangre comenzó a acumularse entre sus piernas; se dejó manejar y entrelazó sus manos detrás de la nuca de Mahia.

 

De nuevo ese contacto con su piel, sus dedos recorrían su marca y cerró los ojos disfrutando su roce; su instinto le hizo mover lentamente su cadera y se detuvo al instante de escuchar la seriedad en las palabras de la Black. Sus ojos miel se clavaron en el azul de su hermana y alzó la ceja un tanto incrédula.

 

– ¿Es en serio?- por escasos momentos se sintió intimidada por la mirada de su hermana y sonrió apenada, bajó sus labios para besarla pegando más su cuerpo al de ella.– Lo estoy si es lo que deseas...

 

Sus manos sujetaron el rostro de la rubia y besó su frente. Separándose lentamente de ella apretó su mano en puño haciendo que de inmediato su varita se materializara sobre su mano derecha, apuntó a las ventanas para cerrarles por completo y evitar terceros. Era su hermana, y más que su hermana, su prometida, la mujer de su vida, trató de contener sus emociones y rodó sobre la cama para ponerse detrás.

 

Amaba todo de ella, el tenerla de espaldas solo le hacía latir más rápido la sangre, pasó sus labios sobre el cuello de Mahia y sus labios rozaron lentamente su piel hasta llegar a su oído.

 

– Hasta que me toca hacerte alguna marca en la piel...

 

Gabrielle portaba con más orgullo la cicatriz de los colmillos de su prometida que el tatuaje del bando, a ella la amaba más que nada, lo otro era tan solo un hobbie.

 

Bajó de nuevo sus labios y pasó lentamente la punta de su varita de abajo hacia arriba hasta dejarle quieta; se separó de a poco, observó por última vez la piel blanca de la espalda de su hermana, apretó la punta de su varita notando de inmediato como la tinta comenzaba a mezclarse en el lienzo blanco de la Black. No sabía el por qué pero un golpe de lujuria le había golpeado la mente al ver como lentamente la marca se iba formando en la espalda de la rubia, su mirada la delataba, mordió su labio inferior y bajó su varita dejando que de apoco su prometida le buscara.

 

– Creo que ahora nos pertenecemos más que antes...- murmuró rozando con sus dedos la marca de Mahia.– La diferencia es que yo sí puedo presumir la que me hiciste...

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Hasta que me toca hacerte alguna marca en la piel … -

 

Luego de esta, podes hacerme otras más interesantes… si queres – tiró la cabeza hacia atrás para poder ver a Gabrielle y besó su mejilla antes de volver a incorporarse.

 

Le tentaba la idea de que ella le marcara, más allá del tatuaje mortífago, dejando algo suyo permanentemente en su piel. Tenía muchísimas cicatrices, algunas más marcadas que otras, pero el tener una que fuese hecha por su mujer le daba cierto placer que no podía encontrar en otra cosa. Incluso disfrutaría ese dolor.

 

Contuvo la respiración al sentir la punta de la varita haciendo presión en su espalda; el inminente ardor del hechizo que marcaba la Marca Tenebrosa se asemejaba al producido por un intenso fuego, pero sin el olor a chamuscado y carne asada. Se mordió los labios y disfrutó de aquel dolor. Casi podía sentir el lugar donde se iba marcando, coincidiendo en uno de sus extremos con la cicatriz que cortaba en diagonal su pecho y espalda.

 

Ser vampiro era lo único que le había salvado. Ningún humano habría sobrevivido a una herida como esa.

 

Estiró los brazos hacia arriba una vez que la marca estuvo terminada, moviendo los finos músculos de la espalda para lucirlo mientras disfrutaba del suave toque de Gabrielle. Tenía la zona entumecida, pero su caricia podía sentirse de igual manera. Casi con un ronroneo se volteó y besó a Gabrielle, agradeciéndole con amor. Estaban unidas por algo más que lo carnal y ceremonial. Ella era la única persona en el mundo que podía generarle esos sentimientos, la única que podía ponerle nerviosa, alegre, ansiosa, deseosa, y ahora también podría sentirla cada vez que la llamaran por el tatuaje.

 

Te pertenezco. Y quizá también pueda lucir otra marca tuya, cuando quieras hacérmela. Sólo tenés que morder lo suficientemente fuerte – Le guiñó el ojo y mordió su labio en un rápido beso. - ¿Querés que nos preparemos y bajemos? Necesitamos hablar con Jessie y yo ocuparme de las lechuzas. Por cierto… te amo.

 

@@Gabrielle Delacour

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Mientras ahora seguía abrazando a la pelirroja sintiéndose un poco aliviado porque logro lo cometido. Pero más que todo sorprendido que todo saliera muy pero muy bien, en el sentido que nadie se enteró del secreto, tenía un poco miedo de que su esposa se enterada pero todo salió como lo planeado.-Nah tu eres increíble amor, solo hago lo mejor para que seas feliz porque si eres feliz yo soy feliz-comento de forma tierna pero romántica el Black a la señora Black.

 

 

Ahora la Bruja se puso de pie y besaba los labios del peliblanco, lo cual sentía también sus manos pequeñas en mi cabello blanco y de por si desordenado. Notando como luego de responderle el beso su nariz andaba pegada con la suya, el mago la movía tocando su nariz con la suya haciendo un beso de esquinar así decían los muggles como se llamaba ese movimiento que hacía.

 

 

Su comentario le saco una sonrisa y era de verdad estaban casados no podía ella creerlo ni el podía creerlo pero la amaba demasiado y no pensaba dejarla por nada del mundo-Así amor somos esposo y esposa-dijo tiernamente sin dejar de ver sus hermoso ojos claros que le gustaban y mucho-Nose como vas a pagarme , pero que tal si estrenamos la cama-dijo coqueto en su oído mientras le daba un mordisco mirando sus mejillas sonrojadas y sin tiempo que perder le daba un beso con mucho deseo a Jessie.

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Con la punta de sus dedos recorrió la cicatriz de su hermana, sus ojos seguían su piel con lujuria y mordió su labio inferior tratando de contener su deseo de meterse entre sus piernas; el tatuaje se veía hermoso en la piel blanca de su hermana y sus labios rozaron su cuello siendo cortado por el movimiento de la rubia, respondió a su beso y le miró a los ojos embelesada.

 

Y yo te pertenezco...- rozó la punta de su nariz con la de su hermana y sonrió.- ¿Morderte? Con trabajos podría hacerte alguna herida con la varita mujer...

 

Tenían que bajar a decir la noticia a lo que asintió a su hermana, apretó fuerte su mano para hacer desaparecer su varita y, con ambas manos, recorrió el cuerpo de su hermana hasta llegar a su entrepierna, una de sus manos subió hasta su mentón y le sostuvo para obligarle a que le mirara, sonrió altanera e hizo un poco de presión en ese punto...

 

– Me arreglo, mi casi esposa.

 

Se despegó de inmediato aún con esa sonrisa dibujada en los labios, tomó el vestido que su novia le había elegido junto con ropa del cajón y corrió al baño cerrando la puerta con seguro. Aún sentía el palpitar de deseo y se recargó sobre la puerta, por primera vez se detuvo a ver el anillo y sonrió enamorada, se pertenecían... Ahora más que nunca.

 

Abrió la llave del agua y apresuró a bañarse; el agua caliente recorría su cuerpo haciendo que cerrara los ojos para poder saborear aquel momento, estaban juntas y lo estarían por siempre. Después de terminar de enjabonarse salió apresurada y se vistió, volvió a materializar su varita y arregló el baño, le guardó entre su ropa y abrió la puerta.

 

– Te espero abajo.- lanzó un beso a su hermana y corrió escaleras abajo.

 

Tenía que llamar a sus dos hijas ¿Cómo lo hacía si una estaba desaparecida? Sin contar que su nuevo hijo estaba igual de desaparecido que Akiza, Jess sería fácil de encontrar, era su única hija con futuro dentro del bando y en el ministerio. Bajó la mirada y en verdad se preguntó ¿Les llamaba? Les vería en el jardín; sonrió de medio lado y un brillo en sus ojos se dibujó de inmediato, se adelantaría.

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No lo había pensado. Tenía la piel demasiado dura para los dientes de ella, no obstante, eso era sólo cuando estaba saciada. Mientras más tiempo pasara sin beber sangre, más débil se pondría. Tocó su cicatriz con la mano derecha.

 

 

- dios... - Se obligó a mirar a los ojos a su prometida mientras sentía la punzada de deseo. La mirada de Mahia esbozaba una suplica al tiempo que la cadera se movía para alcanzar más el contacto con la otra mujer. La presión y el rose generaron aún más quejidos y decidió buscar la boca de Gabrielle justo en el momento que ella se aparataba y la dejaba hambrienta.

 

 

Se rió y se levantó de la cama de un salto, siguiéndola hasta el cuarto de baño, donde se encontró con la puerta. La golpeó un par de veces antes de sentir el "click" de la llave. Se la había jugado de la mejor manera. Todavía sentía las punzadas entre las piernas y el calor del deseo correr por todo el cuerpo. Se alejó gritando un "me la voy a cobrar". Sonrió feliz. Ya eran una pareja... ya parecían un matrimonio.

 

 

Se sentó en el borde de la cama y se vistió rápidamente. Un par de jeans, remera azul y sudadera gris eran todo lo que necesitaba. Se calzó unas zapatillas y dejó que las agujetas se atasen a si misma mientras se incorporaba. Se tiró en los sillones frente al fuego y sacó su varita, haciendo aparecer un par de sobres, tinta y pluma. Lo menos que podía hacer era escribir las invitaciones a mano. Su caligrafía no era mala, aunque tampoco la mejor, pero valía la pena intentarlo.

 

 

Cuando el último sobre estaba siendo cerrado con sello y cera, escuchó el agua cerrarse y minutos después Gabrielle salió como una flecha hacia la puerta, sin darle tiempo ni siquiera a corresponder su saludo. Enarcó una ceja y levantó el brazo izquierdo, olfateando un par de veces. Nada. Ella siempre olía bien.

 

 

- ¿Le habré dado alergia? - Levantó los hombros y dejó los sobres sobre el sillón, decidiendo que, aunque ya se hubiese vestido, seguiría los pasos de su mujer. Se duchó rápido y repitió la operación de vestido, saliendo luego de haber dejado todo en su lugar pero sin secarse el cabello. Odiaba hacer eso.

 

 

Tomó los sobres y los guardó en su bolsillo trasero, exceptuando el de Jessie. El de su hija no era necesario llevarlo hasta la lechucería, más bien lo tiraba por debajo de su puerta. Y así lo hizo. Podía escuchar las voces dentro de la habitación, por lo que tocó suavemente luego de dejarlo.

 

 

- ¡Los espero abajo! -

 

 

Rió, esperando no haber interrumpido nada de alto voltaje.

 

 

- Oh bueno, ya tendrán tiempo de seguir si así ha sido. De cualquier manera los hombres no son de demorar mucho en esas cosas ¿verdad? - - Revisó los sobres que quedaban en el camino a la lechucería, moviendo la varita mientras tanto para ir preparando a las aves en lo que llegaba.

 

 

No eran más de 20 sobres. Bastante poco para ser un casamiento, pero así lo preferían ellas. Algo íntimo, familiar. Luisita, Maida, sus hijos, y algunos sobrinos. No había estado segura de invitar a la otra rama de la familia, eso lo hablaría luego con Gabrielle. De cualquier manera la conocía demasiado y estaba casi segura de que su respuesta sería un rotundo no.

 

 

Colocó las invitaciones en cada una de las lechuzas y las despachó, sintiendo lástima por la que debía encontrar a la madre de Maida.

 

 

- Quizá le debería haber dado provisiones para unos cuantos años. Oh bueno, un emplumado menos. Demonios, me agradaba ese bicho. Hubiese mandado el de Orión. - Era casi tan irritable como él. Siempre la mordía - Ya no hay nada por hacer. Mejor vuelvo al castillo.

 

@@Jessie Black Lestrange

Editado por Mahia Black

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Le dijo coqueto en su oído mientras le daba un mordisco mirando sus mejillas sonrojadas y sin tiempo que perder le daba un beso con mucho deseo a Jessie. Mientras sus manos rodean el cuerpo de la bruja y los besos venían por aquí y por halla, llendo hacia adelante haciendo que la bruja retrocediera unos paso provocando que ella callera en la cama, mientras el Black andaba encima de ella.

 

Otto dejándose llevar por sus deseos comenzaba a besar los labios de su amada subiendo la intensidad de sus besos, mientras escapaba para morder el cuello de la bruja, la oreja para de nuevo morder sus labios. Mientras sus manos recorrían parte del cuerpo de la bruja, que sus besos no podían llegar mientras sin tiempo que perder mientras notaba como su esposa se comenzaba a estremecer se notaba que andaba respondiendo positivamente en las caricias ahora el patriarca comenzaba a bajar por el cuello de la pelirroja. Sintiendo la manos de esta en su pelo, como lo comenzaba desordenado más como también lo jalaba ya que se andaba dejando llevar por lo que hacía el mortifago con ella.

 

Ahora Otto andaba mirando a Jessi la bruja andaba en su pecho descansando luego del buen rato que habían pasado. Haciendo………………cosas de parejas en su intimida, mientras ambos andaban tapados por las sabanas de la cama ya que andaban como dios los trajo al mundo si andaban desnudos. El patriarca comenzaba a cerrar los ojos para descansar un poco ya que lo necesitaba, no quería tampoco moverse para despertar al amor de su vida que andaba durmiendo sobre él.

 

Ambos necesitaban descansar un poco ya sea por el trabajo en el ministerio de magia, ya sea por el trabajo o las misiones peligrosas que tienen con el bando tenebroso. Ya sea por los hijos que siempre querían matarse entre otros más el drama familiar siempre necesitaban un tiempo para ellos un tiempo para descansar un tiempo de intimidad, un tiempo para hacer sus cosas de pareja, un tiempo para la Señora y el Señor Black, pero luego de un rato algo hacia que abriera los ojos de nuevos en eso la voz de cierta matriarca de la Black llamaba su atención.

 

La voz de su suegra y la mama de su esposa, la verdad le llamaba la atención lo de esperar abajo. Pero no quería moverse sin despertar a la bruja, así que mientras ponía sus brazos alrededor de su esposa esperando que esta se despertara para vestirse y bajar para saber cuál es la nueva notica que nos quería decir la mama de su esposa.

Editado por OttoBlack

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La sorpresa que le había dado Otro había sido tal que aún no creía lo que sus ojos veían. Una rebelde lágrima salió de uno de sus ojos grises recorriendo su mejilla hasta quedar colgando de su mentón. Aquello era más de lo que hubiera esperado.

 

Dejándose llevar por lo que sentía en aquel momento, Jessie y Otto iniciaron una danza clásica, cargada de pasión y amor por parte de ambos. La sincronización de sus movimientos era impecable mientras al más simple roce podían sentir que flotaban por el firmamento sin nada que pudiera anclarlos a la tierra.

 

Un remanso de agua en medio de aquel desierto provocaban en Jessie unas intensas ganas de beber y saciar su sed pero debía de ser paciente, no acelerarse, porque de lo contrario podría ser un simple espejismo.

 

Sus manos tocaban con delicadeza las estrellas que adornaban el hermoso cielo nocturno en medio de un viaje lleno de aventuras. Cada sensación era nueva para la pequeña pelirroja cuyo rostro de fascinación era muestra inequívoca de que disfrutaba aquel viaje.

 

No supo en que momento se quedó dormida en medio de los fuertes pasos de su esposo y utilizando su pecho almohada. Llevo sus manos a sus ojos restregandolos al tiempos que escuchaba como algo se deslizaba por debajo de la puerta y luego la voz clara de Mahía.

 

-¡Demonios!

 

Se puso de pie de un brinco y entro al baño sin tiempo que perder, al salir ya traía unos vaqueros blancos que le quedaban por arriba del tobillo y una blusa blanca con bordados de flores violetas en su costado derecho y su largo cabello rojo recogido en una desprolija trenza que aún goteaba un poco por el agua de la regadera.

 

-Vamos a ver qué quiere mamá, entre antes terminemos antes podremos volver a dormir

 

Salió de la habitación con Otto tomando su mano, recorrieron el camino al jardín juntos y al llegar al mismo, busco instintivamente a sus madres y se dirigió hasta ahí.

 

-Hola... ¿Pasó algo malo? Digo, verlas a las dos no es normal... ¿Dónde están mi hermano y hermana? Porque esperan a alguien más, son muchas sillas

 

Comenzaba a sospechar pero no quería adelantar nada, prefería que todo siguiera su curso.

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