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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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A Maida se le estaban agotando los lugares para escabullirse de ella misma. El castillo Black era quizá uno de sus lugares favoritos porque cuando estaba ahí, no tenía necesidad de arrastrarse por las sombrar por un bocado de comida, y no ser vista. Ahí podía disfrutar de tener un elfo doméstico que hiciera las cosas por ella. Agradeció que aún pudiera aparecerse en los terrenos, menos mal aún tenía una ligera conexión con la tía Gabrielle, cada vez más implícita que expuesta, ya que, últimamente ella básicamente era un ente mudo.

 

Nada más pisar el castillo, el elfo le informó que la hermana de Luisitha se encontraba en el patio, por lo que decidió pasar a la saludar. A medida que fue acercándose, se sintió más y más nerviosa, al punto de tener que acomodarse casi tres veces una túnica que estaba perfectamente acomodada. ¿Le reclamarían la ausencia? Esperaba que no, y si lo hacía, pues le diría la verdad, que si estuvo, sólo que encerrada. O al menos, eso cavilaba mientras se estiraba unos engranajes de la trenza lateral que se había hecho esa mañana.

 

Un pie tras otro, llegó al patio y entonces, un bloque de plomo golpeó la boca de su estómago. ¡Demasiada gente! Lo peor, sus pies siguieron el camino mientras su mente intentaba escapar. Logró ver a Mahia, Gabrielle, Otto, Jessie y hasta Aaron. Si su elfo jamás la había visto enfadada, pues hoy se había sacado todos los boletos. ¿Cómo la envió así de simple ante un grupo de gente? Intentó recordar su aspecto en el espejo, no quería que se notaran los pequeños cambios físicos en su aspecto. Aunque la baja de peso era algo que se disimulaba bien con semejante saco de papas que traía como vestimenta. Se pellizco las mejillas para darle color ala palidez que reinaba en su rostro y se aclaró la garganta antes de enfrentarse al pelotón.

 

Bu-buenas ¿tardes? —tragó saliva, ni siquiera estaba segura de cómo saludarlos— Digo, hola. Perdonen, el elfo no me avisó que andaban ocupados, sólo quería saludarte, tía Gabrielle y todos, bueno, si. Eso, justamente, hola.

 

Movió la mano derecha en el aire, como cualquier bobalicona de quince y se balanceó unos segundos en sus pies mostrando una sonrisa aún más boba. Se distrajo un segundo al ver los espantosos harapos que vestía su primo.

 

¡Por Merlín, Aaron! — susurró sorprendida— ¿a qué clase de pandilla te has metido?

Editado por Maida I. Yaxley

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Los comentarios no dudaron en aparecer, de hecho así lo esperaba puesto que sin conocer mucho del tema la familia se había distanciado. De todas maneras, y a pesar de las rencillas la sangre siempre era la sangre, sobretodo la más pura y noble, sangre a la que yo era fiel; ¡Qué importaban las familias! , había traidores en todas ellas, de hecho mi hermanastra venía arrastrando un plumaje que le había hecho perder el torneo anual de duelos, esa divina compasión de la cuál yo no tenía conocimiento alguno. Podría haberme matado, sin embargo no lo hizo, no lo haría, no le creía capaz de tal.

Quizás Mahía había cambiado éstos últimos años o al menos conmigo, tal vez para querer enseñarme que no se debe dejar a la familia atrás, pero en parte esa era la esencia de los buenos Black, como una manada de lobos que incita a los cachorros a tomar las riendas de su vida en medio de un desolado bosque, de un olvidado risco o a merced de otras manadas para que finalmente se hicieran fuertes y quizás llegasen a ser los alphas de sus familias. Así lo había hecho mi madre conmigo, tal vez y por un básico conocimiento familiar, criado por el mayor de los hermanos, en mi caso Evarela. Sin embargo siempre fui reacio a seguir reglas o parámetros, pues mi único deslinde era la sangre pura, ni si quiera la noble casta tenebrosa.

 

-Es extraño escucharte hablar así, madre...- sostuve mientras la bruja atendía mi torso desnudo con una fina capa de seda que me cubriría luego de comenzar a realizar algunas curaciones tras mi enfrentamiento en el torneo-... de todas maneras, los dramas familiares que existan entre ustedes y mi padrino no me competen, ya saben...-ésta vez observé a Jesseca-...peleas de perros grandes son de perros grandes, los chicos siempre salen heridos, ¿como yo?...-solté con la inherente ironía de mi ser al verme allí desvalido luego de enfrentarme en las finales de la competencia. Posé la diestra sobre el hombro de Mahía en señal de agradecimiento, cerrando la mirada con parsimonia para luego volver a observar a los presentes- Gracias; ahora bien, tampoco puedo hablar de uno u otro. Orión no nos atiende mal, al menos no se comporta extraño conmigo ni con mis primos, tus primos- sonreí con desdén a Jessie- como tampoco tengo nada que despreciar de aquí, pues gracias a tu ausencia ahora soy más independiente Mahía... creo que es cuestión de familia ¿no?- sonreí sereno a la bruja que me había regalado la vida- nos ha hecho fuertes y a pesar de que éste lugar pasa desolado de vez en cuando, se mantiene firme y en pie como el lobo que sobrevive fuera de su manada. De todas formas, comenzar a conocerte me va bien, digamos que los centauros explicarían sobre el universo que vuelve a su centro y todas esas payasadas...me da gusto, en serio.

 

>>Espera, entre tanto comentario no había escuchado tal. ¿Casarse?<< Tía Gabrielle sonreía en complicidad, una afinidad que irradiaba la pasión que nacía de ambas brujas, nadie podía decir lo contrario y a pesar de mi frialdad o la rectitud en mis palabras me sentía feliz por ambas. Curioso sentirse bien por los demás cuando a veces era tan egoísta que pensaba exterminar a cada uno de los magos y brujas que habitaban el mundo. Est.úp.ido afán. Pestañee un par de veces, cuestión que no se notaría pues podría ser producto de las curaciones.

 

-¡Vaya!- exclamé un tanto sorprendido. Lo esperaba, sí, pero uno siempre quedaba colgando en el vacío con éstos temas, sobre todo yo que poco era lo que expresaba de mis sentimientos- ¡felicidades madame, Mahía!...-sostuve para ambas con una ligera inclinación de mi cabeza- espero sea próspero y sepan disfrutar de...¿el amor?- sonreí, pues yo quería mantenerme fuera de aquellos peligros a pesar de que a veces me acechaba muy de cerca- podríamos brindar entonces, creo que una buena copa de bourbon terminará por sanar una que otra herida- bromee, a pesar de que lo de beber juntos iba bien en serio.

 

Mi madre me observó de pies a cabeza, casi me sentía analizado como si fuese un crío de siete o diez años, edad que se había perdido en conocerme, una edad donde sí había alcanzado la dulzura de todo niño ingenuo y ajeno a las maldades que abrazan la vida de los seres humanos o criaturas mágicas. Reí sincero ante las palabras de la bruja, de ambas, puesto que Gabrielle también concordaba con el gen de los Black en mi físico y mis actos.

 

-Bueno, como dicen por ahí, ni el mismísimo Tom pudo vencer a la muerte... nadie es inmortal, pero ya encontraré la forma- mencioné con un tono de humor extraño en las últimas palabras. Gabrielle tomaba ahora la palabra y de paso alternaba la gélida mirada gris sobre Jessie- es de esperar que dejes en alto el apellido de los Black, hermana...

 

Pero lo siguiente no lo esperaba y tal vez habrían sido las ironías en mis comentarios o simplemente el capricho de la bruja que se escondía celoso luego del enfrentamiento que habíamos tenido. Jesseca acortó la poca distancia que traíamos, y tal vez le dejé o el cansancio ya me vencía bastante, pero al bofetada me llegó de palma abierta en el rostro luego de comentar sobre el duelo. No me había ladeado la cara, sino más bien había sido parte de un mero reflejo de intentar esquivar el golpe sin conseguirlo.

 

-Y ese cariño ¿qué fue?...- pregunté mientras contenía no sacar la varita para incinerarla con un fuego maldito. Sonreí, quizás en ánimos de picarle aún más cuando observé su varita envainada-... acudes a los golpes después de no poder con esa cosa que llevas ahí, ¿de adorno?. Mírame Jessie- dicté serio pero con cierto sarcasmo. Lucía como el gato que sale herido de la riña pero contento de haber mandado zarpazos a los felinos más grandes- ¿crees que tengo ganas de jugar nuevamente al duelo contigo?...- sonreí y alcancé un mechón de su cabello para llevarlo tras su oreja, mera compasión de un hermanastro mayor. No pude evitar la carcajada (adolorida por cierto) por el comentario del Ministerio ¿de verdad creía que eso le daba alguna autoridad sobre mí?- Sabes que el ministerio no es más que un juego político y falsas papeletas ¿no, Jess?- acababa de deslizar el índice por el contorno de su rostro para luego erguirme un tanto y observarle detenidamente- ¿con los altos cargos codeándose luego de haberse mostrado a la comunidad mágica como seguidores de la orden del fénix? si quieres mandarme en ese circo, pues cobraré por la contratación, es obvio...-elevé su mentón con mi índice, como si quisiese inspeccionar sobre sus ojos- está mi madre, mi tía y tu marido, no vuelvas a levantarme la mano para contarlo otra vez...-ladeé el rostro, como si hubiese encontrado la paz que anhelaba en ese momento- ...¡hey! lindas pecas, no las había visto tan de cerca.

 

>>¿Discutían así con sus hermanos?<<...susurré al oído de mi madre, inclinando un tanto apoyado en el bastón. Gabrielle escucharía, de hecho todos, pues no era más que un simple teatro propio de mi persona.

 

Y era cierto, pues mantenía cierta debilidad que ahora era simple compasión, por aquella decoración femenina sobre sus pómulos y parte de su respingada nariz.

 

-¿Y bien?- sostuve analizando las facciones de mi madre sin que ella se diese cuenta; sí que nos parecíamos. Observé luego a Gabrielle- ¿brindamos?...-volví a cuestionar intentando encontrar algo que beber allí en alguna mesa del jardín. Lo siguiente me hizo voltear a medio cuerpo mientras mantenía mi apoyo sobre el bastón; Maida llegaba para saludarnos- ¡Prima!- le alcancé con la zurda enrollando su cuello para besar su cabeza- tiempo que no te veía, ¿qué, no te gusta como ando? a mi tampoco...- me encogí de hombros- ya te contaré luego, yo vengo llegando recién y me encontré con la familia...

 

No sería yo quien diese tamaña noticia, pero de seguro Gabrielle o Mahía le contaban sobre la buena nueva. Guiñé un ojo a Jessie y revoloteé su cabello tras soltar a Maida y avanzar unos pasos fuera del grupo.

 

-Ya vengo- comenté a Maida- si me permiten, tomaré una ducha y buscaré algo mejor que éstos harapos que ando trayendo...- comencé a caminar en dirección al castillo, apoyado en mi bastón- ... ¡las veo luego madre!, ¡no comiencen a beber sin mí!....

 

-¡Señor! ¿qué le ha pasado?...- mi elfo aparecía caminando nervioso a mi costado- Nius llegó inmediatamente después de escucharle pero temía aparecer frente a los demás familiares del joven Black...

 

-Solo camina, Nius, solo camina y prepara la bañera, necesito relajarme cinco minutos...

 

Me divertía la forma de ser de mi criatura, tanto que muchas veces le odiaba por lo mismo; ¡ Yo era un tipo tan idi***!; sonreí bufando para mí. El elfo me era fiel a pesar de mi actitud con él, de hecho, la oreja derecha caída de la mitad había sido culpa de uno de mis arrebatos de adolescente.

 

-¿Sabes?, llévame a mi habitación ¿si?, no pretendo subir todas las escaleras del castillo...- dicho tal, Nius agarró mi pantalón y desaparecimos en un ligero crack.

 

 

@@Jessie Black Lestrange @@Gabrielle Delacour @@Mahia Black @ @@Otto Black

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¡¿Qué ca***o les pasaba?! Se tapó la cara con la mano derecha y luego apretó el puente de su nariz entre los dedos índice y pulgar.

 

En un momento se encontraba agradeciendo a Jessie por ser una hija excelente y al otro estaba siendo atacada por ella. Y no fue la única. Aaron se había llevado la peor parte. Deseaba matarla.

 

Miró a Gabrielle con mala cara y puso los ojos en blanco cuando su hijo se puso a responderle. Inclusive dejó de escucharlo en algún momento de la charla.

 

- Bueno, basta. Me están cansando. ¿Por qué cada vez que nos juntamos todo tiene que ser ironías, golpes, acusaciones y todo lo que siempre pasa? - Señaló con el dedo a Aaron y a Jessie - La próxima que alguno de los dos empiece con una guerra los saco del árbol a ambos. -

 

Suspiró, acercándose a Gabrielle para agarrar su mano y entrelazar sus dedos. No quería que la noticia de su boda se marchara de esa manera; el momento era de felicidad y no de pelea. Las luchas las vivían cada día, los tiempos de paz y unidad eran lo que faltaban.

 

- Voy a olvidar todo lo que pasó antes. Vos,Jess, no te ofendas ni salgas corriendo, que te conozco. Y tratá de engraciarte con tu hermano. - Se dirigió a Aaron - Vos andá a bañarte, cuando vuelvas hablamos de ese vino.

 

Lo vio alejarse no sin antes dirigirles la misma sonrisa altanera que ella misma reconocía como suya. Ese chico era tremendo, lamentaba haberlo dejado. Ya comenzaba a odiar ese comportamiento entre los Blacks. Quizá su hermana tenía razón y ella se estaba hablando.

 

Le sonrío tímidamente y suplico con la mirada el perdón por su comportamiento. Moduló un te amo silencioso y con un nuevo suspiro se dirigió a Maida. Habia ignorado su llegada de una manera bastante maleducada.

 

- Lo lamento Sobrina, fui descortez. ¿Cómo has estado, te veo algo... diferente -

 

La repasó con la mirada. Estaba mas delgada y parecia no estar descansando como correspondía.

 

- Estamos tratando de organizar una boda. Me gustaría que todo fuese alegría. Lo que sea que te esté pasando, dejalo atrás y vení a disfrutar con nosotros. Esta vez no habrán reproches. -

 

Le sonrío para inspirarle tranquilidad y volvió a su novia, robandole un beso de los labios. La amaba demasiado. Ella era la única que le hacía falta para ser feliz.

 

- ¿Hablamos de la fecha? -

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¿Tenía que cogerla del cogote como si fuera una gallina cualquiera? ¡Encima estaba inmundo y super sucio! No pudo evitar el mohín de su nariz al sentirse ensuciada por su primo. Giró los ojos al aire y le dio un pequeño golpe en la boca del estómago justo antes que este le soltara el agarre. Intentó arreglarse las mechas, mientras oía las órdenes de Mahía y se enderezaba un poco. Le sonrió tratando de entender lo que decía. ¿Boda? Casi se cae de espaldas por una seguidilla de pensamientos que corrieron por los pasillos mentales, pero tres segundos más tarde, cayo en cuenta.

 

¡Felicidades! —dijo con sinceridad mientras sonreía y miraba a la feliz pareja, puede que su tía Gabrielle sea un hueso duro de roer, pero Mahia se las había apañado para estar cada que ella giraba por un momento de paz en semejante pozo de locura que era la vida en Ottery. EN lo que sí estaba feliz de hacerle caso a Mahia, era en dejar sus cosas de lado, ya habría tiempo para sacarse un poco del peso que traía encima, cuando estuviera a solas con Aaron—, prometo intentar escoger mejor vestido para esta ocasión —bromeó esperando que lo dicho se hiciera realidad, se le complicaba muchísimo escoger atuendo y esas cosas—, espero que piensen en una boda invernal u otoñal, la verdad es que creo que ambas lucirían hermosas en un ambiente frío y frágil.

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— Ningún hijo mío ha sido dejado en el orfanato Jesseca y puedo apostar que Mahia tuvo sus razones.

 

Las palabras sonaron tan secas y cortantes que ella misma se asombraba; si venía cierto dos de sus más pequeños hijos estaban bajo custodia de una conocida suya pero sabía que Moïse y Nymeria estaban bien, odiaba los orfanatos pues ella misma había sido parte de aquellas puertas. Suspiró tratando de alejar esos pensamientos ¿Qué habría sido si el inútil del Yaxley no le hubiera encontrado? De algo había servido y en parte agradecía su existencia.

 

Su prometida había terminado de cortar el ambiente y agradecía que el tema quedara más que por la borda.

 

El sentirla cerca hizo que su cabeza se recargara en ella por instinto, amaba tenerla y la tranquilidad que le brindaba pocas veces la sentía, sonrió a su sobrino y asintió ¿Beber? Si aún faltaba afinar detalles, faltaba... Meneó la cabeza y se levantó en puntas para depositar un pequeño beso en la mejilla de la Black. Antes de poder responder examinó a su sobrino y sonrió, no quedaba duda de dónde venía la sangre.

 

Maida había llegado y Gabrielle le miró asombrada, abrió la boca para responder pero su hermana había sido más rápida. Rodó los ojos y su atención cayó de nuevo en en la recién llegada continuando la plática.

 

¿Frío y frágil? Asumo que lo dices por la rubia.- movió la cabeza en dirección de su hermana y sonrió. — Veremos, depende de ella, no de mi, yo puedo estar en cualquier clima...

 

No, aquello era una vil mentira. Gabrielle detestaba el verano, el sol... Pero con tal de llevar la contraria era capaz de complicarse ella misma. Sujetó con un poco más de fuerza la mano de su hermana y sus ojos miel examinaron minuciosamente a su sobrina.

 

— Solo te diré que no te daremos invitación para acompañante, ese Nathaniel nunca me terminó de caer... Disculpa ¿Te encuentras bien? Es demasiado raro verte por aquí, es tu casa lo sé pero teníamos meses sin verte

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De hecho, no lo dije por ninguna persona en particular, lo de frialdad y la fragilidad, era por la decoración —intentó explicar con voz suave, para no reírse, ni en sus mejores anhelos de valentía se habría atrevido a llamar a ninguna de las dos Blacks, frágil—. Aunque si nos ponemos a verlas un poco, tampoco es que te imagine con un tocado de flores silvestres en honor a la primavera. Reitero que un tema más fresco sería lo ideal, pero, no es mi boda, sólo aporto ideas.

 

Alzó las manos, tranquila, en señal de paz. Era divertido poder comentar acerca de algo que las hacía felices a ellas. Algo que francamente ya era lejano para ella, al menos en lo integral de la palabra. Tragó saliva y miró un tanto ansiosa la puerta por la que ya hacía varios minutos había desaparecido Aaron. Jessie estaba callada y la verdad, era tan poco el trato que habían tenido como familia, que no estaba por la labor de inventarse una pregunta para romper el hielo, al menos no ese día.

 

Sin embargo, para romper el hielo en esa reunión familiar, no haría falta unas palabras de la búlgara, la afilada lengua de su tía Gabrielle le chantó una roca justo en la boca del estómago. ¿Era humanamente normal que sintiera eso con el simple hecho de oír su nombre? No pudo sentirlo, pero supuso que su palidez se acentuó y a su vez se acentuó el tono violáceo de sus ojeras, sino, no habría entendido la pregunta de su tía. Tragó saliva al mismo tiempo que intentó llenar los pulmones de aire. Ambas cosas terminaron en Maida tapando su boca con ambas manos, atorándose. Lo costó un segundo o tres horas recomponerse de aquello. Que nueve letras tan fatales, ¡qué sílabas tan mortales! Sacudió la cabeza y rezó por la pronta aparición del haraposo Aaron y su bastón.

 

Una lástima que no quieras verme acompañada —dijo graciosamente—, de él o de quien sea. Nunca dije que él fuera mi única opción para su boda —si, estaba intentando tomarlo todo con ligereza, mientras la piedra en su estómago se hacía líquida y básicamente la clavaba en el suelo—. De hecho, para algo así, sólo se me había cruzado por la mente, ir del brazo de alguien que valiera la pena mi compañía, Aaron, por único ejemplo.

 

Era su primo, se divertían juntos y él jamás le haría daño, salvo en casos de duelo o por salvar el pellejo, pero casi nunca se encontraban en esa posición.

 

Lo bueno, es que supongo que él ya estaba invitado así que no necesitaré mi pase de acompañante —río. En el fondo esperaba que no llegara el siempre desatinado comentario de Aaron contradiciéndola, no sólo esperaba, rezaba. Estaba tan desaparecida que tampocos ería raro que en estos meses el chico se hubiera ablandado y estuviera enamorado. Chasqueó la lengua, no, en esos líos sólo se había metido ella—. No me pasa nada, estoy inmersa en una...¿investigación? Y he estado tan pendiente de los resultados, que he pasado meses en dieta, sin siquiera proponérmelo. Si me ponen al trasluz podrían estudiar anatomía.

 

Era mentira, claramente, pero de los presentes, quizá sólo podría confesarse y a solas, con Gabrielle. Así que se inventó la excusa más sencilla del menú para ver si al menos ganaba tiempo para salir del shock.

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– ¡Ey! Amo el frío y pos… - Se señaló a si misma con ambas manos – … vampiro, pero nada de frágil ma cherie –

 

Sonrió y le guiñó un ojo, dejándola luego que volviese a retomar las riendas de la charla. No tenía idea de quien estaban hablando, o no lo recordaba. Para los rostros y nombres masculinos no era muy ducha, y menos si era alguien con quien no trataba seguido, pero al parecer no era un hombre del agrado de su prometida. Volvió a sujetar la mano de esta luego, relojeando con la mirada a Jessie que estaba demasiado callada.

 

A – ¿Aaron vale la pena para hacer de compañía? Tengo que pasar más tiempo con ese chico. Ya debería estar por regresar, si querés podemos engancharlo para que asista con vos. –

 

Se quedó pensativa. Sabía muy poco de él, y desde que había tomado conocimiento de que el que lo había criado había sido un miembro de la Yaxley el interés por el futuro del muchacho también se había derramado en el mar de su indiferencia. Pero la unión con Gabrielle le devolvía su ternura natural y estaba dispuesta a tratar de unirse más a su hijo. Ella le cambiaba la vida segundo a segundo.

 

Te propongo algo Maida. Vos estás, al parecer, bastante unida a Aaron… ayúdame a recuperar a mi hijo, o a unirme más a él, y estarás invitada a quedarte cuanto tiempo gustes para poder descansar de esa “investigación” – Sus ojos brillaron con malicia y diversión – De paso te enseñamos cómo mentirle a la cara a la gente lo suficientemente bien para que te crean. –

 

Robó un beso de los labios de Gabrielle y ronroneo, extrañaba tenerla para ella sola. Quería abrazarla y acurrucarse un rato a su lado mientras compartían sus pensamientos sorbe la boda. También quería que fueran a algún lugar lindo de viaje; una “luna de miel” o algo por el estilo. Se separó y le sonrió, achicando los ojos en el mismo momento que le mostraba los dientes, esbozando una mueca algo graciosa.

 

En cuanto a vos… Debemos discutir cuál de las dos usará vestido, o si las dos lo haremos. Yo me voy a ver algo rara de blanco, no van a saber cuál es el vestido y cuál soy yo, porque ambos seremos del mismo color, pero ya qué. –

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Los pantalones rasgados quedaron tirados en medio de la habitación que me había acogido por tanto tiempo en el castillo de los Black en cuanto desaté el cinturón- había procurado cerrar la puerta con bastante desgano, cansado y un tanto adolorido- las primeras manchas, pinceladas de moretones comenzaban a notarse en parte de mi torso, el muslo izquierdo con una fina cicatriz y el pecho con una más notoria cruzando en diagonal; más que eso, era la rodilla la que me molestaba, impidiendo moverme con soltura o ligereza ya que el absorvere que había recibido en el torneo no había alcanzado a sanarse del todo. Seguramente cojearía un par de días.

 

El primer pie en la bañera dio el toque de satisfacción casi masoquista en el ardor de los rasguños producidos en combate para finalmente dejarme caer levemente salpicando algunas gotas al exterior. Sí, era lo que necesitaba luego de un extenso día. Nius me había dejado solo luego de llevarme a la alcoba y me era grato tener un baño particular, ¿a quién no?.

 

Mi madre contraería matrimonio con mi tía, acababa de recibir una cachetada de Jesseca quizás porqué motivos y no siendo menor, venía llegando de un torneo de duelos, sin duda era un día completo, reí y apoyé la cabeza hacia atrás cerrando los ojos ¿qué serían diez merecidos minutos?...

 

A los veinte ya me encontraba vestido nuevamente, terminando de abotonar los puños de una camisa de lino blanco frente a un largo espejo que reflejaba la esbelta figura, luego decidí arremangarlos. Deslicé la mano por la barbilla, el cuello, recordando haber sido consumido por aquella cicatriz ante la cual entrecerré la gris mirada cuando ésta quedo reflejada frente a frente en el vidrio. Saliendo de aquella introspección, alcancé la varita que yacía sobre una mesa apegada a la pared y la envainé en horizontal al cinturón por detrás, para acomodar el cuello de la camisa; dos botones abiertos; el amuleto de curación me iría sanando poco a poco ahora que lo llevaba puesto. Salí al balcón y tras verificar si mis familiares seguían reunidos en el jardín me desintegré en una voluta oscura para conformarme a unos buenos pasos del grupo, caminando a duras penas con la ayuda del bastón.

 

 

-Y bien...- comenté apresurando entrometerme en medio de Gabrielle y Mahía, enlazando mis brazos tras sus hombros; el bastón lo mantenía en mi diestra. Observé a Maida y luego a Jesseca quien se aferraba al brazo de su marido- ¿celebraremos ésta noticia?... Hey Maida, estás pálida...

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Las palabras de Mahia terminaron por sacarle el color del rostro, lo de decía acerca de su afinidad con Aaron se iba por otro rumbos, y por mucho, ella seguía con el nombre de un Malfoy en la cabeza. Aunque claro, entendió su petición, el chico de ojos grises era un hueso durísimo de roer en cuanto a dejarse conocer, y siendo ella la madre, era normal que quisiera tenerlo más ahí. No hacía más que asentir mientras la oía. Jamás había visto a su primo como un hombre al que se pudiera tener un un solo sitio, tampoco como uno al que se pudiera considerar como hombre, aunque este último pensamiento casi la hace estallar de risa.

 

Tía, gracias, haré mi mejor esfuerzo porque ese cabezota sea un poco menos... arisco a someterse a estas tertulias familiares —aceptó encogiendo los hombros—, pero no prometo nada, es una especie rara —bromeó.

 

Justo a tiempo, pues, el aludido y su bastón hicieron acto de presencia. Ella aún estaba medio aturdida y no reparó en que la había observado un par de segundos al menos para hacer ese comentario. ¿Habría oído lo que dijo Mahia y su contestación? Carraspeó sonriéndole y asintió.

 

Si, ya ves, la mala alimentación a la que me tienes sometida —bromeó tratando de evitarse el momento de explicar cualquier otro detalle—. Por cierto, y antes de adentrarnos en planes, ¿vas a la boda conmigo? Me temo que cualquiera otra elección de pareja por mí parte acarreara el enojo de la tía Gabrielle, y cualquiera otra elección de pareja por parte tuya, me hará intentar hacerte un berrinche —y aunque seguía diciéndolo en bromas, logró mantener el gesto serio.

 

Alzó la mano derecha en gesto solemne.

 

Prometo no bailar, conversar sólo lo estrictamente necesario y llevar mi propio pañuelo por si me emociono en la hora de los votos —juró seria—, adicionalmente si quieres salirte de la fiesta con otra bruja, no diré una sola palabra en contra.

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"Nada frágil" frase que la francesa no terminaba de entender. Desde que la Delacour se unió a la familia tenía esa rara necesidad de protegerla, así fuera ella la hermana menor, la humana... La frágil. Meneó la cabeza y rio por lo bajo al verle, el tiempo seguía pasando y solo deseaba que los chicos dieran lugar para ellas dos.

 

Pero el tiempo pasaba e incrementaba su ansiedad, su pie se movía constantemente tratando de controlar sus ganas de sujetar a su hermana y llevarla lejos, la educación ganaba a lo que se trataba de quedar quieta en el lugar simulando prestar atención la Yaxley.

 

Antes de poder abrir la boca (y seguir acertando en comentarios fuera de lugar) Aaron había aparecido a lo que presionó sus labios tratando de no soltar palabra. Su mirada recayó en él y sonrió al sentir el contacto ¿Estaba logrando ablandarlos? La noticia de seguro.

 

¿Celebrar? No, no quería celebrar, no quería contestar quería estar tranquila con su prometida ¡Por qué se empeñaban en revivir en el momento menos indicado! Trató de calmar su propia desesperación y tomó una buena bocanada de aire en sus pulmones para luego soltarlo, era demasiado.

 

Ustedes dos irán juntos y fin del asunto porque no gastaré un platillo de comida en sus respectivos acompañantes.- mentira total pero ellos no tenían necesidad de saberlo. — Además Maida, el chico anda en bastón y quieres que ande bailando, ubícate mujer.

 

Alzó su mano derecha y señaló a su futuro hijastro, a decir verdad su misma impaciencia le ayudaba a dejar las palabras fluir sin el filtro que comúnmente usaba su cabeza para comportarse; le abrazó de golpe y le miró a los ojos aún con la sonrisa dibujada en sus labios.

 

— Fin de la discusión, la llevas y nos evitas el soportar gente externa.- Separándose del él observó a sus sobrinos respectivamente y sus manos se posaron en su cintura. — Ahora ¡Permítanme a la maldita rubia! Tengo la maldita hora tratando de proponerle matrimonio y siguen reviviendo familiares.

 

“Merde” Sintió correr un sudor frio por su espalda ¿Le habría escuchado? ¿Habría manera de regresar el tiempo? ¿Y si lanzaba un confundus y que aquello le aminorara de golpe? No se atrevía si quiera a girar el cuerpo para mirarla, cerró los ojos y negó con la cabeza, no quedaba más.

 

Una de sus manos pasó por su frente subiendo lentamente hasta entrelazarlo en sus cabellos, sabía que su hermana (y posiblemente sus sobrinos) estarían golpeados por sus palabras ¿Cuantás horas habían pasado desde su vómito verbal? Escasos milisegundos que parecían horas. Giró se cuerpo hacia Mahia y clavó su mirada en ella pensando inmediatamente “confundus”, al menos serían dos golpes ganando un poco de tiempo.

 

Apresuró a abrazarla y detuvo su rostro con ambas manos para fijar sus ojos miel en el azul de ella, besó sus labios con ternura (culpa tal vez) y se separó para lanzar el reproche a sus sobrinos.

 

— ¿Ven lo que me hacen hacer? Bonita manera de empezar el matrimonio.

 

Ya solo quedaba sonreír nerviosa. Entrelazó su mano con la de la Black y le jaló apresurada hacia los jardines del castillo, solo sería un momento pero caminaba lo más rápido que su fuerza y cuerpo (y vergüenza… y enfado... y la lista seguía) le dejaba hasta quedar en ese lugar.

 

Era un pequeño espacio despejado, mismo que recordaba de memoria. A diferencia de aquel día ahora el panorama pintaba diferente, ya no se sentía ese ambiente sombrío y esa tristeza tangible en el ambiente, ahora era solo la confusión de su hermana… Y los nervios de la Delacour.

 

— ¿Estas bien? – dijo apenas rozando la mejilla de su prometida y mirándola a los ojos. — Creo que, no recordarás este lugar…

 

Ella misma sintió el golpe de nostalgia, para Gabrielle aquel día había sido tan duro como cualquiera de su infancia, el tener que despedirse de ella, el tener que dejarla ahí… El desaparecer de su vida.

 

Aquí me despedí de ti antes de desparecer de la familia, del mundo… Fuiste la única, los demás no me importaron y fue lo más difícil y doloroso que hice en mi vida.- bajó la mirada por leves segundos y continuó. —Siempre fuiste tú por quien me preocupaba, quien me importaba, tal vez por eso regresé en cuanto me llamó Orión, la esperanza de volverte a encontrar era más fuerte que mi miedo….

 

De nuevo el vómito verbal. Gabrielle siempre se había distinguido entre sus hermanos por ser expresiva, el carácter de los Black no iba con ella pues el ser fría y distante no le parecía pero, al igual que los Black, detestaba decir sus emociones.

 

— Es por eso que elegí este lugar para mi promesa…

 

Su cuerpo se separó un poco de ella y extendió su mano derecha para sentir su varita materializarse, apuntó a su mano izquierda y una caja apareció en su palma, guardó de nuevo su varita y de nuevo sus orbes miel cayeron en el azul que tanto amaba.

 

— Hace años me fui te tu vida en este lugar y hoy, en este mismo lugar te pido que seas parte de mi vida, siempre. Prometo nunca volver a dejarte, prometo nunca alejarme y cuidar tu felicidad- su corazón latía a mil pero en aquel momento no le importaba el posible colapso arrítmico, abrió la pequeña caja dejando a la vista el anillo con un sencillo rubí en el centro— Mahia Black ¿Deseas casarte conmigo?

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