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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Catherine Moody

 

Los ojos de la bruja, que se posan en el tigre que se desliza por el aire, tienen una apariencia velada y torva. Demasiado tiempo, desde el último llamado que recibiera. Casi pensaba que no volvería a recibir uno. La nueva varita de cuerno de basilisco parece vibrar, expectante, mientras ella intenta no exudar las emociones que se agolpan y la aturden.

 

Las palabras no son bonitas pero le otorgan una sensación cálida en el pecho: de que por fin se pondrán en acción. Sus miembros se desentumen a medida que empieza a movilizarse y recorre el espacio con la energía del phantom; ella es una bruja, miembro de la Orden del Fénix que busca ahora demandar explicaciones de un aristócrata descerebrado y hedonista. El por qué ha visto tanto sufrimiento en las calles recientemente, una causa valedera. Tiene que recordarse eso muchas veces, para que la presión del pasado no amenace con desatar la violencia y el lado salvaje y marchito en su interior.

 

Cuando alcanza la verja de entrada, tiene que detenerse un momento para respirar; es todo lo que puede hacer para no vomitar ante la opulencia insultante del ministro. El mismo líder de los funcionarios mágicos que le reveló a los muggles el mundo que comparten sin siquiera tener un plan de contención, arruinando de un plumazo cientos de años de relaciones diplomáticas en el proceso.

 

Sus ojos se abren como los de un gato a medida que avanza hasta alcanzar una figura que reconoce: por la forma en que anda, por la manera en que su cuerpo se recarga un poco hacia adelante sin encorvarse y sus rodillas están apenas dobladas, en una stanza impecable. Unas faacciones endurecidas por muchos años de lucha y mal sueño y pociones que explotan sin avisar. Un rostro que ama pero cuyo amor no merece.

 

No se acerca demasiado, para no insultarla ni presionarla. La luz cubre sus facciones, la capucha verde oscura de la capa echada sobre el rostro, así que quizá no se aleje de ella o la eché enseguida si se queda muy quieta. Pantalones de montar, botas y una blusa desconocida con los cordones de la pechera sueltos de forma descuidada ¿Recordará ella que es así como solía vestir siempre?

 

No hay mucho por hacer, sus compañeros ya se han encargado de las criaturas y en serio quiere mantener la boca cerrada para no exaltar a Madeleine, pero no puede.

 

-Tendríamos que sitiar este lugar hasta que esa rata salga de su escondrijo -escupió, con un desdén aterciopelado y receloso.

 

No reconoció el patronus que la alcanzó así que debe tener un nuevo líder. Inclina la cabeza para saludar a todos... y espera.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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No era el momento para hacer un recuento de las circunstancias por las cuales Rory tenía ahora frente a él a un bello patronus con forma de tigre de bengala dándole un mensaje.

 

No lo era, y sin embargo, el muchacho pellirojo se vio en ese minúsculo cuarto que ocupaba en el Pink Palace, abrumado por la primera misión de la que debía ser parte como miembro de la orden del Fénix, una decisión que quizá no había sopesado del todo en su momento, pero de la que no pensaba rectificarse. No por ahora.

 

Comenzó entonces a alistarse en silencio, un conjunto sencillo de dos piezas y calzado cómodo que le permitiese moverse con cierta agilidad. Acomodó su varita al cinto y su rosario de cuentas perladas al cuello y desapareció con dirección a los terrenos de la familia Black.

 

Al llegar allí un variopinto grupo lo esperaba. No podía identificar a todos, pero reconoció a Kaori. ¿Debía también él cubrir de alguna forma su rostro? Le habían explicado que debía hacerlo para evitar represalias y encarcelamientos injustos, pero aun así desistió de hacerlo.

 

Quien iba con la protección del Dios verdadero no tenía por qué temerle a las represalias de este mundo, y de la misma forma que de su fe, no pensaba ocultar su pertenencia al bando.

 

Dio unos cuantos pasos más para quedar cerca de Kaori. Era increíble como la mujer que tenía delante parecía en cierto modo alguien distinto. En sus ojos, un tenue brillo reflejaba mucha ira contenida. Rory sabía que ello se debía a la muerte de Aries, él mismo se había sentido profundamente conmocionado con la noticia, a tal punto que estaba allí en parte, como los otros, tratando de dar con los responsables del asunto y que pagasen su crimen.

 

¿Pero lo conseguirían? No podía dejar de pensar en que con tanta violencia inundando cada pequeño espacio de Ottery, quizá al ministro no le importara que estuvieran allí. Pero quería creer que aunque mínimo, el tan solo mostrarse podía significar un cambio.

 

Para que todos esos que se arrogaban el derecho de tomar la vida de los otros recordasen que, como todos, un día les tocaría enfrentar un juicio y pagar sus acciones en una corte no viciada por el poder terrenal. Pero que aun así, en la tierra, grupos como la odf serían una piedra en su zapato, el recordatorio de que no todos pensaban igual y sobretodo que no callarían ni cederían más ante los abusos.

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Los cabellos y el rostro de la bruja habían mutado segundos después de entrar en los jardines de la mansión Black, los cabellos negros, el rostro afilado y la mirada cada vez más roja, mientras veía a los clones avanzar. Se detuvo unos segundos y movió su varita apuntando a un espacio sobre ella.

 

—Corpus Patronus —un humo grisáceo se fue convirtiendo en un azulado y corpóreo billywig que revoloteaba sobre la cabeza de los presentes casi invisible por su velocidad de vuelo pero dispuesto a atacar a quien pudiera atacar a la Potter Black y defenderla de quien intentase atacarla.

 

El mago había dado la orden de avanzar y el grupo compacto pero no por eso menor se dirigió hacia la destruída puerta de entrada. La vampiresa pensaba que era una pena con tanto trabajo de talla que había tenido originalmente. El ambiente seguía sintiéndose extraño, estaba segura que algo había allí, la gente presente, podía sentirla, así como podía sentir gracias a sus conocimientos de maldiciones que muchas de ellas había en aquel lugar. La oscuridad llama a la oscuridad, pensó mientras recorría con la mirada el lugar, buscando qué es lo que la hacía sentir así de esa manera tan inquieta, incluso su medallón ardía en el pecho avisándole el peligro.

 

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Madeleine Moody ~

 

Unos momentos después, más miembros de la Orden del Fénix se unen a ellos en los jardines del castillo. Madeleine echa un vistazo rápido, pero su atención vuelve a Hobbamock, que responde a su pregunta.

 

—¡Andando, entonces!

 

Sin embargo, una voz hace que se detenga. Lentamente, gira el rostro. El rostro de la mujer está cubierto por una luz y viste con una capa verde oscura, pantalones de montar y una blusa sencilla. Aunque aquella indumentaria es familiar, es por su voz y su forma de hablar la forma en que la reconoce. Los músculos de su rostro se tensan. Duda por unos momentos. ¿Qué debería hacer? ¿Saludarla? Le gustaría tener la valentía de sonreírle y dale un abrazo, pero se siente completamente incapaz.

 

—Se seguirá escondiendo como la maldita rata que es —responde Madeleine con determinación—. Así que vamos a por él.

 

Y se apresura a seguir a Hobbamock hacia el interior del castillo.

 

—¿Nada? —pregunta, tras ver que su encantamiento no surge efecto.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Lukya Volkov.

Volkov se acercó a la mujer de cabellos negros, la única fémina que reconocía en aquel lugar, tenía la necesidad de expresar su sentir, él entendía lo que ella estaba sufriendo en ese momento, su esposa también había muerto en manos de magos tenebrosos y aquello le recordaba aquel suceso que había pasado hace una década. Por lo que trato de llevar sus pensamientos a otro lugar, sin embargo, estando a unos pasos de distancia de la Lugarteninente, paso la palma de su mano derecha sobre la espalda de Kaori, para después apretar su hombro.

Siguió el camino hasta llegar a las inmediaciones del Castillo, era momento de buscar pruebas que acusaran al Black Yaxley de sus crímenes. Pero, algo le decía a Lukya que aquel hombre no guardaría información tan delicada dentro de su hogar, al menos si el cometiera un crimen no le gustaría que fueran a importunar su hogar, por lo que se limitó a seguir a un par de compañeros, como quien fuera capaz de cubrirles la espalda en caso de una emboscada.

Tras minutos siguiendo a Kaori, se dio cuenta que ella y todos sus compañeros en ese momento eran capaces de defenderse con todo el arsenal que tenían consigo, ya sea por aquella magia tan poderosa que habían aprendido gracias a los Guerreros Uzza, magia tan poderosa que él no se atrevía a experimentar, en un lugar con mucha gente, no estaba totalmente seguro que cosas buenas salieran de magia uzza.

Imagino que, en estos momentos, Black se encuentra trabajando en el Ministerio, presiento que es aquel lugar en el que debe tener pruebas del asesinato de Black Lestrange. —dijo exteriorizando su pensar.

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Avanzaron hacia el Castillo Black, mientras Mackenzie miraba a su alrededor los efectos de la segunda onda expansiva provocada por Hammer of Justice. El efecto sísmico inicial se había propagado con otra onda expansiva y había la tierra, abriendo brechas grandes entre las placas tectónicas y provocando en los cielos una tempestad de rayos, truenos, relámpagos y tierra removida. Los daños causados en el jardín eran ya considerables y seguirían expandiéndose. Por el momento, la tierra estaba ya abierta y resquebrajada y todos los árboles y ornamentos del jardín habían quedado destruidos. No se veía un alma y hasta las peligrosas criaturas de las que hacían gala los Black habían huido aturdidas y acobardadas, las que no habían caído en las brechas de la tierra y muerto a raíz del seísmo.

 

Algo procedente de aquel lugar le llamó poderosamente la atención. Quizás fueran sus sentidos de Paladín, altamente desarrollados para detectar fuerzas oscuras, pero lo cierto es que notaba la presencia de fuerzas oscuras desmesuradas.

 

—Este lugar es peligroso. Las artes oscuras están descontroladas por aquí. Deberíamos incautar todos los objetos oscuros que veamos.

 

Se adentró hacia el Castillo y entró en su interior. Unos gritos llegaban desde algún lugar recóndito. ¿Qué tenían allí escondido?

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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El recorrer la mansión sería una cuestión algo complicado pero necesario para poder encontrar a quien buscaban. Dentro seguramente habría gente, quizás. Levantó la ceja, había olvidado aquel vestíbulo lleno de cuadros que le traía una sensación de melancolía y oscuridad que le revolvía el estómago. Movió su varita mientras susurraba varios obscuro para cubrir la vista de cada uno de los retratados, inútil quizás, pero era algo que sentía malditamente necesario, sin saber por qué.

 

Sobre sus cabezas el suave zumbido del billywid indicaba que continuaba protegiéndola mientras su sombra recorría el lugar varios pasos por delante del grupo, dirigiéndose hacia el ala izquierda de la mansión. La bruja sonrió y asintió, consciente de lo que la sombra buscaba no necesitaban hablar para saber qué es lo que querían.

 

—Vitae —dijo apuntando hacia un sillón en la sala que habían atravesado las patas se movieron con garras afiladas de madera dura y los apoyabrazos se curvaron con garras aún más afiladas por las tachas de metal y unos ojos algo extraños surgían en el respaldo cubierto de madera y terciopelo. Si alguien intentaba impedirles el paso les atacaría destrozándoles los brazos, piernas y cuello.

 

Asintió a las palabras de Mackenzie, segundos después su sombra regresaba a ella y la Potter Black se unió a ella, guardando en el bolso de piel de moke en su cintura lo que la sombra había traído de las habitaciones en el ala izquierda de la mansión. Entrecerró sus ojos y escuchó con atención, los gritos que se escuchaban le recordaron las películas de terror. Alguien sufría en aquella mansión, no era así la última vez que ella había estado allí. De verdad mucho había cambiado y la vampiresa recordó que alguna vez el joven mago se había llevado dos pequeños niños de una mansión tras engañar a la propietaria de la misma. ¿Serían ellos? Se preguntó con curiosidad dudando de recordarles a los demás dicho hecho.

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Estando ya todos dentro del castillo las palabras de Mack le alarman, aunque no le sorprende. Él mismo siente la magia oscura del lugar, supura de todas partes como lo hiciera la mugre de una herida infectada. No sabe si para el resto también es tan obvio, pero desde que está en sincronía con la magia de los paladines le cuesta muy poco detectar la magia oscura. Activa el Divine Intelect que hace que su cerebro funcione a toda velocidad.

 

Con su mente pensando de una forma en la que no lo hace normalmente, comienza a investigar el lugar y se dirige hacia las escaleras que llevan a las mazmorras. Enciende la punta de la varita utilizando lumus y camina adentrándose por los pasillos. Llegado un momento de su caminata llega a las celdas. Abre la puerta usando magia, reconoce el rostro del nomaj: es el primer ministro muggle británico.

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El egipcio seguía merodeando el bosque, ese sitio tan alejado del Castillo y pensó en el mismo patriarca ¿Acaso @ tendrá trampas contra las alimañas? No obstante, simplemente caminaba con su criatura, aquella que poseia orbes rojos, era posible que su sobrina no le perdonara si algo ocurría con ese sitio, pero no estaba en la intención del egipcio defender, a no ser que alguien intentara robar algo, igual era alguien que podía no proteger, pero si estorbar como piedra en el camino el sendero de los intrusos, igual los de esa familia serian suficiente para acabar con los enemigos de la pureza de la sangre.

 

-Curioso.

 

Eso lo comentaba por la densa vegetación, este no estaba seguro de lo que pudiera ocurrir, luego que siguiera caminando, igual el mago oscuro era conocido por no pensar mucho y si actuar, era posible que pudiera divertirse algunos segundos. Aunque, todo pudiera ocurrir en ese paseo. En caso de conseguir intrusos, podría usar su dignidad de dignatario para oscurecer la imagen de ciertos seres. Y así, que continuo su trayecto a rumbos desconocidos.

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Observó detrás de Hobb el rostro del primer ministro muggle y distinguió la voz que había gritado antes. El pobre hombre estaba demacrado, aunque un poco gordo, se ve que le habían alimentado bien o quizás era que lo habían llenado a engorgios, quién podía saberlo.

 

Mackenzie invocó a sus Thunder Clone y los envió a investigar por el Castillo. Si habían mantenido prisionero allí al primer ministro muggle, bien podía ser que hubiera otros desaparecidos. Además, recordaba haber escuchado a Sagitas quejarse del rapto de su elfo, Harpo. ¿Y si también lo tenían allí? La respuesta no tardó en llegar. El clon que tenía el sentido de la percepción le trasladó el lugar exacto en el que se encontraba el elfo. Lo tenían prisionero y habían dispuesto encantamientos anti desaparición, así como otros que evitarían que usara la magia élfica. Mackenzie sintió rabia al pensar en que pudieran hacerlo algo así a un elfo. Le ordenó al clon de fuerza sobrehumana que cargara con el elfo y lo llevara junto a ellos.

 

Cuando el pobre Harpo estuvo a salvo con el grupo de la Orden del Fénix, Mackenzie envió a sus clones a la habitación de Aaron. Sin duda alguna, al clon de la percepción no le resultaría difícil encontrar el camino. Una vez allí, ambos clones explotaron en un halo de electricidad, llevándose con ellos todos los objetos oscuros que había por allí y quemando, lamentablemente, el resto de la habitación. Lo sintió por las finas sábanas y edredones y por las caras cortinas, pero tampoco se podía consentir que la magia oscura campara a sus anchas en el mundo. Una pena, Aaron hasta le hubiera podido caer bien en otro tiempo, de hecho, no podía decir que le tuviera animadversión, muy al contrario. Pero Mackenzie no podía olvidar tampoco los problemas que había causado en el mundo mágico ni tampoco el hecho de que era mortífago.

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