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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Maida se apartó aún más cuando el ave se posó sobre él. Nunca había tenido un ejemplar tan cerca y resultaba fascinante a sus ojos. Intentó acercar una de sus manos, sin embargo las ganas apenas le duraron unos segundos. Sonrió nerviosa mientras bajaba su mano.

 

- Conoces mucho de magizoología, ¿ya has tomado alguna maestría? -preguntó realmente interesada y con la intención de quitarse un poco la actitud almidonada- ¿Esta es una de tus nuevas criaturas?

 

Giró sobre su eje unos momentos, tratando de averiguar cuando faltaba para que cayera la noche. Seguía sin querer que semejante circunstancia los dejara sin poder regresar a salvo al castillo. Y entonces, la sorpresa. La bruja se acercó a Martín, consciente que si el caballo alado era un salvaje, sólo él podría ayudarla. Presionó sobre sus dedos uno de los anillos que le otorgaba mayor entendimiento de algunas criaturas y sin pensarlo, tragó saliva.

 

 

- ¿Subir a uno de estos? -chasqueó la lengua y sonrió de lado viendo que el animal no estaba dispuesto aa atacar a nadie- ¿Crees que sea... Bueno, esta bien.

 

Respiró con fuerza, tomando un poco de la valentía que había expresado hace dos segundos y se ató la cabellera en un moño todo raro.

 

- Solo promete que no me dejarás caer -amenazó en broma y señalando su pecho-, aun podría revocar tus calificaciones, Señor Black.

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Ante las palabras de la bruja, Black recordó con dolor que no le habían autorizado su solicitud para cursar Cuidado de Criaturas Mágicas. Había tenido, desde su adolescencia, un estrecho vínculo con su lobo; a partir de lo ocurrido con la maldición todo se acentuó más. Pero en líneas generales, las criaturas mágicas, que le agradaban, aún las veía lejanas en conocimiento. Por eso estaba dispuesto a aprender de ellas todo lo posible, y un poco más.

 

—Pienso hacerlo en cuanto tenga tiempo —respondió con tranquilidad el mago nacido en Gales—. La aprobación de Pociones —le hizo un guiño a la bruja—, me ha hecho investigar bastante sobre el tema, y he intentado preparar varios brebajes. Espero no morirme intoxicado… Ya sabes, sólo tengo una vida —bromeó.

 

Observó con detenimiento al pájaro que tenía apoyado en su brazo. Era precioso. ¿Por qué había tardado tanto en comprar uno? ¿Por qué aquel hermoso bosque se había dado el lujo de no contar con la presencia de aquella criatura inspiradora de paz?

 

—Lo es. A veces siento que por más pesados que tengas los bolsillos, si tu alrededor está vacío… es como si el mundo estuviese vacío. —No sabía si había logrado transmitir lo que quería decir. Pero los galeones no era lo que lo hacían rico, sino los detalles de apreciar aquel tipo de cosas, como el silencio del jobberknoll.

 

Respecto al paseo en aethonan, Maida acababa de sorprenderlo. Asintió a sus palabras.

 

—Tranquila, estaré cerca por si ocurre algún imprevisto. Pero espero que mis calificaciones ya estén a salvo en la Universidad, y no a disposición de una vengativa profesora, que pretende chantajearme por un precioso viaje en una criatura alada. —Se acercó a la bruja, dispuesta a ayudarla a subir al lomo del animal mágico—. Trátalo con cariño, dicen que los aethonan son amables siempre y cuando reciban cariño. A ciencia cierta, nunca he volado en uno, así que será todo un espectáculo apreciar tamaña belleza.

 

Cuando el aethonan desplegó sus alas y sus patas dejaron de tocar el terreno frondoso del bosque, Black invocó su saeta de fuego y voló. Sus hebras platas emitían destellos por el resplandor lunar, que ya estaba imponiendo toda su presencia en el cielo oscuro.

 

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La verdad es que para ella aunque el Jobberknoll era una linda criatura, le evocaba el sentimiento de tristeza, después de todo, sólo hacía sentir su presencia cuando estaba por salir del mundo. Más valía no escuchar su canto nunca. Sonrió de lado, algunas personas eran así, sólo las lograbas sentir cuando desaparecían del rumbo de uno. La bruja miró al cielo ya casi oscuro y aceptó la ayuda de Martin para subir al córcel alado, ¿tendrían realmente que ver con los pegasos mitológicos? Se estremeció un poco cuando sintió las manos del mago sobre su torso para ayudarla a montar, pero logró mantener el gesto adusto e incluso sonreír mientras se acomodaba.

 

No te preocupes, la certificación de Pociones ya está completamente tramitada en el Ministerio —comentó casi riendo—, alumno quejica.

 

Notó entonces que sus temores eran infundados, él se iba a montar en una escoba, a prudente distancia de ella. Hacía mucho que tampoco montaba escoba, Maida se mantenía firma en que el mejor medio de transporte era un barco a través de alguna laguna de Europa. Se aferró con firmeza del ancho cuello del animal y cuando se sintió segura, acarició el pelaje de su lomo con cariño. Ella misma tenía uno de esos ejemplares, aunque jamás había paseado, poco a poco lograron ver los techos del Castillo Black, y sus ventanales iluminarse a medida que la noche se cerraba en el cielo. Sonrió al Black, consciente quizá que la mitad de su cabellera le estaba tapando el rostro.

 

Tú diriges, ambos seremos Black, pero te conoces mejor estos terrenos que yo —dijo casi gritando la bruja mientras se tomaba unos segundos a ojos cerrados.

 

La brisa y el tener que alzar la voz para hacerse oír la estaban relajando. Quizá eso era lo que necesitaba, sentir que tenía que ser escuchada, libertad, esa misma que ella se había prohibido con cada decisión de su vida, el temor seguía presente y vigilante en ella, todo su cuerpo poseía un ligero temblor que contrastaba con la seguridad que mostraba el caballo alado en cada movimiento. Como si él le dijera: No necesitas nada más, estás bien aquí. Y Maida, creía ciegamente que aquello era verdad. ¿Cuánto tiempo iba a durar esa sensación? Nadie sabía, pero no quería que terminara pronto. Incluso cuando abrió los ojos y notó el rostro del Black ladeado hacia ella. A lo mejor había perdido el respeto de Maestro-Alumno, y se veía como una bruja de diez años, pero no importaba. Luego de muchos meses, la bruja sentía tranquilidad, y eso era algo que sólo las pociones difíciles le había dado.

 

¿Será más rápida una saeta o un Aethonan? —gritó antes de presionar ligeramente los costados del animales y salir despedida con rapideza hacia el sur del Castillo, dejando a Martín atrás por unos segundos.

 

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  • 2 meses más tarde...

El sol daba de lleno en la verde grama, haciendo resplandecer el multicolor del paisaje, que zigzagueaba con aquel arroyo que venia desde la montaña. El viento acariciaba el valle, haciendo el único sonido de todo el lugar, algo que parecía sumamente extraños, hasta un contraste de que algo tan hermoso estuviese desolado.

 

El silbido que se producía era bastante escalofriante, perturbador incluso. Toda aquella escena parecía sacada de un capitulo de terror. Era la tierra de nadie, donde nunca habían llegado o simplemente el final era en ese lugar, tan fantástico, tan sublime, pero con tanta soledad.

 

Poco a poco se fue dibujando una silueta en lo lejos, emergió de lo profundo del bosque. Era difícil distinguir que era, a lo lejos parecía que no caminara, si no que flotara sobre el piso de alguna extraña manera y a medida que avanzaba se hacia mas grande y detallado.

 

Un hombre corpulento vestido con ropajes oscuros, de gran altura cada vez que se aproximaba. Una larga cabellera y una tupida barba que le cubría el rostro, se notaban algunos detalles en su descuidada ropa, como algunos emblemas e hilos plateados.

 

Tez morena, con alguna cicatrices que sobresalían en su rostro y una mirada totalmente oscura, simulando cuencas vacías. Tal vez para muchos era difícil reconocerle, así como para otros solo con sentir su presencia sabían quien se aproximaba.

 

Su mano toco parte del rosal que estaba proximo al castillo, revelando su piel como si estuviese agrietada. Una sonrisa inhumana se dibujo y al final avanzo como la sombra que era hacia la casa de los Black.

 

-Tu señor ha llegado...

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Su cuerpo yacía en el pasto de los jardines del castillo, panza arriba, con los ojos entreabiertos. Su pecho se inflaba lentamente cada vez que inhalaba por la nariz, y se desinflaba cada vez que largaba el aire por la boca, a un ritmo constante, sin pausa ni aceleración. La vista la tenía clavada en las estrellas y apenas pestañeaba.

 

Sentía la espalda húmeda del rocío de verano que se había impregnado en su camiseta, pero ya estaba acostumbrada al frío nocturno. Traía su ropa de siempre, y un cigarro a media colilla entre sus dedos de la mano derecha. Cada tantos minutos lo acercaba a sus labios y le daba una bocanada, sintiendo el sabor a chocolate ingresar por su boca hasta llegar a sus pulmones, pero el disfrute estaba cada vez que exhalaba. El humo dibujaba figuras graciosas en el aire, creaban un efecto hipnótico.

 

Su mano libre la llevó por detrás de la nuca, como si la usara de almohada para despegar un poco su cuello del suelo.

 

Estaba a nada de quedarse dormida y el sonido de los grillos no ayudaba, pero una brisa extraña la hacía sentir incómoda.

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Septiembre, actualidad.

 

La mirada de la bruja se mantenía completamente fija en los alrededores del territorio de los Black, las copas de los árboles se arremolinaban en sus copas y el sonido de la brisa fresca, inundaba sus sentidos más agudos. Él tenía razón, bajo toda esa capa oscura y espesa, existía una belleza que sólo algunas personas percibían si eran lo suficientemente pacientes cómo para observar y no ver, cómo para escuchar y no oír. Y ahí, inmersa en sus pensamientos, se percataba de la paz que entregaba el silencio en ese lugar, una que anhelaba constantemente, pero que pocas veces obtenía. Llevó la taza de porcelana a sus labios para dar un sorbo a su té, y antes de cerrar sus ojos, se vio interrumpida por la única voz que no le causaba molestia.

 

⸺"¿Mamá? Mira lo que encontré para ti..." ⸺Kalevi se acercó lentamente a ella con unas cuantas flores silvestres que halló por ahí.

 

¿De donde sacaste eso? No lo vuelvas a hacer.

 

Le miró con seriedad, y al ver la mirada de pena en la de su hijo, no pudo contenerse y dejó todo para ir en su encuentro; posó la fina taza sobre una mesita, y antes de agacharse, acomodó los pliegues de su falda para que no interrumpiese en el dobles de sus piernas, quedó a la altura del niño y mientras dedicaba una dulces caricias en el rostro de Kalevi, le susurró.

 

Kalev, ¿qué te enseñé sobre las flores? ⸺él susurró la importancia de respetar sus vidas y Juliette asintió con lentitud.⸺ Exacto, ¿y sobre las cosas ajenas? ⸺ él volvió a murmurar, sobre el respeto y que jamás se debe tocar lo que no nos pertenece. La bruja volvió a asentir. ⸺ Ese es mi lobito.

 

⸺ "¿Mamá? ⸺la joven lo observó atenta⸺ ¿Crees que el tío Aaron se alegre de verme? Me regaló un libro, y me gustaría hablar con él sobre lo que no entendí. ⸺miró a todos lados como si estuviese avergonzado y luego se acercó al oído de su madre para susurrar.⸺ Es qué, hay muchas cosas que yo no sé, mamá".

 

Abrió y cerró sus labios para contestar a los dichos de su hijo, pero un destello intrépido la quitó de esa pequeña atmósfera de paz que sólo su cachorro le podía entregar, volvió a incorporarse, asegurándose de que las prendas de su ropa estuviesen en su lugar, y con lentitud dio una vuelta para encontrarse frente a frente con Nius. Su nariz se frunció instantáneamente, no se sabía si por ternura o porque estaba irritada. Sus labios se curvaron un poco, y lentamente se acercó hasta el alfo, dejando una pequeña caricia en sus orejas, cómo solía hacerlo a escondidas de Aaron. La criatura pareció sonrojarse rápidamente, pero Juliette no le dio tiempo de interrupciones. No había tiempo.

 

¿Lograste hablar con Aaron? ¿Él está aquí? ⸺Nius asintió rápidamente. ⸺ ¿Le avisaste? ⸺el elfo volvió a asentir, mientras ladeaba su cabeza y buscaba con la mirada al niño que se aferraba a las faldas de su madre, no tenía miedo, pero era demasiado introvertido. Juliette lo tomó delicadamente de la mano, y luego le hizo señas a la criatura para que se acercara. ⸺ Kalev, ¿recuerdas a Nius? ⸺le murmuró con una voz bastante serena, el pelinegro entrecerró su mirada y al abrir sus ojos de par en par, la bruja supo que lo había reconocido. ⸺ Nius, ¿puedes vigilar a Kalev en cuanto Aaron y yo conversemos?

 

Y hablando del Rey de Roma.

Aaron Black hacia ingreso a los jardines.

 

 

 

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Off: Ahora desaparezco (?)

Editado por Juliette Macnair

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Toco con su mano la fría piedra de la pared externa y todo el castillo se estremecía, reconocía a quien había llegado. Las piedras se acomodaron justo en aquel movimiento dejando un pasadizo el cual abordo el moreno. Antorchas se encendían con su paso.

 

-Si, sabes quien esta en casa... -Dijo sonriendo.

 

Arrastraba algo por las paredes, expeliendo pequeñas chispas que se iluminaban en los espacios mas oscuros. Al final de la escalera se vislumbraba una luz que salia de la rendija inferior de una puerta, la cual se hacia mas grande a medida que se acercaba.

 

De madera oscura, con algunas runas grabadas en su marco. Se quito el guante de la mano izquierda y puso la palma en aquel portal. Su mano se veía agrietada en algunos puntos, con lineas negras que simulaban tatuajes pero se movían, latían.

 

El cuarto se abrió y se ilumino con su presencia, era hora de descansar un rato.

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  • 4 semanas más tarde...

Aaron Augustine Black Yaxley.

En los jardines del Castillo Black

 

 

Aquella mañana me había quedado en el castillo, pues y por mucho que tuviese que ir al ministerio y cumplir con la talla del puesto que se me había otorgado, habían un par de reuniones que podían tener cabida frente a las brasas de la vieja y gigantesca chimenea que muchas veces intentó abrigar la estancia de los Black. Vestía una camisa de puño francés decorados con una colleras platinadas dentro del pantalón de tela negra, abrigado tan solo por un gillette de seda oscura.

 

-¿Señor?- la única criatura fiel a mí, aparecía de pronto en aquél salón.

 

-¿Nius?- respondí. El elfo se estremeció- ¿qué te he dicho sobre interrumpir los asuntos ministeriales?- cuestioné volteando hacia el orejudo con una taza de café humeante entre mis manos. Una de las orejas del elfo no podía erguirse pues estaba quebrada a la mitad por uno de mis arrebatos hacía años atrás- ¿tienes todo listo para la cena de ésta noche?...

 

-Sí...sí, señor. Nius tiene todo el preparativo listo, solo que Nius viene a avisar que la señorita Juliette y el joven Kalevi le esperan en el jardín...

 

-Gracias Nius, puedes retirarte...

 

Dicho tal, terminé de platicar con un par de rostros formados entre las brasas para ponerme un chaquetón que había dejado colgado en el respaldo de un sitial y dirigirme a los jardines del castillo. Allí fuera la brisa era fresca y a pesar de la frialdad del imponente hogar de los Black, la estructura y mi figura solo eran contrastes de un hermoso paisaje que comenzaba a tomar los colores de Otoño; no muy lejos de mi posición bajo el umbral de una de las salidas, se encontraba la menor de las Macnair hincada frente a su hijo, Kalevi.

 

-Se...¡señor!- exclamó el elfo en cuanto me vio más de cerca, con los rayos del sol brillando en mi cabello castaño y la gélida mirada gris puesta sobre él- Nius solo...Nius quería....

 

-Tranquilo, ahora sí déjanos a solas...- respondí en un tono armonioso pero a la vez tan seco como mi carácter. La criatura se volteó hacia Juliette y cabeza gacha se despidió del muchacho para esfumarse lentamente; observé al chico con ambas manos en mis bolsillos, di un paso más y quité una mano para revolver su cabello- ¿Cómo vas con el libro que te presté?...- miré a la bruja y observé una flor en su mano- tu madre tenía muchas de ellas en la mansión de los Rosier. ¿Cómo estás Julieta?...- alcancé su mano y besé el dorso.

 

@@Juliette Macnair

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Observó detenidamente las facciones del mago para asegurarse de que todo iba bien luego de su triunfo en el Ministerio de Magia, de ante mano sabía que los enemigos correrían con mucha más fuerza ahora que se había expuesto con tales discursos y quizá, con cuanta parafernalia más, eso sin contar con los chismes que se habían propagado hace algunas semanas atrás. Demasiado que digerir para mentes ignorantes como lo eran los humanos. Humanos. Negó para si misma al pensar de esa forma, y rápidamente estiró su mano agarrando la de Kalevi, manteniendolo siempre cerca de ella. El pequeño siguió sus pasos de manera inconsciente, pero manteniendo la postura erguida, el mentón en alto y la vista fija al frente. A sus once años, él era todo un hombrecito.

 

⸺"Me faltan sólo algunos capítulos, es un libro muy interesante". ⸺murmuró con una suavidad innata, mientras desviaba de vez en cuando su fría mirada a la de su madre, casi como si buscara alguna aprobación constante. Más ella se mantuvo en silencio.

 

¿Por qué no intentas llamar a Nius y van a recorrer los jardines? ⸺observó de reojo al mago para permitirle al elfo aparecerse, la conversación era de suma importancia y no quería que su hijo estuviese presente. El pequeño aceptó en silencio y luego de una pequeña reverencia con su mentón, comenzó a alejarse algunos pasos lejos de los adultos.

 

Juliette giró suavemente sobre sus talones para encontrarse de frente con Aaron, una pequeña curva se dibujó en sus labios hasta enseñar una delicada sonrisa que fue ampliada luego de recibir aquel pequeño beso en señal de respeto.⸺ Intento que eso vuelva a ser así, hay mucho que restaurar en los Rosier, pero mi gente ya se encuentra en eso.⸺susurró con cierta satisfacción para luego observar los ojos grisáceos del mago.⸺ Me encuentro bien, ¿qué hay de ti? ¿mucho papeleo que contestar? Señor Ministro de Magia. ⸺Negó un tanto con su cabeza antes de estirar su otra mano y agarrar el mentón masculino, sacudiéndolo con delicadeza de manera juguetona, y en cuanto lo soltó, su expresión volvió a la seriedad.

 

Era el momento.

 

Quieren arrebatarme a mi hijo. ⸺soltó de golpe y sin tapujos. La mirada de la bruja viajó hacia el fondo, buscando aclarar sus emociones para mantenerse a raya y no expresar algo inadecuado. Le hizo un gesto con su mano, atreviéndose a agarrar del brazo a Aaron y jalándolo lentamente hacia ella para que pudieran comenzar un paseo banal. Movimiento, eso necesitaba.⸺ El Ministro de Magia declaró no hace mucho su afinidad con la Orden del Fénix, y temo que Stefan, su padre, está dispuesto a prestarles su colaboración a cambio de tener a su hijo devuelta. ⸺murmuró con cierta seriedad para luego presionar con sus dedos la vestimenta del mago.⸺ Kalevi es estadounidense y mis papeles están manchados, ¿qué se supone que haré ahora? ⸺se detuvo de golpe, antes de que sus pies cruzaran la linea imaginaria que los llevaría a las profundidades del bosque, caminó solo unos pasos y se detuvo frente al Black.⸺ No permitas que se lo lleven...

 

 

 

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  • 3 semanas más tarde...

—Te he dicho que quiero muchas cosas contigo y eso implica visitar un sinfín de lugares —respondió por lo bajo, y a apenas un palmo de su rostro—. Pero en este momento sólo me apetece un sitio. —La mirada gris del mago brillaba incluso en la penumbra de la taberna; la mano tomó con mayor determinación a la bruja y la invitó a que salieran al exterior.

 

En cuestión de segundos, pasaron de estar rodeados por una llovizna que dejó algunas gotitas en los desordenados cabellos negros del galés, a refugiarse en un vestíbulo con innumerables tapizados y de mucha historia. Acababan de reaparecer en la morada del Castillo Black.

 

—Mi casa, aunque hacía mucho tiempo que no la visitaba —admitió.

 

El castillo siempre había sido un lugar especial para él, pero últimamente no lo visitaba con frecuencia. Tenía muchos motivos. Para empezar, los largos viajes lo hacían desaparecer. Su familia era ancestral, sí, pero también con ciertas peculiaridades que por momentos lo alejaban de sus parientes. Más retraídos y discretos, a pesar de sus aristocráticos portes, preferían la calma y la tranquilidad en aquel sitio. De hecho, en ese instante, donde Martín avanzaba junto a Tauro por aquella habitación, parecían ser los únicos habitantes del castillo.

 

—Tal vez sea por la hora pero… —miró todo a su alrededor y luego, sin más preámbulos, rodeó a la bruja con ambos brazos, eliminando la distancia que podía separar sus cuerpos. Volvió a besarla, pero esta vez con la certeza de que se encontraban a solas, con todo lo que ello implicaba. Y se dejó llevar más de lo que sería estrictamente prudente en aquella habitación; sus manos necesitaban sentir el contacto de las curvas de Tauro y así comenzaron a recorrerlas, apreciando la textura de su ropa, y al mismo tiempo, como si ella no existiera—. Podríamos pensar que estamos solos.

 

Esta vez fue su lengua quien irrumpió dentro de la boca de la bruja, para acariciarla de una forma más íntima, al mismo tiempo que sus caricias no se detenían.

 

—Sé que dentro de todos los lugares que podía escoger, este es el menos original. Pero necesitaba hacerlo, necesitaba regresar y a tu lado, tiene otro sabor que lo hace especial. Además, podré enseñarte de primera mano sobre las pociones que he estado trabajando en mi habitación. —A juzgar por el brillo de los ojos del mago, aquello último era mitad broma, mitad enserio. Porque en realidad, tenía otros planes para aquella noche, y en el fondo, Tauro los sabía.

 

Ni el escuadrón de elfos domésticos ni los demás miembros de la honorable y ancestral familia dieron señales, con lo cual, la pareja continuó con los besos y las caricias, en una cercanía que les iba aumentando la temperatura poco a poco.

 

—¿Habías venido antes? —murmuró entonces él, cuando separó unos centímetros su boca de la bruja. Los botones de su camisa empezaron a desabrocharse uno a uno y su torso se hizo visible.

 

 

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