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Prueba de Videncia #6


Sajag
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Sajag no podía ayudar a su pupila. Hubiera dado su vida para que la señorita Lockhart no supiera lo que iba a ver pero era innato en los Videntes el ver el pasado, el ver el futuro, el relacionarlos, el saber identificarlos y, si la energía derrochada lo merecía, cambiarlo para evitarlos. Pero... ¿Sabría hacer lo correcto? Es fácil perderse, para un Vidente, cuando los afectados son gente a la que apreciamos y nos aprecia.

 

El Vidente cerró los ojos y se dio cuenta que lloraba. ¿Cuánto tiempo hacía que no derramaba lágrimas? No podía acompañar a su alumna dentro del Portal. Sólo los unía el anillo, sólo esa materia rosada les permitiría comunicarse. No podía influir en nada dentro de la dura prueba que había sufrido. Aquella vez, la visión había sido cruel y había jugado con sus sentimientos.

 

Súbitamente, el Portal se abrió. Tras la luz inicial, el Arcano sintió un revoloteo y unas mariposas atravesaron el hueco. Estaba sorprendido. ¿Tan fuerte era su poder que había materializado su propia visión? ¡Eso le había costado años a él conseguirlo! Sintió una punzada de dolor en el dedo que sostenía su Anillo de Videncia y se acercó al Portal.

 

- ¿Quién te ayudará, Cye? - ahora se atrevía a tutearla. Acababa de demostrar que era una gran y potente Vidente, no necesitaba más prueba. - Di su nombre, di el nombre de quien te ayudará a romper la maldición que os acecha. Dilo, Cye, dilo y podrás cruzar el Portal.

 

La muchacha estaba allá, a un paso, tendida en el suelo, a punto para cruzar el Portal. Es una puerta que sólo se puede cruzar una vez en la vida. El Arcano no podía cruzarla para recogerla y traerla de vuelta. Tenía que ser ella, ella, la que cruzara. Extendió los brazos, casi rozando la apertura, para sujetarla con fuerza y sostenerla, para darle ánimos para superar lo que sabía, para darle esperanzas para lo que sucediera.

 

- Di su nombre entero, es muy importante, Cye Lockhart. Es el paso necesario para que esa mujer VEA que tiene que ayudarte y que tu camino y su camino confluyan en un pasado común. Di su nombre y regresa.

 

¿Se despertaría? ¿Se levantaría? Sajag se dio cuenta que lloraba porque era el peor reto vivido por nadie y el futuro más incierto que presentaba ante su pupila, 24 años de sufrimiento.

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Estaba a punto de sucumbir ante el deseo de dejarse llevar a aquel mundo de sueños donde el cansancio y el dolor físico no podían lastimarla, necesitaba descansar, necesitaba llenarse de energías, necesitaba tantas cosas, entre ellas correr a arrebatarle su hijo a la muerte aunque tuviera 24 años para eso. Un susurro pugnaba por abrirse paso en su cansada mente, algo le decían, pero parecía tan lejano, ¿sería parte de la prueba? ¿Entonces no había terminado? Se esforzó mentalmente por despejar la bruma que le impedía entender las palabras, abrió los ojos y parpadeo un par de veces, era @@Sajag entonces se obligo a prestar atención y así fue como logro entender

 

“Di su nombre entero, es muy importante” se perdió la voz entre parpadeo y parpadeo pero captaba frases “Es el paso necesario para que esa mujer vea” era tan difícil mantenerse despierta “tu camino y su camino confluyan en un pasado común” tenía que hilvanar todas las frase, al principio pensó que se refería a él que no podría ayudarla si no decía su nombre completo pero solo sabía que se llamaba Sajag, no conocía apellidos ni nada

 

--Sajag-- dijo de forma tenue alargando su brazo derecho para tocarlo, mientras él hacía lo mismo. Aquel contacto sencillo desmaraño su cerebro por completo, no le quito el cansancio pero si le presto energía y entonces comprendió que el nombre que debía mencionar era el de la mujer de la visión, la Potter siempre resultaba metida en líos que no se buscaba pero que sus familiares sí.

 

--Sagitas, @ -- exclamo, si la viera pensaría que era una quejica o una pobre. sacerdotisa que no era capaz de controlar y reabastecer su propia energía, ni siquiera para dar unos cuantos pasos fuera del portal. Como si la estuviera viendo con su túnica sencillísima y aquella cabellera violeta hizo acopio de la fuerza que le quedaba para levantarse y dar los últimos pasos fuera del portal.

 

Juraría que un par de brazos que no eran los de su cuñada la habían atrapado para que no fuera a dar contra el duro piso, pero no sabía si era una alucinación o en realidad estaba pasando, una débil sonrisa llego a sus labios mientras que sus ojos se cerraban perdiendo contacto con el aquí y el ahora, no sin antes musitar

 

-Maestro…-

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El Arcano sufría. Era un dolor que le latía por dentro. La Videncia, aún siendo una Habilidad despreciada por algunos y desprestigiada por muchos más, era una de las más difíciles con la que convivir. No le deseaba a nadie, ni siquiera a su peor enemigo, si lo tuviera, el saber contínuamente el presente, pasado o futuro de todo. Hechos pequeños, triviales, que se convertían en grandes anécdotas, catástrofes o incluso victorias. Conocimiento de la vida de los otros y de uno mismo. El saber cuanto has de vivir, lo que le sucederá a tus descendientes cuando tú ya no existieras, el seguir vivo conociendo mil derrotas y humillaciones que iban a acontecer a la gente querida, saber la Verdad de lo que sucede además de a quien suceder, conocer quien era el culpable de algo o el benefactor oculto de algún hecho heroico...

 

No. La Videncia no era nada fácil y pocos llegaban a darse cuenta del poder que conllevaba. Sajag podía ayudar a sus pupilos a despertar su Ojo Interior pero era completamente necesario que lo tuvieran. El Arcano podía enseñar a desarrollar sus aptitudes de videntes futuros pero no podía enseñar la moral para utilizarla. Eso era algo innato al comportamiento de cada uno. Por eso, algunos de los que cruzaban el Portal victoriosos serían unos Videntes malos. No malos Videntes sino lo contrario. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, algo que pocos estaban dispuestos a aceptar. Y eso era algo que debía decidir cada uno.

 

Con la señorita Lockhart no habría problemas. Era una mujer de alta calidad moral y sabría cómo utilizar su Videncia para el bien futuro de todos, no lo usaría nunca en su beneficio y tendría que discernir si era ético utilizarlo para el beneficio de sus conocidos. Por eso le había obligado a pronunciar el nombre de quien podía ser su guía espiritual, nada que ver con la Videncia pero sí con la realización del camino que le quedaba por hacer, alguien que le ayudaría a cumplir con el destino que había visualizado y que le ayudaría respetando en todo momento lo que ella hiciera, ayudándola a escoger el camino correcto.

 

No conocía a nadie con ese nombre. En cuanto la muchacha lo pronunció, sintió sus manos que pasaba, indecisas aún, a través del Portal. El Arcano las agarró con fuerza y esperó a que ella cruzara. Sujetarla no era un incumplimiento de las normas de las Pruebas pero estirar para sacarla sí lo era; no quería que se cerrara de golpe y la dejara allá dentro, perdida, invalidando todo lo que había conseguido.

 

Por eso, en cuanto Cye Lockhart cruzó el Portal, la sujetó con fuerza para evitar el contacto con el suelo. A pesar de la edad que tenía y de la barriga prominente que parecía quitarle movimiento, el Arcano la tomó en brazos y salió fuera de la Pirámide con una agilidad pasmosa. Allá, sentado en el primer escalón, con la muchacha en sus brazos, para que le diera el aire, contempló el espectacular paisaje que se vislumbraba.

 

- Hoy nació una Vidente - le dijo, sabiendo que le escucharía aunque aún estuviera traspuesta. El anillo de la mano de Cye se había transformado en el verdadero anillo de Videncia, tras haber conseguido vincularse con el suyo propio. Sajag suspiró con algo de tristeza: - Bienvenida al duro mundo de la Videncia, señorita Lockhart.

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