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∞ La Mazmorra ∞ (MM B: 99618)


Mentita
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Paso... Paso... Paso... Salto. Paso, paso... Alto. Lentamente se movía por las calles y callejones la figura del misterioso mago que regresaba apenas al mundo que amaba y odiaba con tanta fuerza, aunque sin saber aún cuál de las dos más; su mirada alternaba entre el piso y las paredes del infame callejón mágico, observando en qué partes del camino faltaban baldosas para no pisarlas. ¿En qué pensaba? Era solamente su cabeza intentando distraerse, mientras que con una mano recorría las paredes del callejón y en la otra sostenía un cigarrillo del que ocasionalmente fumaba en su trayectoria sin final.

 

Tras un tiempo llegó hasta el otro callejón en donde la mayoría de los negocios del mundo mágico se encontraban, no quería ser visto por nadie así que decidió entrar al primer local que viera en donde pudiera esconderse un buen rato y distraerse antes de pensar por qué demonios había regresado. Con el cabello cubriéndole gran parte del rostro decidió arrojar su cigarrillo a un par de pies de distancia antes de que su esbelta figura se perdiera detrás de la entrada de un local que se anunciaba con simple letrero "La Mazmorra", cruzando por el pasillo antes de llegar realmente al negocio.

 

Alzó su mano rápidamente con la intención de abrir la puerta, pero casi se va de boca cuando ésta se abrió justamente antes de que él llegara. ―"Magia... Lo olvidé."― pensó y maldijo en su mente, desacelerando su paso por las escaleras hasta llegar tranquilamente a la parte del local que quería: el bar. Antes de avanzar miró todo rápidamente, asegurándose de que no hubiera ningún conocido. Una vez seguro, dio paso hacia la barra del establecimiento al mismo tiempo que acomodaba su cabello para retirarlo en su mayoría de su rostro.

 

Quiero lo que sea... ― suspiró sin siquiera mirar detrás de la barra, sus ojos cerrados, cubiertos por sus manos en señal de desesperación― Que sea ginebra, mejor. Con agua tónica.

 

Pasó su mano por su frente, destapando sus ojos que ahora miraban hacia abajo hasta que llegó a su cabello en donde la mantuvo unos segundos antes de desacomodar un poco su oscura melena. Después posó sus codos sobre la barra, con la mano en su barbilla mientras esperaba su bebida y que nadie le reconociera.

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Caminó con paso ameno por el callejón Diagón, cuidando siempre de que su hombros no rosaran los de la multitud. Había olvidado la última vez que sus pies llegaban tan lejos en el callejón, nada le llamaba la atención a la bruja. Susan pasó su día entre montañas de libros en el castillo Triviani, inmersa en las diferentes escrituras y pliegues que la mantenían en su cautiverio. Un fuerte dolor de cabeza le exigió que debía salir de ahí antes de que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y como resultado se encontraba allí, buscando una distracción.

 

Pero nada en aquel lugar le hacía pensar que fue una buena idea. Un niño lloraba por los dulces que un mago adulto no le daba y una bruja anciana no muy lejos de ellos discutía al vendedor el hecho de que su lechuza no servía ¿Acaso son maquinas? ¡Que ridículo! Por esa razón evadía Diagón. Susan tenía que alejarse de esas escenas antes de que su cordura decidiera tomarse unas vacaciones. Tenía muchas opciones para escoger si a un local se refería, pero todos tan poblados que apenas tenían lugar, detestable.

 

La bruja iba vestida de manera casual, sus pantalones de cuero fino y negro se adherían a sus piernas lo suficiente como para atrapar miradas inesperadas. Sus botas altas de piel de dragón combinaban con la chaqueta, esta ocultaba el hecho de que Susan solo cargaba una polera blanca de debajo. El cabello, negro y lleno de bucles, caía suelto hasta un poco más allá de sus caderas. Admitía que estaba sencilla y un poco desaliñada de atuendo, y aún así la Black Lestrange no pasaba desapercibida.

 

Dio unos cuantos pasos más y se encontró con un lugar familiar, el negocio de Candela. Escuchó de el varias veces pero jamás quiso entrar hasta ahora. Susan bajó un poco los lentes negros y así sus ojos lilas detallaran el lugar, Candela sí que tenía buen gusto. Se decidió entrar a la Mazmorra y pasar el resto de su día en ella. En cuanto entró una pequeña elfina la recibió agitando sus grande oreas al correr.

 

―Pequeña, sólo dame whisky de fuego y algo con lo que pueda entretenerme mientras bebo.―La elfina agitó varias veces su cabeza y salió disparada a buscar la orden.

 

Divisó que en el lugar había una parte más callada y alejada del resto, ese definitivamente sería el lugar de la bruja. Se adentró al ala y se sentó en sillón enorme en forma de C que en el centro tenía una mesa con un adorno magnifico. Colocó su varita sobre la mesa y se cruzó de piernas. Poco bastó para que la elfina trajera una bandeja con una botella y un pequeño vaso. Esta se apartó un poco para que la elfina hiciera el trabajo de servirle hasta que se percató de que algo faltaba.

 

―Querida ¿Con qué me entretendré?― Susan era amigable con los elfos hasta que las cosas no terminan como quiere ― Espero que tengas una buena excusa.

 

Esta tembló al ver la expresión de la bruja, giró los ojos a varias direcciones del lugar hasta que su cara tomó una gesto de alegría.

 

―Ya lo traeré.

 

Y con eso la elfina corrió hasta una de las mesas donde un mago tomaba calmadamente un café y leía El Profeta. Susan abrió los ojos como platos cuando la elfina le tocó el brazo y lo invitó a sentarse con ella. Con el rostro ruborizado de vergüenza esta aparto la mirada en cuanto recibió la del mago. Esa elfina moriría por sus manos, esa misma tarde.

 

 

 

@Jon.

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— Hmm, con que el Callejón Diagon... -tras terminar de leer el reportaje, lanzó el volumen de El Profeta en la mesa.

 

Resultaba curioso que existiera un lugar en el cual pudieses encontrar todo tipo de negocios. ¿Un centro comercial a lo grande? ¿Y encima mágico? En Dinamarca eso no se veía, aunque allí había un gran atraso respecto a Gran Bretaña pues la comunidad mágica estaba bastante reprimida. Quizás por culpa de eso Jon mostraba una considerable repulsión hacia los muggles. En su país de origen se había visto sometido a continuos desprecios cuando su condición fue revelada, pero él tenía esperanzas, creía firmemente que eso cambiaría algún día aunque hubiese que derramar sangre para conseguirlo.

 

Hacía poco había llegado a Londres y el rubio buscaba continuamente la forma de evadirse, y qué mejor forma que buscando un lugar tranquilo donde poder tomarse un buen vermut inglés. Caracterizado por ser muy observador, se percató rápido de la presencia de una elfina que se aproximaba hacia su mesa.

 

— Le noto aburrido, ¿le ocurre algo? Véngase conmigo — le agarró del brazo y tiró de él.

 

Sus ojos verdes se clavaron en los de la elfina. No le gustaba que invadiesen su privacidad y menos cuando lo hacía un desconocido. Estiró el brazo para apartarla y al fondo en en un sillón en foma de C una muchacha de ojos lila lo miraba con rubor.

 

— ¿Quién es esa joven? — preguntó curioso a la elfina que intentaba con propósitos fallidos que se levantara de la mesa.

 

— Su entretenimiento de hoy. — ante tal respuesta, el muchacho miró a la criatura con desconcierto y desagrado.

 

— Déjame, voy sólo. — tomó el vermut y se lo bebió de un trago, a continuación se levantó y se dirigió con firmeza hacia donde se situaba la chica.

 

Un simple jersey negro, unos vaqueros y unas zapatillas de tela blancas eran su combinación del día. ¿Daría eso una buena imagen? Realmente las opiniones de los demás a Jon le importaban y más teniendo en cuenta que desde su llegada a Londres hacía pocos días, aún no se había topado con la oportunidad de conocer a otros magos o brujas. — Hola... — exclamó con modestia mirando al rostro de la joven. Aunque Jon no era una persona tímida, si acaso al principio pero sin embargo sólo le hacía falta coger un poco de confianza para convertirse en buena compañía de cualquiera.

 

La elfina que le había seguido hasta la mesa, se situaba por detrás de la chica mostrando una mirada de satisfacción, lógico por una parte, pues quién no querría que los clientes de su negocio se sintiesen complacidos.

 

@@Susan V. Goldstein

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Se puso de pie y alisó los jirones de su vestido. Estiró los brazos y tronó sus dedos. Tanto tiempo estando sentada, como que le había agarrotado los músculos y los huesos. Se sintió más relajada cuando hizo un poco de estiramiento, frente a la mirada soberbia de la Black.

 

— Vale, cuando tengas ese dato, te agradeceré con la vida. —se había dado media vuelta para irse, pero se volvió para mirarla, con gesto serio— Bueno, no creo que llegue a tanto. Pero podría ofrecerte una bebida gratis. —hizo una mueca parecida a una sonrisa— Ya vuelvo, iré a traer otra botella de alcohol.

 

Fue hasta la barra y rompió dos copas cuando se agachó a buscar la reserva de ginebra que tenía escondida. De sus mejores botellas. Tenía que ocultarla porque los malditos elfos no distinguían de lo que podían vender y lo que no. No era tan malo para la Triviani, por supuesto, pero le molestaba de todas formas no encontrar nunca lo que le gustaba beber.

 

Mas, cuando se incorporó, se topó con un rostro desconocido que le pedía ginebra. Candela contempló la botella que tenía en su mano, y que apartó para ella y Mahia, y dio un profundo suspiro. Puso la botella sobre la barra con un golpe seco y la arrastró, apenas, hasta colocarla delante del chico. Seguido, le dio dos copas.

 

— Nunca es suficiente con una, sirve ir de a dos para amortiguar lo que sea que desees amortiguar.

 

@@Aziid Black T.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Maldijo a la elfina en todos los idioma que conocía en cuanto miró al mago caminar en su dirección. La cara le ardía y su cabeza apenas pensó una respuesta coherente, ni siquiera recordaba la ultima vez que habló con alguien desde que se encerró en su habitación. Era un comportamiento ridículo de su parte y debía erradicarlo cuanto antes, era un hombre, no una bestia. Suspiró un par de veces y se decidió por retomar su compostura, Susan estaba convencida de que haber salido de su habitación debía de terminar en algo productivo, o si no, nada habrá valido la pena.

 

Tomó su varita y la guardó en el bolsillo de la chaqueta para luego mirar al mago detenidamente, había visto a muchas personas a lo largo de su estadía en Londres pero él definitivamente debía ser extranjero. Era apuesto y caminaba con confianza, además de que sus rasgos faciales eran intrínsecos de algún país en especifico. Algo realmente quimérico. El semblante apenas era entendible y su voz venía cargada de acento.

 

—Hola. —Alzó su mentón para saludarle y mirarlo a los ojos— No sé que te haya dicho la criatura pero ha sido un mal entendido.
Su mejor idea era despacharlo ¿En serio? ¿Y desperdiciar una casualidad? Debía estar loca, jamás había sido buena dando las mejores apariencias. A juzgar de muchos Susan tenía una de la personalidades más complicadas de tratar y ella no se molestaba en remediarlo, así era feliz. Lo pensó mejor puesto que de otra manera podría salir beneficiada, tal vez sí podía ser su entretenimiento.
—Lamento que lo haya fastidiado, le pedí algo con lo que entretenerme y la elfina se lo ha tomado muy a pecho. —Suspiró— Déjeme compensarselo invitándolo a charlar y a beber algo más fuerte. Así me dará una razón para no matar al elfo.
Extendió su mano en forma de invitación al asiento para luego lanzarle una significativa mirada de odio a la elfina.
@Jon.

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  • 3 meses más tarde...

La suela de las botas emitía la serenidad con la que el Black Lestrange se desplazaba por la adoquinada vía de Diagón. Su expresión, era relajada, aunque su mente estaba plagada de las últimas situaciones en las que se había envuelto. Aunque, por ahora no quería preocuparse, estaba en modo vacaciones, y se aprovecharía de ello hasta el último día.

 

-Tal parece que estoy predestinado a terminar bebiendo una copa cada que vengo por aquí. -susurró para sí, deteniéndose a un costado de Borgin & Burke, el local de artilugios tenebrosos.

 

Conocía a la dueña del mismo, por lo que, si entraba allí con intención de causar estragos, no saldría vivo de ello.

 

No, no. En su lugar, decidió seguir el letrero de entrada que ofrecía el desnudo muro de piedra. Conforme avanzó por dicho sendero, se convenció más de que estaba en el lugar indicado. Las personas retratadas en los cuadros ocasionalmente se reflejaban en sus gafas, intentando ver de quién se trataba.

 

Y al final, cuando estuvo sujeto a la tenue iluminación del salón, recordó que ya había estado ahí en algún momento, siendo aún un aspirante de la Marca Tenebrosa. Con la mano derecha en el bolsillo, simulando buscar un par de galeones, se aproximó a la barra. Había un elfo allí, de pie sobre un taburete para poder atender a la clientela.

 

-Dime, ¿tienes un poco de jugo de frutas? O algo tropical, a saber. Agradeceré cualquier cosa de ese estilo, que me sea proporcionada.

 

Acto seguido, se dirigió a una de las elegantes mesas de cedro, para instalarse en dicho sitio, en uno de los extremos de la sala, donde la iluminación era aún más escasa. Para su sorpresa, había una servilleta ahí, de diseño peculiar, pues parecía más bien una pañoleta que emulaba los colores representativos de Slytherin.

 

Decidido a matar el tiempo mientras esperaba su bebida, extrajó la varita de la manga izquierda de su playera. No era un as en las transformaciones, pero tampoco era un total inepto. En su mente, intentó encontrar una figura que fuera amena a la situación, pero primero, necesitaba de su bebida. Nada.

 

Realizó una rápida floritura, con dirección al pedazo de papel. Que, para su buena o mala suerte, adoptó la forma de una serpiente bicolor, cuya cola vibraba como si también portara un cascabel. Bien podría haber pasado como una cría de basilisco con modificaciones genéticas.

 

-Tengo un mal presentimiento sobre esto.

 

Hizo una mueca, al tiempo que intentó capturar su creación. Un intento fallido, pues ésta se deslizó, con bastante gracia, de la superficie de madera, hasta caer al suelo y desaparecer entre la maraña de pies de los comensales que frecuentaban el negocio. Una de dos, alguien la pisaría y acabaría con todo aquello; o bien, un grito haría saber a todos que un reptil había salido de una bebida, como por arte de magia.

 

Tendría, dos, ¿tres? Minutos para considerar abandonar antes de que la situación se fuera de las manos.

 

@@Mery Gaunt Karkarov

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Juraría que la Gaunt jamás en su larga vida había pisado aquel sitio, enserio, y eso que anteriormente había sido fanática de las bebidas alcohólicas y aquellos antros de mal gusto donde simplemente habían pisado los peores personajes del mundo mágico, y sus antiguos compañeros, claro. Había cosas que había olvidado, o había querido olvidar, pero aquella etapa jamás se borraría de su mente.

 

Con su estilada chilaba de tonos amarillentos y su shayla cubriendo su cabeza y dejando rostro y cuello, la vampiresa se dispuso a entrar al negocio para bueno, quizás preguntar si tenían té de menta, y sino rezaría por reencontrarse con algún conocido.

 

En cuanto puso un pie al largo pasillo que llevaba hacia el interior, supo que se estaba equivocando, que debía de darse la vuelta y quedarse en el castillo Gaunt con sus hermosos animales y su hijo, al cual llevaba sin ver los mismos meses que llevaba sin pisar Londres. Pero su instinto le decía que entrara y que investigara, así que ya se encontraba casi pegada a uno de los taburetes pegados a la barra.

 

Y algo tocó su pie, algo diminuto y suave, realmente suave. Frunció el ceño mientras mantenía su respiración calmada, aquello era uno de los problemas por ir descalza, que todo lo notabas antes que el resto de seres humanos. Agachó su mirada y encontró una pequeña serpiente intentando enrroscarse en su pie izquierdo. Nada que decir de la cantidad de nerivios que comenzaron a moverse por el cuerpo de la vampiresa.

 

- ¡¡POR MI MADRE!! -vociferó mientras daba saltos de un lado a otro, agarrando el bajo de su chilaba para que no rozara lo más mínimo en el suelo-. ¿QUÉ CLASE DE ENFERMO MENTAL TRAE A UNA SERPIENTE Y LA DEJA EN EL SUELO PARA QUE SE PASEE A SUS ANCHAS? -por aquel enconces ya se encontraba encaramada a la barra, subida y con los pies en alto.

 

No, no le tenía absolutamente nada de miedo a las serpientes, al contrario, las encontraba realmente hermosas, pero en su estandia por Marruecos había sido picada por una decena de insectos y bichos venenosos, así que no tenía ganas de que una serpientita clavara sus colmillos y dejara su veneno en tal herida.

 

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Estaba disfrutando de lo lindo, hasta que la situación alcanzó magnitudes preocupantes. Lo que comenzó como un ligero descuido, con la intención de pasar el tiempo, creció hasta convertirse en un verdadero caos. Ahí, oculto entre las sombras, tenia la creencia de que podría pasar desapercibido, así señalar a un culpable sería más difícil.

 

Dio un suspiro de preocupación, levantándose por fin. Era hora de tomar cartas en el asunto.

 

Apenas salió de su escondrijo, varita en mano, tuvo que hacer lo propio para limpiar la cerveza que provenía de un tarro roto, y se estaba esparciendo por todo el suelo. Cómo odiaba la suciedad.

 

Sí, definitivamente algo andaba mal desde el inicio, se dijo a sí mismo, dándose a la tarea de buscar al híbrido de reptil. La mayoría de los comensales, habían optado por treparse a las mesas y quedarse estáticos. Todos, excepto una joven, que no recordaba haber visto antes en Ottery.

 

Traía una especie de vestimenta bastante curiosa para el castaño, pues la reconocía más de Medio Oriente o de ambientes desérticos. ¿No sentiría calor, o tendría algún encantamiento meteorológico para controlar aquel detallito?

 

Bueno, el punto, es que dicha jovencita, se había subido a la barra, lanzando improperios contra la persona responsable por la aparición de la serpiente. Y fue, precisamente, en uno de esos movimientos, que levantó ambas piernas para alejarlas del peligro, y dio un certero golpe a la botella que el elfo doméstico apenas había retirado de la repisa. Hubiera sido un buen vino alemán afrutado.

 

Decidió acercarse a tal extremo, en principio porque suponía que debía pagar por el destrozo tanto a la botella, como al local.

 

-Supongo que es la misma clase de enfermo que opta por practicar transformaciones en un lugar cerrado. -comentó, dirigiéndose a la chica de cabello rosado, a manera de saludo. -Descuide, se cansará y terminará volviendo a su forma original, ¿señorita...?

 

La pregunta quedó en el aire, pues tampoco tenía idea de su apellido. Eso sí, las facciones y el tono de piel, curiosamente, tenían un cierto parecido con los de Anne Gaunt. Podría ser que estuvieran emparentadas, aunque hasta ese momento, ella era la única Gaunt con el que Black Lestrange había tenido contacto.

 

Todo parecia haberse quedado estático, hasta que la viborilla se catapultó hacia el brazo izquierdo del castaño. Se le enroscó, como si quisiera ahogar a una de sus víctimas. No consiguió mucho, salvo continuar desplazándose, quedando como un anillo de mal gusto para su dedo índice.

 

-Y aquí está, no hay de qué... -dijo, antes de que el animal ficticio le propinara una mordida. -¡Ouch! Aún siendo falsos, duele casi tanto como el original.

 

@@Mery Gaunt Karkarov

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El calor aquella tarde era agobiante, después de un largo día de compras, lo único que me apetecía era sentarme en algún local y beber algo fresco, “una margarita sería perfecta”, pensé mientras caminaba sin un rumbo fijo. Me abanique con la mano, mientras suspiraba.

 

- Lleva esto a casa…- indiqué a mi fiel Haydie pasándole algunas de las compras, me seguía unos cuantos pasos atrás, cargando también algunas bolsas.

 

- ¿Akra desea que vuelva después?- me preguntó haciendo una pronunciada reverencia característica en ella.

 

- No querida, volveré mas tarde después de beber algo…- le indique sonriendo, mi elfina asintió y con un suave “plop” me dejo sola en el callejón.

 

Observé algunos lugares calle abajo, pero ninguno parecía convencerme, me había vuelto bastante selectiva. Finalmente, uno llamo mi atención, el lugar tenía un cierto aire misterioso que me atrajo enseguida “LA MAZMORRA” decía en su escaparate. Aquello me conquistó sin duda, el recuerdo de mis días en el Colegio llego de golpe a mi mente, por lo que sin más entre en el lugar.

 

Definitivamente aquello era como un deja vu, el color verde y plata de la decoración, me hizo suspirar, avance disfrutando del lugar, el ambiente fresco, la piedra en las paredes, todo era una copia fiel de aquellos días. Solamente faltaba ver pasar a una sirena o algún tritón por las ventanas.

 

Al fondo la barra y en su camino algunas mesas de cedro dispuestas. Sonreí mientras colocaba un rizo rebelde tras mi oreja derecha y mis largas piernas caminaban con aire elegante hacia una de las mesas cerca de la barra. Tomé asiento y cruce la pierna de forma elegante, esperando que alguno de los empleados se acercara a tomar mi orden lo antes posible, sentía la garganta seca, me urgía un buen trago.Para mi buena fortuna el servicio no tardó en llegar, un flamante mago de agradable sonrisa se acercó a mí de forma educada.

 

- Bienvenida a la mazmorra madame, que desea ordenar…- me paso la carta de bebidas y de inmediato y con ya una idea previa le sonreí antes de ordenar.

 

- Una margarita de manzana por favor, con mucho hielo y perfectamente escarchada por favor…- dije devolviéndole la carta.

 

- En un momento madame y nuevamente bienvenida…

 

 

Le sonreí de nuevo mientras me enfrascaba en un bello candelabro de cristal que estaba sobre mi cabeza, se notaba el buen gusto en la decoración.

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Con todo el trabajo sobre los hombros y las ganas de perderme al máximo me encontraba caminando por las calles de Diagón. Hacia rato había salido de la Manor y le había avisado a quien recién conocía como mi primo que quería tomar unos tragos, esperaba fuera y no me dejara sola en mis ganas de diversión. A Sisifo lo había visto unas pocas veces en casa, y no había cruzado palabras con él hasta hoy, ciertas ganas de conocerlo se habían implantado en mi cabeza.

 

Con el viento soplando mi largo cabello y las mismas ropas de todo el día caminé por las poco transitadas calles de Diagón hasta la entrada de La Mazmorra, cruzando el largo pasillo de entrada veo a la puerta abrirse al fondo y darme la bienvenida al conocido bar de la gitana que tengo como madrina.

 

Caminando hasta la barra me siento en uno de los taburetes y le pido al hombre tras la barra una bebida fuerte que me despeje de todo pensamientos, mientras que con la mirada examino el local a espera de mi primo.

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