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Prueba Libro de los Ancestros #3


Khufu
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Cinaede: Efecto. Verbal. El Cinaede es un veneno gaseoso extraído a partir de los Pétalos de Pensamiento. Alrededor del objetivo surge un gas invisible que penetra en el acto en sus vías respiratorias, cortándolas, para pasar posteriormente a la sangre, provocando la paralización del sistema nervioso y circulatorio y, en consecuencia, la muerte. El beozar no actúa contra este veneno. El veneno es más potente cuanto mayor sea el nivel mágico del mago que lanza el hechizo.

Lanzado por magos de Nivel 10 a 19 un anapneo en el primer turno
Lanzado por magos de Nivel 20 a 29 un anapneo en el primer turno y un episkey en el segundo
Lanzado por magos de Nivel 30 en adelante un anapneo 1º, episkey 2º y otro en el 3º

A estos efectos, el Anapneo tiene las mismas restricciones o condiciones que pudiera tener un Episkey, por ejemplo, no puede utilizarse Anular. Asimismo, el Anapneo podrá utilizarse como No Verbal.


Kansho: No Verbal. No consume acción al invocarla. Invoca una daga capaz de absorber un ataque mágico de hasta nivel Ángel Caído/Demon Hunter y devolverlo inmediatamente contra el agresor. Solo se puede utilizar una vez por turno. Duración: 3 turnos. Solo se puede invocar una vez por duelo. A partir del Nivel 45 podrá invocarse dos veces por duelo/asalto. No detiene hechizos equipados con la Vara de Cristal.


¡Ya veíaaaa! Salté de alegría al ver el lugar en el que estábamos con total claridad. ¡Por fin recuperara la vista al cien por cien! Busqué al Uzza. Juro que fue sólo un segundo, sólo para lanzarle una maldición gitana de las que se daban en mi tierra: "Ojalá se te gaste toda esa Arena dichosa del desierto y no puedas rellenar tu frasquito en la vida". Sí, soy un poco exagerada pero lo que decía, sólo fue un segundo. Sin embargo, en ese intervalo de tiempo tan cortísimo, Mei ya había reaccionado. No por algo, ella es la líder del bando y está acostumbrada a reacciones rápidas. Cuando volví la vista hacia ella, ya movía la varita. Me encogí, sí, esperando lo peor, aún a sabiendas que mi Obsidiana (¿se decía así?, soy un despiste con los nombres de los hechizos, ¡y así me salen!) no dejaría pasar magia durante unos instantes aún.

Tuve suerte. Supongo... Vi un busto que flotaba en el aire y pensé, por un instante, que me lo iba a lanzar a la cabeza. Sin embargo, se convirtió en un ¿dulce? lobo. Era tan hermoso como peligrosidad irradiaba de su pelaje oscuro. Solté un soplido de medio alivio. Mejor que no me atacara ese bicho pero, a la vez, también mejor que hubiera usado ese Morphos para protegerse en vez de lanzarme algo que me diera miedo (más miedo); mientras el animal se mantuviera cerca de ella, aún estaría tranquila. Sin embargo, la distancia no era tan larga. ¿Cómo es que sólo habrían unos cinco metros de distancia entre nosotras? Yo, si me hubieran dejado escoger, hubiera puesto mil kilómetros entre ambas para evitar problemas.

No, no soy una cobarde. Sólo soy cauta y no me gustan los duelos de varitas porque hacen pupa.

Como pupa hace ese maldito hechizo que ella lanzó. Sí, lo oí, menos mal que la Arena no me había entrado en los oídos, tapándomelos, o hubiera sido más que peor. Pero lo oí y, a pesar de que era un efecto de idem inmediato, mi cabeza invocó a las fuerzas del Caos para ayudarme. Pero la Rueda de la Fortuna no estaba a mi favor.

Resultado dados:


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Así, tuve que pensar la palabra mágica necesaria para salvarme, Anapneo. Empecé a sentirme ahogada y que el aire se escapaba, pero creo que fue más psicológico que real, puesto que al pensar aquel hechizo, una bocanada de aire me abrió de nuevo las vías respiratorias y me embriagué del gas benefactor que disipó las malas vibras aerosoleadas que me había enviado Mei. Estuve a punto de lanzarle a ella también otra maldición gitana con la mirada de mala leche que le lancé pero me contuve porque...

 

1) sigo temiendo a Lisa cabreada, que es mi madrina y me da rapapolvos si me porto mal con los miembros de la Orden

2) no sólo sería contra un miembro de la Orden sino contra la misma líder de la misma

3) seguro que las maldiciones gitanas le resbalan y sólo serviría para desahogarme y meterme en líos.

 

En vez de todo eso, exhibí una media sonrisa de "no me enfades, que no me controlo" y pensé en un Episkey para neutralizar por completo los efectos de aquel gas venenoso, ya pensando en hechizos que me hicieron vengarme del veneno que me había enviado Mei. ¿Tan mala era que quería librarse de mí? Porque a mí, eso de que estuviéramos entrenando... A menos que tuviera un traslador directo a San Mungo para que me curaran o para que me trajeran del otro mundo, claro, prefería seguir viva en este curso.

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- Vara de cristal desmaius.

 

Mi varita se transformó en un hermoso bastón largo, muy delgado, cristalino y con unos destellos luminosos blanquecinos cuando apliqué el conjuro de la vara para que transformara mis poderes en ayuda de mi duelo, ahora viendo al joven Warlock caer en el suelo al surtir efecto de manera inmediata mi desmaius.

 

¿Qué había pasado? Realmente no importaba, lo interesante era poder tener a una ninfa como mi fiel ayuda en aquel duelo ya que, al aparecer a mi lado cuando recibí los cortes en mi cuerpo, pudo curarme por completo de ese sectusempra y se quedaría conmigo durante un tiempo considerable por si decidía mi contrincante realizar otro interesante movimiento.

 

- Cinaede.

 

Pronuncié a continuación para que el gas venenoso afectara a Bastian de manera instantánea y que despertara con un ligero inconveniente en nuestro enfrentamiento. El veneno se adentraría a su cuerpo para limitar sus funciones y si no se curaba de inmediato, terminaría en ese momento la prueba con resultados favorables para mi.

 

Ninfa

 

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Aquella batalla se estaba tornando un tanto repetitiva. Aunque en el transcurso de la primera batalla no le sirvió de mucho, Ishaya decidió optar por la misma estrategia que antes. Le dio poder a un rayo haciendo que, de esta forma, los efectos del mismo aparecieran directamente sobre el cuerpo de Bastian. De nuevo, por tanto, se desplomó al suelo. El despiste le duró poco tiempo, pues para cuando Ishaya dijo su segundo hechizo él estaba ya poniéndose de pie.

 

Sintió su garganta cerrarse. No era impedimento para que se concentrara e invocara la magia del caos. Desesperarse no era una opción, dejarse llevar por el momento mucho menos. Cerró los ojos por un segundo, o quizás menos, hasta establecer una conexión con el caos. Lo encontró usando su propia energía natural que era lo más caótico que a su parece existía. Invocó a los señores del caos y estos acudieron a su ayuda.

 

Una entidad demoníaca que representaba al mismísimo señor del caos se hizo presente. Sintió que su garganta se despejaba y que la sanación del señor del caos se movía por todo su cuerpo hasta aplicar el equivalente de todos los episkys que en ese momento necesitaba. Respiró profundamente y movió la varita mágica, imitando el movimiento recientemente utilizando por Ishaya.

 

Cinaede—dijo. Observó el veneno aparecer rodeando a Ishaya. El gas ingresó por las vías respiratorias del mago. Al igual que antes a él, le causaría muchos problemas.

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Parpadeó varias veces, viendo cómo su último ataque había impactado en Sagitas. Sí, estaba sorprendida, pues había creído que tal vez la mujer trataría de silenciarla a forma de precaución, pero lejos de eso, el ataque impactó de lleno.

 

Inevitablemente hizo una mueca con la boca, ¡lo último que quería era aquello! Tal vez si intentaba con algo un poco menos… violento…

 

Echó un rápido vistazo a su varita. Sí, esa varita que le había quitado el Uzza tiempo atrás pero que gracias a Merlín ya se la había regresado, la cual no era demasiado grande ni extravagante. Sí, esa misma, que en algunos otros magos las había visto mutar por completo, casi volviéndose báculos. Y allí tenía su oportunidad.

 

Vara de Cristal ― murmuró apenas.

 

El libro se lo había mostrado, casi de una forma mágica, le había transmitido el conocimiento, ¿acaso aquello que sentía, esa extraña conexión con el ahora pequeño libro que escondía entre sus ropas era lo que los Guerreros Uzza tanto hablaban de vincularse con el libro? Bueno, podría preguntárselo a Khufu, pero eso sólo luego del duelo.

 

El efecto fue casi inmediato, la varita aumentó su grosor y creció casi como si se tratara de un hechizo agrandador, pero incluso su forma cambiaba también: la madera mutó hasta convertirse en un cristal rojizo al completo. Su largo varió de unos veinticinco centímetros hasta adquirir un metro cincuenta y algo, alcanzando fácilmente su altura e incluso sobrepasándola por poco, sobre todo teniendo en cuenta el último detalle que adquirió: en el extremo superior, casi como si se tratara de un ser vivo, la vara se agitó y tomó la forma de un ave que desprendió sus alas del cristal para extenderlas, dejando a la vista su evidente forma de fénix y, un poco más apartado pero no menos importante, un pequeño martillo sobresaliendo de un lado del ave.

 

Crece-uñas pensó, embriagada por el poder que el hechizo le otorgaba, que su propia Vara de Cristal le regalaba. Agitó levemente la vara, y lo que usualmente debió ser un rayo, el poder del bastón hizo que el mismo se hiciera un efecto que impactó inmediatamente sobre Sagitas justo antes de que ésta terminara de curarse del cinaede, haciendo que las uñas de la bruja comenzaran a crecer a una velocidad vertiginosa.

 

Cerró los ojos un momento, aspirando profundo. Aquella sensación era realmente increíble, ¿en qué momento había adquirido tanto poder? No lo sabía, pero de algo estaba segura: Los Uzza disponían de una magia altamente poderosa y milenaria, poder tener la oportunidad de aprenderla era un privilegio.

 

«Pop» Oyó el sonido que hizo la vara al ser apoyada en el suelo, señal de que su poder, a pesar de ser muy grande, no podría ser utilizado en aquel momento. Pero tampoco planeaba usarlo aún. Esta vez Mei tomó la vara con ambas manos y la agitó levemente, pensando en unas flechas de fuego que se materializaron y viajaron a gran velocidad hacia Sagitas, la cual tenía chance de deshacerse de ellas, pero todo dependía de ella.

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El Señor del Caos. Muy bien, parecía como si una sonrisa forzada se dibujara en aquel inexistente rostro.

 

- Vara de cristal sectusempra...

 

Era simple, con la rueda del caos activa mi efecto sería el doble de potente en mi rival a pesar de que eso dejara un margen amplio para que me pudiera atacar el Warlock, el cual hizo, sintiendo el efecto del gas en mi cuerpo de manera inmediata por lo que simplemente pensé en un anapneo para liberarme del primer dolor que me estaba causando, sintiendo como mi NINFA me ayudaba a curarme del mismo veneno, dejándome solo con un episkey más y estaría libre.

 

A pesar de estar nuevamente con la ventaja, sentía que de algún modo Khufu encontraría alguna razón para reiniciar el duelo, como si mi simple presencia le causara una crisis existencial al mismo nivel que a cualquier otro Warlock, como el que tenía en frente mío, que realmente poco me podía fijar en el Señor del Caos que había invocado en esos momentos...

 

¿Acaso podríamos tener otro tipo de resultado en aquellos momentos? Lo dudaba, en general la gente se ahogaba por sus propias corbatas.

 

Ah, cierto, la rueda. Chan chan.

 

 

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Por un instante, mientras me reponía, me pareció ver una atisbo de preocupación de la líder sobre mi persona. Hice un gesto sorprendido; la suponía más acostumbrada a estas cosas pero, en el fondo, la señalaba como buena persona el preocuparse por los contrincantes. Otras personas solían disfrutar con el derramamiento de sangre. Tal vez por eso ella fuera líder del bando, porque sabía valorar lo justo de las acciones y sentir pena por quienes sufrían con sus propios ataques.

 

-- ¡Ay, qué mona! -- y me refería a mona de buenaza no al animalito con cola. Sentí empatía con ella y hasta le hubiera dado un abrazo.

 

Fue sólo un momento lo que me duró ese buen sentimiento. En cuanto la vi invocar la Vara, me envaré (valga la redundancia). Sentía curiosidad por saber su uso, puesto que la había oído usar por mis compañeros en su duelos, Bastian e Ishaya, pero como estaba muy ocupada no me había parado a observarlo. Lerda de mí, no me di cuenta que si Mei usaba esa invocación era para un hechizo en mi contra. Y no me di cuenta hasta que sentí que mi uñas perdían la perfección de la manicura francesa con las que las ornamentaba cada semana y se convertían en un alargo informe de uñas que comenzaban a doblarse y encorvarse.

 

¡Qué asco y qué perdida de dinero en la Estheticienne!

 

En un instante de pánico, para no perder la varita, la sujeté en el hueco entre el pulgar y el índice, en una posición incómoda pero que me garantizaba el conservarla en mi mano, no así la puntería, de eso no tenía duda. Ahora tenía que ser rápida. La Vara de Mei había cumplido su objetivo y el Creceuñas estaba funcionando muy rápidamente así que sólo tendría una oportunidad para defenderme antes de que ella lanzara algo más. No sé porqué pensé en ello, pero mi mente dijo claramente un Arena de Hechicero, con la que afectaría (esperaba) a mi adversaria y disminuiría bastante su capacidad para usar hechizos en mi contra. Es cierto que yo no tenía nada de puntería en aquel momento pero no fue nada difícil esparcirla por el aire hacia ella porque para eso sólo me hacía falta ser patosa, que lo era, y abrir el potecito colgado del cuello con los dientes mientras lo sujetaba con mucha dificultad con la base de las manos que enlazan con la muñeca. El mismo impulso de sacar el tapón consiguió que la arena saliera por los aires y que el mismo soplido de rabia que salió de mis labios con fuerza por no ser capaz de sujetar el frasquito sirviera para esparcirlo en su dirección.

 

-- ¡Hale! Ahí se acaba un frasco cuyo contenido es difícil de conseguir -- dije en voz muy baja, preocupada por el enorme crecimiento de mis uñas.

 

Me agaché porque sabía que, tarde o temprano, perdería la varita y quería dejarla en el suelo, con la palma hacia arriba y con la varita encima, cuando eso sucediera. No podría sujetarla pero el mero contacto ya me serviría para defenderme si sabía usarla bien. Fue entonces cuando sentí el sonido del aire roto por algo que se acercaba. Aunque hacía mucho tiempo que no lo sentía, lo identifiqué al instante y palidecí al levantar la cabeza y verlas venir, aquellas flechas. Allá, inclinada en el suelo, con la varita posada en la mano pero sin poder sujetarla bien ni tener puntería para apuntar, sólo podía hacer una cosa: y no, no era llorar.

 

Nunca sabes los conocimientos que tienes hasta que el peligro acecha y tu mente reacciona antes aún de darte cuenta: volví a usar el Obsistens para que el cerco luminoso violeta que ya había invocado una vez me protegiera de aquel peligro que se acerca de forma rauda. Esperaba que fuera suficiente para repeler aquellos filamentos de fuego aunque, por si acaso, tomé con una de mis manos de uñas engorrosamente crecidas el Amuleto de la Resurrección de color esmeralda que llevaba encima por si necesitaba usarlo si no funcionaba. Pronto necesitaría finiquitar aquellas uñas, fuera con el hechizo pertinente o con una guadaña. Aunque no creo que hubiera ninguna colgando entre los objetos que estaban sobre nosotros.

 

¿O sí?

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