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Aritmancia~ Febrero 2017


Mery Gaunt Karkarov
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Febrero, el mes de amor. Mery rodó los ojos totalmente aburrida ya de aquel mes y no llevaba ni un día soportándolo. Miró la hora en su reloj de su escritorio, las 11:51.

 

8… ¿Un grupo ambicioso le tocaba éste mes? Sonrió de lado, si su predicción no fallaba iba a ser una clase bastante intensa, un tanto… alocada, sí.

 

Su túnica, sus libros y apuntes, todo bien colocado encima de la cama listo para impartir el viaje hacía el Ateneo y su maravillosa aula de Aritmancia, la cual había recibido nuevamente reformas en su decorado, aunque ésta vez solo había sido un cambio de pintura en la pared dejándola así blanca con algunos números en negro.

 

Besó la cabeza de su hijo mientras abrochaba su túnica y agarraba todo lo que le iba a hacer falta para la clase.

 

- ¡Shiro!, ¡cuida de Edward Thomas mientras estoy fuera! –su voz retumbó por todo el castillo, y lo sabía porque su bebé comenzó a llorar al instante-. Shh, shh… -acarició la cabeza del niño como si fuera un perro con una sonrisa en el rostro.

 

Comprobó que su varita estuviera en el bolsillo derecho de su túnica y desapareció de la habitación del castillo Gaunt en un abrir y cerrar de ojos, acompañada de ese terrible pellizco en el estómago que aún Mery no controlaba ni toleraba en las apariciones.

 

La puerta de madera oscura fue el apoyo que la pelirrosa necesitó para no caer de bruces al suelo y no romperse los dientes. ¿Cómo podía desequilibrarse tanto al aparecerse en un sitio? Seguro que si iba a San Mungo le darían alguna clase de poción para esos mareos.

 

Suspiró y movió su mano derecha con la varita, haciendo que los números de la placa de plata que había en la puerta comenzaran a moverse de manera elegante y divertida.

 

- Alohomora –susurró. El clic que se escuchó hizo que Mery moviera el pomo de la puerta para abrirla rápidamente. Desde que llevaba de profesora de aquel conocimiento había cerrado la puerta siempre que la dejaba sola. Sabía que no iban a entrar a robarle ni ***erle nada, pero prefería quedarse tranquila.

 

Observó su alrededor, los cojines de números esparcidos por el suelo, los escritorios al fondo y su mesa y pizarra limpias y vacías. Todo perfecto.

 

Soltó en la mesa sus libros y una bolsita con pequeñas piedras verdes. Abrió las cortinas para tener luz natural y observó el ambiente desde dentro. Había salido el sol de entre unas nubes, los pájaros revoloteaban en el cielo y el viento zarandeaba los árboles.

 

- Veamos… -caminó hasta la pizarra y tomó su varita-. 01/02/2017… 1+2+2+1+7… -comenzó a sumar mentalmente mientras mordía su labio inferior-. 13… 1+3… 4 –llegó hasta el final de la operación.

 

Volvió a su escritorio y sacó cuatro piedras brillantes de su bolsa. Cerró su mano en un puño y desaparecieron. Estaba claro que eran trasladores y que habían sido enviados a los alumnos que debían de asistir a su clase. ¿Cómo sabía la Nigromante que iban a ser cuatro los participantes aquella vez? Las probabilidades de fallar mediante la numerología u Aritmancia eran totalmente escasos, además, si había alguien más inscrito ya aparecería, quizás tarde, pero aparecería.

 

- Bien, ahora solo toca esperar… -susurró para sí misma mientras se sentaba sobre el escritorio y balanceaba los pies mirando hacía la puerta.

 

Un golpe hizo que la cabeza de Mery girara hacía una de las ventanas como si de la niña del exorcista se tratase. ¿Cómo podía haberse estrellado un pájaro justo en la ventana? Se levantó de un salto y caminó hacía ésta pero, cuando llegó, no se encontraba el animal.

 

Frunció el ceño mientras mordía su labio. ¿Probabilidad quizás?, ¿uno? Miró hacia la pizarra y suspiró, caminando hacía ésta con su varita en mano.

 

- Si a ese 4 le sumamos 1... -sonrió mientras planteaba aquello en la pizarra-. Un total de 5... ¿Serán cinco los alumnos? -sonrió de lado y volvió a su escritorio para agarrar una piedra más y hacerla desaparecer en su mano. Sabía de sobra que si no había un quinto alumno aquella piedra iría directa a su bolsa y no a ninguna persona desconocida.

 

Con un suspiro volvió a sentarse sobre la mesa y, con una sonrisa nerviosa, balanceó sus pies a la espera de sus alumnos.

Editado por Mery Gaunt Karkarov
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Ese día, por fin llegaba. Ansiaba volver a mi gran amiga, a mi confidente, a esa persona especial que ahora sería mi docente. Por lo que tendría que ir muy elegante, causarle una gran impresión para que después de clases aun pudiéramos tener un momento a solas entre los dos y poder volver a relacionarnos como muchas veces antes lo hacíamos.

 

No creía que la clase pudiera tener muchas complicaciones, pero también es que no conocía mucho sobre la aritmancia, por lo que era mejor ir prevenidos. Mi pantalón de mezclilla que hacían juego con mis zapatos de charol se localizaba en la cama, a punto de ponérmelo para poder ir a la clase, esperando que no llegara tarde y quedar bien con la pelirosa.

 

Vaya sorpresa fue cuando una piedra cayo en mi cama, el susto hizo que no acabara de ponerme la camisa, dejándola abierta sin abrochar todos los botones, con el pecho descubierto me acerque a la piedra.

 

Era extraño que algo así llegara a mi habitación, las ventanas estaban cerradas y no era ni el ultimo piso de la mansión como para decir que el techo se hubiera destrozado y ahora llovieran piedras desde ese sitio. Pero mi curiosidad era mayor, afortunadamente ya traía puestos los anillos de mi libro de hechizos por si me llegaba a pasar algo, tome la piedra y a la brevedad un vació me succiono, sentir esa sensación de desaparecer era algo que conocía bien pero la sorpresa era grande que me dejaba en silenció sin saber donde sería mi destino. Finalmente al caer en el aula frente a Mery me sostuve de lo primero que estaba a mi alcance para no perder el equilibrio.

 

- Hey cuando contrataste estos trasladores. Me has tomado por sorpresa - Me quede viéndola esperando que reaccionara y diera alguna indicación en lo que llegaban los demás compañeros de clase.

 

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Macnair apareció en el lugar, había despertado temprano aquella mañana o quizás no había dormido, todo era incierto tras el incidente con la célula terrorista. Aun apretaba con fuerza la piedra que cabía en la palma de su mano, la cual le trasladó hasta la puerta de un aula perteneciente al ateneo, posiblemente para tomar la clase a la cual se había anotado. El conocimiento es poder, se repetía. Ingresó al salón para toparse con un masculino y su, aparente, profesora; no iba a mentir, ver allí a Mery le hizo bufar como una niña perdiendo total y completa seriedad, en una ocasión había sido capaz de salvar su vida junto con la de Bea y la muchacha aun no se lo agradecía.

 

Su extensa cabellera rojiza era un fantasma sobre los hombros rectos, ahora lucía un corte rebajado, parecía que le habían arrancado mechones a tirones bruscos, en sus ojos verdes no había ni siquiera un atisbo de alegría y su rostro, aun angelical y por demás hermoso lucía una simétrica línea rojiza de sangre seca, una larga costra del grosor de hilo de coser que nacía en su sien derecha para dar fin debajo del pómulo.

 

—Buenos días, Profesora Gaunt.

 

Allí nadie era compañero de nadie ni amigo de cualquiera, Arya sabía guardar las apariencias pues ella misma pertenecía al claustro de educadores desde que tenía uso de razón. Rápidamente y tras cerrar la puerta hizo un análisis de lugar para ubicar muebles y demás, los números pintados en las paredes blancas le marearon un poco pero dio con unos cojines y los señaló como diciendo "¿esas son las sillas?", no quería pecar de ignorante pero no vio nada más parecido a un cómodo asiento.

 

En silencio caminó, tomó uno y regresó al medio del aula donde la luz natural daba de lleno. Llevaba puesto unos vaqueros de lana gruesa color azul y una camisa blanca abotonada hasta comienzos del prominente escote, zapatos planos negros y un saco que dobló sobre sus piernas al cruzarlas cual jefe indio y sentarse en el suelo. Cuando el sobretodo hubo enseñado el atuendo completo también reveló un pequeño bolso donde cabría lo justo y necesario: Libro y pluma, la varita no se despegaba de su cuerpo como una extremidad más y las joyas de los uzza pendían de su muñeca izquierda, en un tamaño mucho menor al original habiendo sido encantadas, creando un delicado brazalete de dijes que tintineaba.

 

—Dave— Saludó a su compañero con respeto y un asentir de cabeza.

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Números u operaciones matemáticas complejas tenían muy poco que ver con estrategias de duelo, su dedicación principal. Tratar de comparar ambas cosas y encontrar un motivo lógico por el cual tomara la clase de Aritmancia le llevó más tiempo del que esperaba hasta el punto de que el translador casi lo deja. Empuñó la diestra sosteniendo la piedra brillante justo cuando un tirón en el estómago le indicó su viaje a un nuevo escenario. Erguido con su imponente musculatura volvió a tocar tierra firme en un parpadeo y con seguridad empujó la puerta que apareció frente a él. Avanzó con gracia al interior del salón mientras acomodaba su chaqueta de cuero negra.


Lo primero que sus ojos focalizaron fue la figura de una mujer sentada en el suelo. Posteriormente el escote atrajo su atención. Vaciló un instante disfrutando de la vista sin poder contener una media sonrisa traviesa, ¿para qué disimular? Rodó los ojos hacia el rostro de la poseedora de aquellos atributos encantadores y le guiñó un ojo a modo de saludo. Sería interesante compartir los tiempos libres del LAIC con Arya.


—Buen día. Parece que tendremos una buena clase en confianza — hacía referencia al hecho de que hasta entonces los presentes eran miembros del bando tenebroso. Esa podría ser una ventaja provechosa para Mery, y así enfocar la clase a la relación de la Artimancia con la magia negra buscando lo más provechoso del tema para compartir con sus colegas. O simplemente limitarse al contenido programado de una clase común. En cualquiera de los casos Zack iba mentalizado a aprender lo más que pudiera sobre los misterios de los números, aunque nunca fue fanático de ellos ese era uno de los pocos conocimientos que le restaba tomar.


—Te viniste muy bien preparada — dijo acercándose a Arya, mirándole desde la altura de su posición. Desde ahí el panorama mejoraba significativamente. Pero él no se refería a su excelente estado físico, sino al hecho de que la bruja llevaba un bolso cuyo contenido era de intuir —. Me sentaré a tu lado para compartir apuntes luego. Espero que no te moleste — puntualizó tomando lugar a su costado luego de buscar un cojín en forma de cero.


El Ángel Caído le había perdido la costumbre a ese tipo de clases hacía mucho tiempo. Desde su rudo entrenamiento con los Uzza antes de impartir conocimientos de libros de hechizos, tenía otra idea de lo que era recibir clases. Pero aquellas en particular era de entender que fueran más controladas y generalizadas, es decir, no tan aventureras como las de algún poderoso libro avanzado o esas codiciadas habilidades que todo el mundo anhelaba. Sin embargo, aun cuando su porte elegante y rebelde al mismo tiempo no le permitiera lucir como un alumno común, pondría la mayor atención a cada dato que Mery compartiera. Tampoco le gustaba perder el tiempo ni mucho menos su dinero. Estando ahí no le quedaba de otra que aprovechar el momento.

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La probabilidad que reprobada ese conocimiento era bastante alta.

Sobre una escala de 10 posiblemente estuviera en 3 la posibilidad de superar la clase, aunque quizás cuando me presentara en el salón esta bajara a 2 y dependiente del profesor a 1. ¿Que hacía viendo ese conocimiento? Fácil, quería saber las probabilidades de mi vida sin necesidad de vivir el momento como estaba a punto de suceder. Era algo bastante practico la cual me arrepiento en no comprender antes.

¿Y cual era la posibilidad de que tendría que detener a Zack para que dejara de verle el pecho a mi hija? Cuando llegué al salón fue la escena que percibí, de como el Ivashov estiraba el cuello para ver mejor el escote de la Macnair. Negué con la cabeza lentamente mientras ingresaba y detallaba quien seria mi profesora. Las posibilidades estaban en dos.

— Buen día a todos, sobretodo a los ojos de Zack que están curiosos en recorrer con sumo detalle los dotes que nos brindó la vida —le dediqué una cálida sonrisa y caminé para sentarme del otro lado de Arya—. Mery, Dave —saludé con una inclinación de cabeza— hija mía, ¿te sientes acosada por ese mago? Había escuchado rumores de que él era así, pero no pensé que hasta en una clase fuera capaz de hacer semejante acto de acoso personal.

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El calor de la cálida mirada humana le llegó desde arriba y no pudo evitar sonrojarse, era gracioso recaer en situaciones tan absurdas justo con Zack, ambos pasaban del aprecio mutuo al odio curioso en un abrir y cerrar de ojos pero para entonces todo pintaba distinto. Recordaba haberlo enfrentado varios meses atrás en su propio café pero le faltaban algunas piezas de la escena, como el por qué estaba allí y con qué motivo le hacía tantas preguntas, más lo que si recordaba tajante era como una completa desconocida se había acercado para delatarlo como miembro activo de La Marca Tenebrosa.

 

Ivashkov gozaba de completa libertad, ¿por qué entonces no lo había denunciado?, era algo extraño su accionar cuando supuestamente había tenido lealtad hacia algo opuesto, Cissy se había encargado de ponerla al día con las pocas cosas que sabía y que Macnair había olvidado gracias a sus antiguos "compañeros". La probabilidad era infinita, tanto en números como en posibilidades, había errado estísticamente la moral y los ideales, pero tras barajar nuevamente los dados supo rectificar el camino a tiempo, o eso creía.

 

—Zackie, que gusto— Sonrió con dulzura arrugando la nariz como un niño pequeño, recordaba que Liam le hubo llamado así.
Dejaría pasar el desvergonzado acto del vampiro sin problema alguno pues era una muchacha joven y llamativa, eso bien lo sabía, así que palmeó un cojín a su lado para que éste tomara asiento y no acabase por zambullirse entre su escote. A continuación supo que cometía un error, una voz masculina le llegó a los oídos erizando su piel y dilatando sus pupilas al punto de verde aquel tono esmeralda por completo, giró levemente la cabeza mirando hacia arriba y se topó con Pik y una expresión extraña en el rostro.
—Buenos días, padre— saludó entre dientes y lo vio sentarse a su lado también, —Zack y yo estábamos hablando sobre lo grato que será tomar la clase juntos, ¿no lo crees así?— masculló, lo pellizcaba con los ojos, no era una niña pero a su vez le hacía gracia el tono que había utilizado para demostrar su descontento.

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Un minuto, diez minutos. Las agujas del reloj de pared avanzaban y parecía que cada vez más rápido. Mery seguía ahí, sonriente y ansiosa de saber quiénes aparecerían y como sería su clase.

 

Mordió su labio inferior, había que admitir que se cansaba de esperar, pero sabía que aparecerían, al menos uno debería de hacerlo. Aunque, si se paraba a pensarlo fríamente le daba igual, si deber era estar allí y tener algo de materia lista para impartir, si no llegaba ningún mago, eso que se llevaba.

 

Y como si los astros se hubieran alineado para fastidiar los planes de Mery, un alumno apareció justo delante suya. Sus ojos viajaron directamente al abdomen del joven, abrió su boca y la volvió a cerrar como si fuera un pez. Suspiró y, con algo de esfuerzo miró os ojos de Dave.

 

- Yo también me alegro de verte -soltó una pequeña carcajada y bajó de la mesa, besando las mejillas del mago. Lo mandó con la mirada hacía uno de las sillas en forma de números. Si, adoraba sus nuevas adquisiciones.

 

Un bufido proveniente de la puerta de entrada hizo que Mery girara su cabeza y parte del cuerpo para mirar a la niñata de pelo rojizo que no sabía de qué manera había llegado a ser mortífaga. Y si, le caía terriblemente mal por razones obvias. Le sonrió falsamente, enseñando sus dientes y suspiró.

 

- ¿Y ese bufido, Macnair? -dijo directamente-. Si tiene algún problema, puede comentarlo -la voz de Mery salió totalmente tranquila, relajada y casi dulce.

 

Relamió sus labios dispuesta a comenzar la clase, viendo que si no lo hacía no le daría tiempo a dar toda la materia que ella deseaba, pero, justo cuando había tomado su varita alguien más llegó.

 

El corazón de Mery dio un fuerte vuelco. ¿Qué hacía allí el Ángel Caído? Desde que tenía uso de razón, Zack siempre había sido el superior en cualquier aspecto de su vida. Jamás se había pensado que le daría clases, que debería de enseñarle algo, además, a día de hoy, la Nigromante había conseguido evitar cualquier relación con él.

 

Las estrellas no estaban de su parte.

 

- Buen día... -susurró viendo como alguien más entraba. ¿Qué demonios le pasaba a aquel mes? Otro compañero, superior, entró a la sala. Bien tenía claro que la clase iba a tomar un rumbo totalmente diferente a lo que ella creía y tenía planeado. Lo típico de usar febrero para actividades relacionadas con el amor iba a cambiar justamente aquel día.

 

Se giró hacía la pizarra, ignorando lo que los demás decían y comenzó a anotar los números del uno al nueve de manera vertical.

 

- Bien, si falta alguien más, tendrá tiempo de incorporarse más tarde -sentenció mientras daba unos pasos hacía el escritorio y subía encima de éste-. Primero de todo... Me gustaría saber que hacen aquí -miró a los ojos de cada uno, evitando los de Pik y Zack. Estaba claro que, entre unos y otros no estaba demasiado cómoda con los alumnos que le había tocado aquel mes y es que, aunque fueran todos compañeros de bando no podía evitar sentir odio hacia Arya o respeto hacia los altos rangos-. Quiero decir, ¿por qué escogieron ésta asignatura? -aclaró la pregunta y se cruzó de brazos.

 

Tragó un nudo, nerviosa y decidió comenzar a explicar la clase, al menos el principio.

 

- Como ya sabéis, la Aritmancia es el conocimiento de los números y ver las probabilidades de la vida a través de éstos -hizo una breve pausa y continuó-. Hay muchas maneras de interpretar los números. A partir de los nombres y los métodos podemos encontrar muchos números: De Carácter, Social, Amor, Predicción, Probabilidad, Mente, Voluntad... -sorprendentemente Mery había memorizado aquello de manera apasionada-. Para sacar cualquier clase de número, necesitaremos aprender a qué valor se le asigna cada número así que, para conseguir la tabla que necesitaremos para la clase tendremos que repartir de manera alfabética cada letra a un número -explicó de manera clara, o eso creía-. Quedando el 1 con la A, el 2 con la B, el 3 con la C... Y así sucesivamente -sonrió enseñando los dientes-. ¿Quién nos completa la tabla en la pizarra a la clase? Será un punto extra para la nota -mintió.

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¿Zackie? La disposición de la pelirroja por ofrecerle una vista gustosa fue sorprendente. Pero que lo llamara de esa forma intensificó el sentimiento. Sólo una persona acostumbraba a decirle así, pues por su imagen de guerrero inquebrantable tampoco es que mucha gente se atreviera a usar su nombre en diminutivo. Elevó ambas cejas en señal de asombro conteniendo las ganas de reprocharle el gesto. En su lugar, decidió ser más agradable y neutralizar la situación de manera cortés.


—Solo “Zack” está bien, guapa — sugirió mientras le proporcionaba una caricia en el mentón, que, aunque efímera, fue justo a tiempo para que un tercero los viera. De inmediato blanqueó los ojos en medio de una sonrisa irónica al escuchar la reacción de Pik —. Exacto, sólo compartíamos comentarios de lo grato que será nuestra clase juntos. Y no te preocupes que no pasa nada… aún — disminuyó el tono de voz en su última palabra al tiempo que desviaba la mirada mordiendo su labio inferior.


Sin dar pérdida al tiempo, Mery los interrumpió con la introducción a la clase. Por un momento olvidó el propósito de su presencia en ese lugar, sólo hasta que la misma profesora pidió que todos lo indicaran. Zack no tuvo que pensar demasiado, estaba ahí porque eran pocos los conocimientos que faltaban en su colección y ese resultó ser el más atractivo entre los pendientes. Además de haber tenido la oportunidad de conocer a sus futuros compañeros el día de la inscripción.


Prestó atención a la intervención de la mujer en absoluto silencio. No le costó entender la relación entre números y letras pero sí quedarse callado ante la nueva propuesta. Él no necesitaba puntos extra, podría ganarlos luego. Así que aconsejó al compañero a su costado.


—Ve tú, Pik. A ver si también me das un buen panorama — dijo desplazando la mirada por la anatomía del Ángel Caído —. Digo, Arya debió sacar algunos de tus atributos— enarcó una ceja sabiendo que el otro entendería su interés por apreciar lo abultado de su prenda de vestir en la espalda baja, un ángulo perfecto que obtendría mientras el primero completara la tabla en el pizarrón. Le regaló un guiño a modo de impulso justo antes de tomar la palabra nuevamente esta vez para toda la clase.


—Mientras alguno de los chicos se decide a ganar el punto extra, aprovecho la oportunidad para desilusionarte de una vez, Mery — su tono de voz no era agresivo, iba más bien en plan de broma —. No tomé la clase por interés especial en el tema, por la adorable profesora, o mis encantadores compañeros — mintió respecto a lo último —. La verdad es que necesito completar mis estudios y este horario se adaptaba mejor a mis otras actividades. Lo siento — se encogió de hombros presionando frunciendo los labios —. Pero sí colaboraré en lo que sea posible. Estoy dispuesto a llevarme algo más de esta clase — al finalizar desplazó la mirada nuevamente hacia Arya, sin sugerir nada en particular pero dejando cierta ambigüedad en su comentario.

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Parecía que el mundo estaba en mi contra en ese momento, quería poder aprovechar totalmente la compañía de la profesora, sin duda era esa mujer que me lograba sacar más de un suspiro. Justo en el momento que otra dama, compañera de clase y de bando se nos unía y soltaba un bufido, sin duda era extraño compartir momentos con ella, por los pleitos que una vez tuvimos por otro chico y los dramas que incluso me había realizado estando en estado de ebriedad.

 

Pero cuando apareció mi Padre por la puerta, bueno al menos eso eran las palabras que Mía me había dicho, ya que no se daba la oportunidad de poder hablar con el mago y poder preguntarle muchas cosas. Siempre lo encontraba sumamente ocupado y pocas veces lo lograba ver en estado de relajación como en este momento.

 

Un tercer mago se nos unía, claro aquel que incluso era mi maestro de duelo en el bando. Un gran compañero pero que por la relación que llevaba con su hija, eramos algo distanciados el uno del otro.

 

- Arya, Pik, Pad... Digo Zack - A cada uno le dedique un saludo de forma cordial con una inclinación de cabeza.

 

Finalmente la pelirosa comenzaba la clase, no prestaba nada de atención la conversación que llevaban los otros compañeros, mis ojos solo se enfocaban en la profesora.

 

Estaba a punto de ofrecerme a continuar con la tabla, cuando escuche la voz de Zack diciendo que se acercara Pik a realizar la tabla. No es que necesitara ese punto extra, pero lo que quería era que avanzara la clase lo más rápido posible.

 

- Yo paso, dejen de pelear por ver quien tiene mejor atributos. Todos tienen lo suyo así que dejen eso de lado -

 

Pase a la pizarra y complete cada una de las letras que comentaba Mery.

 

A - 1 F - 6 K - 11 P - 16 U - 21 Z-26

B - 2 G - 7 L - 12 Q - 17 V - 22

C - 3 H - 8 M - 13 R - 18 W - 23

D - 4 I - 9 N - 14 S - 19 X - 24

E - 5 J - 10 O - 15 T - 20 Y - 25

Cuando termine de escribir, volví a ese asiento, al numero 5 que era uno de los que siempre andaba buscando y podría decir incluso que era mi numero de la suerte. Solo faltaba que la clase siguiera y nos dieran más indicaciones. No quería seguir escuchando como mi padre le coqueteaba tanto a la hija como al padre.

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Arya se había callado tanto las palabras que le dolía el estómago, como la mujer impulsiva que era se habría levantado y abandonado la clase sin más pues la desconfianza que Mery reflejaba en sus ojos le atravesaba el alma de modo tal que la hería, más se acurrucó en su sitio prefiriendo pegar su hombro al de Pik para así poder girar levemente la cabeza y soltar un susurro inaudible para el resto de la clase. Zack tenía hambre, estaba claro, y Dave parecía pavonear aires de superación que no acababa de comprender así que se abocó a su propia causa como una niña en comienzo de berrinche.

 

—¿Qué más tengo que hacer para que confíen en mi?— Escupió a su padre, resignada.

 

Mientras Dave anotaba algo en las pizarras para que todos pudieran ver ella extrajo un pequeño anotador y la pluma que Oniria le había obsequiado para su graduación hacía ya mucho tiempo atrás, tomar nota era algo que se le daba excelente pues tenía una memoria intachable, tantos años como empleada de San Mungo, escalando posiciones hasta lo más alto habían dejado su recompensa. —Si se me permite agregar palabra, me decidí a tomar ésta asignatura para poder interpretar, como bien lo dijo usted, las probabilidades de mi propia vida, por motivos... personales.

 

Sería casi estú.pido creer que con aquel conocimiento podría adelantarse al cónclave de los siete y así evitar que se llevasen a su hija pero necesitaba agotar todas las posibilidades que tuviera al alcance antes de comenzar a optar por cosas descabelladas; ¿cómo se maldecía a un demonio?, ¿cómo se lo enviaba al infierno si de allí provenía?, su última carta sería Pik, pero el hombre tenía una vida feliz junto a su esposa y el pequeño Massimo como para empañar el resto de sus días con luchas incansables, Reshi debería de haber sabido con quien se metía al momento de engendrar en el vientre de Lúthien.

 

Luego alzó una mano para llamar la atención de Mery, —¿Es posible prever una desgracia antes de que suceda?, o quizás las probabilidades de torcer un poco las cosas para que el impacto no sea tan severo.

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