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Defensa Contra las Artes Oscuras & Primeros Auxilios


Ellie Moody
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Ya bien entrada la noche, Madeleine camina por las desoladas y oscuras calles de Godric's Hollow. No le importa que sus botas de combate hagan ruido al chocar contra el suelo de guijarro, pues está segura de que, al ser un día de semana, ya la mayoría de las personas deben estar en casa con sus familias, preparándose para dormir. Ella también debería estar en casa, con su madre, cenando... pero, cuando el deber llama, no pone excusas. Después de todo, no sería la primera vez que pase la noche en vela investigando un misterio o cumpliendo alguna misión (en esa ocasión, son ambas cosas al mismo tiempo).

 

Sabe que encontró por fin la casa de Bathilda Bagshot, cuando distingue a la bruja. No, no es Bathilda Bagshot, por supuesto. Se trata de Jessie Stabolito, o por lo menos es con ese nombre que la recuerda.

 

Tiene que ser una maldita broma...

 

Madeleine no había tenido problemas en admitir que un par de estudiantes participaran en aquello. No les vendrá mal un poco de trabajo de campo, le había respondido a los Directores, pues la propuesta le había parecido muy buena. La Defensa Contra las Artes Oscuras no se aprende leyendo libros o escuchando a un profesor hablar y hablar sin parar. Hay que practicarla. Vivirla. Aunque de todas formas, le pareció bastante acertado que asignaran también a una estudiante de Primeros Auxilios; con su experiencia, había aprendido a no menospreciar a los sanadores y curanderos en el campo de batalla. Por eso, ella misma le había dedicado tanto tiempo a aquel trabajo para la Orden del Fénix. No había tenido problemas, tampoco, en que la tutora de esa estudiante participara. Aprenderemos un poco de todo, quizás yo misma preste atención a sus lecciones...

 

No había tenido ningún problema, pues, aunque ese trabajo fuese nuevo, había descubierto desde el primer momento que se había enamorado de él. Madeleine había dedicado los últimos años de su vida a la Buena Batalla, y con toda su experiencia, está segura de poder guiar e instruir a más personas para que, aunque no se conviertan en Aurores o se unan a la Orden del Fénix, aprendan a protegerse a sí mismos y a sus seres queridos.

 

No había tenido ningún problema, y eso en ella es algo muy raro. ¿Por qué demonios, entonces, el destino se enfrasca tanto en provocarla?

 

Alguna vez, Jessie había luchado junto a ella. Madeleine recuerda haber estado con ella en el Templo Blanco, en más de una ocasión. Pero eso había casi toda una vida atrás... ahora siente estar frente a una enemiga, a su verdugo. Porque, cuando la enjuicien por sus "crímenes" (cuando la enjuicien por tratar de detener a los mortífagos, por defender a los inocentes, por defenderse a sí misma), serán Stabolito y los Inquisidores los que se enfrascarán en hundirla y condenarla.

 

Es una coincidencia tan irónica para ambas, que debería ser una broma del destino.

 

Normalmente, Madeleine la saludaría con malas palabras y se esforzaría para hacerla desertar. Sin embargo, sabe que la misión es importante; los muggles están husmeando demasiado, poniendo en peligro tanto al secreto como a ellos mismos. Y, bueno, es un poco demasiado tarde para quejarse. No tiene otra opción más que aceptar la compañía... Luego de cerrar los ojos y tomar aire, habla, sin groserías.

 

—Les envié una lechuza a mis chicos hace unas horas, no deberían tardar en llegar —musita con la voz ronca, al tiempo en que se echa la capucha de la remendada y deshilachada para de viaje hacia atrás. Su desagraciado rostro se ilumina tenuemente a la luz de la luna, resaltando su palidez enfermiza y las cicatrices que lo surcan. Si Jessie reacciona notoriamente al ver quién será su compañera en esa ocasión, Madeleine no lo advierte ni le da importancia—. Espero que tu también avisaras a la tuya que este es el lugar de reunión —gruñe, mientras echa un vistazo alrededor, para asegurarse de que no hubiesen moros en la cosa—. Mientras más rápido comencemos con esto, mejor. Por lo menos dos tercios de la población es muggle, y créeme que les llamará la atención que estemos tan interesadas en la "casa embrujada" del pueblo.

 

Aunque, si Jessie le busca la lengua, la encontrará.

Editado por Madeleine.

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Tarde como siempre

Observaba el cielo estrellado que aquella fresca noche le regalaba mientras esperaba a que Madeleine llegará.

Si fuera por ella ya abría ingresado a la casa abandonada y revisado el terreno, al menos para saber si era seguro para su alumna pero debía de esperar a quien sería su compañera y no era algo que deseara realmente.

Cuando Anne le mencionará el nombre una fina mueca de contrariedad apareció en el rostro de la Black Lestrange pero aún así no se negó a compartir clase con aquella mujer. No había otra opción

Aferró su capa de viaje color negro con su mano derecha mientras su izquierda, oculta bajo su capa, sujetaba con firmeza su varita mágica en espera de algún ataque por parte de aquella bruja.

Sus botas estilo militar resonaban contra los adoquines cada que Jessie zapateaba con premura intentando en vano que el tiempo pasará y aquella bruja llegará.

Finalmente la vio llegar, con aquellos andares tan despreocupados que tanto exasperaba a la mortifaga.

No te preocupes por mi alumna, sino por los tuyos. Hay algo en esa casa que no me gusta nada, en el tiempo que tengo esperándote el frío que emana de ella es cada vez más intenso, así como un deje de desolación que de a poco se apodera del lugar

Entre los suyos, ella era de las más imparciales cuando de trabajo externo a su bando se trataba pero si aquella mujer instaba en buscarla como la última vez... No se contendría tan fácilmente.

Por cierto Madeleine, un día deberías pasar por la oficina para que le Heche un vistazo a tu rostro y ver si hay algo aún que podamos hacer

¿De donde rayos había salido eso? Pero ya que lo había dicho no podía arrepentirse.

Editado por Jessie Black Lestrange

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Apareció en medio de la noche ya entrada en horas y despejada, realizando como único ruido un susurro con su capa. Debajo de esta, llevaba su usual ropa muggle, oculta claramente para evitar preguntas innecesarias como la última vez.

 

Miró a su alrededor, respirando para seguir apaciguando los efectos de la desaparición que ya manejaba cómo si fuera caminar. Mientras avanzaba con paso seguro, no podía evitar sentir como su piel se ponía de gallina. No era por el miedo, no. La verdad era que la historia de los lugares le fascinaba. Lo mismo ocurrió en su viaje en el tiempo en Hogwarts. Respirar el pasado, las acciones, los misterios y todo aquello que era tan famoso en el presente la dejaba extasiada.

 

Pasó de largo el cementerio donde sabía que se encontraban varias tumbas famosas. No estaba aquel día de turismo, sino para aprender y enfrentarse contra aquella magia contra la que lucharía en un futuro cercano.

 

Acomodó mejor su capa, cuando ante sus ojos aparecieron dos figuras femeninas. Aceleró un poco más el paso mientras que el vaho se escapaba de su boca y la ansiedad comenzaba a circular por su sistema. Exactamente no sabía a lo que se enfrentarían, pero sabía a dónde se dirigían. <<Fascinante.>> se repetía mentalmente una y otra vez.

 

Carraspeó un poco al oír el comentario ofensivo que había dirigido una de las mujeres a Madeleine. Le hubiese gustado decir algo en su defensa, pero sabía que debía mantener sus elecciones en secreto. Que aún no supieran cual era su bando, sus valores y pensamientos era una ventaja. Debía mantener aquella fachada lo más que pudiese, a pesar que varias de sus acciones demostraran parte de su ser interior. La duda era su mejor aliada en aquellos momentos.

 

Buenas noches. dijo algo seca, aún enojada por las palabras desubicadas de aquella mujer desconocida. Trató de suavizar un poco sus palabras, sin mucho éxito.—¿Quién es Madeleine? Yo soy Andrómeda. Vengo por las clases de DCAO. saludó como si realmente fuera la primera vez que veía a ambas.

 

Palpó con cuidado el bolsillo interno de su capa sintiendo allí su varita de haya, la cual siempre la reconfortaba en momentos de tensión. Su mente volvió a divagar por unos momentos. ¿Qué tendrían que hacer? ¿A qué se enfrentarían?

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¿Cómo podía ser que hubiera olvidado las bases de Defensa contra las Artes Oscuras? Por alguna razón, Arcanus había olvidado cómo utilizar aquel conocimiento que había poseído una vez. Por eso ahora tendría que tomar una clase. No tenía idea quién la impartiría, de hecho, no conocía a muchísimos magos que ahora abarrotaban las calles de Ottery.

 

Sin ganas, se dirigía hacia una dirección que había llegado por medio de una lechuza, firmada por una tal Madeleine. Tenía que dirigirse a un pueblo muggle donde había una "casa embrujada". Ya se imaginaba las tonterías a las que tendría que enfrentarse, Boggarts, Poltergeist o alguna criatura inútil similar. Decidió aparecer algo apartado del lugar e ir caminando hasta allá, para así poder observar el pueblo con más detenimiento.

 

El viento soplaba fuerte y agitaba la larga túnica negra que el joven vestía. Realmente le importaban poco las miradas de los muggles que hacían comentarios por lo bajo. Se contentó pensando en los viejos tiempos, en los cuales, en ese momento estarían sufriendo una muerte dolorosa por parte de Arcanus. Caminaba con una mueca de aburrimiento en el rostro y arrastraba los pies al hacerlo. A lo lejos divisó tres siluetas que parecían ser de mujeres.

 

Al llegar junto a ellas, el joven se detuvo a examinarlas. No estaban nada mal realmente. Por fin veía el lado bueno del asunto, al menos no tendría que compartir la clase con algún odioso hombre y tenía a todas las mujeres a su disposición. Observó las cicatrices que marcaban el rostro de una de las mujeres y negó con la cabeza, mientras más heridas tenía un mago, significaba que más hechizos habían logrado alcanzar su cuerpo. Suspiró y decidió hablar.

 

- Buenas noches señoritas. Apuremos la tontería, no tengo tiempo que perder ¿Quién es la tal Madeleine? - preguntó casi bostezando. Lo único que quería era terminar rápido con la prueba para poder certificar aquel conocimiento de una vez.

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Madeleine cierra los ojos y sacude la cabeza, al tiempo en que suelta una breve carcajada amarga. Sabe que es una provocación. O mejor dicho, un intento. Quizás si todavía fuese una estudiante de cuarto o quinto año, acomplejada y extremadamente sensible por los cambios provocados la pubertad, se habría ofendido y habría respondido bruscamente. De hecho, actualmente, ella explota y saca a relucir su mal genio con la mejor provocación... no tolera que menosprecien a las personas por su aspecto o su status de sangre, y también odia la altanería y la soberbia. Pero, ¿que le digan que "es fea"? Aunque lo parezca, ella ya no es una adolescente, y ciertamente no le importa para nada su aspecto físico.

 

—Deberías prestar atención a mi curso, Stabolito —es todo lo que dice—. Hay magia tan oscura, que deja huellas tan profundas que ni siquiera los primeros auxilios o las pociones pueden sanar de verdad —súbitamente, recuerda lo ocurrido en el Atrio. Recuerda a Lisa develando las Marcas Tenebrosas en los antebrazos de ella y de un tal Dave, y los recuerda tratando de ocultarlo con palabras—. Pero ¿cómo lo sabrías, no es así? Vives en tu pequeña burbuja, donde no hay guerra...

 

El carraspeo hace que se sobresalte. Por inercia, empuña la varita mágica manteniendo el brazo bajo, para que el enemigo no se percate de ello... Pero la bruja que las observa no es el enemigo. Madeleine la conoce bien, pues se trata de la joven Initié a la que inició hace uno o dos meses, y con la que ha luchado codo a codo en un par de misiones. De hecho, hace un par de noches estuvieron en una reunión en el cuartel general. Es por ello que se extraña que pregunte quién es Madeleine, aunque procura no dar señales de ello.

 

Si no fuera por la Orden, ¿de qué otra forma nos conoceríamos?, piensa entonces. Está siendo precavida... bien...

 

Seguidamente, un mago se une al pequeño grupo también. El que el parezca aburrido por tomar el curso hace que se decepcione, pero de todas formas no le sorprende; al igual que su compañera, muchas personas creen que la guerra mágica es una mentira de la Orden del Fénix, y piensan que ese conocimiento es una tontería, sólo algo "que enseñan en Hogwarts". Ella sabe muy bien que no es así, por supuesto. DCAO ni siquiera es un conocimiento para ella, sino una habilidad. A pesar de que tiene años matándose, casi literalmente, practicándola y ejerciéndola, siempre descubre fallos y mejoras, y el mapa de cicatrices en su rostro y el resto de su cuerpo es prueba de ello.

 

—Yo soy la tal Madeleine —les dice a ambos con la voz ronca, frunciendo el ceño; tan pronto, y está de mal humor—. Esta noche nos tardaremos lo que nos tengamos que tardar, así que espero que hayan descansado bien. Entonces, si tú eres Andrómeda Lenteric, tú debes ser Arcanus —musita, para asegurarse de aprenderse bien los nombres; cuando las cosas se ponen más peligrosas, no pueden haber problemas en la comunicación—. Ella es la profesora de Primeros Auxilios —añade sin muchas ganas—. Esperaremos por su alumna para dar la introducción "oficial".

Editado por Madeleine.

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¿Godric’s Hollow? El interrogante repiqueteó en su mente ni bien leyó aquellas palabras en el pergamino. Había dado por hecho que la clase de Primeros Auxilios se impartiría en la Universidad, o en su defecto tal vez en San Mungo, pero jamás hubiera anticipado aquel giro inesperado. De todos modos no pondría mayores pegas, solo quería pasar el curso de una buena vez, una asignatura que le había quedado pendiente desde hace tiempo ya. La oscura capa voló desde su armario y se colocó sobre sus hombros mientras que la Triviani se ocupaba de alistar los materiales que podría llegar a necesitar, se cruzó el pequeño bolso y aliso los pliegues de su túnica azul ubicándose ante el espejo para dar un último chequeo a su aspecto.

 

Un medio giro bastó para desaparecer de los terrenos de su castillo y materializarse segundos después en una desolada callejuela, con una fresca ventisca recorriendo el lugar al tiempo en que agitaba ligeramente su capa. Frente a ella se erguía la estatua de los Potter, un siniestro recuerdo de épocas pasadas al igual que lo era todo en aquel pueblo fantasma, tan recargado de sucesos que podía sentirse la energía mágica palpitar en el mismo ambiente. Alyssa dedicó una rápida mirada a su alrededor y se arrebujó en los pliegues de su abrigo de tan solo sentir las oscuras vibraciones que transmitía aquel lugar; se detuvo en el monumento solo lo suficiente como para esbozar una despectiva sonrisa ante aquella familia que se había sacrificado por una victoria vacía, pues bien sabía ella que la causa de Lord Voldemort seguía viva y ganando fuerza.

 

Colocó la capucha sobre sus cabellos borgoña y continuó su camino hasta el punto de encuentro, tan solo a unos metros de distancia de donde había aparecido. Al parecer era la última en llegar y los demás le esperaban ansiosos, pero nada de ello consiguió acelerar sus pasos o alterar la calma con la cual se desplazaba; pasó por entre los miembros de la otra asignatura hasta colocarse lado a lado con su compañera y profesora, Jessie. Paseó su mirada por los presentes sin grandes impresiones, excepto tal vez por un rostro que despertaba viejas memorias de su pasado; sacudió la cabeza con intención de remover aquellos pensamientos para luego centrarse exclusivamente en la Black Lestrange.

 

- Aquí me tienes – comentó la Triviani - ¿Cuál será nuestro cometido en esta clase?

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Finalmente llegaba quien sería la última integrante de aquel grupo. La noche seguía avanzando, pero parecía que ellos no se moverían por un largo rato de aquel lugar. La intriga iba en aumento al no saber exactamente a lo que se enfrentarían. ¿Qué sucedería en el interior de aquella famosa casa? ¿Algo relacionado con espíritus, criaturas malignas o sólo algún fiasco de alguien que dejó su huella mágica?

 

Como nadie parecía dispuesto a adentrarse a la aventura, se encogió de hombros al tiempo que abría con un chirrido algo escandaloso la pequeña verja que los separaba de la casa de Bathilda Bagshot. Sin querer realmente, a su cabeza vino el recuerdo de la historia del famoso mago que tuvo que enfrentarse en sus épocas al Señor Tenebroso en ese mismo lugar. Para descargar sus nervios, tomó definitivamente su varita, y susurrando <<Lumos>> abrió la puerta de la casa.

 

Un pequeño vestíbulo, seguido de un pasillo y un gran revoltijo de papeles, adornos, tierra y olores que no deseaba identificar, la recibieron. A su izquierda se encontraba una habitación con una chimenea, cuadros viejos y un sillón raído, a su derecha una escalera que llevaba a los pisos superiores. Cerró los ojos tratando de contener las lágrimas por la peste que había en aquel lugar. Al parecer, más que una atracción nocturna, era utilizada como baño para los borrachos. Sin esperar respuesta o comentarios de sus compañeros, ingresó y comenzó a revisar la primera habitación, en búsqueda de algo que indicara actividad oscura.

 

Cuando los minutos comenzaron a correr, se dió cuenta que estaba titiritando sin parar. ¿Cómo era eso posible? Llevaba ropa para los fríos más crudos de Republica Checa y aún así sentía como sus músculos se agarrotaban helados. Levantó la vista de los cuadros que estaba husmeando y se fijó en los otros integrantes del grupo. Bajo la luz mortecina de las varitas, todos se veían pálidos y friolentos.

 

-¿S...sienten e..el frío?- habló entre dientes y viendo como el vahó de su aliento se materializaba en frente de ella. Repasó mentalmente que podría estar causando aquello. Lo único que venía a su cabeza era un Dementor, pero debería sentirse raramente melancólica si así fuera... ¿No?

 

Una alfombra raída se encontraba mal colocada en el suelo, y no pudo evitar llevar su atención allí. Fue entonces que notó que, en comparación al resto de la casa, aquella sala se veía raramente ordenada y sin mucha presencia de polvo. Se acercó hasta la misma y con una sacudida de su varita, salió despedida hacia un costado. Como lo sospechaba, la alfombra estaba mal cubriendo una puerta trampa, la cual se podía abrir tirando de un pequeño gancho.

 

Dio un pequeño tirón, pero la puerta no se movió ni un centímetro. Se alejó un par de pasos y miró a Arcanus, quien parecía entretenido con la escena sin hacer un comentario.

 

-¿Podrías ayudarme? - dijo media molesta por la inactividad de su compañero. - Prepara tu varita, voy a hacer un agujero en el suelo.

 

Sin esperar respuesta alguna pronunció -¡Deprimo!

 

Instantáneamente, las maderas comenzaron a caer con un ruido estrepitoso dejando a la vista de todos, un subsuelo. Se acercó con cautela para espiar el fondo, pero nada podía verse desde allí.

 

-¿Madeleine? -preguntó dubitativa. - ¿Debería....?

 

Sin poder terminar la oración, sintió que algo la empujaba, y soltando un grito de sorpresa, descendió en la oscuridad.

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Por fin todos habían llegado al lugar donde los habían citado. La última fue una mujer a la cual Arcanus prefería no recordar, aunque le parecía curioso que el destino los hubiera juntado en aquel lugar. Al parecer no todo iba a ser tan rápido como él esperaba que fuera por lo que se limitó a sumirse en sus pensamientos mientras la noche avanzaba y cubría con su oscuridad cada rincón del lugar. El joven notó que aquella chica, la cuál no conocía, llamada Andrómeda se encontraba algo inquieta y se lanzó dentro de una casa. Arcanus se encogió de hombros y la siguió para protegerla. No quería que terminara muerta y por culpa de ella se demorara más la clase.

 

Sin duda aquella chica era bastante hiperactiva, se movía de aquí a allá y tocaba todo lo que encontraba, algo demasiado imprudente encontrándose en un lugar que no conocía y que podría estar lleno de peligro. Arcanus solo se limitaba a seguir y mirar a la joven. De pronto, un frío intenso inundó el lugar. Afortunadamente al joven le encantaban los ambientes fríos, por lo que no parecía afectarle, pero notó que Andrómeda estaba tiritando y se acercó hacia ella.

 

- No te preocupes por el frío, puedo defenderte de él dándote calor - Susurró en su oído y la tomó de la cintura pegándola a su cuerpo. Andrómeda se apartó y siguió tocándolo todo. Encontró una puerta trampa, la cual no podía abrir a pesar de sus forcejeos y Arcanus solo se limitaba a reír entre dientes. Ella pidió su ayuda y antes de que el joven pudiera hacer algo, la chica había hecho un enorme hueco en el suelo.

 

- Oye creo que estás un poco loca... Deberías esperar a que la "profesional" nos guie, podrías hacerte daño... - En ese instante Arcanus vio que la chica estaba muy cerca del borde y la empujó hacia el subsuelo. Tal vez de esa manera las cosas avanzarían más rápido. - Ey niña ¿Te encuentras bien? - Preguntó con una falsa voz de preocupación mientras alumbraba con su varita hacia el hueco.

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—Espera, Lenteric —musita Madeleine, que está de rodillas en el suelo, con el brazo dentro de su monedero de piel de Moke. Sus dedos se tropiezan con viejos libros de magia, frascos y botellitas de pociones, amuletos y un sinfín de artefactos mágicos, hasta que por fin atrapa aquel pequeño objeto, similar a una peonza—. No podemos ir a ciegas. En primer lugar, deberíamos conjurar un homenum revelio, para asegurarnos de que nadie nos sorprenderá allí dentro. Y el falsoscopio no nos vendría nada mal, tampoco —añade, mientras lo alza sobre la palma derecha—. Esta cosita puede detectar magos tenebrosos, así qu...

 

Pero cuando alza la mirada para ver a sus alumnos, se da cuenta de que no están allí. No, están atravesando ya la astillada puerta de la casona en ruinas.

 

—Maldita sea...

 

Frunce el ceño, no enojada porque la desobedecieran (después de todo, nunca les dio instrucciones), sino por el mero hecho de adentrarse así sin más. No es que ella nunca lo haya hecho, tampoco, pero si están tratando de defenderse contra las artes oscuras, deberían ser más precavidos. Resignada y malhumorada, maldiciendo por lo bajo para no estallar, piensa guardar el falsoscopio para ir tras ellos... sin embargo, ve que está girando en su palma abierta. Eso no sólo significa que hay peligro (desde que llegó a la casa, lo ha sabido, inconscientemente), sino que hay magos tenebrosos cerca. Por supuesto, piensa brevemente en Black Lestrange y su alumna, mas no puede asegurar que sean ellas debido a que no tiene ni idea de lo que hay en el viejo hogar de Bathilda Bagshot.

 

Así que, aunque las observa a ambas con cierto recelo, guarda el objeto en el bolsillo trasero de sus gruesos y holgados pantalones, y se acomoda la vaina de Melle tras la espalda.

 

—En este lugar hay ciertas criaturas... y, ehm, otras cosas... que afectan y alteran a los muggles —musita Madeleine—. Eso es lo que me han informado, por lo menos. La Dirección pensó que sería conveniente que también viniera algún pasante de Primeros Auxilios, obviamente. Deberían venir cuanto antes —añade mientras se echa andar hacia la entrada de la casa. Bueno, a correr, mejor dicho.

 

En el salón, escucha voces lejanas, pero que vienen de allí dentro. El sonido rebota contra las paredes vacías, confundiéndola acerca del origen.

 

Homenum revelio —murmura, al tiempo en que hace un desenfadado movimiento circular con la muñeca de la mano que sostiene su varita de ébano. Mantiene los ojos cerrados, para concentrarse en el efecto del encantamiento. Y todavía con los ojos cerrados, camina, guiándose únicamente por la ubicación mental que tiene de Andrómeda y Arcanus. Por lo menos, están juntos.

 

El grito hace que se sobresalte. Al abrir los ojos, se encuentra en una habitación que no apesta tanto a podredumbre y olvido. Madeleine ilumina el rostro de la única silueta que distingue. es Arcanus. Y Andrómeda... el grito...

 

—¡LENTERIC! —olvida el hecho de que debería revisar la habitación y el pasillo, y se acerca al agujero al que el mago le habla con una preocupación que, si bien no lo nota debido a la angustia de ella misma, no es muy convincente en realidad—. ¡¿Qué demonios pasó?! ¡¿Se rompió el suelo?! —le pregunta de inmediato a Arcanus, una vez que se agacha en la orilla del agujero y nota que la madera parece recién astillada— ¡LENTERIC! ¡¿Estás bien?!

 

Sin embargo, antes de que la muchacha le responda, le hace un gesto al mago para indicarle que hay que bajar.

 

—Vamos a traer su trasero aquí arriba —musita—. Más les vale a las "enfermeras" llegar pronto... eh, ¡¿crees tener algo roto, Lenteric? —grita, alzando la voz para hacerse escuchar, pues se imagina la altura que los separa del sótano mucho mayor de la que en realidad es— Bueno, no importa, que ahí vamos...

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La caída fue corta pero dolorosa. No recordaba ningún acontecimiento en su vida que le haya quitado el aire como el impacto contra el fondo de aquel agujero. Lo primero que sintió fue la necesidad imperante de respirar cuanto antes. Sin embargo sus pulmones no respondieron pasados varios segundos después.

 

Tosió varias veces en un intento desesperado por volver a sentir su respiración normal. Por poco y no oye los gritos de Madeleine, quien sonaba como la usual compañera preocupada en una misión de bando.

 

¡Estoy bien! — gritó con voz rasposa y en medio de toses aún. A medida que el dolor en su pecho disminuía sentía como otras partes de su cuerpo se activaban alertándole que posiblemente tenga un par de moretones y dolores por el resto de la noche. — Maldito hijo de …

 

No era est****a y sabía a la perfección que la actitud de su “compañero” de Defensa no había sido pura casualidad. <<Me las pagarás idi***>> pensaba al tiempo que se daba cuenta que ella había actuado erróneamente. No debía haberse adentrado así como así al lugar y ponerse a investigar como si nada ocurriera. Se suponía que debía esperar a que Madeleine los orientara un poco, más aun sabiendo que estaban allí para enfrentarse a las fuerzas oscuras.

 

¡No… no sé si todo está en su sitio! No veo nada y me duele todo.— respondió a la bruja preocupada. No movió ni un músculo, por miedo a notar que algo estaba fuera de lugar y se llegase a desmayar en medio de aquella oscuridad por la impresión.

 

Así mismo, su voz se reprodujo un par de veces a su alrededor, indicándole que la extensión de aquel lugar era mayor a lo que esperaba. Intento buscar su varita tanteando levemente a su alrededor. No recordaba si la había soltado en medio de la caída o con el impacto.

 

Mientras procesaba aquella información, el frío volvió a hacerse más fuerte y notable que antes. Algo rondaba por aquella cueva subterránea, y no le gustaba en absoluto la situación desventajosa en la que se encontraba.

 

¡Algo anda mal aquí! ¡Apresúrense!

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