Desafortunada Interrupción

[Zack Ivashkov]

Encontrar paz en un escenario como aquél, era algo que sólo comprendería un Nigromante. O simplemente un Mortífago. Zack, en calidad de ambos, disfrutaba su escaso tiempo libre en la tranquilidad del ambiente tétrico de ese cementerio. Era un lugar enlazado con diversas leyendas, cada una de ellas relataba batallas que se habían librado en sus terrenos, tanto físicas como espirituales. Cuerpos mutilados fueron apilados contra montículos de tierra que ardieron al ser rociados por queroseno, aquel combustible muggle que era capaz de arrasar con todo lo que se le colocara en el camino. Así como también los más temidos rituales de magia negra fueron practicados en congregación de expertos en el área. Por la cantidad de almas en pena que albergaban sus inmediaciones resultaba ser el lugar ideal.

Su interés por la Nigromancia y el mundo paralelo en que quedaban atrapadas cientos de personas lo llevaron ahí. Habían pasado demasiados años desde aquellas historias terroríficas. Ahora sólo se percibía la serenidad característica de un lugar abandonado. Él se había obsesionado con sus meditaciones. Entrar en contacto con espíritus del más allá comenzaba a ser un hábito. Así que no le tomó mucho tiempo interesarse por esos terrenos.

—¡Maldición! — murmuró de rodillas tras recordar las palabras de su despreciable pero muy atento elfo. “No olvide chequear sus instrumentos antes de partir, señor”. Imaginó su cuello en la diestra y empuñó la mano simulando ahorcarlo, todos sus músculos se tensaron realzando las venas a lo largo de la extremidad. El aceite que debía rociar en sus manos antes de iniciar la conexión no estaba en el bolso que registraba con tanto afán. Eso le pasaba por no permitir que el servicio tocara sus objetos peligrosos, de tal manera que tampoco pudieron organizarlo todo por él.

En un suspiro de reconciliación consigo mismo encontró el perdón que necesitaba por estropear casi todo el ritual. En dos minutos el reloj en su muñeca marcaría las doce y si no iniciaba cuanto antes tendría que esperar varios meses más para contar con la misma luna llena que servía de único faro y testigo del evento. Así que cuando se dispuso a ordenar el enorme libro, las velas mágicas, esencias, polvos y cenizas, algo a sus espaldas captó su atención.

Miró tranquilamente por encima de su hombro tratando de percibir el aroma de quien fuera que osara interrumpirlo, y si bien no le resultó conocido, era evidente que estaba acompañado. Un hecho ajeno a su voluntad. Apareció la varita de ébano en la diestra y se levantó del suelo sin limpiar la tierra en su pantalón. Alguien lo espiaba ocultándose entre las elaboradas estructuras que se construyeron para almacenar las urnas, un teatrico que jamás toleró, por cierto.

—¡Hey! — gritó con marcado enojo en cuanto aquella figura intentó abandonar el cementerio a través de una de las salidas bloqueadas por cuatro estatuas de roca maciza que sujetaban sendas espadas labradas con el mejor y más costoso acero. Eran una de las pocas cosas que se conservaban en buen estado —. ¿De dónde sacaste tanto coraje para atreverte a seguirme y peor aun, interrumpirme? — cuestionó con serenidad mientras daba unos pasos hacia la figura que desde que se detuvo en seco, no se atrevió a dar la cara, seguía de espaldas a él.

—Fuego Maldito— en conjunto con una elegante floritura de varita pronunció aquél hechizo letal invocando tres caballos de fuego que tras escasos segundos de galope alcanzarían a su víctima provocando severas quemaduras que requerirían atención inmediata. Si había algo que lo sacaba de sus casillas, era eso, que interrumpieran sus actividades. Y peor aun cuando se trataba de un desconocido. Así que habría que arreglar las cosas de la mejor manera que conocía.

Editado 28 de Febrero del 2017 por Zack Ivashkov

[Elizabeth Tonks]

¿En realidad un mago tenebroso usaría un cementerio como escenario para conjurar magia oscura? Aquello parecía demasiado común ante los ojos de Elizabeth, quien llevaba ya varias noches vigilando de cerca aquellos terrenos que se decían, estaban malditos.

 

Durante el día, decenas de personas solían pasearse entre los estrechos pasillos que se habrían entre las urnas. Algunos dejaban flores, otros lloraban, unos cuantos trabajaban allí y otro tanto parecía acudir sin objetivo alguno, siendo éstos últimos quienes más llamaban la atención de la bruja, quien harta de su misión, había optado por dejar de vigilar y seguir al resto de gente.

 

Aquella noche pintaba para ser una más como las que había vivido las últimas semanas, con un viento fresco, el ulular de alguna lechuza cercana bajo la luna y la presencia de alguno que otro visitante aparentemente inofensivo. Elizabeth había adoptado como refugio un pequeño mausoleo, desde cuya cúpula podía observarse casi todo el lugar, lo cual se dificultaba algunas veces debido a la oscuridad que ella prefería no interrumpir con su magia.

 

Cabeceaba minutos antes de media noche, claramente aburrida de que ninguno de los rumores hasta el momento se hubiesen probado; cuando por fin, después de mucho esperar, sucedió algo inusual. Las voces y el sonido de pasos apresurados acercándose la hicieron dar un respingo, alertándola de lo que allí pasaba.

 

-¡Hey!-

 

Escuchó una voz, mientras que una silueta rápida y ágil intentaba abandonar el cementerio a través de las salidas bloqueadas por estatuas.

 

-¿De dónde sacaste tanto coraje para atreverte a seguirme y peor aún, interrumpirme?-

 

Para entonces la Tonks ya se encontraba en la escena, en medio de la silueta que evidentemente huía y la voz que le perseguía. Llevaba la varita en la zurda, lista para defender. Pero, ¿a quién? La figura se había detenido en seco, sin dar la cara hacia donde se encontraban la bruja y el mago cuya voz hasta el momento no reconocía.

 

Entonces sucedió. El mago que hablaba había invocado tres caballos de fuego que pronto salieron a galope, momento suficiente para que la luz del fuego otorgase una exacta ubicación y una idea clara de contra quién se enfrentaba. Sonrió para sí, pues la acción le había hecho elegir sin rodeos.

 

-¡Aqueora!- Agregó, tan pronto los caballos de fuego empezaron a acercarse a galope. El efecto fue inmediato, pues una burbuja impenetrable cubrió a la bruja y se deshizo de las llamaradas al contacto. Habría preferido usar otro hechizo, pero dadas las circunstancias pensó que quizás era más adecuado primero conocer al enemigo.

 

-¡Lárgate!- Gritó al desconocido detrás de ellos, quien sin volver la mirada desapareció sin decir media palabra. Ya luego se encargaría de investigar de quién se trataba y el motivo que lo había llevado hasta allí.

 

-Con que magia oscura, ¿eh?- Giró la varita entre sus dedos mientras avanzaba algunos pasos, disminuyendo la distancia a poco menos de ocho metros para tener una mejor visión; y acomodándose en un terreno limpio que le otorgara libertad de movimiento.

 

-¡Sectumsempra!- El rayo iba dirigido al pecho de su rival, cuya piel abriría graves heridas en caso de llegar a impactarle.

 

-Dime... ¿Qué puede ser tan importante como para amenazar la vida de ese sujeto por una repentina y desafortunada interrupción?-

 

 

 

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Disculpa el rol, muero de sueño T.T

 

Juego como DH, con la bendición (?) de @@Elodia Riddle