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El malo, el feo y el brujo


Dovakhin Haughton
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Se levantó del suelo bastante mareado, había estado inconsciente varias horas y se preguntaba qué era lo que había pasado, sin embargo haciendo memoria con todos sus esfuerzos se percató de que no recordaba absolutamente nada. Con suerte conocía su nombre, los hechizos y sus ideales, pero no tenía idea de qué año era, ni que mes o qué día y ni hablar del motivo por el cual le había sucedido todo eso.

 

Estaba en los pies de un río que dividía un bosque partiéndolo a la mitad. El río tenía cinco metros de ancho y su largo se extendía desde una punta a la otra sin un aparente fin a la vista de Dovakhin. En las orillas de ambos lados había cuerpos muertos y pálidos tirados en el suelo, por cómo lucían daba la impresión de que habían caído al agua y ahora que el Haughton se miraba a si mismo notaba que él también tenía los ropajes mojados por lo que se desvistió y los puso a secar a la luz del sol.

 

En el suelo observó que yacía inmaculada su varita, la reconoció al instante y la levantó pero justo en ese momento en el que sus dedos hicieron contacto con la madera de ébano un recuerdo pasó fugaz por la mente del tempestad mostrándole una de las escenas desaparecidas de su cabeza. Estaba él escapando de una gran cantidad de brujos que lo atacaban, obviamente respondía con ataques pero sin dejar de escapar. Finalmente se vio a si mismo cayendo por una catarata acompañado de un grupo de los atacantes que por deducción eran los que estaban muertos a las orillas del río.

 

A pesar del pequeño recuerdo, Dovakhin no podía atar cabos y por ende no poseía la historia completa. Se sentía extrañamente observado pero no reparó en eso sino hasta que escuchó una pisada cerca de él. Sin pensarlo volteó y atacó como acto reflejo, un rayo salió de su varita en dirección a la persona recién llegada.

 

—Sectusempra— y aquél fino destello verde surgió como un hilo brillante que uniría el pecho de esa persona con la punta de la varita. Era un rayo peligroso que si llegaba a impactar con el susodicho generaría una gran cantidad de heridas sangrantes las cuales requerirían una inmediata atención para salvaguardar la vida de la víctima.

 

—¿Quién eres?— Preguntó finalmente. Estaba a simples siete metros de distancia y todo al rededor era campo libre a excepción del río que estaba <ahora detrás> de Dovakhin situado a seis metros de su posición y luego. A veinte metros a la redonda el inmenso bosque dividido en dos que rodeaba la pequeña parcela de campo en la que había anclado el brujo.

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Mery había salido a cazar. Los suministros de sangre en el castillo Gaunt habían desaparecido las últimas semanas, y no había podido ir a San Mundo para tener nuevas bolsas del líquido rojo, así que allí se encontraba, encaramada sobre un cervatillo absorbiendo su sangre.Hacía ya unos largos segundos que el animal había dejado de respirar, normal.

 

Un golpe seco, a lo lejos, cerca del río, hizo que la pelirrosa saltara sobre el sitio y se colocara en posición de defensa. Aquel lugar solía estar tranquilo siempre, los vampiros no hacían tanto ruido y los licántropos olían terriblemente mal, así que debía de ser un loco que había aparecido en mal momento. La sangre humana era mucho más que la animal.

 

Movió su cuello y agarró su varita para comenzar a andar hacía el río. Relamió sus labios para intentar quitar la sangre de su cara, totalmente en vano, la notaba comenzar a secarse en sus mejillas y mechones de pelo.

 

Suspiró y se apoyó en un árbol a la suficiente distancia del cuerpo que estaba tirado en la orilla del río. ¿Estaría muerto? La mortífago Nigromante arrugó su naríz y dio un paso hacia delante cuando vio que se movía el sujeto.

 

¿Aquel era Dovahkin? Abrió sus ojos y boca alucinada y ¡PUM!, pateó una piedra sin querer. Un rayo verde salió de la varita del chico en dirección a ella. ¿Qué le pasaba por la cabeza a aquel sujeto?

 

- Detritus -dijo Mery frunciendo el ceño. Una capa gaseosa de color verde cubrió a la pelirrosa al instante, tragándose el rayo y dándole la oportunidad de protegerse durante dos turnos de rayos e invocaciones-. ¡QUÉ NARICES TE PASA POR LA CABEZA! ¡PODRÍAS HABERME MATADO! -gritó la Gaunt a pleno pulmón totalmente furiosa.

 

Suspiró profundamente y miró al chico con una sonrisa de lado.

 

- Y mira que yo solo venía a ayudarte... Desagradecido -negó con la cabeza y alzó su brazo derecho hacía el chico-. Confundus -pensó la chica mientras una sonrisa tontorrona aparecía en su rostro. Aquella vez ella sería la vencedora, no podía perder más veces contra él.

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Cuando quiso darse cuenta de lo que había hecho ya estaba inmerso en un duelo mágico. Mery, una nigromante de veinte años (sorprendente) estaba frente a él con el ceño fruncido y enojada por el inminente ataque del tempestad. No sólo le llevaba dos rangos de ventaja, sino aquella joven tenía más tiempo en la marca tenebrosa que él mismo pero aún a sabiendas de su inminente derrota sonrió de lado, abrió los ojos como platos y en un gesto de placer infinito continuó justo antes del segundo accionar de la mujer.

 

—Absorvere— Exclamó y su varita simplemente brilló al instante de que la muñeca de la Nigromante se rompía en un "crack" de manera tal que le fuera imposible sostener la varita para realizar algún hechizo que precisara de puntería.

 

Había funcionado su ataque, había generado daño, sin embargo a continuación Mery hizo un hechizo superior al que posee el rango de Dovakhin, un confundus. De inmediato el demonio se sintió desorientado y confundido dando vueltas con su rostro para todos lados expresando en éste una imagen de desconcierto total. Era obvio que caería ante aquella mujer, pero al menos esperaba no morir de inmediato y darle la mayor pelea posible, después de todo de algo tenía que servir todo su conocimiento en el campo de duelos.

 

Sin embargo, era un hecho que luego de todo aquél capítulo desafortunado, Dovakhin buscaría escalar rangos y cuando finalmente emparejara las cosas con su contrincante, buscaría la revancha para cumplir su venganza. No la iba a dejar gozar de aquella victoria toda su vida. Eso era seguro.

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¿Y encima disfrutaba el muchacho de aquel duelo? Mery sabía que estaba loco, también sabía que se odiaban mutuamente y que las ganas de verla muerta eran enormes, pero no sabía que el nivel de masoquismo de aquel muchacho fueran tan grandes. Le sacaba dos rangos, DOS, no era ninguna tontería, ni mucho menos, era algo bastante serio que se debía de tomar con cabeza. Y ni que decir de los libros de hechizos, Mery podía usar los hechizos del que tenía, cosa que no haría porque ya le sacaba suficiente ventaja.

 

- ¿Y no contestas, Dovahkin? -gruñó Mery casi al borde de cruzase de brazos-. Eso es una falta de... ¡¡AAAHH!! -un gran sollozo cortó las palabras de Mery. Un fuerte dolor bailaba desde la punta de los dedos de la mano hasta el codo de la pelirrosa. Su varita rodó hasta llegar al suelo.

 

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de la Gaunt, aquel dolor... Hacía demasiado tiempo que no lo sentía. Tragó un nudo fuerte para no comenzar a maldecir y decir palabras hirientes hacía Dovahkin. Suspiró entre temblores debido al dolor y se agachó para coger su varita del suelo.

 

- Te odio Haughton... -susurró una vez se empezó a acostumbrar al dolor de su muñeca rota. Alzó su mano izquierda con la varita hacia el joven y sonrió de lado-. Séneca -su voz era grave y rasposa, quizás por el dolor, quizás por la rabia de tener que batirse en duelo. Aquel efecto comenzaría a dejar seco al demonio, cosa que le iba a venir muy bien, cuanto menos hablara menos posibilidades de morir tenía.

 

Miró su mano rota la cual estaba pegada a su cuerpo, justo debajo de su pecho, formando una L con su brazo. Le dolía, mucho, y sabía que tenía que curarla cuanto antes si no quería perder el conocimiento debido al dolor, pero un turno, podía sobrevivir a aquello.

 

- Era feliz cuando pensaba que estabas muerto, ¿sabías? Mi vida era el doble de tranquila que ahora que vuelves a... Todo -gruñó y escupió saliva totalmente ofuscada. ¿Qué hacer ahora? Tenía bastante claro que le atacaría, le atacaría hasta verlo desangrado, muerto o incluso incinerado... Sonrió de lado mientras guiñaba un ojo y otro mirando hacía Dovahkin-. Fuego Maldito -susurró. La suerte de ser de rango Nigromante era que aquella llamarada en forma de caballo no iba a ser la única en salir. Dos llamaradas de fuego maldito en forma de caballo salieron de la varita de Mery. Dirigidas por la voluntad de la vampiresa, ambos caballos de fuego salieron en dirección del mortífago. Si alguna de las dos llamaradas impactaba en el muchacho necesitaría un episkey de emergencia si no quería morir achicharrado.

 

Sonrió de lado aguantando las ganas de llorar debido a su muñeca, debía de curarla bastante pronto.

Editado por Mery Gaunt Karkarov
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