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Libro de la Sangre XI


Hades Ragnarok
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Esta vez el tiempo no presagiaba tormenta, la verdad hacia un sol brillante y el firmamento era de un intenso azul. La vegetación se movía al son del viendo que en aquel instante golpeaba la piel del Ragnarok. Los animales por cosas obvias habían desaparecido del lugar, quizás sabiendo lo que les esperaba si se cruzaban en el camino del vampiro. Aunque el terreno era hermoso el poder sombrío del mortifago se hacía sentir. A lo lejos algunas aves volaban en círculo, quizás algunos carroñeros esperando ser alimentados. Suspiro mientras disfrutaba del agua cristalina que estaba frente a sus ojos.

 

En aquel lugar tan perdido y hermoso que muy pocas veces había conocido el contacto humano seria donde se llevaría a cabo el derramamiento de sangre. El Mago oscuro había elegido aquel lugar suponiendo que allí no sería encontrado por los Uzzas pero como siempre se equivocaba, cada vez que intentaba escapar de ellos, al menso en lo referente a lo que tenía que ver con los libros siempre estaban presentes, sino se trataba de los conocimientos ancestrales era como si hades no existiera a menos que en verdad fueran realmente necesarios sus servicios para con las tribus.

 

Podía sentir el peso de su filosa Katana en la espalda, solo que gracias a sus poderes mágicos nadie sabía que se encontraba allí, la filosa daga de plata que siempre llevaba se encontraba en su cintura, la varita en su mano y la poderosa daga del sacrificio en la otra, los instrumentos que siempre llevaba al cuello y sus conocimientos serian los únicos testigos de lo que pudiera acontecer con los alumnos que osaran sencillamente a aparecer allí para “buscar” algo que no se les había perdido desafiando quizás sus propios instintos. Ya vería el cainita quienes podrían sobrevivir y quiénes no.

 

Bufo por lo bajo manteniendo la vista en aquel punto lejano calculando que de un momento a otro comenzarían a aparecer los aprendices y no se equivoco. Había calculado bien, habían seguido las instrucciones y al menso esperaba que hubieran llegado de una pieza. Escucho el sonido de apariciones y pasos, sin embargo no se volteo. Siguió guardando silencio, concentrándose, acumulando toda la energía que pudiera obtener y guardando todo el poder del caos en aquel punto de su pecho, cuando al fin se volteo observo los ojos de @@Emmet Haughton Gaunt @@Jank Dayne @ @@Bea Haughton G. @ @Orión Black. @@Gatiux quienes lo observaban. Los estudio con la mirada seria preguntándose así mismo si aquel grupo sería capaz de terminar con vida aquella instrucción. Negó con la cabeza y se encogió de hombros, al fin al cabo, pasara lo que pasara, lo iba a descubrir de un momento a otro.

Editado por Hades Ragnarok

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Cuando Gatiux Malfoy terminó de cursar el Libro de la Fortaleza un año atrás, se prometió a si misma no volver a pisar esa parte de la Universidad, renegando del poder de los Uzzas y todo lo que ello conllevaba. Pero las cosas a veces cambiaban. No pudo resistirse a la petición expresa de cierto mortífago de ojos azules, aunque no estuviese del todo convencida y rezongara al acudir al Magic Mall a por el ejemplar necesario.

 

De algún modo se vengaría, aunque no supiera como funcionaban los hechizos porque hasta que empezara la clase el libro se mostraría en blanco, si que sabía por ciertas conversaciones escuchadas que con aquel libro se utilizaban cuchillos. Por eso se llamaba 'Libro de la Sangre' y torturar un poco al Black le resultaba apetecible.

 

No sabía si aquella clase iba a ser tan movida como la anterior, por lo que había dejado su habitual ropa de vestido y tacones en el Castillo para ir en atuendo deportivo largo y ajustado de riguroso color negro. En la espalda colgaba una mochila encantada en la que llevaba útiles de primeros auxilios, algunos elementos esenciales para la supervivencia y los Libros anteriores junto con el de la Sangre. En la mano múltiples anillos y colgados al cuello por dentro de la camiseta los amuletos, todo regalo de los Uzza por haber alcanzado el nivel de conocimiento necesario anteriormente.

 

Cielo azul, sol brillante y agua cristalina. Una estampa demasiado idílica para aquellos que están acostumbrados a la muerte o que la buscaban. Una trampa que les haría sentir seguros antes de atraparlos y desangrarlos. Gatiux no sabía si Hades, su profesor, ya había pasado tiempo suficiente con los Uzza para volverse tan loco como ellos, sería mejor ir con pies de plomo al respecto, preparándose para cualquier eventualidad que surgiese.

 

- Hola Hades. Bonito día. -saludó la Malfoy- ¿Sería posible que nos dejases leer ya el libro?

 

Gatiux sacó su ejemplar del Libro de la Sangre de la mochila, por más que pasase las hojas no lograba aprender nada porque se encontraba en blanco. Allí estaba alguien que podía hacer que eso cambiara, los Uzzas le habían concedido el poder para la enseñanza. Hades había sido elegido. La Malfoy lo puso delante suya exponiendo el principal problema. Por muchos libros que compraran en el Magic Mall no serviría de nada si no acudía a que le enseñaran el conocimiento.

 

Al parecer sería una clase bastante concurrida, esperaba que ese hecho no fuese un lastre. A los grupos grandes solían hacérselo pasar peor para que se ayudasen los unos a los otros, intentando que fueran menos egoistas con el mundo o algo así. Gatiux le sonrió a Orión y le guiñó un ojo, allí junto a ella se encontraba la única persona por la que se sacrificaría, los demás eran desconocidos en distinto grado de afinidad.

 

Estaba impaciente por aprender algo nuevo.

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Mochila, libros, amuletos, anillos, una poción reabastecedora de sangre (por las dudas), varita. La mochila que había preaprado el Gaunt para el nuevo curso del Libro de la Sangre estaba lista. No sabía que es lo que iba a pasar en esa clase pero seguramente muchos podrían llegar a salir lastimados si es que no había entendido mal en la lectura rápida que hizo anoche del libro antes de dormirse. Este nuevo tomo le hacíamucha fama a su denominación ya que la sangre siempre estaba presente, en los hechizos y cada uno de los movimientos que el libro permitía realizar.

 

Se colgó la mochila en la espalda y desapareción junto con ella. Ya estaba acostumbrado a transportarse de esa forma por lo que ya no le producía mareos ni naúseas; pero la misma sensación de estar siendo tragado por un embudo seguía presente y hacía que su estómago se retorciera como si estuviese lleno de hormigas que se movían al mismo tiempo. Sólo bastaron unos segundos para aparecer en la parte del Ateneo en dónde se llevaba acabo el dictado de los libros de hechizos. ¿Dónde estaba el profesor y el resto de la clase, si es que la había? No tenía carta ni aviso del lugar en el cual sería llevado el curso por lo que supuso que los terrenos sería buen lugar para comenzar a buscar.

 

No tuvo que caminar mucho. Es más, había aparecido a pocos pasos de la clase dónde una de las alumnas ya se encontraba allí.

 

- Buen día - saludó a los presentes con un pequeño movimientos de su cabeza.

 

El paisaje era hermoso. El sol estaba brillando encima de las cabezas de los magos presentes, el césped y la pequeña vegetación se movía bajo los pies del vampiro con la suave brisa que los mecía de un lado hacia el otro. Un grupo de aves, en el cielo, revoloteaban en el mismo lugar como si estuviesen esperando que algo se moviera en la tierra para bajar a la caza. Sólo esperaba que las aves no se terminara comiendo los cuerpos de ellos.

 

Se sentó en el suelo mientras esperaba que los demás apareciera y el profesor volteara a verlos ya que estaba de espaldas a la clase mirando el espejo de agua cristalina que tenía enfrente.

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-Una vez más...

 

Había tardado más de la cuenta buscando donde dejar estacionada la moto voladora en que había llegado hasta las instalaciones del Ateneo, y ahora me sentía confusa respecto a la razón por la cual la persona que nos guiaría en la clase del Libro de la Sangre no había querido dejar ni una mugrosa dirección del lugar donde se llevaría el curso ¿acaso esa era nuestra prueba inicial? ¿así de duro sería todo el proceso esta vez?

 

Todavía tenía fresca en la memoria la clase anterior, donde Athena Rouvás nos había llevado a los confines de la tierra para compartirnos las valiosas lecciones del Libro de la Fortaleza. En aquella ocasión a decir verdad, nada conocía de los Uzzas y su particular magia. Ahora era distinto, empezando por mi particular apariencia de dedos enjoyados y múltiples collares colgados al cuello, que me hacían lucir como una campanilla andante, emitiendo minúsculos ruidos metálicos con cada paso.

 

El sol abrasador de esas horas solo complicaba las cosas, por lo que caminaba sin rumbo de un lado a otro, ya con verdaderas ganas de rendirme y volverme a casa. Aunque claro, esa casa se sentía tan ajena en los últimos tiempos que quizá el evocarla me hizo desistir.

 

No, si ya había gastado los galleones y hecho ese viaje infernal, tenía que hacer que valiese la pena.

 

Fue entonces cuando la figura de una mujer en traje deportivo y con cuantiosas joyas encima apareció como una señal en el horizonte. Ella, a diferencia de mí, parecía bastante segura de su destino ¿y qué tenía ya para perder? me limité a seguirla entonces, tomando una prudente distancia y muy atenta a sus pasos, excepto cuando el vuelo en círculo de un montón de aves de rapiña me distrajo un instante.

 

Cuando finalmente se detuvo, noté como saludaba a un tipo que se encontraba de espaldas a nosotros, quizá contemplando el agua que reflejaba límpidamente el cielo azul de aquel día. Supuse que aquel sería el profesor, pero al no tenerle aquella confianza (ni siquiera conocerlo en realidad), opté por acomodarme bajo una palmera cercana. Y bajo su sombra bienhechora, remedio perfecto para mi cansada caminata anterior, me quité el sombrero, reacomodé las mangas del vestido de lino que antes había plegado hasta la altura de mis codos, y en cuanto me quité las sandalias, una sensación de calma me inundó por entero al sentir la hierba bajo mis pies descalzos.

 

Una voz dando los buenos días me sacó súbitamente del ensimismamiento en que estaba sumida. Arqueé las cejas por toda respuesta, sorprendida de que el saludo viniera de aquel tipo que recordaba de la Revelación en el Atrio Ministerial, en donde él había sido pañuelo de lágrimas del actual director de transportes, ofreciendo su pecho para que el otro, entre llantos destemplados, se dedicara a despotricar de la Orden del Fénix, culpándola de sus desgracias familiares.

 

El viento arremolinaba las hojas a mi alrededor, y no tardó en llevarse mi sombrero en un descuido, aunque con un movimiento de la varita rápidamente pude recuperarlo, poniéndolo en ese instante a buen recaudo en el morral, en cuyo interior mágicamente expandido llevaba también mis inseparables viales de pociones y los libros (los que ya conocía y el que estaba por aprender).

 

Hasta donde sabía, Catherine también llevaría el curso, pero no alcanzaba a verla todavía por los terrenos. Esperaba que no tardara demasiado, porque de lo contrario, tendría que obligarme a lidiar precisamente con gente como Emmet.

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El cainita hizo una ligera reverencia sin decir nada a quienes habían llegado ya, reconoció alguna de aquellas caras ya fuera del ministerio o de algunos otros lugares, algunas era la primera vez que las veía, como siempre algunos aprendices llegarían tarde y como siempre el no los esperaría, quizás simplemente no se atreverían a pasar por allí, lo cual le parecía lo mejor ya que aquellos conocimientos no eran para personas débiles. Con el pasar del tiempo, las heridas y todo lo que había sucedido, su carácter se había endurecido mucho más que antes.

 

-Bienvenidos, espero que todos estén preparados para derramar un poco de sangre, si tienen miedo -observo los ojos de Gatiux, Emmet y Bel- o no desean continuar son completamente libres de hacerlo y largarte de una vez -el tono serio del cainita no dejaba lugar a dudas- si se desmayan al ver sangre -paso la lengua por los filosos y ponzoñosos colmillos- pues también pueden huir, no voy a detenerles.

 

El Ragnarok observo los ojos de Gatiux cuando esta le hizo aquella pregunta. Elevo una ceja extrañado, ¿sería que los Uzzas ya habían comenzado a meterse en sus asuntos?, maldijo a Badru quien seguro seria el causante de aquello.

 

-Claro que pueden, es raro que no hayan podido leerlos antes –dijo moviendo una mano mientras chasqueaba los dedos- Quizás alguien ha querido hacerles una mala pasada, pero si lo ven, ya pueden ver las paginas oscuras y sangrientas que deberán manejar –comento divertido mientras aparecía una chispa maléfica en sus orbes negros.

 

Luego de aquello estudio a Emmet y a Bel quienes e habían sentado un poco alejados, esperando que llegara alguien más suponía o simplemente deseando comenzar con aquella “tortura” de una vez por todas.

 

El vampiro pensó unos segundos, si su memoria era lo suficientemente buena aquel lugar donde se encontraban tenía varias sorpresas guardadas, él lo usaba generalmente para descansar y entrenar, pero había algo mas, otra cosa que No encajaba. Observo a sus nuevos alumnos y les hizo señas, lo mejor era comenzar con aquello, si tenía suerte, alguno serviría de comida para las criaturas que allí se encontraban.

 

**************

 

Los sonidos de aquel sitio llegaban claramente al Ragnarok gracias a su habilidad vampírica. El ruido que hacían los chicos seguramente despertarían a muchas de aquellas bestias que se encontraban allí y mientras más se adentraran mayor seria la posibilidad de que algo realmente malo sucediera. Se encogió de hombros, un alumno más, un alumno menos.

 

Ladeo la cabeza reconociendo el sitio, sabía que si seguían caminando así llegarían a aquel pueblo o civilización que él se había encargado de eliminar para reclamar el lugar como suyo, los había torturado, drenado la sangre y antes de que se convirtieran en vampiro los había eliminado… Ningún rastro visible quedaba de aquellos cuerpos. Rio por lo bajo mientras escuchaba en su mente los gritos y risas.

 

Seguía caminando sin poner atención a donde iba exactamente, ya que conocía a aquel paraje como la palma de su mano, solo que por alguna razón algo había salido mal desde la última vez que había estado allí y todo parecía estar cabezas para arriba. Alguna otra fuerza había cambiado las cosas. Se detuvo y giro en 360 grados. Algo se había despertado o aparecido, había sentido aquella ráfaga rápida de viento. Caminaron unos cuantos metros más, allí, frente a él, la primera prueba. Dibujó una mueca... una jauría de esqueletos en forma de lobos sangrientos, con garras y colmillos afilados venían hacia ellos.

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Oh, el bello paisaje se expandía por los cuatro puntos cardinales y Orión no podía estar más relajado. El verde, el sol y el gran cuerpo de agua llenaban en parte su alma. Encima, estaba con ella. Porque pretendía ignorar todo lo demás. Porque la última clase fue un fiasco para él, siendo que terminó cuasi desnudo en medio de un desierto, atacado por un sinfín de animales fantásticos. Y no había que ser adivino para saber que algo así iba a pasar.

 

Por eso, esta vez, había ido más preparado. Llevaba todas esas tonterías que los uzzas usaban para canalizar magia dentro de sus bolsillos. No sé, creo que era un tema de él, porque odiaba usar anillos. Si tanto poder tenía este grupo, no necesitarían collares, amuletos y demás para poder usar su magia. Pero bueno, eran las reglas del juego.

 

Luego de un par de presentaciones comenzaron a caminar. El viento movía levemente los cabellos cobrizos con puntas azules del Black. Había dado un par de zancadas para caminar a la par de Gatiux. Con su mochila y todo. Siempre era la que más se preparaba, mientras que él era un poco despistado con el tema. Un poco paradójico, ya que era Orión el que representaba todo lo de predicciones y esas yerbas.

 

- No puedo creer que te haya convencido de venir. Sabes que estas cosas me dan muuuuucha pereza hacerlas solo. Necesito una damisela en apuros.

 

Le dio un suave golpe en las costillas a modo de broma. En un toque, habían llegado a esa “civilización”. No sabía que había. No reconocía casas, ni edificios particulares, sino una sensación de estar en algo así. La cara de perdido del Mago Oscuro no cesaba de incrementar. Y por si fuera poco, una jauría de lobos espectrales, muertos, algo vivos, y cosas salidas de una película de zombies, salieron en conjunto a atacarlos.

 

- ¿Podrá sola damisela en apuro?

 

En un movimiento rápido, Orión se colocó en frente de Gatiux para arremeter contra la jauría. Según el libro de la sangre, había un hechizo que podía utilizar que servía de más utilidad que el Orbis Bestiarum. Una bestias no vivientes saltó hacia su cuerpo, por lo que en contra ataque, juntó sus manos y trabó con fuerza el hocico. Entre los ojos del canino, una marca oscura del tamaño de su palma apareció de repente.

 

- Obedire –susurró, al mismo tiempo que realizaba la acción.

 

Soltó el animal y le indicó con un ademán a proteger a los dos de cualquier otro que quisiese meterse con la pareja.

 

- Por lo menos practicamos los hechizos.

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El pensamiento de que le diera miedo derramar sangre o que la derramasen le produjo una sonrisa irónica a Gatiux. Si hubiera sido así no tendía posibilidad alguna cuando se puso a trabajar en el Hospital Mágico años atrás, donde la mayoría de los pacientes que atendía llegaban con heridas abiertas aún sangrantes producto de la batalla. Le fascinaba la sangre y hurgar en esas heridas así como lo que lograba causarlas. Había algo en la mente de la Malfoy que no funcionó nunca del todo bien respecto a eso.

 

Tomando la postura del loto cerca del maestro comenzó a pasar las páginas del libro. Los ojos amarillos de Gatiux recorrían con avidez las páginas del libro, memorizando lo que en éste decía. Parecía que los Uzzas tenían un lado sádico en el que disfrutaban con la tortura del contrario. Por un lado le resultaba sorprendente, puesto que pensaba que sólo se dedicaban a practicar otro tipo de magia, por el otro se lo imaginaba viendo al tal Badru ese que se lo hizo pasar tan mal en la anterior ocasión. Cuando acabó con el pequeño volúmen, se puso en pie y lo guardó en la mochila, sacando un cinturón fabricado específicamente para aquel cuchillo, la daga del sacrificio, que se ajustó entorno a la cadera.

 

- Hola Emmet. -saludó Gatiux- No sabía que también vendrías por aquí...

 

Hades había comenzado a caminar tras indicarles que le siguiesen. Gatiux aprovechó aquel momento para ponerse a caminar al ritmo del otro vampiro al que había saludado. No conocía a la otra chica que les seguía unos pasos por detrás, pero volvió la cabeza para observarla durante un instante. Parecía recelosa por algo, no se había acercado a Emmet de eso se dio cuenta. Tal vez la chica a la que la Malfoy no conocía intentara valerse de sus vidas para salir con la suya intacta de allí. El estado de desconfianza le puso en alerta.

 

Mientras caminaban, Orión se unión a la marcha. Le sonrió tras dedicarle una mirada valorativa de pies a cabeza. El Black se veía tranquilo y relajado, como si eso fuese otro día más, por lo que la banshee de cabellos violetas se preguntaba si el tipo habría leído siquiera el libro antes de acudir a la clase. Él era demasiado despreocupado.

 

- No puedo creer que te haya convencido de venir. -decía Orión- Sabes que estas cosas me dan muuuuucha pereza hacerlas solo. Necesito una damisela en apuros.

 

- ¿Acaso tengo pinta de ser una damisela en apuros? -preguntó Gatiux devolviéndole el codazo al Black- Y si los tengo sabes los intentaré arreglar yo misma.

 

Llegaron a una especie de poblado visiblemente abandonado, el estado de las casas no dejaba lugar a dudas, en algunas las puertas se abrían y cerraban conforme el fluir del viento, cuyas ventanas colgaban de los goznes de forma precaria. ¿Por qué Hades los había llevado hasta allí? Quizás fuera cierto lo que pensó de él y tanto tiempo bajo el mandato Uzza lo hubiera vuelto loco de remate. No les trajo a un sitio de recreo precisamente.

 

Un escalofrío recorrió la espalda de la banshee, como si fuera un aviso de muerte, por lo que sacó su varita mágica para defenderse si la parca quería cernirse sobre ella. No se lo pondría fácil. Por su mente repasó los nuevos hechizos, intentando poder ponerlos en práctica para ver como funcionaban pero no había ninguno que fuese útil contra lobos esqueléticos, ya que estos no tenían sangre en su cuerpo animal. Tampoco podría echar mano de su anillo de amistad con las bestias, ya que al estar muertos no tenían el grado de entendimiento de un animal normal.

 

Puso los ojos en blanco cuando Orión se puso delante para protegerla del ataque.

 

- ¿Cómo se supone que vamos a aprender a utilizar los hechizos en este lugar?

 

Ella se había imaginado en una sala, o en un paraje tranquilo, haciéndose cortes con el resto de alumnos para poner en práctica el nuevo conocimiento que concedían los Uzza. Aquella prueba, si es que Hades la había planeado, no tenía nada que ver en absoluto con el aprendizaje del Libro de la Sangre. ¿O sí? Tendría que ponerse imaginativa al respecto.

 

Otra de aquellas criaturas se fijó en Gatiux, se había puesto espalda con espalda con Orión Black para proteger todos los flancos de ataque. La banshee hizo una mueca de fastidio ¿no podían ir todos a por otra persona?

 

Corrió un par de metros para alejarlo del Black. Aquella cosa sólo tenía ojos para la mujer que tenía ante sí. Cuando el lobo muerto se abalanzó sobre ella, pensó en un Salvaguarda Mágica. Su cuerpo físico como tal desapareció, volviéndose intangible para el lobo que se volvió extrañado sobre sus patas traseras. La banshee se apartó un par de pasos más, quedando en la espalda de la bestia. Quería evitar tocar la boca del animal a diferencia de su pareja, por lo que tuvo que alejarse de él un poco para ejecutar el movimiento.

 

Por eso cuando volvió al plano físico estaba preparada para el siguiente movimiento. Al estar en la espalda de la bestia, la tocó brevemente con la palma de la mano. Sobre la carne putrefacta de la bestia apareció una marca escarlata que brilló durante un breve instante. Era la Marca de la Sangre sobre la que leyó minutos antes cuando estaban en el paisaje idílico en el cual los había emplazado Hades.

 

- ¡Obedire!

 

El lobo no muerto cayó en su control. Gatiux le mandó una órden mental de que fuese a atacar con furia al resto de su manada, que muriese por ello si fuese necesario, atacaría a todos menos al que Orión había dejado cerca de ambos para que les protegiese de los que pudieran acercarse. Volvió a flanquear la espalda del mortífago de ojos azules, mientras esbozaba una sonrisa

 

- Nada mal para una damisela en apuros, ¿eh?

Editado por Gatiux

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Se levantó del suelo para ponerse en marcha y seguir los pasos de Hades, lo que menos quería era quedarse atrás y perderse. Pudo notar que Gatiux lo saludaba por lo que el vampiro le respondió con una sonria y con movimientos repetitivos de su mano de un lado al otro. Otra chica, desconocida para el Nigromante, apareció en la clase; no malgastó su tiempo en saludarla ni dedicarle un gesto de cortesía. En ese mismo momento arribó Orión al lugar que se colocó a la par de la muchacha y comenzó a murmurarle cosas que parecían salidas de un cuento de pricesas con todo el tema de la damicela en peligro y demás detalles efímeros.

 

- Si así pretendes agradarle a una chica tan bonita como Gatiux vas perdido mi querido Black.

 

Se adelantó en sus pasos colocándose a la par de ellos mientras que inclinaba un poco la cabeza para verlo a la cara cuando le decía esas palabras cargadas de ironía.

 

Las nubes comenzaban a cubrir el firmamento haciendo que, por partes del camino que recorrían, tuvieran los rayos de sol iluminando el andar de los chicos. Una leve brisa se alzaba y hacía que las copas de los árboles comenzaran a mecerse de un lado al otro sacando la bandada de aves que se alojaban en ellas.Caminaron, caminaron y caminaron hasta más no poder. Emmet sentía sus pies como si fuesen a explotar, y eso que estaba acostumbrado a recorrer grandes distancias siendo vampiro. En un momento, Gatiux y Orión se detuvieron en la entrada de lo que parecía ser las ruinas de un pueblo arrasado por algún tipo de acontecimiento o hecho de la naturaleza; el Nigromante continuó caminando un poco más, sin haberse percatado de la parada de los chicos.

 

No podía reconocer nada de nada. Ninguna estructura se parecía a alguna que el original pudiera haber visto con anterioridad. Las entradas de las casas estaban destruidas y, en algunas, todavía quedaban las mitades o pedazos de lo que un día fue parte de la puerta de cada una de éstas. No le daba buena impresión. Algo dentro de su vientre y pecho subía y bajaba como si se hubiera tragado una pelotita de ping pong. El suelo del lugar estaba húmedo y en algunas partes habían pequeños pozos de lodo que, seguramente, eran resultado de una lluvia intensa.

 

Seguía con la misma sensación mientras se seguía adentrando al lugar por lo que, por seguridad, Nix se materializó en su diestra y se colocó a disposición del vampiro por cualquier peligro que se les viniera encima. Dicho y echo. Emmet no terminó de pensar aquella idea que una manada de lobos tipo zombies estaba frente a ellos gruñendo y mostrando sus pútridos. No sólo tenía que aguantarse, siendo vampiro, a que los lobos estuviesen presentes si no que ahora también en modo muerto viviente: ¿No había otra forma de llevar la clase, querido Hades?. Masculló internamente sin esbozar las palabras.

 

Los lobos se avalanzaron sobre ellos y pudo notar que Gaitux se alejaba pero no vio lo que Orión hizo. Por su parte, Emmet, logró esquivar con un rápido movimiento de su cuerpo, aquellos que lograba gracias a su naturaleza vampírica, notando como el lobo pasaba de largo y él quedaba parado en un pedazo de escombro que tenía cerca. Era hora de utilizar todo lo aprendido con los libros anteriores y el que ahora estaba cursando.

 

- Obedire

 

Masculló teniendo, previamente, los anillos y amuletos colocados para poder concentrar el poder de cada uno de los elementos. Aquél efecto había sido leído por el vampiro antes de arribar a la clase. Dicho conjuro iba a afectar a la bestia haciendo que quedara bajo el control del original por lo que recibiría las órdenes del mismo. Algo que ayudaría al entendimiento, si eso se podía esperar de una criatura muerta viva (?), era el Anillo de Amistad con las Bestias que había aprendido a utilizar con el Libro del Aprendiz de Brujo. Éste le ayudaría a tener una mejor relación con la criatura y, mucho más, que Emmet contaba con el conocimiento de Criaturas Mágicas.

 

Con todo este combo, el lobo se colocó encima del escombro frente al vampiro:

 

- Ataca - le ordenó y el mamífero salió corriendo a gran velocidad hacia los otros lobos que se venían encima.

 

- Sectusempra

 

Conjuró seguidamente ya que otra criatura había evitado a su mascota y saltó hacia el Nigromante. Un rayo de luz verdosa salió despedido de la punta de Nix logrando un impacto limpio en el rostro del lobo por lo que cayó hacia un lado sin una gota de vida si es que la tenía aún.

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- ¡Demonios, auch!


La aparición no pudo ser más aparatosa, al menos para él, que aterrizó sobre unas rocas cercanas a las aguas del riachuelo. Al levantase, se había empapado de pies a cabeza, lo cual si bien le sirvió para limpiar la tierra, sudor y sangre de la que estaba cubierto antes de aparecerse, dejó un rastro de lodo sobre sus ropajes que lo hacía parecer aún más sucio de lo que en realidad estaba. Después de maldecir al cielo azul (que más hermoso no podía estar para su desgracia) echó un vistazo necesario a Catherine, quien había usado el mismo método de escape que Jank. Ambos volvían de una misión con los Oscuros que, sinceramente, sería más fácil de olvidar que de recordar.


- Con lo que nos costó salir y llegamos tarde - dijo, aún jadeante. Volvió a agacharse para que, con la ayuda de sus manos en forma de cúpula inversa, pudiese tomar del agua que brillaba ante la luz del sol. Pudo ingerir lo suficiente para hidratarse y hacerle una señal a la bruja de que debían ponerse en marcha. La notificación de la Universidad había llegado con retraso al Castillo Evans como de costumbre, por lo que cuando los elfos le notificaron del lugar y fecha donde se desenvolvería la clase, ya se había comprometido en otros asuntos. Sin embargo, aquel percance que en otras ocasiones habría tomado como una clara señal de deserción enviada por el destino, extrañamente sirvió de motivación para continuar a pesar de la desventaja.


El hombre portaba una chaqueta negra de cuero, rota por un lado y roída por el otro, unos vaqueros viejos y un cinturón grueso con varios pliegues y bolsillos. En uno de ellos cargaba el Libro de la Sangre, reducido a una versión portatil para esa clase de situaciones donde el peso sobre la espalda equivaldría a una dificultad. Jank lo extrajo a mitad de camino a pesar de que tanto Catherine como él iban prácticamente trotando; sería la única forma de alcanzar a los demás. El escenario cambió de apariencia drásticamente. Algo en el ambiente le recordaba las leyendas que solían relatarle su padre acerca de los pueblos fantasmas y la gran magia que en ellos habitaba. De eso solo habían los edificios abandonados, caseríos desolados y la incipiente sensación de lejanía.


Tanto fue su afán de aprender lo básico antes de presentarse que, al ir tan distraído leyendo las páginas, no se percató de la primera "prueba". Y fue entonces cuando lo que alguna vez había sido un lobo hambriento saltó encima de él y lo tumbó al suelo, haciendo que el libro saliese volando por los aires. A duras penas logró extrajer su varita oculta en el zapato con la diestra, a la par que pateaba a la criatura con las piernas. Soltó un chillido cuando le mordió el tobillo.


- ¿Cómo es que era? Obe.. - esquivó la primera mordida al cuello - ¡Obe.. ! - esquivó la segunda - ¡Obedire!


Cerró los ojos, esperando lo peor. Sintió la respiración turbia de la bestia sobre sus labios. Jank se levantó enseguida del suelo, saltando en un pie. Ordenó al lobo que se quedase quieto, sin siquiera mover un músculo. Notó que otros miembros del grupo se las ingeniaron para que sus atacantes hicieran lo propio con el resto de la jauria de esqueletos, pero el momento le había resultado demasiado amargo como para seguir dándole rienda al asunto. Apuntó al animal con asco:


- ¡Incárcerus! - hechizó, furioso. La criatura quedó inmovilizada al instante al ser sujetada por tres cuerdas mágicas. La primera oprimió su hocico; la segunda, sus patas delanteras y la tercera, las traseras. La mordida no había llegado al hueso, por fortuna, pero el rasguño quedaría ardiendo por días. Vaya manera de comenzar..

Editado por Jank Dayne

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El morral de sus pociones estaba medio vacío.

 

Originalmente, había estado completamente de negro; la túnica, botas, sombrero y capa habían sido de tono azabache y la única nota de color había sido el broche con forma de cardo, plateado, que cierra su capa bajo los cordones anudados en su pecho. Sin embargo, en esos momentos sus ropas no mostraban el color límpido de entonces si no que tenían desgarrones aquí y allá. Una buena parte de la basta de la capa se había deshilachado y tenía sangre en el brazo que alcanzaba a verse si se observaba con atención, sumado a un corte bastante feo sobre la ceja que se deslizaba a partir de la esquina de su ojo, delgado y casi imperceptible, hasta la sien.

 

Cayó casi al mismo tiempo que Dayne y sintió un terrible dolor en la posadera, ya que nada amortiguó su caída, ni siquiera un poco de lodo. Estaba cansada, ojerosa y sucia, con terribles ganas de echarse a dormir allí mismo. Sin embargo él tenía razón. Había sido casi imposible intentar librarse antes, la misión habría sido mucho más llevadera si no la hubieran acelerado con la idea de llegar a tiempo y ahora estaban tarde. En lugar de coger un poco de agua, que habría sido lo más lógico, terminó el penúltimo vial de su poción herbovitalizante y guardó descuidadamente el vial en el bolso.

 

Tuvieron que ir a un buen paso que casi parecía una carrera y de cualquier forma aún así cuando consiguieron alcanzarlos Catherine fue perfectamente capaz de percibir que algo no iba bien, que en algún momento sin que lo percibiera por completo el ambiente había cambiado drásticamente llevándolos hasta ese lugar. Le hacía pensar en los pueblos que había visitado intentando seguir la historia de Rus de Kíev. Eso hizo que dejara de prestar atención al frente, concentrándose simplemente en seguir junto a Dayne, permitiendo que guiara el camino y concentrarse en mirar la destrucción alrededor. Por suerte, sacó entonces su libro, que sólo había leído una vez.

 

Fue por eso que recibieron el ataque de aquellas bestias de manera muy distinta. Mientras que Dayne fue capaz de librarse medianamente de ella, Catherine, que no había estado prestando atención fue arrastrada por la misma cuando ésta le mordió el hombro y sus enormes fauces se concentraron en el límite del brazo con la parte superior. Debido a la longitud de la mordida había estado a punto de cogerle del cuello y el útlimo de los colmillos estaba clavado en la intersección del hombro con el cuello. Respiró con dificultad; dolía como los mil demonios pero tenía que hacer algo también. Decidió que no era momento de hacer memoria respecto a lo poco que había repasado así que se limitó a copiar lo que había escuchado de Dayne. Por eso con voz débil, recitó "Obedire" y fue así que el lobo dejó de zarandearla como a una muñeca de trapo y la sangre caliente dejó de esparcirse alrededor. No pudo incorporarse y apretó los dientes pero se limpió la sangre de la cara con la manga de la ya destrozada túnica. En serio dolía como el infierno.

 

-Episkey -pensó entonces con la mano apretando la varita, absolumente débil.

 

Llevaba su amuleto de curación al cuello pero no estaba segura de tener las fuerzas para realizar la curación y nunca había intentado aplicarlo a sí misma. Ya no tenía existencias de poción reabastecedora de sangre y el libro de la sangre se encontraba bajo su mano izquierda, en el suelo. A pesar de todo, se sentó con terquedad. La mordida era horrible y pero al menos la sangre había dejado de manar, lo que significaba que había sanado, al menos parcialmente. Miró alrededor y notó que no era la única allí, estaba también Evans y otras personas que no conocía.

 

Para su sorpresa, aquella criatura horrenda se encontraba sentado en sus "cuartos traseros" (aunque no estaba segura de poder llamarlos así) a su lado, sin moverse y mirando sin ver con las cuencas vacías que eran sus ojos.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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