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Prueba de Metamorfomagia #6


Amara Majlis
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En ésta ocasión había empleado de toda su magia para modificar de manera visual el sitio donde el trío daría su paso —su gran paso— final hacia la obtención de tan valiosa habilidad. Lo que en antaño fuera la entrada de un laberinto fértil, verde esperanzado y tan frondoso ahora era un conjuntos de muros grises como un día lluvioso, una muralla de piedras puestas una sobre la otra con un poco de moho entre las hendijas que quedaban; tan frío y etéreo como la cara frontal de un castillo abandonado repleto de fantasmas.

 

La puerta principal eran las fauces abiertas de un inmenso dragón y si alguien era lo suficientemente listo como para sobrevolar el laberinto, al menos los primeros metros les serían similares al cuerpo de dicha increíble criatura. Para ingresar uno tenía que tener cuidado con los colmillos, claro estaba, pero nada de todo ésto serían capaces de ver las féminas sin antes cruzar el breve lago que las separaba de su destino; allí las aguardaba Amara, parada cual estatua mientras el agua le lamía los pies descalzos para mitigar el calor.

 

La faceta que les entregaba aquella media tarde era una más de sus tantas, su larga cabellera dorada caía con gracia sobre sus hombros y tras su espalda como una cascada de oro fundido, los débiles rayos de sol arañaban su rostro inmaculado y pálido dándole un aspecto angelical y por demás hermoso, haciendo brillar sus ojos —ahora azules— con vehemencia. Estaba radiante al igual que su atuendo, de fina seda casi translúcida menos en sus zonas íntimas de un color celeste con hilado plateado y pedrería en la cintura, se decía que de todos los arcanos Amara era la más humilde pero tras la conexión con sus alumnas algo en ella había revivido, una pizca de juventud.

 

Una barcaza se mecía como la cuna de un bebé, casi melodiosa, con la suave brisa que corría por aquellos tiempos y sería la que les ayudaría a llegar hasta las fauces del dragón, o mejor dicho, la entrada del laberinto. Cuando por fin las divisó, Majlis sonrió de lado y extendió sus brazos, la tela aun así se extendió como si fuese una capa que permitía ver más allá, sus finos labios se separaron para darles la bienvenida y no hacerles perder el tiempo, la parte más difícil había llegado y no hablaba solamente de las pruebas sino de despojarse de sus pertenencias mágicas.

 

—Enhorabuena mis niñas, me alegra que hayan llegado al fin, éste sitio no estaba demasiado lejos de la cabaña y aquí estaremos a salvo. Se que será algo difícil despejar sus mentes después de lo que sucedió y les pido disculpas más espero que juntas logremos el cometido.

 

Del agua emergió una caja de madera que salpicó el rostro de todas las presentes, incluida la arcano, flotó con un movimiento de la vara de cristal y se situó a los pies del trío, el silencio se mantuvo en el aire hasta que la caja se abrió mostrando su vacío contenido y entonces Amara carraspeó y retomó el habla.

 

—Ésto será difícil pero aquí comienza su verdadera travesía y es de suma importancia que la recta final la realicen sin varitas ni objetos mágicos, ni siquiera pergaminos. Es momento de que dejen fluir su habilidad, de que confíen su vida a ella y así fortalezcan el lazo.

 

Aguardó paciente a que dejase todo lo relevante en la caja y ésta se cerró nuevamente para desaparecer engullida por la suave tierra arenosa de la orilla, los rostros horrorizados de las mujeres despertó simpatía en la arcano que bien sabía sus pertenencias ahora yacían protegidas en el escritorio de su oficina y regresarían con ellas una vez finalizasen la prueba. A continuación movió su mano de izquierda a derecha con un ademán envolvente, como barriendo el aire entre Tauro, Gatiux, Mía y ella para aparecer en el dedo —predilecto— de cada una, un anillo de aprendiz, ese mismo sería el que se transformaría una vez adquiriesen la habilidad pero a su vez mantendría una comunicación "Arcano-Alumno".

 

—La barcaza no tiene remos, como bien pueden apreciar pues se moverá encantada una vez que las tres estén arriba. Su mástil es una esfinge que las guiará hasta el laberinto si responden bien su acertijo a mitad del lago, caso contrario se hundirá con ustedes a bordo.

 

>> Una vez arriben encontrarán peculiar la entrada a dicho laberinto y allí, a pesar de ingresar juntas, el camino se bifurcará para mantenerlas lo más separado posible. Quizás estén a tan solo una pared de distancia pero la magia les hará creer que se encuentran incluso a medio País.

 

La segunda prueba seguramente las tomará por sorpresa y no será tarea sencilla, recuerden mis palabras por favor, delante de ustedes se alzará un espejo de cristal que les impedirá el paso hasta que logren adquirir la apariencia de su peor enemigo, de la persona que más odian en el mundo aunque déjenme decirles que el odio es un sentimiento peor que el veneno.

 

Si logran ésto podrán seguir un poco más hasta encontrarse con una puerta en medio de la nada, no teman y déjense llevar, dentro se toparán con la habitación de la honestidad, o también conocida como el cuarto de las mil caras o mil espejos; En cada gajo de cristal ustedes se verán reflejados como realmente son, no habrá un ápice de diferencia entre una imagen y otra pero si prestan detallada atención encontraran a una que se distinga del resto, una que sea cien por ciento ustedes mismas, esa será la puerta que les llevará hasta los pies de la pirámide donde las estaré esperando.

 

No se rindan, las aguardaré con ansias.

 

Cuando las tres por fin subieron al pequeño navío Amara las despidió agitando una mano suave de muñeca y su voz se vio opacada por la téticra de la esfinge que se preparaba para hundir el barco con ellas a bordo.

 

"Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera"

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Al finalizar el libro dorado con su nombre escrito supo dónde tenía que ir, como una inspiración extrasensorial tuvo la certeza de que la Arcana estaría bien y las esperaba para probarlas a todas ellas. Guardó el volumen en la pequeña mochila encantada que increíblemente había sobrevivido a toda la catástrofe. Al levantarse palmeó sus muslos en un vano intento por quitar el polvo adherido, pero seguía estando sucia

 

Aunque ya había pasado por la zona que la llevaba hacia la Gran Pirámide una vez, los nervios se volvían a agolpar en la boca del estómago. No podías saber de antemano lo que deparaba aquella prueba, y eso lo convertía en algo excitante. Una nueva aventura por vivir. El camino serpenteante hasta la Pirámide era la antesala, un aperitivo que les preparaba para más allá, algo que despertaba los sentidos y les ponía en alerta. El corazón parecía querer salirse por la boca.

 

Antes de encontrar la Sala del Ouroboros tendrían que pasar por un laberinto, y antes de éste por un lago. La última vez, cuando realizó se encontraba realizando la prueba de animagia había dado con una esfinge que no le dejaría avanzar a menos que resolviera su enigma, dicha criatura la amenazó con acabar con su vida si no le respondía de forma correcta. Se preguntaba si seguiría allí, impaciente por la adivinanza que le lanzaría esta vez.

 

Salió de la cabaña. Su respiración se estaba serenando, al igual que sus pensamientos. De nada serviría torturarse por aquello que no podía ser remediado. Tenía que concentrarse en lo que tenía por delante, aunque quizás en un futuro muy cercano volviera por su propio pie a la zona que tuvieron que abandonar de forma abrupta para prestar un poco más de ayuda a aquellos niños que no sabían muy bien lo que estaba sucediendo. Si es que quedaba alguien a quien ayudar.

 

Amara las esperaba, sonriente y con los brazos abiertos. Gatiux sintió cierto anhelo al ver el aspecto de la Arcana, lucía bellísima, tanto de aspecto como por la vestimenta elegida, mientras que ella estaba sudorosa, con manchas de sangre que no le pertenecían y llena de arena hasta la coronilla. Tenía que encargar un conjunto similar cuando volviese a casa porque resultaba sensual y favorecedor al mismo tiempo. El agua lamía los pies desnudos de la Metamorfomaga.

 

- Arcana Majlis.

 

Fue un saludo breve por parte de la banshee que acompañó con un asentimiento de cabeza. Parándose en silencio frente a ella en señal de respeto. Majlis parecía aliviada porque las tres estuvieran de una pieza. Del lago surgían ahora tres cajas donde debían guardar sus pertenencias. Gatiux se encogió de hombros, dejando todos los anillos, la varita, la mochila y los diferentes colgantes dentro de la caja que había posado la Arcana a sus pies. Cuando se quedó sin pertenencias, la caja fue engullida por la tierra. Frunció el ceño preguntándose a donde iría a parar la caja y si después tendría que desenterrarla ella con sus manos desnudas.

 

Un anillo apareció en el dedo índice de la mano izquierda de la Malfoy, era el anillo del aprendiz, aquella joya se transformaría en la verdadera si lograba pasar correctamente la habilidad. Inspiró aire profundamente. Notaba la conexión con la joya, y ésta enlazaba la suya con la cabeza de la Arcana.

 

Y en su mente fue como si los hilos rotos se sintiesen atraídos los unos por los otros, tomando vida como pequeñas serpientes que despertaban de su letargo, se estiraban y se alargaban. Anhelantes. Deseosos de ser uno sólo. Era gracias al poder del anillo que le había otorgado la anciana mujer de apariencia jóven. Los hilos rojos querían volver a ser uno, ¿por qué se habían separado alguna vez?. Comenzaron a trenzarse unos con los otros, reparando el daño roto, permitiéndole acceder a donde había sido vedada.

 

Los ojos amarillos de Gatiux recorrieron todo el espectro de colores posibles en apenas un minuto. El cabello negro volvía a ser violeta. Notó la conexión. El corazón de la Malfoy aleteó con júbilo al comprender lo que acababa de suceder. Volvía a sentirse completa. Los ojos volvieron al amarillo de forma estable. Sonrió con incredulidad y después montó en la barquita. Estaba deseando a que la esfinge se volviese hacia ellas para resolver el reto, pero para eso debían ponerse en camino hacia la Gran Pirámide. Miró a Tauro y a Mía desde la barca.

 

- Bueno, ¿nos vamos?

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La más predispuesta de las tres se zambulló dentro de la barcaza sin miedo a lo que Amara acababa de explicar, el brillo serpenteante en sus ojos dejó en claro la determinación y el deseo que bullía en su interior con tal de recobrar la tan preciada conexión más había dejado en claro que lentamente y con confianza lo estaba logrando. La arcano sonrió ante la demostración de Gatiux y aguardó a que tanto Mía como Tauro no se quedasen atrás, no había otro bote en la orilla y si Malfoy decidía cruzar por su cuenta el dúo acabaría siguiéndola a nado.

 

Gracias al anillo del aprendiz las acompañó incluso cuando la esfinge volteó su femenina cabeza y les observó con unos brillantes ojos de rubí, daba miedo además de imponer respeto y tan pronto como sus venenosos labios se separaron dejó en claro que su única intención era hundirla hasta lo más profundo del lado y que se ahogaran antes de llegar a destino; aquella prueba era vertiginosa y algo arriesgada pero Majlis confiaba en sus alumnas, las mismas que le habían mostrado su lado más humilde en Siria, así que pacientemente aguardó al tiempo que retomaba la marcha por un sendero que bordeaba dicho lago para llegar a la pirámide antes de las jóvenes brujas.

 

Cerca de quince minutos le tomó el paseo, disfrutó la brisa en sus dorados cabellos y la propia caricia en el sonrosado rostro, estaba viva como muchas otras personas en el mundo pero lo disfrutaba como pocas. Pronto supo que la barca había encallado en la orilla opuesta con su tripulación intacta y sintió en la nívea piel el calor que manaba de las fauces del dragón que hacían las veces de entrada al laberinto, esperaba que fueran valientes, desnudar el alma no era tarea sencilla, tanto ésta como la mente podía devastar hasta a la persona más fuerte.

 

Ahora todo dependía de ellas.

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Sus ojos volvían a ser azules, más intensos que el tono de su cabello y a pesar de ello, seguían opacados por la sombra de lo que había tenido que ver en Siria. No obstante, tenía la sensación de que no sólo había hecho lo correcto sino que había superado sus propias expectativas. Cuando Leah le había mencionado que podría ser Metamorfomago lo había dudado, hasta que había logrado cambiar el color de un mechón pequeño de su melena. Pero en ese momento o siquiera cuando había arribado a la clase, había esperado tener un progreso tan grande como el que había tenido con la Arcana en tan poco tiempo.

 

Había logrado cambiar casi por completo, con esfuerzo y demasiada presión encima. Y aunque aún le faltaba soltura, sabía que la prueba era precisamente para que lo demostrara a su maestra. Amara las esperaba al borde del lago, como lo habían hecho otros Arcanos en otro momento y por su sonrisa, sabía que la prueba sería interesante más que traumática. Ya las había hecho recapacitar suficiente o, al menos, eso pensaba. Sonrió de vuelta, olvidando por un momento sus pensamientos y la saludó del mismo modo en que Gatiux lo había hecho.

 

Arcana Majlis.

 

Llevó las pupilas hacia la isla, preguntándose qué tendrían que enfrentar primero para llegar hasta ahí y casi pasa por alto la caja, de no ser porque las gotas frías le habían caído en el rostro. Pestañeó y con recelo, dejó la varita en el interior del contenedor, junto a un único amuleto y un único anillo; en ellos estaban todos los que había obtenido, sólo que los había fusionado por comodidad. Sólo conservó el anillo de casada y justo delante de éste, apareció el anillo de Metamorfomagia que serviría como enlace con Amara. Asintió ante las palabras de Gatiux.

 

Vamos, estoy lista inclinó la cabeza para despedirse de Amara y con cuidado se unió a Gatiux, ocupando un lugar libre a su lado.

 

La esfinge las miraba fijamente y cuando escuchó el acertijo, frunció mucho el ceño.

 

Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera repitió, arrastrando las palabras mientras pensaba.

 

Responder mal, aunque fuera un intento de tres que podían tener entre Gatiux, Mía y ella, sería su sentencia de muerte y lo sabía muy bien, no era la primera vez que lidiaba con una Esfinge en toda su vida. Sin embargo, había un dejo de duda en lo que había resumido en su cabeza. ¿Podría responderlo sola o tendría que compartir la respuesta con sus compañeras? Decidió que la compartiría, sólo para que Gatiux pudiera completar la frase y, si estaban en lo correcto, la Esfinge las dejara en paz hasta que llegaran a la orilla. Inhaló por la nariz.

 

Es un ciclo murmuró para Gatiux, es el día y...

 

Y lo demás lo terminaría su compañera.

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Era la segunda vez que entre sus manos tenía un libro de ese tipo, la primera vez había sido hacía casi un año, algo que no pudo siquiera recordar con claridad. Por lo que sin siquiera considerarlo muy a fondo, centró su completa atención en almacenar cada uno de los detalles de la prueba y la pirámide a la que debía llegar para poder llegar a su prueba.

 

Considerando la idea de retrasarse un poco más, la descartó; era momento de vincularse a la habilidad de manera oficial y poder seguir con su día a día, aprovechando los placeres que le daba el cambiar su aspecto, aunque debía reconocer que la enseñanza con Amara le había dejado claro, que no siempre debía ser utilizada como algo propio, sino como algo que se debía compartir para hacer un bien mayor.

 

Al instante en que llegó al inicio del laberinto, asintió con tranquilidad. Se encontraba ante las fauces de un dragón, algo que la hizo tranquilizarse y avanzar por el interior del lugar, hasta que llegó a dónde Amara y sus compañeras las esperaban. Una vez allí, escuchó las palabras de la arcana y sin un ápice de gusto, depósito en el cofre que había delante de ellas, su varita mágica y los anillos y amuletos que le habían conferido los libros de hechizos que hasta el momento había cursado.

 

Mirando a Gatiux y Taurogirl, subió a la barca y sintió como se movía lentamente, y las condujo hasta la esfinge que Amara les comentó que las interceptaría. La primera sonrisa del día, se asomó en sus labios, al estuchar el acertijo que debían responder, era sencillo, o eso fue lo que le pareció, por lo que no daba que saldrían completamente ilesas de esa prueba. Espero a que sus compañeras lo resolvieran, la que era su líder, comenzó la frase que daba respuesta.

 

Las hermanas son el día y la noche… —respondió sin esperar a que Gatiux terminara la frase.

 

Estaba un poco ansiosa por llegar a su destino, y tras ver que efectivamente su respuesta era la correcta, las dejó pasar la esfinge y continuaron con su camino. Hasta la entrada a un laberinto, el cual tenía tres bifurcaciones. Bajando de la balsa, respiro profundamente y comenzó con su andar para la primera de ellas, esa era la que elegía.

 

Al instante en que inició su camino por el pasillo, sintió como este se iba ampliando, dejando cada vez más espacio a su alrededor, hasta que se topó con un espejo frente a ella, que misteriosamente no le devolvía su reflejo. Recordando las palabras de la arcana al sentir como su dedo corazón, tenía puesto un anillo que la vinculaba con ella, negó con lentitud.

 

Lo que vería en ese reflejo, sería a la persona que más odiara en el mundo, algo que le costaba trabajo concebir, pero sin siquiera detenerse a pensar en a quien vería, intentó concentrarse, buscando en su interior al poseedor de dicho sentimiento. Mientras por su mente aparecían imágenes de personas como su padre, su hermana, así como personas que había visto una sola vez en su vida, sin embargo, ninguna lograba realmente aparecerse frente a ella.

 

¿Odiaba a alguien? No, no lo hacía. Porque afortunadamente, jamás se había visto en la necesidad de ese sentimiento y si lo tenía, era mayor el amor o cariño que le tenía a esa persona como para vencer al odio, mientras que con aquellas personas que solamente había visto una vez en su vida, era tal la indiferencia, que no podía sentir nada por ellas.

 

Reflexionando la situación, asintió con total tranquilidad. Le gustaba saber que conocía sus sentimientos de tal manera que no tenía por qué engendrar una emoción tan destructiva como esa. Mirando una última vez el espejo, este desapareció, revelando una puerta a algunos cuantos metros de su posición.

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Lo que los muggles llamaban "mitos", en un intento de alejarse de la realidad, tenían su parte de verdad. La gente no mágica nunca había visto de cerca una esfinge, o al menos no en la actualidad, por ello describían como cuentos mitológicos las historias que versaban sobre aquellas enigmáticas criaturas. Los griegos no estaban tan ciegos pero con el paso de los años y la ausencia de pruebas consistentes fueron relegadas a las fábulas.

 

Sin embargo existían magos que encontraban fascinantes a las esfinges, estudiaban las historias en las que se hablaban de ellas y todo el folklore que las rodeaba. Pese al paso de los años la naturaleza vengativa de esos seres no disminuía ni un ápice, quizás porque estaban condenadas a no ser humanas pese a su enorme inteligencia. Ni tampoco a pasar su vida como bestias que podrían camuflarse en un entorno favorable.

 

Un enigma a resolver.

 

- ¿Te vas a suicidar igual que la esfinge de la historia de Edipo?

 

Solían sentirse tan humilladas después de que los humanos resolvieran sus adivinanzas que a Gatiux no le extrañaría que pasara algo parecido. Aquello si que sería interesante de ver, aunque sospechaba que la Universidad (o los Arcanos) habrían hecho algún tipo de pacto para que algo así no sucediera. Eran unas criaturas rarísimas, sería una masacre después de la cantidad de alumnos que lograron superar las pruebas lanzadas. La mujer de cabellos violetas metió una mano en el agua para comprobar la temperatura por si acaso la Esfinge decidía romper la pequeña embarcación.

 

Taurogirl le estaba susurrando la respuesta correcta a Gatiux y ésta asentía con suavidad. Ella también sabía la respuesta, sólo quería obtener una otra reacción de la Esfinge para estudiar su comportamiento. No parecía que fuera a dar resultado alguno, pues ésta sólo les miraba con sus ojos color rubí de forma amenazante esperando la respuesta correcta o la fallida para seguir cumpliendo su cometido. ¡Qué aburrido!

 

- El día y la noche.

 

Repitió Gatiux tras Mía con cierto matiz de fastidio enturbiando el tono de voz de Gatiux cuando comprendió que la Esfinge no se iba a suicidar, pero al igual que Edipo miró a la criatura directamente a los ojos. Ésta gruñó de manera afirmativa, pues una vez más los humanos inferiores le ganaban la partida.

 

Llegaron al otro lado, a tierra firme. Mia fue la primera en marcharse, tras ello la Malfoy le dedicó un asentimiento con la cabeza a la Líder Mortífaga, segura de que se verían más allá, donde el Ouroboros perseguía eternamente su cola en el suelo de la Gran Pirámide. Avanzó tras la otra mortífaga unos metros y después escogió otro camino diferente del laberinto, aquel que estaba en medio, preguntándose que le depararía el mismo. Sin saber si era un buen presagio entrar por la boca de un dragón o justo lo contrario.

 

Corría, no por impaciencia o porque estuviera huyendo de algo si no porque le gustaba sentir el viento en la cara y sus músculos trabajando para darle impulso. Por un momento pensó en su forma felina, con cuatro patas podía alcanzar más velocidad, pero no sabía que visión tendría la Arcana de ello. Aún sin anillo podría transformarse si quisiera, puesto que ella era uno con el gato, así había sido siempre, pero estaba allí para alcanzar la maestría en su otra parte cambiaformas no en una que dominaba al completo.

 

Después de torcer varias veces y tomar unas cuantas decisiones respecto a que camino tomar en el laberinto, tuvo que frenar en seco. Delante de ella se alzaba un enorme espejo cortando el paso, no se podía saltar o atravesar. Pero, encontrarse con el espejo le indicaba que avanzaba en la dirección correcta. Gatiux se acercó despacio al objeto, sus ojos amarillos recorrían la superficie de alrededor, los bordes y donde se juntaba con la pared verde sólida del laberinto, la parte alta se veía inalcanzable para un salto humano y no tenía asideros para ser escalado.

 

Cuando los ojos de la banshee llegaron a la altura adecuada no se encontró con su aspecto habitual, no era su reflejo lo que estaba mostrando el espejo. Dentro de él, (o reflectándose en él), se encontraba una mujer menuda, delicada, de tez blanca, pelo rojo como el fuego con rizos que enmarcaban su rostro y de ojos oscuros. Apenas se había cruzado con la mujer un par de veces en su vida, pero estaba igual que en los retratos que ocupaban el Castillo Black. La madre de Gatiux le sonreía a salvo dentro del espejo.

 

Gatiux cargó contra el reflejo para librarse aquella imagen que le mostraba. Sus puños aporrearon una y otra vez en el cristal sin lograr resultado alguno más que un dolor latente en los nudillos. Odiaba aquella estú.pida sonrisa. Y le odiaba a ella por abandonarla. No es que la banshee hubiera crecido mal, al contrario, creció en una de las familias más adineradas del mundo mágico sin faltarle de nada. Pero la odiaba porque no habían sido suficientes, los abandonó a todos y a cada uno de sus hermanos sin mirar atrás, sin remordimiento alguno cuando volvió pasados unos años.

 

Tal vez la disfuncionalidad materna de la Malfoy se debía al abandono de su propia madre, de sentir por tantos años en su juventud el no ser lo suficiente, de no haber tenido un ejemplo a seguir con el que orientarse. Gritó al darse cuenta de que no podía romper el espejo para borrar aquella estú.pida risita de suficiencia que parecía dibujarse en su cara.

 

Miró hacia abajo. Ella seguía siendo ella. No ella. ¿Sería eso lo que quería el espejo para dejarle pasar? Le pareció incluso cruel cuando llegó a la conclusión. Transformarse en quien más odiaba, tragándose el orgullo. ¿No era eso lo que había dicho la Arcana?. De su mente rescató las palabras que le había dicho minutos antes, la imagen despertaba sentimientos profundos en ella y casi olvida que Majlis les había dado la llave para resolver el enigma.

 

Respiró hondo para serenarse.

 

Concentrándose en las facciones que tenía delante fue dándole forma a su rostro, primero la nariz, luego la boca, después la forma de la cara y lo almendrado de sus ojos. Dejó para más tarde el tono de piel mucho más claro que el suyo propio, lo ondulado de su cabello junto al tono rojizo. Se hacía menos voluptuosa, más menuda. Mirándose las manos supo que había cambiado, que era Amber, se tocó la mejilla. El reflejo sonrió complacido y luego se deshizo en miles de puntos plateados brillantes para dejarle vía libre. Podía seguir recorriendo el laberinto.

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Eran unos pocos metros los que la separaban de la puerta, considerando la posibilidad de no continuar y quedarse durante algunos minutos en ese pasillo, negó con lentitud. Le había costado cierto trabajo llegar ese punto, por lo que no era momento de dudarlo, por lo que con el rostro más sereno que de costumbre continuó con su fácil andar hasta llegar al frente de la puerta.

 

Levantó su mano unos centímetros y tomó entre sus blancos dedos el picaporte, el cual giró lentamente. Enfocando sus ojos, intentó identificar todo aquello que la rodeaba, sin embargo, no podía ver más que una tenue luz grisácea que se proyectaba por toda la habitación, al parecer era necesario ingresar para descubrir los misterios y la prueba que tenía por delante.

 

Al instante en que entro, la puerta se cerró tras de sí. Respirando profundamente, observó fijamente lo que tenía delante, parecía un espejo, girando a su alrededor, se dio cuenta que toda la habitación era circular que tenía doce espejos, los cuales le lanzaban un reflejo de sí misma. Mirándolos sin prestar demasiada atención, soltó una maldición, todos le devolvían el mismo reflejo, ¿cuál era la diferencia?

 

Para ella, no la había. Desesperándose, cerró los ojos durante un par de minutos y espero a que eso fuese suficiente para que su mente comenzará a despejarse y con ello, se concentrara para encontrar las pequeñas diferencias que estaba segura estaban marcadas en cada uno de los reflejos que le devolvían los espejos.

 

Cuando abrió los ojos, decidió que iría espejo por espejo, analizando cada una de las imágenes. Dirigiéndose al primero, casi soltó una carcajada, se encontraba sonriendo de oreja a oreja, algo que en la vida había conseguido, por lo que lo descartó, en el segundo un rostro preocupado, el tercero una mueca de desagrado, el cuarto una de asco y superioridad, en el quinto un rostro sereno, sin ninguna emoción.

 

Se detuvo en ese momento, justamente era como había sido la mayoría del tiempo de su vita. Una mujer que, a pesar de tener emociones fuertes, ninguna la había marcado lo suficiente como para saber que era feliz, o si es que en algún momento había conocido el amor. Dudando un poco, continuó con el sexto, en él una mujer deprimida y sin esperanza, en el séptimo alguien confundida, en el octavo alguien enfadada con la vida.

 

No tuvo que seguir buscando su reflejo. Se acercó hasta el quinto espejo y con la media sonrisa que solía usar para los demás, se paró delante de él, logrando que este le devolviera el reflejo de sí misma, trabajando casi las veinticuatro horas del día, y con poca diversión, algo que sabía estaba mal, pero que lamentablemente dudaba que pudiera cambiar en un futuro próximo.

—Esta es la que soy. —susurró para sí misma.

 

El espejo en ese momento desapareció, transformándose en una puerta que atravesó en cuestión de segundos. La puerta, la llevó hasta donde se encontraba Amara, esperando y a su lado Gatiux. Saludando a la arcana con una cabezada, se colocó delante, esperando recibir las siguientes indicaciones.

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Gatiux respiraba de forma acelerada después de encontrarse con Amber Black dentro de un espejo. Después de convertirse ella misma en Amber Black. Ella sabía que tenía que centrarse nuevamente, por lo que se detuvo por un instante y se sentó en el suelo sobre sus talones, cerrando los ojos y respirando profundamente. El odio no le llevaba a ninguna parte, no tenía potestad para cambiar el pasado. Y sabía vivir con ello, lo había hecho durante toda su vida cuando tuvo capacidad suficiente como para razonarlo sin montar una rabieta. Ese hecho no la definía.

 

Su respiración fue calmándose, igual que el ritmo de su corazón. Aprovechó ese instante de paz para volver a cambiar. Detrás de aquellos párpados cerrados volvían a encontrarse unos fulgurantes ojos amarillos, el cabello se alisó tiñiéndose de púrpura, oscureció el tono de su piel un par de tonos y volvieron las habituales curvas seductoras. La forma ósea volvía a ser la suya propia. Estar de nuevo en su piel era reconfortante.

 

Sin prisa alguna se levantó y empezó a recorrer el laberinto de nuevo, con la palma de la mano derecha casi pegada a la pared. Siguió girando. Derecha, izquierda, izquierda y luego derecha. Llegó un punto en el que el laberinto se abría, en mitad de la nada había una puerta esperándole. La puerta no parecía sostener nada o conducir a ningún sitio pero estaba esperando a Gatiux, y ésta lo sabía.

 

La Malfoy fue hasta la puerta y la abrió, adentrándose en la misma. Primero una cegadora luz blanca la recibió para dejar ver una sala llena de espejos. En todos se reflejaba Gatiux, todos iban al mismo compás, moviéndose al mismo tempo cuando ella movía un brazo o giraba la cabeza. Y pese a la misma identidad física no todos eran ella.

 

Comenzó a pasear por entre la maraña de espejos. Vistos de cerca cada uno tenían diferentes expresiones faciales, uno sonreía de forma socarrona, otro era el vivo retrato de la indiferencia, el de más allá parecía tentadora con una media sonrisa insinuante. Todas eran las caras de una misma moneda, de un mismo ser. El suyo. Paseando distinguió emociones como la euforia o la tristeza por la pérdida. Todos los reflejos estaban incompletos.

 

A lo lejos distinguió un fallo y se acercó hasta él.

 

Pese a que la Arcana les había dicho que se encontrarían en una sala donde todas las imágenes eran idénticas, había una muy diferente a las demás. La imagen le miraba fijamente, retándole a acercarse, llamándole con su recuerdo. Se encontró con una niña, cabello negro como el azabache y ojos esmeraldas. Esa había sido ella, pero no era la verdadera, era el cascarón que le había rodeado durante su niñez y adolescencia antes de que los poderes de metamorfomaga que manifestaran después de su letargo. Un canto de sirena tentándole.

 

Alargó la mano, quería sumergirse en la nostalgia para revivir la emoción de verlo todo con aquellos ojos. Cuando estuvo a punto de tocar el espejo se detuvo y cerró el puño. No, aquella no era ella. Los ojos verdes, pese a ser muy brillantes, estaban como muertos, sin vida alguna. Se apartó rápidamente y chocó la espalda con el espejo que tenía detrás. Le estaba llamando para atraparle y encerrarla con ella.

 

(NO)

 

Se alejó de la imagen proyectada de lo que un día fue y siguió recorriendo pasillos y pasillos de espejos. Encontrándose con uno que no se movía al tiempo que ella, en el centro del mismo se hallaba una Gatiux haciendo tareas que no lograban distinguirse, como si las personas a las que hablara o los objetos que estuviera manejando se encontraran fuera del radio del espejo.

 

La mujer se quedaba muy recta y miraba de forma desafiante mientras movía los labios, seguramente contándole algo a alguien del Ministerio de Magia, sus manos se cruzaban por delante entrelazando los dedos. Era la viva imagen de la eficiencia y seriedad, alguien que se responsabilizaba de su trabajo. Reconoció el gesto de frialdad y altivez que usaba con los que no conocía.

 

Se giraba para mirar a alguien con cara de atolondrada, (-¿en serio le pongo esa cara a él?-), sus ojos brillaban y mostraba una amplia sonrisa. Seguía moviéndose, ahora charlaba animada con gente, sentada en una especie de taburete invisible, seguramente soltando un comentario sarcástico por la media sonrisa y cómo levantaba la ceja. Una sonrisa ladina señal de que no estaba tramando nada bueno.

 

Era el reflejo completo, a diferencias de los demás éste mostraba cientos de expresiones, no una sola. Y Gatiux se reconoció en todas ellas. Iba sonriendo mientras se aproximaba al reconocerse. Cientos de expresiones para una vida animada como la suya. Amor, libertad, trabajo, diversión. Un puzzle complejo pero que terminaba encajando a la perfección.

 

- Eres tú, soy yo.

 

Gatiux tocó el espejo y el resto de reflejos desaparecieron. El último que había tocado le miraba ahora fijamente y le sonreía con orgullo felicitándole silenciosa por encontrar la respuesta justo antes de desaparecer como las demás. Era la puerta del final del laberinto. Éste había concluido dejando a la banshee a los pies de la Gran Pirámide donde aguardaban Amara y Mía. Inclinó la cabeza a modo de saludo y se puso a esperar junto a ellas, sólo faltaba Taurogirl.

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Bostezó aguardando algún indicio de que sus alumnas estuvieran a punto de llegar, no quería entrometerse en sus pruebas pues por primera vez no había sentido ese tirón a la altura del pecho que solía manifestar la necesidad de un tercero por ella; las brujas parecían haber llevado cada obstáculo al límite y superarlo a la perfección. Quien más la sorprendía de las tres era Mía, debía admitirlo sin tanta vuelta, agradecía que en ésta ocasión estuviese casi a los pies de la pirámide y no su nombre solamente dando vueltas en la cabeza de Amara por no presentarse.

 

Gatiux también se había ganado parte del brillo singular que revivía los ojos azules de la Arcano, la manera en que la muchacha había hecho acopio de su propia fuerza de voluntad para conseguir lo que quería, restablecer su tan preciada conexión con la habilidad, no muchos llegaban hasta el final de la prueba sin sentirse agotados y preguntarse si realmente valía la pena. La joven Malfoy se había topado con su verdadero yo mucho antes de ser la mujer que era y ni siquiera ello la tentó, el rencor que en su corazón latía hacia su progenitora y demás, Gatiux simplemente había continuado escalando malos momentos.

 

—Mía, Gatiux— Saludó de repente, su mente mermaba pensamientos mientras de Tauro nada se sabía. —Espero estén listas pues han llegado ante la gran pirámide. aquí dentro entre tanta bella oscuridad encontrarán una puerta que las conducirá a su desafío final, uno tan personal que ya no contarán con mis ojos para guiarlas, sean precavidas y vuelvan a mi. ¿Están listas?

 

La pregunta final sería la llave que abriría el portal hacia cada prueba, Majlis jamás sabía con qué se toparían sus alumnos una vez cruzasen dicha puerta, en ocasiones los había regresado en el tiempo, a algún recuerdo feliz o todo lo contrario para que lograsen dominar la Metamorfomagia sin ser dominados ellos mismos por los sentimientos. Otras veces los enviaba a un futuro incierto y quizás ficticio donde deberían luchar contra lo incierto o a suplir la vida de otros con pocos recursos y conocimientos, solo valiéndose de su don personal.

 

Todo era probable, la parte más divertida para Amara, así que ansiosa aguardó la respuesta de ambas féminas para escoltarlas al interior de la pirámide y aun, porque era su deber, esperar a Tauro.

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El tiempo. Un bien valioso pero subjetivo. Se estira como un chicle para aquel que espera, convirtiendo los minutos en horas, y pasa volando por aquel que está concentrado en un cometido. Es engañosa su percepción aunque sea para todos la misma. Allí, a la salida del laberinto esperaban a la que faltaba. Quizás estuviera perdida dentro de las intrincadas paredes del laberinto, recorriéndolo sobre los mismos pasos, o en su propia mente. La única que podía saberlo con certeza era Amara, el resto sólo jugaban con la suposición.

 

Los ojos amarillos de Gatiux subieron hasta el cielo, concentrada intentando adivinar el tiempo transcurrido. Su mano izquierda masajeaba la nuca, allí donde se encontraba oculto el tatuaje de líneas y puntos que se hizo semanas atrás, escondido bajo la larga melena violeta. Un gesto inconsciente, como si aquel gesto fuera a darle suerte o algo parecido.

 

Amara volvía a preguntarles si estaban listas. Gatiux la miró a los ojos y asintió.

 

- Estoy lista, Arcana Majlis.

 

La Malfoy tomó aire y sonrió. No era de las que huían y menos en aquel punto, cuando ya llevaba recorrido tanto camino. El final estaba cerca, sólo debía superar el reto al que le sometiese el portal. Enfrentaría todo lo que fuese necesario y volvería a casa. La emoción de lo que estaba por venir vibraba en el aire. La impaciencia de una nueva aventura.

 

Conocía sus miedos, sus cicatrices, y eso le hacía fuerte para seguir caminando hacia delante. Igual que sucedió en el laberinto, cuando éste le intentó tentar con una imagen del pasado que estaba fuertemente ligada a su ser. Aunque el laberinto de espejos había sabido perfectamente donde atacar, ya que ahondó en la nostalgia de la banshee. De cuando se camuflaba entre la multitud con un aspecto más normal. De cuando decidió cambiar de aspecto para siempre.

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