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Herbología - Marzo 2017


Sagitas E. Potter Blue
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Puso los ojos en blanco.

 

Babilia y su compañera se dedicaron unos minutos a discutir sobre quien daba la clase <<Acaso no ven que estamos a punto de morir por un proyectil vegetal>> Se atrevió a mirar ya que habían cesado un poco los proyectiles y vio a Babilia removerse y cambiar de lugar .

 

<<Por favor que no toque nada por favor que no toque nada>> Pensaba

 

Y de hecho,no lo hizo aunque estuvo apunto de hacerlo, el problema fue que parece que el negrito tenía una cierta habilidad por atraer problemas y más específicamente atraer las plantas más peligrosas .En ese momento el miraba unas flores muy coloridas que estaban sobre un mueble.

 

- Si si muy bonitas las usaré en mi boda pero ¿sabes ? no creo que.. . ¡Babilia! ¿Pero que haces?

 

Daba gritos, el ayudante daba gritos como si le estuvieran cortando un brazo en ese momento. La morena por un momento se asustó pensando que de verdad algo grave le había pasado. Se olvidó por un momento de la otra planta que parecía haberse calmado sola y corrió hacía Babilia que se había quedado atascado pero al llegar vio una nueva sorpresa

 

-!¿Un lazo del diablo?! ¡Cómo es que tienen esas plantas tan peligrosas aquí! - Curiosamente era la única planta que conocía de las que habían visto no sabía porqué tal vez lo había leído en algún lado - ¡Fuego! A ellas no les gusta el fuego pero Babilia cálmese por favor .

 

El Ugandés no paraba de gritar y aunque por una parte estaba bien porque podía alertar a alguien del castillo para que viniera a rescatar a los 3 tal vez Niko. . . Si morían ¿despedirían a Sagitas? Esperaba no tener que saberlo .

 

-¡Incendio ! - Gritó para hacerse oír sobre los gritos de Babilia y de su varita salió una pequeña llamarada que bastó para asustar lo suficiente al lazo del diablo que ya le llegaba a la cadera al ayudante de Sagitas - Bueno déjame ver si te puedo sacar.

 

Tiró hacía su lado con toda la fuerza que su licantropía le permitía (lo cual era suficiente) y pudo sacar a Babiulia de donde se encontraba atascado y cayó al suelo ¿será que si le lanzaba un desmaius tendrían menos problemas?

 

-Charlott ¿estas bien? - Preguntó pensando que hace mucho no escuchaba a su compañera ¿la habría atrapado alguna planta carnívora o algo así?

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Babila estaba demasiado ocupado para resistir el ataque de aquella planta como para felicitar a una de las alumnas por su futura boda. De momento, le preocupaba más el no ser comido por aquella planta que le había reptado por el tobillo y ascendía hasta su cintura. Babila era un hombratón acostumbrado a la vida dura de un poblado donde no se llora, pero le hubiera gustado hacerlo para alejar lo asustado que estaba. En su pueblo se reirían si supieran que el negrito había sido comido por una planta; lo que nunca habían conseguido los animales de la sabana, los mosquitos de la fiebre verde ni sus cuatro mujeres juntas, lo iba a conseguir un maldito lazo del diablo. Pero lo que más le preocupaba era...

 

-- ¡La Señà Sagita senfadará conmigo pó revelá su secreto sobre ánde esconde las planta que son peligrosa i proibías pá el consumo de lo magos! Seguro que me va a despedí -- ahora sí que tenía ganas de llorar. -- No li digan ná de ná deste lazo der diablo. No lo rompan, que no senteré ke lo emo visto...

 

La chica de pelo castaño le ayudó con la planta y consiguió que le soltara con un Incendio.

 

-- ¡Mae mía! Usté tié una fuersa descomuná. Sá de tirá mú fuerte pá sakarme a mí del burejo ande estaba escondío... -- Babila tenía un cierto tono de admiración por la muchacha que tanto sabía de herbología para haberle sacado de aquel entuerto. -- Li devo la vía...

 

Babila se incorporó. Sin embargo, el apretujón de la planta le había desollado la piel alrededor del tobillo, con lo que tropezó al apoyarse en él y cayó al suelo.

 

-- No... No a pasao ná, no se preokupen de mí... Esto sakos mán servío de corxón.

 

Los sacos sobre los que había caído era el mejor abono del mundo para hacer crecer las plantas. El aroma del estiércol se extendió por el invernadero. Babila se movió, feliz, sobre aquellos sacos rotos.

 

-- ¡Míen, míen...! É kaka de dragón. Ezte é el mejó abono pá los jardine. La señà Sagita tié suerte poke é mú caro pá compralo pero ella tié muxos dragone i le sale gratis. La defekiasión de lo dragone é muy olorosa y desagradable pá alguno orfatos -- para el suyo no, a Babila no le disgustaba ese olor. -- Pero su manipulasión no é peligrosa.

 

Babila se puso a reír mientras intentaba levantarse a la pata coja.

 

-- L'abono de dragón solo é peligroso si está justo bajo él kuando... ya sabéis, kuando el animaliko está evacuando.

 

Babila se sentó en una silla que pareció temblar bajo su peso. Se levantó un poco la túnica y se miró el tobillo. Estaba todo raspado, necesitaba una poción milagrosa de las que él creaba pero no se había traído ninguna. Se pasó un dedo por la piel lastimada y soltó un quejido.

 

-- ¡Uiiiii! ¡Lele, lele...! -- era un gemido triste pero enseguida recordó lo que solía usar su jefa en estos casos. -- Ustede dos, a vé si ménkuentran la planta esa..., la..., aivá, no makuerdo del nombre. É una planta sanaora que kura a linstante. Pero sá de tené kuidado, una vé la señá sagita iso saltá una xispa a su lado y tó se quemó... Argo de que lansan efluvio a laire ke son inflamavle i tó arde. Si lencuentran... A vé si me sano er tobillo. é de í a buská a la Señà Sagita, que paíse ke sá perdío.

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-Lo que me debes son varias horas de mi vida- Susurró para si sin que el escuchara .

 

Pensó que sería útil que su próximo conocimiento fuera primeros auxilios porque tanto ella como profesora y como alumna siempre pasaban cosas peligrosas,a ver si pedía hacer prácticas en el cuchiitril de la orden donde curaban gente aunque en los últimos tiempos había cesado un poco su actividad.

-¡Pero que asco! - exclamó claramente asqueada por ver a Babilia revolcándose en la caca de dragón - Eso es antihigiénico Babilia ¿Babilia es que te llamas? - No se acordaba si ya el negrito les había dicho su nombre pero se atuvo a lo que dijo su compañera de clase.

 

No era sanadora pero no le parecía correcto en primera estar sobre las bolsas de abono que empezaban a distribuir su agradable olor por todo el invernadero y en segundo lugar que Babilia con esas heridas abiertas estuviera contaminándolas aún más.

 

- A ver si sale de ahí senor y se lava un poco las heridas y un poco su túnica - La túnica de él estaba embarrada de sangre, abono y tierra y ya resultaba bastante desagradable - Y déjeme ver si encuentro algo en el libro.

¿Y que había hecho el libro? Lo había dejado botado en alguna de las meteduras de patas de Babilia pero ¿a dónde?

 

- Charlott ¿lo has visto? Digo el libro ese que estábamos usando al principio - Su compañera seguro se había rendido de estar esperando a Sagitas y se había quedado en un rincón mirando el espectáculo dramatizado por el ugandés - ¡Allá está!

 

Corrió hacia el detrás de un árbol no sin fijarse atentamente que las demás plantas estaban tranquilas y no la iban a comer o lanzar objetos Abrió el libro y empezó a buscar por el índice hasta que encontró lo que buscaba "Plantas Curativas"

 

- A ver a ver quitar vómitos plantas para la diarrea...plantas para la locura - Se detuvo un momento a pensar si sería ético darle alguna de esas a Babilia y rechazó la idea al ver al pobre tocarse las piernas donde estaba sus heridas <<Primero hay que curarlo>> - El díctamo es una hierba curativa muy potente y con poderes restaurativos que puede comerse cruda para curar heridas poco profundas (P). Planta con puntas espinosas que hace estornudar a los dragones-Leyó.

 

Se puso a recorrer el invernadero en busca del famoso díctamo hasta que unos 5 minutos después por fin la encontró

 

- Mira la he encontrado no sé muy bien como se pone - Le dio las plantas se imaginó que él ya había visto a Sagitas hacerlo.

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Ya quedaba claro que babila no era ningún maestro, simplemente había decidido colaborar un poco en la clase. Cada cosa que asía babila terminaba en un absoluto caos. Se había quedado estancado en un lugar muy extremo el pobre clamaba ayuda.

 

-Señor. Tranquilícese tratare de sacarlo de ese lugar.- La verdad era muy gracioso verlo en esas circunstancias. El pobre babila estaba luchando por salir de aquel lugar, pero era imposible no reírse, cosa que no ice ya que hubiese sido de muy mala educación hacerle mofa al negrito.

 

-Que quiere que haga? Utilizo un hechizo o quizás emplee fuerzas y lo saque de allí.- Trataba de darle esperanza pero la verdad era que no quería ayudarlo ni un poco, tal vez se merecía lo que le estaba ocurriendo. Por un momento quería salir corriendo y dejarlo allí, sera que lo hago? o mejor lo ayudo? o ninguna de la dos?. Llegue a la conclusión mas coherente. Ayudarlo.

 

-Esta bien esta bien pero tranquilícese señor. Compañera que solución le damos a esto.- Fue lo único que se ocurrió la verdad no quería ser antipática pero no me interesaba para nada lo que pasara con el señor. La clase estuvo bien, aunque con la maestra hubiese sido mucho mejor. El negrito me ponía de muy mal humor. Probablemente mi compañera le ayudase pero eso si de mi parte ese señor no recibiría ni un asta luego.

 

-Pero ya contrólese señor.- Era un total fastidio los gritos se escucharon el todo el lugar resultaba ser algo muy vergonzoso.

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-- ¡Babilaaaaa! ¿Pero qué es este olor...?

 

Entré en los invernaderos del Ateneo y me sorprendió muchísimo encontrarme allá a dos chicas y al secretario de la tercera planta. Traía en las manos una urna de cristal con un manojo seco hojas y me quedé estática, mirando a todos. Poco a poco, uniendo comentarios de lo que se decía, entendí (más o menos) lo que había pasado.

 

-- ¿Ya empezó el período de clases? ¡Ohhhh, lo.... lo lamento! -- Las dos chicas eran conocidas por mí, puesto que eran miembros del bando. Entendía que ellas estuvieran allá, esperándome para empezar la clase de Herbología. ¿Pero qué demonios hacía Babila en los invernaderos? -- Bien, sentaros detrás de una de las mesas y poneros los delantales y los guantes antes de tocar nada.

 

Avancé hacia mi mesa y noté que los libros estaban corridos, que mi diario estaba cerrado y que me faltaba uno de los ejemplares más cotizados de mi libro "Mil hierbas mágicas y hongos". Dejé encima la urna con aquella flor rara y contemplé el rostro de mis compañeras. Después observé el destrozo en el suelo, los sacos de abono esparcido, el olor a pus de la planta, algunas vainas en el suelo...

 

-- ¿Alguien me explica qué ha pasado aquí? -- Fue cuando noté que Babila estaba herido, sucio, que mis compañeras parecían estressadas y con ganas de irse, que parecía que había estallado una hecatombre entre las plantas y que alguien había hecho pupa a mi Lazo del Demonio.

 

Puse las manos apoyadas en las caderas y les lancé una mirada asesina a todas.

 

-- Exijo una explicación de cómo tres personas adultas son capaces de meterse con una pobre plantita. ¿Y qué es eso de molestar al Bulbo Tubérculo? ¿Y encima os herís?

 

Estaba enfadada, ufff, muy enfadada.

 

-- Me despisto un minuto y... ¡Destrozáis el invernadero! ¡Suspendidas, estáis las dos suspendidas! -- Mi ira se había desatado, supongo que por el cansancio después de tres días buscando aquella hermosa planta. -- Y yo que me he ido a buscaros una planta curativa y con capacidad de resucitar. ¡Os iba a enseñar cómo usar sus hojas para levantar a los muertos y...!

 

¡Leñes, esa información no era la que quería dejar a mis alumnas, sobre todo porque era un acto ilícito! Sonreí de forma forzada.

 

-- ¡Naaaa, es broma...! Esta Rosa de Jericó es sólo... hem... esto... decorativa... Podéis iros, estáis aprobadas... Ya me encargo yo de curar a Babila.

 

Me dirigí al negrito y empecé a hablar con él, en susurros, moviendo la varita alrededor de sus heridas para curarle, mientras me compartía todo lo que había sucedido durante mi ausencia.

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