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Ajedrez Mágico.


Avril Malfoy
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Sus pasos sonaban en aquél lugar, como si estuvieran aplaudiendo la decisión de su dueña de entrar nuevamente allí, como si ellos de manera independiente, celebraran el camino de quien los manejaba. Es que en otro tiempo aquél solía ser su lugar en el mundo, su segundo hogar o mejor dicho, el único. Solía pasarse allí la mayor parte del tiempo batiéndose a duelo con el primero que encontraba, aprendiendo el manejo de los diferentes hechizos y, no mucho tiempo después, enseñándolos.

 

Pero esa Avril Malfoy que hoy se colaba en la Sala de Duelos Mágicos no era la misma que antes. Apenas conducía su propia magia, de casualidad accionaba su propia varita para canalizar sus poderes de siempre. Ahora la morocha era poco más que una sombra de lo que había sido.

De cualquier manera ahí estaba, buscando un no sé qué, quizás volver a sentirse con la capacidad de batallar, que su alma vieja se rejuveneciera con las sensaciones que la lucha mágica le había otorgado siempre. No sabía en realidad que buscaba, pero era definitivamente algo. Giró la antigua varita de sauce blanco entre sus dedos pulgar e índice preguntándose si sería tan añeja que habría olvidado como atacar y defender. No tenía idea.

 

Sus pies parecían tener memoria propia, pues la llevaron a aquella plataforma en la que tanta experiencia había tenido: el tablero gigante de ajedrez mágico. Los cerámicos del suelo eran cuadrados de medio metro por medio metro, intercalando entre blanco y negro, lo que lo hacía un cuadrado de cuatro metros por cuatro, ocho cuadrados por cada lado. En las dos primeras hileras tanto blancas como negras, enfrentadas, se encontraban las imponentes piezas hechas de mármol de carrara, impolutas. Estaban todas, encabezadas por el pelotón de peones.

 

La morocha esbozó una mueca con su boca mientras rodeaba a la Reina negra, siempre su pieza favorita, tallada con semejante exactitud que podía notarse su semblante, serio y poderoso. Ella, si bien llevaba el mismo color, no estaba tan imponente en cambio. Vestía su traje de cuero enterizo, aquél que había usado mientras vivía en la Reserva, que le permitía moverse con total facilidad gracias a su elasticidad. Sus cabellos, de un color ébano penetrante, estaban manchados con algunos mechones grises producto del paso de los años pero su mirada aún brillaba como cuando era la más joven líder de la Marca Tenebrosa.

 

Negó con la cabeza, burlándose de ella misma y se acomodó en cuclillas junto a uno de los peones mirando al frente. ¿Cómo podía haber pasado de ser la Reina a ubicarse ahora como un peón más? Inmersa en sus pensamientos no escuchó otros pasos, ni ningún otro ruido. Ella no lo sabía, pero estaba por enfrentarse a mucho más que un par de hechizos, tendría que enfrentarse a su pasado de cara y salir ilesa para comenzar su futuro, una vez más.

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¿Cómo había sido posible que estando en el momento más alto de su vida, de pronto haya caído hasta reducirse a la nada misma? Aún no entendía cómo había pasado todo lo que aconteció en día de su caída. Había perdido todo por lo que había luchado de un momento a otro. Ahora era un simple mago neutral, sin fama, sin poder, sin familia. El exilio autoimpuesto por tantos años lo habían alejado de todo lo que quería. ¿Qué había pasado con su amada mujer y sus hijos? ¿Dónde se encontraban en ese momento? Eran preguntas que no podía responder.

 

Durante las últimas semanas, Arcanus se había dedicado a visitar los lugares que frecuentaba antes de exiliarse. Buscaba pista sobre el paradero de su familia. Retazos de una historia que terminó de una triste manera. Extrañaba a sus hijos, recordaba todos los momentos juntos vividos, que no habían sido muchos, pero que eran realmente especiales para él. Aún no había podido olvidar a Avril, el amor de su vida ¿Cómo la había dejado escapar así? Estaba tan sumido en su ira que no se dió cuenta que estaba perdiendo cosas más importantes que el rango dentro de su ex bando.

 

Afortunadamente una idea apareció en la mente del joven. Le faltaba visitar un lugar al que Avril siempre concurría para tener sus duelos y solía gustarle bastante. Se dirigió hacia aquel tablero de ajedrez mágico gigante. Iba casi corriendo, por lo que agradecía llevar zapatos, pantalón de jean y camisa ya que podía hacerlo más cómodamente. Dentro suyo presentía que Avril se encontraba allí, o al menos lo deseaba con mucha fuerza.

 

Arcanus notó que allí, de cuclillas, se encontraba la silueta de una mujer. A medida que se iba acercando, podía distinguir más rasgos de aquella persona, pero no pudo saber quien era hasta llegar a su lado. Se sorprendió de sobremanera al ver a Avril, su Avril, allí. La morocha no había sentido la presencia de Arcanus que se había acercado sigilosamente. Se agachó junto a ella y poniendo una mano en su mentón hizo que levantara la mirada hasta que sus ojos quedaran a la misma altura. Algo no andaba bien, parecía que ella no sabía quién era el joven que estaba allí junto a ella. Su mirada y su semblante lucían muy diferente a como la recordaba ¿Qué era lo que le había pasado?

 

- ¿Avril? ¿Me recuerdas? - Preguntó con un toque de temor en la voz. - Soy yo, Arcanus - La voz se había transformado y había dejado paso a la emoción. No podía creer que al fin la había encontrado. Sin poderse contener abrazó fuertemente a la morocha sintiendo el aroma de su piel que nunca había logrado olvidar.

 

- ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí? - Preguntó atropelladamente. Tenía miles de preguntas que hacer, aunque le desconcertaba un poco el estado en el que Avril se encontraba.

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Y era pensando en su pasado que el mismo la había alcanzado. Evocando su vida pasada cuando la misma se arrodillaba junto a ella y la llamaba por su nombre. ¿Cómo creía por un solo segundo que habría podido olvidarlo? El. Su compañero incansable, quien compartía absolutamente todos sus gustos, la única persona en aquél mundo en la que la Malfoy confió. Y no la defraudó, claro que no. De un millón de almas tortuosas Arcanus fue el único que no la defraudó jamás.

 

Sin embargo ella no actuaba como se suponía que debía actuar una bruja. Apenas se vio envuelta en su abrazo la recorrió un escalofrío que no supo interpretar. Se puso nerviosa y lo único que pudo atinar fue a cubrir sus flancos bajando las antiparras que descansaban sobre su cabeza para cubrir sus ojos. Los últimos años había vivido entre basiliscos y estaba tan acostumbrada a usar las antiparras en caso de peligro y no su varita, que era lo único que sabía hacer. Se las volvió a quitar rápidamente, estaba salvaje pero no loca.

 

-Arcanus- dijo sin poder entender mucho de lo que estaba sucediendo.- Arcanus- volvió a mencionar su nombre como si le pareciera imposible poder decirlo y hacerlo real, ahí junto a ella. Y de repente los recuerdos la invadieron. ¡Como odiaba cuando eso sucedía! Una serie de diapositivas en papel fotográfico comenzaron a danzar frente a sus ojos. Ellos, siempre ellos, en contra de todos. Ellos juntos, aprendiendo. Ellos, saliendo a divertirse. Ellos, protegiéndose. Ellos, engendrando a dos hijos. Ellos, juntos en el poder. Ellos, perdidos por años. Ellos, reencontrándose. Siempre ellos. Arcanus y ella. Arcanus y Avril.

 

-Yo…vine…estoy bien…- balbuceaba la morocha sin saber muy bien que debía contestar. –No sé bien…de que se trata este mundo…pensé que estaban todos muertos, pensé que nunca…que estabas muerto- cerró el millón de ideas que divagaban en su mente en una frase. En una palabra: muerto. ¿Acaso ella había estado muerta también? Cada día que pasaba en aquél nuevo mundo la desconcertaba un poco más, pero el haberlo encontrado podía significar la punta del hilo del que se desenvolvería su cordura.

 

Se puso de pie poniendo un poco de distancia. Tanto calor humano la abrumaba, hacía que sus sentidos se nublen y que su pecho se cierre en una sensación de ahogo. Su relación con las personas estaba peor de lo que ella pensaba, hasta el momento no se había relacionado con nadie. –Volví aquí, era uno de los lugares donde solía estar. Estuve mucho tiempo viviendo…afuera. – no iba a decir donde estuvo ni que estuvo viviendo como un animal durante todos esos años. Prefería mantener el tema al margen. –Pensé en esto…vine a esto. – no sabía como explicar que había venido llamada por su pasado, que quería volver a sentir algo, que añoraba su forma de vida. Y se encontró con él. El destino no podía ser tan preciso.

 

Pensó en sus hijos. Nunca los habían criado con muchos remilgos, ellos siempre se las habían arreglado solos. Por eso mismo la morocha no sabía nada de ellos, ni de su padre. -¿Qué haces tu aquí? ¿Estás con Bastián?- lanzó ansiosa y evitó justo a tiempo que su voz se quebrase. Algo tendría que saber él de sus hijos, no podía ser que él también los hubiera abandonado así.

 

@Arcanus

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¿Muerto? La palabra resonaba en la cabeza de Arcanus. Tal vez estar muerto hubiera sido la excusa perfecta para que Avril supiera por qué no había ido por ella en todo este tiempo. La triste verdad era que la ira y el orgullo habían cegado al joven. Lo habían cegado tanto que había olvidado que lo más importante estaba allí con él. Como lo estuvo desde siempre, desde que se conocieron y supieron que tenían gustos similares. Desde que ambos eran personas respetadas por algunos y temidas por otros. Desde que la belleza, y sobre todo, la forma de ser de su amada Avril lo habían conquistado.


Ahora ella se encontraba algo cambiada, tanto física como mentalmente, pero al joven todavía le brillaba la mirada cada vez que la fijaba en quien era el amor de su vida. Se veía frágil como una mariposa, las cuales mueren fácilmente si son manipuladas sin cuidado. Notó como la morocha se alejaba de él. Dedujo que su exilio había sido peor que el de él, puesto que parecía que no tenía contacto con una persona desde hacía mucho tiempo. Ella tenía preguntas y el joven se las contestaría para tratar de que ella volviera a ser la mujer que antaño había sido.


- Bastian está... - Susurró y se quedó callado por un rato. No sabía qué decirle, o mejor dicho, no sabía cómo decirle que no sabía nada de él. Que los últimos rumores eran que había sido visto por el mundo muggle, despojado de sus recuerdos y transformado en vampiro. Ni hablar de Martín, que había desaparecido de la faz de la tierra.


- Bastian está perdido en el mundo muggle, creo que no tiene recuerdos, ya que de otra manera, supongo que estaría aquí en Londres y vive como un indigente - Observó la expresión de tristeza de Avril y enseguida continuó - Pero he estado buscando pistas sobre su paradero... Fue difícil encontrarte a ti, pero lo logré. También lo encontraremos a él - El joven acarició el rostro de la morocha buscando confortarla. Decidió que lo mejor sería decirle la verdad por más dura que fuera.


- En cuanto a mi... Pasé muchos años buscándote pero no tenía idea de dónde encontrarte. Fui descartando lugares a los que concurrías hasta que se me ocurrió venir aquí. - Le dijo a Avril. La morocha se veía tan frágil y desprotegida que era raro pensar que tiempo atrás había sido una Líder Mortífaga. Arcanus se preguntaba si aún conservaba sus habilidades mágicas o si se había debilitado.


- Pero ya estamos juntos. Podemos volver a ser los que fuimos y podemos buscar a nuestros hijos. No volveré a dejarte ir. - Le dijo a la morocha mientras apartaba un mechón de cabello que caía, tapando su rostro. La tomó suavemente de la cintura y la acercó hacia él. Acto seguido acercó sus labios a los de ella y dejó que aquella hermosa sensación invada cada célula de su cuerpo. Inspiró profundamente para impregnarse del olor de Avril, que nunca había podido olvidar a pesar de los años. Besaba esos dulces labios de forma suave, como disfrutando cada centímetro de ellos.


- Aún te amo ¿Sabes? Nunca dejé de hacerlo. - Le susurró al oído a la morocha y se mantuvo abrazado a ella, como si quisiera evitar que de pronto de desvaneciera. No podía creer que el amor de su vida había vuelto y estaba allí junto a él.

Editado por Arcanus
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@Arcanus

 

Amor. Juntos. Pareja. La Malfoy no recordaba como en algún momento pudo ser capaz de albergar esos sentimientos que ahora no eran más que palabras ella que se arremolinaban turbulentas en su mente desgastada. El decía que la había buscado, que había buscado a su primogénito también, pero que todo se había desvanecido. ¿Era por eso que Avril no había intentado volver en todos estos años? ¿Es que sabía que cuando volviera descubriría que lo había perdido todo? Y en ese todo tan inmenso lamentablemente también se encontraba ella misma, que estaba perdida.

 

El joven atrapó su cintura y la atrajo hacia él. La familiaridad era agradable, el sentirse por un instante en casa estando en sus brazos, el deseo de que todo vuelva a ser como antes comenzaba a impregnar el alma de Avril llenándola de ganas de vivir, de hacer, de seguir allí…

 

-No importa, estoy segura de que vamos a recuperarlo todo- dijo pensando en su hijo y en él, en su antigua vida y en lo que ambos generaban. Le devolvió el beso y hasta ese momento no se había percatado de su propia avidez, de su falta de humanidad y de lo que esos labios provocaban en ella. Se dejó acariciar como si eso fuera un elixir que comenzaba a curar sus heridas. –Vamos a volver a las filas oscuras, a seguir pelando por lo que queremos, a hacer de este mundo incomprensible el lugar que era antes…- decía dejándose llevar por los recuerdos y las sensaciones que Arcanus despertaba una vez más en ella.

 

Se formó un mapa en su cabeza. Un plan para recuperar a Bastián. Si ambos comenzaban a trabajar juntos una vez más, nada podía fallar, no había universo que pudiera contra ellos. Lo que no sabía era que esta vez el destino sería diferente. -¿Vendrás conmigo, verdad?- preguntó por inercia, pero de seguro que no conocía la respuesta…

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Por suerte las cosas estaban saliendo bien. Se habían reencontrado y ambos estaban decididos a buscar a sus hijos. El pasado había quedado pisado y había que concentrarse en lo que deparaba el futuro. Era hora de volver a poner las cosas en orden y retomar su vida. Arcanus seguía aferrado a Avril como si su vida dependiera de ello. Escuchaba embelesado a la morocha hasta que dijo algo particular.

 

- Vamos a volver a las filas oscuras, a seguir pelando por lo que queremos, a hacer de este mundo incomprensible el lugar que era antes… - Al joven se le cayó el alma a los pies. Aún no le había dicho a Avril que se estaba por unir a la Orden del Fénix. Tal vez ella creía que él aún seguía siendo fiel a la Marca Tenebrosa. Arcanus no tenía intención de volver luego de todo lo que había acontecido.

 

- Sabes que te amo y que estaré contigo siempre... Pero no puedo volver a la Marca. - Exclamó apesadumbrado. Clavó sus ojos en el suelo y luego susurró algo casi inaudible - Formaré parte de las filas de la Orden del Fénix - No sabía cómo la morocha iría a tomar la noticia por lo que se alejó un poco de ella y se quedó mirándola a los ojos esperando su reacción.

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@Arcanus

 

La tensión que tenía permanentemente en su cuerpo se había esfumado estando entre sus brazos, pero apenas por unos pocos segundos. El joven había cambiado todo con esa frase. ¿Formaría parte de la Orden del Fenix? ¿El?- No digas estupideces Arcanus – le dijo mientras daba algunos pasos hacia atrás ubicándose al otro extremo del tablero. -¿Tu? ¿El extermina aurores? No hablas en serio…

 

La Malfoy no lo podía creer, si lo hubiera escuchado de la boca de cualquier otra persona no lo hubiera creído pero ¿El porque querría hacerle una broma así? –Me estás diciendo entonces de que no eres la misma persona que yo admiraba, de la que yo me enamoré.- negaba confundida con la cabeza mientras sacaba su varita instintivamente. Sus ideales, sus metas, sus creencias. Sus aventuras. Todo perdía sentido si él no seguía siendo la misma persona.

 

-No puedes amarme con tus nuevos “ideales”, no seas incoherente- el desprecio emanaba de sus labios mientras su ceño se fruncía y por inercia su brazo derecho se alzaba a la altura de su hombro y lo apuntaba con su arma mágica, haciéndola girar sobre sus dedos sin decidirse a atacar. -¿Cómo vamos a buscar a Bastián juntos, eh? ¿Cómo podría dormirme en tu presencia sabiendo que querrías matarme en todo momento?- Le había dicho lo que menos necesitaba oír, había perdido la confianza en todo y eso lo ratificaba aún más. ¿Para que car.ajo habría vuelto a ese lugar?

 

Inspiró y sin meditarlo más gritó. -¡Sectumsempra!- justo un segundo antes de que el rayo de color verde saliera disparado de su varita con dirección al pecho de el que había sido su hombre. El mismo esquivaría cualquier objeto que pudiera encontrarse en su trayectoria para poder llegar al destino que Avril tenía pensado que llegue: Arcanus.

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Arcanus sabía que la noticia haría estragos en Avril, pero era necesario que lo supiera antes de tomar cualquier decisión. Apenas terminó de pronunciar sus palabras, el joven notó un cambio significativo en el rostro de la morocha. No le había caído para nada bien la noticia. El joven ladeó la cabeza decepcionado.

 

- No digas tonterías Avril. Te amo más allá de todo. ¿Acaso crees que dejaré de amarte? - En realidad era una situación bastante complicada. Al entrar a la Orden tendría que detener a Avril cada vez que intentara llevar a cabo lo que hacían en la Marca, porque en caso de no hacerlo, sería un traidor a su nuevo bando.

 

- ¿Matarte? ¿Pero que rayos dices Avril? Sabes que te amo y que jamás te haría daño - Exclamó el joven totalmente sorprendido y por primera vez agradeció que la Orden del Fénix no matara a sus prisioneros. No planeaba matarla, ni siquiera capturarla a menos que ella hiciera algo malo en contra de las personas. Por supuesto que quería ir junto a la morocha a buscar a su hijo. Pero al parecer ella solo podía pensar en los bandos.

 

- Sigo siendo el mismo. Mi personalidad es la misma, solo que mi varita ahora sirve a la Orden. También sigo amándote como el primer día y nada va a cambiar eso ¿Lo entiendes? - El joven sonaba desesperado. Avril no dejó que Arcanus siguiera hablando puesto que envió un peligroso hechizo hacia él. En una fracción de segundo el joven tenía su varita en alto para defenderse de los ataques de su querida Avril. Habían dueleado muchas veces entre ellos, pero siempre como compañeros de bando. Esta era una situación totalmente diferente y Arcanus sentía que Avril en verdad quería hacerle daño.

 

- Protego - Exclamó el joven con un elegante movimiento de su varita. Un escudo semitransparente apareció frente a él absorbiendo el peligroso hechizo que la morocha le había enviado. El joven estaba ileso pero tenía que hacer algo para defenderse si no quería terminar muerto.

 

- No es necesario que peleemos entre nosotros. La guerra de bandos está en pausa, hace mucho no hay ataques en Ottery. No hay razón para la cual dejar de amarnos - Decía con voz casi suplicante. No quería terminar así con ella después de haber pasado tanto tiempo de su vida buscándola. Sintió que todo se derrumbaba en un segundo y la felicidad de haberla encontrado se esfumaba lentamente.

 

- Silencius - Dijo a continuación apuntando a Avril. De la boca de la Malfoy no saldría palabra alguna al menos por unos instantes. Arcanus pensaba que lo mejor sería reducir a la morocha y luego charlar de manera más amena, sin varitas de por medio.

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Lanzó una carcajada que resonó en todo el lugar, rebatiendo en las paredes de aquella sala y recorriéndola entera. -¿Qué amas de mí, Arcanus?- le preguntó aún riendo, pero con el semblante concentrado y los ojos fijos en él. -¿Cómo puede tu personalidad ser la misma que antes? Lo que yo amo en ti ya lo has perdido con ese pensamiento…

 

Y mientras se protegía de su rayo mediante el escudo invisible que tan bien conocían ambos la mortífaga no perdió el tiempo. El libro que había adquirido se le vino a la cabeza, había cosas que nunca había probado antes y estimó que ése sería un buen momento para probarlas.

 

Y alzando ambos brazos, infló su pecho de aire y orgullo exclamando -Espejo de niebla… ¡Fuego maldito!- justo antes de ser silenciada. Después de haber pronunciado aquellos hechizos se quedó muda pero los movimientos de la morocha comenzarían a parecerle a Arcanus muy atemorizantes. Lo miró fijo y sonrió mientras un caballo de fuego llegaba a él con apenas dos trotes y lo quemaba de lleno, mientras la figura de ella le parecía imponente, poderosa y terrorífica. En su fuero interno, Avril esperaba que el mago cambiara de opinión.

 

Ya no podía hablar pero aún tenía la ventaja de la niebla que jugaba a su favor por lo que una violenta llamarada violeta salió de su varita recorriendo los cuatro metros lineales que los separaban y dejándolo inconsciente y chamuscado, cuando en su mente formuló el Fuego púrpura. Ella volvía a ser la que había sido, una vez más sentía esa intensidad en su pecho que se movía de arriba abajo en un rítmico movimiento.

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Algo extraño había ocurrido y Arcanus tardó en entender qué era lo que había pasado. Al parecer, luego de que él invocara su escudo protector, Avril intentó utilizar un hechizo pero nada salió de su varita. Por suerte Arcanus no había recibido hechizo alguno y lanzó un corto suspiro. El hechizo silenciador había cumplido su objetivo y Arcanus estaba listo para recibir algún ataque de la morocha. Pero nada sucedió...

 

¿Qué estaba pasando con la morocha? El joven recordó todos los duelos que habían tenido anteriormente y le parecía extraño que Avril tuviera esos errores en sus movimientos. ¿Quizás el haber estado tanto con criaturas habían mermado sus capacidades duelísticas? Si se encontraba en peligro y daba una actuación como esa, sin duda caería presa de los Fenixianos. Era una suerte que su oponente fuera Arcanus y que éste tuviera tan poco poder actualmente.

 

- Incárcerus - Exclamó el joven para que tres gruesas cuerdas salieran de la punta de su varita en dirección a la morocha. La primera ataría sus tobillos juntos, de manera que no podría moverse. La segunda iba dirigida hacia su cuello para estrangularla lentamente y la última de dirigía hacia sus muñecas que colgaban al costado de su cuerpo para apretarlas contra éste y que solo pudiera apuntar al piso.

 

- Morphos - Dijo luego apuntando a la pieza de la reina negra, que medía dos metros de largo aproximadamente y era de mármol, que se encontraba detrás de Avril y se transformó en una hermosa pantera que iba hacia ella con la intención de atacar su cuerpo para destrozarlo ferozmente. La morocha era muy hábil cuando se trataba de criaturas y de animales mágicos, pero al parecer tendría problemas con esta.

 

- ¿Estás diciendo que me amabas solo por ser un asesino despiadado? - Preguntó con un dejo de tristeza en la voz. - ¿Acaso no importa todos los obstáculos que pasamos juntos? - Le recriminó, decidido a ganar el duelo para poder tener una charla y aclarar las cosas de una vez.

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