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Libro de la Fortaleza~


Athena Rouvas
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Tal Felías se había confundido con sus Aethonans, puesto que estos jamás habían estado en la Reserva Newt Scamander sino que con la misma magia Uzza habían sido "capturados" y llevados allí por los guerreros para la clase, y más tarde serían devueltos a su hábitad natural, porque si, todavía quedaban algunos de ellos que corrían libres por algunos prados en diferentes lugares de Europa, quizás también en el resto del mundo. Ya más tarde le aclararía ese punto, no fuera a ser que quisiera devolverlos al lugar donde el Ministerio los cuidaba con recelo.

 

Desde donde estaba vio como ambos jóvenes conseguían "dominar" a los que tenían al frente. Si embargo, Avril aún no parecía querer lanzarse a por ellos.

 

—¿Esa vez no resultó el hechizo? —Preguntó a Malfoy. —Puede ser hecho no verbal, pero de todas maneras debes estar un poco más cerca como para que funcione correctamente. —Eran muy poco los hechizos que funcionaban a larga distancia.

 

No parecía el tipo de mujer que necesitaba ánimos de la profesora para poder realizar una tarea, pero si del tipo que cuando algo le incomodaba no deseaba demostrarlo. Habían pasado demasiadas personas por esa clase, y a la mayoría le gustaba verse como personas conocedoras de todo. Algo bastante más común de lo esperado en el mundo de la magia.

 

Arcanus volvió a su lado y no pudo menos que fruncir el ceño ante su peculiar comentario.

 

—Es bastante difícil que se chamusque si no le prendes fuego, tal vez alucinaste con el. Este volcán está apagado, ni fumarola tiene el cráter, por eso la Isla está habitada. Ahora, si le haces algo al Aethonan créeme que lo lamentarás después.

 

Su atención volvió a centrarse en Avril a ver si se animaba a intentarlo con alguno de los Aethonans restantes. Solo desvió la vista unos minutos para ver como le seguía yendo a Felías. Quizás seguía con esa idea de que eran suyos y por eso no le había costado demasiado hacerse con uno, pero lo cierto es que eran hechizos de fácil aprendizaje, por algo era uno de los primeros Libros. La dificultad era como escalar una montaña, a mayor altura mayor compromiso, si no no tendría ninguna gracia ni ciencia.

 

El Anillo de Plagas vibró por segunda vez en su cuello de modo que Rouvás se puso en alerta. Cuando decidió volver a la Isla de Pascua sabía de la existencia de algunas pequeñas criaturas que podían aparecer y darles un poquito de caos unos minutos. Todos eran magos y brujas consumados, no iba a representar un bache pero si una experiencia sobre como funcionaba otro de los artefactos.

 

—Creo que anda algo por aquí. . . —Mencionó a los que estaban más cerca. —Les está avisando también a ustedes. Así es como vibra cuando algo está cerca. —Haciendo alusión al dichoso anillo.

 

Había un zumbido cada vez más cercano pero difícil de deducir de qué punto exacto venía. Al final aparecieron por el lado del risco, volando a gran velocidad, tal vez enojados porque alguien los estuvo molestando, vaya una a saber cual era la verdad. Se dividieron en grupitos y fueron por cada uno de ellos. No eran amenaza pero tampoco sería gracioso terminar flotando por los aires si eran picados. Que extraño resultaba que estuviesen allí cuando eran oriundos de Australia, de seguro algún comerciante ilegal los trajo a la Isla.

 

¡Salvaguarda Mágica! —Al acto su cuerpo se volvió intangible y los billywig pasaron de largo. —Es una buena oportunidad, aprovechen de practicar este hechizo. ¡Felías, ten cuidado! —Más que nada lo decía por el Aethonan. Ellos volaban, pero no sabía que efecto podía tener la picada del billywig en ellos.

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Negó con la cabeza mientras sus cabellos se desordenaban. Tenía que volver a utilizar el hechizo en el que tanto había pensado. Orbis Bestiarium, pensó mientras intentaba ponerse en la piel del atheonan restante, el único que había quedado libre. Pensó en su fuerza, en lo que podría ser el movimiento de sus alas, en sus fuertes patas traseras realizando la danza que lo ayudaba a volar. Pero no sucedió nada. Claro, no le saldría a la primera aquél conjuro Uzza.

 

Inspiró, notando que sus compañeros ya habían logrado fácilmente la acción de dominar y no entendía porque a ella no le había funcionado. Quizás, en otros tiempos, había estado demasiado empeñada en dejar lo más libres posibles a aquellas criaturas, en atender todas y cada una de sus necesidades para que ellas pudieran sentirse como en su hábitat natural, que no daba en la tecla.

 

-Lo intenté…en silencio…pero por alguna razón…- repensó el hechizo en su cabeza, notando en su morral un zumbido que intentaba llamar su atención, pero ella no lo atendió. Claro, estaba concentrada en el Orbis, que debía lograr para poder continuar con la clase. –No es lógico que les salga a la primera- murmuró más para sí misma que para los demás y volvió a inspirar, llenado su pecho de aire puro y de valor. Repasó las palabras en el libro…Orbis Bestiarium, formuló bien claro en su mente y de repente un anillo dorado rodeó a una de las hembras, que de inmediato la miró y comenzó a planear elegantemente. Fue hacia la derecha, detrás de Felías y luego hacia la izquierda, pasando al lado de la profesora.

 

La Malfoy sonrió cuando vio que Arcanus se proponía hacer de las suyas, y pensó, como si fuera ella la que desplegaba sus alas y las batía, como el caballo alado pasaría justo por detrás de él, que se encontraba al borde del volcán y lo lanzaba empujándolo, haciéndolo literalmente volar hacia el centro del cráter. –¡Si los hechizos te salen a la primera debería salir de esto ileso, querido!- le gritó divertida, repasando mentalmente los demás conjuros que contenían los libros.

 

Pero no pudo concentrarse demasiado en lo que haría Arcanus, pues su anillo seguía con la vibración y la profesora justo acababa de mencionar que era lo que quería avisarles: una plaga. Escuchó a Rouvás decir un hechizo que la volvería incorpórea. Y si no tenía materia, nada podía afectarle. Intentó lo mismo: -Salvaguarda mágica- agitó su varita pero no notó nada. El hechizo no le había salido, una vez más. No sabía si era porque había enviado a Arcanus a volar y estaba enfocada en eso o si realmente la magia Uzza no era para ella, pero nada de lo que había mencionado la profesora había ocurrido en ella misma.

 

-¡No me sale profesora! ¡Explíqueme como hacerlo antes de que me piquen!- mientras sentía los bylling zumbando a su alrededor, apunto de picarla. ¿Podría usar el Orbis Bestiarum con ellos? Lo habría intentado, pero hubiera sido todo lo contrario a lo que su entrenadora les estaba diciendo que tenían que hacer. De manera que un pequeñpo caos comenzaba a darse en la Isla de Pascuas. Por un lado, Arcanus caía, empujado por el Atheonan, al vacío. Por el otro, Avril estaba por ser indefectiblemente picada por estos pequeños insectos a los cuales no quería matar y no se atrevía a dominar. No sabía que podía terminar todo aquello.

 

•••

 

Off: Hola xD

 

Pido disculpas si mi rol es alocado, lo que pasa es que me parece que el hechizo no puede salir bien siempre a la primera, más si los personajes jamás lo han usado. Por eso es que a Avril las cosas le salen mal xD creo que es lo más lógico que puede pasar. Cualquier corrección que tenga que hacer en mi rol, me lo indica y lo hago así, sólo que me parece más coherente y divertido de esta forma.

 

¡Muchas gracias!

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Luego de la experiencia vivida con los aethonans que le rodeaban se sentía extasiado por el poder que el hechizo aprendido del libro le había podido demostrar, un vínculo con sus mascotas que nunca había podido experimentar antes. Sus ojos se habían humecido y miraban en lo profundo de aquella bestia alada cuando un profundo sentimiento de desasosiego recorrió su espina dorsal. Bajó la mirada unos segundos, confundido, sin saber lo que le había pasado y volvió a levantar la vista hacia el caballo cuyo enlace había logrado tan solo unos minutos atrás para darse cuando que su propia visión había cambiado.

No eran sus caballos. Miró confundido a su alrededor, a los otros tres caballos ahora totalmente desconocidos que volaban sobre ellos, el aethonan que Arcanus había intentando incendiar... Eran bestias ajenas a las suyas y no pudo evitar preguntarse qué demonios había ocurrido. Miró perplejo a la profesora con la varita de ébano colgando de su brazo izquierdo, a su lado, sintiendo una leve vibración de un anillo al cual no le podía prestar atención. La extrañesa cambió y miró con auténtica vesania a cada de unos los presentes, intentando dilucidar quién había sido el causante del encantamiento confundus que le habían lanzado, dado que era la única posibilidad y explicación lógica que él haya confundido a cuatro bestias totalmente desconocidas en sus cuatro amados caballos alados.

-¿Quién...- empezó a decir en un susurro porque el estado de su cuerpo no le permitía hablar con más voz. De hecho, se preguntó dónde se encontraba y le costó todo un minuto completo, mientras miraba a su aldededor, de lograr comprender el escenario que le rodeaba. Pudo ver el risco de su izquierda con una pequeña y extraña nube que rauda se acercaba, la extensión de verde que se alejaba hacia el horizonte, el arona a sal que se sentía en el aire y le quemaba la nariz. Si, ya comprendía. Rano Raraku. Allí se encontraba.

No había podido identificar las palabras de la instructora ni lo que decía sobre uno de los anillos hasta que fue demasiado tarde y fueron invadidos por aquella nube que resultó ser un enjambre de Billywigs, unos pequeños insectos azulados que zumbaban con frenética fuerza. Cuando Felias se giró hacia donde se encontraban los demás, solo pudo ver a Avril que intentaba espantar a los insectos a su alrededor mientras le gritaba a la profesora por una explicación más clara de lo que deberían hacer. Y Arcanus... ¿Dónde estaba? Le buscó dos segundos más y allí lo vio, a los lejos, cayendo por el risco mientras era empujado por unos de los caballos. ¿Acaso era el que él había controlado? No lo supo, porque su estado de confusión por el hechizo que alguién le había lanzado le nubló la percecpción real de las verdaderas caractísticas de las bestias.

Volvió en si cuando sintió un pinchazo agudo en su brazo derecho; varios de aquellos insectos volaban alrededor de él buscando un lugar donde clavar su aguijón y Felias comenzó a agitar los brazos con vehemencia, olvidando por un momento que tenía su varita en la mano izquieda la cual comenzó a echar chispas rojas por su cuenta.

-¡Aguamenti!- un chorró de agua emanó de su varita cual Peña de Horeb y los insectos esquivaron el agua con su extraña velocidad de vuelo. Felias aún se sentía desconcertado, tenía los ojos ofuscados y le costaba concentrarse. Aún no podía quitar de su cabeza el hecho de haber creído ver (y establecer un vínculo mágico de aquel tipo, como la vieja civilización de los Na'Vi) a sus amadas mascotas. ¡Maldito seas Zeus!

-¡Avis!- una bandada de unas pequeñas aves negras partieron raudas de la varita de ébano y le rodearon mientras perseguían a los insectos, devorándolos. Eran mirlos, un tipo de aves que se alimentaba principalmente de insectos por lo que no tardaron en eliminar la mayor parte de los billywig y logrando que los demás se alejaran circunstancialmente del Snape con objetivo Avril y la profesora.

-¡Gracias por el aviso de que tenga cuidado, profesora!- le recriminó, dado que podría haberle avisado antes de aquel repentino ataque. -¿Y cómo haremos para practicar el hechizo si no nos dice cómo?- agregó mientas los mirlos negros volaban a su alrededor, defensivamente. No recordaba cuánto duraba aquel encantamiento pero no creía que fuera por mucho más. -No sé por qué demonios he aceptado venir aquí- Agregó por lo bajo. Y justo lo recordó, para hacer una detallada investigación de los peligros que conllevaba el uso y vínculo de aquellos libros para posteriormente, realizar una demanda como correspondía ante el Ministerio de Magia. Pobres aquellos que defendían los ideales Uzza.

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