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Prueba Libro de la Fortaleza~


Athena Rouvas
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Definitivamente no era cómo había planeado la parte lineal de la clase, pero ya estaba acostumbrada a que las cosas no resultaran así. Siempre había algo que se salía de control, alguien que se explayaba en alguna cosa, algo que no resultaba. No sería una clase de Libro si no pasara así. El problema era que tiempo apremiaba y a menos que quisieran terminar lo iniciado iban a tener que tomar la parte final en el mismo lugar y no en la playa de arena un tanto más blancas que estaba más abajo, por el lado contrario del acantilado.

 

—Si no quieres presentar la prueba final estás en todo tu derecho, Felias. No puedo obligar a nadie aunque considere que esté listo para ello. Así que tu decides. —Luego viró hacia Avril. —Tu también, Avril, nadie nace sabiendo, y eso es algo que se valora bastante créeme.

 

Después de todo vincularse al Libro no significaba solo salir sabiendo cada hechizo que entre sus páginas se exponía, o saber cómo usar cada anillo o amuleto; era más que nada sentirlo. Lo demás lo trae la práctica y el tiempo, como con todo nuevo poder. Así como la aprobación no pasa por vencer al oponente en el duelo final pero la mayoría se empeña en creer que así son las reglas, ojalá algún día pudieran cambiar un poco ese chip para pensar.

 

Ahora quedaba solo en sus manos el decidir qué harían.

 

Ya había perdido la cuenta de cuantas personas habían pasado por allí, pero eran contadas con una sola mano las que reconocían no aprender algo. Mismos que una vez afuera habían hecho maravillas con lo poco que tenían hasta perfeccionarlo.

 

—La prueba final es un duelo. —Aclaró. Les daría la información necesaria y dejaría que tuviesen la palabra final. —Uno entre ustedes dos, que son los que considero pueden presentarla. Podrán utilizar hechizos hasta neutral graduado, y por supuesto del primer y segundo libro.Y además tendrán la ayuda de los Aethonan, bueno del que intentaron o lograron controlar en la corta clase, pero solo ayudará una vez. Ustedes deciden.

 

Estar en situación de prueba no significaba que se cerraba la posibilidad de seguir preguntando dudas o de plantear alguna cosa más mientras no se desconcentraran de lo que estaban haciendo, así que esperaba que no se cerraran a esa opción.

 

El sol seguía pegando fuerte para hora, el viento también se arremolinaba un poco más en el acantilado. Según sus cálculos, en una hora más iba a llegar un grupo de turistas, de esos que hacen tours, todo debía volver a la "normalidad" antes de eso. Y por normalidad tomaba las cosas que podían cambiar en medio de un duelo, claro si es que se decidían a darlo.

 

 

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ *

 

@@Avril Malfoy @@Felias Snape Triviani

 

~Mismas reglas que un duelo común. No se pueden editar post. No se pueden agregar Off, todo eso va en el tópic de consultas.
~Si en 24 horas el rival no ha respondido se puede rolear que se envenena con un morphos. (En caso de no tener puente, enviaré yo un post)
~En el segundo turno los atacará un centauro a ambos.
~En el tercer turno se puede utilizar al Aethonan de la manera que se estime conveniente.
~Hechizos válidos para prueba: Hasta neutral graduado, libro de Aprendiz de Brujo y Libro de la Fortaleza.
~La prueba tiene duración de 5 días (21-03 al 26-03 Todo el día inclusive.) Por favor, intenten ser constantes, recuerden que tienen poco tiempo.
~Dudas y consultas en el respectivo tópic. Link

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Luego del pequeño y repentino ataque que habían sufrido de los billywig y de la pobre defensa que Felias había invocado (lo primero que se le había ocurrido; un chorro de agua y la repentina invocación de una bandada de aves), aún se sentía exaltado. A pesar de que lo que menos había hecho fue practicar o demostrar los conocimientos aprendidos para vincularse con la poderosa magia Uzza, la instructora había llegado a la insólita conclusión de que debían tener un duelo para probarse como capaces de emprender el camino que conllevaba aquel vínculo.


-Oh mi****- susurró cuando la mujer hubo terminado la corta explicación de lo que deberían hacer para demostrar que merecían aquel conocimiento. -No me he leído los libros. Maldición, maldición...- agregó..


Mientras la señorita Rouvás explicaba que podrían controlar a la bestia alada que minutos atrás habían subyugado, Felias aprovechó para tomar el monedero de piel de Moke y asió todas las joyas mágicas de su interior. Siete anillos cayeron en la palma de su mano y volvió a exhalar una maldición. A pesar de que tenían diferentes usos y eran ligeramente diferentes, parecía imposible diferenciarlos y más cuando uno no estaba acostumbrado a ellos. Solo pudo reconocer el Anillo de Plagas porque era el que había vibrado minutos atrás.


Snape miró a la instructora Rouvás y luego a Malfoy quien sería su contrincante en aquel duelo. No sabía que aún podría sentir algo como aquello y menos a esa edad, pero un escalofrío recorrió su espalda como un pinchazo infinito que terminó en su cabeza. Hacia muchos años que no se batía a duelo, y en esta oportunidad había dos componentes que complicaban la situación: por un lado, sabía y conocía por experiencia propia el poder duelístico de Avril Malfoy, por lo que solo un est****o le subestimaría. Por otro lado, los pocos conocimientos que tenía sobre los poderes de la Fortaleza le daban un aspecto amargo a lo que pudiese ocurrir a continuación.


Solo cubrió tres dedos con anillos, reconociendo el anillo volador porque lo había visto muchas veces en la mano de Licaón; lo puso en el dedo medio. Se sonó los dedos nervioso y miró una vez más a su alrededor: la verde planicie que se perdía en el horizonte, en el mar; la brisa que elevaba el cabello de los presentes y los hermosos caballos alados que habían alzado vuelo nuevamente planeando sobre los magos.


-Esto no me gusta nada, Avril- se había colocado a una buena distancia de ella, quizás a una docena de pasos, y se concentró en su figura. No entendía porque debía tener un duelo para demostrar los conocimientos de magia Uzza pero sabía era la única posibilidad de salir airoso, victorioso y con una historia que contar a El Profeta y llevar a cabo su cometido contra los guerreros. Debía poner fin de una vez por toda a esos elitistas. -Sabes que nunca te atacaría. No podría...-


Le observó a los ojos, era mirada gris tan inteligente que había dedicado a la protección de criaturas y cuyo gusto compartía con Snape mismo. ¿Cómo podría hacerlo? Atacar a un colega y compañero iba en contra de sus principios si no había intereses de por medio pero por otro lado, era la única forma de que la instructora determinase que era digno de la magia que, después de todo, querían aprender.


-Discúlpame Avril...- el único motivo por el que procedió, fue saber que ella sería lo suficientemente habilidosa como para defenderse correctamente. -¡Expelliarmus!-


Era un encantamiento básico y más defensivo que ofensivo, pero con el poder suficiente para desarmar al objetivo quien perdería tiempo para recuperar la varita. Un segundo antes de lanzar el hechizo Felias había hecho contacto directo con la mirada azul intensa como cielo en ocaso de la instructora, preguntándose si alguien en su posición disfrutaría aquel espectáculo. El rayo que Felias invocó partió de su varita con un estruendo ensordecedor que se alejó haciendo eco por la isla, de un color rojo vivo que le recordó a la sangre. Volvió la mirada al frente y se concentró en lo que sucedería.



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Abrió los ojos como platos cuando la profesora dijo que debían continuar con la siguiente fase de la clase, y que debían hacerlo con la mayor celeridad posible. -¿Qué?- preguntó sin saber si estaba haciendo bien en no responder correctamente a los hechizos Uzza o si estaba por ser desaprobada contundentemente. No le había salido uno bien. Negó con la cabeza, visiblemente nerviosa. ¡Si apenas se había deshecho de los billywig con un pobre inmobilus!

 

-¿Los…los libros, dice?- ¡Pero si no habían aprendido nada! Acomodó casi de manera neurótica los mechones blanquecinos que caían hacia el costado de su rostro y miró a Felías. Frunció el ceño ante lo que decía. Si había comprendido bien tenían que duelear, pero usando los poderes de los libros. Al menos ella sí se había tomado el trabajo de leerlos, pero le faltó la explicación de cómo lograr los conjuros. En general cuando uno aprendía alguna nueva maldición se le explicaba cómo conjurarla, como preparase mentalmente para lograrlo, en que pensar, en como concentrarse…acá nada era así. O te vinculabas o no. -¿Tengo que ganarle? Eso si…eso puedo hacerlo- dijo, confundida.

 

Veía como Snape sacaba todos los anillos y amuletos de su monedero. ¿Ella también tenía que hacerlo? ¿Tenía que hacer contacto visual con los mismos para que funcionaran? Eso la Rouvás lo había mencionado, no hacía falta, sólo se requería tenerlos cerca para que funcionaran. ¿O no? –No pidas disculpas, es un entrenamiento…- y de repente su oponente comenzó con la batalla, lanzando un rayo muy conocido para ella. En ese ambiente sí se podía mover.

 

En tan sólo un segundo, la mente de la bruja comenzó a trabajar. Podía herirlo de gravedad o desarmarlo también, realmente el hechizo de desarme no era el mejor para comenzar un duelo, pero lo que tenía que demostrar era que podía aplicar los hechizos nuevos, aquellos que los libros mencionaban, a la situación. Un duelo común y corriente no serviría.

 

-¡Sectumsempra!- no le importó nada y decidió a último momento, justo cuando el hechizo del vampiro la dejó sin varita. Avril rodó un par de metros a su izquierda, en donde había ido a parar su arma mágica, aquella que canalizaba toda la magia que corría por sus venas, y la recuperó en un santiamén. Sabía que su contrincante podría defenderse y manejar su ataque. Lo que no sabía era como aplicar los poderes Uzza. -¡Maldición!- soltó, impotente.

 

@@Felias Snape Triviani

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Pudo percibir el titubeo en el rostro de Avril, a quien miraba fijamente, luego de que el vampiro hubo lanzado su hechizo desarmador. Pero la determinación en el rostro de la Malfoy llegó justo a tiempo cuando lanzó un conjuro muchísimo más ofensivo de lo que Felias podría haber pensando.

-¡Ahhh! ¿¡Qué haces!?- exclamó con vesania.

El impacto del rayo le había desestabilizado y para evitar caer hacia atrás, giró levemente su cuerpo y una rodilla tocó el suelo. Con su mano libre, la derecha, cubrió la herida del hombro que había comenzado a emanar sangre, tiñiendo el blanco de su remera en un rojo intenso. No eran las únicas heridas que se había abierto pero no podía concentrarse en ello. Sus ojos se ofuscaron por un segundo ante la repentina pérdida de sangre y temió caer en la inconciencia. Cuando su mano derecha dejó la herida y la usó para apoyarse en el suelo, pudo sentir un pequeño temblor en la hierba aunque bien podría haber sido él mismo que temblaba.

Levantó la vista para ver a Avril luego de que perdió la varita y que esta había caído a varios metros de ella. Se estaba moviendo para recuperarla y así poder continuar el duelo pero a pesar de que ella no tenía varita, había logrado una pequeña ventaja sobre Snape debido que él estaaa cubriéndose de sangre cada vez más y ella se encontraba ilesa.

-¡Accio varita!- había levantado la mano izquierda con presteza, aún con la mirada nublada pero intentando conseguir una clara ventaja sobre ella.

Vio la oportunidad y la tomó. Antes de que Avril aferrase su varita del suelo, esta salió volando con un rápido movimiento hacia Snape quien la tomó con la misma mano izquierda, por lo que ambas quedaron juntas. El temblor del suelo estaba aumentando y Felias llegó a la conclusión de que no era él quien temblaba, no así. Malfoy estaba indefensa en ese momento por lo que se tomó la libertad de mirar a su alrededor, al centro del apagado volcán pero nada fuera de lo común le llamó la atención.

Las heridas estaban comenzando a ser un problema por la cantidad de sangre que había perdido; la remera que vestía tenía más rojo que blanco e incluso su pantalón de mesclilla había adquirido un tono marrón. A pesar de que siempre había sido bueno en la medimagia (o como algunos le llamaban, primeros auxilios) ningún encantamiento acorde para la situación le vino en mente. Pero como si algo en su interior hubiese escuchado su plegaria, algo en él vibró levemente y esta vez si supo era él. Tomó el amuleto que había quitado de su monedero ubicándolo en su mano mientras contemplaba el topacio amarillo que reflejó la luz del sol.

Los colores que emanaron de él no eran amarillo por el sol o la joya misma, no era luz blanca ni luz pura. Era la intersección del encuentro de luz viva con magia poderosísima, era dominio, vida y fuego al mismo tiempo. Parecía un arcoiris pequeño y brillante pero Felias supo que era algo más que simples colores: era octarino, un color púpura-amarillo-verdoso, una conjución de todos los colores pero con el agregado de vida porque no había otra forma de describirlo. Felias cerró la mano con fuerza dejando que el calor del amuleto de la curación cubriera su mano extendiéndose por su cuerpo y sintió como recobraba la compostura y algunas de sus heridas comenaron a cerrarse. Podía sentir la magia octarina violentada por los Uzza que se había hecho cargo de su propio dolor, volviéndolo a la vida, devolviéndole el sentir.

A pesar de que todavía se sentía débil, pudo ponerse de pie aún con el amuleto en su mano derecha cuando le vio. Era una criatura enorme, equina, con rostro humano y salvajismo puro. Habían pasado demasiados años desde la última vez que Snape vio un centauro y se preguntó porqué estarían allí, en una isla solitaria en medio del pecífico.

-¡Intrusos! ¿Cómo osáis intervenir en los terreros sagrados de nuestra Madre Tierra?-

Tenía un rostro cubierto de pelo y el cabello que llegaba a sus hombros, lacio y negro como la noche, se elevaba hacia atrás con la brisa que venía del mar. Se había acercado del lado de la planicie divisando primero a Snape, por lo que le miraba a sus bicolores ojos con una furia que prometía represalias. Snape se irguió temeroso dado que no era una simple criatura lo que los enfrentaba sino un ser con orgullo y poder, y eran ellos, los magos, quienes habían invadido su tierra.

-No queremos problemas- dijo Snape intentando que su voz sonara calmada pero sabía que no lo estaba. Conocía lo que un centauro podía hacer y solo magía muy poderosa podría detenerlos. -¡Lo que aquí hagamos no es de su incumbencia!-

-¡Rano Raraku pertenece al clan de la Arboleda! ¡No tenéis derecho!- su voz era potente, provenía del pecho con una fuerte vibración. Dobló levemente sus patas delanteras y cargó hacia Snape. -¡Os arrepentiréis!-

El temblor que sacudió la tierra fue tan intenso que el vampiro casi perdió el equilibro. Levantó la mano izquierda intentando lanzar un hechizo de desarme doble (debido a las dos varitas que portaba) pero el centauro no tenía arma alguna. Abrió su mano derecha dejando caer el amuleto y sujetó las varitas con ambas manos. Apenas cuando faltaban dos metros para la embestida, el hehizo Salvaguarda Mágica cruzó la mente del Snape quizás al recordar que la profesora lo habia utillizado para evitar el ataque de los billiwygs, y se volvió intangible en el momento. El centauro cruzó su cuerpo como si fuera niebla y Snape quedó perplejo en el lugar ante lo que habiá sucedido.

Se volteó con rapidez, mirando como el centauro se había detenido varios metros más adelante mimrándolo con ferocidad. Felias no sabía que pasaba por la mente de la criatura pero quizás había llegado a la conclusión que Avril sería un blanco más fácil por lo que se dirigió hacia ella.

-¡Avril! ¡Cuidado!- tomó la varita de la mujer y la lanzó con fuerza por el aire hacia su dirección. -¡Expulso!- exclamó con su propia varita apuntando a la varita de Avril, que le dió en el aire con la intención de volver a armar a Malfoy. No era su enemiga, no era su contrincante. Eran colegas y no iba a privarle de su artefacto por excelencia. ¿Sería sufiente el expulso para que cogiera la varita?

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Un excelente movimiento de Snape la había dejado sin varita. ¡Que rápido había sido! La mortífaga casi esbozó una sonrisa, pero el panorama que ahora se les presentaba no era de lo más alentador. Un centauro, una criatura semihumana muy celosa de su territorio había irrumpido el entrenamiento, y eso sólo podía significar problemas. Se puso a pensar como tratarlo, si intentaba poseerlo las cosas podrían ponerse peor, eran seres de lo más orgullosos. No, eso quedaría fuera de cuestión, aunque no veía muchas alternativas. Ni siquiera hacía falta usar aquellos anteojos que le dirían el estado de ánimo de la criatura, el mismo saltaba a la vista muy claramente: estaba furioso.

 

-¡Lo leí en las estrellas, los vi venir! – dijo el equino mientras ahora se volvía claramente hacia ella.- ¡Y no dejaré que destruyan nuestro hogar con esos poderes blasfemos!- y comenzó a correr hacia ella, a todo galope, haciendo que el suelo vibrara bajo sus pies. La morocha miró a Felías, más bien al lugar en donde estaba, pues estaba momentáneamente incorpóreo. Y ella, sin varita. Frotó las palmas de sus manos sobre sus lados, pensando frenéticamente que hacer.

 

Los centauros eran seres extremadamente raros, muy agresivos, de hecho el Ministerio los clasificaba con cuatro X y ella, con sus escasos poderes, no podía controlarlos. Intentar hacerlo jugaría en su contra ya que el centauro sólo se pondría más furioso. No eran sociables y no confiaban en nadie más que en ellos y en lo que les decían los astros. Eran muy habilidosos en las artes de la curación y astrología, y pasaban mucho de su tiempo buscando augurios en las estrellas. Exigían respeto y no toleraban invasiones de ningún tipo. Si lo atacaba, cosa que estaba totalmente en contra de su voluntad, vendrían los demás, pues solían vivir en manadas de entre 10 y 50 miembros. De hecho no entendía que hacía solo, y estaba alerta para saber si algún otro se avecinaba. Lo único que le quedaba era tratarlo con mucha diplomacia e intentar que se vaya por sus propios medios.

 

-Lo entiendo y lo respeto en demasía- aclaró la Malfoy alzando las palmas una vez que había recuperado su varita. –Nosotros sólo cumpliremos con nuestro entrenamiento y nos iremos, no pretendemos usurpar su territorio.- pero el salvaje estaba desbocado, no entendía razones. Rápidamente sacó de su morral el anillo de amistad con las bestias, el mismo la ayudaría a razonar con él, pues el objeto, combinado con su conocimiento de cuidado de criaturas mágicas, haría que el entendimiento con el mismo sea más empático. –Entienda que no haremos nada que le perjudique a usted ni a sus familiares, tiene mi palabra con esto…-

 

El anillo parecía tener efecto en él, ya que sin el mismo la Malfoy hubiera estado perdida. Fue frenando la marcha despacio, hasta quedar cara a cara con ella. Podía notar que su ímpetu mermaba y sus pensamientos comenzaban a ser más pacíficos. –Les doy dos horas más- dijo, finalmente. –Si vuelvo a verlos por acá después de ese tiempo, no seré tan benevolente. Les sugiero que hagan lo que tienen que hacer, y se marchen. Si no lo hacen…me volverán a ver- relinchó alzando sus patas delanteras mientras la morocha asentía y se marchó, perdiéndose en el horizonte.

 

-¡Este anillo sirve mucho, Felías!- dijo Avril casi sin poder creerse lo que había pasado. Al ser un ser de cuádruple X era muy difícil lograr una comunicación, pero con la ayuda del anillo y su propio conocimiento, la bruja lo había hecho posible.

Miró a su contrincante, algo débil aún, pues para estar completamente curado necesitaba una curación más. –No pensé que ibas a dejar que el rayo te de, anda. Perdóname.- le dijo mientras pasaba la varita por sus cabellos e intentaba reponerse de la reciente aparición. Pero el duelo debía continuar y al menos él ya no estaba herido de muerte. –Silencius- dijo y el efecto sería instantáneo. La lengua del vampiro se pegaría a su paladar y no podría decir una palabra más, por un tiempo al menos, mientras ella pensaba en cómo batallar sin graves consecuencias.

 

Decidió seguir callada, pues la charla con el centauro la había agotado. Pensó un efectivo Seccionatus. Era tan fácil utilizar los hechizos que siempre había usado, los de las magias Uzza se le tornaban bastante difíciles, completamente desconocidos para ella. Sin embargo las familiares medialunas salieron de su varita con dirección al hombre de la mirada bicolor, todas en grupo dirigiéndose hacia su torso, cabeza y extremidades.

 

- Solo estoy jugando, de éstas te defiendes. Son sólo pequeñas estrellitas, vamos- dijo la contradictoria bruja. No sabía como manejar aquél duelo, ni ningún duelo, sin algo de ataque para sazonar la cosa.

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Snape había estado centrado en lo que sucedía a su alrededor porque no quería perderse de nada, una mezcla de éxtasis, temor, y sentimientos demasiados fuertes para poderlos controlar. La presencia del centauro que no se sabía de donde había provenía y la eficacia de las acciones de Avril logrando que el mismo se alejara le daban la pauta a él que siempre había una método mágico para lograr las cosas.
-¡Buenas esa, larcho!- le dijo a Avril al ver cómo se las había arreglado para utilizar el anillo de bestias con su previos conocimientos en criaturas para convencerle de que estaban allí de paso y sin motivos contradictorios para los de su clase.
Quizás Felias esperase con demasiadas ansias que el duelo terminase para no verse en la obligación de realizar algún daño innecesario, pero se dio cuenta que Malfoy estaba dispuesta a llegar al fondo de la cuestión para vincularse con el libro. ¿Cuándo pasó que Felias prefería elegir el bienestar ajeno a la obtención de poder mágico?
Miró hacia los cielos, a los caballos alados que volaban pocos metros sobre ellos con alas tan grandes que provocaban sombras en la tierra y hacían que por momentos Felias se sintiese seguro. A pesar de que no les pertenecían, los aethonans siempre le habían causado un sentimiento de libertad. Por lo que se sintió terrible con lo que sucedió a continuación.
Cuando Avril le lanzó el silencius logrando que su lengua se pegase a su paladar (¿o se le habla cerrado la garganta?) e imposibilitando su habla, fueron pocas las cosas que podría hacer por lo que previendo cualquier tipo de acción que ella pudiese invocar, pensó en Orbis Bestiarum, logrando un efecto inmediato. Uno de los caballos, el que estaba más cerca de él, a penas a dos metros, fue cubierto por un enorme anillo de dorado indicando que se encontraba bajo la influencia de Snape.
El caballo descendió y se posó delante del vampiro, protegiéndolo de cualquier ataque que la mujer pudiese provocar aunque el efecto sobre el animal fuese de corta duración. Cuando Avril le lanzó las medialunas que volaron por el aire hacia su ubicación, fue el aethonan quién recibió los proyectiles en su lomo provocando que su pelaje se tornara rojo por la sangre.
-¡Mira lo que has hecho!- le prendió. -Son pequeñas estrellitas pero le has hecho sangrar.- podía escuchar la respiración entre cortado del animal, los relinchos de dolor y como batía con desesperación. Quizás aquello fue lo que provocó una abrupta desvinculación con la bestia, que se lanzó al aire con un rápido movimiento y dejando estelas rojas detrás. Babosas pensó, para devolverle con la misma monedad y que no pudiese hablar, pero al mismo tiempo que sintiese la repulsión en su interior. El rayo partió de su varita y cortó el aire con estruendo para impactar en la mujer y que emanasen babosas cual catarata de su boca.

 

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Abrió los ojos como platos cuando vio sangrar al caballo alado. No era su intención, pero siempre podía curarlo al finalizar el entrenamiento. De hecho lo haría, pero en ese momento lo esencial era usar todos los recursos posibles, incluidos y sobretodo, los del libro para salir airosos de aquél lugar. El alado restante aún se mantenía, como bien Felías había visto, a un par de metros justo sobre la cabeza de la Malfoy.

 

Orbis Bestiarum pensó rápidamente cuando vio que Felías creaba un rayo de su varita y en mismo tiempo que al rayo le tomó viajar hasta ella le tomó al cabello aterrizar justo enfrente suyo, para recibir el ataque, con un notorio anillo dorado a su alrededor dando a conocer así que el mismo estaba controlado por la mortífaga. Por suerte era un hechizo que ya había logrado en dos ocasiones y no le supuso problemas como los otros. Ahora el caballo regurgitaba caracoles sin caparazón sin parar.

 

Con todos aquellos recursos podrían estar dueleando por siglos. La magia de los Libros era muy poderosa, los guerreros Uzza bien sabían lo que hacían al combinar poderes con criaturas y si se sabía potenciar, la cosa se ponía bastante útil. Esperaba que Felías pudiera cambiar su ponión acerca de estas prácticas, que sumaban a sus conjuros de siempre. Avril parecía satisfecha con la información plasmada en aquellos volúmenes.

 

La estrategia estaba clara en su mente y Snape todavía tenía que terminar de curarse para librarse de su primer ataque, por lo que la morocha volvió a decir: -¡Sectumsempra!- y nuevamente aquel relámpago verde salió de su varita con dirección a su compañero. La idea era que no tuviera mucho respiro, aunque si fuera necesario Avril lo curaría. No era su enemigo, pero la prueba había que transitarla y no había mejor defensa que un buen ataque, ella siempre lo había dicho.

 

@@Felias Snape Triviani

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