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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Lo que un minuto oyó dentro de la mansión ahora lo había escuchado afuera. Cuando Black giró para ver de dónde provenían los hechizos conjurados y qué persona los había hecho, se quedó parcialmente sorprendido.

 

Su mente se vio transportada a una lejana noche con una extraña neblina que parecía rodearlo todo. La figura de una bruja en ropajes oscuros, apenas perceptible por unas leves flotantes y un par de antorchas colgadas de las húmedas paredes de la fortaleza oscura, lo esperaba a tan solo unos pasos. Black reconoció aquella mirada entre azul y gris, que decía mucho y al mismo tiempo tan poco.

 

Y allí estaba, de nuevo, bajo un cielo gris y una nieve que empezaba a caer con insistencia: aquella mirada, aquellos ojos.

 

—Pues yo —respondió Black.

 

La nieve hacía que su pelo se humedeciera lentamente, y las hebras platas parecían atenuarse ante aquella situación.

 

—¿Tratabas de asesinarte o asesinar al libro? —Ni siquiera él mismo estaba seguro de si su pregunta era una broma, pero podría serlo. Las manos ensangrentadas de la bruja lo alarmaron en un primer momento, luego entendió que no era una situación grave, al menos, no tan grave.

 

En el momento en que se dispuso a acercarse a ella, y agradecerle sus palabras de bienvenida, apareció una tercera presencia en la entrada de la mansión, a unos pasos de la puerta doble.

 

¿Acaso aquel día no pararían de ocurrir extraños sucesos?

 

—Claro, Goshi. Yo también soy Black —respondió entonces el mago de cabellos negros. Le estrechó la mano a la bruja, que se había confesado accidentada—. Reparo —murmuró apuntando a la moto. De repente, aquel medio de transporte se levantó y se vio de lujo, como si fuera recién comprado—. ¿Mucho tránsito… aéreo?

 

Cuando regresó la atención a Evedhiel, fijó su mirada perla en el libro.

 

—Luego podría echarle un vistazo si gustas. —Había recorrido el mundo buscando magia antigua y objetos que la contuvieran. Aquello no parecía ser algo que escapase a aquella rama de conocimiento que se había encargado de estudiar y profundizar durante años—. Creo que podría ayudarte.

 

Un minuto más tarde se encontró en la primera habitación al traspasar las puertas. Había varias personas pero lo más llamativo fue ver a Orión. Tenía la vista perdida, como si…

 

—¿Exceso de Pajum Erectus, abuelo? —Inquirió Black. Posiblemente aquel hombre que ya ni siquiera parecía ver, no iba a reconocerlo. No habían pasado mucho tiempo juntos, pero existía un recuerdo, uno un tanto lejano, en donde los Jardines Sumaes los había reunido.

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Una violenta ventisca parecía estar levantandose en el horizonte, y la bruja pareció percatarse a medias de un rastro de nieve fuera de los terrenos de la Yaxley, levantado por algun objeto al avanzar.

 

Los escasos minutos en los que la mirada perla de Martín analizaron a Evedhiel parecieron durar años; décadas: y el misterio que envolvía su inescrutable mirada la trasladó a la mazmorra donde se conocieron: A los intentos inútiles de la chica de impresionarlo en un área que no dominaba. A la paciencia inmensa del chico dibujando una y otra vez nociones de duelo en el aire de las que Evedhiel apenas había comenzado a entender. A alguna que otra conversación pendiente. Las mejillas de la bruja se tiñeron de rosado y algo nerviosa intentó focalizarse en la pregunta del chico, buscando las palabras adecuadas para contestar.

 

-Ja...- balbuceó la chica..-Mmmm digamos que cualquier resultado es apreciado- Dijo con media sonrisa- Vienes a desarmarme?- Añadió en un intento sutil de hacer que el mago recordase su ultimo encuentro , con una sonrisa burlona en los labios.

 

Una ola de nieve la borró sin embargo antes de que pudiese identificar de dónde provenía. Una bruja de aspecto jovial aunque algo molesta por su contratiempo se presentó ante ambos. Evedhiel apreció aquella interrupcion y agradeció mentalmente a la recien llegada que captase toda la atención de ambos.

 

-oh no!- dijo Evedhiel al escuchar la explicación de la nueva visitante- siento tu contratiempo… Yo no se mucho de artilugios mágicos, dijo langineando su mirada por un Segundo en el libro que tenía en sus manos y sintiendo la de Martīn haciendo lo mismo.- Pero quizás alguno de mis parientes pueda ayudarte..-

 

Abrió la Puerta finalmente y el calor del hogar mezclado con el olor de desayuno y café recien hecho la recibió

 

-Los Yaxleys estamos orgullosos de fabricar el mejor café Irlandés de todo Ottery, y la especialidad de Orión son los Haggis… aunque bueno…- dijo mientras los guiaba hacia la cocina- Siendo ambos Black Seguro sois algo orgullosos en reconocer que nuestro café irlandés es mejor que el vuestro- dijo de manera burlona, quedandose atrás un poco en el pasillo y dejando que sus invitados entrasen en la cocina.

 

La intención de la chica era rezagarse y avanzar hacia su habitación para desaparecer como en las ultimas semanas. Al fin y al cabo el libro la llamaba y la aparición de los ojos en el Seguro que requería pago inmediato… siempre podia tomar su tan ansiado te de canela más tarde si tan solo..

 

Las palabras de Martin la sacaron de sus pensamientos. El chico parecía haber adivinado su plan y la chica no sabía si de una manera educada o preocupada le brindaba su ayuda. La bestia interna del orgullo de la chica rugió consternado, imaginando todas y cada una de las presumpciones que el chico estaba hacienda en su Cabeza tras ver los intentos nulos de Evedhiel en la nieve. Su parte menos irracional.. pedía a gritos ayuda.

 

-Soy una bruja lo suficientemente independiente como para que…además estas presuponiendo que..- Respiró, contralriada como intentando ver las intenciones de Martin.- Nadie puede ayudarme- dijo finalmente.

 

La figura de Orión rodeado por sus demás parientes en la Yaxkey vació su mente de pensamientos. Los ojos del mago parecían estar recubiertos de algo opaco parecido a una tela. Evedhiel olvidó sus planes y avanzó a la cocina, sumida en la preocupación y los intentos de no reirse ante el comentario de Martīn.

 

-Que te ha pasado?- dijo mientras se acercaba a los fogones y agarraba tazas con un contenido humeante.

 

La nieve azotaba en las ventanas como iniciando el principio de una tormenta. Las nubes tapaban cualquier resquicio de sol y hacía que el aspecto de Orión pareciese aún mas fantasmal.

 

Evedhiel le sirvió una tazade café irlandes a Goshi y a Martin y dejó algunas mas sobre la mesa para sus familiars.

 

-Hacia donde te dirigías?- preguntó a Goshi, mientras Orión era analizado por Gatiux y sentado en uno de los sillones de madera

 

Dejó el peso del libro a un lado de la mesa por primera vez en dos meses tan solo para agarrar con ambos manos doloridas el calor de su taza de te de canela. Dirigió una mirada rápida a Martín preguntandose el motive de su visita.

 

Y finalmente sumergió sus labios en el té

Editado por Evedhiel

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Encontrarme con alguien de la familia era uno de los métodos infalibles para robarme una sonrisa, por lo que escuchar las palabras del Black fueron muy gratificantes para ese accidentado momento. No llegué ni a emitir una palabra como respuesta que su varita hizo un movimiento fugaz y pude notar, al mirar a mi costado, que la moto se había recompuesto por completo. Me giré nuevamente hacia el Black con las mejillas enardecidas. ¿Cómo no se me había ocurrido un hechizo tan sencillo? ¿Acaso llevaba congelado también el cerebro además de las manos?

 

- Muchas gracias. - Me froté las manos por sobre los guantes y exhalé una bocanada de aliento frío de mis labios.- La helada me ha jugado una mala pasada... No se dan una idea de lo intensa que es la nieve por encima de los árboles.

 

Mi mirada se desvió de la del Black y volvió a posarse en el rostro de la Yaxley.

 

- Agradezco mucho tu hospitalidad, con pasar un rato a calentarme las manos estaré bien. - Metí las manos en los bolsillos de mi tapado.- Y tendré que probar ese café para comprobar tu teoría.

 

Acomodé la moto a un costado del camino de piedra y me dispuse a seguir a los dos hechiceros hacia el interior de la mansión. A diferencia del Castillo Black, la Manor Yaxley contaba con una sala concurrida y activa. Siguiendo con la mirada los pasos de Evedhiel, pudo notar pasando la puerta de la cocina la presencia de dos magos que conocía bastante, la Malfoy, con su inconfundible figura de ojos amarillos y cabellos violáceos, y Orión, con quien también tenía el gusto de compartir familia.

 

Algo ocurría con él, pero en la lejanía me costaba deducirlo. Sin desviar mi atención de la cocina, me acerqué a la mesa e hice lo que creía más correcto, que era tomar asiento.

 

La pregunta de la Yaxley me abstrajo de mis pensamientos. Sacudí mi cabeza, como si intentara recordar con dificultad que habían sido de las últimas horas de mi vida, hasta que se me vino a la cabeza la imagen de una boda.

 

- Mi hijo... - Asentí con la cabeza varias veces.- Iba de camino a la Mansión Black Lestrange, al casamiento de mi hijo con Jennie, Jackie...

 

Chasqueé la lengua.

 

- Jessie!

 

Era la primera vez que Goshi hablaba de hijos para socializar. Generalmente trataba relatos sobre sus viajes, su complejo pasado o anécdotas de su trabajo en el Profeta, pero esta vez no tenía ganas de impresionar a ningún muchacho, lo único que quería era sentir un poco de cobijo y con mostrarse tal cual era alcanzaba y sobraba.

 

- ¿Y tú? No me has dicho tu nombre, me caes bien, eres simpática y amable, cosa que en este mundo es difícil encontrar... - Le sonreí.

 

Tomé la taza con ambas manos y sentí con alivio cómo el calor que desprendía la vasija se impregnaba en mis dedos. Llevé el café a mis labios y fruncí el entrecejo en señal de aprobación apenas el intenso sabor rozó mi lengua.

 

Casi escupo todo lo que había ingerido en ese sorbo de café al escuchar la broma del Black hacia Orión, pero tuve la suerte de contenerme y limpiar las pocas gotas que se escaparon de mis labios con una servilleta.

 

- Al parecer no soy la única Black a la que le pegaron fuerte los años...

Editado por GoshI

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Luisitha entró en la cocina poco después de Gatiux. La banshee se encogió de hombros, no tenía mucha información sobre lo que pasó antes de que llegara a la cocina. Los ojos amarillos de la Malfoy se pasearon por el resto de la cocina, mirando mucho más allá. No sentía rastro mágico alguno, tampoco había escuchado gritos que alertaran que algo malo estuviera sucediendo antes de que bajase a la cocina a desayunar.

No lo sé. Cuando llegué ya estaba así. -contestó Gatiux- Pero no hay rastro de confrontación.

Entró alguien más a la cocina. Gatiux frunció el ceño. Le resultaba conocida, pero al mismo tiempo no ubicaba dónde podía haberlo hecho. Tal vez le recordase a alguien que cuya cara no venía a su memoria en aquel instante.

¿No nos conocemos, verdad? -la Malfoy se aproximó hasta la recien llegada Paprika- Soy Gatiux.

Regresó al lado del patriarca Yaxley para ayudarlo a tomar asiento.

Lo que dijo a continuación la distrajo durante unos minutos. Orión mencionó a Sajag, el Arcano de Videncia. Se quedó absorta en sus pensamientos, recordando cuando la llegada de aquellos magos había desestabilizado sus poderes años atrás. Cuando se había desconectado su espíritu animal, impidiendo la transformación que otros años atrás lograba de forma natural. Cuando la metamorfomagia drenaba su magia y sus energías y los cambios eran incontrolables.

Sigue siendo morado, pero más oscuro. No estás ciego de un modo normal, ¿puedes percibirlo todo? -preguntó Gatiux, sin molestarse en disimular el asombro en su voz- Espero que, por lo menos, no pienses escribir tu solo esa carta.

Le hubiese gustado bombardearlo a preguntas, sobre cómo era capaz de percibir el cambio de color en algo, si es que notaba algún tipo de nota discordante en su aura. Estudiarlo para saciar su curiosidad. En vez de eso, cambió su color de pelo al morado que solía llevar habitualmente, no quería descentrarlo más de lo que ya estaría por quedarse ciego.

Orión, siéntate ahí. Quédate tranquilo por un momento, yo prepararé tu té.

Gatiux hizo aparecer una pluma y un pergamino, decidida a escribir la misiva cuanto antes. Ayer ya era tarde. Garabateó unas cuantas palabras educadas en nombre de Orión, pidiendo cita con el Arcano. Fue cuando estaba doblando el pergamino que sintió que la puerta del Manor se abría y entraban varias personas charlando entre sí. Los ojos amarillos de la banshee viajaron hasta la entrada de la cocina. Evedhiel acompañaba a Goshi y a otro muchacho desconocido que sí parecía saber quien era Orión.

Hola a todos...

Lo primero en lo que se fijó fue en la falta de zapatos de Evedhiel, y tampoco iba demasiado abrigada para venir del exterior del Manor. Las manos de la muchacha estaban sucias y rojas del frío.

Evedhiel, ¿qué hacías fuera descalza?

Debería proporcionarle un balde de agua caliente para que metiese los pies. También faltaba el té de Orión y enviar la carta a la Universidad. Demasiadas cosas que atender.

¡Arthur!

Un crujido sobre el espacio vacío, tras éste apareció un elfo bien vestido. La criaturilla hizo una levísima reverencia.

Trae un balde de agua caliente para los pies de Evedhiel, debe tener frío, luego prepárale un té a Orión y por último quiero que busques a mi lechuza y envíes esta carta a la Universidad.

El elfo desapareció con la carta. Cuando volvió a materializarse en la cocina llevaba un balde de agua caliente que puso a los pies de Evedhiel. La criatura trabajaba de forma diligente, feliz de poder aparecer delante de los Yaxley por fin.

Curioso lo que trajo el viento. Otra vez Goshi cobijándose bajo el techo de una Malfoy. -dijo Gatiux después, sonriendo- Me alegra verte después de tanto tiempo. Eres bienvenida a quedarte aquí, escuché que el castillo Black está comido por moho y telarañas.

Ella mejor que nadie sabía lo que era vivir en un lugar inmenso totalmente vacío. La falta de vida en tu hogar podía llegar a asfixiar a cualquiera.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Quizá su tiempo fuera de la familia, del mundo mágico, incluso de de la misma humanidad la había hecho desacostumbrarse de ese tipo de situaciones, que para otros parecían tan cotidianas como para ella extrañas y desconcertantes.

 

Parpadeó un par de veces con incredulidad, tal vez aun estaba algo adormilada pero no había entendido mucho de la situación. ¿TÉ? ¿EN SERIO TÉ? las prioridades de su hermano nunca habían estado entre los puntos más brillantes de su personalidad pero en este caso el formato se había desviado a lo ridículo. Incluso algunos de la familia no parecían estar demasiado preocupados e incluso algunos parecían disfrutar del show, como la criatura que había entrado tras de ella a quien le dirigió una mirada confundida para luego centrar su atención en Orión.

 

Había escuchado del tal sayag, sayar, sa...algo, un arcano de magia poderosa, pero como nunca se interesó mucho por superarse a si misma en el campo de la magia(principalmente porque le atemorizaba algunas veces su propio poder) poco averiguó sobre el personaje y los otros grandes conocedores de aquellas artes mágicas.

 

Con mayor calma dedujo, por la relativa tranquilidad de Gatiux que la situación podría tener un motivo racional, lógico y de índole solucionable.

 

Aun así su ansiedad pasó de un ser a otro al poner atención en los otros tres chicos que habían entrado a la cocina, Dos chicas y un chico. Una de las dos primeras se le hacía familiar, parte de un recuerdo lejano y borroso por los años que habían pasado... y estaba cargada de raspones. La otra no parecía estar en condiciones distintas, tomó una taza y sentada estaba siendo atendida por el pequeño elfo que recién había entrado a la manor ¿Eso era sangre? ¿y que rayos era eso que había puesto en la mesa?

 

Un momento. ¿UN ELFO? eso era nuevo sin duda. Tendría que, en cuanto las cosas amainaran(lo cual no parecía ser una posibilidad en la familia) Preguntarle al patriarca acerca de todos aquellos sucesos que se había perdido y todas las reparaciones que se habían adecuado al nuevo hogar.

 

Pero primero lo primero.

 

—Quieren que...- Preguntó con voz baja y cautelosa señalando las manos de Evedhiel y los raspones de Goshi con el dedo indice —Me encargue de eso?-

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El arrastre de pies se hacía eco por la escalera que bajaba de los dormitorios hacia la cocina. La apesadumbrada bruja bajaba prácticamente a cámara lenta, como si la vida se le hiciera tonelada sobre sus hombros, restregando la suela de sus tenis escalón por escalón. Así, normal que cada dos por tres tuviera que remendar sus zapatillas.


Llevaría en la Manor apenas una noche. Ni siquiera había avisado a sus padres de su regreso. Normal, ¿a qué joven le gusta reconocer que se ha fundido los ahorros y que necesita de la caridad de su familia para volver a ser alguien? A nadie, por supuesto. Y menos con esas pintas: una bata medio caída, unos tenis roídos y un cabello más que despeinado que intentaba no deshacerse de un moño mal atado.


Una vez consiguió mantener el equilibrio bajo control, intentó remendar su aspecto todo lo posible antes de atravesar la puerta de la cocina. Se escuchaban voces dispares, lo que significaba que, obviamente, no podría desayunar sin que alguien le hiciera la más mínima pregunta. Ni siquiera sabría responder si estaba más cansada, por el hecho de haber dormido apenas cuatro horas con todo el trajín del viaje intercontinental, o más resacosa.


Maldita sea... —refunfuñó para sus adentros—.


Armada de todo el valor del que disponía en dichas circunstancias, la joven atravesó el marco de la puerta. No sabía cuánta gente se había reunido a desayunar aquella mañana. Demasiada, para su gusto. Se limitó a dirigirle la mirada a su padre, Orión, y a su tía Luishita. Miedo le daba la reacción de su madre...


Bu-buenos días —se limitó a decir mientras buscaba una silla desocupada—.

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La broma de la Malfoy me hizo sonreir agachando la cabeza. Ya era una cuestión de tradición y se trataba de algo así como una enemistad implícita entre las dos familias que trascendía con el paso de los años. Los Malfoy se creían superiores y con derecho a decir una sarta de ocurrencias, los Black no nos dejábamos pisotear nunca y nos rebuscábamos para contraatacar, pero nunca iba más allá de las idas y vueltas. Dicen que quienes comparten el odio, muy en el fondo se tienen un gran cariño.

 

- No sabía que este lugar era territorio Malfoy, voy a tener que actualizar mi mapa de guerra. - Le un nuevo sorbo al café y dejé la taza a un costado, me levanté de la silla y me acerqué para saludarla con un beso en la mejilla.- También me alegra verte.

 

Lo miré de reojo a Orión, sentado en una de las sillas de la cocina, y fruncí el entrecejo.

 

- No me quedaré por mucho tiempo, pero te agradezco por la bienvenida. Hola Orión... - Atiné a saludar con la mano hasta recordar que sus ojos no estaban del todo bien. La volví a mirar a los ojos a la banshee.- ¿Necesitas que te de una mano? Puedo pedirle a mi elfo que traiga algunos libros de la biblioteca de los Black.

 

Cuando me volví a la mesa para buscar mi taza de café crucé la mirada con una nueva asistente a aquella tan variada reunión en la Manor. Sus cabellos azules eran inconfundibles. Sólo conocía dos personas con esos rasgos, Taurogirl y Luisitha, pero de la líder no recordaba que sus ojos fueran de un azul tan intenso.

 

- Luisitha... ¿verdad? - Alcé una ceja y la tomé de ambas manos. - Qué alegría ver tantos Black reunidos...

 

Me crucé de brazos, poniendo los raspones al descubierto y me volví a girar a Gatiux.

 

- Ya ves por qué el Castillo está tan vacío, me los andan reclutando a los sobrinos desde otras mansiones sin consentimiento...

 

Sonreí y escuché atentamente el ofrecimiento que me hacía mi sobrina.

 

- Claro, puedes... - Examiné los raspones por encima.- No creo que sean muy graves pero viene bien que esas heridas cierren antes que me agarre la hambruna.

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Cuando escuchó la pregunta sobre desarmarla, la mente del mago galés volvió a un tiempo lejano en penumbras, rodeado de antorchas y velas flotantes, de agua deslizándose por los ajetreados muros antiguos de la Fortaleza Oscura. Era difícil disociar aquel lugar con Evedhiel, aunque en más de una ocasión se preguntó por qué aquella bruja había tomado la decisión de unirse al bando oscuro. Sin dudas la influencia de las familias de tradición tendría su peso.

 

Siguieron unos instantes en donde varias conversaciones se cruzaron. Orión parecía seriamente afectado por lo de la visión; la bruja que estaba a su lado, cuyo cabello era llamativo y violeta, saludó a los recién llegados.

 

—Hola, mi nombre es Martin Black. —A la bruja la conocía, también había formado parte del bando oscuro. Black recordaba aquello. Recordaba incluso que había trabajado en el hospital para magos. Sin embargo, al resto de las personas que allí estaban reunidas, no las conocía.

 

Caminó detrás de Goshi y cerca de Evedhiel, aceptando de buena gana la taza de café que acababa de ofrecerle.

 

—No seré yo quien niegue la buena calidad de tu café; pero dicen que los italianos son incomparables. —Bebió un sorbo y cerró los ojos. A decir verdad, el sabor era muy bueno. Tomó silencio un instante y se fijó en el libro, que Evedhiel había dejado a un lado.

 

Black aprovechó el instante en que un elfo doméstico hacía acto de presencia en el lugar y la bruja de cabellos azules, llamada Luisitha, se ofrecía a reparar las heridas de la Black y la sangre de Evedhiel, para tomar el libro entre sus manos de forma disimulada. Suerte que contaba con la experiencia de situaciones extrañas, de lo contrario, hubiese gritado al pleno contacto con aquel objeto encantado. Lo que él veía ya no era un libro sino una suerte de espejo que reflejaba algo demasiado distorsionado.

 

La presencia de una bruja pelirroja que acababa de llegar volvió a ganar la atención necesaria para que Martin se hiciera a un lado, mientras tomaba un nuevo sorbo de café y se resguardaba.

 

—Creo que sé cómo ayudarte —susurró por lo bajo, a un palmo de Evedhiel. Dejó el libro, que volvía a serlo en apariencias, al lado de su dueña.

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  • 2 semanas más tarde...

La destartalada cocina de la manor había conocido tiempos mejores, y la decisión rotunda del patriarca de no usar elfos como mano de orden podía apreciarse en el cumulo de utensilios de cocina que se acumulaban aquí y allá almacenados y limpios pero sin orden alguno.

 

El olor a canela de su te había transportado a Evedhiel momentaneamente fue de los terrenos de la Manor, mas allá del estanque de juncos y el temblo perdido-re-encontrado por ellos mismos- no hacía mucho.

 

La voz de una recien llegada la sacó de su ensimismamiento. Evedhiel no la conocía pero había algo en el gesto de la chica que le resultaba extrañamente familia. Le esbozó una media sonrisa que como de costumbre no se reflejó en sus ojos gélidos. La chica rezó mentalmente porque la recien llegada no tomase su apatía como un signo de mala educación.

 

Antes de que aquellos pensamientos la abandonasen por completo dos cosas muy diferentes pasaron casi al mismo tiempo:

 

Luishita, a quien Evedhiel había escuchado y visto a veces por el castillo pero nunca presentado formalmente, había tomado sus manos en determinación de sanarlas. O al menos acabar con la capa de sangre ya reseca sobre sus llagas y heridas. Evedhiel, tomada por sorpresa no se resistió demasiado. Ella misma había intentado sanarse en varias ocasiones de manera poco exitosa. Alargo sus manos posicionandola frente a ella y dejo que Lu las inspeccionara con el ojo clínico que ella misma poseía.

 

Al mismo tiempo y aprovechado el desliz de la chica, Martín había tomado el libro con el deseo de inspeccionarlo. Evedhiel apenas si se percató de los movimientos del chico y el momento exacto en el que el mago tocó el libro algo pareció desengancharse - de manera figurada- de la chica. Como si un peso enorme que ni siquiera sabía que llevaba se hubiese hecho liviano y pudiese por un segundo respirar mejor.

 

La ira se apoderó de la bruja, que se debatía entre la sensación de haber perdido algo que le hacía falta y la necesidad de encontralo y que nadie as pudiese desentrañar los pensamientos que había vertido en el. Retiró las manos de barreño con agua y avanzó decidida a Martin posicionándose a varios centímetros del mago agarrando una de las manos del chico de manera restrictiva y buscando con la otra su libro, pero para entonces el ya lo había dejado sobre el aparador cerca de Evedhiel.

 

-Creo que sé cómo ayudarte — susurró Martín aprovechando la cercania a la chica.

 

La chica lo miró fijamente por unos segundos que se alargaron en su mente para finalmente sonrojarse por la situación y su reacción. No se había percatado hasta ahora de la ferocidad de los ojos grises del chico. Soltó la mano de este cautelosa y se separó un poco de él intentando disimular su repentino ataque de ira alcanzando la taza de te y dando un sorbo de nuevo.

 

Necesitaba ayuda. Fijo su mirada en el libro mientras analizaba sus posibilidades. Era la segunda vez que Martín insistía en menos de 10 minutos. Posó su mirada en el mago de nuevo. Algo le decía que no era alguien a quien se le convencía con palabras.

 

-Digamos que...- añadió distraidamente, su voz eclipsada por el resto de conversaciones en la cocina,- considero el hecho de que puedas ayudarme- Le dedicó una mirada feroz preguntándose a si misma por que no relajaba su guardia- Qué sugieres que hagamos?- zanjó relajando su gesto

 

 

No estaba segura de si estaba dispuesta a confesar al chico los detalles de como el libro llegó a sus manos ni que exactamente lo mantenía aun con ella. Al menos no aún.Pero había decidido dejar que le prestase ayuda.

 

Quizás por miedo que su encuentro momentáneo con el libro le hubiese mostrado demasiado de la bruja.

 

--

 

La ventisca se había hecho violenta en los terrenos de la Yaxley. La nieve seguía cayendo estrepitosamente sobre los árboles. La fuente principal parecía la muralla sobre un reino helado y las nubes que cubrían los alrededores no presagiaban buen augurio.

 

Una figura encapuchada en una capa de viaje visualizaba la manor desde las sombras. Alzó por un momento su varita y la tormenta pareció corresponderle incrementando la nieve que caía en cortina, acumulandose en la fachada de la manor y dificultando la visión en las ventanas y puertas que iban poco a poco y sin que ninguno de los Yaxley se percatara imposibilitandoles la salida del edificio.

 

-Tik...tok..- susurró la figura encapuchada.Y cuando estuvo lo suficientemente lejos se desapareció con un leve clak

 

 

 

-

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Si le hubiera hecho caso a mis instintos y dejado la moto en el castillo...

 

Meses después, incluso años, me lo lamentaría, porque todo lo que iba a ocurrir, desde aquel momento en que la Yaxley me invitaba a su mansión en adelante, no era más que una cadena de sucesos que llevaban a algo oscuro, muy cercano a la tragedia.

 

Pero mi yo del pasado estaba est****a, disfrutando de un buen café mientras conversaba con la recién llegada Valentina y la joven Luisitha me curaba los rasguños de los brazos. Las bromas con Gatiux y Orión se mezclaban con el cuchicheo entre Evedhiel y Martín, y yo estaba en mi salsa, con una pizca de curiosidad por los secretos que compartían y la fuerte huella de un mal mismo de mi antigua profesión como reportera que era sumamente contagioso: las ganas de estar en todas las conversaciones a la vez.

 

Cuando la Black terminó con su trabajo sobre mis heridas me levanté de la silla y me acerqué a la puerta de la cocina, achinando los ojos para enfocar una de las ventanas que daba al frente de la Manor. A esa distancia no distinguía lo que realmente estaba pasando, y si me hubiese acercado lo suficiente aún habría tenido tiempo de advertirle al resto de la familia.

 

- Vaya... Nieva tanto que no llego a ver mi moto desde aquí.

 

Me di vuelta, dirigiéndome nuevamente a los presentes.

 

- Alguno me puede prestar su lechuza, me gustaría avisar que llegaré un poco tarde a la boda.

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