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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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- ¡¿¿NECESITAN MÁS AYUDA??!!

Gatiux miró a la cocina, y luego al desconocido. No parecía que les fuera a atacar de un momento a otro, más bien agotado y aliviado por poder descansar un poco. Maida parecía aterrada. Tal vez creyera que el tiempo que sus tíos habían pasado fuera habría disminuido su destreza mágica, pero aún tenía unos cuantos trucos bajo la manga y podría encargarse de un mago medio moribundo.

- Tranquila, está todo controlado. -alzó la voz para dirigirla en dirección a la cocina-

Ahora que había curado la herida del mago este parecía haber recuperado el habla. Parecía asombrado de que vivieran en aquel lugar. Vale que la fuente de la entrada necesitaba que alguien quitara la hojarasca y reparase las grietas, y que el jardín era un completo desastre porque el Cancerbero de Gatiux se empeñaba en jugar con las flores y hacer hoyos, pero quitando eso, la Yaxley era un lugar acogedor, estaba reformado y decorado de forma que no le faltaba detalle alguno. Un hogar.

- Sí, vivimos aquí. -dijo Gatiux- ¿Quien eres y que haces en nuestros terrenos?

Cualquiera que llevara algún tiempo en el pueblo sabía de quien era cada terreno, eso significaba que el desconocido no era de Ottery. Gatiux podría trazar mentalmente un mapa de donde se ubicaban las mansiones y castillos vecinos. Incluso de los que etiquetaba como "indeseables". ¿Quizás estaba desorientado? No había comprobado la temperatura del chico.

- ¿Te importa que compruebe tu temperatura? Ese tipo de heridas pueden provocarte una septicemia, lo que explicaría la desorientación y la confusión.

Puso la mano sobre la frente y al contacto con el muchacho pasó algo extraño. Una serie de imágenes pasaron por la cabeza de Gatiux, todas eran escenas claras y coloridas sobre momentos concretos. En una de las escenas Orión preparaba huevos con bacon para desayunar mientras charlaba con el muchacho desconocido con mucha confianza. Apartó la mano como si se hubiera quemado al contacto. Le faltó poco para gritar. Los ojos amarillos de la banshee estaban muy abiertos por la sorpresa, miraban detrás del chico, hacia las paredes, el techo y la puerta. Por suerte Orión estaba en un ángulo que no pudo ver el gesto de horror en el rostro de Gatiux.

- Tu temperatura está bien. Creo que te recuperarás sin problemas. -compuso una sonrisa luego insistió- Me gustaría que te explicaras. ¿Te perseguía alguien?

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Tenía sentimientos encontrados con aquel grupo mágico. Podía sentir de alguna manera que confiaba en ellos, actuaban claramente con naturalidad porque cualquier mago que se metiera en mis jardines significaría lo mismo para mi. Pero tal vez yo le hubiera mandado al cancerbero que tenían en el patio para que se fuera. Meter a alguien ajeno, podía significar un problema para mi hogar. Negué con la cabeza.

 

La hermosa bruja volvió a tocarme la frente. ¿Por qué le había dicho que si? El contacto fue hermoso y me había quedado estupefacto tras su desenvolvimiento. ¿Quién gritaba desde el otro lado? Volví a mirar al joven que me había ingresado a la casa. Y a la bruja.

 

Oye, preguntaba porque este lugar es perfecto. Pensé que no había nadie —era un experto inventado historia, tramando cosas, consiguiendo favores, pero en ése momento estaba nulo. La voz de mi madre aparecía una y otra vez, maldita bruja. ¿Me habría hechizado la mente para que eso suceda? “¡Idi0ta, eres uno de los nuestros!” Cada vez que reaccionaba mal ante su comentario de volverme un poco más sociable. Lo intentaría—. Puede decirse que si. Aunque tranquilos, que logré alejarlos.

 

Rasqué un poco mi barbilla y me alejé solo unos pasos más. Necesitaba aire, pero no podía irme sin más. No estaba seguro si me dejarían vía libre. Debía acudir a la credibilidad.

 

Tuve un mal encuentro con un par de magos. Me quisieron sacar lo que me pertenecía y les di su merecido. Pero ése último hechizo no pegó donde quería y tuve que irme sin dudarlo —claramente que no les contaría del objeto. No quería levantar demasiadas sospechas pero tenía que admitir que nadie era tan amable como ellos en ésos tiempos que corrían—. Mi nombre es Mael, llegué hace poco a la Gryffindor. Pero ése sitio… —¿Qué iba a decir? ¿Qué había una pelea interfamiliar y en cualquier momento explotaba todo?—. Necesitaba tomar un poco de aire, y doblé por el camino incorrecto y llegué aquí, lo lamento.

 

Miré de reojo los cristales que mostraban el exterior. Era difícil de explicar pero allí no había el mismo ambiente tenso que en la Gryffindor. Y mi local ayudaba a refugiarme de la gente pero aún no estaba abierto al público, faltaban algunas cosas. Me acerqué a la ventana, disimulando que miraba el lugar y corroboré que los dos magos no volvieran a pasar, atravesando el cielo.

 

¿Dónde consiguieron un cachorro asi? Estoy seguro que si me quedaba diez segundos más, me comía la pata —exageré a modo de chiste. No era bueno para los chistes ni para romper el hielo en el ambiente—. Gracias por su atención, señorita… —era a modo de pregunta, si pero no me agradaba toda esa parte protocolar. Esperaba que me dijera su nombre como el del caballero a su lado. Gran caballero.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Su vista estaba clavada en la ventana. Con semblante serio, viendo de un lado al otro por si alguna presencia extraña osara acercarse un poco más de lo debido. Escuchaba la conversación un poco de espaldas. Después de todo, el tampoco conocía al muchacho. Cuando Gatiux le había preguntado sólo se encogió de hombros y se puso en rol de vigilancia.

 

- ¿Doblaste por el camino incorrecto? Oh, muchacho, cualquier camino que no sea el de la Gryffindor es el correcto.

 

Arrugó la nariz. Orión sabía que esa familia tenía un largo historial de familia fenixiana (ignorando todos sus giros de trama de esos momentos). Dejó que Gatiux se encargara de las heridas. Si fuera por él, le pondría un poco de miel en los cortes y un parche bien rústico. El bosque le había enseñado un par de cosillas, pero siempre había una mejor forma de hacerlas, claramente. Ignoró (otra cosa más) el movimiento que hizo ella sobre Mael, cuando le puso la mano en la frente.

 

Y menos mal que no lo hizo, ahorrándose un tedioso discurso sobre las repercusiones que podrían haber causado esas visiones. Porque eso fueron. Gatiux estaba entrando en contacto con el mundo del que Orión llamaba cotidianeidad. Temita interesante para la historia, de eso estoy seguro. Mientras tanto, él seguía buscando algo que ni él mismo sabía qué.

 

Hasta que lo encontró.

 

A lo lejos, en la línea del bosque del ala oeste de la Manor había una figura. Se trataba de algo alto, oscuro, con ojos como dos estrellas pequeñas. Sólo se podía ver una silueta desde donde estaba él. El cuello lo tenía como con felpudo. De una cara larga y ovalada salían varias astas que se entrecruzaban entre ellas. Una ironía Yaxley. Orión entrecerró los ojos mientras veía a la bestia desaparecer entre la bruma de un día húmedo e invernal. Cerró la cortina.

 

- Te recomiendo que por el momento… no salgas, ¿quieres tomar un poco de té?

 

Vio como Mael buscaba por la otra ventana de la sala rastros de sus persecutores. Si supiera que el verdadero peligro estaba en tierra…

 

- Ella es Gatiux y yo Orión, guías de la Yaxley. Esta es la reliquia de lo que fue una antigua familia… Y la hicimos hogar. En la cocina está el resto de la gente, tranquilo. Aquello que… “te pertenece” ¿tiene alguna maldición? Para estar seguros y preparados, claro.

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Levanté ambos hombros ante su comentario de la Gryffindor. Era extraño para mí relacionarme con otras familias de magos, claramente de donde provenían, no había tantas de ellas (ni tantos muggles). Por lo que la imagen de las familias y lo que pensaban de cada una de ellas, me era totalmente ajeno. Eran las primeras personas que me encontraba en tierra londinense, las cuales, hacían un comentario con ése tono sobre mi familia.

Miré al mago de ojos azules, Orión. Y la hermosa bruja Gatiux y asentí a modo de agradecimiento.

Claro que si. Aceptaré con mucho gusto —aunque no emití ninguna sonrisa. Miré una vez más por la ventana, claramente que había notado su estado de alerta del guía Yaxley hasta los terrenos. Abrí un poco más los ojos ¿Cómo sabía lo del objeto? Tal vez era legeremántico, como yo. Aunque no estaba seguro, porque si no, no habría preguntado—. No debes preocuparte de nada. Solo tomaré un té con ustedes y me iré.

Me había puesto nervioso. Principalmente porque aquello era una señal de que no sabía de qué hablaba Orión. Cuando la gente hablaba sobre maldiciones, a veces lo hacía sin ninguna intención, pero no sabían a lo que había sufrido junto a mi familia. O mejor dicho, lo que había sufrido. Pensar en aquella laguna mental y en los malos sucesos que habían ocurrido en Lockstone, me estremecía la piel. De hecho eran como imágenes muy pocas pero que gracias a la oclumancia ocultaba muy bien. Jamás la podrían ver. Ni siquiera yo.

Disculpen por mis manos vacías. No suelo acostumbrar a tomar el té con la gente —tal vez preguntaba para desviar el tema y que me dijeran que les gustaba, podría traerlo si era necesario—. ¿A qué se dedican? —pregunté, sabiendo que había más familiares en la cocina.

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  • 2 semanas más tarde...

Gatiux asentía educadamente a lo que contaba Mael, como decía llamarse el mago, mientras en su interior se preguntaba si debía intentar conseguir la información de otra forma, aplicando la Legilimancia, por un lado podría procurar ver si la historia cuadraba pero por otro no quería invitar a nadie a su mente sin saber qué habilidades tendría o que intenciones ocultas. Siempre podían girarse las tornas y acabar compartiendo información suya. Además, sería de mal gusto si el mago se daba cuenta de la intromisión en su propia mente.

La historia que estaba contando le sonaba familiar. Alguien que va a robar algo y le pillan infraganti. Cuando intenta escapar le dan alcance y lo dejan medio moribundo. Gatiux se preguntó si intentaría desvalijarlos a ellos o sólo estaría interesado en lo que fuera que hubiera sustraído aquella noche. Sin duda ella podría dejarlo mucho peor que los inútiles que no habían logrado acabar con Mael.

La expresión ceñuda de la banshee se suavizó cuando le preguntaron por Trasto, su cancerbero, que corría por el jardín con total libertad, sin la opresión de una cadena que lo atara a su enorme caseta.

- Lo conseguí en una Subasta que hicieron para recaudar fondos para San Mungo hace años. -contestó Gatiux- El dinero fue a parar a una buena causa al tiempo que me llevé un raro ejemplar. No hay muchos así en Ottery.

- Gracias por su atención, señorita…

- Malfoy... Gatiux Malfoy.

Orión seguía mirando por la ventana, por lo que no le pudo ver la cara cuando invitó a Mael a quedarse. Tal vez él hubiera visto algo en sus visiones que le llevaron a aquel punto. Gatiux, aunque estaba un poco intranquila con todo el tema relajó los músculos que había mantenido en tensión hasta aquel momento.

-Son tiempos difíciles para los magos. -dijo Gatiux- Hay enemigos en todas partes, tanto mágicos como muggles.

Por todo lo que se había enterado de lo que les había contado Aaron en la cocina, el mundo era puro caos. Con gente persiguiendo a aquellos que tenían sangre mágica corriendo por las venas. Una guerra pasó, otra se avecinaba.

- Tenemos un par de habitaciones vacías si necesitas quedarte. Tienen una cama con un colchón, y hay sábanas limpias y mantas en el armario.

Gatiux se dirigió entonces a la cocina, se asomó para tranquilizar a la gente que estaba en guardia allí, con las varitas en alto para acudir a la ayuda de los patriarcas Yaxley en caso de ser necesario. Hizo un gesto de calma mientras a golpe de varita hacía que se abrieran unos armarios y saliera el juego de te indicado.

- En el salón hay un invitado nuevo en nuestros dominios. -dijo a modo de explicación- Se llama Mael, son tiempos locos y no dejan de perseguir magos.

El juego de té salió hacia el salón, volando mágicamente, por supuesto, y aterrizando sobre la mesa baja.

- Yo soy desmemorizadora en el Ministerio de Magia. Trabajar con mentes siempre es interesante. -respondió Gatiux- ¿A qué te dedicas tú, Mael?

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Miró por la ventana durante unos segundos observando como los animales se alejaban y luego volvió a sentarse en su cama para seguir con sus asuntos personales. Dentro de las personas que había conocido tras su ingreso en la Marca Tenebrosa se había encontrado con magos y brujas excepcionales, poderosos, interesantes, peligrosos y peculiares. Dentro de ese último grupo se encontraba la mujer que le había comprado en la Subasta Mortífaga.

 

Había alguna peculiaridad en ella que le agradaba hasta el punto de considerarla una amiga. Posiblemente nunca fuese una amistad con la que quedaría frecuentemente para ir a dar una vuelta por el Callejón Diagon o la Fortaleza Oscura, pero sí le caía lo suficientemente bien como para que si le dieran a elegir a cualquier persona para matar, sería una de sus últimas opciones. El australiano no era un hombre que tuviera muchas verdaderas amistades.

 

 

********

Un grupo de lechuzas entraba en la propiedad de la familia Yaxley. Llevaban unos paquetes dirigido a Maida Yaxley. En su interior había un presente cortesía del Dumbledore como muestra de que le tenía cierto aprecio. Siempre había dicho que le gustaba sorprender y era cierto. Para bien o para mal, le agradaba hacer cosas que el resto no se esperaba. Confiaba en que aquello que había en el interior le gustase. No se le olvidaba lo emocionaba que parecía al recibir un simple caldero de madera.

 

¿Qué había dentro? Empecemos por lo más grande de todo, el paquete principal.

 

El Mago Oscuro había necesitado un simple vistazo para darse cuenta de que su gusto a la hora de vestir era, cuanto menos, peculiar. Recordaba perfectamente que por su culpa uno de sus 'bonitos vestuarios' había sido estropeado por el Morphos que había utilizado en una roca, seguro que ella lo recordaba. En el interior del paquete había un vestido de gala largo y elegante, del mismo color que la poción Felix Felicis. Seguro que en algún momento acudía a una fiesta o gala donde pudiera utilizarlo.

 

Siendo sinceros ese era el peor regalo de todos, lo mejor estaba por llegar.

 

En el paquete mediano había una mandrágora de peluche. Había adquirido dos mandrágoras de peluche mucho tiempo atrás y... ¿para qué quería dos? Con una le era suficiente. La Yaxley había mostrado interés por las plantas, era posible que su comentario jocoso pronunciado en la clase del Libro del Druida fuese simplemente eso, una broma, pero si era verdad que le gustaban las plantas y todo lo relacionado con la Herbología quizá le hiciese gracia tener algo así. Quién sabía.

 

Y por último lo mejor, el paquete pequeño.

 

Ese contenía un frasco pequeño que en su interior guardaba una porción de una poción que había conseguido en la Loteria Navideña. No hacía falta ninguna explicación, supuestamente era buena en Pociones y seguramente se daría cuenta al momento de qué poción se trataba. Con el paquete pequeño sí que venía una nota que rezaba 'Úsalo bien' firmada por él.

 

La dosis no era de una poción cualquiera, sino de una 'Poción Creadora de Falsos Recuerdos'. Le estaba dando la oportunidad de esconder cualquier mal recuerdo que hubiese tenido en su vida, pudiendo sustituirlo por otro cualquiera, el que a ella le diese la gana. ¿Acaso eso no era magnífico? Y sí, podía hacer desaparecer de sus recuerdos la aventura que habían tenido juntos, podía hacer lo que quería. Incluso guardarlo para más adelante.

 

Las lechuzas comenzaron a golpear en la ventana de la habitación de la mujer. Todo aquello era una bonita forma de dar por finalizada su unión empezada en la Subasta Mortífaga.

 

¿Volverían a encontrarse? ¿Habría en el futuro más eventos similares?

 

 

 

@@Maida Black Yaxley

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Aquel relato sobre el ejemplar que tenían afuera, era realmente increíble. Nunca había visto y que alguna de las familias de aquella comunidad tuviera uno, era muy bueno. Miré nuevamente hacia el exterior, esperando en algun momento poder acercarme allí y analizarlo mejor. No todos los días te podías encontrar con uno así. El ambiente aún estaba tenso pero tenía que admitir que se notaba más tranquilo y con una anfitriona más charlatana. Aunque era realmente hermosa y no me molestaba que lo hiciera

 

¿De verdad?

 

Mi pregunta salió de mi mente por si sola, como de sorpresa. Estábamos hablando que eran tiempos difíciles para todos y ahora me estaba invitando a aquella casa. Era un sitio nuevo que se disponía ante mi. Aquello era grandioso porque lo que necesitaba más que nunca era eso. Estaba seguro que ésa familia eran realmente cordiales y tenía que de alguna manera ser agradecido. La misma bruja iba a la cocina y volvía con aquel juego de té.

 

Debe ser un trabajo muy divertido —no estaba seguro si divertido era la palabra, ya que si el Ministerio de Magia tenía que realizar ése tipo de trabajos, era para esconder u ocultar algún tipo de información o situación. Pero poder hacerlo debía ser gratificante—. De momento tengo un negocio de venta de algunas cosas. Estoy adentrándome de a poco a ésta comunidad. Estuve buscando empleo en el Ministerio pero no encontré nada aún.

 

Y hago trabajos clandestinos que me pagan por ellos y a veces salimos con algunos mortífagos a hacer otros tipos de trabajo” pensé, pero claramente no podía comentarlo. Tal vez a la primera vez, era chocante. Era una suerte que manejara las artes de la oclumancia, ya que mi mente no solo era como un baúl con candado, sino que las personas capaces de leer la mente no podrían hacerlo. Eran cuartos dentro de cuartos, que ocultaban la información a mi gusto. Asi que tenían que conformarse con lo que contaba.

 

¿Cómo es posible ahora con el edicto que emitió el Ministerio de Magia? Digo… tal vez ahora empeore la situación y no puedan trabajar para con los muggles —no teníamos aquella prisión de ocultarnos. Ni tampoco de relacionarnos. Las tazas estaban listas sobre aquella mesita y allí me di cuenta que si tenía hambre. Ahora necesitaba mostrarles algo de confianza—. Ahora que lo pienso, me gusta ayudar a las familias a proteger sus hogares. A ayudarlos con esos servicios que hacen que un sitio sea seguro. ¿Hay de esos puestos aquí en el ministerio local?

 

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Editado por Mael Blackfyre

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  • 3 meses más tarde...

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la ví. ¿Habría cambiado? Esperaba que siguiera cómo siempre, tan pequeña, con su carita misteriosa y sus ojos que cómo dagas se clavaban en mis orbes escudriñando cada rincón de mi maltrecha alma. 

Recordaba su voz, era sencillo ya que había tomado el lugar de la voz de mi conciencia. Recordaba la forma de sus dedos, de sus labios, recordaba la forma en que cada uno de sus cabellos caían sobre sus hombros y a veces se volvían una maraña que cubría su bello rostro tan pequeño. 

Caminar por aquellos sitios me volví a llevar a hacía un tiempo, cuándo todo parecía estar bien. Justo me acostumbraba al estilo de vida del mundo mágico cuándo todo se vino abajo en la familia. Tuve que salir huyendo sin avisar nada a nadie. 

La única que tenía el conocimiento de mi paradero era Ada ya que nos habíamos comunicado varias veces.

Mi mente vagaba entre las palabras que quería decirle y los recuerdos que golpeaban mi pecho con cada paso que daba. 

Mis cabellos de plata volaban al compás de mis pasos y se convertían en una ola de blanco y gris que parecía más una joya que mi propia cabellera. 

Recorrí aquél largo camino entre la verja de la entrada y la puerta principal con mis piernas temblando y la larga capa gris ondeando tras de mis largos y sonoros pasos. Definitivamente tenía miedo y no podía recordar cuándo fue la última vez que lo había sentido antes de ese momento. 

Al llegar hasta la puerta una parte de mi me gritaba que me fuera, que era lo más sensato, pero otra parte me rogaba que me quedara y le explicara las cosas a la pequeña bruja, y decidí quedarme... Era lo mínimo que ella se merecía. 

Apreté mis nudillos y golpeé 3 veces aquella puerta esperando que el destino pudiera depararme cosas buenas.

 

@ Maida Black Yaxley

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La Manor era un lugar al que podía ir uno a refugiarse, de cierta manera, Orión había logrado para su hogar una paz de la que carecían la mayoría en Ottery. Justamente lo opuesto a lo que habían supuesto los primeros días habitándola, cuando todo se caía a pedazos a cada paso dentro. Por eso era sencillo que Maida se escondiera de sus labores en su habitación, era habitual que si deseaba desconectarse, fuera justamente ahí. Y en eso andaba cuando sintió que tocaban la puerta, lo que hizo que tomara su varita casi al vuelo, en medio del respingo que le produjo el ruido seco de los nudillos contra la madera. 

 

- ¿Qué demonios? -murmuró intentando agudizar sus oídos lo más posible mientras su pie izquierdo buscaba el suelo al incorporarse de la cama- si tan sólo mi tío terminara de quitar los maleficios contra los elfos domésticos.

Caminó descalza hasta la ventana de su cuarto y sacó por el marco hasta la mitad de su cuerpo. Lo escondió en dos segundos. A lo mejor se equivocaba pero lo que veía allá abajo era la coronilla de una cabellera plateada, y pues, no conocía a muchos con esas características. Tragó saliva, era Albus. Alisó pliegues y arrugas en su túnica, aunque no existieran, y caminó hacia la puerta del cuarto, bajó las escaleras y se quedó estática cuando tenía ya la mano sobre la manija de la puerta.

- ¿Albus? -preguntó confundida cuando lo vio.

Y si, sabía que era él, sin embargo no dejaba de confundirla el verlo ahí parado cuando al menos por su parte, no había nada que decir entre ellos.

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Sentí su olor en el ambiente a pesar de que nos separaba la puerta, pero pude sentirlo desde que se asomó por la ventana. Llené mis pulmones tanto cómo pude, cómo si fuera algo necesario para mi el respirar. 

Me abracé al recuerdo por un momento cuándo vi su pequeña figura al abrir la puerta. 

-Perdón por llegar sin avisar... Supongo que debí haber enviado una lechuza en todo éste tiempo.- Traté de esbozar una sonrisa pero me salió una mueca algo extraña. Si hubiera podido llorar mis ojos se hubieran convertido en válvulas vertiendo cada "te extrañé" sobre mis mejillas.

No sabía que esperar, pero algo me decía que su furia caería sobre mi y lo aceptaría sin rechistar, lo merecía.

-Debo disculparme... - No pude decir nada más. Sólo me limité a bajar la cabeza y esperar su respuesta. Cada músculo de mi cuerpo se encontraba tenso, esperando por su parte alguna maldición, algún hechizo incapacitante, y aunque lo esperaba también estaba consciente de que no haría nada por evadirlo o evitarlo. 

 

@ Maida Black Yaxley

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