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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Gatiux

Ficha - Bóveda


Orión Black

Ficha - Bóveda




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Fernando Black

Orión Yaxley - Luisitha Black M.



Orión - Gatiux

(pareja)



Nathaniel

(primo lejano de Orión)




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Orión - Gatiux

Near - Leonardo Myrddin E

Kya D. Black Yaxley - Valentina Ricci Yaxley - Bridget Wenlock



Orión

Aaron Black Lestrange

Aziid Black T.



Gatiux

Aleera Lux Evanik Malfoy



Luisitha

Maida I. Yaxley

Cillian



Evedhiel

(prades Yaxley)



Dovakhin Haughton

(sobrino lejano de Orión)



Apolo Granger

(primo lejano de Kya)




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Near

Zoella






****



Los Yaxleys, nacidos en Escocia, eran una familia influyente en la comunidad mágica británica, varios años atrás. De ellos, actualmente no queda nada, más que un humilde Manor escondido en un frondoso bosque, al norte del pueblo de Ottery. Tenía el único propósito de servir de alojamiento para aquellos miembros de la familia que trabajaban en el Ministerio. Capaz, sede de alguna reunión mortífaga de antaño.

El Manor, es un tipo de hacienda, mansión, castillo, casa, que se impone orgullosa frente la mirada de los ingenuos. Con un camino de piedra lisa que formaba una rotonda, con una hermosa fuente de un Venado Coronado, parado en dos patas. La entrada, era una puerta alta, de unos dos metros, de madera de cocobolo, en ella dos cristales decorados con vitró de unos cuernos que se ramificaban en complejos diseños.

El Manor estaba conformado por dos pisos y una torre de piedra oscura adjuntada de una forma bastante forzada en el ala izquierda. La torre tenía una terminación de tejas ocre, al igual que la edificación principal, de ladrillo visto. La distribución de los ventanales era espectacular. Había uno gigante, que estaba por encima de la puerta. A sus lados, múltiples ventanas que daban a las diferentes habitaciones y salones de la casa.

Pero.

42 años sin uso.

Ahora el ladrillo había perdido color. Algunas persianas estaban colgando, mientras que otras residían en el suelo mojado. Las flores de las ventanas, todas secas, marchitas. Las plantas, igual. El tejado tenía algún que otro hueco. El hermoso ventanal del primer piso, destruido. Así era el estado actual. Deplorable. En desuso. Abandonado. Era virtualmente imposible que todo lo que un día había sido ese lugar, se podría construir.

Cuando uno entraba al Manor, se encontraba con una sala living comedor de la misma profundidad. Había unas anchas escaleras que daban al primer piso y tras ellas, una doble puerta, parecida a la de la entrada, que daba al jardín. A la izquierda de esta puerta, se alzaban las escaleras al primero piso, debajo de las mismas un pequeño aseo. En una de las paredes, yacía un tapete con el árbol genealógico con partes destruidas, en otro de los lados, un juego de sillones –uno de 3 cuerpos y dos individuales, frente a un pequeño hogar.

A la izquierda, se encontraban dos ambientes, una pequeña biblioteca, con la única entrada hacia la torre y un depósito por debajo la escalera. A la derecha, una cocina que tenía una barra americana –en modo de desayunador– y una mesa de madera con solo ocho sillas. Este ambiente contaba con un horno antiguo y una heladera muggle. Bastante raro. Algo tenía que tener de especial ese lugar como para no contar un dormitorio para elfos.

El primer piso contaba con un hall circular, del cual se extendían pasillos con un total de cuatro habitaciones por un lado, y cuatro del otro, con solo dos baños al final del recorrido. Con todos los muebles al punto de colapsarse. No hacía falta mucha descripción para esto.

Así era como se presentaba actualmente la Manor. Noble, salvaje y libre.


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Links de interés: Editado por Orión Yaxley

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La tormenta que les perseguía era como un presagio. Un presagio de muerte. Era como si los rayos quisieran darles alcance, cada paso que daban era uno menos para quien les cazaba. Para poder controlar la climatología hacía falta mucha magia y muy oscura. Sería absurdo morir alcanzado por un rayo después de sobrevivir a tantas batallas y desafíos. Una muerte poética. Una burla del karma.

 

Gatiux había subido a lomos de su enorme cancerbero para no tener que correr descalza sosteniendo la cadena. Tampoco quería que la criatura se extraviara asustada por los rayos, por lo que mantenía una mano en su lomo para tranquilizarla, ayudándose de uno de los anillos mágicos que adornaban su mano. Maida y Orión volaban unos metros por detrás con unas escobas que conjuró el mortífago, pese a ser de noche y la criatura de color azabache, eran fáciles de seguir debido al tamaño. Pasaron alrededor de una hora huyendo, aunque no tuvieran noción alguna del tiempo transcurrido. Pero al estar tan concentrados en la huída parecía haber pasados apenas diez minutos.

 

Supieron enseguida que habían llegado al terreno de la Yaxley, la magia antigua y poderosa era algo palpable para magos experimentados. La tormenta amainó, seguía sobre ellos pero no podía alcanzarles. Dejó de sentirse como una guillotina pendiendo sobre sus cabezas. Hechizos primitivos de protección rodeaban el Manor, distintos los encantamientos actuales. La magia oscura no tenía nada que hacer contra aquellos, era como si se hubiesen vuelto invisibles y sin poder ser rastreados.

 

La mujer de ojos amarillos descendió del cancerbero de un salto practicado en multitud de ocasiones, le dio una palmada al animal y también una órden. La criatura ladró asintiendo y sentándose sobre sus cuartos traseros. Orión y su sobrina descendían de las escobas y se aproximaban a la fuente agrietada donde los esperaba la Malfoy.

 

- ¿Quien quiere hacer los honores de entrar el primero?

 

Se miraron unos a otros. Gatiux se encogió de hombros, en la espalda colgaba una katana en su funda y en la diestra alzaba la varita iluminada en la punta. Ella sería la primera, no le importaba. Sus pies descalzos estaban en contacto con la tierra del jardín, pero avanzaba con temple seguro hacia la ruína. La mala suerte le perseguía, volvía a revivir la situación del Magic Land. Parecía que todo en su vida necesitaba un arreglo urgente, además de chapa y pintura.

 

La madera del suelo crujía, como en una de esas casas fantasmales de las que hablan en las historias de terror. La bola de luz fue y regresó por la instancia a la que acababan de acceder. No había nadie, pese a la impresión que pudiera dar por el viento silbando entre los tablones que cubrían las ventanas o el ruido insistente de gotas colándose por alguna parte. Por lo menos había velas en los rincones, derretidas y endurecidas por el paso de los años, cubiertas de polvo y con la mecha corta ennegrecida. No es que fuera muy seguro encenderlas pero era lo único que tenían aparte de la luz de la luna y sus varitas.

 

Antes la apresurada huida del Castillo Black habían mandado lechuzas a todos aquellos que podían responder por Orión en una situación de peligro, aquellos que podrían ser objetivo de una trampa para chantajear al Mago Oscuro a modo de intercambio y también a todos sus hijos. Gatiux había sido escueta en aquella misiva, apenas unas coordenadas y una palabra para indicarles que sus vidas estaban siendo amenazadas gravemente. Jamás podrían enfrentarse solos a ese tipo de magia, primero deberían investigar y elaborar un plan.

 

Encendieron velas para iluminar la habitación y accedieron a la contigua, un cocina no muy grande que tenía una mesa con ocho sillas. La Malfoy se derrumbó sobre una de ellas, apoyando los codos sobre la mesa mientras se pasaba las manos por el rostro. Era una locura. Esperaba que todos llegaran y estuviesen bien.

 

La gente llegaba con cara asustada o sorprendida, sin entender aún que era lo que había ocurrido. Cual era el motivo tan urgente para ser sacados de la calidez de su hogar en mitad de la noche y reunirse en una casa que parecía estar a punto de derrumbarse sobre sus cabezas, con una gruesa capa de polvo cubriéndolo todo. La Ángel Caído les indicaba a unos y a otros que tomasen asiento y esperaran para no tener que estar repitiendo la misma historia una cada vez que llegaba alguien.

 

Cuando estuvieron todos, Gatiux se mesó el cabello y suspiró, levantándose de la mesa después.

 

- Se que os preguntáis el motivo de esta repentina reunión, pero no podía esperar hasta mañana. Se os ha avisado a cada uno porque vuestra vida corre peligro. Hace tiempo Orión se encontró con una poderosa hechicera que contaba con unos poderes oscuros hasta el momento desconocidos, intentó convencerla para posicionarse a favor de los ideales oscuros, pero la bruja no estaba bien de la cabeza e intentó matar a Orión, dándole caza durante años hasta que al final el la pudo matar. -explicó la banshee dirigiendo una mirada al mortífago- Sin embargo ahora ha vuelto a despertar... algo. No sabemos si es magia residual de la bruja u otro mago que quiere clamar venganza por su muerte, pero es algo poderoso, oscuro y agobiante. Tenemos la certeza de que si no encuentra a Orión irá a por sus allegados, hijos o amigos cercanos. También sabemos que nos enfrentamos a algo desconocido y necesitamos un plan. El Manor Yaxley y sus terrenos están protegidos por hechizos primitivos que impiden que la magia que nos persigue nos de alcance.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Orión estaba recuperando el aliento dentro de esa rudimentaria cocina. Mientras los miembros de la familia se iban acomodando en las sillas restantes. Eran ocho sillas. Algunos tendrían que sentarse en la mesada. Estaba preocupado. Intercambiaba miradas con Gatiux. Ella le recriminaba indirectamente parte de esto. Al menos también compartía la preocupación. Tenían que dar la explicación y entre los dos sabían que ella era más capacitada. Todavía él no podía hilar la visión. Algo lo sacó de su concentración.

 

Le gruñó el estómago.

 

Era humano, necesitaba comer. Y probablemente el resto también. Dejó que su pareja tomara control de la situación con la gente. Ya le iba a llegar su momento para hablar. Se agachó para ir a los armarios de la mesada y buscó una gran cacerola. Con la varita le sacó el polvo y suciedad. La llenó de agua. Intentó no matarse preniendo una de las hornallas que al principio le escupió una gran nube de polvo. Comenzó a hervir el agua.

 

Si bien, materializar comida no era lo mejor, no había absolutamente nada en el lugar. Y si es que lo había, por las pintas, seguro estaba vencido. Tenía miedo de encontrarse con ratas. Mientras menos tocara los muebles, mejor. Sacó unos platos, todos de diferentes tamaños y colores; también tenedores. Buscarlos era como meter la mano en una caja llena de serpientes. Colocó tres paquetes de fideos que había conjurado.

 

Fideos con manteca esa noche.

 

- La cena estará lista en unos minutos.

 

Estaba completamente serio. No quería interrumpir ni cambiar de tema. Era su forma de ayudar indirectamente.

 

- Tal como parece, tendremos que pasar la noche en este lugar. El espacio es chico y las habitaciones seguro están en el segundo piso. Con Gatiux iremos a la torre. Nos encontraremos todos a las 10 de la mañana en la cocina para desayunar. Ahí veremos qué hacer.

 

Guardó silencio mientras los platos iban levitando a cada uno de los comensales. Predecía que no muchos comerían esa noche.

 

- Irán en parejas. Si hay algún problema, simplemente griten.

 

Las luces de las velas le daban un aspecto nostálgico. Como cuando te juntás con ti familia porque se cortó la luz. Para hacerse compañía. Para no estar solos en esa oscuridad.

 

- Nathaniel guiará la expedición por el primer piso.

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Había recibido una lechuza de su ex-novia Gatiux informándole de una situación que sin duda alguna le concernía. Tanto era el nivel de preocupación del mortífago londinense, que se había ataviado con las primeras prendas que vislumbró en su armario y lanzó su cuerpo fuera de la cama que lo había estado cobijando durante bastantes horas del día y la totalidad de la noche.

 

Su look lo conformaban una camiseta blanca ajustada al pecho y bíceps, básica y de algodón, una chaqueta de cuero con unos detalles de cremalleras de color plateado y algún que otro botón metalizado también, unos jeans de color azul cielo y unos deportivos blancos con algún motivo en verde campestre. Nada destacable salvo que no era apropiado conforme el día tormentoso que se presentaba. Le daba igual aquella noche británica típica con sus rayos, lluvia y ventiscas. Sólo vivía para presumir de buen gusto a la hora de elegir complementos.

 

En su diestra la varita tan conocida por haber exterminado más enemigos que criaturas mágicas, se materializó para ayudarle a desaparecer, acto que le llevó un par de segundos.

 

 

 

******

Los pasos del ex-Nigromante se sucedían en cuestión de décimas de segundo. Lanzaba la mirada a ambos lados, se notaba que no tenía mucho conocimiento acerca de los terrenos circundantes. Sin embargo podría seguir las indicaciones que en la carta de la Ángel Caído se detallaban.

 

No tardó demasiado tampoco en hacerse con el control de la situación e identificar su destino como el Manor Yaxley. La reunión se llevaría a cabo en el interior del lugar así que comenzó a adentrarse en aquellos jardines en los que una fuente se alzaba con la icónica figura de un animal puro e indomable. Le gustó aquello.

 

A pesar del pésimo estado de deterioro en el que se encontraba aquello, no dudó en acercarse y entrar como si fuese un habitual familiar ya. La cita se celebraría en el interior y era requerido comenzar a entablar conversación con los allí presentes a los que dedicó un ademán con la mano y una breve sonrisa reluciente.

 

- Buenas chicos... - musitó mientras tomaba asiento en una de las sillas. En su mente pensó brevemente en Maida, a quién encontró con rapidez con sus orbes azuladas y le dedicó otra sonrisa, esta más profunda y cálida. Le hizo un gesto para que se acercase y ésta se sentó sobre sus piernas. La rodeó con su brazo derecho mientras todos los allí presentes ya comenzaban a escuchar con atención las palabras de Orión y Gatiux.

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Apenas si se notó cómo una figura negra apareció en la noche, cuyas pertenencias cayeron desordenadamente. Kya, asustada aún por todo lo que presentía, vio cómo su miedo aumentó en cuanto vio sangre en el suelo, desde la jaula de Shadow. Dio unos rápidos pasos hacia allá y sacó al gato que soltaba alaridos de dolor al haber sufrido una despartición en su oreja izquierda.

 

Ay no, Shadow, lo siento.

 

Lo sostuvo un tiempo entre sus brazos para calmarlo, dejándolo luego en el suelo mientras su varita comenzaba a moverse alrededor de la parte afectaba y ella murmuraba ciertas palabras. Poco a poco la herida se fue cerrando, mas la oreja no logró regenerarse por completo. Un trozo de ella simplemente se había ido. Fue culpa suya, con los nervios no pudo concentrarse muy bien para la aparición de ella, mucho menos acompañada. Suspiró mientras acariciaba el enrojecido pelaje del gato, el cual se iba limpiando tras cada caricia bajo la lluvia. Por su parte, aquel animal no parecía sentir más dolor.

 

Levantó al gato y volvió a ponerlo en su jaula, acomodándolo sobre su maleta y comenzando ya a caminar hacia la… antigua vivienda. En su corazón aún sentía un palpitar fuerte, tanto por el peligro como por haberle hecho eso a su gato. Lo único que la tranquilizaba era haber sabido el encantamiento para revertirlo. Su varita alumbró su caminar gracias a un lumus, pudiendo ver otras huellas de personas que ya habían arribado al lugar; pudo suponer que era Gatiux, pues ella le había dado la localización, y tal vez Orión.

 

Al ingresar en aquella hacienda, percibió un fuerte olor a humedad, escuchaba goteras y era imposible pasar desapercibida, pues las tablas crujían a cada paso que daba. Dejó su maleta en lo que parecía ser su recibidor y llevó al gato consigo hasta el punto de luz que se veía y desde donde se oían voces conversando. Escuchó gran parte de la conversación, sobre por qué estaban ahí, sin embargo, no pudo evitar hablar.

 

¿Y bien? ¿Qué fue todo eso? —inquirió alzando una ceja—. ¿Saben lo que le ha pasado a mi gato por salir arrancando así?

 

Su cara era de auténtico disgusto. Y cómo no, suponía que el peligro era culpa de su padre. No sabía por qué, pero así como percibía que había peligro, lograba percibir a quien perseguía con más ánimos.

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Había llegado a Londres hace apenas unos pocos días, sólo un puñados de familiares y amigos sabía de su presencia en la Ciudad inglesa. Por ese motivo, recibir aquella lechuza que la citaba le pareció extraño. Adoraba a su tía Gatiux y a Orión, su novio, que era viejo amigo de la Malfoy y quién la había ayudado a hospedarse en ese viejo hotelucho para magos.

 

-Allí estaré, tía… -dijo mientras recogía su cabello en una cola de caballo y buscaba por la habitación alguna capa que combinara con su traje.

***

 

En pocos minutos estaba en marcha, una pequeña cartera cuadrada colgaba de su brazo con unas pocas pertenencias. Había cubierto su figura con una capa de medio tiempo negra, por la naturaleza de la nota era importante que no atrajera la atención. Apareció en las calles de Ottery mirando a ambos lados, en medio de dos árboles cuya sombra proporcionaba la seguridad necesaria.

Nunca había pisado aquel lugar, de hecho, le parecía extrañamente poco digno de alguien como ellos. “¿Se habrán vuelto locos?” pensó pero apuró el paso. Ingresó a lo que parecía una vieja casa en ruinas.

 

Unas leves voces la guiaron en su interior donde se encontró con otros magos y brujas, entre ellos la bruja de cabellos violetas y su pareja. Había olor en el ambiente, y el sonido de agua hirviendo en una olla además de la tibieza que abrazaba a los presentes.

 

-Orion, tía… ¿cómo están? ¿Qué ha pasado? –la Malfoy abrazó fuerte aunque brevemente a Gatiux, aunque sabía que ella no era devota de las muestras de cariño no importaba.- Hola a todos –añadió viendo al conjunto de magos y brujas que la rodeaban, algunos de ellos viejos conocidos y no tanto.

 

Algunos tomaron asiento en unas pocas sillas pero ella se quedó de pie con la mirada en los presentes, el ceño fruncido y el labio inferior oculto tras sus incisivos.

 

-¿A qué se debe que nos traigan a esta… modesta propiedad? –preguntó uniéndose a la duda comunitaria.

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Kya avanzó observando directamente a su padre, nunca habían hablado más que por problemas, y una vez más se veía envuelta en algo por culpa de él. Sacó al gato de su jaula y, aunque fastidiada, tomó asiento y sostuvo al felino en su regazo. Nunca lo había visto tan tranquilo, el encantamiento producía cierta somnolencia para que no se sintiese el dolor. Bajó sus orbes esmeralda y lo miró examinándolo más calmadamente con ayuda de las velas que estaban alumbrando el lugar. Su pequeña oreja izquierda mantuvo la evidencia con sangre y un trozo faltante, por lo que la mortífaga torció el gesto.

 

Todos los presentes, entendió, estaban en peligro. Tenían que quedarse en ese lugar tan poco acogedor, si de seguro tenía arañas por doquier con las cuales Shadow comenzaría a corretear. Escuchó lo de las habitaciones y nuevamente alzó la ceja, ¿tendría que compartir habitación? Si ella compartía habitación era únicamente con su gato y nadie más, además de alguno que otro chico que se quedaba dormido luego de disfrutar noches placenteras, pero generalmente los echaba.

 

Entendí todo, creo —musitó alzando la vista y mirando cómo su padre cocinaba—. Pero, ¿por qué este lugar? Digo, podríamos poner encantamientos en una posada del bajo mundo y sería mucho más... ¿lindo?, ¿limpio?, que esta... perdonen la expresión, pero es cierto: pocilga.

 

Observó cómo iban llegando los últimos, al parecer, informados por la pareja, tan sorprendidos como ella misma. No había comparación entre sus hogares y aquel sitio. ¿Y por qué Orión cocinaba? ¿Y los elfos? Su cabeza se iba llenando de preguntas y también de quejas. Definitivamente no se quedaría ahí, pensó una vez su nariz percibió el olor de los fideos que su padre le había hecho llegar hasta su sitio. Supuso que ni su gato podría comer aquello.

 

No lo entiendo, digo, ¿cómo llegamos a esto? —preguntó con voz cansina. Luego se dirigió a Orión—. ¿Qué hiciste? Dudo que te haya querido matar sólo al verte. Al menos yo necesité escuchar tu voz. Debiste haber hecho algo, ¿y todos nosotros debemos pagar por ello? ¿No es un poco...? ¿Qué tengo que ver yo? No es como si fuésemos uña y mugre. No es como si fuese a intervenir si van por ti, ¿por qué vine igual?

 

No sabía si aquella última frase sería cierta o no, pero aquella noche estaba enojada. Y no dejaría de estarlo hasta haber soltado las suficientes frases hirientes que necesitaba para desahogarse, y todas dirigidas a la misma persona.

 

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Escuchó atenta la descripción de su tía, parecía una locura, esperaba que alguien rompiera en risas para indicar que era una broma de mal gusto. ¿Magia negra? ¿Un asesinato? Nada de eso tenía sentido, ella esperaba encontrar los lujos con los que había sido criada y no una novela de terror de bajo presupuesto.

 

-¿Esto es una broma, verdad? –miró a Gatiux clavando su mirada esmeralda, esperando que haya alguna señal de falsedad en sus palabras- A ver…

 

La Evanik guardó silencio un segundo, respiró profundo, y luego centró su vista en Orión, estaba respirando superficialmente, controlando su mal genio mientras que sus entrañas gritaban furiosa por algo de comida.

 

-Básicamente… ¡¿estás diciendo que todos estamos en peligro por negligencia tuya?! –Cada palabra que salía entre sus labios tenía un tono cada vez más alto- ¿Te parece que este… -señaló graciosamente alrededor-… lugar, sea lo que sea… sirve de algo? ¿Acaso nadie te enseñó a no jugar con magia que no conoces Orión?! ¡¡Por las barbas de Merlín!! Estoy acá atrapada con un puñado de apenas conocidos y no tengo ni una muda de ropa y ustedes no tienen un plan… ¡Están locos! Vamos a morir…

 

Culminó poniendo la mirada en blanco y apoyándose sobre un mostrador lleno de mugre. De reojo le pareció que una araña se escondía entre los utencillos pero prefería no averiguarlo. Esperaba que alguien quiera irse para seguirlo, no podía ser que todos crean aqullo y estén dispuestos a pasar la noche en aquel lugar sombrío en medio de una tormenta. En ese momento un fuerte trueno sacudió las paredes mientras desprendía polvillo entre los ladrillos.

 

-Fantástico… realmente fantástico… y desde ya les digo que no quiero compartir cuarto con ese gato –miró de reojo al gato de Kya quien hasta parecía disfrutar de la situación, eso le molestaba.

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Maida agradecía en sus fueros internos que no le hubiera tocado salir pitada y montada en Trasto. La escoba no era su transporte favorito pero al menos no corría el riesgo de convertirse en la cena de las hebras. Creía entender a qué se referían sus tíos aunque eso sólo logrará llenarle el cuerpo de pánico. Las cosas que había visto en el Pensadero eran de temblar. No sabía mucho -nada- de duelos, pero si había que defender a Orión Black, lo haría sin chistar. Agradecía también que aunque la huida fue veloz, alcanzó el tiempo de enviar a su elfo doméstico a los terrenos de la Ivashkov. No quería que resultará dañado.

 

La casa a la que habían llegado estaba sucia y abandonada. No, la pregunta de Gatiux no la tentó para nada. Ella no iba a pisar esa sala de estar primero. Maida tenía la escoba en su mano izquierda y en la diestra imitaba a sus tíos, iluminando el lugar. Ubicaron el comedor y mientras esperaban que el resto de los interesados hubiera recibido la noticia, Orión se puso a investigar en la que se suponía era la cocina.

 

 

Fueron llegando de a poco, y ante las incesantes preguntas, la que ingresó portando una Katana informó que esperaría un poco más para dar la historia una sola vez. ¿Cómo lograba mantener ese temple? A Maida se le hacía un gesto admirable.

 

Entre los recién llegados vio al Malfoy que le robaba los sueños. Impecable como siempre. Le sonrío y ella, asustada como estaba no dudó en refugiarse en su contacto. Su mano derecha la ciñó contra él y ella acarició sus dedos buscando la paz que Nathaniel solía brindarle.

 

- Parece ser que la primera cena será familiar -le dijo casi en un susurro- Me alegra que estés aquí

 

Iba a decirle más, pero Gatiux decidió hablar y contar la historia que Maida había contemplado en sus inicios. Las reacciones eran diversas de unos y otros. Se dió cuenta que apenas y conocía a algunos. De todas maneras, ahí en el Manor estaban todos seguros, aunque quizá no tan cómodos.

 

Luego habló Orión y aunque entendió sus indicaciones, lo que más llenó los oídos de la mortífaga base era saber que pronto, por fin le dejaría caer comida a su estómago. Suspiró.

 

Había que darle tiempo a todo mundo a reacción mientras, ella jugueteaba acariciando los nudillos de la mano libre de Nathaniel. Su varita descansaba sobre la mesa.

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Un remolino de colores desapareció paulatinamente a su alrededor, dejando a la vista los nuevos terrenos del hogar de los Yaxley. Un simple par de coordenadas garabateadas en un pergamino la habían llevado hasta allí sin más explicación que la que se encontraba en peligro irremediable, como si no hubiera sido así desde que salió de Hogwarts. Sin embargo y a pesar de las dudas que tenía sobre los hombros, algo en su interior pareció susurrarle que debía obedecer la misiva inmediatamente, de manera que allí estaba, dispuesta a esperar cualquier cosa. Sus botas negras se hundieron en un descuidado césped y tuvo que levantar la falda de su vestido verde con ambas manos con temor a que la falda se llenara de barro.

 

Frente a ella se elevaba una enorme construcción que asemejaba a un castillo, más conocido como un manor. Aquel paisaje no era raro en las calles de Ottery, pero Bridget tenía el ceño fruncido por el actual estado del lugar, incluso desde lejos podía sentir un rancio olor a humedad y solo de pensar en poner los pies adentro un nudo se le formaba en el estómago. Con una evidente cara de desagrado avanzó a lo que antaño había sido un elegante portón de ingreso. La madera crujió bajo sus pies cuando ascendió los pequeños y gastados escalones, como amenazando con irse abajo en cualquier momento.

 

-Aquí vamos -murmuró entre dientes, como dándose ánimos para seguir avanzando entre aquellos abandonados muros de ladrillo descolorido. Un escalofrío le recorrió la espalda.

 

A medida que iba avanzando podía oír voces al final de uno de los pasillos, de donde una tenue luz se dejaba ver. ¿A quiénes iba encontrar reunidos aquél día? Se esperaba de todo, pero una chispa de temor amenazaba con encenderse en su interior. Por fin llegó hasta lo que parecía haber sido la cocina en algún lejano punto en el pasado. Sentados alrededor de una vieja mesa de madera estaban Orión, Gatiux, Maida, Kya y... Una bruja y un mago que desconocía por completo. Se limitó a dirigir una mirada educada a todos y a carraspear una especie de saludo, para luego sentarse al borde de una de las sillas, temiendo quedar postrada en el suelo de un segundo a otro. Un crujido se hizo oír después de su último movimiento y después de esperar por la llegada de otros, Gatiux inició un discurso que la pelirroja no se esperaba.

 

Lo único que le quedó claro fue que todos corrían peligro por algo que Orión había hecho en el pasado, y después de la aclaración de este último, que debían pasar la noche en aquél horroroso y hediondo lugar. Bridget no había quitado la cara de asco ni por un segundo, y no pudo sino quedar en una especie de shock conmocionado cuando a su alrededor iniciaron las reacciones negativas. Independiente del tono de voz que se usara para reclamar o de la intensidad de los comentarios hirientes en contra del mago responsable de aquél peligro inminente, era obvio que no había nada que pudieran hacer.

 

-¿Entonces con quién voy? -soltó de pronto elevando la voz por encima de las del resto, haciendo notoria su preocupación por su propio bienestar y nada más. Se irguió sobre su asiento y paseó una mirada curiosa sobre los presentes.

SemperFidelis

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