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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Se había abstraído en su cabeza mientras que, autómata, su mano movía los fideos de un lugar a otro del plato pegoteándolos. Allí su demonio interno se paraba molesta regañándola por aceptar la situación, era evidente que la reprendía, no entendía que la familia era primero. Escuchó algo que sonó como su nombre medio ahogado y levantó la vista del punto fijo en el que se había perdido.

 

-¡Estupendo, Goshi! –respondió volviendo a la realidad de la sala e ignorando a su maligna conciencia- Yo dormí demasiado, desde que volví a Londrés no he encontrado mucho para hacer excepto gastar algo de mi pequeña fortuna.

 

Tomó las pastas con el tenedor, las enroscó y con lentitud fue llevando comida a su boca, trató de no detenerse en la falta de salsas, y alimentarse. Luego bebió un vaso de agua de uno y ayudó llevando su plato al fregadero donde con un simple hechizo quedó como nuevo. Se volteó viendo como se marchaba su tía y su pareja, aquel grupo se iba dispersando lentamente.

 

-¿Crees que encontremos alguna botella de vino potable por acá? –le consultó a Goshi en voz baja para que solo ella la escuchara- No me vendría mal un poco de estímulo para la guardia. –añadió guiñando un ojo con complicidad

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- Vaya, de haber sabido que estabas en Londres te hubiese buscado para ir a tomar unas cervezas al menos.

 

Me levanté y armé una pila con los platos que se habían acumulado sobre la mesa, incluyendo el mío. Fui detrás de Aleera a realizar el mismo procedimiento para limpiarlos y en cuestión de segundos quedó todo impecable.

 

Cuando la Malfoy se colocó a mi lado posé una mano sobre su espalda en gesto de cariño. Su invitación no hizo más que robarme una sonrisa cómplice. Con el mismo brazo la abracé por los hombros agradeciéndole como si su ocurrencia hubiese salvado mi vida entera.

 

- Si. Un vino es lo que necesitamos, estoy completamente de acuerdo. - Me relamí los colmillos y la solté para empezar a buscar a mis alrededores.- Pero no creo que haya quedado alguno en la cocina...

 

Mis manos se convirtieron en excavadoras de muebles. Iba uno tras otro abriendo puertas y compuertas, revolviendo cajones y entre los adornos que eran tapados por la tierra. Por momentos el polvo me hacía estornudar, pero todo valió la pena cuando en el lugar más recóndito de la sala encontré una botella oscura escondida tras unos libros a los que no di demasiada importancia.

 

Me acerqué a Aleera con la botella, con un gesto de triunfo que parecía dejar a punto de explotar mis mejillas.

 

- Mira... - Limpié con la manga de mi camisa la etiqueta, y de un color gris oscuro pude descubrir un logo plateado con fondo bordó medio amarillento. Señalé el pie de la etiqueta con mi dedo índice y la miré a los ojos completamente extasiada por mis gestos pero procurando hablar en voz baja.- Cosecha 1936, esto es una reliquia.

Editado por GoshI

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-¿Qué rayos es eso? -murmuró May en voz baja cuando su elfina apareció con un trozo de pergamino arrugado entre sus pequeñas manos. Jane sacudió su cabecilla secamente antes de entregarle apuradamente la misiva a la Malfoy, era como si la criatura ya presintiera el peligro que encerraban aquellas letras.

 

La bruja se quedó inmóvil sopesando la idea de arrojar la carta al fuego, tenía meses de no saber nada de su mundo de su familia que le sorprendía que la hubieran encontrado.

 

-Quita esa cara de preocupación -comenzó a decir la bruja al tiempo que se decidía a abrirla-, seguro es Nath disculpándose por haber desaparecido tan de repente -continúo diciendo la bruja rasgando el sobre. Sus palabras se quedaron flotando al aire al darse cuenta que aquella no era su caligrafía, tampoco era de Isabella o de Afrodita.

 

La letra apretada y en algunas partes casi encimada la impactó. Pero nada fue peor que reconocer quien había escrito aquellas escuetas líneas y el motivo detrás de ellas. Después de eso todo fue muy rápido. Tomó su chaqueta que pendía detrás de un asiento y la bolsa que estaba junto a ella.

 

-Ya sabes qué hacer -fueron las últimas palabras de la bruja antes de desaparecer de aquella habitación. Le chocaba admitirlo pero no era la primera vez que tenía que salir de noche de algún lugar.

 

 

La lluvia la empapó tan pronto apareció cerca de las coordenadas que aparecían en la carta aunque realmente no tenía caso preocuparse por esas nimiedades, cuando su media hermana había hecho llegarle una nota con asuntos más importantes en ella. Suspiró antes de avanzar los pocos metros que quedaban entre ella y Yaxley Manor. Nunca había estado ahí, ni siquiera durante sus años más prolíficos pero realmente le sorprendía el estado de deterioro en el que tenían aquel lugar.

 

Frunció sus labios antes de abrir la pesada puerta. Escuchar voces conocidas la animó. La verdad es que no estaba preparada para tener que lidiar con extraños convocados por la

 

-¿Están todos bien? -musitó la bruja dando los primeros pasos dentro del salón donde reconoció a más personas de las que ella esperaba- ¡Aleera! -exclamó la bruja dando zancadas más largas para llegar hasta su sobrina y abrazarla- ¿Qué rayos ha pasado? -preguntó mientras Goshi llegaba con una botella de vino en la mano.

 

-¡Vaya, qué recibimiento! -sonrió la mujer antes de abrazarla-. Por lo visto he llegado en el mejor momento, ¿alguien podría explicarme que ocurre?

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- Cariño, tienes algo en la boquita... - musitó Nathaniel en la oreja de Maida. Al parecer, ella había estado comiendo algo antes de que la cena comenzase y en la comisura de sus labios se había posado algo que el ex-Nigromante se encargó de quitar cariñosamente con su dedo pulgar. Sonrió. No podía evitar girar la cabeza para mirar todo el tiempo a los que iban llegando a la cita en el Manor. Una de ellas era May, su hermana. Se levantó de forma abrupta y apartó a Maida para ir corriendo junto a ella.

 

- ¡Hermanitaaaaaaaa! - gritó efusivamente mientras la abrazaba y besaba en la mejilla. - ¡Perdón por no poder quedarme más tiempo el otro día en el Callejón Diagon, pero me surgió un imprevisto en el bastión... ya sabes. - bajó la voz mientras señalaba el antebrazo izquierdo. Había tenido que atender a unos compromisos y no fue capaz de quedarse a charlar más tiempo con su hermana preferida. - Pero prometo compensártelo. ¿Por qué no nos vamos a cenar estos días? ¿Qué te parece? - retomó la conversación con ella inquiriendo con un gesto feliz y acariciando su hombro. - Bueno, vamos hablando, supongo que tienes que aclimatarte poco a poco... Todos, y especialmente yo, estábamos esperando tu vuelta. - finalizó volviendo a caminar sobre los pasos que lo habían llevado junto a ella.

 

Tomó asiento de nuevo con Maida en las rodillas. Había estado notando miradas incómodas desde el principio de la juntanza por parte de Gatiux y de Orión. ¿Qué pasaba? ¿No podía tener uno libertad a la hora de escoger con quien compartir los días? Él ni siquiera se había pronunciado acerca de que su primo se fuese con su ex, cosa que le parecía normal y respetaba. De hecho la relación de Nathaniel con Gatiux era más que cordial y la había ayudado cuando casi se muere por unos problemas de Metamorfomagia en la Malfoy.

 

Las tripas le avisaron de que iba siendo hora de ingerir alimento.

 

- Bueno... ¿esa cena qué? Los fideos deben de ser de goma, ¡porque llevan como tres horas al fuego! - dijo riendo. Ciertamente tenía un hambre sobrehumana y su presa más cercana -- y apetecible -- era Maida.

 

- ¿Y tú y yo? A mí me está dando el sueño... - bostezó.

 

 

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@@May Malfoy

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Luisitha se encontraba en su bañera, tratando de quitarse el nudo de stress que se encontraba en la parte baja de su estomago, aunque no satisfactoriamente (era un trabajo mejor hecho en equipo) cuando sintió a una lechuza picotear la ventana.

la chica de ojos azules desenvolvió la nota de Gatiux adviertiendole aparecer en la mansión por que su vida estaba en peligro.

 

Ella, ofendida con la interrupción tomo las pendas de vestir que había desechado, un vestido verde de satín que abrazaba su cuerpo deliciosamente y no ayudaba a mantener su estado mental, aumentando sus ansias y el calor entre las piernas, y usando su varita desapareció para entrar en la mansión un minuto después.

Luisitha apareció en la sala recibidora de la casa y se dirigió persiguiendo las voces que se oran en la distancia.

 

-tu crees que yo no puedo defenderme sola, Gat?- dijo en voz alta cuando llego a la cocina. Todos allí presentes miraron a la bruja sorprendidos. Su hija Maida brinco un poco igualmente sorprendida mientras se encontraba sentada en las piernas de Nathaniel y este su vez levanto una ceja inquiriendo el por que del repentino grito.

 

Luisitha se dirigió al grupo y no pudo evitar notar la camisa blanca del Londinense que se ajustaba a su cuerpo por los restos de lluvia que alcanzaron a mojarle y dejaba ver el relieve de sus abdominales.

 

-Ah- dijo ella agarrando al pelirojo separando despreocupadamente de su hija- no sabia que habia fiesta, gracias por invitarme!-

 

Luisitha movio su dedo indice hacia la boca de Nathaniel y este estupfacto abrio su boca y le dio acceso, dejando que la yema de sus dedos paseara por sus papilas gustativas mientras su boca dejaba salir un pequeño sonido ahogado. la joven de cabellos azules sentía el nudo en su estomago apretarse deliciosamente y cerro la entrepierna, sintiendo la humedad que el sonido le produjo y agradeciendo que el vestido le permitía no usar algún tipo de prenda interior.

 

Luisitha saco el dedo de la boca de Nathaniel delicadamente y lo puso en su boca cerrando sus ojos, probando el sabor a licor y dulce que el mago tenia. Mientras los otros Yaxley miraban la situación anonadados Luisitha ignoró todo a su alrededor y tomó una decisión. Agarro al mago de la mano y lo dirigió hacia a salida a los cuartos diciéndole:

 

 

-Antes que nada necesito tu ayuda.-

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La acción del Malfoy la descolocó, si bien era cierto que se sentía muy tranquila con él, su tacto aún la estremecía como en la vieja Taberna abandonada. Encima estaba el hecho de querer estar bonita para él siempre, y tener un resto de comida entre los labios no formaba parte del look que quería proyectar. Iba a contestarle algo cuando se fue, abruptamente arrancada de su cómodo asiento para que se fuera a refugiar en los brazos de una de las recién llegadas. Eran varias, pero con ninguna Nathaniel había reaccionado así. la Yaxley mantuvo el gesto neutral tratando de entender un poco del contexto, porque era claro que el libro entero no se lo había leído y no quería hacer escenas sin sentido.

 

Con un gran regocijo y calma, descubrió que tenía una cuñada. ¿Tendría más? Encogió los hombros mientras esperaba que él volviera a su sitio, cosa que hizo momento más tarde. Luego de darle algunos alcances de las cosas que sucedían en Londres, en el Ministerio, en la Marca. Prometéndole incluso una cena. Aquello quemó algo en la boca del estómago de Maida, hasta ese instante ella habría jurado que pasaban juntos casi todos los momentos libres que tenían. Jamás se había puesto a pensar en los momentos en los que no se veían, o en sus pasatiempos personales. Quizá porque ella misma no los tenía, era pasarse el día resolviendo los temas de la Marca o en la oficina del Ministerio.

 

Luego de servir la cena, Orión y Gatiux explicaron algunas cuantas cosas más. Si su tío estaba sorprendido o no por la relación entre el Malfoy y ella, intentó no pensárselo demasiado. Todos ahí estaban en peligro de muerte de alguna manera, y ponerse en líos familiares no iba a mejorar en nada el asunto. Además, de cierta forma podía comprenderlo, a Maida tampoco le agradaba ver la cercanía entre Cillian y su prima Kya. Estiró las manos, agradecida por el plato de comida que entre Aleera, Gatiux y Orión habían preparado, tomó dos y comenzó a devorar el suyo luego de extenderle uno a Nathaniel.

 

Come un poco, te sentará bien tener un poco de algo en la panza antes de tomar el vino —comentó viendo como Goshi y otra chica más pretendían comenzar las guardias con un poco de alcohol en el cuerpo.

 

La ojiazul sabía que los únicos que iban a brindar noticias exactas de los pasos a seguir, serían sus tíos, y estos, ya se habían retirado a algún lado. Supuso que a la torre de la que habían hablado. Cosa rara en ella, pudo engullir todos los fideos sin sentirse ni un poquito llena. A lo mejor la manzana en la Black le había servido solo como un abrebocas. Como fuere, casi se había quedado muda sólo por disfrutar por fin de una cena medianamente decente. La voz de Nath volvió a sacarla de sus pensamientos.

 

Mucho sueño, no tengo —se sinceró mirando los restos de fideos en sus platos y rejuntándolos en una pila junto con varios más, los tenedores encima de todo—, pero creo que podríamos aprovechar el rato para arreglar un poco, hasta que podamos cada uno escoger que hab...

 

Pero no pudo terminar su frase, una nueva persona hacía su entrada y llenó de sonrisas el corazón de la ojiazul que hace mucho no veía a su madre. De hecho, era la persona a la que había llegado a buscar en la Black cuando estalló todo el problemó que los tenía ahí reunidos. Iba a lanzarse a estrecharla en un abrazo cuando fue ella, quién mandó en la escena sacando a Nathaniel de su silla. Y por añadidura, a Maida de su regazo. Los hechos que se suscitaron después fueron indescriptibles para la mortífaga.

 

Sus ojos escocían, y no porque quisiera llorar, sino porque además de la sorpresa, se le hacía físicamente imposible retirar el contacto visual de la escena que presenciaba acerca de su madre y su ¿novio? ¿Pareja? De pronto, una última conversación con Cillian le hincó debajo de las costillas, una dónde ella misma le había informado acerca de la falta de formalidad con la que Nathaniel había afrontado toda la situación. ¿Había preguntado si era la única? No. Se había limitado hasta ahora a subirse con tranquilidad a las olas de ternura que le proporcionaba el Malfoy. ¿Acaso esa escena entre él y Luisitha eran la verdadera causa de la incomodidad que habían mostrado Orión y Gatiux? La vio tomarlo de la mano y sencillamente, no sabía que hacer. Era el ex-tutor de Maida el que tenía que frenar la situación, explicar algo, no quedarse así...tan...¿diligente?

 

Parpadeó.

 

Al fin.

 

Se aclaró la garganta y juntó todo el valor que creyó, su hermano tendría en una situación similar. Ya una vez le hubo funcionado, tratar de interiorizar la valentía de otro para usarla como propia. Puso su mano derecha sobre la unión de las manos de su madre y él. Pero no los miró, no era tanta la reserva de coraje, tenía la vista clavada en el suelo.

 

Hay más personas en el Manor, mamá, que te ayuden ellos —dijo con voz clara—. Nathaniel, no.

 

Los soltó. Como si ese contacto lo hubiera hecho con brasas ardientes. Y hasta ahí llegó su valor. No podía, quería ni debía hacer más. No iba ella misma darse un título que sólo estaba en los labios del Malfoy. Ni iba a pelear con ninguna mujer por la atención de un chico. Ni siquiera por la de Nathaniel. Hizo una reverencia a todos los que estaban ahí presentes, conocidos y desconocidos. En ese preciso instante en el que su mirada se perdía para que nadie pudiera siquiera intentar decirle nada, no tenía ganas de formular planes, ni nada.

 

Que pasen buenas noches todos —se despidió tomando la pila de platos y dejándolos en el lavadero antes de salir rumbo hacia el pasillo de los cuartos.

 

Caminó hacia el lado contrario por dónde había visto irse a sus tíos, necesitaba con urgencia estar lo más apartada posible. Giró el pomo de la última puerta del ala derecha del Manor, encontrándose con un baño en desuso y que parecía sacado de alguna historia de terror. O quizá era terror lo que sentía ella, con el crepitar de los nervios recorriéndole el cuerpo entero. Vaciando completamente su mente para no elucubrar historias que seguramente en nada se parecían a la realidad —aunque esta tampoco fuera alentadora del todo—. Una parte pequeña de su ser, esperaba pronto ver aparecer por esos pasillos la cabellera naranja de Nathaniel, pero a estas alturas, ni siquiera de eso podía estar segura. Abrió otra puerta y se topó con una habitación. Por fin. Cerró la puerta tras de sí, e iluminó la punta de su varita.

 

Los muebles eran pocos, una cama que debió ser cómoda y linda en su momento, pero que ahora, seguramente estaba llena de polvo y bichos, una especie de taburete forrado, una cómoda pequeña y un armario del siglo pasado. Su ánimo inicial era el de ordenar y limpiar algo para que ambos estuvieran cómodos. Pero ahora, con la mezcla de confusión e incertidumbre que le llenaban el pecho, no tenía muchas ganas de asear. Se acercó a la ventana de dónde se podía ver la noche aún cubierta por la lluvia y la abrió. Al menos el sonido de las gotas cayendo la relajarían. Dejó su varita sobre la cama, apagándola y se sentó en el suelo.

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Avery Harnois

 

Después de seis años de haber desaparecido de la comunidad mágica, volvía a retomar los pasos que Kathy alguna vez dio para poder develar uno de tantos misterios que nos atañía a ella y a mí. Aún no despertaba del letargo que el haber perdido la batalla contra el grupo oscuro había ocasionado en ella. Yo debía responsabilizarme por ambas. Debía prepararlo todo para cuando ella volviera a tomar su lugar en este, nuestro cuerpo.

 

No sabía bien qué lazos tenía mi alter ego ni con qué miembros de la comunidad mágica, así que fue difícil comenzar la tarea de recopilar pistas que me llevasen a algún lugar. Lo único que facilitó la investigación fue el hecho de que Kathy, al igual que su maestro, alababa un grupo oscuro. Sólo que el de Alucard Van Halen era quizá un poco más despiadado, dado a que ellos mismos fueron quienes se encargaron de aniquilar al hijo de Drácula y maestro de la chica Daray, quien a pesar de todo decidió honrar la memoria de su fallecido maestro y padre al decidir seguir sus ideales y pertenecer a otro grupo similar que se hacía llamar “La marca tenebrosa”

 

Con cierto cuidado entrevisté a varios magos y brujas de la comunidad para poder recopilar más información de los miembros de la marca, aquellos que se nombraban a sí mismos como “mortifagos”. De tal modo que pude enterarme de que en algún momento Kathy acudió a la familia Black en su primera llegada a Ottery, allí encontró a una mujer que la recibió como su hija, Goshi Black. Desconozco la veracidad de si sus lazos sanguíneos son o no auténticos, pero así es como registra en los documentos de Kathy Daray Van Halen.

 

Para mi infortunio, Goshi no se encontraba por aquellos días en Londres, y parecía que algo había sucedido también en el hogar de esta. Pues se rumoreaba que este había sido desalojado debido a un inminente peligro. ¿Sería acaso que el grupo oscuro de Alucard, aquel que en venganza atacó a Kathy hace seis años y la dejó en este estupor, se había enterado de que realmente no la habían aniquilado del todo?

 

Pero los rumores corren rápido en Ottery, al parecer se trataba no de dicho grupo, sino de una bruja muy poderosa que buscaba algún tipo de venganza para con ciertos miembros de la familia. ¿Y si aquella bruja poseía el mismo poder que Alucard y su grupo tenían? Temí por Kathy y por mi…pero más que todo por mi… pues fui producto y esclava de ese poder oscuro por muchos años.

Nuevas incógnitas se sumaban a tantos misterios que tenía por resolver. Incluso el hecho de que entonces, si Goshi no se encontraba para ayudar a Kathy, tendría que pedir ayuda a su pariente más cercano, Orión, quien era el padre de Goshi… ¿sería entonces él su abuelo por extensión?

 

Como fuere, esos asuntos daban igual. Ahora me encaminaba hacia donde se decía que se encontraba la familia alojada para resguardarse de cualquier peligro.

Era una noche muy lluviosa. El bordado de mi clásica vestimenta blanca se encontraba totalmente lleno de mugre y lodo. Resguardaba mis cabellos de bucles dorados bajo la capucha blanca de mi capa. Caminaba sigilosamente envuelta en la oscuridad, pues no quería hacer ruido alguno o levantar alguna sospecha. Había escuchado que estos mortifagos eran peligrosos, y aunque Kathy supiera lidiar con este tipo de gente, yo no tenía idea de cómo acercarme si quiera a ellos. Éramos el día y la noche… yo siendo el día.

 

Me acerqué a una ventana que dejaba escapar una luz. Con cuidado espié lo que parecía ser una cocina con gente que se encontraba cenando pastas. Intenté escuchar a través del vidrio empapado lo que ellos hablaban para poder ponerme al tanto de la situación, pero los truenos imposibilitaban que los escuchara a la perfección. Pude haberme acercado a la puerta y llamar para pasar. Si bien el lugar se veía viejo y empolvado quizá estaba un poco más calentito que estar allí afuera mojándome bajo la lluvia, pero preferí seguir allí para analizar un poco más a estos “mortifagos”. No sabía qué tanto me podrían ayudar estando ellos mismos en aprietos, no sabía cómo iban a reaccionar.

Editado por Kathy Daray Van Halen

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A decir verdad se había salido la situación de sus pilares de lógica. Cuando Luisitha hubo ingresado en la misma sala en la que Nathaniel se encontraba con Maida, hija de ésta, el contacto visual se formó. Bien era cierto que en el pasado había mantenido un par de encuentros fugaces y furtivos en terrenos mortífagos y también de Ottery con la joven Black, mas también era veraz que no había pasado nada más. Por azar o por intención propia, el ex-Nigromante no había llegado a entablar algo más serio con ella y el amor una vez más no floreció en su vida. Pero...

 

Aquello no era lo correcto.

 

Si bien no eran dos segundos los que habían pasado desde el primer contacto visual con Luisitha, ésta se acercó al Malfoy con pasos decididos y tras exhalar un suspiro y separar a su hija, pasó lo inesperado. El dedo índice de ella se introdujo en la boca del pelinaranja que, atónito, no supo hacer nada más que ser rehén de las prácticas increíblemente improvisadas de la Black. Sacó el dedo de su boca, ella se estremeció, lo introdujo en su propia boca...

 

Producto de una escena de película para adultos.

 

Enarcó una ceja. Siempre había pensado que la cordura era algo necesario en las personas, así como el respeto. No le estaba gustando la actitud de la veela ante el licántropo. ¿Por qué hacía eso? Independientemente de que en un supuesto caso de idilio con ella, tampoco le habría gustado tener esas muestras pasionales en público. No era su estilo, ya había pasado la adolescencia y tal y como los trapos sucios se lavaban en casa, las muestras subidas de tono de cariño y demás arrumacos también se podían llevar en la intimidad. - ¿Qué se supone que haces? ¿Estás bebida? - logró articular palabra tras unos segundos de dilación en los que ordenó sus pensamientos.

 

- Antes que nada necesito tu ayuda. - dijo la muchacha mientras, ignorando todo lo que el Malfoy estaba diciendo, se lo llevaba hacia la salida. El británico paró en seco, girando sobre sus talones. Carraspeó y chasqueó la lengua.

 

- Luisitha, a mí estos numeritos no me van. Aunque hubiese pasado lo que pasó entre nosotros, no veo normal que te pongas con estas chiquilladas de adolescente en público. Y mucho menos delante de Maida, que aunque tú no lo sepas, pues... Estamos... medio juntos. Juntos. Novios. Eso... - explicó tratando de ser claro y con tono serio. Tomó aire de nuevo. - Así que si me disculpas, tengo que subir a arreglar lo que tú misma has generado. Luego ya veremos si puedo ayudarte o no. - declaró finalmente completando el giro de pies y yéndose sobre sus pasos andados. Aumentó la velocidad una vez encaminado hacia los dormitorios -- o al menos a donde creía que estaban situados -- puesto que quedaba una noche bastante corta por delante y al día siguiente él sería uno de los coordinadores de los muchachos para poder solucionar aquellos problemas que se habían generado alrededor de su primo Orión.

 

Tras numeros intentos fallidos de encontrar a su ex-alumna, en los que abrió puertas de habitaciones vacias, logró entrar en una que se encontraba a oscuras pero que las pocas luces que se proyectaban desde la ventana, revelaban la silueta ya conocida por el Malfoy. Ella yacía sentada en el suelo. Pasó y giró el pomo de nuevo tras de sí, cerrando. Se aseguró de usar su varita con una floritura rápida para cerrar con magia. No era normal lo que venía sucediendo y era muchísimo mejor ser precavido.

 

- Ehm... Ni tú ni yo hallaremos explicación a lo que ha ocurrido ahí abajo... - comenzó a hablar mientras se ponía de cuclillas para estar a la altura de la joven, cabizbaja. - Pero que sepas que... Bueno, en un pasado no muy lejano tampoco, un día en el Caldero de la Marca... Tu madre y yo estábamos borrachos y bueno, pasó lo que pasó. Pero sin más, no ha ido a mayores y no hemos quedado más. Yo desde aquella no he tenido nada más con nadie y a día de hoy guardo interés por ti, por seguir conociéndote. No me gustaría que cosas como estas ensuciasen lo que venimos moldeando éstas semanas. - explicó. La verdad estaba ahí. Se había confesado incluso de lo que ocurrió con Luisitha; cosa que era pasada y que no tenía nada que ver con su presente como pareja. Pero quería dejar todos los cabos atados debido a la ilusión que tenía en lo que Maida y él tenían.

 

- Mira... Tú a mí me gustas. Y voy en serio contigo. Ya le he dicho a tu madre. Si tú quieres seguir adelante, pues me gustaría seguir esto que empezamos. - finalizó.

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Para saciar sus ganas sentirse, por fin, aliviada, pronto escuchó que la puerta de la habitación se abría. Escuchó el pestillo encajar y luego unos pasos que se detuvieron frente a ella. No, no alzó la vista. Ni tenía ganas, ni estaba preparada. Pero pronto, vio parte de la silueta del Malfoy acuclillarse frente a ella y tuvo que requerir mucho de su concentración para no subir hasta encontrar su rostro. Algo de lo que estaba segura Maida, era que apenas él abriera la boca, inevitablemente caería presa de un hechizo que le impediría pensar con frialdad. Una especie de canto de tritón, quizá. Entonces si le sumábamos su rostro a la voz, ella simplemente se iba a perder en sus ojos azules y no iba a aclararse nada.

 

Lo escuchó. Pero lo que decía no era agradable para oír. Había tenido que ver con su madre, a quién no le había dicho nada sobre su situación actual, y por ende había planteado la situación del comedor, completamente ignorante de que ahora, el Malfoy salía con ella: su hija. No era desconocedora de los infinitos enredos que solían haber entre familiares, amigos cercanos, miembros de Marca. Pero jamás quiso ser protagonista de un enredo tal. Y por otro lado, Nathaniel le gustaba. ¿No dejar que cosas como estas ensuciasen lo que habían comenzado ellos dos? Pero es que no era una mancha en el cuello, era que se había líado con su mamá. ¡Qué ella conocía el cuerpo de Nathaniel a detalle! ¿Cómo se podía ignorar eso? Tampoco podía ignorar lo que sentía por el mortífago. Si hubiera tenido el estómago vacío seguramente se habría desmayado. Gracias a Voldemort por el plato de fideos.

 

Botó aire por la boca para tratar de cerrarse a todo. Sólo dejó que el ruido de la lluvia le llenara los oídos. Cerró los ojos por un momento, pero estiró las manos hallando pronto las de él. Enlazó sus dedos sintiéndose, de momento incapaz de hablarle. No quería ni iba a dejarlo, pero la situación era abrumadora. Ella siempre había querido que su primer ¿novio? ¿romance? fuera una aventura sinfín, pero claro, una cosa es quererlo, y otra tenerlo. Resopló una vez más y entonces sí que enfrentó su rostro, sus ojos, esa barba rara que había comenzado a gustarle.

 

¿Así que te gusto? ¿Yo? —inquirió ladeando la sonrisa— Yo que nada tengo que ver ni con el tipo de mujer que es mi mami, ni la chica de la foto en el bar. ¿Es que estás loco? ¿Qué va a pasar cuando pase el encanto de la novedad y no encuentres en mí lo que por lo visto, buscabas en otras? —sacudió la cabeza, negando, tratando de sacarse de encima el montón de preguntas cargadas de inseguridad que se agolpaban en sus labios. No era que estuviera en contra ni de su madre, ni de su ex novia era que ...ella, pues no tenía esas curvas de infarto, o en todo caso, no las mostraba. Casi no usaba maquillaje y de ropa como la que Gatiux había mencionado abajo, ni hablar. No, ella se sentía muy cómoda debajo de sus anchas túnicas y corriendo descalza por el mundo, un simple hechizo de impermeabilidad era todo el accesorio que podía necesitar. Respiró preguntándose qué tan ridícula se podía ver con uno de esos ceñidos vestidos que solían usar las chicas de Ottery— Mañana será otro día y hablaremos mejor de ciertas cosas. Pero hoy, hoy Nathaniel Malfoy, tú a mí me gustas.

 

Le soltó las manos y apoyándose en la cama, se puso en pie. Aún no estaba del todo clara con la situación que se tejía en su vida, pero de lo que sí estaba segura, era de no querer dejar de ver al mago de cabellera encendida. Con todo lo que se había suscitado, se dio cuenta que así como Nath tenía esqueletos bajo la alfombra, ella tenía sus propias confesiones y viendo un atisbo del pasado del mortífago, no estaba del todo segura de cómo iba a reaccionar cuando supiera que él era ...¿su primer novio? Se estremeció nerviosa y esperó que él se incorporara para planear el resto de la noche. Tomó su varita y volvió a encender la punta con un hechizo.

 

Hablemos de otra cosa —musitó de pronto, comenzó a trenzarse el cabello de forma mecánica. La varita encendida la tenía en el cinto, y al Malfoy muy cerca como para concentrarse, se acercó a la puerta y giró el pomo. Cerrada. Giró sobre sí misma para confrontar al ojiazul—, ¿era necesario el seguro? —le preguntó casi en broma, casi muerta de nervios, estar tan apartados de todos le resultaba...ansioso— Amor, ¿podrías al menos prometerme que si aparece otra de tus ...bueno, tú entiendes, me avisarás? No fue una agradable sorpresa.

 

De alguna manera había que relajarse, y mientras se acomodaba entre sus brazos. Dejó los propios descansar en los hombros del mortífago, dejó que sus cuerpo se acercaran un poco más. Dejar lo de hace mucho rato, atrás. La varita de Maida ahora estaba entre ambos y la luz volvía a ser casi inexistente en la habitación. Traviesa, se puso de puntillas para darle un beso cortito en el lado izquiero de la boca, y se rió al volver a su posición original. Le gustaba mucho la confianza y la sensación de poder hacer con él, lo que quisiera. Sin que él le pusiera tantos límites.

 

— Si vamos a compartir habitación, creo que es justo que yo use la cama y tú duermas en el diván —ordenó en tono amable—. No sé si pateas al dormir y mi piel es muy sensible. A la primer noche que te escuche roncar, te pasarás el resto de las noches con un silencius, ¿entendido? —estaba poniendo una reglas de convivencia que la tenían al borde de las carcajadas, pero lograba el gesto fingido de seriedad— Y por sobre todas las cosas, tendré que coser la sábana con la que te cubrirás, así nos aseguramos de tener esas manitos dónde corresponden, ¿de acuerdo, Señor Malfoy?

 

Se apartó un poco e hizo aparecer entre sus dedos una gruesa aguja de esas que sirven para coser materiales fuertes, como los costales o los yutes de sábanas, y también un pedazo largo de hilo negro grueso.

 

— ¿Listo?

Editado por Maida I. Yaxley

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- ¿Y bien? ¿No hay nada que quieras decirme?

 

Orión estaba apoyado en uno de los vértices que hacían posible las ventanas que contorneaban la torre. Estaba mirando hacia la entrada de la residencia, fijo en la reja que limitaba los terrenos del bosque frondoso que actuaba como burbuja de la realidad oligárquica de Ottery. Seguía con las intenciones de hilar aunque sea algo coherente de la visión que había tenido. Estaba como en shock. No por asustado, al contrario, estaba lúcido y pensaba con claridad. Ése era el problema. Se dispararon procesos cognitivos que los tenía bien escondidos. Así estuvo un poco en la cena y cuando subía las escaleras de la torre.

 

La voz de la banshee lo descolocó. Lo volvió a la realidad. Se ruborizó, porque en parte sentía que todo esto era su culpa. Sobre todo al ver que todo en la habitación estaba listo para su uso. Sonrió un poco cansado al verla. Comprensivo de su reacción. Se acercó, con pasos cuidados para sentarse al lado de ella en la cama. Le tomó las manos.

 

- Gracias.

 

Su voz gruesa rompió un poco el silencio. Ni los ruidos de los grillos llegaban hasta las ventanas.

 

- Hace meses, visité el faro de la hechicera. Tenía que recuperar algo para atar cabos sueltos. Sospecho que encontré un horrocrux. Quedó en la Black, de todas maneras. Había magia defensiva ahí, pero nada como lo que vi hoy.

 

Se separó de ella, mientras que sacaba de sus bolsillos su monedero mocke. Metió la mano hasta el codo. Tras unos segundos, y poniendo varias muecas de esfuerzo, logró encontrar lo que buscaba. Otra bolsa azabache, con un hilito marrón que la mantenía cerrada. De la misma bolsa, sacó un pañuelo blanco que extendió sobre la cama.

 

- Haré una tirada.

 

Metió las manos para sentir el frío de las runas en sus yemas. Estaba usando piedras planas, con las runas grabadas en cobre. Las mezcló con la izquierda un par de veces. Susurró un par de chants. Tomó un puñado y las lanzó sobre la tela. Tres de ellas cayeron boca arriba y una boca abajo. Reconoció las runas al instante. La herencia, la protección y la necesidad. Tomó las dos restantes, el martillo y la nada.

 

- Oh. Lectura bastante directa. Necesitamos a la casa –herencia Yaxley–, para la protección, del poder desconocido. Creo que lo mejor es intentar descubrir de qué nos protege la casa, para saber mejor a qué nos enfrentaríamos.

 

Guardó todo en segundos. Volvió a sentarse al lado de Gatiux, mientras entrelazaba su derecha con la izquierda de ella y reposaban las mismas sobre sus piernas. Orión descansó su cabeza en el hombro de ella. Los iluminaba únicamente la luna, mientras observaban los campos que ahora…

 

- Supongo que todo esto es nuestro ahora.

 

Se separó, y se inclinó hacia atrás, moviendo el torso para quedar frente a ella. Pensó en un: ¿Sabes que te amo verdad? Pero en sus años aprendió a no dejar nada por sentado. A veces decirlo, resignificaba todo tipo de actos. Respiraba con más profundidad, más calmado, por la nariz. Le dedicó un pequeño beso y la abrazó.

 

- Te amo –terminó susurrando.

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