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• Leyes Mágicas •


Mentita
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El suelo se había sacudido bajo sus pies, descalzos por supuesto, y el calor que se sentía sobre la superficie era preocupante. Todo estaba completamente cubierto de estalactitas, piso paredes y techo, tal vez porque hacen miles de años que esa parte de Londres vivía cubierta de agua. Decía la leyenda que no siempre fue mar y tierra, hubo una era en la que existía, simplemente, mar. Y bajo aquella cueva, húmeda y enmohecida, habían hecho su hogar ciertas criaturas "libres". Años más tarde el hombre descubrió lo que se escondía e hizo de aquella cueva una mina de oro de la cual sacar el máximo provecho. Candela hubiese hecho lo mismo, estaba segura, y qué mejor provecho que sacarle actualmente que usarlo como material de estudio.

 

Al día siguiente, luego de haber abandonado la prometedora cueva, se encontró frente al Ateneo, en donde debía impartir una vez más, los conocimientos de los que se había hecho responsable. Pero, ¿qué tenía que enseñar? Se negaba a creer que sus alumnos no tenían ni un pelo de saber en cuanto a Leyes se refería y, más aún, cuando se trataban de Leyes Mágicas. Así que, después de darle demasiadas vueltas al asunto (porque nada terminaba de convencerla), creyó conveniente llevar a sus alumnos a una pequeña excursión.

 

Con sus manos alisó la túnica que la cubría de la cabeza a los pies, de un color negro azabache, por cuya capucha se escapaban unos cuantos mechones castaños y rebeldes. Sus descalzos pies estaban siendo escondidos por el largo de la túnica y estiró sus brazos para medir el largo de las mangas de la misma, le cubrían hasta la punta de los dedos, momento justo en el que comenzó a llover y entonces tuvo que correr.

 

Atravesar todo un campus desierto sin ningún techo cerca bajo el que resguardarte no es fácil, y menos aún cuando se olvida que, siendo bruja y teniendo una varita en su poder, podría haberse aparecido directamente en el salón de clases. De modo que, con el orgullo herido después de ver su propia imagen en el reflejo de una de las ventanas, caminó perezosamente hasta un aula pequeña, perfecta para los dos únicos pupilos que tendría aquel mes. Los incrédulos podrían pensar, en realidad, que se trataba del cuarto del conserje por la dimensión que poseía, pero la iluminación (reducida por culpa del mal tiempo) lo hacía verse más como un lugar de estudio.

 

La Triviani aprovechó aprovechó que no hubiese llegado nadie aún y procedió al secado de su vestimenta, se quitó la túnica y la escurrió enérgicamente. Torció las puntas de su cabellera para quitarles el agua y usó varita para terminar de secar el vestido que llevaba, verde y lleno de jirones a la altura del muslo. Hizo lo propio con la túnica y terminó por hacer un rodete en su cabello, para que no le estorbase. En pocas palabras, glamour y aspecto decente, cero.

 

Un par de días atrás había enviado los mensajes correspondientes a sus alumnos, una vez más, ignoraba de quiénes se trataba pues Chuck había sido el responsable de ello. Era de su conocimiento que tendría a dos en clase, pero no sabía de sus identidades; por lo que probablemente sería una sorpresa si resultaba ser alguien conocido. El mensaje era claro, ella los esperaría en esa aula, dentro del Ateneo.

 

 

 

*************************

 

@@Darla Potter Black @@Seba Granger

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Con entuciasmo vio que una de las clases que se impartiría, era la de Leyes Mágicas, eso le hizo recordar a su amiga Esmeralda Slytherin, una joven que sabía de ese conocimiento bastante pues ea algo que le apasiona, tanto que muchas de las ocasiones en que se encontraban, platicaba sobre ello. Así que por su amiga conoce un poco y pensando lo un poco, sería bastante emocionante.

 

luego fue preparan aquella mochila de cuero negro y alistarla, la llevaría para tener esa clase. La profesora es una joven con la que recientemente había coincidido en un curso, esperaba que ese detalle le ayudará (?

 

Se arreglo como suele habitualmente hacerlo, ropa negra formal de vestir y camisa verde esmeralda, ademas de una capa negra con botonera de plata. Lo que le tenía pensativo, era si la joven le aceptaría ser parte de los alumnos, pero como se dice: "No perdía nada con intentarlo".

 

En las ocasiones que había participado, tuvo diferentes aulas, además de otras instalaciones que llego a conocer: invernaderos, lago, dirección de la profesora Mistify Malfoy , el teatro...pero la indicación para esta clase, parecía estar equivocada...¿o no? (?

Llego a aquella aula y con inquietud por hacer su solicitud entro a la aula. Ahí vio que se encontraba la joven, con pasos firmes fue hasta ella, era mejor ser de los primeros, así no interrumpiría y podría realizar su solicitud sin problema.

 

--Buen día, me alegro encontrarla profesora, le solicito permiso para participar en su clase como alumno oyente ¿lo aprueba usted? me interesa la clase que va impartir.

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Candela había aprovechado que todavía no llegaba nadie para cambiarse de ropas, la túnica (una de las pocas decentes que poseía) parecía una catarata por la cantidad de agua que tenía y el resto de su ropa simplemente eran una vergüenza; de modo, que tenía colgados en una de las silla unos desgastados jeans y una camisa blanca (bastante informal el asunto, considerando que era profesora y que debía impartir un conocimiento). Tendría que hacer algo para conseguir un sobretodo pues si decidía salir de excursión con sus alumnos no tenía a mano nada que la protegiese del frío o la lluvia.

 

Afuera el tiempo no parecía querer calmarse, lo que hizo que la Triviani se desganara de los planes que tenía, pero no podía tirar la toalla sólo por un par de gotas, ¿o sí? Así que, con todos esos pensamientos invadiendo su cabeza, ya había terminado de ponerse el pantalón cuando sintió que alguien le hablaba, ¡y no se había puesto la camisa!

 

— ¡SANTA MADRE! —gritó por la sorpresa que le suponía que la vieran semi desnuda.— ¡Obscuro! —con un movimiento rápido sacó su varita y apuntó al muchacho de ¿pelo verde? ¡Ah, pero si a este chico le conocía! — ¿Antoni? ¿¡Qué rayos!? —la cinta invocada por la varita de la Triviani ya cubría los ojos de Ryvak.— ¡Y no se te ocurra quitarte esa maldita venda de los ojos si no quieres ser un cadáver en un basural! —su amenaza sonó ronca, cargada de impotencia.

 

Sus manos, presurosas, agarraron la camisa y se vistió con ella antes de que su ex compañero decida que no necesitaba taparse los ojos. Una vez ya con ropa, Candela se ató el cabello en una coleta y le quitó ella misma la cinta al chico.

 

— ¿Oyente, dices? —caviló unos momentos— Realmente no tendría problema... —mintió como las mejores, odiaba tener un meterete en su clase, cualquiera fuera— Pero me parece que no tienes los conocimientos más avanzados de Leyes Mágicas que se necesita y se supone que deberías tener las Leyes en tu lista de conocimientos. ¿Cómo llegaste aquí? Se supone que el mensaje era secreto (?). ¿Acaso Chuck te sopló la dirección? —Bueno, tampoco era un lugar tan secreto, pero la idea era esa.— Le cortaré la cabeza si así fue...

 

Contempló al peliverde unos segundos, luego decidió que no perdería más el tiempo con él.

 

— Hazme el favor y cierra la puerta cuando salgas, no quisiera llamar a Dirección para que se hagan cargo de tí. Lo haría yo misma, claro, pero estamos en la Universidad y no es conveniente a mi reputación como docente... Uhmm... creo que eso último lo dije en voz en alta, no lo pretendía. —se encogió de hombros y despidió a Antoni con la mano.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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La Potter Black giró en su cama, observando al mago que dormía junto a ella, sus dedos acariciaron lentamente su mejilla, bajando despacio por su cuello, sus hombros hasta su cintura. El movimiento suave entre lazó los dedos de la pareja y ella con una sonrisa se acercó más a su cuerpo, besándolo con ternura y pasión mientras le susurraba un buenos días.

 

Horas después, tras el desayuno, una relajante ducha y elegir con cuidado las ropas para la clase era hora de ir hacia el Ateneo a tomar un nuevo curso, Leyes Mágicas. Darla observaba como Seba se vestía y la tentación de quitarle todo de nuevo era grande, pero recordaba que la nota era clara, les pedía puntualidad. Lanzó un suspiro y se giró para terminar de arreglar el vestido Jackie que había elegido, de color azul, con detalles en negro, a juego con sus zapatos y el bolso en que llevaría los elementos que creía útiles para la clase, un par de libros, plumas y una libreta.

Recogió su cabello, se echó la capa al hombro y se giró para ver al guapo de su novio, con una sonrisa en la boca susurró.

 

Ya estoy lista amor, tú turno y se acercó a él acomodándole el cuello de la camisa y tomándose de su brazo tras besarlo con amor.

 

Cuando la pareja tomaba clases juntos tenían una costumbre, le tocaba una vez a cada uno de ellos hacer la aparición conjunta hacia la Universidad. Esta vez era el turno de Seba. Así fue que tras despedirse de los elfos, indicándoles que estarían fuera con el tema de las clases la pareja desapareció rumbo a las mismas.

 

El crack había sonado en las afueras de la Universidad, a unos metros del ingreso y caminaron juntos hacia el lugar en que se suponía debían cursar.

 

--¿Qué crees que tenga planeado la profesora amor? preguntó la Potter Black mientras recorrían los pasillos hasta llegar al salón.

 

Cuando ingresaron se encontraron con una pareja que charlaba, lo que sorprendió a la vampiresa ya que no recordaba haber visto en las listas a alguien más, claro que podía tratarse de un amigo de la profesora o. Inclinó suavemente la cabeza hacia un lado, sintiendo la esencia de los dos presentes. Recordaba vagamente del pasado a la profesora, sin embargo, la otra persona era más que familiar para ellos.

 

--¿Antoni? ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás? ¿Vas a cursar o? entró en dudas respecto a quién era el profesor de la clase.

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La noche anterior después de la cena, Tommy uno de los elfos de Darla nos había recordado que tendríamos que asistir a clases al otro día, o al menos eso sospechaba el, la verdad es que ya había sido mas de un mes que nos habíamos anotado a una nueva materia en la academia que al final ya casi se me había olvidado, y las ganas de tomarla ya no eran las de antes, pero se lo había prometido a mi novia que cursaríamos juntos una vez mas.


A la mañana siguiente, tras los arrumacos y regaloneos que solían llevarnos a algo mas, nos dimos una ducha mi pareja y yo, para luego comenzar a prepararnos para asistir a la clase, que si era ese día ya que había llegado una nota firmada por la maestra que nos impartiría la clase, lo mejor seria apurarnos para no llegar tarde.


De reojo miraba a mi amada que se vestía, mordí mi labio un par de veces para contenerme, no podíamos volver a la cama en esos momentos, "Aunque no era necesario que lo hiciéramos en la cama" pensaba en esos momentos, sacudí mi cabeza para quitar esos pensamientos de mi cabeza.


-Estas muy hermosa mi amor- sonreí dejando que Darla diera los últimos detalles a mi vestimenta, la varita ya estaba en el bolsillo de la chaqueta que aquella mañana me daría el abrigo, ademas no sabíamos a donde iríamos a parar, se suponía que debíamos ir al Ateneo, pero la ultima vez habíamos terminados encerrados en una cueva, y la anterior en un manicomio de siglos antes del actual.


Tras dar las ultimas indicaciones a la media docena de elfos, nos desaparecimos rumbo al lugar del encuentro, una leve niebla quedo tras nosotros en el lugar que había sido la aparición, tome de la mano a Darla, para ingresar a la Universidad, el lugar no me gustaba mucho, lo sentía frió, seguiría prefiriendo por siempre la academia.


-Ni idea amor, ni siquiera se me ocurre quien da la clase-Sabia que muchos de mis compañeros de bando estaban impartiendo clases por estos días en la universidad, pero tampoco había preguntado que estaban dando.


Para nuestra sorpresa al abrir la puerta de la sala para Darla, un cabello de color verde llamo mi atención, o mas bien lo reconocido al instante, Antoni estaba ahí con una chica, o estaba tomando la clase o era el la que la daría, había una tercera opción, pero era la menos cierta, al menos eso pensé por que el chico se había casado no hace mucho, y no era precisamente Shena la que estaba ahí.


-Buenos días- dije a la pareja cerrando la puerta tras de mi.

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Una venda mágicamente le cubrió los ojos y quedando se extrañado con ello, solo acertó a escuchar...la advertencia era clara, así que mejor obedeció la demanda de la joven profesora.

 

No estaba buscando problemas, si no tener algunas clases para aprender más...lo cual por el momento, Candela le explicaba que no era posible. ¡Lo había olvidado! tenía razón, no había cursado ese conocimiento antes.

 

--Bueno, entonces me marcho. -- La profesora me había quitado ella misma la venda y me tuve que dirigir a la puerta, vi a dos de los magos que más estimo y sonrío.

 

--¡Hola Darla! Estoy muy bien! recordaba lo mucho que me divierto en clases y pase a preguntar si podía ser oyente, pero la profesora me ha explicado que requiero tener este conocimiento para ser aceptado, así que por el momento no puedo, es una lastima, me hubiese gustado compartir la clase con ustedes! ¡hola Seba! Buenos días, me retiro, que tengan un excelente día!-- Le di la mano a Seba para saludarlo y a Darla le abrace y luego me fui para que ellos continuaran la clase.

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Sonreí al ver la forma en que Antoni saludaba a Darla, este chico parecía que siempre andaba muy feliz, pero supongo que era de esperar era un recién casado no había como quitarle la sonrisa por esos días, lo extraño era verlo aquí en vez de seguir disfrutando con su esposa, cuando llegara el tiempo de Darla y mio, lo mas seguro es que me la raptaría por bastante tiempo, quería tratar de pasear si se podía, conocer el mundo si era preciso a su lado, o mas bien a lo mejor ella me lo enseñaba, seguro que conocía mas que yo por eso de ser vampira.

 

Seguí en silencio la conversación de los magos mientras que divagaba un poco con los planes que se iban creando en mi cabeza, y lo que seria ser el esposo de la Potter Black para toda la vida.

 

Estreche la mano del mago mientras que se disculpaba que debía irse, hubiera sido bueno haberlo tenido de compañero, pero seguro en algún momento se daría la oportunidad, -Nos vemos luego- le prometí al muchacho que abandonaba la sala.

 

-Buenos días profesora- dije a la bruja que estaba al otro lado de la pequeña sala, aunque por el tamaño de la pieza me parecía que hasta el cuarto de los elfos era mas grande que eso.

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La Potter Black respondió al caluroso saludo del mago peliverde, era como un hado madrino que siempre aparecía en sus vidas, por algún motivo vino a su mente un cuento que le habían leído cuando había vivido de pequeña entre los muggles. Claro que no estaba bien comparar a Antoni con Fauna, ya que en ella lo verde era el ropaje, pero siendo un recién casado Antoni no era comparable con Peter Pan, ya que había mostrado en más de una forma y ocasión su madurez.

 

--Me alegro mucho que estés bien y lamento que no puedas quedarte Antoni --dijo la pelirroja viendo con cariño al mago que formaba parte de sus vidas desde hacía algunos años.

 

Abrazó con genuino afecto al muchacho mientras se despedía y escuchó atenta las palabras de Seba, reafirmándola con las propias suyas.

 

--Seguro nos encontraremos en alguna otra clase, aún nos faltan tomar muchos conocimientos a ambos --ésto último lo había dicho con un dejo de resignación, le encantaría tener más pero las cosas no se habían dado de esa manera, habían puesto las prioridades en su vida personal antes que en los estudios para aumentar su nivel social.

 

Tras la partida del joven volvió a imitar a su futuro marido y saludó a la profesora que, paciéntemente, esperaba le prestaran atención. Sin embargo algo llamó su atención ¿había restos de agua en el suelo del lugar? Darla evitó encogerse de hombros pero era un gesto que siempre le salía, desde su juventud, cuando no entendía por qué la gente no utilizaba ni el impervius para evitar mojarse, ni el tergeo para secar lo mojado.

 

--Buenos días señorita Triviani --dijo con suavidad, había reconocido a la ex mortífaga, la cual seguramente no la reconocería a ella ¿o sí? Habían pasado muchos años desde la última vez que el destino había cruzado sus pasos y cuando dejabas un bando el perder parte de tu memoria no era el mejor regalo de despedida.

Editado por Darla Potter Black
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Antoni ni se inmutó a la amenaza disfrazada de la bruja, quizás porque estaba acostumbrado a escuchar ese tipo de cosas o porque realmente no lo había entendido. De todas maneras, y mientras terminaba de secar la ropa que se había quitado anteriormente, sus alumnos ya habían llegado e intercambiaban palabras con el peliverde; Candela aprovechó entonces para hacer desaparecer sus ropas, que seguramente la molestarían allí, no sin antes sacar tres botones del vestido, los cuales guardó en uno de los bolsillos de su camisa.

 

— Buenos días muchacho... y muchacha... —saludó cuando el Ryvak hubo salido del aula, aunque se quedó con su propio apellido en la garganta, como parte de su presentación, pues ya la chica la había nombrado— ¡Qué bien que sepan quién soy, así me ahorro la presentación! ¿Tú también sabes cómo me llamo? —preguntó al chico.— No importa, soy Candela Triviani, por las dudas... creo conveniente que sepan quién los aburrirá con esta clase. —se encogió de hombros con un gesto despreocupado y sacó los tres botones que había guardado anteriormente.

 

La Triviani era una persona más práctica, lo más probable era que distara mucho de la forma de trabajar del resto de profesores del Ateneo, lo que la hacía realizar sus clases con éxito o fallar en el camino. Ella creía que la clase se desarrollaba con ayuda de los propios alumnos, y conforme sea la constancia de ellos mismos y los sucesos que acontecieren. Aveces prefería ir respondiendo dudas, otras dar algo de teoría o, como en este caso, simplemente presentarles situaciones, de las cuales dependía si aprobarían o no. Y aunque todo era cuestión de perspectiva, quería probar la de sus alumnos. Así pues, colocó los tres botones sobre una mesa y los convirtió en trasladores, era hora de salir a pasear.

 

— ¿Qué traes en el bolso? —le dirigió una rápida mirada al bolso de la fémina, a quien su rostro le pareció muy familiar. — ¿Comida? Quizás haga falta, suele darme hambre en las excursiones... En fin, tomen, una para cada uno. — Con su varita elevó dos botones, que ahora emitían una luz blanquecina, y se las dirigió a ambos. — ¡Los espero allá! Era cierto, no les había dicho dónde era "allá", pero era parte de la sorpresa. Candela había tomado el suyo y fue succionada por el traslador.

 

*********

 

Cuando sus descalzos pies tocaron tierra firme abrió los ojos para encontrarse con una escena que ya había visto anteriormente y, aunque tuvo que asirse de un muro semi destruido por el tambaleo provocado por el mareo de la aparición, caminó un par de metros hacia la izquierda, y allí se quedó, a medio camino; con una media sonrisa en el rostro cuando vio a sus alumnos aparecer, quizás se habían estado preguntado si seguirla o no.

 

— ¡Genial, vengan... vengan! —los llamó con voz presurosa y continuó avanzando.

 

Estaban en una aldea cerca a Camden Town, hogar de una de las más grandes tribus que habitaban en Londres. Esta aldea no era conocida, ni mucho menos muy habitada, lo único ventajoso que tenían era estar cerca de Camden Town, de donde se proveían de alimentos, agua y medicina. La aldea era pequeña, y sus habitantes eran magos, brujas y squibs de muchos países de Europa, expulsados de sus tierras de origen por crímenes menores, o mayores. Había de todo. Así también, en este lugar se escondía un hombre que antaño fuera conocido por haber asesinado a toda una familia de squibs, dos muggles y tres niños magos. Y a ese hombre era que iban a ver.

 

Candela se detuvo frente a una precaria casa, al igual que todas las demás, y cuyos muros de adobe estaban consumidos por la humedad, la lluvia y el moho. Habían muchas personas sentadas fuera de sus casas, parecían indigentes, y los observaban con ojos celosos. Tocó un par de veces la puerta y la empujó, sin esperar respuesta. Cuando entró le hizo una seña a la pareja para que la siguieran, y se encontraron con una figura masculina tendida en el suelo de tierra. El cuerpo del mago estaba lleno de llagas, delgado hasta ver únicamente los huesos y por la barba le corría un hilillo de sangre que salía de la boca. Estaba cubierto por una sábana sucia y rota, lo que hizo deducir a la Triviani de que estaba desnudo.

 

— Este hombre... —empezó hablándoles— fue el "terror en Grecia", asesinó a una familia de squibs, dos muggles y tres niños hijos de magos. No cumplió condena, no se hicieron las investigaciones pertinentes, no fue enjuiciado. Simplemente cayó aquí hacen diez años y... —miró al criminal— no parece que se pueda ir a otro lugar. Así que, con el poco, o mucho, conocimiento que tengan de las Leyes... ¿qué creen que debió haber pasado con él? Legalmente hablando, claro, pues si hablamos médicamente nos iremos por las ramas, y no es lo que pretendo.

 

 

 

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Antoni se había ido del pequeño salón y las profesora parecía ya dispuesta a dar inicio a las presentaciones al menos. Tras haber dicho el nombre de ella, Darla se dio cuenta que quizás fuera un error, la bruja no la recordaba y ella debía explicar. No, no era tan difícil, tranquilamente podría comentar que una amiga le había comentado por otro amigo que había cursado quién era la profesora y nada, así simplemente, no recordaba el nombre del amigo ¿o era amiga? que había cursado con ella.


Observó cómo Candela convertía en trasladores tres botones que había puesto sobre la mesa, eso ya no la sorprendía, eran pocas las clases que se impartían habitualmente dentro del aula en esta época. Lo que sí la sorprendió fue la pregunta sobre la comida, ehhm ¿tendría? Lo abrió revolviéndolo un poco, sabía que Lualú había puesto algo más pero no sabía qué.


—Si, traje libros, libreta, plumas y ehmm… ¡voilá! —había encontrado una pequeño termo con té helado para tomar y una vianda con galletas dulces y saladas hechas por Nana, o quizás por Lualú, porque seguro la otra elfina habría protestado mucho.


La verdad es que cada que cursaban la elfina más joven siempre era precavida, porque nunca sabía a dónde acabarían sus amos al final del día. Desde un centro comercial muggle hasta una cueva en medio de un parque de recreación en medio de una tormenta.


Pero era mejor que dejara de divagar, había un botón flotando frente a ella y Darla lo tomó obediente a las palabras de la profesora. ¿A dónde irían a parar? Frenó su mano frente al botón al ver desaparecer a Candela y miró a Seba con cara de preocupación, pero no tuvo tiempo más que de abrir la boca porque el botón, desaparecida quien hiciera la magia para que saliera flotando cayó sobre su mano y la arrebató del salón…


—Maldición —gruñó la Potter Black mientras cerraba su mano sobre el botón, para no perderlo en medio de aquel vertiginoso vuelo por el espacio.


~~~

Segundos después aterrizaba cerca de un muro derruído y a unos metros, sobre el camino, los esperaba Candela. Se giró para ver que Seba estuviera bien y se acercó a ella, tras su llamado. Se acercó a Seba, guardando el botón en el bolsillo y tomó su mano mientras seguían a la Triviani por el derruído pueblo. La Potter Black iba en tensión, notaba las miradas que les seguían y la verdad aún no se decidía a si algo les pasaba usar la magia o sus colmillos.


Cuando llegaron a una casa más derruída que las otras la pareja de novios se miró sorprendida y esperó a que les abrieran, no así su profesora que, tras un par de golpes, avanzó y los invitó a seguirlas, el panorama dentro no era muy alentador. El aroma inundó la nariz de la vampiresa quien debió recurrir a toda su fuerza de voluntad para no hacer una locura. Sin poder evitarlo se mantuvo un par de pasos por detrás, escuchando atenta el relato de la bruja.


Lo primero que vino a la mente de la Potter Black es que, en otros tiempos, la justificia “divina” se habría ocupado de él, si es que su estado actual no representaba eso. Estuvo a punto de tomar aire para hablar, pero lo pensó mejor y simplemente, sin respirar, dio su respuesta.


—No sé qué es este lugar, pero creo que alguien debió llevarlo a juicio, intentar conocer si tuvo un motivo, que aunque no justifican las muertes, dan una idea de si es una persona que pueda ser condenada a cárcel o a un manicomio.


La pelirroja se detuvo y miró a su novio, dándole lugar a que él continuase opinando sobre el tema.





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