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~ Historia de la Magia


Nathaniel Malfoy
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- ¿Listos? Tres, dos, uno... - su voz fue disipándose y dejando en el lugar el sonido onomatopéyico de la ruedita del giratiempos que proyectaba acústicamente su engranaje. Como si de una televisión muggle antigua se tratase, la imagen del londinense fue desapareciendo lentamente hasta quedar completamente reducida a un puntito que terminó por irse del todo. Su estómago no dudó en dar vueltas y provocar una sensación un tanto turbia. Así lo hicieron el resto de partes de su cuerpo: cabeza, brazos... Un dolor también en las sienes, muy agudo, le informaba del viaje que tomaban todos. No pudo ver nada al haber cerrado los ojos, esperaba con ansia que nadie se equivocase de sus alumnos y que todos llegasen al destino como debía de ser. Y así fue. Poco a poco sus siluetas fueron tomando integridad y volvieron a ser entes corpóreos y llenos de vida. Era temprano, cerca de las diez como había mencionado anteriormente aún en la clase del Ateneo de Conocimientos. A su derecha e izquierda Orión, Anthoni y Sagitas cobraron vida. A la derecha del ex-Nigromante residía el ya comentado contenedor de basura que, por suerte, había sido limpiado la noche anterior y no profería olor alguno. ¡Qué alivio!

 

- Bien, lo dicho. Tenemos dos horas, tratemos de pasar desapercibidos y caminemos juntos. Olvidé mencionar que en esta época que ahora experimentaremos hay muchos rastreros... Que vienen siendo personas que manejan magia lo suficientemente avanzada como para matarnos. Sí. Asesinan por dinero. Varitas en guardia, chicos. - comentó. En realidad en su mente ya había sido asimilado aquel peligro cuando comenzó las clases con la idea de viajar al pasado, a aquellos años en concreto. ¿Qué era aprender sin emoción? El riesgo, la adrenalina... Eso sí que era incentivador. - No creo que cambie mucho el pasado que aturdamos a alguien si nos ataca... De todas formas, nada de matar. Eso podría cambiar demasiado el presente o futuro hasta límites insospechados. - añadió advirtiendo.

 

El edificio estaba justo al lado de ellos. Era una construcción de piedra similar al granito, con acabados lujosos y grandes ventanales. Además de aquello, figuras como gárgolas, águilas, trolls y un sinfín de criaturas adornaban las esquinas y acabados del lugar. Alguna que otra inscripción en romano, inglés antiguo y otros idiomas, llamó la atención del mortífago. Aún así, volvió rápidamente a concentrarse en lo que estaban planeando, pues el tiempo apremiaba. Decidió mentalmente que lo mejor sería tratar de ver cómo se vestía la gente -- dado que no se habían cruzado con nadie aún -- y para llegar a hacerlo lo mejor sería caminar las calles. Carraspeó.

 

- Bien, comenzaremos por ver cómo viste la gente y en el caso de ser necesario, tendremos que adquirir ropa de la época. Vayamos hacia la derecha todos juntos, se presenta una avenida larga y atractiva, llena de comercios, similar al Callejón Diagon pero mucho más grande y con tiendas de todo tipo. Hasta de objetos muggles. - informó. Lanzó sus pasos hacia delante y escuchó tras de sí los de sus pupilos. Estaba emocionado, no podía negarlo. No todos los días se enfrascaba en una aventura en el pasado, inmiscuyéndose en la historia mágica en primera persona y en otro lugar diferente al de su país natal. Pasaron por una infinidad de boutiques de ropa, -- en las que descubrieron que no estaban tan desentonados con la moda actual de Ottery en cuanto a túnicas y demás -- lo que parecía indicar que todo estaba organizado por secciones y tramos de la calle; en un tramo se encontraban sólo negocios dedicados al textil, en otro objetos mágicos de la época, en otro tiendas de souvenirs, en otro productos del hogar...

 

- ¡Parad! - frenó en seco y pronunció las palabras. Sus orbes azuladas en aquel momento se habían congelado en una de las tiendas. El escaparate era el propio de una librería normal y corriente en la que se mostraban ejemplares recientemente publicados y quizás los top-seller del momento. No pasaban por alto las bien escogidas estanterías de avellano que sostenían los libros, así como decoraciones de tipo enaltecedor que prácticamente llamaban la atención desde kilómetros de distancia: colores rojizos y vivos en general. Pero no eran los libros los que habían hecho que el corazón del británico se acelerase. ¿Qué hacía horas antes de su reunión el presidente del MACUSA Josiah allí dentro? ¿Por qué estaban en una especie de trastienda y con una luz ambiental? Y...

 

- ¿Por qué el cartel indica que el local está cerrado? - inquirió en voz alta siendo producto de la emoción.

 

Probablemente sus alumnos estarían pensando que el profesor se había vuelto loco dado que no había hecho nada más que parar, quedarse callado y formular una pregunta mirando al escaparate. Explicó la situación.

 

- El presidente Jackson está reunido con alguien en esta librería, que casualmente está cerrada. Mirad, allí mismo. - con su dedo índice señalaba uno de los huecos libres de la cristalera que dejaba entrever dos siluetas hablando, una de ellas se observaba casi a la perfección y había sido lo que dejó al Malfoy identificarlo. - Tenemos que averiguar qué traman, ¡quizás esto tenga incluso mayor importancia que la reunión a la que veníamos! - apresurado, comenzó a caminar hacia el lateral de la librería, como buscando una puerta trasera que le conectase con el lugar. Fracasó. No había nada y tenían que conseguir entrar como fuese. Sin lugar a dudas su agresividad mortífaga le empujaba a conjurar un Bombarda y reventar la pared. No le llevó más que dos segundos descartar la idea por carecer de sentido alguno y ser así poco ortodoxa. Un colibrí pasó cerca de ellos y fue a posarse en la esquina superior derecha del lateral en el que se encontraban ellos, buscando sin fortuna. Despistado, se fijó en el pájaro. Éste danzaba con saltos diminutos en busca de comida, mas lo que le había dado una idea era que quizá el local tuviese una azotea conectada con el interior del negocio. O al menos un conducto de ventilación.

 

- Incárcerus - tres cuerdas se materializaron atándose al cartel que rezaba el nombre de la librería, en el que ni siquiera se había fijado. Miró a su alrededor en el callejón que formaba el lateral de la edificación. No había nadie; nadie observaba. Nadie más que ellos. Las cuerdas se ataron entre sí y a la vez al cartel, formando así una gran liana que les serviría para ascender a la parte superior. No era excesivamente alto, rondaría los dos metros y medio. Fue el primero en tomar la liana tras indicarles a ellos con un ademán que le siguiesen. Sus alumnos mimetizaron el movimiento del maestro y se plantaron en la parte superior que, efectivamente, mostraba unos conductos de ventilación lo suficientemente anchos para que todos entrasen en fila y acostados. Menos mal que ninguno tenía unos kilos de más. Se arrodilló y terminó por acostarse a reptar cual serpiente.

 

- Tenemos que colarnos ya de ya a escuchar. No sabemos qué pueden estar tramando. Seguidme. - otra vez había repetido el ademán de mano que les instaría a reptar con él. Se introdujo en el polvoriento conducto metálico, tratando de hacer el menor ruido posible con su cuerpo y deslizándose con celeridad. Una línea recta como única dirección que a su vez contaba con poca luz se proyectaba en su camino. Avanzó seguido de Orión, Anthoni y Sagitas y, tras conjurar un Lumos, continuaron. Segundos más tarde habían llegado a una sucesión de rejillas que filtraban luces y voces provenientes de una sala. ¡Sí! ¡Era donde ellos se reunían. Había como siete u ocho rejillas y ellos eran cuatro. Más que suficientes para pegar sus hocicos a ellas y ver y escuchar lo poco que les permitía el campo visual y acústico.

 

- ...Carlos, ya te lo dije más de una vez. No estamos aquí para malgastar el tiempo con chiquilladas. Te he advertido mil y una veces que tienes que controlarte y esperar al momento preciso para asestar el golpe más certero. Recuerda, quien ríe último, ríe mejor... - la voz de Jackson era lo suficientemente clara como para ser percibida por ellos. ¿De qué demonios hablaban? ¿A qué se referían?

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La anhelada señal al fin fue dada por el profesor Nathaniel, y ni tardo ni perezoso di las seis vueltas y media...la emoción me salta en el cuerpo y esa sensación me sigue cuando por fin actúa el giratiempo. No estaba seguro si debía concentrarse con el lugar de llegada, pero por si acaso, pensó en Toronto mientras para evitar marearse cerro los párpados, su cuerpo le aviso cuando aquel singular viaje termino, entonces abrió los ojos y noto como se volvió corpóreo, por el gesto del profesor, sin problema habían llegado al destino previsto, pues a su vista esta el contenedor de basura.

 

Por alguna razón, la quietud del lugar le alarmo, se agazapo detrás del contenedor pero también hecho un vistazo a su espalda, podían ser sorprendidos y que mejor que estar alerta. La voz del profesor les recordaba el tiempo disponible pero agrego un dato que de inmediato me inquieto "hay rastreros"....¿pueden matarnos? y eso que pensaba estar muy bien con el nivel de magia que poseo! sacudí mi brazo, "cobra" se deslizo hasta mi mano diestra...si no permitía ser eliminado en mi "presente" tampoco lo haría en este "pasado".

 

Esta sensación que me invadió, la conozco muy bien, por eso mismo me desempeño en el Departamento que estoy desde que la necesidad de trabajar, me empujo a ingresar en el Ministerio Mágico......¡Y pensar que estuve a punto de perder esta gran oportunidad! pero pienso que no hay mejor lugar para sentirse vivo, y con el alisiente de mejorar exigiéndome más. Tiemblo ligeramente pero coloco la capucha de mi capa sobre mi cabeza, la idea del profesor es avanzar por el lugar.

 

Veo el edificio, tiene esculturas de criaturas, mi atención la llama una gárgola.....¡Por Merlin! ¿es que giro la cabeza para verme? ¡creo que estoy alucinando! sigo caminando pero no le quito la mirada de encima, recuerdo lo que dice mi padre Reacon: "en mi guerra con los elementales, de quien me debo de cuidar más, es de Visar, tiene esculturas que vigilan por él y le avisan de donde me encuentro, no confíes que nadie te ve, siempre hay vigías"....esto es preocupante, espero que solo sea por la ansiedad que siento.

 

Paso saliva, y siguió a los demás sobre la derecha del camino, aún pensaba en la gárgola y si contar sobre los vigilantes de piedra. Fue la vista de la calle algo desierta lo que le regreso parte de la calma, a pesar de ver varios expendios de ropa seguimos adelante, en unos locales se veía venta de objetos mágicos, seguramente era una comunidad mágica...de repente la orden fue detenernos, no entendí de pronto porque, pero me detuve como lo pidió. Mire a donde el profesor estaba con la mirada fija: una librería! ¿será que desea ver ejemplares desaparecidos al trascurso del tiempo? ¿Qué tanto afectaría tomar uno llevarse lo de vuelta a Londres? la idea dio vueltas en mi cabeza, cuando escuche la pregunta del profesor Malfoy.

 

-¿Por qué el cartel indica que el local ésta cerrado?- Una pregunta razonable al ver el resto de locales que esperaban a los clientes. Recorrí el escaparate leyendo los títulos...si en mi tiempo me emociona recorrer las librerías, cual más interesante era ver esta, pero con asombro escucho lo que nos explica el profesor. "Averiguar".....y de inmediato camino a la lateral de la librería...no podía pensar más que el hecho de que no hay papel que logre capturar todo lo que acontece en la vida y mucho depende de las decisiones que se toman. No encontraron puerta trasera...eso era un inconveniente bastante frustrante, mirando la pared pensó en algo genial! ya se lo compartiría a sus compañeros cuando los viera de vuelta...una manera de introducirse en lugares cerrados...

 

La perseverancia del profesor era admirable, conjuro unas cuerdas, por la forma en que las ato era claro que se izarían hacia el techo, no había hecho eso antes, su cara se enrojeció por la forma torpe en que realizo la acción, pero al menos logro el objetivo de trepar hasta el techo, nota mental "practicar más el excalar y subir por cuerdas" si...no quedaba más que imitar lo que hacía el Malfoy, al estar pecho en tierra y avanzar por aquel conducto polvoriento y oscuro, le hacía recordar al profesor Ueki, quién les refirió el trabajo de Auror y precisamente iban a presenciar una reunión de aurores...quizás y realizaban un acuerdo importante y por eso el aura de misterio.

 

Trato de murmurar lo más bajo posible...

-- ¿No es ese Carlos López, uno de los magos que menciono Orión? es uno de los doce magos...no se ve más que a ellos dos...¿puede ser que estén otros más que no logramos ver por ahora? --Mencione a los demás y casi me da un infarto al ver como un mago con varita al ristre avanzaba sigilosamente hacia los dos hablantes, coloque mi mano izquierda en mi pecho mientras sentía latir alocadamente mi corazón...con voz muy baja susurre alarmado -- ¡es Wilhem Fischer! el auror que combatió para que no se rompiera el estatuto del Secreto en un incidente con vampiros en 1716 y está vigilando a Jackson y López...¿Será acaso que ya sospecha de que son rastreros? -- Me quede expectante, no estaba seguro lo que pasaría a continuación. Solo acerté a tomar a mi tía @ de un hombro...

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A medida que el profe desaparecía, yo iba abriendo la boca en forma redonda proporcionalmente inversa a su tamaño menguante. Cuando se quedó como un puntito y dejó de verse, yo ya tenía tan abierta la mandíbula que pareciera que se iba a desencajar de un momento a otro.

 

-- ¡Demonios! -- exclamé, girando a toda prisa aquel pirulillo para perseguirle. Sentí muchas ganas de gritar al sentir el funcionamiento del giratiempos. ¿Indoloro? No estoy segura, creo que yo estaba demasiado nerviosa como para saber si dolía o eran las ganas de salir corriendo. Si no hizo ni lo uno ni lo otro, el gritar y el huir, fue porque era la única mujer del grupo y no quería que dijeran que las féminas somos unas débiles gallinas.

 

Cuando empecé a sentir algo alejado del pitido por la Aparición, el profesor Malfoy decía algo de dos horas y de rastreros. Al principio pensé que hablaba de escobas pero después entendí que eran magos con magia avanzada. Enarqué una ceja pero permanecí aún en silencio. Tenía el estómago revuelto. Siempre olvidaba que las Apariciones siempre me producían efectos secundarios.

 

-- Ese dato de que asesinan por dinero podría habérnoslo dicho antes de empezar la aventura, profe -- proteste, ¿cómo no iba a protestar si decía que tuviéramos la varita en guardia. Gruñí para demostrar mi desacuerdo pero tomé la varita y juré que yo no mataría a nadie. Ya no por no cambiar el tiempo sino porque, como sacerdotisa, yo no mato, a lo sumo, mutilo... No, también lo evitaría. Un Desmaius sería lo más prudente.

 

¿Era cosa mía o el profe parecía disfrutar de aquella situación? Supongo que el peligro le hacía sentirse vivo, aunque yo para eso prefería una tarde jugueteando con mi pitufillo Ithilion. Pero la idea de visitar una tienda muggle de la época y ponerme ropa de aquel lugar para no llamar la atención me infundió ánimos. Lamenté muchísimo tener galeones ingleses del s. XXI y no moneda de la época y local. Había visto un par de vestidos monísimos. ¡Ay, las mujeres y sus afanes de compra!

 

Tropecé contra Orion porque el Profesor nos mandó parar y yo, ni caso, estaba demasiado ocupada mirando un lindo bolso sencillito que debía de ser la última moda de aqul lugar.

 

-- ¡Ay, perdón! -- le susurré. ¿Qué tenía de especial aquella librería? Era muy parecida a la que había en el Callejón Diagon. ¡Hasta tenía el mismo polvo que recubría el escaparate? Hubiera pasado de largo porque, al lado, había una tienda con zapatos. Ya se sabe que una mujer y una tienda de zapatos son amigas para siempre. Pero el Sr. Malfoy parecía estar preocupado por algo que a mí se me escapaba. Ladeé un poco la cabeza, como si de esa manera tuviera una mayor facilidad de concentración, antes de contestar: -- ¿Ese es el Presidente del Macusa? ¿Y qué? Puede que esté intentando comprar un libro especial y no quiere que se lo quiten.

 

Yo, más de una vez, había abusado de la confianza de algún vendedor para sacar provecho de alguna compra a un precio mucho más económico del que se exponía en el escaparate. No entendía porqué al profesor le parecía tan interesante. Lo curioso es que Anthony parecía pensar lo mismo y le seguía. Solté un suspiro. Menos mal que soy muy ágil, gracias a mi trabajo de funambulista en el Circo, pero vamos, que me parecía que estaban exagerando. Que ese Presi estuviera hablando con cualquiera en una librería podría significar cualquier cosa, no necesariamente negativa.

 

Pero les seguí, por supuesto, estaba demasiado lejos de casa como para quedarme solita. Así que me encaramé al tejado con ellos tres. Volví a protestar, aunque bajito.

 

-- ¡Esto está lleno de polvo!

 

Era fácil escuchar a través de aquellos sencillos respiraderos. No entendía nada aunque estaba claro que el Presidente hablaba con un tal Carlos de asestar un golpe. Bueno... ¿Y qué? Pues si él era quien había hecho aquella reunión tan importante para marcar las pautas de actuación contra los malvados... ¿Rastreros los había llamado Nathaniel?, pues no parecía tan fuera de lugar...

 

Seguí escuchando y, a la vez que Anthony, vi llegar a ese hombre. Cuando él lo reconoció, levanté la mirada hacia mi sobrino, sorprendida.

 

-- ¿Fischer? ¡Ese es el nombre del que considerado un espía y fue juzgado...! -- me concentré en pensar si era o no el mismo nombre... Si eso era cierto... ¿Qué hacía amenazando al Presidente y al tal Carlos? ¿Quién era el Rastrero él o los otros?

 

Volví a pegar la nariz al agujero del respiradero para entender un poco más lo que sucedía.

 

-- Abraham Potter debe morir esta noche, tras la reunión. Él será el detonante.

 

Aquel acento no era del todo americano y supe enseguida que quien hablaba era el tal Carlos López.

 

-- Sí, pero ten paciencia -- contestó el Presidente. -- Es muy importante que muera en el sitio adecuado, para provocar la ira de los que comportan ese movimiento muggle contra los brujos. Si los matamos en territorio no mágico, provocaremos que se levanten y los seguidores de Salem pedirán la cabeza de los magos. Podremos intervenir y los aplastaremos. Si conseguimos que atrapen a un par de skins -- ¿había dicho skins o era squibs? -- y los quemen en la hoguera, tendremos motivos para intervenir y acabar con todos esos... nomags.

 

-- Nos están intentando acorralar pero sólo son escoria sin magia -- replicó Carlos.

 

Mi cabeza iba a mil por hora. No estaba segura de entender... O mejor dicho, estaba entendiendo demasiado... Aquella fama que el Presidente del Macusa se había llevado se basaba en una mentira y... ¡Querían provocar una matanza con los muggles! Lógicamente, mi espíritu de Profesora de Estudios Muggles me puso en su contra en seguida y entendía que aquellos dos no eran tan buenos como parecían y que el hombre que acababa de entrar pensaba igual que yo. Sin darme cuenta, ya había decidido que había que defenderle y evitar que asesinaran a uno y que el otro cargara con las culpas.

 

Aunque con ello cambiara la historia...

 

Sentí una mano en mi hombro y solté un grito, de forma inconsciente. Mi sobrino Anthony me había tocado tan de sopetón que me pilló de sorpresa y no pude evitarlo. Me puse las dos manos en la boca, para acallar el sonido que ya había salido pero fue inútil. Las dos cabezas de aquellos miserables rastreros se levantaron hacia el techo y nos vieron.

 

¡Nos habían descubierto!

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¡Qué situación! Los cuatro estaban seguros de todo lo que se estaba librando frente a ellos era una conspiración. Ahora, los pasos siguientes tenían que ser cruciales, porque no querían cambiar el futuro. El problema con los viajes temporales, era que al final nunca sabías si estabas modificando o no las líneas temporales. Se supone, que a la larga, y para un futuro posterior a la clase, todo estaba destinado que ocurriera con la intervención y justamente, la no-acción conllevaba con la modificación del propio futuro.

 

¿Por qué Nathaniel no les dio un libro para leer simplemente?

 

Al menos, eso pensaba Orión, cada vez que se presentaban esas situaciones incómodas sobre asesinato, vestir otras prendas y el mismo viaje en el tiempo que le revolvía el estómago. De por sí, el Mago Oscuro odiaba las apariciones. Su cuerpo no se terminaba de acostumbrar a la deformación del espacio a su alrededor para el traslado rápido. Por eso intentó serenarse desde que puso el pie en Estados Unidos de principio de siglo. Por eso, ignoró las connotaciones homicidas de Nathaniel. Por eso, no dijo absolutamente nada de todo el transcurso. Estaba ¿demasiado anonadado? Capaz. Ni se dio cuenta que Sagitas se había tropezado con él.

 

- Ahora entiendo… En esta época se habían identificado una serie de asesinatos con el fin de desestabilizar el sentimiento de unión de ma…

 

Su pequeño discurso se por el sorpresivo desenlace del que estuvimos hablando al principio. Ahí, los cuatro, viendo por los pequeños espacios que permitían el espionaje, quedaban completamente en evidencia frente a estos protomortífagos.

 

Orión, que se a la extrema izquierda -¡ja!-, apuntó con la varita a los dos y pensó en dos Maldiciones. De esa forma, los siguiente hechizos verbales de los dos rastreros resultarían en una versión ridícula de los mismos. Su varita vibró confirmando el efecto.

 

- Los espero abajo.

 

Carraspeó. Apuntó hacia las rejillas y con leves movimientos empezó a aflojar lo que sostenía la sección en la que se encontraba el mortífago. Se escuchó un simple crack y la imagen de los tres magos que lo acompañaban cambió a una, donde sólo veía el cuerpo de Carlos por debajo suyo, inconsciente por el golpe. Con celeridad, Orión extendió su brazo, tomando el tobillo de Jackson.

 

- Maldito pro muggle, te voy a asesinar.

 

Sí, Orión quería confundirlo un poco con un par de incoherencias.

Editado por Orión Yaxley

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Muchísimas cosas eran las que habían sucedido en apenas unos minutos y, por ende, la cabeza del profesor de Historia de la Magia comenzaba a perderse en el meollo de la cuestión. Tras haber llevado a cabo un más que exhausto espionaje desde los conductos, cada uno de sus alumnos fue haciendo aportes que le sorprendieron gratamente. Era de esperar que tres magos como Anthoni, Sagitas y su primo Orión supiesen hechos históricos; al fin y al cabo desempeñaban cargos de mayor o menor importancia en el Ministerio de Magia. Cuando Anthoni, su alumno oyente, hubo señalado unas identidades más que acertadas, Nathaniel asintió confirmando aquella hipótesis. Estaba corroborando lo que él decía. Había visto muchísimas veces el rostro de aquellas figuras bien fuese espiando el pasado con giratiempos o consultando infinidades de libros en la Biblioteca de los Malfoy.

 

Pero cuando éste hubo tocado el hombro de Sagitas, todo se derrumbó. ¡Maldita sea la hora en la que decidió aceptarlo como oyente! Titubeó un tanto desorientado, pues la única mujer del grupo soltó un grito asustado y provocó el descubrimiento de aquellos espías del futuro. No tardó en apretar su varita apuntando a aquellos magos, pero Orión se adelantó conjurando magia que salvaría los platos rotos previamente.

 

- Buena reacción, primo. - masculló entre dientes a la vez que palmeaba su espalda. Luego de aquello, Orión se puso a confundir al mismísimo presidente del MACUSA. Enarcó una ceja y no pudo evitar emitir una sonrisa de complicidad.

 

Más magos. Más protomortífagos.

 

Eso fue lo único que pensó y que al cabo de unos segundos observó con sus propios ojos. Nuevas figuras se habían personificado en la escena en la que ya habían tomado parte los alumnos de Historia de la Magia y el mismísimo Nathaniel. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Cómo se habían dado cuenta? Los ojos grisáceos del londinense se clavaron en el antebrazo de uno de los hechizados por Orión hacía unos minutos. Sí. El llamado mortífago.

 

Las nubes polvorientas de color azabache no cesaban y, con ellas, más personas incorporándose a la parte trasera de la librería. Sin comerlo ni beberlo, sin haber querido, habían tomado parte de un pasado que quizás jugase importancia en el futuro. Quizás no mucha si no seguían metiendo la pata. Por suerte las espaldas del cuarteto de espías estaban cubiertas por una pared y tan sólo siete -- puesto que eran demasiados -- mortífagos más los otros tres ya nombrados anteriormente, eran los que se enfrentaban ante ellos. Había que actuar rápido.

 

- ¡Desmaius! - conjuró el profesor. El rayo escarlata partió con celeridad hacia uno de los allí presentes, el más grandullón de ellos y que portaba la varita con desdén, como si cualquier cosa le molestase. Incluso el respirar. Cayó inconsciente en el suelo. Sus alumnos también atacaron con prudencia, siendo conscientes de que no podían matar, sólo aturdir o desarmar. Volaban los Expelliarmus, los haces de luz, las invocaciones... De todo. Trataban de esquivar con suerte escudándose en uno de los escritorios que de vez en cuando los protegía de lo que les lanzaban aquellos rastreros. ¡Hasta maldiciones imperdonables! Poco duró aquella suerte, la mesa voló en pedazos cuando Carlos aplicó un Bombarda sobre ella.

 

- ¡Incárcerus! - repitó el pelinaranja el mismo hechizo que había usado para acceder al interior del local. La verdad es que se arrepentía dentro de su raciocinio por haber tomado aquella decisión... Aunque tampoco podía evitar admitir que la emoción y la adrenalina de enfrentarse a aquellas personas, le atraía. Las cuerdas, gruesas y hábiles, se repartieron atando a dos de los allí presentes por la cintura, cuello y pies. Inmovilizados. Como inmovilizados estaban los demás que iban perdiendo enteros ante Anthoni, Sagitas y Orión. Por otra banda, tanto Orión como Nathaniel debían andar con pies de cristal ante las miradas de sus compañeros. No podían conjurar más hechizos que los que eran conocidos por un graduado de Hogwarts... Había que mantener los secretos siendo eso: secretos. ¡Pudo jurar que a él mismo le estaba ardiendo el antebrazo izquierdo por el llamado del pasado!

 

- Rápido, hay que irse, ya hemos hecho bastante aquí. - jadeó. Estaba sudando por las sienes. Sobre los añicos restantes de aquella mesa, yacía un cuaderno de notas que podría ser importante para el próximo estudio de la asignatura, así que no dudó en tomarlo con la diestra y guardarlo en el bolsillo. - Tres vueltas y un cuarto hacia atrás. Nos volvemos. - atinó a decir mientras todo comenzaba a perder nitidez y color...

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Por mis endemoniados nervios toque a mi tía Sagitas...no podía culpar la por gritar, el caso es que después de tanto sigilo, los magos nos vieron...

En unos segundos me quede petrificado debido a que no decidía que hacer, Orión fue el que actúo sin vacilar. Cuando lo escuche decirnos: -Los espero abajo - Entendí que estábamos los cuatro en aquella situación, ahora esperaba que no errará otra vez. Se descolgo de aquel sitio y fue a caer al lado del profesor y de Orión.

 

Rayos cruzaban aquí y allá, hube de usar un protego cuando varios magos más se agregaron a la lucha, porque ahora era una lucha entre nosotros y ellos, lo bueno que Orión había mandado unas maldiciones y aunque intentaron eliminarnos, aquellos hechizos no fueron más que una versión ridícula de los mismos.

 

Los rivales no les gusto que esquivara sus Espelliarmus, así que ahora nos enviaban otros hechizos, no hacían fácil la defensa cubriendonos con muebles, quitaban estos de enmedio haciendolos explotar y las astillas y trozos nos golpeaban, al menos eso lo arreglariamos con un par de episkey...lo primordial era salir de esta complicada situación.

 

-¡Desmaius!-Alcance a darle a uno de aquellos magos...no debemos dañar los, en cuanto estuvieran todos neutralizados, sería bueno desmemorizarlos pero no se si tía Sagitas lo domine, se que los miembros del Departamento de Accidentes mágicos y Catástrofes tienen esa tarea, lo que no se, es si todos los miembros lo saben.

 

A los magos que vi sin varita, ayude a desmayar los. Alguien más también desmayo a los inmovilizados por las cuerdas, por la peligrosidad del ataque, no pude ver que hacia @Orión Yaxley o mi tía @ creo que no importaba, lo que si era importante es que el profesor nos daba la orden de volver y nos daba el dato para hacer funcionar el giratiempo que nos había entregado en el principio de la clase.

 

Atendí a sus palabras y nuevamente experimente el efecto del giratiempo, todo volvió a ser conocido para mi, los libreros, la pizarra, los ventanales, la música que ahora obraba como bálsamo para mi, me deje caer sobre una de las sillas ¡Qué barbaridad! esperaba que no tuviese serias repercusiones en el presente nuestra "intromisión" en el pasado.

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-- ¿Pero a dónde demonios crees que vas? -- le susurré a Orion cuando vi que empezaba a atacar. No sé porqué susurraba si ya todo el mundo nos había oído y habían captado que estábamos espiando. Por supuesto, le seguí. Soy una chillona pero no dejo a un compañero en la estacada. -- ¡Demonios desdentados! ¿De dónde ha salido tanta gente? -- pregunté a mis compañeros, aún en susurros.

 

Eran demasiado y no entendía cómo podían haber sido llamados si... Enarqué la ceja, comprendiendo. Así que la llamada de los mortífagos era más antigua de lo que imaginaba... Pero no era momento de preguntarse quién sería el primero que inventó ese medio de comunicación porque mis compañeros y mis adversarios se dedicaban a tirar de la varita como energúmenos. A mí no me gustaba usarla si no era necesario, aunque parecía que aquí tendría que hacer una excepción. Utilicé un Salvaguarda Mágica para evitar que me dieran algunos de ellos, volviéndome intangible, un Avis que detuviera otros y, al final, pensé en varios Silencius para que no pudieran seguir atacándonos.

 

Sin embargo, era claro que nos tocaba las de perder. Iba a tener que usar hechizos más violentos. A mis compañeros parecía que eso no le producía problemas morales pero yo no quería dañar a quienes serían importantes en la historia y aún tenía retención sobre el tema. ¿Y si hería de gravedad o, peor, mataba a alguno y la historia cambiaba? ¿Qué diría el Macusa actual sobre la participación de unos magos londinenses en su historia? Eran un pueblo demasiado orgulloso como para arriesgarnos a una pelea internacional.

 

Menos mal que el profesor nos ordenó hacer uso del giratiempos. Eso hice, asegurándome antes que Anthony me antecedía. Tres vueltas y un cuarto hacia atrás... Aspiré y lo hice.

 

-- ¡Orion, no mates a nadie y vente ya! -- le grité. ¿Por qué dije eso? No estaba segura pero, en un momento dado, me había parecido que le encantaba estar en aquella pelea. Tal vez yo era la única lerda que se cuestionaba siempre el derramar sangre mágica e intentaba buscar soluciones menos invasivas. Suspiré y el viaje me aturdió porque lo hice casi sin aire. Cuando llegué a mi destino, tuve que respirar varias veces para evitar aquella sensación de ahogo. -- ¡Demonios! Por poco no lo contamos. ¿Estamos todos? ¿Hemos cambiado la historia?

 

Mil galeones por un libro de Historia Mágica de América daba en aquel momento, deseando que no hubiera cambiado nada de nada...

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Oh, las bellas ansias de guerra que tomaban control del cuerpo de Orión quedaron en la nada misma cuando anunciaron la retirada. Haber caído sobre Jackson, y probablemente roto alguna de sus manos, fue un cierto alivio. Era uno menos. Para él, los números eran gran parte de la ecuación entre la vida y la muerte en un encontronazo como aquellos.

 

Las acciones de la gente que Orión acompañaba hicieron que volviera a la realidad. Estaba a punto de realizar un fuego maldito que consumiera todo a su paso y un par de manos que lo ayudara a noquear un par de conos en forma de personas. Hasta tenía las pupilas contraídas y todo. Lástima que no se encontraba en las circunstancias como para darle rienda suelta a su varita.

 

- ¡Orion, no mates a nadie y vente ya!

 

- ¡Incendio!

 

Tras una rápida floritura, de la varita del Mago Oscuro salió una pequeña bola de fuego que rápidamente se transformó en un muro que separaba a lo que eran los dos bandos enfrentados, tras el intercambio de hechizos. Todo esto, mientras que el mismo mortífago caminaba hacia atrás al encuentro de sus compañeros.

 

Giró la cantidad de veces necesarias para desaparecer.

 

No me gustaría perder mucho tiempo en estas clases de descripciones. Sobretodo, cuando ya nos hemos encontrado con las reacciones de Orión ante los viajes del giratiempo, parecidos a los de las apariciones. Todo a su alrededor se desdibujó y un gancho en su estómago lo llevó nuevamente al Ateneo. El tema, era la adrenalina que tenía encima, que lo hacía respirar con más fuerza. La mezcla entre estas dos cosas fue fatal.

 

Se lanzó hacia los asientos.

 

- No iba a matar a nadie Sagitas, no te preocupes ¿me crees mortífago?

 

Suspiró, mirando a Nathaniel.

 

- Excelente la clase. La verdad. Pero última vez que voy contigo a un viaje en giratiempos, amigo.

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Habían regresado al sitio inicial, como si de una historia cíclica se tratase. Volvían a estar en la inmensa aula -- en comparación con la cantidad de alumnos -- que los recibió con su característico olor a incienso y sus incontables ejemplares de libros históricos. Nathaniel aún sudaba en la frente, producto de toda la tensión que habían liberado en aquellas tareas de espionaje. Se llevó la mano a la barbilla cuando su alumna Sagitas preguntó acerca del cambio de la Historia. A decir verdad no estaba seguro del todo, pero era lo más sensato comprobarlo. Lanzó sus pies hacia la mesa del profesor y con un simple movimiento de varita, apuntó hacia las estanterías.

 

- Accio "A History of Magic" - pronunció con prisa. No tardó en llegar de nuevo a sus manos el ejemplar que ya había citado anteriormente. ¿Por qué siempre recurría al mismo libro? Realmente era el más útil de los que había leído a lo largo de los años, es por ello que confiaba prácticamente a ciegas en la creación de Bathilda. Comenzó a pasar las hojas hasta llegar a la sección del MACUSA. Ni rastro de novedades, todo estaba como él recordaba.

 

- Chicos, misión cumplida. Nos hemos metido donde no nos llamaban. Hemos visto cosas, aprendido alguna que otra lección... - el tono de voz cambió, mirando a su primo Orión, quien había mostrado ansias de matar a algunos de los allí presentes en el viaje al pasado. Por poco desvelaba cosas que no podían desvelar. - ...y bueno, hemos compartido una experiencia nueva. - terminó diciendo. Sus palabras ya sonaban a despedida y así tenía que ser. Quizás corto de más, aunque para él lo bueno, si breve, dos veces bueno. Se levantó de la silla -- pues se había permitido el lujo de descansar unos minutos mientras hablaba -- y volvió a acercarse al trío de alumnos con los que había estado en la travesía peligrosa. Aclaró la garganta y tomó un par de segundos para respirar y pensar en lo que diría.

 

- Ha sido un placer para mí ser vuestro profesor de Historia de la Magia. Sé que hemos arriesgado de más, pero a veces hay que tomar decisiones para que las situaciones sean diferentes. No me hubiese gustado que os fueseis de aquí pensando que la historia en general es algo denso y aburrido. Ojalá que al menos eso nunca pase por vuestras cabezas y, si lo hace, recordéis ésta expedición al MACUSA y sus pequeñeces. - una vez hubo ordenado su tránsito mental, las palabras fluían con decisión. Sonriente, volvió a agitar la vara de avellano y creó tres colgantes idóneos que eran una réplica del giratiempos que habían usado para transportarse. Un minireloj de arena dorado, perforado en la parte superior y unido a una cuerda negra de tacto suave, había sido su invocación. Los tres regalos fueron ofrecidos a los pupilos, uno a cada uno.

 

- Llevaos esto como recuerdo. Hasta que lleguéis a casa al menos, luego podéis tirarlo. - comentó riendo. No esperaba que por el resto de sus días guardasen aquel detalle, pero sí hasta el momento en el que abandonasen la estancia. Mientras hablaba, las letras iban apareciendo mágicamente en el encerado que yacía a su espalda.

 

 

---

 

Sagitas E. Potter Blue: aprobada.
Orión Yaxley: aprobado.

Anthoni Ryvak Dracony: gracias por tu tiempo y dedicación.

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http://i.imgur.com/BBktfMm.gif guess I'm a sucker for you


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Estaba concentrado en normalizar mi respiración, pero la duda que tenía, era la misma que mi tía Sagitas expresaba al profesor, ella tal vez era de la idea de que nos habíamos arriesgado y creado todo un problema para respuesta a aquella duda que nos carcomía, el profesor Malfoy utilizo un libro de Historia de la Magia y tras consultarlo, aseguro a todos que nada había cambiado.

 

Ahora me quede pensando en un detalle, ¿Cómo no lo pensé antes? ¡debo encontrar ese ejemplar de Historia de la Magia! ir a la librería de Darla Potter y solicitarle que me venda uno...

 

Despeje mi pensamiento, perdí unas frases dichas por el profesor pero ahora si escuche con atención, era una de las clases en donde incluso nos daban una despedida, una felicitación e ¡incluso un regalo! ¡era mi segundo regalo por participar en una clase! :D

--¡Gracias! Ha sido una clase estupenda y mucho se debe a que es usted un gran profesor que me ha trasmitido ese entusiasmo por la Historia de la Magia con su clase tan dinámica, cuido cada detalle, que resulto una gran experiencia, muchas gracias profesor Nathaniel Malfoy, recomendaré a mis amigos se inscriban a sus próximas clases, nos vemos y gracias por el recuerdo.Me despido también de ustedes, Orión, que te vaya bien, tía Sagitas, gracias, siempre es muy grato para mi compartir experiencias y clase, hasta luego.

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