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Defensa Contra las Artes Oscuras & Aritmancia


Ellie Moody
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Antes de desaparecer, Madeleine invocó su patronus. Dejó a los quetzales, tan sólo un par de ellos, volando por su estancia en el Ateneo. El mensaje que les dio, que únicamente entregarían a Junny, fue:


Junny, no estaré en el Ateneo. Surgió algo.

Haremos el curso en otro lugar.

Y creo que podrías ayudarme con un asunto...

Por aquí dejaré un traslador. Es un falsoscopio roto.

Por cierto, no se lo comentes a ningún profesor o director.


En el hemisferio opuesto, o por ahí, ya es de noche. A esas alturas, Madeleine no está segura de en qué país está, sólo sabe que está en un lugar endémico. Los hombres y mujeres del pequeño poblado en el que llegó, le dijeron que el lugar se llamaba "La Gran Sabana", aunque ella a esas alturas no ha visto ninguna sabana, sino una jungla eterna.


Con sus vaqueros desteñidos, su holgada sudadera de Gryffindor y el par de tenis grises, pero sobre todo su piel pálida y su melena castaña y ondulada, no puede sentirse más fuera de lugar. Todos en la aldea (aunque ellos más bien se llaman comunidad, o tribu) son de piel morena, ojos almendrados y cabello negro azabache y lacio. La mayoría se mantiene alejada de la intrusa, y hablan en su lengua sin molestarse en disimular el recelo con el que la observan. Hasta ese momento, el único con el que Madeleine ha logrado hablar es con un hombre de mediana edad, un egresado de Castelobruxo.


—Tiene que ser cuidadosa, Madeleine —le dice, y con aquel acento tan marcado teme que en cualquier momento comience a hablar portugués. Ella no estudió Idiomas, y es una verdadera fortuna que ese mago, Fabián, sí—. Ellos no hablan inglés, pero observan.


—¿No es una comunidad mágica? —no es que sea relevante, pues en todo caso está dispuesta a ayudar, pero... bueno, sólo lo había pensado.


—Su magia es diferente. Sólo que para ellos no es magia. Es algo complicado, pero mejor déjalo, así, ¿si? Mantén el secreto. Tu y y tu compañera.


—Sí, no te preocupes. ¿Ellos qué creen que soy?


—Policía. No es mentira.


No puede evitar imaginarse como a una oficial de policía al estilo estadounidense, con un uniforme azul, una gorra abultada y un par de esposas en el cinturón. ¡Alto ahí, en el nombre de la ley! Ja, claro.


Luego de unos momentos de incómodo silencio, en los que sentía un montón de ojos sobre ella, suspira y observa al hombre con una mirada cansada pero franca.


—¿Seguro que buscaste bien? Este lugar es grande...


—Ellos están convencidos de que algo se lo llevó —luego de observar con recelo a su alrededor, se inclina ligeramente hacia Madeleine y, mientras finge darle un abrazo de despedida, susurra—: Canaima.


—¿Eh?


—Amenaza. Espíritus malos. Espíritus que sólo los dañan a ellos. Pero no importa. La cosa es que el muchacho no amaneció en su cama, y ellos están seguros de que algo se lo llevó. Y creo que tienen razón.


—Yo soy la que dirá eso —añade con severidad, frunciendo el ceño—. No garantizo que lo encontremos, pero averiguaremos qué fue lo que pasó. Mañana en la mañana podrás cerrar el caso.


—Ese chico...


Fabián alza la mirada al cielo estrellado, que se puede ver tras aquellas extrañas montañas con superficie plana, que ellos llaman tepuyes.


—Él era especial. Estaba en cuarto año. Sus padres son los únicos aquí que saben "más", ¿entiendes?


Madeleine no sabe qué decir. Es mala para dar condolencias, de modo que sólo baja la mirada y suspira.


—Ya debe estar por llegar mi compañera. Si puedes, haz que se alejen un poco de este lado de las chozas, no quisiera tener que usar la varita con ellos.


Él se enjuagó los ojos, y sonrió. Sus dientes blancos, en contraste con su piel morena, brillaban y le daban vida a su rostro triste y apenado.


—Confío en ustedes. Nosotros somos buenos en Herbología, Cuidado de Criaturas Mágicas... pero dicen que la Defensa Contra las Artes Oscuras británica es la mejor de todas.


Madeleine se limita a forzar una sonrisa.

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La parte divertida de dar una clase de conocimientos diferente a la de Encantamientos, era el reto de ver si era bueno trasmitiendo los conocimientos que él había adquirido de sus profesores. Aquella tarde le habían pedido que trasmitiera sus conocimientos y evaluara los conocimientos de Nathan Weasley sobre Aritmancia.

Números. Magia. Destino. Era lo que para él representaba aquel conocimiento, el saber con los números el pasado de las personas, su forma de ser y el futuro de las personas, le parecía lo más interesante. Pero de la misma manera le interesaba conocer la opinión de la persona y personas con las que iba a compartir aquella clase.

Había citado al Weasley en los jardines de la Universidad, Aries se encontraba sentado en el césped esperando a su pupilo para hablar sobre lo que los números les tenían preparado en el futuro. Frente a él y sobre el pasto se encontraba una tabla de madera con un abecedario y varios números.

1: A, J, S, Sh
2: B, K, T, Ch
3: C, L, U
4: D, M, V
5: E, N, W, Ñ
6: F, O, X
7: G, P, Y, Ll, Gu
8: H, Q, Z, Qu
9: I, R, Rr

La primera actividad que iban a realizar juntos era encontrar el número de su destino. El cual era muy sencillo de encontrar, solo tenían que sumar las iniciales de sus nombres y apellidos, más el día de su nacimiento. Y cuando lo encontraran él debía decirle lo que ese número significaba.

Bienvenido @, espero no seas tan exigente y duro conmigo. —le saludo de manera jovial cuando se encontró con él. —Tú serás mi primer y único alumno en este conocimiento, por lo que espero una clase amena.

Al Black Lestrange le gustaba dejar las cosas claras, pero igual esperaba que Nathan representara un reto para él.

Cómo puedes ver, frente a mi hay una tabla con un abecedario fonológico con sus respectivos números en cada letra. La primera actividad es super sencilla, quiero que me digas tu número de destino y que representa. ¿Y qué datos debes tener para obtener mi número de amor?

El metamorfomago espero la respuesta del chico para después seguir con la clase.

Editado por Ariel Aries Bra Yaxley

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Las matemáticas nunca le habían gustado demasiado, y tampoco se le habían dado demasiado bien. Requería un pensamiento lógico y abstracto del cual el Weasley no era muy ducho, dado que prefería ciertamente ejercicios o actividades donde pudiese arribar a la respuesta por un razonamiento más bien lógico y secuencial, sin la necesidad de introyectar números y convenciones aritméticas en el medio. Sabía, de cualquier manera, que la Aritmancia no era una forma de las matemáticas ni mucho menos; lo único que tenían en común eran los números.

 

Sin embargo, y a pesar de eso, nunca le había gustado como asignatura en Hogwarts. La había tomado por error en tercer curso y había sufrido su peso por todo un año hasta que, tras arduo estudio y un examen final que aprobó por poco, se libró de aquella carga que él mismo se había instaurado sobre sí mismo. A pesar de aquella experiencia, se había prometido a sí mismo darle una segunda oportunidad a aquella rama del conocimiento y, en efecto, se apareció en los jardines de la Universidad donde se encontró con quien sería su profesor.

 

- Buenos días, profesor. Es un gusto conocerlo. - pasó por alto parte de los comentarios del hombre, sin saber bien como responder a ellos, y en cambio se puso a trabajar en las instrucciones que éste le encomendó: tomó una hoja de papel y con su pluma comenzó a escribir todas las letras de su nombre en filas verticales, para luego colocar delante de ellas el número correspondiente.

 

N: 5

A: 1

T: 2

H: 8

A: 1

N: 5

 

A: 1

T: 2

T: 2

I: 9

C: 3

U: 3

S: 1

 

W: 5

E: 5
A: 1

S: 1

L: 3

E: 5

Y: 7

 

Aquello, sin embargo y según recordaba de sus clases de Aritmancia en Hogwarts, no era suficiente para obtener su número del destino dado que todavía tenía que sumarlos entre sí y agregar su fecha de nacimiento. Sintió un rastro de orgullo por sí mismo al recordar aquellos conceptos básicos de Aritmancia, más también esperaba que su profesor le enseñase cosas nuevas y lograse que de alguna manera le gustase más la asignatura.

 

Si sumaba los números de NATHAN, obtenía un resultado de 22. Las letras de ATTICUS arrojaban un resultado de 19 y WEASLEY sumaba para dar 27. Entre sí, sus dos nombres y apellido le conferían un valor de 68. Aún restaba sin embargo, su fecha de nacimiento, por lo que se apresuró a separarla en dígitos y sumarlos: 15/02/1990.

 

1 + 5 + 0 + 2 + 1 + 9 + 9 + 0 = 27

 

Si sumaba los 27 de su fecha de nacimiento con los 68 de su nombre, obtenía un total de 95 puntos. Sin embargo, ese no era el resultado definitivo. La numerología solía preferir trabajar con números de un único dígito, por lo que el paso siguiente era sumar los números de su resultado entre sí, lo que le daba 14 puntos, por lo que tendría que sumarlos entre sí devuelta para obtener, finalmente, su número del destino: 5.

 

- Mi número del destino es el número 5, profesor. - contestó, a pesar de que recordaba aquella respuesta de Hogwarts, lógicamente ésta no cambiaría a lo largo de toda su vida. - Este número indica que tengo cierta predisposición a convertirme en el eje de atención y que, supuestamente, debería ser capaz de hacer varias cosas a la misma vez. También dice, por contraparte, que toda mi impaciencia e inquietud podrían llevarme a resultados negativos, lo cual va mas o menos en las líneas de hacer varias cosas a la vez.

 

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Aries se quedó sentado mirando al joven Knight, muy rara vez asentía al razonamiento que este llevaba con respecto al número del destino. Desde su conocimiento el Weasley había sumado demasiados números, pero no lo interrumpió, al contrario, dejo que este terminara de explicarle lo que representaba el número que le había salido y estaba en lo correcto.

 

Muy bien, ese es el número de tu Fuerza Natural. Te recuerdo que el número del destino se hace sumando las iniciales de tu nombre y tu fecha de nacimiento. Por lo que pude ver tu número es el dos. ¿Qué representa el 2?

Parecía que Aries había olvidado la primera pregunta que le había hecho al chico, pero no, el Black Lestrange tomo su varita y flotando en el aire apareció un pequeño pizarrón, un borrador y una tiza. Se puso de pie y caminó hasta el pizarrón. Esperando la respuesta del mago tomo la tiza y comenzó a escribir su nombre completo y su fecha de nacimiento.

 

Aries Black Lestrange.
29 – 04 – 1999

 

Vamos a repasar un poco la teoría. Creo que hemos olvidado muchas cosas y mientras voy explicando las cosas, quiero que tu hagas lo mismo que yo. —dijo y apareció un pizarrón frente a él con una tiza y un borrador.

 

Como sabemos, la aritmancia es el estudio que nos ayuda a comprender la magia con la naturaleza, el método que nos ayuda a estudiar la aritmancia son las matemáticas. Cada aspecto en la vida del ser humano está regido por números, que ayudan a conocer a la persona. Para saber que numero influye en cada aspecto de nuestra vida debemos tomar en cuenta dos cosas muy importantes:

 

1.- El nombre completo de la persona.
2.- Su fecha de nacimiento.

 

Fue hasta ese momento que el metamorfomago se giró a ver a su alumno después de aquella resumida clase teórica. Que en una clase normal se llevarían alrededor de tres clases completas, pero ellos no tenían el tiempo así que debía serlo de forma sintética.

 

Después de esta pequeña introducción, empecemos con la parte práctica o deseas que vayamos un poco más lento. —no espero la respuesta del joven y movió el abecedario fonético del pasto a que quedará justo en medio de ambos magos. —Al inicio de la clase te pedí que me dijeras que necesitabas para sacar mi número del amor, pero la primera pregunta debió ser ¿Qué representa el número del amor?

 

Nathan, el número del amor determina la personalidad de la persona. Su forma de ser, sus miedos, y deseos natos. Este se obtiene sumando la fecha de nacimiento de la persona, por lo que mi número del amor es el 7. ¿Cuál es tu número del amor?

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Desde que había vuelto a Oterry se las arregló para tener su propio espacio dentro del negocio que administraba con sus amigas en Diagon, ya no pertenecía a ninguna familia, era por eso que debía buscar un lugar donde poder dejar sus cosas y dormir tranquilamente todas las noches. Decidió apuntarse nuevamente a la universidad para adquirir un nuevo conocimiento, eso la mantendría alejada de diversos pensamientos que rondaban en su cabeza y le hacían preguntarse si esas decisiones tomadas han sido acertadas o no.

 

Cepillaba su cabello sin muchas ganas, ya no era tanto trabajo, puesto que solo llegaba un poco más abajo de sus hombros, cuando un brillo en la habitación llamo su atención, quetzales entraban por la pequeña ventana entreabierta, transmitiéndoles así el mensaje de la que sería su profesora de conocimientos en esta ocasión. No comprendió el fin del mensaje, pero la última parte le quedo claro, no se lo diría a nadie, además no tenía a quien decírselo a decir verdad. Por lo visto no tendría la oportunidad de visitar el Ateneo nuevamente en esta ocasión, aunque eso no le preocupó en lo más mínimo.

 

Se acomodó el abrigo gris, sobre su vestuario, llevaba una blusa de manga larga color verde agua, unas calzas oscuras de algodón y zapatillas negras, colocó una pequeña liga roja en su muñeca por si le hacía falta. Observo el traslador que previamente los quetzales habían depositado sobre su cama, nunca antes había visto ese objeto, pero no le importo mucho, lo tomo con fuerza dejándose llevar al lugar donde se encontraría con Madeleine.

 

Cuando sus pies tocaron el suelo firme, le fue difícil ver donde se encontraba por culpa del polvo que había levantado cuando aterrizo en aquel lugar, una arboleda. Agitó la mano derecha sobre su rostro intentando de quitar la nube molesta de suciedad que le envolvía. No vió a nadie a primera vista, solo pequeñas y rusticas casitas de lo que parecía un pequeño pueblo en medio de la nada, podía escuchar voces, pero no entendía lo que decían, al parecer no hablaban el mismo idioma.

 

Avanzó entre las chozas intentando encontrar a su profesora, pero en vez de eso diviso un grupo de niños de piel morena que de modo inmediato clavaron sus ojos directamente sobre ella, JunnyCo no estaba segura cómo comportarse o reaccionar ante la situación, una risa nerviosa escapo de sus labios y levanto su mano temblorosa intentando parecer amistosa, pero al parecer no lo logro, los pequeños corrieron y entraron rápidamente en una de las chozas, de donde después de unos segundo salieron dos adultos, quienes la observaron con clara desconfianza, la joven aclaro su garganta he intento seguir otro camino, cada vez sentía más miradas sobre ella, proveniente desde diferentes rincones de la comunidad.

 

Pero en ese preciso momento en que el nerviosismo la envolvía, avistó un punto rojo de esperanza a unos cuantos metros, la reconoció enseguida, esa típica sudadera de su querida casa que ella también había usado alguna vez, apresuró el paso para encontrarse frente a frente con Madeleine

 

Hola señorita Madeleine – La saludo aliviada, había compartido con ella en las reuniones de bando, nunca trabajaron directamente, pero sabía que era alguien de confianza y con mucha experiencia - Disculpe pero, ¿Dónde estamos? – Pregunto curiosa mirando de reojo al grupo que las observaba cuchilleando desde la distancia – Es un lugar algo extraño para una clase – Susurro para sí, aunque estaba claro que la bruja había escuchado sin problemas.

 

 

@Madeleine.

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—Sudamérica —replica Madeleine, sin observar apenas a Junny. A pesar de que ella también usa ropa muggle, destaca demasiado entre los habitantes de la comunidad. Las dos lo hacen. Por fortuna, ya Fabián ha hecho que las personas se vayan de la "zona peligrosa"—. Ellos dicen que este lugar es una Gran Sabana, o algo así. Pero eso no importa —no puede evitar observar a su compañera, su alumna, con un deje de culpa. Antes de seguir hablando, se coloca en el dedo anular su anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos, pues aunque no está segura de que ellos sepan su idioma, no puede correr el riesgo de revelar quiénes son en realidad.

 

>>Una conocida del Departamento de Cooperación Mágica Internacional me pidió ayuda con este caso. Sí, sé que estamos muy lejos, pero tienes que entender que en Castelobruxo no se afincan mucho en la Defensa Contra Artes Oscuras. De todas formas, eso no es asunto tuyo —añade, con más brusquedad de lo que habría querido. Pronto se siente culpable, de nuevo. No es culpa de Junny que sus planes hubieran sido cambiados, ni mucho menos que ella no hubiera negado hacer el favor. No es culpa de ella que Madeleine no pueda decir que no, mucho menos luego de escuchar la historia de Fabián. Luego de unos segundos, suspira y vuelve a observar a la muchacha—. Tu sólo preocúpate por prestar atención, para que aprendas y me puedas ayudar en todo lo posible. Si todo sale bien, te exoneraré de la clase sin que tengas que aplastar el trasero en una silla de madera, ¿sí?

 

>>Verás, el mago con el que conectaron es de aquí cerca, de Brasil. Al parecer, tiene una buena relación con las personas de esta comunidad. Pidió ayuda a gobierno mágico porque, al parecer, aquí hubo una desaparición. Un muchacho joven... un mago. Según sus padres, el chico simplemente no apareció en su cama. No hay rastros de que hubiera huido, y ellos y Fabián están seguros de que no lo hubiera hecho. Yo no estoy tan segura, pero bueno, creo que lo mejor es creer en eso.

 

Madeleine entonces alza el brazo hacia la choza que hay tras ella. Está hecha de madera, y el techo es de paja y ramas secas. Es redonda, hecha en torno a una viga central, un tronco grueso, que según ellos conecta el suelo con el cielo. Ella lo ignora, por supuesto; hasta los momentos, no conoce nada de la cultura de ellos ni del lugar. No tiene habitaciones, sino zonas, delimitadas imaginariamente por los objetos y muebles improvisados. A un lado hay en el suelo varias camas, hechas de vegetación seca y una tela rústica, pero seguramente efectiva para protegerse del frío del lugar, todavía peor en las noches. No hay mucho mobiliario, así que tampoco hay muchas pistas.

 

—Ésa es su cama —dice sombríamente, señalando la más pequeña, de tamaño individual—. No la debe usar mucho, sólo en vacaciones, pero es algo... —la observa durante largo rato, sintiéndose tremendamente inútil. No sólo no percibe nada, sino que no hay ninguna de las cosas que acostumbra a encontrar en escenas del crimen. Ni rasguños, ni astillas, ni sangre, ni rastros de pelea... nada, sólo una cama fría. Manteniendo la mirada sobre ella, en el suelo, se da cuenta de que tiene que pedir ayuda. Odia hacerlo, pero no hay otra opción— ¿Ideas?

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No había duda que había escuchado de Sudamérica, está dentro de los conocimientos básicos que toda persona ya sea magos o muggle debe dominar, pero a decir verdad jamás se interesó en conocer de modo más profundo esa zona, volvió a mirar en todas direcciones, los árboles, la tierra, sentía la brisa del viento e intentaba distinguir algún aroma característico para preservarlo aquel lugar en su memoria.

 

Su mirada se concentró en Madeleine, quien comenzó a explicarle las razones para estar en esa zona en vez del aula en la universidad. Levantó las cejas sorprendidas ante las palabras bruscas provenientes de su tutora, pero no fue algo que le molestara, pero si logro que su curiosidad se activara con cada palabra que esta le dirigía.

 

Al escuchar la explicación por un momento se sintió como si fueran detectives intentando resolver la desaparición de un joven, pues esa era la imagen que debían mostrar a esa comunidad y evitar malos entendidos.

 

Por su parte JunnyCo evito realizar comentarios o expresiones innecesarias, mientras digería toda la información proporcionada por Madeleine, avanzo unos pasos a la choza que esta le apuntaba, flectando levemente sus rodillas y apoyando ambas palmas sobre ella, recorrió lentamente con su mirada cada rincón, hasta que estos se posaron en la cama que pertenecía al mago. Cerró sus ojos suavemente e intento concentrarse para sentir algún resto de magia, fue en ese momento en que su profesora le hablo.

 

JunnyCo se reincorporo y cruzo ambos brazos intentando de ordenar y buscar alguna pista en la información otorgada con anterioridad.

 

-Si el joven mago se fue bajo su propia responsabilidad no creo que podamos hacer algo por él, pero existe la posibilidad de que esto sea obra de otro mago o bruja – Se detuvó y miro en todas direcciones esperando que no hubiera algún curioso cerca.

 

-¿Es el único mago que habita esta aldea? – Preguntó casi en un susurro, pero prosiguió antes de que su profesora le respondiera - En el caso de ser así, podemos sospechas de algún tipo de animal, aunque tratándose de un mago, ya sea con experiencia o no, un animal común no sería un gran problema – Se encogió de hombros dándole poca importancia a su ultimo comentario.

 

-Pero si una criatura mágica – Agrego rápidamente - Teniendo en cuenta eso y en que no hay marcas de ningún tipo creo que podría ser el responsable principal de su desaparición – JunnyCo se arrodillo y tomo un poco de tierra de la entrada a la choza y observo como esta de deslizaba entre sus dedos.

 

-El problemas ahora es saber que criatura fue, creo que mi única sugerencia seria investigar la zona hasta el anochecer, si se trata de una criatura mágica tendremos más suerte de encontrar una pista o indicio de algo en la oscuridad y tranquilidad de la noche….

 

 

@Madeleine.

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Madeleine se mantiene de pie tras Junny, mientras ella examina de cerca la cama del muchacho. Aún antes de que se levante, sabe que no encontrará nada más que sábanas frías, pero de todas formas espera a que sea la muchacha a que lo diga en voz alta. Después de todo, aunque de alguna forma aquella sea una misión propia de los Aurores, también es para ella una lección de Defensa Contra las Artes Oscuras y tiene que ser capaz de encontrar pistas o en cambio decir que no hay nada. Para ella, aquella materia no se trata sólo de aprender encantamientos, sino de saber estudiar una situación para poder actuar. Pero, ¿qué le vas a enseñar, si tu tampoco sabes qué demonios hacer?

 

—Es el único mago que va a la Academia, por lo que me dijo Fabián —musita, cuando el pesado silencio se rompe—. De todas formas, esta aldea parece estar bastante bien protegida... sólo que no de formas convencionales. Parece que esta gente tiene una magia dif... Oh —Madeleine se apresura a sacudir la cabeza, al darse cuenta de que está divagando. En otro momento investigará de los poderes y la magia ancestral de los aborígenes sudamericanos. Ahora, lo que le interesa es saber qué demonios sucedió. Aunque está convencida de que el muchacho está frito, Fabián confía en ella para mantener el peligro alejado de la pacífica comunidad—. La cosa es que es muy difícil que haya sido una persona.

 

Ella no sabe mucho de criaturas mágicas. Sólo se lleva bien con su cruce de kneazle, Nymeria, pues tienen temperamentos parecidos... pero nada más. Sabe que es una irresponsabilidad, pues para ser una experta en Defensa Contra las Artes Oscuras debería dominar la mayoría de las materias mágicas, mas está segura de que si tomara aquella clase terminaría siendo pateada por un hipogrifo.

 

—Bueno, ya es de noche —musita, haciendo un gesto con la cabeza hacia las paredes, como si pretendiera que Junny viera el cielo estrellado a través de ellas—. Espero que seas una experta, o por lo menos sepas más que yo.

 

>>Uhm, ¿entendí que pretendes que finjamos dormir? —pregunta luego de unos momentos de analizar las palabras de la muchacha— Por eso de la tranquilidad de la noche, qué se yo...

 

Ante el asentimiento de Junny, Madeleine suspira, pero termina sentándose en el suelo y recostando la cabeza contra la pared blanda. Al otro lado puede oír la música nocturna; los grillos, el río, otros insectos cantantes que no sabe identificar. Si no estuviera en algo importante, podría dormir bastante cómoda, incluso con el frío húmedo y los mosquitos que revolotean a su alrededor.

 

—Apaguemos las luces, entonces. Vamos a ver qué pasa. Pero ten cuidado, ¿eh? Oficialmente, no tengo conocimientos de primeros auxilios.

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