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Maestría de Escobas


Sagitas E. Potter Blue
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Soñé.

 

Y mi sueño no era nada bueno. Llovía y yo estaba empapada, mirando enojada a las nubes que cubrían el cielo del Estadio de Quidditch. Y sabía que era una pesadilla porque yo odio el Quidditch y, además, no pisaba el Estadio desde aquellos fatídicos días, hacía muchos años ya, que habían secuestrado a mi niño bebé en él. Así que desperté, resacosa, algo curioso porque no había bebido la noche anterior, preguntándome si aquel sueño tendría algo de premonitorio.

 

Tras el aseo y el desayuno, la sensación de malestar aún persistía en mi cabeza, así que decidí tomarme un día de fiesta y me fui directamente a "Mega Ayudas", donde tenía unas cuantas pócimas que aligerarían mi cabeza de aquel incipiente dolor y de aquel malestar. Apenas pisé el pie allá cuando Harpo me esperaba con dos objetos en las manos, una en cada mano: una escoba y una carta.

 

Por supuesto, yo no barro, para eso están los elfos domésticos, así que tomé la carta y la sonrisa con la que había hablado con mi elfo fue desapareciendo al leer el escrito de la Dirección del Ateneo. Arqueé una ceja y miré más fijamente a Harpo: ahora era él quien sonreía de oreja a oreja. Fruncí el ceño.

 

-- Creo que la necesitará. Y tal vez un cambio de atuendo. Ese lindo vestidito de tul no es lo más apropiado para dar clases de Escoba.

 

Gruñí. ¿Cuándo...? O mejor dicho... ¿Cómo habían conseguido los directores arrancarme la promesa de que diera una clase de Maestría de Escobas si yo odiaba volar? Re-gruñí y me dirigí a la trastienda, donde siempre guardo un equipo de Amazona para montar en los Aethonan. Eso sí que me gusta, tienen lomo, tienen riendas, sus alas son poderosas... Volar en caballo es guay, la escoba es una broma...

 

Salí, aún enfadada pero con un traje más apropiado, incluyendo el sombrerito que se sujetaba por un lazo bajo la barbilla, para no perderlo durante el vuelo y le arrebaté la escoba a mi elfo de un tirón. Harpo, por supuesto, se puso a reír y juro que murmuró algo sobre que no quería perdérselo. Así que no le dije a donde iba, para que no siguiera riéndose de mí. En el mostrador, tomé un par de pergaminos y escribí de forma muy escueta (sí, estaba frustrada por tener que ser profa de escobas) a los dos alumnos que me había tocado. Eso me calmó un poquito: a los dos les conocía así que esperaba que me respetaran y no se notara mucho que no era mi asignatura preferida.

 

Situación: Estadio New Trafford

Profesor: Sagitas E. Potter Blue

Alumnos: @Cye Lockhart - @Thomas E. Gryffindor

Traigan sus propias escobas y ropa adecuada para el vuelo

 

 

 

Llegué la primera al Estadio. En cuanto puse el pie en su interior, las nubes se hicieron grises y empezaron a llover. Miré el cielo. Era idéntico al de mi sueño. Gruñí...

 

-- Hubiera preferido Herbología -- grité al aire. Parecía que la pesadilla aún persistía. ¿Y si seguía dormida en la cama de la Potter Black y aquello era parte del sueño que tenía? Pues una de dos, o estaba despierta y era la suplente de Maestría de Escobas o estaba dormida y me había hecho... hum... eso... Pues el agua era muy real.

 

Llovía y estaba mojada. Había olvidado el Impervium. ¡Vaya maestra de Escobas que era que había olvidado el primer hechizo obligatorio para salir al Estadio!

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No era un día como todos los demás, porque finalmente había llegado a la puerta de la morada del muchacho, la carta que visaba el permiso para asistir a la clase de Maestría con Escobas por parte de la Universidad. -Quizás cómo es el nuevo sistema de aprobación de las cátedras... ¿Habrá cambiado?- se preguntó en voz alta el legilimago, pues ya había pasado bastante tiempo desde su última aparición por el Ateneo de Conocimientos; sobretodo desde que su padre abandonó el cargo de director de la prestigiosa institución académica mágica de Gran Bretaña, bajo motivos únicos y personales que su propio hijo legítimo desconocía. Pero lo que más le sorprendió al adolescente fue descubrir quién sería su curiosa y peculiar docente en esta oportunidad, pues se trataba (nada más y nada menos) de Sagitas; la bruja más afamada y "algo adinerada" de todo Ottery St. Catchpole. -Vaya, vaya, vaya... La Potter Blue una vez más aparece en mi vida de forma imprevista... y además estaré con Cye... ¿Lockhart? ¡Merlín!- exclamó el alquimista del futuro, al mismo tiempo que se llevaba ambas manos a la cabeza tras recordar que había dejado sola a la sacerdotisa en compañía de su molestosa hermana Kyttara en las inmediaciones del Control de Comercio Universal; hecho que era, indudablemente, una falta de respeto y de cortesía con una recién llegada. Pero finalmente el Gryffindor se calmó, debido a que también memoró que Mei y Elodia le habían comentando que finalmente la rubia de descendencia francesa se terminó por adjudicar la Jefatura del CCU. <<Quedó en excelentes manos>> caviló tras un leve suspiro. Fue así que Elros, fugazmente, dirigió sus pasos hasta el armario de su alcoba; desde donde sacó su vestimenta de Quidditch de la casa de Hufflepuff que aún conservaba como reliquia entre sus prendas habituales. Tras lucir, perfectamente, los colores negro y amarillo sobre su atlética figura; el apuesto joven descendió las escaleras de su morada con su varita envainada y con su escoba (Nimbus 3000) en mano diestra, desapareciendo en los jardines.


Al arribar, luego de aquella fastidiosa sensación de vacío producto de la aparición, al Estadio New Trafford; el animago sonrió ampliamente al percibir que el ambiente húmedo y sombrío le entregaba una cuota gratuita de mística a la clase, especialmente por la lluvia que caía desde el firmamento lleno de nubes grises que, a ciencia cierta, podrían conformar sin problemas una tormenta en Manchester, Inglaterra. -¿Herbología?- refutó en tono alto el chico de cabellos rojizos ondulados mientras se acercaba, a pasos sigilosos, hasta Sagitas; quien parecía no estar muy contenta con ser la protagonista de la cátedra. -Thomas Elros Gryffindor presentándose, maestra... Lindo traje, eh- dijo el ojiverde, tratando de simpatizar con la profesora. -Agradezco que no haya usado el hechizo Impermeabilizante, pues... quizás es más emocionate y adrenalínico gozar de este clima ¿No le parece?- platicó, mientras buscaba con la mirada, en alguna parte o rincón del terreno verdoso, a su amiga medimago. -Tengo el resto del equipo en casa... me imaginé que no necesitaría el set completo del juego, ni la Quaffle del Mundial de Quidditch de 1994- agregó sereno.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Un pergamino llego a sus manos, que hasta ese momento se ocupaban de cortar unos pantaloncitos muy monos, para su hijo Ezra, no podía seguir poniéndole la ropa que Ithillion había dejado tras aquellos días que había pasado con su madre en el castillo Lockhart, gracias a eso el pequeño de tres años tenía un atuendo que lo cubriera y no la manta con la que recientemente le habían dejado a las puertas de la propiedad familiar.

 

--Oh, Oooooh Sagitas dando clases…-- las palabras murieron en sus labios, Cye se había inscrito a la clase de escobas, decidida a dejar su mala pata con aquellos artefactos, dado que Ezra y su bebecito Eirian seguramente necesitarían usar sus escobas, es más con tan solo un mes de nacido su esposo Ishaya ya le había comprado la escoba a Eirian y se la había metido en la cuña para que se familiarizara con ella. Así que si quería disfrutar todas las etapas de su bebe iba a tener que aprender a volar como era debido, por eso había tomado la clase en principio.

 

Pero nunca imagino que su profesora pudiera ser su cuñada, no porque fuera su cuñada, sino porque Sagitas odiaba el estadio, a su mente acudió aquellas amargas horas en las que Ithillion fue arrebatado del cuidado de su madre justo en aquel espacio ¡Demonios! ¿Cómo había logrado reponerse de eso, ahora que era madre biológica menos lo entendía, ella vivía con un permanente miedo a perder a su pequeño que… un suspiro escapo.

 

Dispuestísima al próximo aprendizaje cambio su atuendo por un cómodo pescador, una blusa de algodón y zapatillas deportivas, junto con los Protectores de Quidditch que había comprado en el Magic Mall recientemente, finalmente fue al armario de escobas, donde estaba la colección de Ishaya y tomo una, la primera que le vino a la mano, y se monto, si, si, pero en su alfombra LVille, así fue como llego a las inmediaciones del estadio.

 

El New Trafford era un lugar que conocía muy bien, y que le traía gratos recuerdos de cuando había sido directora del departamento de Juegos y deportes mágicos hacía varios años ya, además de que en ese mismo departamento había conseguido su primer empleo ministerial levantando barreras contra los muggles, asegurando los predios adyacentes a cualquier lugar donde se realizaran actividades deportivas y cosas por el estilo, curiosamente nunca había jugado al Quidditch aunque si era una fiel espectadora, no podía ser de otra forma teniendo un marido que se movía en aquellas esferas y que era un magnifico jugador.

 

Su larga cabellera dorada estaba anudada en una coleta alta que junto con el resto del atuendo de Cye destilada las gotas de agua que caían del cielo gris, no le molestaba mojarse, al contrario, así que su buen humor aumentaba mientras que su alfombra levito hasta ubicarse entre la Potter y el Gryffindor, que sería su compañero de clases, alguien a quien había conocido meses atrás y que la había motivado de tal forma que había hecho un cambio importante en su trabajo.

 

--Hola, Hola Thomas, es un gusto compartir la clase con voz, ¿eres un Hufflepuff?-- pregunto sorprendida al ver el atuendo del chico, iba a resultar que medio Londres jugaba aquel deporte menos ella. Ahora cuando se giro para saludar a su cuñada se quedo boquiabierta, eso era trampa lucir tan, tan maravillosa y soberbia en aquel traje de amazonas ahhhhhhh, rechino los dientes y se miro a sí misma, con aquel sencillo atuendo y encima los protectores que la hacían verse poco femenina y muy rara.

 

--Profesora, diría que se ve bien, pero…-- ja esa fue un típico comentario enfundado por la vanidad femenina ¿Qué le costaba reconocerlo? Igual la Potter la conocía muy bien y seguro había adivinado lo que no había puesto en palabras, aunque muy a gusto no se veía, parecía ¿enojada?

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Mi cara de fastidio se mutó al instante que sentí la voz de mi primer alumno. Me incorporé y puse una posición más recta pues casi estaba encogida cuando él había llegado, preguntándome porqué narices había aceptado aquella sustitución.

 

-- ¡Ah, hola, Thomas! ¿Te gusta? -- pregunté en un tono demasiado coqueto para mi gusto. ¿En serio estaba poniéndome roja porque al muchacho le gustaba mi traje de amazona? Carraspeé un poquito para retomar la seriedad de la clase y volví a empezar. -- Thomas... Veo que recibiste mi mensaje y has traído tu escoba.

 

Iba a gruñir por su comentario sobre mi ropa mojada aunque al escucharle la frase entera vi que se refería a que le gustaba la lluvia. Hum... Me las veía con alguien que sabía montar en escoba y que, seguramente, disfrutaba de un buen partido de fút... de quidditch.

 

-- Pues la inclemencia del tiempo es genial para enseñar esta asignatura, aunque yo prefiero las ropas secas. Mientras esperamos a mi cuña... a Cye Lockhart, me iré secando un poco.

 

¡Por los dioses! ¿En serio tenía toda esa equipación en su casa? ¡Si casi seguro él podría dar la clase mejor que yo, que tenía miedo de caerme de la escoba! Me pasé la varita por encima del pecho y después por el resto del cuerpo, sintiendo de forma agradable aquel chorro de calor del hechizo desecador que había provocado con ella. Me estaba colocando el sombrero (otra vez de forma coqueta) cuando apareció mi cuñada. Ella me hacía sentirme bien y, además, apareció con la misma alfombra que yo tenía; ambas la habíamos comprado en el Mundial de Quidditch.

 

El recuerdo de aquel mundial me hizo estremecerme y endurecí el rostro.

 

-- Gracias, Cye. Bien... Ya que estamos todos... Veamos lo que sabéis de este tema. Veo que traéis vuestras escobas. ¿Qué podéis decir de ellas? Modelo, aceleración, fabricación, etc.. Supongo que los dos tenéis Aprobado la certificación para volar en escoba...

 

Era una pregunta algo lerda puesto que, para aprender Maestría primero se debía de haber aprobado en la Academia el uso... ¿O no? Al no ser la profesora oficial, ese dato se me escapaba, aunque suponía que tenía la razón. Moví mi escoba entre las dos manos, balanceándola, esperando que se me ocurriera algo más que decir. Entonces, como un hilillo, me llegó la información a la cabeza.

 

-- Supongo que sabéis los diferentes modelos de escobas que hay en el mercado actualmente, especialmente diseñadas para el vuelo. Inicialmente, sin embargo, las brujas y los magos usaban escobas mundanas, corrientes, de producción popular, y su uso se centraba en vuelos cortos. Se sentaban de lado, sobre todos las féminas, porque era algo incómodo su uso pues se... hum... clava... hem... eran incómodas.

 

Enseñé mi escoba, la última que me había comprado en el Mall, así que esperaba que fuera de los últimos modelos. Yo no solía ver las revistas de temática quidditchera.

 

-- Ahora incorporan muchos hechizos que mejoran desde el asiento hasta la estabilidad de vuelo y la aceleración de 0 a 100 en un segundo. ¿Sabéis indicarme alguno de ellos? Hay un montón, que os enumeraré en cuanto vosotros me digáis si reconocéis algunos de ellos en vuestras lindas escobas. Por cierto, ¿les habéis puesto nombre? Yo sí, soy maniática y siempre le pongo nombres a mis escobas. Esta es Sinforosa. A ver si sabéis qué modelo es.

 

Era trampa, yo la había señalado con el dedo y la dependienta del Magic Mall me la había dado. Ni había mirado el manual de instrucciones y no sabía ni modelo ni características de mi escoba nueva, sin estrenar.

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La llegada de Cye y la presencia de Thomas parecía dar por concluida la plantilla de alumnos que asistirían a la clase, lo cual le gustaba mucho a Cye, no es que fuera una ermitaña, pero había descubierto que mientras menos alumnos, las clase tendían a ser más personalizadas y la oportunidad de que las innumerables dudas o preguntas de cada cursante tuvieran respuesta. La pelivioleta no perdió tiempo, de inmediato entro en materia mientras que la Lockhart bajaba de su alfombra y la dejaba levitando, listita para ser montada, dándole una última indicación --Tienes que atraparme si caigo, solo si caigo-- palmeo la fibra del vehículo mágico, no era trampa era precaución, luego se paro erguida soltando la escoba a su lado, que por su mecanismo y modelo floto a la altura de sus caderas. Apenas las preguntas empezaron a surgir en el tema la Lockhart levanto la mano.

 

--Si, tengo licencia-- dijo Cye, apenas había salido de la Academia se la habían otorgado. En cuanto a su escoba, que no era suya sino de Ishaya especifico --La mía es una Saeta de fuego, no es la más rápida de la actualidad pero si la más usada internacionalmente-- aclaro inmediatamente con tanta solemnidad que no parecía ella --Como pueden ver el manillar es de ébano pulido y el cepillo es de abedul aunque yo lo prefiero de avellano porque creo que funciona mejor tomando en cuenta mi peso corporal y el aspecto aerodinámico, tiene una estupenda aceleración de 0 a 150km/hora en tan solo 10 segundos. El encantamiento de frenado sí que funciona y se los digo yo que sino ahora mismo me faltaran nariz, brazos o piernas como mínimo, ammm-- se puso la mano en la barbilla pensando en que otro detalle destacar --Flota a buena altura para montarla y 1993 cuando salió al mercado no se esperaba que contara con tal precisión ni el asombroso balance que posee. -- concluyo feliz de ver que aun recordaba lo aprendido en sus tiempos en el Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, que entonces no estaba fusionado con transporte.

 

--Yo, yo sé, que sino tu herma mi marido me mata, sobre todo después de usar dos de ese modelo y regresar los trocitos a su armario-- Cye, Cye, recuerda que aquí es la profesora, nada de confiancitas se dijo mentalmente, a veces era difícil suprimir la familiaridad con que veía y trataba a la Potter, sin embargo por el bien de la clase y porque la bruja frente a ellos merecía respeto enderezo como pudo lo que iba a decir, terminando muy bajito y mordiéndose el labio inferior pues las últimas frases estaban acompañadas de aquel recuerdo en el que su marido le decía con un trozo de mango en una mano y el final de la escoba en la otra Amor esta es una Nimbus 2001 no puede ser que hagas esto la rubia se rasco la cabeza, a la fecha no sabía si se refería a que era muy cara o a que era imposible no poder volar correctamente, como fuera, en aquel momento toda protesta de parte del mago fue acallada con un dulce besito de la fémina y asunto terminado.

 

--Tu escoba es una Nimbus 2001, dicen que es muy buena tanto para los experimentados como para los novatos, aunque a mí no me ha funcionado-- dijo reconociendo ser un desastre para montar, una cosa era un vuelo sereno de 10 o 20 de aceleración y otra ir en una carrera y hacer piruetas, ella como se volteara en el aire, terminaba despatillada en la grava del estadio con tremendo chichón en el mejor de los casos.

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-Claro que me gusta vuestro traje. Es un tanto... "peculiar", pero te entrega un toque de originalidad que es muy envidiable, Sagitas- respondió el Gryffindor con una sonrisa pícara tras percibir el tono coqueto con que su nueva profesora le había contestado. -Sí... es mi Nimbus 3000; la escoba más veloz en la actualidad... Aunque yo le haría ciertas modificaciones para mejorar las maniobras de giro forzado que son un tanto "complejas", pese a su estupendo balance y precisión- agregó el pelirrojo mientras acariciaba el mango de abedul de su ejemplar de vuelo; justo en el instante preciso en que Cye arribó al estadio montada en una alfombra voladora antigua, que más bien parecía ser una importante reliquia de su colección personal. -Buen día oscuro, Cye... Y sí, soy un honorable Hufflepuff de corazón, pese a mi apellido... Muy contradictorio ¿No creen? Pero fue la elección que el Sombrero Seleccionador escogió para mí durante mi estadía en Hogwarts- saludó el ojiverde extrovertido a la actual medimago jefe del Control de Comercio Universal, observando cómo caían las gotas de agua de su empapada blusa de algodón. Pero cuando el fenixiano estaba "at portas" de realizar otro comentario en relación al medio de transporte con que había llegado la rubia; Sagitas empezó con la primera parte de la clase, la cual constaba en relatar parte de la historia de la escoba que ahora Thomas sostenía firmemente de su diestra. -Ehh...- alcanzó a decir el muchacho, prefiriendo que la Lockhart comenzara con su intervención primero. -Yo también tengo licencia, profesora... y mi escoba, como bien le comenté antes, es una Nimbus 3000. Ésta puede alcanzar una velocidad de 200 km/hr en 8 segundos, siendo más imparable que la Saeta de Fuego de Cye- explicó sin querer ahondar demasiado.


-¡JaJaJaJa!- rió el patriarca de los Granger cuando la pelivioleta hizo uso de un humor negro en relación a la gran incomodidad que ocasionaban las escobas para las mujeres cuando éstas no se sentaban de lado; sacando el lado más morboso de un chico que apenas pasaba los veinte años de edad. -¡Claro! Cye tiene toda la razón... es una Nimbus 2001... Una de las mejores escobas de carreras creadas en la década de los 90'. Yo, en cambio, diría que fue hecha para pilotos más experimentados que novatos, pero... teniendo en cuenta los años que han pasado; las generaciones de hoy en día la reconocen como una "escoba de transición". No sé si está correctamente bien utilizado el término, pero así suelo apodar a las cosas que están entre lo arcaico y la vanguardia- platicó Elros, al mismo tiempo que se acercaba hasta la alfombra de Cye para acariciar su lomo con tranquilidad. -Y bueno... yo no le tengo nombre a mis objetos, pero sí a mis criaturas... Y volviendo a la cátedra, maestra... yo sé algunos mecanismos; creo que está el aerodinámico o de maniobra de vuelo, el acelerador, el de estabilidad-balance-equilibrio, el encantamiento de frenado, el de giro clásico e invertido... y creo que el de zig-zag también- añadió el animago, esperando cumplir con las expectativas de la docente.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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¡Madre del Amor Hermoso! ¿Pero qué tenía que enseñarles a estos dos alumnos si sabían mucho más que yo? Si hasta se sabían la madera en que estaban construidas las escobas. Yo iba a decir madera, sin más explicación pero... Me quedé con la boca abierta ante la participación de ambos y la cerré con gran esfuerzo. No quería parecer una inculta. Así que intenté rascarme la cabeza para pensar pero me topé con el gorrito de amazona. Así que disimulé haciendo que lo centraba y les sonreía, buscando las palabras justas para no parecer una lerda en el tema de las escobas.

 

-- ¡Muy bien! Ya veo que los dos conocéis a mi Sinforosa. El nombre es algo muy personal y tiene su historia pero eso mejor queda en conversaciones en la intimidad, junto a un fuego y una copita de jerez. No os lo pienso contar porque... ejem... lo importante es lo que ya habéis dicho, los hechizos que contiene una escoba para mejorar su estabilidad, comodidad, aceleración, aspecto físico, etc...

 

¿Qué había enumerado Thomas? Si no me había dejado nada... Ahora sí que notarían que yo, de escobas, ni fú ni fá. Un estruendo enorme de uno de los truenos me hizo saltar sobre mis pies. No me gustaba la lluvia en el estadio. Me gustaba la lluvia como sacerdotisa, hacedora de vida de las semillas escondidas en la tierra. Pero allá, con una escoba , volando bajo la tormenta, que lloviera era lo peor para mí. Suspiré y proseguí con la clase... Si en algo era buena (no en escobas) era en la improvisación.

 

-- El primer hechizo que se aplica a la madera de la escoba es un antifungicida en crema para fortalecer la madera y protegerla de los pequeñines chizpurfles. Les atrae cualquier fuente de poder y la madera que se usa para las escobas, para las modernas quiero decir, no para las sencillas de la edad de piedra, jajaja...; pues eso, esta madera es muy poderosa. La madera de ébano o la de abedul son escogidas para ellas por el poder mágico natural que conllevan. Ambas repelen toda energía negativa con lo que impiden ser hechizadas en pleno vuelo.

 

¡Hale, si hasta parecía que era buena en la teoría y todo...!

 

-- La madera se pule con una invisible capa de barniz que protege de cualquier ataque de estos bichitos de colmillos puntiagudos que se enganchan a ellas y las perforan. Por eso es bueno limpiar y abrillantar una escoba tras un combate, bueno, un partido de Quidditch. No nos damos cuenta a menudos de las agresiones que sufren y que pueden hacerles perder esa fina capa brillante. Así que ya sabéis, no sólo es volar sino también proteger. No querréis que el mango se rompa porque estos bichitos hayan perforado la madera hasta el centro para comérselo. Sobre todo, no descuidar las hebras de la escoba. Al ser tan numerosas, son útiles como timón de vuelo pero son las más propensas a ser mordisqueadas, así que hacer un control visual después de cada vuelo, por muy cansados que estéis. Es lo mejor para evitar riesgos, detectar cualquier anomalía que se haya podido producir.

 

Bueno, me sentía más tranquila; aunque seguía la tormenta, los relámpagos parecían alejarse del lugar. Si era así, podría dejar que volaran un poquito, sólo para que usaran de forma práctica las escobas que habían traído. No todo iba a ser teórico...

 

-- Otro gran hechizo que creo que no habéis mencionado es el Conjuro Almohadón. Es el que permitió dejar de usar la escoba de la forma tradicional de horcajadas y montarse en ellas mirando el mango. Es un invento de un tal Smethwyk que causó revolución en el uso de las mismas al permitir estar más tiempo sobre ellas sin causar llagas y otras rozaduras con las que se encontraban los pasajeros anteriormente. No, no es que haya un almohadón en el tras... hem... pompis sino que hay un espacio invisible que es como si estuviera rellenado de un aire que amortigua las sacudidas para no dañar el... donde nos sentamos en ellas.

 

Puff, qué difícil me estaba resultando buscar las palabras correctas.

 

-- A partir de aquí, las mejoras son las que ha comentado tan bien Thomas, dirigidas al mejor control del mango sin astillarse, endureciéndolo para evitar que se rompan en las manos mientras se sujetan; las de aerodinámica para permitir una aceleración global en todo el conjunto que no deje atrás al jinete, los frenados, los giros... Sí, todo eso que ha dicho nuestro compañero.

 

Bueno, ya no se me ocurría nada más que decirles, así que palmeé un poco para que prestaran atención a mis siguientes palabras:

 

-- Ahora vais a practicar un poco el vuelo con la escoba que habéis traído. No es una competición, así que no quiero saber quién es el que vuela más alto o más rápido. Se trata de que os sintáis seguros con las innovaciones técnicas de cada una y que, además, sintáis los pros y contras durante las acciones: quiero saber si giran demasiado a un lado o al otro en el momento de aceleración, si los giros son completos o, por lo contrario creéis que no se cierran, si se os resbalan las manos del mango... Todas esas observaciones os harán conocer los defectos de vuestra escoba antes que vuestro adversario y saber corregirlos en vuelo. Así que... "UP", a volar un rato... Después os tengo preparada una sorpresa para que podáis aprobar la asignatura.

 

Sonrisa picaresca. Si me conocieran, seguro que se aterrorizarían por lo que se me podía haber ocurrido.

 

Un momento... ¡Los dos me conocían, seguro que adivinaban que algo había planeado mi mente juguetona!

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<<¿Sinforosa? Pero qué nombre más extraño... aunque no me sorprende de Sagitas>> cavilaba para sí mismo el apuesto joven, sin descuidar los contenidos que la maestra comenzó a relatar en base a los hechizos que contenía una escoba actualmente; debido a que éstos habían cambiado y evolucionado con el pasar del tiempo. -¿Chizpurfles? Esos bichos parásitos una vez se intentaron comer la varita de mi novia... o sea, de mi amiga... Athena. Generalmente roen y roen hasta llegar a la médula en busca de su fuente de poder mágico; así deben hacerlo con las escobas también. Pero entiendo que el antifungicida en crema fue elaborado gracias al trabajo en equipo de la Subdivisión de Plagas del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas junto al Departamento de Transportes ¿No es así, señora Potter Blue? También está comprobado que estos chizpurfles atacan objetos eléctricos muggles por dentro... Es por eso que Estudios Muggles será mi próxima adquisición; debido a que yo trabajo mucho con este tipo de cosas en mi Vulcanización Mágica- comentó el Gryffindor, sonriendo a causa del detalle de la madera de abedul con la que había sido fabricada su Nimbus 3000. -Esas anomalías las evalúo muy seguido en mi taller, porque ahí nos damos la tarea de realizar un scanner completo a la escoba, y no solamente a ellas... sino que a todo vehículo mágico. Se imaginarán que paso todos los días con mi cuerpo cubierto de aceite y barniz; pero... es lo que más me apasiona desde niño... ¿Han oído hablar del mecanismo de invisibilidad de las escobas?- consultó curioso Elros con un brillo singular en la mirada; característico de los púberes.


-¿Hipócrates Smethwick? ¿El reconocido sanador de San Mungo que instauró también la Sala "Dai Llewellyn" donde se trataban las mordeduras graves? No sabía que él también había sido el precursor del "Conjuro Almohadón", es un dato que no manejaba en lo absoluto, profesora... Cada día aprendemos cosas nuevas- expresó el pelirrojo, justo antes de escuchar con concentración el palmeo de manos de la sacerdotisa a cargo de la cátedra. -¡Entendido!- vociferó muy entusiasmado el muchacho, para posteriormente montarse en su escoba y emprender el vuelo hacia las gradas del lado oeste del Estadio New Trafford. -¡Hey, Cye! ¡Vamos, eh! No te quedes atrás... Me imagino que has jugado Quidditch alguna vez en tu vida ¿O no?- preguntó inquieto el animago a la rubia, tras ver que la alfombra voladora de ésta no se despegaba de su ubicación; como si estuviera resguardándola de algo. <<Si mal no recuerdo, Cye estaba embarazada la última vez que la vi en el CCU... ¿Cómo habrá salido todo eso?>> se cuestionaba el fenixiano; hecho que le hizo tomar una postura más "considerada" con la Lockhart, y ya no podría sobre-exigirle demasiado, como él mismo lo hacía cuando entrenaba con el equipo de Hufflepuff, donde por su puesto de guardián le apodaban: “El Imbatible de las Quaffles”.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Cye había sido la primera en responder a Sagitas, sobre los datos de la escoba que seguramente montaría en la clase, tampoco paso desapercibido la hojeada y la posterior caricia del Gryffindor a su alfombra voladora, esa que había comprada en uno de los eventos especiales tiempo atrás. A ella también le hizo gracia el comentario de la incomodidad a la hora que las féminas montaran las antiguas escobas, gracias al cielo en la actualidad era un poco diferente.

 

Y allí estaba Thomas hablando de los diferentes mecanismos y cosas que para Cye pasaban de largo, vamos si por eso estaba tomando la clase, apenas si podía mantenerse sobre el aparatejo ese, mucho menos pretender hacer giros o maniobras, no, no ¡salte el cielo! si lo intentaba y ¡caigan las estrellas! Si lo lograba. Dejo escapar un suspiro en vista de su ignorancia sobre aquel arte tan complejo, las escobas para la rubia eran todo un universo de contradicciones y pereques que siendo honesta no pretendía entender, con volar de manera saludable a ella le bastaba por el momento.

 

Sagitas prosiguió hablando de hechizos fumigadores a la madera para evitar roedores y otra cosas que la ojiazul no entendía, ahora era ella la que se rascaba la cabeza luego de apretarse el pecho tras el trueno que la había hecho mirar hacia el cielo. Pero cuando hablo del poder mágico del abedul y del ébano, sonrió de eso si sabía, tenia viejos amigos vivitos y coleando que le contaban de su poderío milenario.

 

--Si claro, entonces yo necesito toneladas de abrillantador y horas extras al día para la escoba-- murmuro frunciendo el ceño cuando la profa mencionaba que no era solo usarlas había que cuidarlas para que no se deterioraran, con razón Ishaya tenía todos aquellos pañitos y cajitas redondas y cositas con las que pasaba horas toqueteando las escobas, es que su marido si sabía de aquello, mientras que ella, ella recién lo oía.

 

--Confieso que no me fijo en nada de eso… con razón termino con la escoba echa trozos y yo culpando a los del Magic Mall-- puso cara de inocente, vamos que no eran ni los animalitos y ningún defecto, era si forma atroz de volar, además que a Sagitas no se le iba a pasar por alto que era Ishaya quien siempre hacia las revisiones para seguridad de la bruja, cuando esa siempre era una prioridad para él mantener a la familia a salvo incluida Cye, seguro que no. Pero algo en el comentario de Thomas la hizo girarse hacia él con una gran sonrisa y un “lo sabía” en la punta de la lengua y en sus orbes, Athena y él tenían algo bonito y ella lo había visto desde aquella velada en Moon River, el mismo día que se había enterado que Sagitas había vuelto a la Orden del Fénix. El corazón le dio un saltito de alegría, siempre era emocionante saber que seres cercanos eran felices, encontraban el amor y lo disfrutaban, porque no había magia más bonita y poderosa que la nacida del corazón.

 

--Espera, espera, ¿tienes un taller para estos cosos y no me había dicho?-- protesto la Lockhart como si Thomas y ella fueran íntimos de contarse todo y él le hubiera ocultado aquel hallazgo que recién descubría. --Mal amigo, ciertamente soy ejem cuidadosa con mis galeones, pero yo te hubiera pagado a ti que sabes lo que haces, en vez de estar sobornando a los elfos para que voten las escobas que… que terminan quebradas-- mientras decía eso recordó que Bodrik alguna vez menciono algo de vulcanizaciones y Thomas, pero ella pensaba que era para vehículos como el autobús de Sagitas o incluso la motocicleta que por cierto tenía que mandar a checar, jamás le paso por la cabeza que también hicieran lo propio por las escobas --Como me digas que también sabes de arreglos de alfombras te golpeo, pues tuve que mandar la mía al medio oriente para que la revisaran-- miro a Sagitas sabiendo que ese estaba desviando de la clase, e hizo señas con los dedos como si un cierre invisible se hubiera posado en sus labios.

 

Ahora cuando Sagitas palmeo y los mando a volar literalmente, fue cuando comenzó la pesadilla para ella, se hubieran quedado mejor con la pura teoría y hablando de los animalitos y grasas lubricantes y encantamientos de invisibilidad y quien sabe que más, pero no tenían que volar. Dejo escapar un suspiro y con aprensión monto la escoba, para entonces Thomas la aupaba desde mucho más arriba y más allá, ósea ya había despegado y se lanzaba raudo cielo arriba.

 

La Potter le pedía detectar fallas, prestar atención a los giros, al agarre y a quien sabe cuántas cosas más cuando Cye de lo único que podía estar pendiente era de no caerse, de no estrellarse y de volver completita al suelo. Pero el orgullo de no demostrar su patocidad la hizo erguir la cabeza, aferrar con fuerza el manubrio y quitar los pies del suelo, luego con una vocecita que no parecía la suya dijo --A volaaaaaaar-- mejor no lo hubiera dicho, fue como si le metiera el acelerador y la escoba salió disparada, luego de golpe freno bamboleándola todita y luego ando otro tramo, paro y ando otro tramo, finalmente paso a Thomas como alma que lleva el diablo rumbo al cielo con un grito de

 

--Ayuuudaaaaaaaa-- no, nada de las explicaciones habían servido para que aquel engendro de la velocidad andará como debía, ¿acaso iba a reprobar la clase? Y ¿Dónde estaba la profa? Para que la salvara de terminar siendo papilla, venga que se montara en su escoba y… ¿de qué sorpresa estaba hablando? Ay nooo eso no sonaba nada bien.

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Mi rostro de ensueño desapareció al instante en que Thomas dijo que tenía una tienda..., un negocio especializado en escobas o algo parecido... ¡Demonios! Me volví hacia él intentando que no notara el desconcierto en mi cara. ¿Qué hacía en aquella clase si podía darla él mismo? Era imposible que yo le impartiera conocimientos a él... Seguí con los ojos algo desorbitados cuando preguntó sobre el mecanismo de invisibilidad de las escobas. Guardé un segundo de silencio y después asentí.

 

-- Por... por supuesto.... Claro que... hem... sí... Es normal o no... hem... daría clase de Maestría de escobas. Pero... creo que está demasiado infravalorado su uso... No sé porqué no se usa más a menudo.

 

¿Qué estaba diciendo? Ni idea pero esperaba que pareciera que sabía lo que decía.

 

-- Sí, sí, ese mismo -- contesté cuando mencionó a noséquién de San Mungo. -- Exactamente eso. Nunca te acostarás sin saber alguna cosa más. -- ¡Ay, dioses...! Qué martirizante estaba siendo aquella clase. Si yo me tenía que dedicar a lo mío, a los estudios muggles, ahí nadie me ganaba... Me crucé de brazos, algo irritada porque Cye había aprovechado para hablar de sus escobas, que iba a visitar el negocio de Thomas para arreglarlas y... ¡tenía el descaro de pensar en llevarle las alfombras! -- ¡Mujer! Que el mecanismo de invisibilidad de las escobas no es el mismo hechizo que llevan incorporadas las alfombras. ¿Por qué no usas la tintorería? Allá mis elfos te pueden limpiar toda alfombra que lleves y coserte cualquier deshilachado...

 

Bueno, tal vez no era el momento de propagandear mi negocio así que carraspeé un poco fuerte y les insté a que se movieran en vuelo. Me obedecieron. Thomas elevó la escoba con gracia y pericia mientras que Cye iba mucho más cautelosa; se le notaba. Pero, al instante, la escoba evolucionó en piruetas y velocidad que yo misma encontré asombrosa.

 

-- Cuñadita... ¿Desde cuándo vuelas tan bien -- pregunté desde el suelo. Seguro que no me oyó. Pero yo la oí a ella, pidiendo auxilio. -- Ay, dioses... Que si te matas, mi hermano me mata... -- Puse las manos en bocina al lado de la boca, sin acordarme que bien podría hacer un sonorus, porque con aquella tormenta era imposible que se oyera nada: -- ¡Agárrete bien...! ¡Pega los talones a la cerdas de la escoba e inclina las rodillas hacia el suelo! Pero endereza la espalda o estarás en el suelo porque caerás acelerando... ¡Thomas, ayúdala!

 

Pero... ¿Y si no llegaba a tiempo? Encima me estaba mojando... Me puse la mano sobre el sombrerito que se movía de un lado a otro, ya hasta me dolían las cervicales de intentar ver a mi cuñada, cuando la vi aparecer...

 

-- ¡Yo te cojo, yo te cojo...! -- extendí los brazos por si podía agarrarla. Esperaba que tuviera un amuleto volador a mano para ir aminorando la velocidad y caer planeando. -- ¡Yo te cojoooo!

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