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Artes Oscuras - Abril 2017


Mentita
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Se materializó en las afueras del Ateneo, allí donde existía el límite de la Universidad con el mundo exterior. Sus pasos, tranquilos y silenciosos, la hicieron rodear la edificación para encontrarle algún vacío mágico a lo que fuere que la protegía. Candela estaba enterada de una parte de la historia de la Universidad, mas a nadie se le ocurrió comentar el por qué de la invulnerabilidad de dicho lugar. ¿Acaso no llamaba la atención tantos preparativos, protecciones y amuletos? Quizás sí, quizás también estaban indagando desde la clandestinidad, al igual que la gitana.

 

No se detuvo por demasiado tiempo a investigar, debía cumplir con una misión aquella noche y, aunque iba con el tiempo extremadamente justo, decidió continuar la caminata hasta una pequeña casita hecha de piedra (todas de distintos tamaños y tonalidades en gris y negro) y tejas curvas; se hallaba a un kilómetro de la Universidad y el sendero que se recorría para llegar a ella estaba limpio, tal vez demasiado, así que no habría muchos inconvenientes en llegar a donde se encontraba la Triviani.

 

Las dimensiones del lugar eran normales, una casa que, originalmente, habría tenido tres habitaciones. Y se utiliza el término "habría" pues una de ellas estaba totalmente destruida, Candela sólo podía adivinar por los restos de escombro que allí había existido una habitación más, además de las otras dos que tenía, bastante limpia a pesar de los destrozos. En el mismo lugar en donde estaría la puerta, estaba manchada por una especie de hollín que se iba expandiendo por el marco y las paredes.

 

— Exactamente aquí... —murmuró tras deslizar el índice por la desgastada pintura de la pared.

 

La gitana se acuclilló para tener contacto con el suelo, pues si bien sus descalzos pies lo estaban tocando, la cosa cambiaba cuando lo hacía con la mano. Por lo que contempló extrañada el piso cuya superficie se sentía como si se tratase de una alfombra de algodón, y lo que en realidad estaba pisando era contrapiso, todo de cemento.

 

— ¡Oh! ¿Llegaron? —inquirió mientras se ponía de pie y contemplaba la entrada de la casa.

 

Candela escuchaba ruido fuera, supuso que se trataba de algún alumno y sacó su varita haciendo aparecer una mesa y un par de objetos sobre ella. Cuando entraron ambos pupilos, la gitana empezó a hablar.

 

— Mi nombre es Candela Triviani, y me tocará suplir por este mes esta materia. Ahora... —habiendo cumplido con su corta presentación, señaló los objetos que se hallaban sobre la mesa.— Tenemos un collar maldito, conocido por su gran y efectivo uso para causar daño, incluso la muerte. Fue creado a partir de la existencia del famosísimo collar de ópalos, del cual ya saben de la existencia. —guiñó un ojo pues, gracias a su empleo en el Concilio, sabía que podrían adquirir un objeto de esos si hubiese stock.

 

Por otro lado, —continuó y señaló un pequeño frasco cuyo contenido era de un color púrpura oscuro— también tenemos la Poción Fuego Sangriento. No me pregunten por qué recibe ese nombre, en el mercado realmente se desconoce el origen, aunque sí sabemos lo que puede llegar a hacer. Para hacerlo más sencillo, vamos a decir que "cocina" y quema la sangre de quien la bebe, tornándola de un color muy parecido al carbón, llegados a ese punto... pues, sólo podemos despedir al infeliz por un descanso en paz.

 

¿Cómo había conseguido esos objetos? Era fácil, estaba en constante contacto con el mercado negro. Pero bueno, su trabajo y sus experimentos hacían que tuviese que rebuscárselas para estar al día y a la moda con los productos, criaturas, libros y pociones que no se encontraban disponibles en el Mall Mágico.

 

— Y por último... tenemos esta humilde casita, víctima de una maldición hacen más de veinte años. Verán que está aislada y casi nada crece a su alrededor, lo que hace que las suposiciones de "casa embrujada" sean ciertas. —y era tal cual, ni siquiera la hierba mala acosaba la casa— Así que, ¿cuál creen, de la casa, la poción y el collar, sea el más "peligroso"? Vamos, quiero veredictos. Y de paso me van diciendo qué opinión tienen de las Artes Oscuras, así me voy haciendo una idea de con quiénes estoy tratando. Venga... —hizo un gesto con la mano para cederles la palabra.

 

Acomodó su destrozado vestido, deshilachado en los bordes de la falda y con jirones a la altura de la rodilla, y se sentó en una precaria silla que hizo aparecer con su varita. Y como Candela era bastante desconsiderada, sólo apareció una silla, para ella sola, si los alumnos querían una tendrían que usar su propia varita.

 

 

************************

 

@ @@Patrick Colt

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Cualquiera pensaría que, como directora del Cuartel de Aurores e incluso como miembro de la Orden del Fénix, Madeleine aborrecía las Artes Oscuras y era radical en cuanto a su uso: prohibidas. Muchos de sus compañeros pensaban así, de todas formas... y ella misma, antes, también. Antes, cuando las cosas eran más fáciles y ella se resistía a perder la inocencia. Pero ahora, luego de haber sido víctima de incontables maldiciones y hechizos oscuros, se encuentra caminando en la delgada línea que separa, para muchos, lo bueno de lo malo. Para ella, es la línea que separa a las personas "normales" de aquellas que han sido corrompidas por la sed de poder y la oscuridad. En esa línea, se permite usar magia negra y sus conocimientos en maldiciones y pociones, pero nunca para dañar irreparablemente, para matar o por mera diversión, sino por la Buena Batalla.

 

Somos las sombras, al servicio de la luz.

 

Y encontrándose allí, junto a un convicto tan indeseable (y, maldición, tan odiado por ella), se repite por enésima vez en el último par de años que nunca se dejará corromper. Nunca dejará de purificarse, aunque sea con alarmante constancia, en el Templo Blanco.

 

Madeleine sólo separa la mirada recelosa de aquel mago que, aunque él no lo sepa, conoce tan bien, al escuchar que la mujer hace una pregunta típica del estilo típico de una clase de Hogwarts. Sólo entonces la observa de verdad. A primera vista, parece una gitana y ni aunque lo intente logra darle otra identidad. Sin embargo, más allá de las ropas deshilachadas y en jirones, no le presta mucha atención; no le interesa si la tipa es negra o blanca, si usa una túnica o un pijama. Lo único que necesita es más conocimiento. Después de todo, la Defensa Contra las Artes Oscuras, irónicamente, es un pilar importante en su vida y su lucha, y necesita conocer muy bien lo que está del "lado oscuro" para poder luchar contra ello. Es lógico.

 

—El collar y la poción están al mismo nivel —dice con la voz áspera, recelosa, sin importarle permanecer de pie. A esas alturas, se siente como el colmo de lo absurdo. Está en una casa vieja, junto a (probablemente) una bruja loca y un convicto que fue el más buscado durante mucho tiempo, un convicto que le provocó muchas de las heridas que hoy relucen en su piel pálida a la luz de la luna, y lo que está haciendo es responder las preguntas tontas de la "clase". Debería enfrentarse a él. Debería inmovilizarlo, y llevarlo a la Torre Abaddon, encerrarlo tras una magia tan pura que le haría dolería en su alma oscura y corrupta. Durante un breve momento se imaginó a Patrick Colt en una de las celdas, atormentado por la pureza del lugar, dejando de ser una amenaza latente... durante un breve momento. La fantasía no desapareció por completo, pero Madeleine sí logró convencerse de que no podía reaccionar así. Tenía que mantenerse calma, como si jamás hubiera visto su rostro en los periódicos, y esperar a que ambos bajaran la guardia. Entonces atacaría, desaparecería y todo estaría bien—. Okey, uno tortura más que el otro, pero creo que pueden matar a la misma rapidez. Pero, esta casa...

 

Alza los brazos y levanta la mirada al techo, con agujeros que permiten contemplar el cielo estrellado. El lugar es un verdadero basurero, y ni siquiera el bosque a su alrededor es un consuelo, pero de momento parece inofensivo.

 

—Meh. Es una casa maldita, eso es todo. Puede tormentar, pero no matar por sí misma.

 

Le hubiera gustado tener que dejar de hablar. Estando con personas en las que no confía, preferiría ahorrar palabras y saliva, y en cambio dedicarse a observar sus comportamientos. Hablar la distraería, y entonces no prevería un ataque. Pero la gitana, Candela, había hecho otra pregunta y nadie más participó, como si quisieran escucharla de verdad. Madeleine tiene la súbita y aterradora certeza de que saben quién es, pero pronto se dice a sí misma que no es tan famosa. Además, su melena despeinada cubre parte de su rostro, la capucha de su capa de viaje arroja sombras sobre su piel maltratada, y de paso es de noche. Me debo parecer a cualquier vagabunda de Londres, se dice, luego de recordar que debajo de la capa se había puesto más ropas negras y grises.

 

—Me parecen interesantes, las Artes Oscuras —suelta con sequedad. Siente la mandíbula y el cuello tenso, y aunque trata de relajar el rostro, le resulta imposible. Su afirmación es cierta, no le avergüenza, pero es consciente de que para la gran mayoría las Artes Oscuras sólo se usan para torturar y asesinar, por gusto, conveniencia o diversión. Apostaría sus calzones a que esa es la visión que tiene su compañero, sumándole quizás algo de cháchara tipo "la magia es poder"—. En ciertos casos, son útiles... y, ehm, necesarias. Pero al igual que con la magia en general y muchas de sus ramas, detesto y rechazo su uso irresponsable, "sólo por diversión". Y todavía peor, para dañar o matar sólo porque sí.

 

>>Eh, me gustaría aprender más de ellas, a ver si hay algo que valga la pena, y también para poder usarlas con más control... y obviamente defenderme de ellas. Seh, creo que eso es todo.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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A sus pies, tierra y escombros se peleaban por escapar de él en una danza que no tenía fin, porque avanzaba con cautela. Esa fuerza incansable y perceptible que manaba del hombre, parecía rechazar todo lo que lo rodeaba. Tanto que hasta la brisa se había detenido.

De vez en cuando, a medida que se dirigía hacia la entraña del desastre, volteaba la cabeza con el fin de examinar todo cuánto podía. Sentía cierta angustia particular por aquel entorno, no sabía describirlo, era algo icónico y de alguna forma instintivamente se lo apropiaba.

 

Y él dejaba que el sentimiento quemara finamente su piel sin vida.

 

Al detenerse, también lo hizo el tiempo. Su examen se fijaba en algún punto muerto de la pared caída como si lo apresara. Algo podía reflejarse en su pupila marrón, que no era aquello que veía; sino algo más inquietante, que se encrespaba y botaba chispas. Era como si pudiera verse el alma de Patrick Colt a través de su mirada.

 

Sacudió su cabeza y volvió en sí. Algo en aquellas paredes derrumbadas despertaba su yo interno. Ese yo del que quería escapar, pero a la misma vez no podía. Era esa fuerza antagónica que lo mantenía con vida a la que deseaba poner fin, pero que era parte de su alma. Ardía. Se quemaba como si estuviera incendiándose por dentro.

 

El crujido de lo que fuera estuviera bajo su pie derecho terminó por devolverlo a la realidad. La negra noche le caía encima de manera contundente, que de haber sido hierro puro lo hubiera triturado.

 

Retomó el ingreso a la casa que con notoriedad lucía abandonada, y dejó atrás la habitación destruída. Lo que presenció a continuación era aún peor. El deterioro era evidente, y la pesadez se intensificaba. Las paredes estaban robustecidas con garabatos y un olor nauseabundo entre la humedad y orine de gato ilustraba aún mejor el paupérrimo estado de la casa. Los pocos mobiliarios que quedaban en pie, estaban por demás desvencijados, llenos de moho, y servían como nidos para alimañas.

 

Pasar debajo del marco de alguna puerta era toda una aventura para cualquiera que quisiera morir aplastado, y el suelo de cemento estaba cubierto de hierba mala y tierra negra, dando fe al tiempo a través del cual el recinto había sido regido por las estrictas normas de una psicorígida soledad.

 

Sin embargo, los pasos en la habitación contigua le indicaron que ya no estaba solo. Dos sonidos secos lo alertaron a continuación, como si la visita hubiese dejado caer algo sobre el suelo.

 

Avanzó a dicha habitación dentro de la vivienda para comprobar lo que estaba pensando, y la bruja con aspecto de gitana lo miró rápidamente, tanto a él, como a la tercera mujer que también ya estaba en el lugar, para proceder a presentarse sin más preámbulos. Bastante confiada como para sentir que se conocían de toda la vida, y aunque aquello era un curso cualquiera, no entendía muy bien de donde conocía a Madeleine, de quien Patrick tampoco conocía ni su nombre.

 

Pero Candela interrumpió abrupatmente sus pensamientos, haciendo que Patrick frunciera el ceño de una manera desconcertante. Lo hizo llevar su mirada de un objeto a otro sin pausa alguna, pero cuando hizo referencia a la casa se limitó a observar a Candela pues aquella casa ya se había revelado ante la presencia del Demonio. Cuando la mujer finalizó con la interrogante, Patrick Colt no tuvo más opción que acceder.

 

- La casa tiene vida, tiene historia. Seduce, encanta, engaña - sollozó con pausas severas mientras acariciaba una pared cubierta por la aspereza de los años, sintió pequeños e irrelevantes rasguños en la yema de los dedos -. el collar es tan evidente que cae en lo ridículo y evitable, pero...

 

Nuevamente se detuvo. Cerró los ojos y se conectó nuevamente con el subconsciente de la casa. Patrick Colt la escuchaba, la entendía, la sentía. Susurros, cuentos de hadas, cantos, sollozos, preocupación, sangre, gritos...

 

Abrió los ojos y miró a Candela fijamente, con un rostro repelente e inexpresivo.

 

- El veneno es un arma mortal silenciosa - dijo en seco, refiriéndose a la poción sin siquiera mencionarla, ni tocarla, ni señalarla. No hacía falta cuando su cínica sonrisa lo decía todo.

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Ninguno de ellos parecía realmente interesado en la clase, mientras que una se dedicaba a observar todo con cierta incredulidad o desinterés, el otro estaba más ocupado sintiendo la energía de aquella deteriorada casa. Era cierto que había una historia detrás de esas paredes caídas, el techo reducido y ese "no sé qué" que se sentía en el ambiente. Esa clase de grito en la lejanía que clamaba por ser escuchado, pero que ninguna de las féminas quería prestar atención, sólo el mago. Candela lo escuchaba, lo sentía, pero sería de necios perderse entre sus murmullos sólo para arriesgarse a quedar atrapada en sus lamentos, en sus amenazas.

 

La Triviani dirigió entonces su mirada a la chica, quien había tomado primera la palabra y comenzó a expresar su pensar respecto a los tres objetos mencionados. También puntualizó un aspecto muy trillado respecto a las Artes Oscuras, mientras que su compañero sólo se dedicó a la primera de las consignas. No importaba, la gitana se había interesado en la perspectiva de Colt, pues ella misma pensaba similar respecto de la casa y luego caviló sobre las palabras de Madeleine.

 

— Les diré que ambos tienen su parte de razón. —agarró el frasquito que contenía la poción con una mano y el collar con la otra, no sin antes colocarse unos guantes de piel de dragón que pidió prestados sólo para esa ocasión.— El veneno es un arma silenciosa, sí, pero resulta obvia. El collar es tan común que, de no saber que está maldito me lo pondría tranquilamente y sufriría las consecuencias por mi ignorancia. Así que, según mi perspectiva, yo estaría más alerta a cualquier brebaje sospechoso que a un simple collar... —elevó la cadena que finalizaba con el dije de una pequeña piedra lapislázuli.

 

Entiendo que al estar en constante contacto con la magia nos vuelva paranoicos y tratemos de ver fantasmas en todos lados, magia oscura, maldiciones, etc, quizás en donde no lo hay. Pero es agotador, por lo menos para mí. ¡Imaginen si no fuera diestra en las Artes Oscuras! Con lo torpe que suelo ser... en fin. Pero, ¿y aquellos que no saben lo que son? —su pregunta quedó en el aire— ¿Qué tal tú, Madeleine? ¿Patrick? ¿Cómo podrían "defenderse" de la magia oscura cuando sea utilizada en contra de ustedes, cuando se les presente de formas tan inesperadas?

 

Se dio cuenta de que estaba dando vueltas en el mismo punto, así se que puso de pie y empezó a dibujar algunas siglas con su varita, mismas que quedaron grabadas en el aire de un color esmeralda brillante.

 

— Las Artes oscuras, la magia oscura, es una magia tan amplia... que estoy segura, ambos la pueden estar practicando y no tienen idea de que lo hacen. Es cierto, como dices Madeleine, que es usada de forma irresponsable, pero no estamos aquí para juzgar la forma en cómo se utiliza. No por ahora... —sonrió levemente, no quería terminar siendo el centro de ese juicio, pues habían demasiados muertos en su placard.— Sí, es verdad que normalmente se utiliza para hacer daño. La magia negra puede seguir las vías de la venganza, de la lujuria, la ambición... y tantas otras razones. Y, generalmente, quienes las practican son considerados magos oscuros.

 

Pero no nos quedemos solamente con eso, muchas veces está sacado de contexto y con el pasar de los años se ha aprendido a controlar ese tipo de magia y, con los conocimientos necesarios, resulta obvia en este momento, se ha dejado de caer en el mismo patrón. —las siglas en el aire fueron tomando forma, instando a su creadora. Candela lo ignoró.— Por ejemplo, antaño se consideró como magos oscuros a quienes, incluso, se dedicaban a la cría de Basiliscos. Esas criaturas siniestras y peligrosas. Pero, ¿y si sólo se trata de amor a los animales? ¿Y si únicamente se debe a esa similitud que sienten por aquellos bichos solitarios? —dio unos cuantos pasos, pues se le agarrotarían los músculos de otro modo.

 

Yo tengo un basilisco, ¿me convierte, entonces, en una bruja oscura? —sí, se contestó a sí misma por dentro, pero no por tener ese tipo de animales, sino por otro tipo de prácticas mucho más morbosas y macabras— En fin, desde épocas medievales se consideró siete prácticas de magia prohibidas, u oscuras, ¿alguno sabe de cuáles se trata? Aquí, en estas siglas (N, G, H, P, Q, S, A) tienen una pista. Vamos, no me importa que traten de adivinar... —les dedicó una sonrisa enigmática y aguardó.

 

 

@ @@Patrick Colt

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Y a pesar que estaba inmerso en el alma de aquella casa, el susurro de su nombre en labios de Candela lo atrajo a la realidad.

 

Bajó su mano inmediatamente y perdió contacto con la pared que acariciaba. Tenía disparado el pulso y notó que su respiración estaba agitada. Cuando intentó palpar su pecho, su puño subió y bajó junto a él rápidamente. Era una sensación que solo entendía cuando lo amenazaban desde las entrañas del lago de fuego desde donde venía, como si quisieran arrebatarlo de la realidad y sumergirlo en él nuevamente.

 

También se sintió mareado. No comprendía mucho si se trataba del paupérrimo olor, o el irrecuperable estado físico de la casa, pero tuvo que agachar la cabeza para poder recuperarse.

 

Notó poco a poco cómo empezaron a responder sus sentidos auditivos, pues la charla de Candela empezó a llegarle y ser de su entendimiento. También pudo ajustar su mirada y ver con claridad.

 

Cuando volvió a la conversación, Triviani se había apropiado de un dominio escénico único. Ininterrumpida fluía de manera empoderada. Pero, era totalmente lógico para él verla expresarse de las Artes Oscuras con tal conocimiento si ambos compartían un pasado Tenebroso del que jamás podrían escapar; y aunque su tatuaje mortífago tuviese mucho tiempo sin latir, los ideales permanecían intactos.

 

¡Malditas generaciones nuevas que profanaban el encanto de las filas mortífagas!

 

Intentó apartar los pensamientos de su cabeza y enfocar en ella su atención, ya que era lo único que le hacía falta. La miraba, asentía y ahora la atendía y comprendía cada una de sus palabras. Hasta la pregunta que realizó en los que ponía a prueba a ambos.

 

Patrick Colt respondió instintivamente casi que dejando en evidencia que tenía dominio en el tema.

 

- Nigromancia, Horrocruxes, y... - se vio obligado a callar. Carraspeó y asintió a Candela.

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Observó a Patrick mientras le contestaba, y aquellas dos únicas palabras le parecieron una eternidad suficiente para contemplar mejor a quien tenía por alumno. Por un momento, mientras ella daba su discurso, le pareció ver una mirada de cierto reconocimiento, una mirada que inquietó a la Triviani pero que, en su mente, dejó pasar a un segundo plano. Si se mostraba perturbada en medio de la clase, no hablaría bien de ella. Así que, mientras éste respondía a su interrogante, se dedicó a estudiarlo.

 

Colt no parecía ser alguien que necesitase realmente estar en esa clase, con su mirada transmitía una basta experiencia en la rama, quizás más que la gitana. Entonces, ¿qué hacía allí? Quizás sólo se trataba de alguien que quería certificar de forma "legal" aquel conocimiento. Habían muchos que lo hacían sólo por eso, y he allí la causa de los abandonos masivos de clases, pues se aburrían con la charla. Ella era un claro ejemplo, hace muchos años se había inscrito en el Ateneo y había abandonado a la segunda consigna. Sin embargo, no era sólo ese aspecto de quien se sabía todo lo que llamaba la atención de la brujo, sino más bien esa cierta familiaridad que sentía en presencia de Patrick.

 

― Sí, señor Colt, la Nigromancia o Necromancia, es una de ellas... ―decidió pasar por alto el carraspeo, de pronto empezaba a sentir esa familiaridad un tanto sospechosa. ¿Estaría visualizando a alguien que permanecía en la nebulosa de su cabeza?― Mas los Horrocruxes serán un tema que tocaremos luego, no quiero saltarme los puntos... ―le dedicó una media sonrisa condescendiente y continuó― Las siete prácticas prohibidas; que datan desde el año 19 de nuestra era, o incluso el año 60 a.c.; son la Necromancia, ―las siglas, que estaban separadas por unos centímetros entre sí, fueron desglosando palabras conforme la Triviani hablaba.― Geomancia, Hidromancia, Piromancia... Quiromancia... Spatulamancia, u Osteomancia, para hacerlo más obvio, y la Aeromancia. ―cuando las palabras terminaron de formarse, miró a Madeleine, quien había optado por callar en esta ocasión.

 

El hombre, desde que empezó a tener uso de ser y razón, y desde que aprendió a controlar este tipo de... Artes... clasificó estas siete prácticas como prohibidas. Se desconoce realmente las razones que lo llevaron a hacer tal cosa, pero me quiero aventurar a decir que fue porque no las entendía. El ser humano... ―y esas palabras sonaron con tal desprecio, que hasta ella misma se dio cuenta― lleva su ignorancia a un límite insospechado, haciendo uso de su sola estupidez para limitar algo, o a alguien, que no domina... que no controla... Así pues, lo que antes eran Artes Mágicas (como todo lo que conlleva magia) pasó a ser clasificada como Artes Oscuras, por el mero hecho de ser "incontrolable".

 

De este modo, y expreso mis disculpas por lo que he decir a continuación, señorita... ―se dirigió a la chica con una mirada indiferente, cosa que hacía dudar si de verdad sentía o no lo que estaba por pronunciar― En mi opinión, su materia debiera llamarse "Defensa contra las Artes Mágicas", por sentido de origen. ―se encogió de hombros y de a poco las palabras dibujadas en el aire fueron desapareciendo, hasta que únicamente quedaron tres: Necromancia, Geomancia y Spatulamancia, siendo la primera de ellas la que brillaba con más ahínco.

 

― La Necromancia es otro claro ejemplo de la deformación que ha sufrido con el pasar de los años. Su nombre mismo lo dice, del latín "necromantīa", y éste del griego "νεκρομαντεία" (unión de necros, que significa "muerte" y mantīa "adivinación"). Lo que quiere decir que, literalmente hablando, es una práctica adivinatoria que consiste en la consulta de las vísceras y las entrañas de los muertos y en la invocación de los espíritus; todo para saber del futuro. ―gesticuló una mueca soberbia― Así que, como me baso en el hecho de que las magia no es negra ni blanca, la magia es "poder", le hubiese gustado agregar― entonces deduzco que el dañado es el hombre, que deformó esas Artes Mágicas para su propio beneficio. ¡Y es allí... ―señaló con un dedo a Madeleine― donde hablamos de irresponsabilidad! Pues hoy en día, lo que te enseñan, es que la Nigromancia sirve para devolver la vida a los muertos, para "controlarlos", y para dañar.

 

Nada mala la idea, pero ella cumplía con mostrarles el lado "bueno" de la moneda, que decidieran hacer esa "irresponsabilidad" propia, ya corría por cuenta de ellos.

 

― Tenemos, además, la Geomancia y la Spatulamancia. ¿Alguno me puede decir en qué consiste? Es fácil, se los prometo.

 

 

@ @@Patrick Colt

Editado por Candela Triviani

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Ese último carraspeo lo ayudó a disimular su conocimiento, y la evasiva de Triviani aún más.

 

Aunque hubiera querido hurgar su cuerpo con la mirada y escrutar cada trazo de su tatuaje tenebroso, no hubiera podido hacerlo. Patrick Colt también conocía a Madeleine; quien fungía como militante de la Orden del Fénix, grupo clandestino que intentaba darle caza en todo momento a los mortífagos. La rivalidad entre ambos grupos se había vuelto tan hostil, que habrían llegado a asesinarse los unos a los otros, y Patrick Colt fuera el protagonista de muchas de las muertes de los compañeros de Madeleine Moody Gryffindor Stark.

 

Y si lo que quería era certificar su dominio sobre las Artes Oscuras, y no convertir el proceso en una sangrienta masacre, mejor era guardar esa sed de homicidio para más tarde.

 

Sonrió. De pronto sintió una clara tendencia a cubrirse no solo a él, sino también a la tutora, pues en algún momento Candela también estuvo en contra del grupo de Moody y no tendría porqué ponerla en evidencia. Eso acarrearía descubrirse él también.

 

La docencia siguió su curso, su facilitadora asintió a las respuestas de Patrick Colt, y al momento de aceptarlas, explicarlas y esgrimir sus formas, algo dentro del pecho del mortífago se batió. El estremecimiento le robó las fuerzas, y sus piernas flaquearon. La desconexión entre su mente y su cuerpo fue de un instante tan corto, que tuvo tiempo de sostenerse nuevamente de la pared de aquella casa.

 

Pero no fue suficiente. Llamas lo rodearon completamente. El suelo se volvió lodo y lava brotó de él. La pared a la que se sostenía ardió, y fue inevitable arrancar de ella su mano cuya carne derretida se le adhería. El ardor intenso en sus pies le indicó que tampoco podría moverlos, y la acción del fuego contra la carne emitía un olor a putrefacta carbonización que resultaba insoportable. Entre las llamas, dos ojos color rojo sobre piel morena lo observaban. Coronaba sobre la amenazante mirada un mar de cabellos platinados.

Un fuerte golpe en su pecho lo sacó del trance y evidenció una agitación proveniente de su tórax. Estaba ardiendo en fiebre y sudaba frío. Recordar los términos en que se practica la Nigromancia lo llevó a revivir la realidad de aquéllo que residía en su interior y de lo que nunca podría escapar.

 

- S-si-siguiendo por esa línea - intentó forzar sus palabras sin abrir los ojos, su rostro aún comprendía evidentes rastros de un agonizante dolor. Dejó de sostenerse a la pared, y prosiguió - es aquel arte que similar a la Necromancia, que posee prácticas adivinatorias pero en base a los huesos de animales muertos -

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Mantiene la mirada inexpresiva, dura, sobre las palabras que se desglosan en el aire, pero a sus espaldas sus manos forman puños con tanta fuerza que las uñas le lastiman la piel de las palmas. Está nerviosa, y decidida a no demostrarlo. No es sólo la presencia del conocido mortífago lo que la altera, sino el pesado silencio que sólo rompe alguno de los tres de vez en cuando, lo tenso del aire. Casi desearía que Patrick Colt hiciera algún movimiento brusco, amenazara con lastimar a la profesora o a ella misma sólo porque sí. Maldita sea, que le de una excusa para sacar la varita mágica y hacer algo. No le importa lograr algo (¿lograr qué, de todas formas? ¿Encerrarlo, o...?, sólo quiere dejar de fingir que no lo conoce, o que ninguno de los otros dos la ha reconocido a ella, y... y... loquesea.


La exclamación de Candela la obliga a volver a prestarle atención. Es casi un alivio. Prefiere escuchar hablar de esas ramas de las Artes Oscuras olvidadas (por lo menos, de nombre), incluso prefiere escucharla decir que la DCAO es una farsa, a seguir comiéndose la cabeza. Se siente avergonzada, sí, pero ¿qué más puede hacer? No conoce a esa mujer, y hasta donde sabe podría ser una de ellos. Si decide lanzarse contra el mago, estaría en desventaja numérica... y, quizás, mágica. Además, nadie sabe dónde está, y la única forma de llamar a sus compañeros es usando la varita mágica, algo muy obvio. Envidia la Marca Tenebrosa; si ella tuviera un tatuaje, un medio de comunicación discreto y rápido, todo sería más fácil.


La casi caída de Patrick hace que se sobresalte. Si no hubiese logrado ver la expresión demacrada, el rostro sudado, hubiera reaccionado bastante mal con la brusquedad. Por un momento, se pregunta si está enfermo, o es esa casa maldita lo que le está haciendo algo. Para eso, un poco de poción herbovitalizante sería bueno, en su bolso seguramente... Oh, no. Se aleja un paso, y lo observa incorporarse con ayuda de la pared, sin decir una palabra. El que habla es él, respondiendo a la pregunta de Candela sin comentar anda acerca de su repentino momento de debilidad.


Ya, maldita sea. Deja de asentir como una idi*** y di algo.


—Y la Geomancia también es similar a esos dos, pero se basa en la interpretación de... ehm... cosas dibujadas en el suelo. Rayitas, punticos, y eso —por supuesto, ella no sabe hacer tal cosa, al igual que no es diestra en ninguna de las otras seis prácticas. Para ella son todas la misma cosa, sólo que la adivinación se realiza por diferentes medios. A decir verdad, no las considera Artes Oscuras. Aunque hay mucho en el discurso de la profesora que no le da buena espina, está de acuerdo en que es culpa del hombre el uso que se les da. Con el tiempo, ha aprendido a dejar de clasificar la magia en "negras" y "blancas". Maldición, si es terriblemente difícil, en un mundo con tantos matices de gris. Sin embargo, sí piensa en que hay Artes Mágicas que corrompen el ¿alma? ¿aura? más que otras. Y por eso está allí; no porque quiera aprender "magia negra" (de por sí, la práctica), sino porque quiere encontrar la forma de evitar que le suceda a ella. Aunque, ahora que lo piensa, nada le asegura de que Candela no lo esté. Es fácil decir si un lugar o un objeto tiene energías oscuras, pero una persona...


>>Creo que perciben la energía del lugar o algo así —se pregunta si ella les enseñará lo mínimo de cada una de esas prácticas, aunque quizás sea demasiado. Sí, seguramente aquello sólo sea una plática informativa. Vuelve a echar una mirada a las palabras, que ya casi han desaparecido por completo; sin embargo, no necesita leerlas, pues está segura de recordarlas bien—. Ehm, ¿y qué pasa con la hematomancia?

Editado por Madeleine.

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En cambio para Patrick Colt, las Artes Oscuras sí tenían una definición, y más allá de ella, un sentido y un placer en su práctica.

 

La fresca brisa que corrió libre después de varios minutos de tensión, se apoderó de su cuerpo entero a modo de escalofrío. Sus dedos intangibles se multiplicaron por cada extremidad a través del torso, dedicándole esa confirmación de que tenía sus músculos relajados luego de aquella alucinación; que cada vez que le daba la gana se volvía una cruda e intensa realidad que terminaba haciéndole sostenerse de su propio pecho, de su propia alma, y rogando por su vida.

 

Esos momentos de debilidad lo hacían vulnerable, característica del hombre que jamás alguien había podido ver en carne propia. Sin embargo, era una escena que se repetía día y noche en la más oscura intimidad en la que Patrick Colt se sometiera para que las persecuciones del rey del averno fueran no solo exitosas, sino mas bien nada mediáticas.

 

Al sacudir un poco su cabeza, pudo notar la expresión introvertida de su compañera de cátedra. Era tosca, mal intencionada, y si hubiese tenido a bien sus sentidos fortalecidos, habría logrado analizar que Madeleine escondía algo. En ese momento no lo entendería y tampoco se iba a detener para interpretarlo, tenía mucho por hacer aparte de contribuir al desarrollo de la clase; como por ejemplo anteponerse a los deseos carnales de Satanás en ese preciso momento en que una miembro de la Orden del Fénix lo tenía a su merced. Y si ella estaba nerviosa, o a la expectativa, o asqueada por su presencia no lo iría a notar, porque adicionalmente la quietud de la mujer era irrevocable y repelente.

 

El olor a abandono subió por sus narices nuevamente, indicándole sin emitir sonido alguno, que debía retornar a la clase. Había olvidado inclusive que no llevaba su varita en medio de una clase de Artes Oscuras, que a simple oído sonaba bastante práctica; y nuevamente opinó:

 

- Me atrevo a decir que la hematomancia radica en alguna habilidad predictiva en base a la sangre, no estoy seguro delt odo, pero lo que si puedo asegurar es que el elemento transforma a esta habilidad en otra Arte oscura - e invocó su varita tras sus palabras, una alargada y fina vara de cedro negra que lo obligó a observar a Moody de reojo.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase
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—Algo así —masculla Madeleine. Cuando desvía por un momento la mirada de Candela, para vigilar a Patrick Colt como estaba haciendo de tanto en tanto, se da cuenta de que hay algo nuevo. En su mano, tiene una varita, más oscura que la suya de ébano. Y la está mirando. En un segundo que se prolonga como una eternidad, se debate entre mantener la mirada para demostrar que no está asustada, o desviarla y pretender que no se ha dado cuenta. En ese segundo, anhela más que nunca habilidades como la Legilimancia o la Oclumancia, para poder interpretar mejor al mago, y también para no hacer tan obvia su propia inquietud. Termina regresando la mirada a la profesora, como si la plática le interesara de verdad—. Se considera una Arte Oscura, cuando usas sangre y otras "cosas" de alguien más.

 

Sólo habla de la boca para afuera. En sus adentros, se atormenta con la idea... no, con la certidumbre de que está en aprietos. Ella está aliada con él. Todos en Ottery conocen su rostro. Si no lo ha echado de su clase... Pero ella también lo conoce. Maldición, no sólo es una Auror, sino miembro de la Orden del Fénix. ¿Por qué no hace nada? Sabe muy bien la respuesta. Se odia por ello.

 

—Pensé que sería un práctica prohibida también —se encoge de hombros, fingiendo desinterés. Bajo la capa de viaje que le oculta los brazos, tantea en su cinturón, en busca de su varita mágica. La empuña con tanta fuerza que le duelen los dedos, pero la mantiene oculta, contra una pierna.

 

>>¿Alguna otra lección,Triviani?

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