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Astronomia y Adivinación


Ragnar Bjorn Lodbrok BL
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Un mes interesante, pocos sabrían el evento astronómico que estaba por celebrarse en el mes de mayo. Esperaba que los alumnos tuvieran gran interés en este suceso.

 

No tendríamos que ir muy lejos para poder observarlo, por lo que en esta ocasión tenía preparado la torre de Astronomía para que tomáramos la clase.

 

No sabía si otro compañero me acompañara en el salón para impartir una asignatura. Pero por lo pronto, estaba todo en el aula preparado con telescopios para observar las estrellas. El sitio lleno de mapas estelares, algunos satélites colgando; incluso en movimiento. La luna en esta ocasión que adornaba el espacio era una luna de color rosa. Haciendo mención a la luna rosada que el mes pasado se había logrado contemplar desde varios lugares del Planeta Tierra.

 

Una primera estrella se asomaba en el cielo, era curioso que solo se observara una. Parecía que me indicaba que solo un alumno se presentaría en esta ocasión. O al menos eso anunciaba todo por el momento. Por lo pronto el espacio estaba todo preparado para que llegaran los alumnos.

 

Esperaba que todos leyeran lo que se ponían en sus tableros de anuncios cuando estaban en el colegio. Por lo que me había encargado de que en cada espacio de estos un pergamino apareciera indicando lo siguiente:

A todos los interesados en la Astronomía.

Aquellos que se hayan inscritos para tomar la clase en esta ocasión o quieran formar parte de la clase de forma oyente. La clase se realizará en la Torre de Astronomía. Un gran evento está por suceder.

Atte: Dave Black Lestrange

 

En lo que esperaba que algún alumno hiciera acto de presencia, me coloque cerca del telescopio dorado que era mi favorito, aunque no fuera de mi propiedad. Para observar cómo iban apareciendo una a una las estrellas. Esperando que de la misma forma aparecieran alumnos, uno a uno.

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—¿Ves algo interesante? —su voz atravesó el silencio con sutileza, como si siempre hubiera estado ahí, a un par de metros de Dave y el telescopio que le permitía mirar las estrellas.

 

Había arribado hacía poco con completo sigilo aunque su intención no era, ni por asomo, el asustar a su colega. De hecho, era una característica suya que la acompañaba a todas partes desde que tenía memoria. A pesar de la larga túnica o sus zapatos de tacón, no había hecho ruido al subir por la escalera de caracol de la torre de Astronomía y tampoco se había anunciado con anticipación. Sólo se había recostado del umbral de una puerta inexistente. Sólo era el final de la escalera y una pared de escaso concreto, puesto que la torre de Astronomía permitía una visión de 360 grados casi completos.

 

Cuando Dave volteó a verla, ya había avanzado unos cuántos metros hacia la zona contraria a la suya, buscando algo que sirviera para sus propósitos. No es como si la sala tuviera demasiadas mesas. Había atriles y cojines confortables, así como una docena de telescopios. Por lo tanto, tendría que conformarse con un par de cojines. Por suerte, ninguno de los dos tendría que ocupar demasiado espacio o perturbar la clase del otro, sólo debían compartir aula. Y aquella era especial, cargada de una atmósfera amena para lo que ella pretendía impartir y como la cátedra que daría no implicaba acercarse a los bordes de la torre, ella se sentía mucho más cómoda en el centro de todo.

 

Un chasquido de dedos bastó para invocar una bola de cristal en su pedestal, así como un mazo de cartas y un péndulo que permaneció flotando en medio de los dos objetos más grandes por arte de magia. Ella por su parte, con suma elegancia, encontró la manera de hacer del cojín un asiento digno de un profesor. Más alto, más imponente sin romper con los estigmas del entorno. Por lo que cuando tomó asiento, parecía cualquier cosa menos una profesora que fuera a impartir la clase de Adivinación.

 

Tenía un aura extraña de definir, de la cual no se podía dar una descripción correcta sin excederse en ciertos factores evidentes que poseía su personalidad y que se expresaban a través de su postura como si desearan salir a saludar. Parecía altiva, cargada de sabiduría y dispuesta a exteriorizar lo que sabía, aunque no daba la impresión de querer hacerlo sólo porque sí. Parecía una bruja conservadora, de esas que no caían en el juego de las costumbres muggles, puesto a que la túnica era una versión refinada de la que brujas habían usado durante años. La tela era pesada, cara, bordada con pequeños dibujos que podrían contar una historia si se miraban con atención.

 

—Aunque me gustó la clase en el Jackdaw, debo admitir que esta sienta un poco mejor —esbozó una sonrisa torcida y se encogió de hombros.

 

La clase que había tomado con él había sido en un barco antiquísimo y el asunto se le había complicado. No obstante, no admitiría nunca aquello y mucho menos dejaría en evidencia su miedo a las alturas con la apariencia que estaba dando. Sabía cómo lucía, la forma en que llegaba a los demás, ninguna debilidad iba a salir a la luz a menos que lograran matarla. El pensamiento mantuvo su sonrisa iluminando ese rostro cargado de una arrogancia natural y entonces, escuchó pasos por las escaleras. No se puso en pie, en realidad aguardó con paciencia a que apareciera su estudiante.

 

Había enviado una lechuza donde había dado la hora y la ubicación que tendría la clase, además de avisar que compartirían el lugar con otro profesor y otro estudiante. Por lo tanto esperaba puntualidad, ya que su propio pupilo tendría que ayudarla a romper las dudas que aún tenía con respecto a la cátedra que estaba por impartir. La Adivinación era poco valorada con bases y aunque había logrado aprenderla después de todo su excepticismo, seguía considerando que era un don que contadas personas llegaban a poseer. Así que el objeto que murmurara a su estudiante desde que pusiera un pie en la torre de Astronomía hasta que tomara asiento frente a ella, sería la primera asignación.

 

¿Sería la bola de cristal? ¿O tal vez las cartas? Quizás el péndulo empezara a moverse con su presencia. Ella podría haberlo mirado en la bola y, claro está, adivinarlo. Pero se entregaría al misterio de la situación, sólo observando. Lo que pasara en el momento en que arribara su estudiante marcaría el ritmo de la clase, pautaría una lección basada en los propios pensamientos que rondaran su cabeza. Y cuando llegó el momento, con la llegada de un nuevo aprendiz de Adivinación, bajó ligeramente la cabeza a modo de saludo, adoptando una pose mucho más seria si se quería; piernas cruzadas, brazos extendidos sobre los posabrazos que había logrado fabricarse con el cojín y los ojos verdes leyendo a su pupilo.

 

—Buenas noches. Soy la profesora Ivashkov y seré tu guía para que encuentres tu ojo interior —era realmente complicado decir aquello sin sonar un poco chiflado, por lo que desvió su atención a lo importante—. ¿Puedes decirme qué cosa, de las tres que tienes delante, deseas tocar con más intensidad?

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Tras recibir aquella lechuza, Mery releyó cientos de veces las palabras que había escritas en ese pedazo de pergamino. Miró hacia el techo de su habitación mientras recapacitaba de lo que iba a hacer, ¿de verdad estaba dispuesta a aprender adivinación? Su corazón se aceleraba cada vez que lo imaginaba pero, sin embargo, los números le indicaban que iría a aquella clase y lo sacaría, ¿por qué sino iba a inscribirse ella en un conocimiento así?

 

Saltó de la cama una vez decidió que debía de hacer caso a las predicciones aritmánticas, sabía de sobra que aquello fallaba poco, tanto que faltar a esa clase supondría un cambio en el futuro tan horrendo que ni quería imaginarlo ni intentar calcularlo.

 

Su túnica negra, su varita y unos cuantos libros sobre adivinación y la unión con la Aritmancia, no necesitaba absolutamente nada más, sabía que era capaz de sacar aquel conocimiento, e incluso sabía que podía ser bastante buena en el ámbito. Desapareció del castillo Gaunt con aquel pellizco característico de la aparición, cosa que jamás podría superar.

 

Observó las escaleras de caracol y suspiró indignada, el día que controlara donde aparecer exactamente sería el día en que todo el mundo mágico de Londres debía de temerle. Comenzó a subir despacio, recordando cada uno de los significados que había leído, pero algo le decía que aquello no sería de demasiada ayuda.

 

Frunció el ceño cuando vio a Leah sentada y presentándose como su profesora, ¿ella no daba Maldiciones? Se encogió levemente de hombros y se acercó hasta el frente de ella, ignorando completamente la bola de cristal, las cartas y el péndulo.

 

- Que gusto poder conocer a la señora Ivashkov, ojalá sea tan buena profesora como compañera -comentó despreocupadamente. Después su mirada viajó a las tres cosas que tenía enfrente. ¿Por qué solamente una debía de ser la que más deseaba tocar? Todas parecían ser un maravilloso mundo, todas tenían una esencia que llamaban la atención de la pelirrosa, y no se iba a ir de aquel lugar sin descubrir cada una de ellas-. ¿Y por qué solo una? -preguntó y, ésta vez, sus ojos se quedaron en la bola de cristal-. No deseo tocar solamente una de ellas, las deseo todas -y tras aquello, alzó la mirada para observar a su profesora.

 

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Una compañera del claustro iba a dar clase conmigo. Sin duda lo que me disgustaba era que la clase con quien compartiría era Adivinación. Era mucho mejor ver los astros, descubrir incluso con la Astronomía y claro un poco de Astrología sobre lo que nos depararía el futuro. Las bolas de cristal eran pura charlatenería.

 

Vaya sorpresa que me lleve cuando vi que la profesora con quien compartiría era mi Madre. Llegaba preguntando si observaba algo interesante. Aunque no sabía que Leah fuera la que diera esta clase, sobre todo que ella era igual de escéptica que yo con respecto a la adivinación. Creo que eran los genes.

 

- Vamos, pero si la clase en mi barco fue entretenida. O dime no volverías a subir a mi barco aunque te llevara de paseo? - Le sonreí por que sabía que esa clase podría haber sido un caos, pero ellas lograron que todo saliera adelante, además de conservar mi valioso tesoro.

 

Tiempo después una mujer pelirosa accedió al aula. La conocía sin duda ella había sido mi profesora en la clase de Aritmancia. Sería que íbamos a ser profesores compartiendo clase. Pero viendo que me ignoraba y se dirigía directamente a mi madre, supuse que era su alumna de Adivinación.

 

- No basta ninguno de esos materiales para saber que no me saludaste en tu pasado, que en el presente solo te concentras en Leah y que si no me das mimos tu futuro podría ser negativo - Le sonreí a la pelirosa mientras esperaba que mi alumna llegara. Por lo pronto estaba ansioso de ver que pretendía enseñar mi compañera en su clase.

 

@ @@Mery Gaunt Karkarov

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—Porque no podrías leer el futuro en los tres al mismo tiempo a pesar de que lo intentaras constantemente —ensanchó una sonrisa, ladeando la cabeza al escuchar a su hijo—. Y por eso también, todo es posible cuando abres tu ojo interior. No obstante, toma éste primero y luego probaremos los demás.

 

Con cuidado de no poner sus manos sobre la bola de cristal, empujó la base hasta colocarla lo bastante cerca de Mery como para que pudiera ver en ella y, además, tocarla. Al mismo tiempo, por arte de magia y como una extensión de sus propios pensamientos, colocó un sillón para Dave sin mover un músculo. A veces ella misma no era consciente de todo lo que hacía con magia sin demostrar esfuerzo aparente.

 

—Bien, tócala.

 

No era una orden, más bien era una señal de libertad para hacer lo que ella misma estaba deseando. La bola había empezado a mostrar una bruma brillante en su interior, un montón de nubes que no mostraban nada y que a su vez intentaban, casi con desesperación, enseñarle algo a la chica de cabello rosa. Leah por su parte, junto con Dave, se quedó mirando con atención la expresión de su alumna, asintiendo levemente como si estuviera consciente de algo que los demás no podían ver.

 

Las expresiones corporales ayudaban mucho a la hora de descifrar pensamientos y si bien tendría que estarse basando en otras cosas para saber qué pasaba con Mery, un poco de ayuda de la Legilimancia no le haría daño a nadie. Por suerte, tampoco debía buscar demasiado en su cabeza como para saberlo. Se inclinó hacia delante, haciendo un pequeño ademán para que supiera que estaba a punto de tocarla y cuando obtuvo algo similar a una aprobación, colocó los pulgares a cada lado de su frente, justo en la sien.

 

—Cierra los ojos y concéntrate, deja que fluya en ti eso que estás sintiendo ahora mismo. Quieres ver algo específico y la bola lo sabe —presionó ligeramente y asintió—. En cuanto los abras, piensa con fervor en que verás en ella eso que anhelas y cuéntame qué ves.

 

La dejó ir y posó los ojos en la bola, esperando ver algo en ella.

 

Tu alumno viene retardado —expresó en silencio, metiéndose en la cabeza de Dave. La legilimancia, en una bruja como ella, era peligrosa; pero con su hijo no había ningún problema.

 

@ @@Mery Gaunt Karkarov

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--La clase, la clase ¡Maldición!-- ¿maldición? Pero si la rubia no era de maldiciones, era todo un cúmulo de buenas intensiones, armonía y paz, pero ahora, se daba cuenta que cuando había querido ingresar al mundo mágico no había podido, como si Ottery, el propio callejón y todo la comunidad mágica (org) estuvieran dentro de un domo de cristal invisible que le negara el acceso a pesar de sus muchos intentos. Y cuando al fin lo había logrado y llegaba al Castillo Lockhart, su residencia magia, se encontró con que la cátedra de Astronomía a la cual se había suscrito había mandado hora y fecha de comienzo, por eso iba la maldición expresada al aire.

 

Como loca se deshizo del atuendo citadino muggle y tras un brevísimo baño se vistió con una túnica azul noche abierta, bajo la que resaltaban un conjunto de pantalón y top en tono blanco perla, con zapatillas de taco del mismo tono, se ato la larga y rizada cabellera en una coleta alta y tras tomar su varita y el bolsito de cuentas encantado internamente, donde llevaba provisiones, su arsenal de pociones y otras cosillas, desapareció rumbo al claustro educativo.

 

Reviso la nota que decía la ubicación de la clase y corriendo se dirigió a la torre de astronomía. Cuando llego al aula le faltaba el aire y estaba mareada por las vueltas en la escalera de caracol, se apoyo en la pared apenas abrió la puerta y mientras luchaba porque el aire llenara sus pulmones, sus orbes se deslizaron por el maravilloso espacio provisto de telescopios, mapas estelares y satélites, además de una luna rosada. Una sonrisa medio boba apareció en sus labios hasta que se topo con la humanidad de otros presentes y recordó que no había dicho nada, aunque no dejo de observar la bola de cristal y el péndulo allá donde estaba Leah, luego estaba otra chica y del lado opuesto un mago, no sabía porque, pero apostaba a que ese sería su profesor si es que la aceptaba a aquellas horas.

 

Mentalmente se prometía constancia y full actividad con tal de no reprobar, pero ¿bastaría para que guía aceptara? --Buenas, yo…-- inspiro hondo --Yo vengo a la clase de astronomía y me disculpo por la demora-- no iba a explicarles el porqué, aunque la bola de adivinación significaba que podrían saberlo sin que ella usara palabras. --¿Por qué el tono?-- pregunto en cuanto a la luna acercándose a Dave, inconscientemente había decidido que el era el guía, o tal vez su postura y el hecho de que estuviera en el área de los telescopios, ya no importaba, estaba fascinada por todo aquel universo hasta ahora desconocido para ella.

 

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La noche estaba por terminar, claramente en las ventanas de la torre ya se lograba apreciar una tenue luz por el lado Este de todo la Universidad, era un evento que de igual forma en la Astronomía podríamos evaluar ya que como bien se sabía el Sol es de igual forma una estrella.

 

Por otro lado una muchacha iba accediendo al aula, era extraño pareciera que finalmente la alumna de la clase había llegado. Lo más decepcionante era que por estar pendiente de la clase de Adivinación que estaba impartiendo mi madre no lograra contemplar la lluvia de estrellas Eta Cualitas que era el motivo de toda la clase.

 

- Bueno no se si haya notado - Comenzaba a responder a su pregunta de la muchacha - En el mes de Abril se logro percibir una luna Rosada en el cielo, Y no es tan literal como el astro que tengo aquí representado. Se le llama Luna Rosada ya que es la primera Luna que se muestra después del equinoccio de Primavera en otras partes del Mundo. Los nativos americanos le pusieron ese nombre ya que hacían referencia a unas flores de nombre "Phlox Salvajes" -

 

El sol finalmente se había mostrado, por lo que nos decía que ya era hora de volver a descansar un poco de lo larga que había sido la noche en espera de ofrecer la clase.

 

- Lamento informarle señorita que no voy a poder a darle un aprobatorio en esta clase. Es momento de que la clase se de por terminada, por lo que su nota es reprobatoria, pero sabe que puede volver a cursarla en futuras clases. -

 

El profesor tomo su telescopio propio y dando una reverencia a las tres damas de forma de despedida se salió del aula dando un estiramiento de brazos por el sueño que poseía. La esencia humana que aun conservaba le daba esas señales al llegar el día.

 

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"Ojo interior..." Si algo había entendido de todo lo que su profesora Leah había dicho era eso, algo que se supone que ella tenía pero que no sabía de su existencia y que debía de encontrarlo.

 

¿Qué leches hablaba Leah?

 

Suspiró, frunció el ceño y solamente miró como una pequeña nube se movía en el interior de la bola de cristal y, aunque el péndulo le parecía un objeto maravilloso y digno de descubrir, parecía ser que aquella bola era lo que más se iba a ceñir a ella y, por cada milésima de segundo que pasaba, parecía que la llamaba a algo.

 

- ¿Quiero ver algo? -susurró la Nigromante. Podría decirse que aquella pregunta estaba dirigida a si misma en vez de a su profesora, quizás era así-. Está bien... -susurró relamiendo sus labios y respirando profundamente.

 

Sus manos se estiraron levemente y justo cuando rozaron sus yemas de los dedos en la bola cerró los ojos. Fue apoyando lentamente las manos hasta que sintió que debía de abrir los ojos, lo cual fue más tiempo de lo que ella había creído. Sus pupilas se clavaron en el centro de la bola, entre sus manos.

 

Mery mentiría si dijera que no había visto nada, también lo haría si dijera que lo había visto todo. Solamente dijo un brinco sobre si misma, un pequeño chillido y apartó las manos rápidamente. ¿Asustada? No, más bien sorprendida, entristecida quizás.

 

- ¿Qué demonios acabo de ver, Leah? -dijo empujando la bola hacía la profesora y mirándola-. Dime, por favor, que las probabilidades de que la primera cosa que vemos aquí es falsa -suplicó.

 

La imagen volvió a aparecer en su mente y, aunque no lo creía posible, su pequeño hijo Edward iba con la gente equivocada, rodeado de... Traidores.

 

Un escalofrío recorrió su espalda y respiró aceleradamente, esperando alguna aportación de Leah, que la tranquilizara al menos.

 

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