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Aritmancia + Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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- Tu telescopio está allá atrás - le dije con una sonrisa en el rostro mientras señalaba su artefacto justo detrás de sus pies - creo que se resbaló o algo cuando lanzaste la bengala. Y, bueno, creo que era bastante obvio que utilizarían fórmulas para las bóvedas, pensé que todo era con maldiciones o esas cosas, mi necedad de que todo sea en extremo peligroso y mágico, ya sabes, es la costumbre el estar defendiendo esas cosas.

 

Estaba muy confundido a esa altura, mi profesora se había quedado perpleja, o algo parecido, mientras que la alumna de mi hermana se había perdido... creo que la suerte de los Potter Black siempre nos seguiría a Sagitas y a mi, creyendo inclusive que solo se activaba ese tipo de suerte cuando nos juntábamos. ¡Siempre resultaba todo en un caos!

 

Ahora estaba más atento con lo que decía acerca del cuidado de los muggles, con eso de que andaban cerca y yo no quería ir en contra de la ley, aunque siempre pensaran lo diferente a mi, debía de estar con sumo cuidado con el uso de la varita.

 

- No hables de esas aventuras que salieron en El Profeta, - proseguí - que recuerdo la noticia porque obvio trabajo en el periódico. anda y busca a tu alumna mientras leo mi libro de aritmancia, que ahora estoy más intrigado por los secretos mágicos de los número, sobre todo de las cualidades del número siete, ¿sabías que tiene muchas? ¡Yo ni me sabía una!

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Juraba por los calzones de Merlín que nunca más volvería a salir de acampada sin magia. Nunca. ¿En qué estaba pensando Sagitas cuando había decidido que tenía que ir sin varita, sin magia, cargada de cosas, sola, cansada? Y mi cuerpo, que estaba en una de las peores situaciones de toda mi existencia, comenzaba a pasarme factura. Si sobrevivía a aquella noche, iba a caer a la Potter Blue con una docena de huevos y le iba a dejar la puerta de la mansión maloliente a mi amiga del pelo violeta.

 

-Mal...di...ción- murmuré, mientras iba hacia la única garita de pasajes que había por allí y pedía amablemente, con mi mejor cara de buena persona, un mapa del lugar. El hombre que atendía, barrigón y pelado, me lo dio sin siquiera mirarme así que deposité frente a él unas monedas y me marché, sin esperar el cambio. Quería terminar la clase, darme un largo baño y recostarme en mi cama, rodeada de almohadones... y de los brazos de Sebástian. Me ruboricé de tan solo pensarlo.

 

Dejé los petates en el suelo mientras abría el mapa, lejos de la garita y de la vista de los pocos muggles que decidían bajar en aquella parada. Había una carretera que se infiltraba en las colinas, seguramente llevaban a algún pueblo pequeño de granjeros o algo así, no estaba segura, pero no parecía estar muy concurrida. Y, aparte de la ruta por la que había llegado el bus, no veía otro camino posible frente a las colinas que había delante de mi. Suspiré. Fue en aquel momento que distinguí, a lo lejos, una serie de lucecillas en el cielo. A primera vista cualquiera podría pensar que se trataba de fuegos de artifcio muggles, pero yo conocía bien aquella señal: era mágica. ¿Alguien pidiendo ayuda... o alguien ofreciéndola?

 

-Seguro, me juego el puesto de medimago a que es Sagitas- murmuré.

 

Y de nuevo, recogí mis cosas y me puse camino a la señal. Ya comenzaba a hacerse de noche y no me gustaba para nada estar en un lugar desconocido... al menos había llevado de contrabando la varita.

 

Subí por la colina a duras penas, deteniéndome a descansar en varias ocasiones. No era muy empinada pero mi cuerpo no quería saber nada con el ejercicio y, cuando por fin llegué a subir la última colina, me encontré con algo que no me esperaba. Si allí había poca gente, jamás hubiera esperado que al menos cuatro fueran magos y brujas.

 

-Eres horrible para dar instrucciones- me quejé con Sagitas, quien estaba a unos metros de mi, junto a su hermano Ishaya, a quien conocía bastante bien, tanto del Ministerio como de la vida. Y, además, había una vieja amiga y colega Mortífaga: Mery. ¿Es que habían ido todos a tomar clases de Estudios Muggles?-. Buenas.... tardes noches- saludé, levantando una mano mientras me inclinaba para tomar aliento-. La próxima recuérdame no hacerte caso con respecto a la magia, amiga mía- tomé el fresco aire por la nariz y lo expulsé por la boca, antes de dejar caer todas las cosas de acampada al piso-. Dime por favor que nos quedaremos aquí al menos unas horas a descansar y tomar algo...- rogué, no sin antes resoplar para apartar algunos pelos de mi rostro.

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Me alegró escuchar la voz de Cissy Macnair, por lo que enseguida me giré para recibir y ayudarla a sentarse cerca de nosotros mientras sacaba una cantinflora con agua para que se refrescara. Tenía muy mala pinta. Generalmente así se encontraban los magos y brujas que jamás habían pasado por situaciones sin la ayuda de la magia, inclusive yo había sido uno de ellos, así que comprendía muy bien lo que podía sentir.

 

- Un día de estos vas a mandar a San Mungo a uno de tus estudiantes, mana, - dije a tono de broma mientras me levantaba - y eso no estará muy bien visto en el claustro dado que tu clase es de estudios muggles, ¡se supone que sea completamente segura! Ya te quiero ver controlando el clima con meteorología... espera, ¿alguna vez tú fuiste sustituta, cierto?

 

A pesar de que mi clase la haya tomado con mi querida Xell, sabía que Sagitas tenía también el conocimiento dentro de sus posibilidades para cubrir y sabía de buena fuente que había impartido la misma en alguna ocasión. No me la podía imaginar la clase, ¡un caos completo de seguro!

 

- Seguiré con mi numerología a ver si logro predecir el final de su clase con los números... aunque solo sería un apoyo, creo bien saber como acabará. - Terminé de decir con una enorme sonrisa en el rostro.

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Mery amaba ver la cara de sorpresa y descomposición de sus alumnos cuando tocaban la piedrecita traslador, sentía como si tal cual aparecieran era la manera exacta de su forma de ser y, una vez los iba conociendo se afirmaba. Algunos aparecían en pijama, otros sin ninguna ropa, y, los demás solían aparecer casi preparados para la clase. Ésos últimos solían ser o los más interesantes o los que vivían aburridos metidos en su trabajo y su casa, sin aventuras y sin nada apasionante que descubrir por la Aritmancia ni por nada del estilo.

 

- Y eso que solo has visto el principio… -sonrió la pelirrosa y se levantó de un salto, limpiando su trasero de la tierra y de las hojas que se le habían pegado.

 

Un grito proveniente de la lejanía hizo que la chica abriera sus ojos y mirara directamente hacia allí donde una mata de pelo violeta corría colina abajo detrás de algo que seguramente había lanzado. Refunfuñó y rodó sus ojos sabiendo que aquella persona era Sagitas. ¿Por qué? Primero de todo es que solo conocía a una persona con aquel color de cabello. De segundo es que pocas personas había tan torpes como para lanzar un cacharro colina abajo. Y por último, simple intuición, quizás eran las estrellas, quizás simplemente el grito, pero no podía ser otra persona.

 

Aguantó una pequeña risa al ver como la jadeante Sagitas ya saludaba a Ishaya, que, sin duda alguna, estaba tan entretenido por ver así a la pelivioleta. Negó con una pequeña sonrisa mientras la veía explicar que por culpa de unos muggles no podía usar la magia. ¿Qué problema había con que vieran un catalejo desaparecer de aquel sitio?

 

- Sagitas, no es por cotillear ni nada… -dijo Mery saliendo de sus pensamientos y su mundo paralelo-. ¿Qué haces aquí? –dio un paso adelante y sonrió de lado-. No es que no me agrade verte, sino que… No veo yo que seas una persona muy apta para dar paseos por las colinas sin caerte tu o tirar las cosas –torció una pequeña sonrisa y alzó la mano en forma de despedida-. Espero que nos veamos más a menudo –y rezó por que no fastidiara demasiado su clase.

 

Caminó un poco más lejos, hacia un terreno rodeado de árboles donde si por casualidad los muggles que había a lo lejos llegaban, no los vieran con facilidad, aunque volvía a parecerle una tontería debido a que simplemente se les podía borrar la memoria, torturarlos hasta dejarlos trastornados o incluso matarlos.

 

Sonrió de lado y miró a Ishaya.

 

- Bien, primero de todo… Bienvenido a la clase de Aritmancia –sonrió y volvió a sentarse en el suelo-. Ante todo, quiero decirte que es la primera vez que impartiré clase de ésta manera, pero creo que te gustará más que el anterior método –apoyó su cuerpo en sus brazos, los cuales se colocaban estirados tras sí espalda-. Y, antes de comenzar con lo interesante… Cuéntame, ¿por qué escogiste este conocimiento? –y se quedó en completo silencio, esperando que no dijera que era por comenzar a terminar los conocimientos que le faltaban y menos interesaban.

 

@ Zamolódchikova

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¿A mis pies? Bajé la mirada hacia donde me señalaba Ishaya y, para mí sorpresa, allá estaba, tirado en el suelo. ¡A ver si necesitaba gafas...!

 

-- Gracias, mano... ¿El 7? Tiene cualidades mágicas muy intensas. No soy quién para enseñártelas, Ishaya, aunque deja que te dé un consejo, nunca juntes el 7 con el 8, son enemigos a muerte.

 

¿Él creería en eso? Yo no, pero por si acaso. Pero cuando me embalo...

 

-- Yo soy 7 -- ¿sabría lo que significaba? Esperaba que sí. -- Amante de la lectura, ansias de aprender, estudiosa, de personalidad encantadora... Aunque también muy reservada y con tendencia a argumentar, al aislamiento y a la...

 

No pude seguir enumerando mis muchas cualidades (que son muchas) y alguna que otra desventaja (que son bien pocas) porque sentimos jadear y Cissy, ¡por fin! había aparecido en la colina. Intenté camuflar una sonrisa ante sus múltiples cacharros muggles con los que acarreaba.

 

-- ¿Cómo que soy horrible? Mis instrucciones eran claras -- bueno, de eso no estaba segura porque la carta la hice deprisa y corriendo que tal vez, sólo tal vez, no habían estado todo lo claras que debieran; pero no daría mi brazo a torcer. -- Muy claras.

 

Observé como tiraba todo al suelo y se quejaba de cansancio. Sonreí porque, en aquel momento, me sentía feliz. Supongo que saber que la única alumna que estaba en mi clase había conseguido llegar sana y salva al lugar de origen, era algo de lo que alegrarse. Además, Mery acababa de hacer la gran pregunta que llevaba esperando todo el día, o la noche, porque ya anochecía.

 

-- Has hecho bien en no usar la magia, Cissy. Era necesario que supieras sobrevivir en el mundo muggle como ellos. -- Ishaya contribuyó a hacerme reír con su comentario sobre San Mungo. -- Naaaa, mano. Aún no he perdido a ningún alumno de Estudios Muggles. Aunque creo que en una sustitución de Pociones olvidé a alguien en el Bosque Prohibido y tuvimos que ir a buscarlo a los tres días porque no había vuelto de recoger hierbajos. Pero no hizo falta llevarlo al hospital, yo misma le curé para que nadie lo supiera. Ah, sí, también tuve un incidente en meteorología, pero no fue culpa mía. Unos dragones se metieron en medio y nos rostizaron un poco.

 

Respiré porque me ahogaba y fue cuando, por fin, contesté a Mery. La había dejado para el final para dar mi golpe de efecto.

 

-- Oh, Mery, ha sido pura casualidad. Yo venía a dar clase con Cissy. Qué casualidad que escogiéramos la misma cima para nuestros conocimientos, ¿verdad? -- sonrisa de buena chica que no hay roto nada (medio cierto, yo todo lo que rompía, lo reparara; tenía mucha experiencia siendo de Accidentes). -- Pues mira qué bien...Cissy trae una colchoneta para el suelo. Yupi...

 

Con mucho descaro, me agarré a ella.

 

-- Yo me tumbo aquí y prometo no molestarte para nada a ti ni a tu alumno, Mery. Cissy hará guardia e impedirá que ningún muggle se acerque a molestaros mientras tu enseñas. Pero sin usar magia, amiga. Sólo la labia y... ¿las piedras?

 

Iba a ser interesante ver como seguía aquello, allá estirada viendo las estrellas.

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Rodé los ojos. Ishaya me saludó con cierta alegría y regañó a Sagitas, diciendo algo sobre enviar a sus alumnos a San Mungo. Pero yo apenas escuchaba por el pitido que sentía en los oídos, que no sabía si era por el cansancio o por que me estaba quedando sorda. Refunfuñé, saludé a Mery con una mano mientras se llevaba a Ishaya para comenzar la clase y me dispuse a tomar asiento en mi colchoneta cuando descubrí que la ladrona de Sagitas la había tirado al suelo y se había tumbado sobre ella.

 

-Eso no es muy amable de tu parte- dije, poniendo los brazos en jarras, mientras tomaba una pequeña silla plegable y la armaba a duras penas, recordando cómo me había enseñado el hombre de a tienda de artículos de campaña-. ¿Quieres que le tire piedras a los muggles? Vaya, pensé que eras más... diplomática- me tapé la boca mientras reía para no soltar una carcajada-. ¿Y qué haremos? ¿Preparar fuego con palillos, armar la tienda, cocinar malvaviscos...?- metí la mano en la mochila y saqué una ruidosa bolsa plástica repleta de unos pequeños y esponjosos dulces que se solían colocar sobre una fogata y dorar, para luego ser comidos. Eran deliciosos. Jill solía colocarlos en mis chocolates calientes por las frías mañanas de invierno.

 

-Yo viví durante tres años entre los muggles. Nunca dejé la magia pero la que realizaba era muy poca, para que no me descubrieran- le conté a mi amiga, abriendo la bolsa de malvaviscos-. ¿Se puede hacer fuego aquí? No quiero que venga la policía muggle o los guardias forestales a sacarnos porque hice fuego en un lugar indebido- comenté, mirando hacia todos lados.

 

En realidad, parecía que aquel lugar no era tan concurrido.

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Asenté más mis posaderas en la colchoneta que había traído Cissy y, si no fuera la profa, le hubiera sacado la lengua. La veía casi decidida a quitármela pero me confundí y sacó una silla. Mientras la montaba, me sentí feliz. ¿Cuánto tiempo hacía que no me iba a dormir bajo las estrellas? Era algo que había hecho a diario cuando era una chica joven y vivía al raso y siempre recordaba el placer de estar bajo ese manto luminosos. Excepto cuando llovía, entonces era engorroso.

 

-- Yo siempre soy amable. Sólo te he cogido el colchoncito, el resto te lo dejo -- le sonreí. Esperaba que no hubiera traído algo de comer o le quitaría algo más. -- Bueno, dije piedras por decir algo, siempre que seas capaz de evitar que suban, por mí le puedes tirar caramelos.

 

Un momento, ¿teníamos caramelos?

 

-- Bueno, caramelos no. Eso mejor me... me los guardo.

 

Extendí la mano pero lo que ella tenía eran una cosa rara. La curiosidad me pudo. Me arrastré un poco hasta la esquina más cercana a ella sin abandonar el colchón pero no llegaba. ¿Qué era eso que tenía en la mano? Volví a extender la mía y gruñí un poco. Esperaba, en cierta manera, que no cediera, puesto que hacía muchos días que no quemaba calorías en el Circo.

 

Noté que abría la bolsa y un dulce aroma se extendió, abriendo mi apetito. Mi sonrisa se amplió un momento pues... ¿fuego?

 

-- Claro que se puede hacer fuego aquí. Compré el permiso, que me costó un montón de libras, por cierto. Le diré a Anne que me pague la factura. Pero... ¿Para qué quieres hacer fuego? ¿Es que tienes frío? Pero si es San Juan, hace calorcito.

 

No entendía bien para qué quería el fuego y porqué intuía que tenía algo que ver con los dulces. ¿Iba a quemarlos? Dejé mi área de confort y me acerqué un poco más hacia ella. Le hablé para que no notara mis oscuras intenciones.

 

-- Así que estuviste tres años entre muggles. Entonces... Para ti no es nada desconocido este mundo. ¿Fue en una ciudad o en un pueblo? Anda, mira lo que hace Mery.

 

Sí, burda triquiñuela pero, si Cissy caía en la trampa, le iba a quitar la bolsa de aquello que olía tan bien aunque no supiera lo que eran.

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Rodé los ojos. Era fácil perderse en las conversaciones con Sagitas, así que me daba gracia pero al mismo tiempo tenía ganas de tirarle un hechizo... un mocomurciélago de ser posible, para que me devolviera la colchoneta. Pero cuando saqué los malvaviscos...¡AH! Ahí sí que la agarré. Seguía siendo una glotona y no pude evitar sonreírle.

 

-¿Un permiso?- pregunté, mientras dejaba los malvaviscos a un lado y rebuscaba en una bolsa que había traído unos troncos y fósforos para hacer una fogata. Su mirada seguí pendiente de los dulces-. Son más ricos cuando están calientes, pero anda, toma uno- la invité, notando que intentaba distraerme. Me puse manos a la obra con la fogata, que a pesar de que hacía calor (y ahora un poco menos porque estaba oscureciendo), no me quería comer los malvaviscos hasta que estuvieran bien dorados.

 

-Bueno... Cuando terminé Hogwarts me dediqué a seguir la carrera que me apasionaba: Arqueomagia- me encogí de hombros, recordando aquellos tiempos-. Mis padres podían permitirse pagar mis viajes de estudio, así que aproveché la oportunidad. Ellos nunca fueron muy tolerantes con los muggles, así que no les dije que iba a vivir con un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford, no quería alarmarlos- raspé el fósforo con el costado de la caja y encendí unas hojas secas que había recogido mientras armaba la fogata. Tomó de inmediato y soplé para incentivar a las llamas. Apenas recordaba la última vez que había tenido que hacer eso de forma tradicional, pero me sentía conforme, sabía que podía seguir siendo una persona últil aunque no usara la magia-. Era un grupo genial... o eso creía.

 

Me mordí el labio, pensando en las cosas horribles que me habían pasado durante mi estadía en Asia y la magia que había desencadenado que me encerraran en un manicomio. Tantos años lejos de mi familia, tanto temor a volver a utilizar la magia.

 

-Terminamos investigando una zona arqueológica en el Himalaya. Había viejas leyendas que decía que allí se encontraba la entrada a Shambala, la ciudad sagrada hindú- agarré una rama larga, la pelé un poco y se la extendí a Sagitas, mientras hacia lo mismo con otra y pinchaba un malvavisco en la punta, alargando luego mi utensillo casero hacia las llamas de la fogata-. Por supuesto, encontramos el lugar. Para ese entonces, sólo había utilizado magia unas pocas veces lejos de mis amigos y habíamos hecho todo el viaje como muggles... Bueno, ellos eran muggles y yo me había adaptado. Pero, al llegar al lugar que los lugareños nos habían indicados... Nos encontramos con un grupo de mercenarios- el malvavisco olía lo suficientemente bien como para que le diera un mordisco cauteloso-. No eran mercenarios muggles, desde luego, eran magos y brujas entrenados, sanguinarios...- la miré de reojo, esperando no asustarla.

 

-Es una historia larga- finalicé, quitándole importancia.

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@@Mery Gaunt Karkarov

 

- Bueno, es que en verdad me causaba mucha curiosidad el conocimiento, vaya, porque ignoro completamente todo lo que tenga que ver con la materia en el aspecto mágico.

 

Le sonreí a mi hermana Sagitas y me medio despedí de ella con un movimiento de mi mano porque yo ya comenzaba con mi clase y ella debía de comenzar con la suya ya que Cissy estaba ahí, a medias, pero al menos había cumplido con la primera tarea que le proponía mi payasa favorita.

 

- Estaba leyendo un poco, - continué mientras metía mi vista en el libro que había sacado con anterioridad y que llevaba ya un par de semanas devorando - sobre todo porque no podía llegar con la mente vacía, y me sorprendí sobre las propiedades mágicas de los números como el siete que se popularizó hace unas décadas atrás. La verdad es que no comprendía cómo era que el número, una cifra, algo inventado por los seres humanos (en cuestión de conocimiento) podría llegar a ser tan poderoso o que tan solo tuviera una implicación mágica.

 

A pesar de que tuviera catorce conocimientos especiales en mi curriculo, libros de poderes y habilidades mágicas, uno siempre se podría sorprender a si mismo con todo el conocimiento que ignoraba por completo como yo en la aritmancia y por lo cual estaba esa noche frente a mi compañera de bando; por ello es que no estaba con ninguna expectativa en particular, el simple hambre de saber más, de desarrollarme por otro camino de la magia me daba las fuerzas necesarias para no perder ni un solo detalle.

 

- Digo, sabía que para solicitar trabajo en Gringotts necesitaba el conocimiento aunque, siendo sinceros, nunca supe para que iban a necesitar las "sumas mágicas" en el mismo... espero no te lo tomes a mal mi comentario, era un chiste, disculpa.

 

Solté una leve risa esperando que mi forma de expresarme no causara algún problema.

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Escuchó con curiosidad sus palabras, la pelirrosa sentía que algo bueno tenía Ishaya para aquel conocimiento, para aquella rama de la adivinación y probabilidad. Aquello era impresionante, adoraba verlo interesado en la materia pero a la vez en su pequeño mundo.

 

Miró de reojo a Sagitas hablar tranquilamente con Cissy. ¿Qué tendría de especial la clase de Estudios Muggles? Siempre había gente cursando ese conocimiento, y tampoco es que estudiar a esos seres tan sumamente inútiles fuera algo demasiado interesante. Se mordió el labio inferior y suspiró levemente, tendría que plantearse con alguien ir a aquella clase, así podría pasar tiempo con Sagitas, y también se quitaba de en medio ese conocimiento.

 

- Bien, veo que te interesa el conocimiento por algo más que por quitarlo de en medio -soltó una pequeña carcajada y negó con la cabeza-. Bueno, hagamos una cosa... Como has leído, supongo que no te tengo que explicar mucha cosa... La Aritmancia se basa, en las personas, en ver su número del corazón, social y del carácter... Para la Aritmancia se usan los nueve números simples y únicos, el 0 no cuenta -mordió su labio, debía de haber traido los apuntes que tenía del conocimientos para que ahora no fuera dando saltos en la breve explicación-. Bueno, que eso, la Aritmancia se basa, levemente, en conocer más a una persona y ver las probabilidades de futuro -sonrió enseñando los dientes.

 

Sacó su varita para, después,hacer aparecer un pequeño libro, tamaño cuartilla y fnito, con la tabla de equivalencias de números y letras y los significados de los números.

 

- Con el conocimiento básico que tienes y lo que el libro te aporta, quiero que con mi nombre completo, Mery Gaunt, saques mi número del carácter -cruzó sus piernas como si fuera un indio y observó al mortífago-. Venga venga, que solo tienes que sumar numeritos hasta llegar a uno simple -dio unas palmaditas tanto de emoción como para que espabilara y alzó su vista a las estrellas.

 

@ Zamolódchikova

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