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DCAO & Artes Oscuras


Ellie Moody
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Para cualquiera que fuese compañero de la Moody por más de unos meses, era razonable suponer que, de alguna manera, el drama y el desvarío acompañaban su vida diaria de manera casi irónica. Si bien no se lo comentaría en voz alta, y a pesar de que en la mayoría de los casos apoyaba y compartía la manera en que reaccionaba, era consciente de que algunas veces ella sola se buscaba los problemas. Sin embargo, el tiempo y las experiencias los habían unido de una manera extraña: no la consideraba una amiga, dudaba de poder hacerlo algún día, pero no dudaría un segundo en acompañarla contra viento y marea y en dar la vida por ella, así como lo haría por Sagitas o cualquier otro compañero.

 

Todo pasó demasiado rápido, pero actuó por inercia y no necesitó retractarse. La varita de Patrick atravesó el aire y Madeleine, tan ágil como él, envaró la suya de manera tan ferviente y decidida que ésta dejó escapar unas chispas por su extremo. Nathan había retirado su varita del bolsillo y ahora la mantenía alta en el aire, apuntando directamente a Colt. No podía culpar las acciones de su compañera ni el desprecio que acompañaba las palabras que esta dejaba salir, después de todo sólo Dios sabía todo lo que había hecho aquel hombre, más ellos y el resto de la comunidad mágica habían sido testigo de su deplorable accionar y no era sino irónico estar allí en "son de paz" sólo por tratarse de una experiencia educativa.

 

¿En qué cabeza cabía permitirle la entrada a un hombre así a una institución tan respetada como la Universidad? Después de todo, era un hombre "famoso" y su reputación no pasaba desapercibida en ningún lado. La respuesta le llegó antes de que pudiese pararse a pensarla más de unos segundos: como cualquier otra institución mágica, estaba infiltrada por los de su secta y, muy probablemente, lo estaba en los rangos más altos. No era ingenuo y conocía perfectamente que así como la Orden del Fénix tenía miembros en todas y cada una de las más importantes instituciones mágicas, también lo hacía la Marca Tenebrosa. Nathan miró a Sagitas, esperando que la bruja no se dejase opacar por la presencia de la otra docente y los acompañase a la Moody y a él en aquella especie de arrebato contra el sistema.

 

Nathan mantuvo un ojo en la otra profesora, su mano no hábil abierta en dirección a ella en caso de que fuese necesario realizar uno de los tantos maleficios no verbales que estaba barajando por si fuese necesario. Decidió, sin embargo, hacer control de daños y, tras recitar un par de palabras en su mente, apuntó con su varita al cielo y dibujó tres círculos en el aire en torno a su cabeza. Un aro de fuego de diez metros de diámetro los rodeo, elevándose unos tres metros hacia el cielo y encerrándolos completamente, todopoderoso a pesar del fuerte viento que trataba de acabar con él.

 

- No creo que seas tan cobarde de huir, Colt. Pero nunca está de más prevenir. - soltó el Weasley, colocándose a derecha de Madeleine y devolviendo su varita en torno al mago - Así que por qué no nos haces la noche y nos cuentas que haces aquí.

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>> Se enojaron << pensó y la sonrisa en su rostro se convirtió en mueca.

 

Tuvo que retroceder dos pasos para apañar el sentimiento de asombro. Por un momento había olvidado donde se encontraba y tropezó con los cimientos del arco de entrada al lugar; una roca bastante robusta, que dentro guardaba la vista de un camino adoquinado hacia el colegio. El frío también estaba presente, debido a las palpitaciones de las tinieblas en las que el mortífago podía revolverse hasta perderse.

 

Madeleine lo sabía. Frunció el ceño someramente, sin esforzarse y sin poder cobrar el costo de quien lo hubiere obligado a adoptar el gesto.

 

Sin embargo, su varita negra no respondía a la prudencia y vibraba con la intención de hacer daño.

 

Por unos pocos segundos intentó alcanzar su tatuaje tenebroso, solicitar ayuda, pero ser incógnito ató su mano y la mantuvo casi inherte a su lado. Tenía que buscar la forma de salir librado, y aunque hubiera querido enfrentarse a Madeleine para matarla; desconocía totalmente que Nathan fuese también un Miembro de la Orden del Fénix, quien saltó a su lado inmediatamente para respaldarla.

 

- Ayuntamiento de gallos - dijo, simulando un tono de aburrimiento, tratando de buscar desviar la atención de aquellos que ahora lo apuntaban, lo amenazaban y lo acorralaban.

No pudo ir más atrás, de pronto una esfera de fuego los rodeó completamente. De haber caminado dos pasos más hubiese quedado fuera de su prisión, pero era tarde y la pared de fuego ardió tras de él furiosa. Acto reflejo, la varita del mortífago se posicionó frente su rostro y de su punta empezó a emerger una nube, y bajó como un gas tóxico hasta sus pies para subir por si silueta como un remolino capaz de acumular sus emociones y levantarlas alrededor. La protección estaba para repeler cualquier ataque que le lanzaran esos dos.

 

- Sólo, maltrecho y con hambre - dijo tras el cúmulo de gases grises -, así atacan a un pobre alumno y aprendiz.

 

Y la verdad, estar ahí no representaba más que un tráfico de influencias que logró informarle a Patrick Colt dónde iban a estar Madeleine y Sagitas, según la programación educativa de dicha Universidad.

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  • 2 semanas más tarde...

Hum... La situación se había desbancado por completo. Aquello era de todo menos una clase. Sí, sé que yo era culpable pero no me juzgue nadie, entre mis venas corre sangre gitana y eso se nota en mis arranques. Así, cuando vi que esgrimía su varita, mi arrebato cedió a la prudencia. Ello no significa miedo o cobardía. A veces la gente lo confunde. No, en aquel momento, la prudencia me mandó apaciguar mi estado de ánimo y me obligó a guardar silencio para poder pensar y reaccionar ante cualquier cosa que pretendiera Patrick Colt con ese gesto.

 

Por supuesto, el gesto era claramente indicador que quería continuar lo que no había podido acabar en aquella ya lejana clase de Estudios Muggles. Mi mano apretó con fuerza mi propia varita y el calor que me infundía fue suficiente para saber que estaba lista. Iba a hablar cuando, en aquel preciso instante en que Madeleine se ponía a la defensiva y Nathan también, me di cuenta que no estaba a solas. No era él y yo. No era un nosotros. Éramos un todos. La gravedad del momento me había hecho olvidar que estaba en una clase se Conocimientos. Menos mal que ambos eran compañeros de bando. Su intervención fue rápida.

 

Las palabras de Madeleine me sorprendieron un poco. En realidad no era por lo que decía sino porque me las decía a mí. Me decía que antes, aquel hombre había causado el terror en el pueblo. ¿Antes? ¿Es que ella no sabía que yo lo sabía? ¿Es que ella no... no conocía... no conocía mi pasado? La miré levemente, lo justo para no perder detalle de cualquier movimiento de Colt, para que no me pillara de sorpresa. ¿Es que las líderes no le había explicado nada de mí? ¿Qué pensaría, ella y él, sobre mi ingreso en la Orden? Me estaba tratando como una nueva, que en realidad lo era, no iba equivocada. En cambio, iba desencaminada al pensar que yo no sabía quien era antes aquel hombre. Yo le conocía muy bien.

 

-- ¿Te...? ¿Te sigue? -- ¿A qué se refería? Ciertamente, este hombre se había formado muchos enemigos durante su trayectoria delictiva. ¿A qué se referiría Madeleine. -- ¿A qué te refieres?

 

Nathan también parecía conocerle. ¿Quién demonios en todo Ottery no conocería el nombre de Patrick Colt? Por supuesto, mi varita también se alzó, en apoyo de mis compañeros. Colt murmuraba algo que no entendí y eso me hizo apretar más mi arma de madera, por si acaso.

 

-- Tú tienes de todo menos pobre alumno y aprendiz. Me gustaría conocer el motivo por el que estás aquí, persiguiendo a Madeleine -- repetí sus palabras, aunque el hombre no hubiera asegurado que estaba por ella; de todas maneras, eso era más atractivo para mí que pensar que había venido por mí.

 

"Eres una egoísta, Sagitas"...Mi pensamiento me ruborizó un poco y alcé la barbilla, desafiante.

 

-- Y yo que había venido a aprender Artes Oscuras para saber defenderme de ellas... Tú podrías enseñarme alguna cosa sobre ellas, ¿verdad Patrick Colt?

 

Esperaba que mi profesora no interviniera. Suponía que si le habían dado ese puesto, no sería una loca peligrosa que amara las Artes Oscuras (¿por qué no? Yo amaba los Estudios Muggles hasta el punto de poder convivir con ellos muy a gusto) y defendiera a aquel asesino. Aunque... Si Niko y Anne habían cometido el error de dejarle venir como alumno a la asignatura..., ¿por qué no podrían haber cometido el mismo error poniendo a una docente peligrosa al cargo de esta clase tan controvertida?

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Candela se había sumido en sus pensamientos de una manera poco ética, había olvidado que se encontraba impartiendo una clase, y no fue hasta que escuchó el volumen de voz en aumento de quienes la acompañaban que se obligó a salir a la superficie de la realidad. ¿Qué demonios estaba haciendo? Poco pudo observar, entonces, de la situación cuando parecía ya haberse descontrolado. Dejó escapar un resoplo con evidente molestia y miró a Madeleine como quien mira a una planta llena de espinas, pues al parecer estaba para eso, para pinchar a sus alumnos y dejar de lado el papel que estaba cumpliendo en ese momento. Maldita Moody, debe ser el apellido. Pensó. Y, a pesar de no poder decir una sola palabra para recriminárselo -pues tenía que hacer mea culpa en su propia ignorancia-, le dedicó una mirada furibunda a su compañera de clase.

 

— Ya... —aclaró la garganta mientras cruzaba las manos tras su espalda. Le daba la impresión que estaban todos listos para un combate, aunque desconocía el enemigo. ¿Quizás era contra ella? No, habían seis pares de ojos fijos en un solo individuo: Patrick. — ¿Y tú qué haces aquí? —inquirió cuando notó la presencia de aquel hombre. Colt le inspiraba una mezcla confusa entre complicidad y desconfianza. Lo había sentido cuando lo tuvo de alumno en la su primera clase de Artes Oscuras, y ya entonces creía que él no necesitaba ese tipo de cursillo. Entonces, ¿era alumno de Madeleine? Y si así era, ¿ella trataba así a todos sus pupilos? ¿Qué rayos?

 

Mientras más intentaba más le costaba entender en qué se había convertido esa excursión. ¿Dónde se suponía que estaban? ¿Azkabán? No, cualquier lugar menos ese. ¿Abbadon? Esperen, ¿de dónde había sacado ese nombre? ¿Existía siquiera? Sí, existía. ¿Y dónde se encontraba? La Triviani encontró en su memoria un nuevo nombre, pero no podía detenerse a examinarlo a profundidad en ese momento. Tendría que esperar un poco más.

 

— De verdad esperaba poder ver un Quintaped... Así que, Sagitas... —recordaba su nombre e hizo que su atención -que ya estaba muy dispersa- se centrara en la mujer de cabellos violetas— Creo que te has equivocado de maestro, se supone que quien te debe enseñar de Artes Oscuras soy yo... —se quedó pensativa un instante— Aunque, hago eco de mis palabras y debo decirte que las Artes Oscuras, más que para defenderse de ellas, debemos entenderlas... ¿adoptarlas? No, ese término es muy... ehm... no importa. El caso es que tenemos un muy mal concepto de ellas. No son Artes Oscuras... son Artes Mágicas no Comprendidas. A ver, tuve la impresión de que te gustaban las criaturas mágicas. ¿Sabes de alguna que se considere "criatura oscura"? ¿Algún hechizo, objeto?

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Estaba airada, con esa mirada asesina que espera que el otro reaccione para tener una excusa barata y mover la varita. Supongo que, por ese motivo, no hice caso de la profesora de DCAO que me estaba hablando. Sí, la oía, pero mis oídos estaban centrados en oír el susurro del aire ante cualquier movimiento que pudiera hacer Patrick Colt en mi contra o en la de mis compañeros de bando. Sin darme cuenta, aquello había dejado de ser una clase para mí y se había convertido en un duelo con pre-aviso (o tal vez sin pre-aviso, pues había sido algo improvisado pues..., ¿quién iba a predecir que Patrick Colt, el "demonio asesino de Ottery" como le habían llamado en algún momento, iba a estar en aquella clase?

 

Sin embargo, unas palabras de ella, de Candela Triviani, me hicieron parpadear, mi concentración sobre los movimientos imprevistos de aquel hombre y de cómo combatirlos se rompió. Giré lentamente la cabeza hacia ella, sin dejar de sujetar la varita que asomaba por la manga amplia de mi ropaje.

 

-- ¿Qué...? ¿Cómo que...?

 

Aún tuve necesidad de unos segundos para analizar de nuevo su frase. Mi cuerpo se relajó y me puse delante de ella, sin recordar que, a mi espalda, quedaba aquel asesino destructor a quien tanto odiaba. Ahora había caído que ésto era una clase de conocimientos, al fin y al cabo.

 

-- ¿Cómo que Artes Mágicas no comprendidas?

 

Iba a saltar, lo notaba. Cualquier hechizo que comportara dolor por el mero placer de producirlo, el anular la voluntad y ordenar cualquier bajeza con él o incluso la muerte, no podían ser considerados Artes Mágicas no comprendidas. Sin embargo, su comparación con los animales me detuvo. Todos los que me conocen, saben que tengo una cierta predilección por las criaturas que no son agraciadas y que son desdeñadas por su peligrosidad cuando, en el fondo, sólo son incomprendidas (bueno tal vez dos o tres especímenes se salgan de esta regla...)

 

Me relajé aún más y me acerqué a ella. Ahora mismo, mis compañeros y Patrick habían desaparecido de mi entorno para quedar sólo ella y yo, hablando de un tema fascinante.

 

-- Claro que sé de animales de este tipo, peligrosos, asesinos, mortales... Pero es puro desconocimiento, si sabes manejarlos... Yo tengo un Basilisco en el Circo y es un animal muy agradable si sabes tratarlo. Y tengo 5 dragones que dan miedo nada más que de mirarlos. Sólo es conocer su...

 

Cogida.

 

Me mordí el labio superior en un gesto muy habitual en mí cuando mis pensamientos iban a mil por hora. Guardé unos segundos de silencio, creo que hasta podría decir que llegué al minuto, algo muy inusual en mí.

 

-- Entiendo su punto de vista... Si desconoces al animal, malinterpretas y cometes el error de etiquetarlo como oscuro y peligroso. Cuando los conoces, sus hábitos, sus particularidades, pierdes esa dúctil frontera entre el peligro y la comprensión de sus actos. Supongo que es a lo que se refiere usted, profesora. Las Artes Oscuras necesitan se comprendidas para valorar su función y su riesgo.

 

Era un tema interesante. Había nacido y me había criado con esa etiqueta de que las Artes Oscuras no podían tocarse porque eran malignas, impuesto por la mente popular de la que no había salido nunca. Sonreí y después me sentí algo avergonzada. Acababa de recordar que Madeleine y Nathan seguro que estaban siguiendo la conversación y que, tal vez, podrían malinterpretar (ese miedo, ese estúp.id-o miedo de no encajar entre mis compañeros) esa sonrisa de satisfacción.

 

-- Le escucho, profesora -- le dije, con la mente abierta para entender todo lo que me dijera sobre el tema. Ahora veía las Artes Oscuras con otros ojos. A veces, sólo necesitamos que alguien nos lo explique con unos ejemplos tan claros que no puedes evitar darte cuenta que has sido tan lerda toda tu vida por no querer arriesgarte en el estudio de una determinada materia. Y yo amaba aprender.

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La Triviani había dado en el clavo, o al menos eso parecía ya que había logrado captar cierto interés en su alumna. ¡Con lo difícil que era conseguir eso hoy en día! No porque no se lo propusiera, sino porque últimamente los magos y brujas en Londres creían saber y tener todo, tal vez así fuera, pero es que resultaba agotador tener que lidiar con tanta soberbia. Ella, por supuesto, no podía quejarse demasiado, pues pecaba de lo mismo casi siempre.

 

― ¡Un basilisco! ¡Qué buen ejemplo! ―se entusiasmó, ella tenía uno también― Según dicen, o así nos han enseñado, los que se dedican a la cría de basiliscos son considerados Magos Oscuros. ¿Por qué? Es simple, el control de tal criatura supera los límites de cualquier mago o bruja. El Ministerio de Magia los ha clasificado con 5x, pero esos animales no tienen la culpa del efecto que causan cuando los miras a los ojos, ¿o sí? Ellos no controlan a quién sí o a quién no matar con su mirada. Nacen así, con esa extraordinaria particularidad... Son fascinantes, sí. También tengo uno, lo llamo Green... aunque sospecho que no le gusta mucho el nombre.

 

El caso es que nuestros prejuicios hacen que cometamos el error de clasificar la magia en "blanca" o "negra", "buena" o "mala", y no existe tal cosa: La magia es... magia, punto. El uso que se le da sería la parte "oscura" del problema, la mano que la ejecuta; el mago o bruja que la practique, según el uso que se le de, es obvio.

 

¿Y el quintaped? Ah, sí, se había olvidado de que, en realidad, iba allí en busca de esa criatura para capturarla y examinarla. Digamos que sus palabras no iban acorde a sus deseos.

 

― La Necromancia, como otro ejemplo, se ha deformado con el pasar del tiempo. En un principio se usaba como arte adivinatorio y hoy en día la usan para hacer barricadas de cadáveres, para atacar con ellos o así. Si sabes que los "temibles" mortífagos usan Inferis, ¿no? ―¿o no? según tenía entendido, todo Ottery sabía de la existencia de esos dos bandos criminales― Sin ir más lejos, en la Universidad ahora se enseña a devolver la vida a los muertos. ¿Con qué fin? Pues, repito, eso está en la mano de cada uno.

 

Candela sí que tenía muchos planes para ese tipo de habilidad, muchas veces había intentado hacerlo por cuenta propia pero su éxito era lo mismo que una pelusa en el viento. De modo que se había anotado para poder adquirir la Necromancia pero sus destiempos le hicieron difícil la tarea; ya tendría oportunidad de volver a intentarlo.

 

― Hay un tipo de magia que vi, también, mal utilizada hace muchos años; si quieres decir "mal utilizada". Yo era muy joven, y vivía en una casa muy distinta a la que ocupo ahora. Allí fui testigo de una batalla llevada a cabo entre mortífagos y miembros de la afamada Orden del Fénix, y recuerdo muy claramente un hechizo en particular... Desconozco al ejecutor, ni sé de qué bando era... ―ni tan ignorante ni tantos años, pues aunque su memoria no recordaba rostros y nombres, Candela sabía perfectamente que fue una mortífaga de muy alto rango en su pasado.― ¿Terreo? ¿Terreus? No me acuerdo de cuál era, exactamente, el nombre. Pero tenía control sobre la tierra, ¿sabes de qué arte mágica proviene? Si evocamos nuestros prejuicios,Sagitas, deberíamos decir entonces que los autodenominados "defensores del bien", ¿son también magos oscuros?...

 

... Es un tema... un poco complejo.

 

Y aunque tenía la sensación de estarse metiendo en una camisa de once varas, devolvió esa gris mirada a los otros presentes. ¿Por qué parecía que iban a saltarse a la yugular entre sí?

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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A estas alturas de su vida, ya estaba más que acostumbrado a situaciones que de repente, sin previo aviso, se salían completamente de control. No le eran extrañas, tampoco, las circunstancias en las que tenía que pasar al acto de un segundo a otro, dejando de lado su máscara de civil para pasar a comportarse como un miembro de la Orden del Fénix. Observó de reojo el aro de fuego que él mismo había convocado segundos atrás arder en dirección al cielo mientras su mirada se concentraba en cada movimiento que el mortífago que tenía delante suyo hacía, e incluso estuvo a poco y nada de lanzarle un maleficio en cuanto vio que zanjó el aire con su varita y un nubarrón grisáceo lo envolvió de tobillo a cabeza.

 

- ¿Por qué no me sorprende? - susurró el Weasley, meditando entretanto las posibilidades de ataque que tenía a su disposición, sabiendo que ninguno de sus ataques le sería útil ante aquella barrera.

 

Escuchó a Sagitas y a la otra profesora, cuyo nombre desconocía, entablar una conversación sobre Basiliscos y criaturas mágicas incomprendidas. Sin entender bien de que iban, miró a la Potter Blue enarcando una ceja a modo de inquisición: ¿es que no comprendían la magnitud de lo que estaba ocurriendo delante de sus ojos? ¡¡¡Era un maldito asesino, por el amor de dios!!! Madeleine se mantenía inmutada, sin moverse ni emitir palabra alguna, lo cual no era común tampoco... por unos segundos meditó si no se encontraba en un sueño.

 

- Oye, Stark, ¿vamos a hacer algo con él o vas a quedarte ahí jugando a la estatua? - comentó algo molesto Nathan, mientras agitaba su varita para transformar una de las rocas cercanas a él en un lobo albino de aproximadamente setenta centímetros de alto. El can se paró en sus cuartos traseros y enseñó agresivamente sus dientes en señal de entendimiento a la orden de cesar y esperar que el Weasley le había encomendado.

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La conversación entre la profesora y yo era excelente y muy amena. Estaba terriblemente satisfecha porque alguien me estuviera enseñando aquella asignatura minimizando la idea oficial u oficialista peyorativa. Disfrutaba con su charla sobre los animales.

 

-- ¡Nunca había encontrado a otra persona que tuviera un Basilisco como yo? ¿A qué son criaturas excitantes? -- mis palabras eran acompañadas por un brillo en los ojos y un leve agitar las manos que expresaban el cariño que sentía por mis criaturas del Circo. - El mío se llama Dorotea, aunque es para despistar. Tuvimos un... hum... digamos incidente en el Circo y le cambiamos el nombre inicial, "Terminator". Es largo de contar pero...

 

Soy una lenguaya y hablo por los codos. Es por eso que no me doy cuenta de lo que han dicho los otros hasta segundos más tarde. Paré mi frase y abrí los ojos ante la afirmación que acababa de hacer. ¿Cómo que... magos oscuros...? Empecé a negar con la cabeza ligeramente, aumentando el movimiento.

 

-- No.. No... Yo... Mi Basilisco... Yo no... No soy un mago oscuro. -- Recordé entonces la presencia de mis compañeros de bando y me mordí el labio superior; si ya tenía problemas porque aún muchos no creían en mí, sólo me faltaban estas palabras ante dos AR. Les contemplé para adivinar lo que pensaban y lo repetí: -- Yo no soy un mago oscuro, ¡os lo juro! Sólo... sólo me gustan los basiliscos y otras criaturas.

 

En cierta manera, mi pasado podría traicionarme pero era algo que mantenía en control. Nunca hubiera relacionado convivir con tantas criaturas peligrosas con ser un mago oscuro. Respiré de forma entrecortada. Sólo me faltara que corrieran bulos sobre mi persona. Encima, la profesora Triviani seguía poniendo ejemplos que me hacían palidecer. Me puse la mano en el pecho en señal de juramento.

 

-- Soy Nigromante, conseguí la Vinculación con el Anillo hace tiempo. ¡Pero le juro que nunca en mi vida crearía un ejército de inferis! ¡Es pecaminoso! Soy Sacerdotisa, nunca podría... -- Me faltaban las palabras para poder explicar mis sentimientos en ese momento. Tragué saliva y me volví a girar hacia Nathan y Madeleine. -- ¡Lo juro, no tengo nada que ver con un mago oscuro!

 

Me sentía desolada. Aquella mujer, con un diálogo tan escueto y claro, acababa de desarmarme.

 

-- Terreus ... -- murmuré, despacito, entre dientes. Reaccioné. -- O eso he oído decir. Pero no tiene porque ser magia oscura. Soy sacerdotisa -- Otra mirada hacia los AR. -- Las sacerdotisas somos bue... buenas.

 

¿Lo éramos? ¿Podría asegurar yo al cien por cien que yo era buena? Muchos actos de mi vida pasada negaban esa afirmación. Y los ataques de rabia en los que perdía el control y podía dañar a una persona... ¿Qué nombre tenía? Retrocedí un paso de la profesora, acercándome un poco a mis compañeros, como si esperara que ellos confirmaran que yo era buena.

 

¿Qué había dicho antes? Que no existía lo bueno o malo en la magia sino el uso que le diera.

 

-- Yo soy incapaz de usar la magia por un mal motivo -- ¿era cierto o sólo estaba intentando limpiar mi imagen? Palidecí un poco más. -- Le aseguro que no soy un mago oscuro. Sólo quiero aprender a usar la magia en todos los aspectos para poder elegir como usarla, sin prejuicios pre-concebidos. Y aplicarla de forma correcta.

 

Me sentía infeliz porque siempre pueden haber males entendidos y no, no podía permitir que me tacharan de Mago Oscuro sin defenderme.

 

-- Creo que esa creencia es una bobería. Domino Animales no porque practique la magia oscura con ellos sino porque me he pasado años cuidándoles y usando el Amor, la más poderosa magia conocida. Y soy Nigromante porque puedo permitirme el decidir el devolver la vida a un muerte si la situación lo amerita. Se lo aseguro, soy buena, en la acepción más firme de la palabra.

 

¡Dioses! Nathan acababa de hacer un Morphos. ¿Es que pensaba que podríamos ser atacados en algún momento? Colt parecía no querer seguir peleándose con nosotros. ¿Qué pensaría la profesora Triviani de todo ésto?

 

-- ¿Y por qué se llama Defensa contra las Artes Oscuras si, en el fondo, debiera llamarse Defensa contra los que usan mal la Magia? -- estaba intentando pasar a otra fase de la clase para olvidar que yo, sí, yo, podría ser un mago oscuro sin saberlo.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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La esfera de fuego ardía a su alrededor. Los segundos se consumían como aquellas llamas lo consumirían a él si éste permitía que sus paredes lo alcanzaran. Y tras la angustia de ver qué hacer con sus atacantes, y qué hacer con aquella esfera, sintió como si ella se cerrara cada vez más a su alrededor.

 

No podía negar tampoco que estaba sudando, y que de la roca detrás suyo había empezado a manar el calor que había recibido durante varios instantes de dicha magia de control elemental. Patrick Colt no lo iba a negar, conocía aquella magia y estaba claro que su invocador era otro miembro de la Orden del Fénix.

Otro miembro de la Orden. Frunció el ceño y sus ojos se abrieron como platos de manera involuntaria. La mirada del hombre no podía ser menos amenazante, y tampoco podía dejar de parecer atónita. Estaba ante la cruda realidad: No había exterminado por completo a la Orden del Fénix o, tampoco había logrado que su ideología se extinguiera con ellos y resurgió su legado en nuevas personas.

 

Pero no podía hacer mucho aquella noche. No contaba con ventaja numérica, y el llamado de su tatuaje no sería atendido. A pesar que éste se conservaba tan vivo que su color azabache parecía brillar, no estaba ligado a la Marca Tenebrosa como antes. Y comprendió que debía volver a reanimar lazos antiguos por conveniencia.

 

Sonrió. La estela de humo negro que lo protegía, abrió un pequeño hoyo en la esfera para permitirle salir. Por ahora debía sobrevivir y ser inteligente para enfrentarlos en un futuro, en donde quizás que por su recesión del bando, les daría tiempo de reorganizarse y volver a salir a contener la furia mortífaga.

 

- Les aseguro - les dijo al conglomerado de miembro de la Orden frente a él - nos volveremos a ver, polluelos.

 

Y tras sus palabras, un remolino de tierra se levantó del suelo y tras cubrirlo por completo, desapareció.

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- Pero qué cosa tan fea - El Director estaba muy fastidiado por tener que dar una clase en Durmstrang. Madeleine había decidido abandonar el Claustro de Conocimientos y el rubio sería el encargado de terminar la clase de la mujer pero no esperaba tener que ir a otra escuela de magia y menos a esa. Se negaba a que tuvieran que verlo en el interior de la misma pero no tenía muchas opciones dado que traer los estudiantes de regreso sería mucho más complicado.

 

Así que allí se encontraba y no podía dejar de pensar en lo fea que era. El ruido provocado por los estudiantes más las indicaciones dadas por Madeleine antes de irse lo llevaron hasta el lugar en el que se encontraban aunque encontró menos gente de la que esperaba - Candela, Sagitas, Nathan, ¿alguno me puede explicar en dónde está Colt? - No podría continuar con su clase si no estaban sus alumnos completos aunque Candela parecía tenerlos a todos.

 

- Mientras aparece o decidimos qué hacer. ¿Podrías decirme qué han aprendido de DCAO? - Sus ojos se clavaron en Nathan en busca de una respuesta para saber cómo continuar la clase y qué hacía falta para terminarla adecuadamente. Al parecer se había perdido una discusión pero no le interesaba conocer sobre la misma. Estaba allí para cumplir con sus deberes como Director y no estaba dispuesto a tener que esperar mucho.

 

El Knight deseaba salir de dicha escuela lo antes posible así que tenía que pensar en un giro inesperado para la clase - Puede ser el Bosque Prohibido, Azkaban o una zona muggle cualquiera - Pensaba en el lugar al que los haría trasladar o al menos a Nathan. No sabía si Candela y Sagitas lo deseaban seguir pero seguramente lo harían.

Editado por Niko Uzumaki

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