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Historia y Runas


Orión Yaxley
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Considerando la poca confianza que Apolo sentía con respecto a su desempeño, fue un alivio ver la sonrisa de asentimiento de su profesor. Al menos estaba agarrando la idea, aunque de forma bastante imprecisa. Quizá las runas no eran lo suyo realmente, pero era importante para su investigación conocer como se utilizaban normalmente en magia. Tal vez eso le daría algunas pistas sobre su problema con la Tecnomagia.

 

— ¡No sabia que eso se podía hacer! — musitó mas para si mismo que para el resto de los presentes, viendo como su profesor cambiaba su atuendo por algo mas formal.


Asombrado, se percato solo un momento después de que al parecer iban a seguir su plan. Si lo hubiese reconsiderado no hubiese mencionado lo de disfrazarse, pero la presión le había ganado. Athena, su compañera, no parecía muy clara con respecto a la lectura de runas, y mientras solicitaba nuevas instrucciones en lo que avanzaban por el museo Apolo dedico su tiempo a cambiar su atuendo. O al menos intentarlo.

 

Tratando de recordar, movió su varita de la misma forma en que Orion lo había hecho hacia solo un momento. En vez de la bruma que esperaba que saliera de su varita, solo logro soltar algunas chispas de colores que rebotaron el techo y cayeron sobre el. Estaba claro que no había funcionado, pero agradeció que ni Orion ni Athena se percataran de su fallido primer intento. Se acerco a ambos cuando Orion retomo su explicación, deteniéndose a medio camino.


Fue la segunda opción sobre el uso de las runas la que encontró mas interesante, y que entendió aun menos que la explicación sobre lectura de probabilidades. Si era posible generar magia y potenciarla con el uso de las runas, entonces Apolo esperaba que fuera lo siguiente que enseñara. El silabario de runas, que colgaba inerte de su brazo libre, apenas si tenia información en ese aspecto.


Cuando retomaron su avance, comenzaron a atravesar una sala repleta de maquinaria. Con claros indicios de que se estaban acercando a la zona superior del museo, Apolo intento nuevamente transformar su ropa. Esta vez no salieron chispas, pero se paso a llevar un ojo. Genial, todo un experto en magia. Molesto consigo mismo, y pestañeando rápidamente para aclarar su vista, no se percato hasta el ultimo momento que Athena le estaba pidiendo su libro.

 

Intentando alcanzárselo pese a su ceguera temporal, Apolo pensó que era mejor prestar atención por educación. Se acerco para escucharla, y casi soltó un bufido cuando termino. Se contuvo por educación, pero le alegraba saber que no era el único que no estaba terminando de entender eso de leer el futuro con las runas. ¿Cuando comenzaba la parte donde usaban las runas para potenciar magia? Si a Orion se le ocurría mandarlos a hacer un informe escribiendo en Runas, por los Dioses que el mismo activaría la alarma del museo.

 

Y hablando del museo, Orion solo espero lo suficiente para que Athena le respondiera antes de guiarlos hacia uno de los pasillos con guardias apostados en ambos extremos. Cruzando una rápida mirada con Athena, se percato de que era el único que aun no cambiaba su atuendo. Como parecía imposible que transformara algo de su ropa sin volver a hacerse daño, solo se le ocurrió desilusionarse a sí mismo con un encantamiento reflejante. Si el profesor Orion preguntaba la razón podía mentir y decir que era parte de su propia interpretación de runas. Cualquier cosa sonaba mejor que expresar su incompetencia en magia cuando se trataba de Transformaciones.


Escucho ruid... ¡UGH! ¡Aun estoy en la puerta! — susurró hacia Athena, adelantando rápidamente a su profesor al sentir que la chica le pisaba los talones. — ¿Eso es música? ¿No debería estar cerrado el museo a esta hora?


En el ambiente sonaba una ligera pieza de música clásica y una que otra risa ahogada por las puertas dobles al final del pasillo. Le hecho un vistazo a su compañera y a su profesor y recordó que no podían verle la cara, y susurro que avanzaría primero por el pasillo para averiguar que pasaba. Tal vez si mostraba algo de iniciativa ayudaría un poco a su calificación, aunque si esto no fuera una clase Apolo ya habría aturdido a medio museo, conseguido las dichosas tablas y habría salido campante por la puerta principal. Tal vez podía arrojarle las runas al vidrio que de seguro las contenía.


Ahora, una recomendación importante. Cuando se trate del Callejón Diagon o de una mansión en Ottery Saint Catchpole, intentar desilusionarse es totalmente inútil. Cualquier mago lo suficientemente experimentado puede ver la silueta del brillo mágico que dejas al pasar. En un museo nomag lleno de guardias nomag, Apolo prácticamente podía ir saltando de dos en dos y pasar a empujar el gorro de uno de los guardias en el proceso. Cuando este se volteo al escuchar sus pasos amortiguados en la alfombra, y sin entender lo que pasaba realmente, desapareció por un pasillo lateral seguido de algunos compañeros. En menos de dos segundos Apolo se hallaba frente a las puertas dobles, agitando la mano para señalarle el camino libre a Orion y a Athena.


Ehhh... creo que tenemos un problema un poco mayor que los guardias — soltó Apolo cuando Orion y Athena lo alcanzaron. — ¿Están celebrando algo? — preguntó entreabriendo la puerta, para dejar paso al murmullo de conversaciones y música.

Editado por Apolo Granger

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—Lo... ¿siento? —Susurró hasta donde se suponía estaba Apolo, le costó distinguir que estaba desilusionado. Lo más probable es que lo consiguiese al ser ella bastante diestra en el Libro de la Fortaleza que traía un hechizo similar. —¿Por qué solo no te cambiaste ropa? Es sencillo. —Le murmuró.

 

A ella le dio tiempo de ponerse un atuendo un tanto más formal, como para la ocasión. Aunque todavía seguía ignorando cuál era la actividad que se estaba desarrollando arriba. Lo más probable es que solo fuera un grupo de personas y un par de guardias, sí, o sea no había otra explicación. Todavía le seguía preocupando eso de tener que tomar las tablas de Runas pero tenía asumido que las iban a devolver después, solo iban a ser objeto de estudios y nada más, así las personas presentes no las echarían en falta más de lo necesario.

 

Rouvás también lograba escuchar la música que parecía estar compuesta por el sonido de un violín y un piano, al menos esos dos instrumentos se distinguían con más facilidad. Eso bajo las risas y las voces (que les llegaban como murmullos lejanos) de muchas personas. De hecho, ahora que prestaba atención eran varias las conversaciones entabladas a la vez y las voces se mezclaban entre hombres y mujeres. ¿Cuántas personas había de verdad en aquel lugar? ¿De verdad el profesor tenía bien planeado todo este movimiento?

 

Su compañero se decidió a ir primero ¿qué rayos estaba planeando? Se golpeó la frente con la palma al ver lo que hacía con el guardia.

 

—No lo puedo creer...

 

Apolo volvió al lado de ambos anunciando que tenían aún más problemas que enfrentar. ¡Por todos los Dioses! A esas alturas ella ya solo quería sacar las benditas tablas, aprender todo lo que pudiese, regresarlas y marcharse de allí. Esas personas no tenían nada que ver con la magia, y estaban demasiado cerca de exponerse, más con Apolo desilusinado por ahí, esperaba que el efecto del hechizo no se le fuera a pasar.

 

—Bueno, es una especie de museo y seguramente hay alguna exhibición o algo así, de lo contrario toda esta gente no estaría presente. A los muggles le gusta hacer este tipo de cosas... —Si alguien la veía seguro pensaba que estaba hablando sola. —¿Qué haremos? ¿Nos acercamos de todas maneras? No creo que sea demasiado seguro pasar por todos ellos, podríamos llamar la atención. —Tal vez había otra manera de acercarse sin que las personas sospecharan sus interés por las tablas de Runas.

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Ocupado espiando a la gente que se movía en el interior del Salón principal, Apolo no entendió lo que dijo Athena en un principio. Cruzándose de brazos, pensó que la idea de que estuvieran celebrando algo y hubieran decidido usar el museo como sede no sonaba tan descabellado. Abrió mas las puertas y dándose cuenta de que tenia razón, hizo una mueca que nadie pudo ver; pese que a los nomag podían tener tanta opulencia los magos podían ser aun peores cuando de gastar dinero se trataba.

 

Yo no llamo la atención — soltó Apolo echándose un vistazo, todo seguía en orden. — Si no me equivoco son... ¿esas? No, esas se ven egipcias. ¿Buscamos algo nórdico? Ahh, ahí, ¡en la tarima!

 

No se molesto en apuntar, ya que no estaba seguro de que tan bien se distinguía del fondo. El salón, lleno de personas vestidas de gala, disfrutaban de una agradable noche de música y conversaciones. Al parecen estaban en el museo de Londres, lo cual era bastante bueno: Habia venido anteriormente, así que sabia donde estaba la entra principal, o mas bien la salida. Puestos en exhibición diversos artefactos decoraban la sala, aunque pocos de los presentes les prestaban atención realmente. Del otro lado de la sala, entre mesas de catering y ajustados trajes elegantes una tabla repleta completamente de runas estaba puesta como atractivo principal.

 

¿Puedes cubrirme cierto? — le espetó a Athena soltándole una sonrisa condescendiente (que no logro verse) — Solo iré y la tomare y podemos tomarle fotos o algo.

 

Rodó los ojos y cruzo las puertas dobles entrando al salón. Ya que los nomag no lo veían cruzo el salón avanzando rápidamente y esquivando uno que otro mesero. El único problema que tuvo fue una enorme señora gorda que intento cruzar al mismo tiempo que el, que lo hizo patinar para esquivarla y atravesar una de las mesas por debajo. En unos momentos ya se encontraba junto a la tarima. Pan comido, ahora solo había que estirarse un poco y...

 

La tabilla brillo de un rojo brillante, aunque solo fue por un momento. Al siguiente, mientras Apolo ponía sus manos sobre la tablilla de runas, el encantamiento desvanecedor que lo ocultaba se deshizo. Cuando vio su mano y sus brazos volver a aparecer se dio cuenta de que algo había ocurrido. ¿Habia sido la tablilla? Sus encantamientos normalmente no fallaban, pero no tenia tiempo para pensarlo demasiado. Bajo de la tarima con rapidez y se oculto detrás de un pilar. Tenia que actuar rápido; esperaba que Athena lo estuviera viendo.

 

Depulso... — susurró dejando la tabla en el suelo.

Se arrepintió de hacerlo apenas vio como la tabla patinaba soltando un furioso brillo rojo que fue increíble que nadie viera. La tablilla estaba reaccionando mal y el encantamiento expulsor que había lanzado Apolo se magnifico empujando la tabla en todas direcciones hasta pasar por debajo de un enorme mantel y chocar con una mesa, que boto todo su contenido con la sacudida que dio.

 

Asustado, le echo un vistazo a Athena y luego se oculto. La gente alarmada trato de ver que estaba ocurriendo, mientras los meseros se apresuraban a recoger todo. Apolo se dio un golpe en la frente: la tablilla termino oculta bajo la mesa a escasa distancia de la entrada, pero había causado alarma y ahora toda la gente le prestaba atención al lugar. Todo lo que se le ocurrió fue quedarse detrás de la columna y esperar que pasara el peligro.

 

Definitivamente no estaba vestido para la ocasión, y si alguien lo descubría pensarían que se había colado a la fiesta de seguro. Solo esperaba que a su compañera se le ocurriera algo.

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Orión había quedado satisfecho con la lectura de Athena. Ciertamente, la única forma en que uno podía mejorar en el arte de la lectura de runas es practicando e interpretando. Las nociones de contexto e intención en el momento de la consulta cambiaban constantemente entonces no era un factor común. El simple hecho de las inconsistencias entre la lectura y los sucesos a desarrollarse implicaban en sí mismo el crecimiento del conocimientos.

 

Cuestiones teóricas a un lado, sus alumnos eran lo que uno diría… proactivos.

 

El mortífago pensaba que él iba a ser la primera persona en meterse en problemas, considerando el hecho que eventos públicos de alto calibre social no era uno de sus pasatiempos favoritos. Ni usar esos trajes apretados. Ni tener que aparentar. Ya tenía suficiente con no realizar magia oscura frente a sus alumnos. Suspirar fue uno de los escapes a sus tensiones.

 

Es que, durante el desarrollo de la clase, él se dedicó a seguirlos a los dos, quienes habían realizado acciones bastante acertadas. La sala de máquinas, los depósitos preparados y todos los guardias habían quedado atrás. No sweat. Estaban enteros, estaban seguros. El problema, ahora, era conseguir las tablas y que nadie saliera herido, y si es que alguien ocasionara algún problema, los vivos deberían ser ellos.

 

- ¡Apolo! ¡Espera! –quiso gritar entre dientes, pero toda la situación se desenvolvía frente a sus ojos.

 

Los muggles se percataron de las piezas fuera de lugar. Todo lo que era un evento social, con música clásica, mesas llenas de snacks desconocidos para ellos, pinturas y artefactos de antiguas civilizaciones muggles –o mágicas, claro está–; fue poco a poco perdiendo la coherencia. Los meseros estaban nerviosos, pero no más que Orión, que estaba rojo y con los ojos como platos.

 

De uno de sus bolsillos sacó un frasquito de pétalos de pensamiento. Si hubiese estado solo, ya estaría incendiando todo con un fuego maldito, pero tendría que manejar las cosas lo más… humanamente posible. Rogaba que fuera la mejor forma de encarar el asunto. Puso un puñado de los pétalos en su otra mano y guardó rápidamente el frasco.

 

Estiró la mano y tomó a Athena para acercarla.

 

- Intenta acercarte a Apolo y tápense la nariz si no quieren alucinar.

 

La soltó, esperando que su plan improvisado tomara forma suficiente. Entre tanta conmoción, y tras dos pasos, llegó a una de las mesas que tenía un mechero con un fondue de chocolate. Tomó las mangas de la cacerola con un trapo que tenía cerca para no quemarse y colocó los pétalos que fue molieno en un platito de cerámica que puso al fuego. Se tapó la nariz con una manga antes de que pudiera sentir el intenso perfume que se desprendía de la esencia de pensamiento.

 

Orión sabía que las tablas tenían el poder que ya Apolo había podido observar. No era una anulación per sé de la magia, sino de identificación. Lo que sucedía era que las tablas no estaban identificadas por parte del mago y por lo tanto, fallaba cualquier tipo de manipulación intencional. Difícil, pero era uno de los más antiguos hechizos de protección. La idea, después de todo, era que no podías avanzar sin antes descubrir.

 

Los muggles ya empezaban a babearse y chocarse entre sí. La música iba tornándose un tanto psicodélica por la descoordinación de los músicos y los mozos no podían sostener ni sus propios cuerpos. Fue haciéndose lugar entre cada uno de ellos.

La magia por runas es una performativa. Esto es un concepto fácil de aprender en el momento en el que se practica. Cuando uno dice algo, lo afirma. Lo re-afirma. Y eso cobra fuerza. El lenguaje rúnico en sí es mágico y por eso mismo, por la misma intención de creación, los hechizos que nacen desde esa lógica, cobran fuerza. Pero son antiguos. Son conceptos. Tiene una función utilitarista, pero que a su vez se desenvolvía con el tiempo.

 

Unos guardias que recién estaban entrando al recinto por tanta conmoción, tomaron por la espalda al mago de ojos azules. Era el único que no estaba alucinando y por lo tanto, sospechoso. Los pétalos no estaban tan concentrados como para inducir a la muerte y por eso, los efectos ya estaban disipándose.

 

- ¡Descubran lo que dice la tabla y están aprobados! –gritó antes de que le pusieran las esposas.

 

Efectivamente, entre los dos deberían enunciar las runas necesarias de identificación. ¿Los guardias? Él, por su parte, ya se haría cargo.

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—Pero, ¿qué es lo que piensas...?

 

Iba a protestar, si ¿cómo no? Solo que se fijó que Orión tenía algo en las manos. Parecían algo así como hojas de una planta, como la mano estaba empuñada no logró distinguir con seguridad que era. No le quedaba otra que confiar en su plan, que ojalá no fuese demasiado improvisado porque se iban a meter en más líos. En fin, su tarea era acercarse hasta donde estaba Apolo y pasar el mensaje de ponerse a resguardo así que se movilizó lo más rápido que las piernas -y la gente en medio del camino- le permitieron. Lo vio esconderse detrás de un pilar minutos atrás... ¡Rayos! Tendría que rodear un poco porque no recordaba el exacto con tanto ajetreo.

 

Los dos primeros que revisó no tenían ni señales de Granger. A esas alturas Athena ya tenía bien cubierta la nariz y la boca para evitar el aroma de los pétalos. Al fin lo encontró y se apresuró a obligarle a que se cubriera también con la manga de su brazo libre.

 

—Cúbrete... —Seguro él no entendía lo que Rouvás estaba intentando, y aparte su voz se escuchaba más despacio. —Uish, que porfiado. Solo mira alrededor —Le hizo una seña con la cabeza para que mirara a los presentes. —No se que demonios está usando pero los está atontando, si lo respiras también sentirás lo efectos.... ¡Que te tapes la nariz!

 

Cuando por fin logró convencerlo vino la siguiente parte.

 

—Ok, vi que las tablas saltaron bajo una mesa, tenemos que encontrarlas rápido y descifrarlas antes de que todos vuelvan a la normalidad, que no creo que tarden tanto... y buscaré por este lado —Señaló hacia su derecha. Habían dos mesas por esa zona. —Tu, por del contrario ¿vale? —No esperó su aprobación, solo se fue por donde había planeado.

 

Volvió a apurar el paso hacia la mesa más cercana en donde levantó algo el largo mantel blanco pero abajo no había nada. Se dirigió a la siguiente y allí tampoco. Intentó hacer memoria de cómo vio la escena, aunque desde otra perspectiva; algunas personas ya se movían más lúcidas, necesitaban darse prisa. Dio un par de pasos recordando la ubicación de cada quien hasta que se fijó en la mesa donde brillaban unas cosas frente suyo ¡Esa era! Llamó a Granger para que también tuviese oportunidad también de hacer su interpretación ¡Bingo!

 

Levantó la vista unos segundos y vio que Yaxley era medio tomado como responsable por los guardias que quién sabe de donde aparecieron. Eso les daría algo de tiempo para intentar descifrar las Runas.

 

—¿Ese es Ansuz, no? Reconozco también a Gebo y a Hagalaz. —Se quedó pensativa unos segundos. —Algo así como asociarse con los demás para tomar consciencia sobre lo que sucede. Un mensaje enviado por lo Divino, o en este caso por la antigüedad de las Runas. Tal vez tiene que ver con lo sucede entre los magos desde hace mucho tiempo, esto de que existan grupos en vez de que haya unión. Bueno... eso creo. —Era Ansuz quien le hacía dudar de si ese era el mensaje correcto.

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Apolo no quería echar un vistazo a lo que ocurría por miedo a que lo descubrieran, pero algo extraño estaba pasando en el ambiente. O el estaba sufriendo un efecto adverso por haber agarrado la tabla. ¿Que demonios era esa cosa y por que estaba reaccionado tan mal a la magia? ¿Y que con ese olor dulzón que se estaba empezando a notar con mas fuerte? Era chocolate con algo mas... pero no tenia claro que era. Sacando la cabeza solo un momento se sobresalto al ver aparecer a Athena, quien se abalanzo sobre el.


Pese a forcejear un momento y sin entender nada, Apolo hizo lo que le dijo. Tapándose la nariz con la manga de su camisa le echo un vistazo al salón. El lugar era un completo caos, y le preocupaba pensar que si respiraba mas de la cuenta terminaría igual que todos los nomag del museo. Todo lo que hizo fue asentir mientras Athena le explicaba el nuevo plan y salia disparada en dirección contraria. Se saco la mochila y patino hasta terminar bajo una de las mesas. Nada. ¿Donde había caído?


Tratando de respirar lo menos posible se lanzo hacia la siguiente mesa. No estaba poniendo todo el empeño en encontrarla realmente; le preocupaba enormemente respirar algo de lo que había en el ambiente, y la música discorde del lugar solo lo estaba asustando mas. Necesitaba espabilar un poco, o salir del museo. Si encontraban las tablas seria lo primero que le pediría a Athena; la situación ya era un desastre por si sola. Y hablando de ella, pudo escuchar un grito claro de su nombre entre todo el ruido, por lo que se apresuro a alcanzarla.


No tenia claro donde estaba su profesor en todo el asunto, pero el distintivo forcejeo de unos guardias le hizo girar la cabeza antes de ver al profesor Orion ser apresado por los guardias. Al momento siguiente estaba siendo tirado por Athena al suelo para ponerse a cubierto y leer la tabla detrás de una mesa. Hojeaba el libro intentando traducir las runas de una en una, pero Apolo no acababa de entender lo que decía. Seria el maldito olor que lo estaba confundiendo. Tenían que salir de allí.


¡Acá no vamos a resolver nada! — susurró con fuerza. — Salgamos de aquí, y llevémonos esta cosa. Necesito aire limpio o me voy a volver grogi.


Señalo con la cabeza a los nomag que se habían empezado a golpear con la cabeza, y luego a la entrada principal que tenia ambas puertas abiertas. Afuera la noche londinense los esperaba, suponiendo que nadie se percatara de dos personas saliendo a toda velocidad. Mientras una de las manos seguía tapando su nariz, la otra sujeto la tabla de piedra e intento levantarla. No se atrevía a usar magia sobre ella, así que instó a Athena a que le ayudara.


Vamos a necesitar ambas manos. A la cuenta de tres aguantamos la respiración y echamos a correr. — espetó viendo como esta se levantaba con mucha mas gracia que él. — ¿Lista? Uno, dos, tres!


Y se lanzaron por el medio del salón. Pese a que Athena era mas atlética y rápida que él, compartir el peso de la tabla los hizo mantener la misma velocidad. No tuvieron problemas para atravesar el lugar con todos los nomag alucinando, pero el problema fue justo antes de cruzar las puertas de la entrada. Apolo resbalo con algún liquido de las mesas y salio despedido hacia atrás por el impulso, golpeando la tabla contra el suelo y llevándose a Athena consigo.


¡CRACK!


Lo siguiente que vio fue una explosión de luz azul extremadamente potente y él rodando por las escaleras principales aterrizando en la calle con tablilla y todo. La sacudida hizo que le doliera todo, y quejándose tardo unos momentos en incorporarse. Lo primero que hizo fue buscar la tabla, y se le cayo el alma a los pies cuando vio lo que había a sus pies: Producto del golpe se había fragmentado en dos, y él se había quedado con uno de los pedazos en el proceso.


Pese a que el fragmento de la tabla ya no soltaba luz, hubiera jurado que un momento había brillado con suficiente fulgor para enseguecerlo. Sea lo que fuera cosa le había dado una sacudida de los mil demonios. El ruido había activado las sirenas de alarma del museo y se podía escuchar los aspersores de incendio ser activados. Tardo un momento en hilar sus ideas y luego recordó a su compañera. No podía ver nada por el apagón que había causado la explosión y que había acabado con la luz de las calles.


— ¿Athena? ¡Athena! — preguntó asustado, incorporándose y sintiendo un dolor agudo en el brazo que había amortiguado. — Por los Dioses que desastre...

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Se había desmayado.

 

¿Quizás por el olor? ¿Por no haber desayunado? Quién sabía, lo único que importaba era que se había desmayado y el tiempo avanzó sin esperarle. Como Orión y el resto de alumnos, que aparecieron e ignoraron al profesor de Historia de la Magia.

 

Se encogió de hombros. Sabía cómo contactar de inmediato a Amelie sin demorarse ni un segundo más. Evocó con sus manos un papel de papiro, tras haberse limpiado de la caída provocada por el desmayo. Afortunadamente no se había impregnado de aquel olor a cloaca que le rodeaba, ni tampoco se había mojado las prendas con aquellas aguas fecales que, sinceramente, le harían vomitar pronto si prolongaba la jornada allí dentro.

 

- Veamos, algo rápido. - habló solo.

 

Comenzó a escribir con estilizada caligrafía sobre el pergamino, unas palabras que de manera clara y concisa expresarían la necesidad y el deseo de verla pronto en aquellas mismas cloacas. Una vez se reuniesen continuarían con el plan fallido inicialmente.

 

Además, también había expresado que trajese consigo un arco, pues sería parte de la prueba que le impondría. Había sido todo tan rápido que fue lo primero que se le ocurrió como profesor de Historia de la Magia, aunque no tuviese mucho qué ver con la clase que tenía pensada.

 

- Espero que no se retrase en exceso, tenemos muy pocas horas para dar por terminadas las clases antes de que nos regañen tanto a ella como a mí...

 

Ató a la pata de su lechuza de color grisáceo aquel mensaje y se limitó a esperar viendo cómo el ave se perdía en las oscuridad. Se sentó en una de las pocas esquinas limpias que quedaban del sitio y hundió la cabeza entre sus rodillas.

 

Qué aburrimiento. Y qué olor.

 

Odiaba esperar.

 

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La vampiresa no veía por ninguna parte al profesor y ya se estaba preocupando acaso no se daría la clase y tendría que volver a anotarse otra vez mas para cursarla pero y si s equivoco de lugar y ese no era el lugar en el que el profesor le dijo que daría la clase pero estaba casi segura que era ahí pero mientras estaba con su pensamientos pensando donde podían encontrarse el profesor de historia de la magia ve volar hacia su posición una lechuza de color grisáceo con una nota y cuando la lechuza llega su lado recibe la nota y acaricia el pelaje del ave.


Al abrir la nota y ver su contenido descubre que era de Nathaniel Malfoy el profesor de historia de la magia y que le pedí que se encontrara con él , en las cloacas y qué lugar más extraño para dar una clase sin mencionar el olor asqueroso que habría en ese lugar pero otra de las cosas que pedía que llevara era una arco y bueno un accio de su varita aparece una arco.


La verdad la vampira no quería presentarse en ese lugar pero si quería aprobar esa clase debía presentarse aunque tuviera que aguantarse un olor nauseabundo y bueno caminando llega y baja por las alcantarillas y al poner un solo pie en ese oscuro daban ganas de vomitar con solo sentir el olor y sigue caminando hasta encontrarse en el lugar donde se encontraba el profesor


- Traje el arco que pidió mientras me tapaba la nariz por el olor


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Salió de su ensimismamiento.

 

Amelie había llegado y, con ella, el profesor de Historia de la Magia desconectó el hilo de pensamientos en el que había estado durante los últimos veinte o treinta minutos. Había perdido las ganas de respirar por culpa de aquella cloaca y sus inmediaciones. También las ganas de dar la clase. Y DE COMER.

 

Se incorporó lentamente, al escuchar las palabras de la muchacha. Ayudó a su cuerpo con las manos sobre la húmeda pared y, cuando por fin estaba totalmente de pie, sacudió la ropa con las mismas manos que había manchado hacía unos segundos. Lógico. No.

 

- Buenas, me alegra que hayas traído lo que te pedí. Vamos, no hay tiempo que perder... - masculló mientras echaba a andar por el único camino posible que, era lógicamente, el que estaba tras ellos y aquella pared que le sirvió de apoyo momentáneo.

 

- Lumos.

 

Había dirigido la orden a la varita que se encargó de proporcionar luz al oscuro camino el cual parecía un túnel sin salida. A su izquierda yacía una masa de aguas fecales constituyendo una especie de riachuelo. Sí, era el autor de aquel imparable y voraz olor; el causante de las náuseas de los allí presentes.

 

- Sígueme, haga lo que haga.

 

La voz del ex-Nigromante había sido la que rompió un silencio prolongado en el que sólo el sonido ambiental fraguaba el lugar. Pasos, gotas cayendo contra una superficie rocosa de adoquines rudimentarios, el agua moviéndose, alguna rata paseándose y el constante ulular de moscas, mosquitos y demás insectos deplorables. Sin más dilación, cuando hubo llegado al punto que él deseaba, se lanzó al agua. Sí, al agua fecal. Salpicó una notable cantidad de piedras y se sumergió al interior del riachuelo que, desde fuera, parecía no cubrir más que hasta la cintura y que, sin embargo, estaba encantado previamente por el profesor para contener una profundidad desmesurada. Echó a nadar, ayudándose de brazos y manos y tratando de no perder la concentración en su administración pulmonar. Tenía que ser rápido; aunque sin cansarse en exceso o no sería capaz de bucear lo suficiente. Llegó a una especie de banco de pirañas que custodiaban lo que parecía unas rejas submarinas.

 

- Pgehgabv -

 

Había tratado lanzar un hechizo verbal que no llegó a buen puerto. Tras haber sentido vergüenza de aquella situación, pensó una invocación que le ayudó a dispersar aquellos peces asesinos y con celeridad se introdujo en las rejas, las cuales rompió con un ademán de varita. Le seguía su alumna, también lidiando con la falta de respiración. Una especie de tubo alargado que podría albergar las dimensiones de un tobogán de niños muggles pero cerrado del todo en forma cilíndrica, les condujo a una sala con una piscina central.

 

- Ahh... Ufff... - respiró, sacando la cabeza hacia fuera.

 

No contaba él con que unas especies de dianas estuvieran colgadas en una sala completamente simétrica. Era cuadrada y repleta de espejos. Veían todo lo que se reflejaba multiplicado por cuatro paredes. Se veían a ellos mismos, respirando en el cuadrado de piscina, en una sala que sólo tenía paredes de espejos, una piscina central y tres dianas colgando del techo y que casi podían tocar con las manos desde el suelo. Una repisa de mármol rodeaba la piscina, a donde se acercó Malfoy para salir del agua.

 

- ¿Ideas?

 

 

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La vampira estaba esperando que el profe dieran las instrucciones porque la verdad estaba intrigada de que sería la clase y porque estaba en unas cloacas con un olor asqueroso pero también le intrigaba el porqué le había pedido que trajera un arco , tal vez la historia sobre ese deporte pero no sabría hasta que el profesor se lo dijera pero lo primero que le pide es que lo siga haga lo haga


Caminan por un camino y la vampira lo sigue mientras contenía la respiración pero luego ve que se tira a esa masa de aguas fecales y el rostro de la vampira era de puro asco al saber que debía zambullirse en esas asquerosas y que parecía que no era profundo pero cuando se sumerge era más profundo de lo que pensaba sin respira nada por esas aguas fecales deseando llegar a ese lugar pero sobre todo pensando que lo primero que haría cuando llegara a la mansión Black Lestrange sería darse una ducha de al menos unas cuantas horas para sacar que olor a cloaca

.

Aguatando la respiración no se sabe por cuánto tiempo ve como profesor sale de ese riachuelo asqueroso y aparece una especie de tubo alargado y cuando salen de él se introduce en una sala simétrica y donde había dianas colgadas ideal para practicar tiro al blanco , la vampira llevaba su arco colgado esperando instrucciones ya que era un deporte que se le daba bien lo había practicado en su vida siendo humana.


- Que hacemos aquí , vamos a practicar tiro al blanco y contar la historia de ese deporte


Y la vampira prepara su arco con flecha apunta hacia unos de las dianas para darle justo en el centro pero cuando la flecha da en su destino mira atentamente porque no sabía si las dianas estarían encantadas y pasaría algo




Editado por Amelie Black Lestrange

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