Vs. Heliké Rambaldi

[Arya Macnair]

Había prometido un entrenamiento aun y cuando no se llevaban del todo bien. No recordaría con exactitud el motivo por el que Heliké era considerada en su mente persona no grata más lo único que acudía a su mente tras devanarse los sesos era la clase para la obtención de aquel último libro que poseía, el libro del equilibrio, donde de no ser por su astucia y la costumbre de hacer absolutamente todo sola no habría aprobado. Recordaba el grupo que se hubo armado quedando ella completamente fuera, era inaudito, hasta la sabía soberbia y engreída, pero quizás las primeras impresiones no debería de servir para juzgar a alguien.

 

Ahora que resultaban ser compañeras de bando sería mejor guardar las apariencias y sonreír, quizás incluso la mujer le obsequiaba una enorme sorpresa con cambio de personalidad. Era seguro que no recordaría su rostro ni el hecho de que le había "salvado la vida" así que no utilizaría aquello a su favor, después de todo Matt había permanecido a su lado mientras que la pelirroja acudía hacia las demás víctimas. —Aquí será ideal— pensó mientras la brisa cálida de verano acariciaba sus mejillas pálidas, se encontraba en La Fortaleza.

 

En realidad era una especie de sala cambiante que personalmente había acondicionado para que se asemejara a un sitio similar para las dos, así que el suelo era pedregoso, a su espalda se alzaba un castillo en ruinas completamente ennegrecido como su amado Dragonstone y a su derecha, a varios metros de resguardo, un abismo que haría cenizas los huesos de cualquiera que cayese por allí.

 

Todo era rocas y árboles caídos, tan podridos como el cuerpo de un muerto. No existía vegetación y el cielo, a pesar de la temporada, se encontraba completamente gris, tal vez el humor de Macnair influyese en la creación del espacio de entrenamiento, pero esperaba que no lo hiciera con su capacidad de duelo, así que encendiendo uno de sus viejos vicios y dando una suave calada, aguardó; varita en mano.

 

Como había prometido emplear los libros de cada una portaba en su muñeca una pulsera encantada con cada sortija del pequeño tamaño de un dije delicado, la fría daga en su tobillo derecho y el collar ambarino escondido en su pecho, moviéndose al ritmo de su corazón. Luego simplemente vistió unas botas de montar altas hasta las rodillas, perfectas para el suelo bajo sus pies, unos vaqueros finos con las rodillas rasgadas y una camisa abotonada hasta el naciente de su pecho; el cabello ya no era algo que le molestase debido a que lo llevaba corto muy por encima de los hombros.

 

Un efímero chasquido le informó que ya no estaba sola y sonrió de lado, sus ojos color esmeralda brillaron con frialdad y llevando una mano al cordón de su cuello extrajo un pequeño frasco, así como apuntó a la recién llegada con su varita y sin abrir la boca.

 

—Arena de Hechicero

 

El aire se nubló por completo más ella podía ver perfectamente, esquirlas de huesos centellearon impactando de lleno en los ojos de Heliké y cegándola de un momento a otro, de ésta manera, ambas brujas quedaron a una distancia de ocho metros de frente y a cuatro metros del abismo.