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Pociones & Runas Antiguas


Tauro M.
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Patrick Colt
Bridget Wenlock
Nathaniel Malfoy

&

Runas Antiguas
Leah Ivashkov
Yekaterina Zamolódchikova
Ariel Aries Bra Yaxley
Jank Dayne

 


Todo indicaba que sería una tarde lluviosa, lo cual afectaba un poco los planes que había ideado para su siguiente clase de Pociones, aun así ni el barro ni la tormenta harían que esta Mortifaga echara sus planes atrás, en cambio contribuiría a que pudiera ver hasta qué punto estaban dispuestos a llegar los nuevos aprendices con tal de adquirir el conocimiento. Ninguno de ellos era un novato en el tema, lo que le ahorraría un par de explicaciones que nunca estaban demás, pero que le quitaban tiempo para hacer lo verdaderamente importante que era la elaboración y preparación de las pociones.

Días antes, una lechuza gris prestada por la Universidad fue la encargada de llevar a los estudiantes el siguiente mensaje:


En el primer día del mes de Agosto dará inicio nuestra clase, los estaré esperando en una pequeña cabaña ubicada en medio del Amazonas, por lo que les recomiendo que salgan lo más pronto posible para así poder llegar a tiempo. Cuentan con exactamente 3 días para presentarse, no se admiten trasladores.

La única señal que tendrán será el humo que salga de la cabaña donde los estaré esperando con delicioso café del país de Colombia y bocadillos. Les espera un largo viaje, traigan ropa cómoda, cuidado con los animales que habitan en la selva, jamás lo subestimen.

También quiero que consideren algo mientras vienen en camino, tengan en mente alguna poción y asegúrense de que en su trayecto hasta aquí recolecten ingredientes que vayan encontrando y que crean que les servirán. Tengan cuidado con lo que los rodea y la forma en cómo tratan la flora y fauna, a veces puede ser muy engañosa.

PD: Existe la posibilidad de que coincidan con estudiantes de Runas Antiguas, de hacerlo les recomiendo que trabajen juntos, únicamente ellos tienen una hoja de runas que servirá de apoyo para saber si van por el sendero correcto.


Hoja de runas.

Firma:
Taurogirl Lavigne



No era una nota muy específica, prácticamente les decía que encontraran un modo de llegar no sólo a un nuevo continente, sino que además debían ubicar el sitio de reunión por sus propios medios. Por años escuchó que a los estudiantes les molestaba tener que permanecer en un aula de clases y ahora que Tauro tenía la libertad de hacer lo que quisiera, lo aprovecharía. Por supuesto que ella si usó un traslador, por lo que tuvo tiempo suficiente para encender la chimenea y preparar un poco de café como los habitantes que vivían cerca de allí le habían enseñado. Se decía que aun habían tribus indígenas, pero hasta el momento ella no había visto ninguna.

Tenía que manejar dos clases al tiempo, pero el lugar se prestaba para llevar a cubrir ambos conocimientos. Si bien los de Runas no estaban allí por las pociones, de igual manera colaborarían con la recolección de los ingredientes. Trabajar juntos sería la clave para dar con la vivienda y contrario a lo que pudieran pensar, que ellos tendrían la ventaja al poseer una hoja de runas, los estudiantes de pociones eran los únicos que habían recibido una descripción específica de la cabaña y sus alrededores. Entonces un grupo sabía cómo podía llegar y el otro anticipar por medio de la lectura de símbolos el peligro qué podrían encontrar en el camino, de todos modos la naturaleza siempre actuaba de manera impredecible y ninguno estaba exento de perderse. Sólo el buen trato con la flora y fauna garantizarían su supervivencia dentro de la selva.

Editado por Taurogirl Lavigne

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Usar el portal del libro del Druida no era un Traslador, ¿o sí?

 

Tauro estaría en desacuerdo con su lógica, sin embargo, no tenía ninguna intención de viajar de forma muggle o en escoba. Primero porque le daba asco, segundo porque al temerle a las alturas nunca se había molestado en aprender a montar una. Así que, esperando que su mujer no se hubiera tomado la molestia de hacer protecciones anti-aparición en el lugar del Amazonas, esperó al día indicado y tal como decía las indicaciones, salió del portal en Latinoamérica lista para enfrentar a selva. O, más bien, para conocer la selva.

 

Pero no iba sola. Al tanto de que debían trabajar en equipo y que no era muy buena con las relaciones sociales, decidió llevar consigo al pelirrojo que la había retado a un duelo por conocimiento. Le agradaba, bastante para haberse atrevido a alzar su varita en su contra, aunque quizás ese era el verdadero motivo por el que le agradaba. Ella y @@Nathaniel Malfoy parecían tener una amistad por delante, por encima de la rudeza de los tratos mortífagos.

 

—Tenía la esperanza de que fuera menos, uhm —hizo una pausa—, diverso.

 

Era la primera vez en toda su vida que estaba en un lugar así y por lo que iba viendo, también sería la última. No tenía nada en contra de la naturaleza, ni con los animales, tenía algo contra la plaga y la variedad enorme de bichos que había por doquier. Definitivamente, no era un lugar al que iría por gusto. Había tenido la suerte de ponerse un pantalón largo, pero no había tenido la misma suerte con la blusa. Cuando llegara a la cabaña no sería más que un cúmulo de lo que los mosquitos habían dejado. Sacudió una nube de ellos con exasperación y buscó en los bolsillos hasta dar con las runas que le habían anexado.

 

—Veamos... —había logrado ubicar el lugar ideal con un poco de tiempo y un mapa, que estaba pegado tras las runas, ahora le tocaba ubicar la cabaña—. So... Sowelu.

 

El sol al final del camino. ¿Al este?

 

—Oriéntame —indicó a su varita, que automáticamente giró sobre su palma y señaló con la punta al lugar que debían ir.

 

Sowelu, Raido. Según eso, podía deducir que únicamente debía seguir el camino. Sus botas de vez en cuando se hundían en el lodo y en otros momentos se enredaban en las raíces de los altos árboles del Amazonas, amenazando con hacerla caer, pero no se detuvo en ningún momento. Posiblemente porque temía desangrarse a costa de los mosquitos. Lo que no entendía a cierto punto, era "Teiwaz". ¿Para qué iba a necesitar una fuerza guerrera si no era para no llamar la atención de predadores al intentar acabar con toda la plaga del mundo? La respuesta llegó de golpe, literalmente. Si no era un Wampus, estaba cercano a ser un felino mágico de la misma familia y sin muchos miramientos, mientras ella se las arreglaba para sólo mirar el mapa, logro darle un golpe brutal que la lanzó a un lado.

 

Eso no era un Wampus, no podía serlo ahí, ¿no? Ella había recibido la mayor parte del impacto y por ende, era la que había caído a un lado con la bestia intentando casi con desesperación asesinarla. Por suerte Nathaniel estaba cerca para ayudarla, al menos antes de que lograra hacerlo en realidad. Mientras tanto, Ivashkov intentaba huir de las fauces del felino sin mucho éxito más que el necesario, logrando esquivar la mayor parte de los ataques. La varita había caído a un lado y no tenía tiempo de hacer mucho, gruñó.

 

—¡Malfoy!

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No volvería a pasar la noche en vela bebiendo ginebra con manzana, no.

 

- Lo prometo. - masculló.

 

La mirada cansada del ya adulto Nathaniel Malfoy escudriñaba su imagen en un espejo de bolsillo con el que se había acompañado los últimos años. Vestía un jersey de punto verde oscuro, que no abrigaba lo más mínimo en invierno, pero que en temporadas más o menos templadas, se agradecía. Bajo éste llevaba una camiseta de manga sisa de color blanco y, finalmente, unos jeans gastados y raídos, que ya eran así de fábrica. Ya para terminar el atuendo, abajo en sus pies calzaba unas botas de piel de color marrón claro.

 

 

-------

 

Ahogó una arcada.

 

Ya caminaba con Leah a unos metros de él, la muchacha con la que había forjado una amistad imprevista. Sí, esas amistades que surgen cuando dos no se tienen cariño pero que con el roce acaban tomándolo. Roce de enemistad, puesto que casi se matan lanzándose imperdonables en las inmediaciones del bastión tenebroso.

 

Ahogó otra arcada, llevándose esta vez la palma de la mano a la boca.

 

- Leah, en serio, ¿estás segura de que es por aquí? - inquirió enarcando una ceja cuando hubo logrado hallar el equilibrio mental y gástrico. Tragó saliva, mientras que obtenía un silencio por respuesta y seguía los pasos de la Ivashkov.

 

Ella iba en una dirección que no estaba explorada siquiera, pisando ramas, hierba mojada y todo tipo de hierbas que se agrupaban por doquier. El Mago Oscuro se agachó y recolectó unas cuantas hierbas, como así había indicado la carta que recibió en la que se le citaba en una cabaña. Cursaría pociones, así que según tenía entendido, necesitaba ingredientes. Eso sí, de las runas que estaba hablando su compañera de trayecto, no entendía nada. Hablaba como si fuese... un idioma indígena.

 

- Viajar contigo es como tener de padre a Crazy. Nunca entiendo nada y me siento solo. Oh, wait. - musitó a regañadientes, dándose cuenta de que él mismo era hijo de Crazy y que había crecido solo. Bufó y continuó recolectando más hierbas sin criterio alguno: cogía las más coloridas o las que, por descarte, le tenían mejor pinta para elaborar un brebaje. De repente escuchó su apellido precedido de una embestida. Se giró con celeridad, viendo cómo Leah se enfrentaba a una criatura que parecía de familia felina.

 

- Ehm... - susurró pensativo. Había pensado en un hechizo, Necrohands, un no-verbal que creó dos manos de gas que no tardaron ni una milésima de segundo en aparecer en la tierra mojada que sostenía a la criatura que inició el ataque sobre la bruja. Éstas tomaron al animal y lo agarraron, impidiendo cualquier rasguño en la compañera del profesor de Hogwarts.

 

- Sé que no es lo más ortodoxo pero... -

 

Con la mirada ordenó a las manos lanzar al animal. Como si de una piedra diminuta se tratase, las manos lanzaron al animal bastantes metros atrás, perdiéndose entre árboles y maleza. Se encogió de hombros y con un ademán de su zurda hizo desaparecer a la invocación gaseosa. No debió de haber usado hechizos mortífagos pero... estaban en medio del Amazonas y fue lo más efectivo y rápido que se le vino a la mente.

 

- ¿Estás bien? - con su mano ayudó a la joven a levantarse. - Creo que he visto humo hacia allí, y en mi carta decían algo de seguir el humo. ¿Tú qué dices? - inquirió señalando con el dedo índice hacia la humareda que ascendía hacia el cielo. Guardó en el bolsillo trasero del pantalón las hierbas recolectadas y aguardó una respuesta.

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Dejé el pergamino de la invitación a la clase de runas antiguas en el buró de mi habitación, sintiendo la mirada de mi esposa, Cye Lockhart, clava en mi espalda, lista para notificarle a la nueva aventura en la que me metía con las clases de conocimiento y con la pena de dejarla otra vez con Niall a solas ese día... o días, uno nunca sabía cuanto tiempo en realidad se tomaría uno con mis compañeros del claustro.

 

- Será sencillo, - dije mientras le enseñaba la hoja con las runas enviadas - la profesora es Tau, mi vieja amiga e hija adoptiva de hace tiempo, solo quiere que le ayude a los alumnos de la clase de pociones para revelar los ingredientes necesarios sin correr ningún riesgo.

- Sabes que sé cuando ocultas las cosas, - me respondió con una sonrisa maliciosa - pero conozco tus capacidades y, lo más importante, conozco tu compromiso con esta familia. Ve con cuidado y tráeme algo y a tus hijos de recuerdo, ya sabes como me gustan esos detalles.

 

Un simple beso y desparecí de inmediato en medio de una ubicación que ya conocía, esperando sentir la presencia de mis compañeros de clase, tanto los de pociones como los de runas, todo porque debíamos de trabajar en equipo y no sabía exactamente con quienes contaba en aquella ocasión; afortunadamente llevaba conmigo mis amuletos y anillos de los libros de hechizos que me ayudarían bastante, así como mis habilidades mágicas disponibles para enfrentarme a cualquier adversidad, si es que se requerían, la combinación de la animagia, la metamorfomagia, la videncia y la oclumancia eran bastante útiles, solo esperaba el permiso de la legilimancia y todo sería pan comido.

 

Me subí a mi escoba, que obviamente había llevado conmigo, y mantuve el equilibrio mientras sobrevolaba aquella selva ocn mi varita en mano por cualquier situación inusual, activando mi anillo de escucha para captar cualquier conversación en mi idioma lejos de los aborígenes o, en su caso, notando el humo que según había dicho que sería la única indicación para llegar hasta el lugar de la clase.

 

- Me va a oír, - murmuré en mi vuelo - aunque sea mi líder.... me va a oír.

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Se quedó tendida en la tierra, con el pecho subiendo y bajando a un ritmo preocupante, entre la agitación y el esfuerzo. Por suerte Nathaniel, que parecía estar a punto de vomitar en todo momento, la ayudó a ponerse de pie. Aunque por ese mismo motivo le dio la mano, se levantó y se apartó una distancia prudente. Lo que le faltaba era eso, que la confundiera con un inodoro. Inhaló despacio, muy despacio, intentando calmar sus pulmones y finalmente asintió.

-Tienes razón, dijo que nos esperaría en una cabaña con humo saliendo de ella -tensó y relajó la espalda-. Espero que lo del café sea cierto, lo necesito urgentemente.

El resto del viaje no fue sencillo entre senderos, criaturas y una que otra discusión tonta con el pelirrojo. No obstante, la mujer había recuperado la varita y a todo lo que se movía le lanzaba un hechizo sin muchas meditaciones. Por suerte, ninguno de los afectados fue un alumno. La Warlock, con ayuda de Nathaniel, logró subir una pared de tierra demasiado alta como para subirla sola y tras saltar en sus manos, entrelazadas a modo de escalón, trepó hasta llegar arriba y ver la cabaña. Sonrió, pero en realidad no estaba complacida. Sucia, llena de razguños y sudada por el clima tan diferente al de Londres o Transilvania, no podía estar feliz.

No se molestó en ponerse de pie, se mantuvo en cuclillas y extendió la mano para servirle de apoyo a Malfoy. Los dos tenían un aspecto terrible aunque el suyo, por mucho, la sobrepasaba en varios aspectos. No fue ninguna sorpresa que ella no dijera nada más en los pocos metros que la separaban de la cabaña, le faltaba el aliento como no le había faltado en ninguna misión o ninguna clase de los Uzza. Su esposa sabía sus debilidades y ellas estaban todas centradas en ese lugar, volviéndola casi, casi, una bruja común.

Tocó una vez a la puerta de madera, esperando un par de segundos antes de abrir la puerta y entonces la vio, sirviendo el café que había prometido. No había olvidado que Nathaniel estaba ahí, ni que había un montón de gente en camino que podría ver la sonrisa que se formó en sus labios pero realmente no le importaba. Era imposible no poner esa cara cuando veía al amor de su vida, ni siquiera cuando debía asumir que era su profesora y no su esposa, al menos bajo ese techo. Sin dejar de mirarla, tomó asiento y enarcó una ceja.

-Profesora Lavigne... -sin proponérselo, porque en realidad no quería hacerlo, desvió la mirada y se encontró con la de Nathaniel, por lo que ignoró el ardor de sus mejillas y aclaró la garganta-. Qué viajecito el que nos tocó, ¿no, Malfoy?

Hizo una pausa, escuchando y alzó la mirada por puro reflejo, pues solo veía los tablones de madera.

-¿Eso... es una escoba?


@@Nathaniel Malfoy @ Zamolódchikova

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La travesía...

 

Sí, menuda travesía. Enfrascados en una acción digna de viñetas de dibujos animados, ambos mortífagos surcaron la selva más salvaje que nunca antes habían visto. O al menos ese era el caso del Malfoy. Discusiones más por entretenerse que por el hecho de discutir, hechizos a cualquier cosa que se moviese y fatiga de tanto caminar; esos habían sido los ingredientes de la caminata.

 

Pero por fin estaban allí.

 

- Lo siento, pero no puedo esperar más por ese café... - susurró según cruzaban el umbral de la puerta.

 

Con gesto un tanto convaleciente, el profesor de Hogwarts se dejó caer sobre uno de los asientos preparados para la presencia de los allí citados. No estaban todos -- al menos esa era la idea que surcaba la mente del pelinaranja al ver sitios sin ser ocupados -- pero poco le importaba. Comenzó a beber el humeante café, sosteniendo la taza con ambas manos.

 

- Sí, un viajecito en el que hemos tenido de todo. Y sólo falta la escena de amor...

 

- ¡Oh wait! La tenemos aquí... - soltó la taza y esbozó una sonrisa, poniendo las manos con las palmas hacia arriba y señalando a profesora y alumna.

 

- Naaaaah, no me odiéis, sólo rompía el hielo... Sí, aquello parece una escoba. -

 

Se encogió de hombros, cambiando drásticamente de tema para que no se ahondase en aquella broma. Quizás se ganase una reprimenda de sus superiores de bando -- una líder y la otra Ángel Caído... -- y no consideraba el Crucio como una opción apetecible.

 

- ¿No hay nada con lo que saciar mi hambre? - inquirió. Sacó las hierbas recolectadas y las esparció sobre la mesa.

 

- Profesora, hice la tarea. Y si no hay nada interesante, al menos tengo cena. - volvió a encogerse de hombros y negó con la cabeza. Guardaba cero ideas acerca de pociones y hierbas interesantes para llevarlas a cabo.

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Aries había recibido la misma lechuza que todos los estudiantes que cursarían con él Runas Antiguas. Lo que no se imaginaba era que la persona que lo firmaba era su madre. Comenzó a hacerse tantas preguntas conforme miraba la hoja de runas que se encontraba anexo, como su comprensión era capaz: ¿Por qué su madre les estaba dando clases de Runas? ¿Qué pasaba con su clase de pociones? Y lo más importante ¿Cuánto tiempo tenía que se acababa de ir y por qué no lo llevo con ella?

Odiaba tantas cosas, los climas cálidos y húmedos, los insectos y el tener que compartir clase con otro conocimiento. En pocas o muchas palabras, Aries era un forúnculo en el trasero cuando se trataba de su aprendizaje. Pero el llegar hasta donde iba a tomar la clase no había presentado ningún problema. Las Runas Raido y Gebo le habían permitido llegar sano y salvo en lo que había sido el viaje en escoba más largo que había hecho.

Al entrar a la cabaña pudo notar la presencia de 3 magos más, aparte de Tauro, los conocía a los tres, la rubia no era otra que su madre adoptiva, el pelirrojo era el profesor de historia de la magia que le gustaba ser toqueteado y manoseado por sus alumnas y el ultimo mago era el Director del profeta. Vaya grupo, pensó.

Los viajes en escoba son interesantes y ayudan a despejar la mente o bien, asesinar a tu compañero. —dijo acercándose a la profesora y olvidándose un momento de que estaba en clase, beso su mejilla en señal de saludo para después saludarla de forma correcta, a ella y a los otros individuos.

Buenas… perdone la tardanza profesora Lavigne. Señores.

El por qué nunca podía quedarse callado en momentos de reuniones era por las cuales no iba a las fiestas del bando, era más su placer por el chisme que el quedarse callado, así que sin más se dirigió al que bien podía ser el único Malfoy presente si no contaba a su madre.

Malfoy, ¿en qué acabo su aventura con la rubia Black Lestrange? Me preguntaba si usted tiene cierta fijación por las rubias o por las mujeres en general.

Levanto una ceja como quien esperaba haber hecho daño con ese tipo de preguntas, pero también como quien esperaba una respuesta sincera. Cruzo su mirada con la de Leah y le dedico una sonrisa, seguro mas tarde si no era ella quien lo regañará sería la peliazul.

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Para el verano Jank había decidido congelar su habitación dentro del Castillo Evans McGonagall. Cerró los ventanales principales, llenó las chimeneas de cobijas y cubrió el tragaluz de hielo, para que el sol que recibiera se transformara en la nieve que mantenía fresco el recinto. Todo aquel que entraba daba excusas para quedarse durante horas e incluso echarse una siesta dentro la chimenea. No había vivido un verano tan caluroso desde hacía varios años, lo que precedía a un invierno mucho peor. Pero mejor para él, ya que el frío aumentaba sus poderes y le proporcionaba la calma que tanto necesitaba.

 

En uno de esos días de infierno, llegó una lechuza de la academia, tarde. El animal casi se quedó atrapado dentro de la nieve repartida sobre el alfeizar, y solo hasta que el hombre la liberó pudo emprender el vuelo de regreso. Había estado esperando la misiva durante días, hasta el punto de llegar a pensar que la Universidad había decidido ignorar su petición. Sin embargo, cuando leyó las indicaciones sus ansias por cursar la materia se esfumaron.

 

- Caléfus, trae mi escoba y mis anillos, me voy al Amazonas - el elfo atendió a los pedidos, llevándole los objetos a su amo en un parpadeo, pero no sin antes demostrar un intento fallido de seriedad. Jank captó el gesto en sus ojos y se dio cuenta de lo gracioso que le resultaba. - Sí, lo sé, será horrible para mí, pero estos profesores aman salir de Europa.

 

El viaje sobre el océano fue divertido, liberador. Utilizó la Saeta de Fuego, que dejaba una estela de estrellas blancas tras el recorrido. En el camino se encontró con varios viajeros que transitaban las mismas líneas áreas que habían creado los magos más experimentados en viajes por escobas. Eso le ayudó a no perder la cordura durante las cuatro horas de silencio que había tenido que atravesar para llegar su destino. Solo divisó los primeros rastros de selva entre las nubes empezó a descender lentamente, ajetreado y casi derrotado.

 

Al tocar tierra cerca de un lago, Jank se tiró sin pensarlo dentro de las aguas turbulentas. Activó el anillo de amistad con las bestias para prever cualquier ataque de pirañas furiosas o cocodrilos hambrientos. La humedad era un concepto desconocido para los Noruegos, pero no para los Rhoynar, y como último de su raza tenía que proponerse soportar el clima de perros si quería adquirir el dichoso trozo de papel que todos necesitaban a la final.

 

Ya más calmado y sentado en la orilla, extrajo la carta de su pantalón y releyó las runas enmarcadas tras la página de las indicaciones. Jank sonrió brevemenete cuando encontró la runa "Laguz", cuyo significado acababa de vivir en carne propia, pues la acción de zambullirse no había sido premeditada y le sirvió para, al menos, no rendirse después del viaje tan agotador. Se levantó del suelo y decidió colgarse la escoba tras su espalda, reduciendo su peso usando un cómico hechizo de principiantes.

 

- Raido - murmuró de repente cuando ya llevaba rato caminando. Su varita se iluminó en la punta y, a partir de entonces, parecía que jalaba su brazo hasta conducirlo al destino. Debido al tiempo que había tardado en recomponerse supuso que sus compañeros se habían adelantado. En el trayecto se topó con una tribu armada que marchaba hacia el Norte, por suerte. Al cabo de varias horas, un grupo de turistas cuya lengua no entendía del todo se cruzó con él, animados por un guía tan positivo que por un momento dudó en seguirlos. Si daba fe a lo que las runas decían, Ehwaz le estaba diciendo que seguía el camino correcto.

 

<<Berkana.. Voy bien>> pensó apenas visualizó, sobre un pastizal frente al río, a una jabalina dando a luz a su cría. La escena le causó repelús, pero sintió que estaba llegando al sitio. También presenció la runa Wunjo cuando tuvo que a travesar las cosechas de dudosas hortalizas para poder continuar con el camino. Al final, se encontró con una cabaña que soltaba humo de su chimenea, como si de un horno se tratase. Pero llegó de espaldas a ésta, por lo que tuvo que bordearla para pasar por la entrada. Dedujo que, gracias al punto en donde había aterrizado, su trayecto había sido más largo que el de sus compañeros y por ende, aplicado otras runas. No sería la primera vez que tuviese experiencias únicas. Quien fuese el responsable de la primera actividad se había ganado un prematuro respeto.

 

Al entrar se topó con una escena poco alentadora. Llevaba seis años en Londres y casi siempre se encontraba con rostros conocidos, sí, pero casi nunca de su agrado. Chasqueó la lengua y saludó a la profesora mediante una reverencia, para luego sentarse junto a la chimenea, cerrar los ojos, colocarse en posición de meditación y dejar su mente en blanco hasta que continuara el resto del aprendizaje.

Editado por Jank Dayne

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El viaje había sido largo, demasiado largo y aburrido, si hubiera estado en la clase de herbología al menos me hubiera concentrado en todas las plantas mágicas que se encontraban ocultas pero no, debía de concentrarme en las runas antiguas y su manejo, que lo ignoraba completamente, aunque seguía manteniendo dentro de mis ropas el pergamino con la descripción de algunas de ellas (¿o serían todas?) que nos había mandado la profesora.

 

Esos murmullos eran conocidos.

 

Me detuve en el aire un segundo cuando escuché claramente la voz de Leah Ivashkov que discutía con un hombre, otro mago... Nathaniel Malfoy, suponía, por las pocas veces que habíamos coincidido en algunas actividades de la marca aunque su voz sería difícil de olvidar. No estaban tan lejos y, curiosamente, alcanzaba a ver la columna de humo. Había llegado. Aceleré mi vuelo hasta la cabaña y pude bajarme de mi escoba justo cuando se daba un abrazo Leah con Tau, detrás de mi el joven Aries llegaba sin problemas e intercambié saludos con ambos caballeros, presentes en lo que comenzábamos la clase.

 

- ¿Entonces tuvieron un viaje entretenido? - Pregunté sin más para avanzar después de las muestras de afecto. - El mío fue bastante aburrido, claro, si hubiera utilizado las runas hubiera resultado divertido pero es que la verdad no sé para que son estos jeroglíficos... dibujos... lo que sea.

 

Lo que menos quería en ese momento era insultar a la profesora y sus clases, sobre todo porque sabía que habría alumnos de dos materias diferentes en ese sitio y todos eran conocidos, o al menos eso parecía con la llegaba de mi viejo amigo Jank, a quien me limité a saludarle de lejos. Sí, aún desconfiaba el hecho de tenerle cierto afecto y que la mayoría de mis recuerdos con él simplemente se hubieran desvanecido.

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Ya en la habitación de la Mansión Malfoy Tazz se preparaba para su viaje. Era repentino y aún no tenía nada preparado, ya que no estaba seguro si lo aceptarían en la clase de Pociones. El Malfoy había pedido asistir a clases fuera del tiempo establecido para la inscripción, sin embrago, esa misma mañana había recibido la lechuza en la cual le daban permiso para asistir como oyente. Era lo que necesitaba, las pociones eran lo que le habían salvado durante sus años de ausencia, era menester profundizar sus conocimientos en ella.

 

--¡Chávez! Date prisa, que tengo que salir cuanto antes—regaño Tazz al viejo elfo de la familia. El joven Malfoy no podía hacer uso aún de la moto voladora que le habían regalado sus padres hacía mucho tiempo, cuando se graduó de la academia. Recordaba aquellos tiempos con añoranza, pero se alegraba de que fueran solo recuerdos. Los tiempos habían cambiado desde entonces y era una pérdida de tiempo aferrarse a ellos.

 

--Aún sigo sin poder utilizar la Harley, así que tendré que viajar en escoba o aparecerme—apremió al Elfo doméstico. –Ninguna de las dos opciones me agradan, pero es lo que he de hacer.

 

Vestido con un tejano negro descolorido por el paso de los años, unas botas altas y cómodas para los largos trayectos que le esperaban, y una cazadora de cuero negra a juego con el oscuro de su pelo y azabache de sus ojos. El Malfoy salió a los jardines de la mansión y embarcó en su escoba, no sin antes cruzar sobre sus hombros la bandolera en la que llevaba un par o más de ingredientes para pociones, a más de eso, viales vacíos y demás herramientas que pudiera necesitar para su aventura.

 

El frío de la mañana golpeaba su rostro. Volaba a una velocidad considerable, la más rápida que le permitía su saeta de fuego. Tardó mucho tiempo en atravesar las aguas continentales hasta que finalmente alcanzó el cauce del rio Amazonas. Llegó al extremo oeste que comunica con Brasil. El Malfoy bajó de su escoba y mediante un encantamiento la hizo desaparecer, la había enviado devuelta a casa.

 

--Este sitio no ha cambiado nada en absoluto—masculló.

 

Esperaba poder encontrase con alguien, pero lo dudaba ya que la clase había comenzado hace días y como siempre Tazz llegaba tarde a los sitios.

 

Tazz se adentró a lo frondoso de la selva, apenas si se podía caminar. Necesitaba una guía para poder atravesar todo ese maravilloso lugar y a su vez encontrar los ingredientes que necesitaba para la poción que Tau, la profesora, le había pedido mediante la nota que le envió. Del bolsillo derecho de su tejano sacó una bolsita con amuletos y anillos, eran los que le habían otorgado por la adquisición del libro de aprendiz. Se colocó los anillos y amuletos y casi en un susurro y acariciando el anillo de amistad con las bestias, invocó su poder.

 

En lo alto de un árbol, en medio de un claro, se encontraba un pájaro del color de la noche, negro y apenas con unas rayas de color blanco en las alas, se trababa del Castelnou Antishrike, un ave oriunda de las amazonas. Tazz le pidió a la pequeña ave que le ayudara en la búsqueda de la cabaña en dónde le esperaban sus compañeros de clase. Así lo hizo y después de recorrer un largo trayecto de más de un día, Tazz, con ayuda del pájaro encontraró la cabaña.

--Buenas tardes—saludó mientras cerraba la puerta. –Siento llegar tarde, al parecer mi escoba no era tan rápida como me imaginaba—bromeó. –Mi nombre es Tazz Malfoy y estoy aquí para profundizar mis conocimientos sobre pociones—concluyó. No estaba muy seguro si conocía a los participantes de la clase, alguno de ellos le sonaban, pero solo de vista. –En fin, espero poder estar a la altura de la asignatura—añadió en modo de saludo a Tau para agradecerle por dejarlo estar en la clase.

Editado por Tazz Malfoy Dolohov

 

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