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Primeros Auxilios e Idiomas


Aleera Lux Evanik Malfoy
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En algún lugar de la Antártida

 

La tapa del periódico rezaba “Clarin, el gran diario argentino” Los ojos verdes de la Malfoy recorrían los renglones de una pequeña nota sobre un desprendimiento de hielo. A los pocos segundos levanto la vista, chasqueó la lengua y sonrió cansada.

 

-Al vocero del Ministerio deberían darle vacaciones para que trabaje su creatividad- al ver la expresión de Jessie le extendió la nota y completó- taparon la guerra diciendo que el desprendimiento se debe al calentamiento global, es la cuarta vez en lo que va del año que usan esa excusa. Hasta los muggles no son tan tontos para creérsela… creo…

 

Las dos brujas se deslizaban por la blanca extensión de la Antártida rumbo al campamento de Inglaterra. Era uno de los pocos lugares seguros cercanos a la batalla. Actualmente, Arabia y Francia estaban en guerra por un trozo de hielo en el Sur del mundo, obviamente, Inglaterra había apoyado a Francia. Sin embargo los árabes usaban alfombras voladoras y monos para bombardear con pociones ácidas al bando rival, generando el mayor ataque sorpresa. Había muchos heridos en los aliados de occidente y ahí trabajarían.

 

Ellas iban en un transporte que era la perfecta combinación entre un carruaje y un trineo, los Threstals llevaban aquella cabina donde ambas brujas viajaban cómodas y charlando relajadas. Aleera había sumado a su loba, Luna, era un hermoso ejemplar que amaba el frío. La Evanik iba envuelta en una abrigada capa blanca, llevaba piel en el cuello, puños y borde inferior mientras que la tela era un cuero pesado y tratado mágicamente para protegerla de las temperaturas bajo cero. En las manos llevaba guates al tono que la envolvían como una segunda piel y botas altas que apenas se asomaban las puntas.

 

-Gracias por aquel hechizo que me pasaste. Ahora mis zapatos y guantes están calientes por dentro, a ello le sume un hechizo impermeabilizador para la nieve… no creo que tengamos complicaciones con el clima.

 

La mortífaga corrió la cortina y observó el exterior, era casi de noche y llevaban una hora viajando. –Ya casi llegamos, Sis, espero que nuestros alumnos se presenten y estén a la altura de la situación. Allí nos recibirá el jefe Stonewell, será nuestro guía en el campamento.

 

Pasado un tiempo el carruaje se detuvo suavemente y alguien abrió la puerta. En un tono de Irlanda del norte profundo saludó. Aleera devolvió el saludo y presento a la bruja a su lado. El mago Stonewell la condujo a una gran tienda de campaña.

 

-Dice que podemos instalarnos por acá para esperar a los chicos, luego iremos todos a la enfermería. Nosotros vamos a obtener detalles de los ataques mientras vos y Mía salvan vidas. –finalizó sonriente al tiempo que los ojos color esmeralda escaneaban alrededor en busca de los alumnos- espero que estos chicos no se demoren…

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Observaba a Aleera leer un periodico de segunda clase mas lo que dijo sobre las pobres excusas de la guerra la habían dejado confundida. Tomó el periodico desconfiada leyendo el titular con una sonrisa marcada en su marfileño rostro.

 

-Claro que se lo creeran, a fin de cuentas, es la excusa perfecta y así la utilice un millón de veces simpre la van a creer.

 

Iba a un lado de Aleera, caminando tranquila con un simple abrigo y un manguito para cubrir su manos. Sonreía a las palabras de su acompañante, sabía lo mucho que le afectaba a ella el frío y por eso prefería cuidar su integridad.

 

-Descuida, para algo estan las amigas.

 

Observó el lugar que veía su Sis por la ventana del carruajey no pudo evitar que una sonrisa traviesa escapara de sus labios al pensar en lo que pensaría su madre al verla en aquel lugar.

 

Un hombre les decía algo en una lengua extraña pero entendió lo suficiente para bajar del carruaje; escuchaba a Aleera explicarle donde se instalarían y donde quedaba la enfermería.

 

-Me parece perfecto, aunque para certe sincera preferiría dejarlos morir y sufrir en lo que perecen pero tengo trabajo que hacer, enseñarle a mi madre como salvar una vida.

 

Seguía caminando al lado de quien sería su compañera en clase esperando con ansias a que ella tuviera razón y sus alumnos no tardarán en llegar.

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¿La Antártida? Su hija debía estar loca, no entendía que podría aprender acerca de Primeros Auxilios en un sitio como ese, porque a pesar de tener conocimiento sobre el conflicto que se desarrollaba entre Arabia Saudita y Francia, sentía que ellos como ingleses no debían inmiscuirse, al menos no de manera tan directa. Podían ser acusados de espías o algo peor y costarles la vida, pero no era nadie más que una alumna más en esa clase y obedecería a su hija por única vez.

 

Por lo que apareció en el campamento en el que la habían citado, ataviada con una gruesa capa de viaje que cubría la totalidad de su cuerpo, adicionalmente un par de guantes y botas protegían sus extremidades. Sí, estaba lista para soportar un poco de frío, aunque lo amaba y dudaba morir congelada, más valía prevenir, así que con ayuda de su arma mágica, conjuro un hechizo de calor permanente, para tener un poco de calor constante en su cuerpo.

 

—Buenas... Jessie, espero no haber demorado tanto. —saludó a la Black Lestrange. Mientras, miraba a Aleera y la saludaba con una cabezada— ¿Cómo es que me ensañarás en este sitio a prevenir que las personas mueran? —preguntó, porque ella no pensaba evitar su muerte, solamente prevenirla y que otros hicieran el trabajo.

 

Sí, esa parecía una buena idea, así que la mantendría por el mayor tiempo posible. En cuanto ingresó al campamento con las dos brujas, se quedó observando a la peliroja, esperando alguna respuesta ante su pregunta, recordando el cabello de su madre y esbozando una sonrisa, su hija y madre tenían el mismo color de cabello, eso era toda una conciencia que a decir verdad, disfrutaba enormemente.

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Aquel lugar no era como ella lo.imaginaba. tal.vez tenía una idea muy diferente de lo que vería al llegar. Puro hielo, tormentas de aire que te congelan solo de caminar por ahí y un frío insoportable pero la realidad era otra.

 

Si hacía más frío que en Londres, el suficiente para ponerla a moverse a cada rato con el fin de no perder movilidad. Pero no estaba todo cubierto de hielo. Había partes con tierra y escasa vegetación así como las corrientes de aire no eran tan fuertes como lo habría imaginado.

 

Caminaba a un costado de Saldrá observando todo para encontrar la tienda donde se instalaría, no le costó encontrarla, no estaba muy lejos de donde se habían estacionado.

 

Se separó de Saldrá con una leve sonrisa para ingresar en la tienda; observó todo con cuidado verificando que hubiera en existencia todo el material que posiblemente pudieran necesitar, estaba por terminar cuando escuchó una voz conocida y que esperaba.

 

-Llegas a tiempo, de hecho ya que estoy realizando un control de las existencias... Verás, nuestro trabajo aquí será curar y revitalizar a los heridos en la batalla. Así que pongámonos manos a la obra y dime, según tus conocimientos ¿Que es lo que haría falta aquí?-

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El carruaje cruzaba el helado terreno a toda velocidad. Por fortuna no había apremiantes ventiscas en el exterior y comprobé que el inmenso manto blanco se exponía ante una clara luz que, lejos de derretirlo, le aportaba aún más brillo. Los thestrals parecían haber recibido indicaciones de coordenadas muy exactas, o al menos eso esperaba, porque si hubiera dependido de mí encontrar el campamento inglés que me había indicado mi profesora de conocimiento, no llegaría hasta bien empezada la clase, si es que llegaba.

 

Agradecía mucho aquel entorno. No era uno de mis climas preferidos, pero últimamente necesitaba algo de frío y de parajes abandonados. Demasiadas responsabilidades y demasiadas personas alrededor de las que estar pendientes y a las que soportar. Mi espíritu aventurero necesitaba un viaje como aquel, aunque fuera para superar lecciones. Sin embargo, en aquel caso, eran lecciones que yo mismo había elegido por interés propio. Seguramente allí podría practicar muchos idiomas e incluso retomar alguno perdido.

 

No sabría decir cuánto tiempo pasó hasta que el carruaje paró en seco y me permitió vislumbrar a unos metros un gran amasijo de tiendas de campaña preparadas contra el frío y una actividad de campaña militar bastante diferente a la que se vería en un campamento muggle.

 

Bajé del armatoste y sentí el golpe de frío en mi cara. El resto de mi cuerpo iba bien cubierto. Una gran capa gruesa cubierta con pelo de tonos parduzcos que abrochaba en el cuello me protegería de las ventiscas y conservaría el calor corporal que ya se mantenía gracias a las prendas hechizadas elásticas y de cuero que llevaba debajo. En un colgante que tenía por debajo de la camiseta recubierta con el chaleco de cuero iban todos los anillos y amuletos de los libros de hechizos que había logrado hasta el momento. Pocas veces salía a la aventura sin ellos. Y mis pies estaban bien recubiertos por unas botas que me llegaban hasta los gemelos y que, igual que la ropa, estaban hechizados para mantener mi temperatura corporal estable.

 

Pero allí no había nadie.

 

Caminé con algo de dificultad por el terreno en dirección al campamento y me acerqué a uno de los hombres que estaba reparando su tienda de campaña y aplicándole protecciones antimuggles y antivestiscas, para que no se volara.

 

- ¿Inglés, verdad? --le pregunté, observando su reacción afirmativa--. ¿Ha visto a alguna mujer o a varias personas que acaben de llegar y...?

 

Antes de dejarme acabar me indicó hacia una de las tiendas que se hallaban hacia el centro del campamento y que sobresalía entre las demás.

 

- Gracias.

 

No tardé en llegar al lugar indicado y una vez allí, entré en la tienda, la cual, como era de esperar, contaba con un hechizo amplificador de espacio. Sin embargo, encontré con bastante facilidad un grupo conformado por tres mujeres que tenían toda la pinta de estar esperándome. Y además, a una de ellas ya la conocía, era Jessie Black Lestrange, direcotora del Cuartel de Inquisidores.

 

- Buenos días --dije a modo de saludo incluyéndome en el corro que formaban la s mujeres--. Adrian Wild, para Idiomas --entonces m iré a la que supuse que era mi profesora (@@Mia Black Lestrange)-- ¿Tú debes ser Aleera, verdad?

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✤ Viajero de la noche ✤

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La tienda carecía de lujos, todo aquello a lo que la Malfoy estabab acostumbrada no existía en ese lugar. Esperaba que la clase sea amena, al menos así el tiempo pasaría volando, volvería a la Universidad a llenar los formularios y brindaría el aprobado, o no, a su alumno. Consultaba un reloj de varias manecillas cuando una joven mujer se aproximó.

 

-Suerte –murmuro devolviendo el saludo con una sonrisa cuando la identíficó, ella y Jessie arrancaron los arreglos de su clase mientras que la Evanik aguardaba un poco mas.

 

El próximo en llegar fue su alumno Adrian, al menos esta vez su alumno se presentaba y no viajaba en vano. Eran muchos galeones desperdiciados del dinero de magos para que los brujos no le den importancia.

 

-Yo soy Aleera, exactamente –dijo aproximándose al joven que no pareció reconocerla-, tu profesora. ¿Comenzamos? Como veras una pequeña guerra mágica ha entrado en acción pero nosotros serviremos al ministerio inglés.

 

Aleera guió a su alumno al punto mas apartado de la tienda e hizo aparecer dos grandes almohadones en el piso. Se sentó en uno de ellos cómoda e indicó al joven que la siga.

 

-Antes de explicarte la utilidad de nuestra presencia en medio del conflicto necesito saber de vos. Contame ¿Por qué estudiar idiomas?

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Ya había metido la pata. Al parecer mi profesora era otra de las mujeres que allí se encontraban. Su presentación sonó cordial y bastante formal. Intuí que debía tener experiencia en tratar con gente diversa y con costumbres muy diferentes, por lo que aquel recato era una forma de actuación sistemática mediante la que tanteaba el terreno antes de saber cuáles de sus habilidades sociales explotar.

 

Sonreí con una verguenza algo finjida, a modo de disculpa por la confusión. En verdad no me avergonzaba, pero sabía que dentro del código social aquello me daría una posición de ventaja frente a los ojos de la otra persona. Asentí ante su primera indicación sobre el tema que nos concernía allí y la seguí hasta el rincón de la carpa que enseguida acondicionó para mantener una primera charla. Agradecí mucho aquel gesto, pues me gustaba gozar de un ambiente de aprendizaje y trabajo cooperativo en el que todas las personas se implicaran y escucharan a las demás. Me resultó fácil acomodarme en el otro almohadón y contestar a su pregunta:

 

- Bueno, llevo un par de meses como empleado del departamento de Cooperación Mágica Internacional, y por supuesto es una especie de formación complementaria que he querido regalarme --expuse en un primer momento--, pero el principal motivo es mi infatigable ansia de viajar y la necesidad de conocer aún más lenguas para poder manejarme con soltura por todo el mundo. He escuchado casos de magos y brujas que controlan hasta ciento y pico lenguas diferentes, contando con dialectos y variaciones regionales --tomé aire con la misma ambición con la que contemplaba aquella posibilidad--. Creo que me encantaría ser uno de esos magos.

 

Solté un suspiro satisfecho y me estiré, disponiendo mi cuerpo a todo lo que Aleera y la clase quisieran otorgarme.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Justo cuando iba a responder a su hija la pregunta que le había formulado, llegó un mago al que no conocía y se dirigió a ella, preguntándole si era Aleera, se parecían en lo rubias, pero en nada más. Ella era una Black Lestrange y la profesora de Idiomas, una Malfoy. Esperando a que la bruja notará la presencia de su alumno, esbozó una media sonrisa.

 

—No, yo soy Mia y vengo a clases de Primeros Auxilios, con Jess. —respondió y después, de una simple cabezada a modo de saludo, se giró hacía donde estaba su hija.

 

La pregunta que le había hecho era un tanto ambigua, porque solamente sabía que hacía un control de las existencias, pero ¿de qué? ¿pociones? ¿libros? ¿camillas? no sabía realmente, porque no veía nada tangible, así que podía equivocarse sino respondía bien, así que decidió irse por lo más básico, y responder de manera general, lo que se imaginaba que era necesario para curar a los heridos.

 

—Necesitamos pociones y algunas hierbas... siento que son fundamentales, así como algunas que otras camillas, gasas y materiales de curación que son famosos en el mundo muggle, pero que nos facilitan el trabajo a nosotros, para limpiar las heridas y después curarlas con magia.

 

No sabía si su respuesta estaría correcta o no, por lo que se limitó a esperar a lo que diría su hija, pensando en que más podía añadir, pero nada vino a su mente.

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El mago alumno de su sista era alguien a quien conocía bastante bien puesto que en más de una ocasión de lo había cruzado en el ministerio así como también habían colaborado juntos.

 

No pudo más que ahogar una risa en medio de una falsa tos cuándo le hablaba a su madre refiriéndose a su profesora. Es verdad que ambas mujeres eran muy hermosas pero distaban de parecerse en algo más que no fuera, así como ella, en su pertenencia a la Marca Tenebrosa.

 

Escuchó a la Black Lestrange responderle a Adrián para segundos después ver llegar a Aalera para llevarse a su alumno. Negó divertida y volvió su atención a quien en ese momento era su alumna.

 

-Nada mal

 

Sonreía con amabilidad mientras agitaba la varita mágica haciendo aparecer viales con toda clase de plantas, desde venenosas hasta las que necesitaría para impartir los primeros auxilios.

 

Ella nunca solía poner las cosas fáciles y esta vez no sería la excepción.

 

-Como sabrás, en esta parte del mundo se ha desatado una guerra mágica, algo territorial según tengo entendido, pero no venimos a involucrarnos, al menos no directamente. Tu trabajo será evaluar a los heridos que lleguen hasta esta carpa, separarlos por gravedad y otorgar los primeros auxilios a los que creas que podrían salvarse. Los que estén muy graves o casi muriendo... Es una perdida de recursos, médicamente hablando y en medio del trabajo ellos podrían perder la vida, así que enfoquemonos en los que son rescatables que de los otros se encargue su gente

 

Poco a poco iba trayendo heridos, algunos mutilados otros en estados tan deplorables que Jessie ni siquiera les otorgaba más de dos segundos de su tiempo.

 

-Cuando gustes comenzar, si tienes dudas aquí estaré

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Aleera evaluó cada movimiento de su alumno, no porque ello influyera en la nota, sino por curiosidad. Desde siempre el comportamiento de los seres humanos le atraía, creía que era como una lengua paralela, que pocos conocían y decía tanto de la persona como la legeremancia.

 

-¿Cooperación mágica internacional? –repitió en el mismo tono delicado y musical de voz- interesante, si, evidentemente sería un buen crédito extra gradurte en mi clase. Supongo que entonces estaras familiarizado con el conflicto que nos trajo hasta la Antartida ¿verdad?

 

Aleera no necesitaba una respuesta exactamente al respecto, sino que la charla era un medio de relacionarse, de conocer al otro. El tono de voz, gestos, posición y por supuesto su acento iba a decirle mucho. El cerebro de la demonio funcionaba como una máquina aceitada a todo vapor.

 

-He conocido un mago que hablaba 351 idiomas y conocía cada uno de los dialectos, le tomo bastantes años pero se puede si uno se dedica, este es un buen paso para tu objetivo, Adrian –Aleera pronunció el nombre suavemente y añadió casi de inmediato- ¿Te molesta que te llame Adrian o prefieres tu apellido? Siempre priorizo los gustos de mis alumnos.

 

La Malfoy escuchó al joven y sonrió –Bien, entonces dime, ¿Dominas algún idioma? Quiero saber cuál es tu lengua materna, idiomas adquiridos y si hay alguno que requieras con mayor urgencia de conocer… todo ayudará al desarrollo de nuestra práctica.

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