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Historia de la astronomia


Ragnar Bjorn Lodbrok BL
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Ante la indiferencia y el estado de perplejidad al que se enfrentaba viendo la cara de su compañero Dave, el mortífago londinense optó por separar caminos. Quizá era lo mejor.

 

- Chicos, alumnos de Historia de la Magia, síganme. - masculló entre dientes, echando a andar con gestos visiblemente malhumorados.

 

No era lo más ortodoxo debido a aquellos papeles firmados días antes en las organizaciones del Ateneo de enseñanza de conocimientos, donde se comprometían por escrito a impartir las docencias de dos en dos durante aquel mes del año. ¿Y qué? Estaban en el pasado, ahora no había papeles a los que hacer caso. Además, no pondría la vida en juego de sus alumnos y, muchísimo menos, la suya.

 

Los pasos no eran ciertos. Daba tumbos, no sabía muy bien a dónde se dirigía.

 

- Lumos. -

 

Había encendido la punta de su varita cuando se dio cuenta de que la visibilidad disminuía conforme avanzaba. En el suelo, tras unos metros ya caminados alejándose del resto de partícipes de la expedición, encontró algo extraño en el suelo. Eran baldosas uniformes, de color marmóreo, excepto una, que era más pequeña y de color gris oscuro. Era como si se hubiese roto una cadena cromática por... por un golpe. O por una excavación. Siempre había sido muy curioso. Apuntó con su varita y estalló en pedazos aquella pieza.

 

Obviamente de nuevo surgió el polvo, los trozos de baldosa y todo lo que había aparecido minutos atrás con el hechizo destructor para ver el cielo oscuro. Sin embargo ahora no veían el firmamento sino que...

 

- ¡Es una bajada! - susurró enérgicamente. - Seguidme. -

 

Sin mirar atrás comenzó a descender una escalera que estaba oxidada, húmeda y raída por el paso del tiempo. Crujía cada peldaño que descendía, hasta que por fin tocó suelo. Estaban en una especie de subterráneos que gozaban de únicamente aguas fecales a la derecha y un improvisado camino pedregoso a la izquierda. Eso era todo.

 

¿Pero quién iría a aquel lugar?

 

Su mente era un tanto curiosa. Siempre había tenido ese picorcillo interno por saberlo todo, por resolver dudas. Y se carcomía la cabeza cuando se enfrentaba a escenarios como en el que estaban en aquel preciso instante: un sitio al que nadie iría... salvo si querían esconder algo.

 

- Veamos, podéis tirar al agua fecal el libro que os he dicho que traigáis. - comenzó a hablar. - Eso era una clase para impartir con mi compañero que, como habéis visto, no está muy por la labor de seguir con lo suyo. - se encogió de hombros y lanzó el ejemplar al oscuro riachuelo. El olor que se desprendía era... insuperablemente asqueroso.

 

- Os aconsejo también que os tapéis las narices o en menos de media hora estaremos todos desmayados. Tenemos que encontrar algo. No sé qué, ni dónde, pero seguro que alguien ha sido tan i****** para pensar que nadie bajaría al subterráneo a buscarlo. Y yo sí. Bueno, eso, busquemos todos juntos algo que nos haga... no sé, falta. Supongo. -

 

No estaba siendo claro. Ni conciso. Pero qué más daba, ya que estaban de expedición y tenía que impartir una clase que convalidarían por conocimiento de Historia de la Magia, qué menos que explorar. Echó a andar aún con la varita iluminada -- puesto que las paredes de piedra sólo tenían unas antorchas que vagamente proporcionaban luz a la estancia -- y con la mano izquierda tapando las fosas nasales. Los pasos del grupo retumbaban y hacían eco tras él y se proyectaban en línea recta, que era hacia donde se movían.

 

- Quietos. -

 

Había parado en seco. Las goteras eran cada vez más exageradas en un punto que estaba como a diez metros de ellos y no se podía pasar sin tener que mojarse. Mojarse de agua que provenía de una de las tuberías ancladas al techo y que traía... más agua fecal. Qué curioso todo.

 

- No os parecerá curioso, pero no me apetece mojarme de agua que viene de un retrete. ¿A alguien le apetecería? - inquirió.

 

Como era obvio, todos negaron con la cabeza.

 

- ¿Y no os parece sospechoso? ¿Dónde guardaríais algo para que nadie lo encuentre? Efectivamente, en un sitio raro. ¿Y si al final alguien visita ese sitio raro? Pues habrá que ponerlo más difícil todavía, ¿no? - su razonamiento, por poca cordura que él tuviese, estaba siendo realmente veraz.

 

- Entonces si nadie cruza por debajo de esa lluvia de agua de retrete... nadie tocará el suelo de un tramo de unos... ¿cuatro metros? ¿cinco? Interesante... -

 

Echó a andar.

 

- Encantamiento casco-burbuja. - su cabeza había pensado aquellas palabras y seguidas de una floritura de varita, apareció rodeando su cabeza una burbuja mágica que repelería todo líquido que le tocase. Aunque la ropa sí se vería afectada, eso era lo que menos le importaba. - Os recomiendo hacer lo mismo, a no ser que seáis fetichistas... - sus palabras fueron seguidas de una risa corta y divertida.

 

Se arrodilló y apuntó al suelo. En éste, había una parte de las piedras del camino que se hundían formando una especie de cavidad en la que se había apozado el agua. Tampoco era muy grande, tendría el tamaño aproximado de un periódico cerrado, de aspecto irregular.

 

- ¡Tergeo! - el rayo invocado por el muchacho pelinaranja comenzó a drenar la superficie y, conforme el agua iba desapareciendo, con más claridad se vislumbraban unas letras.

 

- Dos hombres están jugando al ajedrez. Jugaron cinco partidos y cada uno ganó tres. ¿Cómo es posible? - la voz del Mago Oscuro leyó las letras que se habían revelado. Otra vez. Y una tercera la releyó, siendo más pausado y mirando de cuando en vez a sus alumnos.

 

- ¿Alguien? - preguntó.

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La comunicación entre ambos profesores parecía ser inexistente y cada cual prestaba atención a diferentes aspectos de la clase, sin lograr entablar por lo menos una conversación coherente entre ellos, por eso no me sorprendió cuando el profesor Nathaniel decidió separar nuestro camino de el de la clase de astronomía y comenzó a caminar sin rumbo fijo, demostrando con gestos su visible malhumor, por lo que parecía ser una oscura mazmorra.

 

Al verlo usar el hechizo iluminador me dediqué a copiar su movimiento tratando de seguir sus irregulares pasos, mientras giraba la varita entre los dedos de mi mano izquierda a gran velocidad, después de todo no volverían a tomarme desprevenido.

 

-Lumos.- Dije relajadamente, casi al mismo tiempo que la punta de la varita comenzaba a emitir un blanco fulgor, iluminando un poco más nuestro camino. Al continuar caminando durante un par de metros por el mismo camino de mármol, el piso comenzaba a sentirse muy irregular y extraño, además de la presencia de una extraña niebla que parecía emerger de las profundidades evitando una visibilidad óptima.

 

Observé al profesor adelantarse varios pasos con celeridad y como se detenía para contemplar una de las baldosas que parecía tener algún tipo de marca o signo extraño que la destacaba de las otras. Sin avisarnos, el avezado se dedicó a destruir aquél peldaño con un simple movimiento de su varita, volviendo a levantar una nube de polvo y escombros.

 

A los pocos segundos escuchamos su voz indicándonos que había encontrado un tipo de abertura en el suelo que llevaba hacia un corredor subterráneo, así que cuando la polvareda se disipó me dediqué a seguirlo por el agujero. Parecía que ahora nos habíamos convertido en una especie de arqueólogos, como en aquellas películas muggles de Indiana Jones, solo que el sombrero de vaquero y el látigo no formaban parte de mi indumentaria actual.

 

Me dediqué a bajar por una pequeña escalera que se encontraba totalmente cubierta de óxido, lo cual era de esperarse, evidentemente alguien la había colocado hace mucho tiempo para hacer mas fácil el descenso, tal vez con el deseo de esconder algún objeto o tesoro. Nuestra clase de historia comenzaba a convertirse en un búsqueda del tesoro o simplemente es una pequeña excavación.

 

Al llegar al nuevo nivel un olor nauseabundo golpeó de lleno mis sentidos y no era para menos, ya que el nuevo paisaje estaba compuesto de un río de porquería y heces a nuestra derecha, que parecía servir de cloaca para esta antigua civilización y un pequeño sendero del lado izquierdo que nos llevaba a un destino incierto.

 

Escuché con atención cada una de las palabras del profesor y estuve a punto de tirar la copia del libro que me habían entregado, que evidentemente no serviría para la clase y solamente me generaba un peso muerto, pero terminé por arrepentirme.., después de todo me fascinaba leer y la historia universal muggle y mágica por igual, así que desistí de la idea y volví a guardarlo.

 

Mientras continuaba el camino intenté mantener la respiración el mayor tiempo posible, pero sencillamente era imposible evitar tan asqueroso olor, así que simplemente me di por vencido y me dediqué a soportar el hedor que parecía intensificarse con cada paso que daba.

 

Un sonido de agua un poco mas intenso se escuchaba mas adelante de nuestra posición. Al llegar, una tubería rota volcaba litros y litros de agua fecal sobre la continuación del camino, haciendo imposible el paso sin tener que mojarnos.

 

Las palabras del profesor Nathaniel sobre el asunto me resultaban sumamente cómicas, pero aún así, no había venido hasta aquí para arruinar mi ropaje y hacer el ridículo, así que luego de observarlo conjurar el encantamiento burbuja y cruzar, me acerqué a la pequeña cascada de porquería, tome la varita y me apunté con ella.

 

-Impervius.- Dije suavemente haciendo una floritura y tocando mi cabeza con la punta del objeto de roble. El mismo hechizo que utilizaba cuando las condiciones climáticas de la campiña inglesa se ponían duras. Luego de conjurarlo me dediqué a cruzar sin problemas, viendo como el agua parecía ser repelida al caer por una especie de escudo invisible.

 

Al alcanzar al profesor, lo encontré arrodillado y mencionando una frase una y otra vez, un acertijo sin duda, entonces al oír su pregunta me dediqué a responder.

 

-Claro!, no están jugando entre ellos profesor, cada uno tiene un rival distinto, por esa razón ambos han jugado 5 partidas y han ganado 3.- Comenté con una sonrisa en el rostro mientras esperaba su próximo movimiento.

 

 

@@Nathaniel Malfoy

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La duda de aquel acertijo estaba taladrando la cabeza del Malfoy. Siempre había sido malo para las adivinanzas o para cualquier tipo de problema en el que se debiese de utilizar la lógica y la imaginación. Seguía dándole vueltas hasta que, por suerte, su alumno habló.

 

- Claro, no están jugando entre ellos profesor, cada uno tiene un rival distinto... -

 

La voz acababa de desencadenar un movimiento desmesurado.

 

Todo giró, todo dio vueltas. Era como volver a tener el examen de apariciones, o como montar en escoba por primera vez. Era como transformarse en lobo en una noche de luna llena. La consciencia del profesor de Hogwarts fue perdiendo enteros y la nitidez de todos aquellos momentos que había experimentado, también. El presente -- del pasado -- estaba deformándose y...

 

 

En el suelo.

 

Estaba desplomado en el suelo.

 

Junto a él, a su derecha, yacía Kaiser Lord Pilu. Era su alumno, el más aventajado, el que había mostrado mayor interés en las clases y que le había ayudado a resolver el acertijo. Estaban sobre el frío suelo del aula en el Ateneo de Conocimientos, lugar que hospedaba los inicios de las clases de Historia de la Magia.

 

¿Y Dave? ¿Y Mei? ¿Y Jessie?

 

Todas aquellas preguntas eran como un tic-tac del reloj de pared; si lo ignorabas, pronto te daría igual. A decir verdad, el Mago Oscuro no estaba preocupado. Todos tenían manejo de la magia y se las arreglarían para volver al presente y retomar sus vidas cotidianas. Lo que sí era cierto es que no se habían comportado como personas cabales, no habían mostrado el interés requerido para la asignatura y habían roto el grupo y su ritmo.

 

Se levantó y tendió la mano a Kaiser para que éste se incorporase también.

 

- Felicidades, estás aprobado... - susurró mientras se sacudía el polvo de la ropa. En su diestra materializó un diploma que acreditaría allá a donde fuese la valía, entrega y desempeño de Kaiser en Historia de la Magia.

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