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Libro del Equilibrio


Lisa Weasley Delacour
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Libro del Equilibrio

 

 

Esta vez, había decidido, dar la clase, en uno de los jardines interiores de la infraestructura. Era rectangular y con las dimensiones perfectas para el menester que en mi cabeza planteaba. Contaba con un verde y recortado césped, que hacia las delicias de todo amante de la naturaleza, varios riachuelos, los cuales fluían vivarachos y arrogantes por toda la extensión y unos cuantos arboles frutales, de tamaño considerable. El viento no era muy fuerte, pero si perfecto para que las hojas nos contasen sus recuerdos. Un oasis único para combatir el calor asfixiante que hacia en el exterior de tamaña edificación. La belleza del paraje y la calma que transmitía eran excelentes para entender los dones que el libro del equilibrio contenía en su interior.

 

Si mal no estaba, contaba con tres alumnos. En mi cabeza se materializaron los nombres de estos, todos ellos conocidos. Un numero impar y magnetizado con una magia propia. La cátedra seria, cuanto menos, interesante. Los directores de la universidad, después de presentarles el nuevo plan, me habían dado luz vede para cuanto idea se me ocurriese, aunque estaba segura de que al fenixiano le había dado mas de un dolor de cabeza leyendo tremendo desmadre por mi parte. Y eso que me conocia bien. Con un corto silbido, que lleno el aire, hice que entrasen en escena una de las partes fundamentales de la clase. ¿Que hay acaso mas divertido que tratar con bellas y feroces criaturas al aire libre?

 

Un lobo huargo de pelaje gris se posiciono a mi diestra, recostando su cabeza en mi cadera. Adoraba por encima de todo aquella simbiosis que poseía con las bestias de la noche, entre ellas los canidos. Arrugue la nariz, regalandole una caricia. ¿Quien tendría la valentía suficiente como para mirar al animal a la cara sin parpadear? En minutos lo comprobaría. Tras el, hicieron acto de presencia un hipogrifo de color canela, el cual aleteaba ansioso por empezar y un león adulto con una esbelta melena, rugiendo como solo el rey de la selva podía. Hubiera elegido un dragón, sin embargo, la voz chillona de Niko, gritándome que ni se me ocurriese, fue suficiente para eliminar la idea de mi anatomía.

 

Mientras esperaba a que los pupilos llegasen, me quite la chaqueta de cuero que llevaba puesta, dejándola en una rama cercana. Al ser vampiro, el calor me afectaba mas que al resto. Si alguien viese mi vestuario y no me conociese, bien podría decir que era una joven muggle amante de la música y la fiesta. Portaba unos shorts vaqueros ajustados a mi cuerpo, unas altas botas negras y una camiseta color azul neón con el símbolo de la académica institución. Asi como una alta coleta y un pendiente, recientemente puesto, en la ceja derecha. Toda una malota, diría Minerva si me pillase con aquellas pintas. Por fin, susurré al viento al ver aparecer a los primeros – Buenos días, elegid a vuestro rival esta mañana – Anuncie, señalando hacia las bestias

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Finalmente había llegado lo que por tanto había esperado; esa carta escurridiza y que por tanto tiempo había postergado pero ya no podía seguir haciéndolo.

 

Tomó aire una vez más al terminar de leer la carta y asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba. Si varita mágica estaba resguardada en su entrepierna en un porta varita que había fabricado recientemente a base de piel de dragón. Está iba cubierta por una falta corta de tablones color negra de piel de dragón. Una blusa de botones con imitación madera perla y cuello curvo donde llevaba atado una corbatilla negra con un moño flojo.

 

Su largo cabello rojo trenzado de forma desprolija por el costado izquierdo hasta llegar un par de centímetros por debajo de su ceno y unas botas negras estilo militar que le llegaban por debajo de las rodillas.

 

Aferró su varita mágica con su mano izquierda para desaparecerse al lugar estipulado en la carta. Una vez que llegó saco una paleta de cereza de una de las bolsas ocultas de su falta y después de destaparla e introducirla en su boca, volvió a guardar la varita en su lugar.

 

Caminó un par de minutos hasta que llego a dónde la profesora los esperaba, sabía que tenía un compañero pero no sabía quién era así que esperaba que este no llegará tarde.

 

Pensaba en eso cuando finalmente llegó a su destino, su cruzó de brazos observando con detenimiento a la mujer frente a ella.

 

-¿Escoger uno de esos tres?

 

Observó a las criaturas con detenimiento, sabía cómo lidiar con dos de ellos. El lobo era familiar de su pequeña Estrella y el hipogrifo era familiar de su ejemplar en casa...

 

-Prefiero el hipogrifo, sino le importa

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La mejor manera para combatir el calor del verano era entrenar. Jank lo había descubierto durante su infancia, cuando su padre solía llevarlos a Estados Unidos, donde las estaciones parecían estar más definidas que en el resto del mundo. La esgrima lo llevaba hacia aquellas épocas despreocupadas, libre de responsabilidades y cuyo único objetivo era el de aprender a desarmar a sus hermanos sin el uso de la magia. Había aprendido la danza del agua, esa que fluía como las corrientes de los riachuelos y mares, que se asemejaba más a un baile individual que a una rutina de lucha.

 

Los terrenos de la Universidad que había elegido Lisa servirían como su nuevo escenario. A excepción de los zapatos deportivos, la indumentaria que había elegido era liviana, casi inexistente: una camisa de lana blanca que se volaba con el viento, uno shorts deportivos con palmeras bordadas en morado y un cinturón de cuero con varios estuches impregnados de hechizos expansivos no detectables. El último lo usó para guardar el Libro del Equilibrio, que se resistía a mostrar sus páginas pese a sus intentos frustrados. Si bien sabía la imposibilidad del asunto, al haber sido parte del grupo que había impartido clases del primer libro, asimiló que tendría una oportunidad privilegiada. Sin embargo, allí estaba, haciendo fila para entender su magia como todos los demás.

 

Jank llegó tres horas antes de la citada por Lisa, pero se quedó meditando tras unos árboles que rozaban con una pequeña vena del riachuelo. El sonido del agua caer por las piedras y seguir la corriente fue idóneo para la concentración máxima que los Rhoynar requerían para dejar la mente en blanco y así conseguir la levitación natural. Así permaneció, intacto, hasta que el rugido de un león y el agite de las alas de alguna criatura voladora lo sacó del estado. Supuso que estaría por dar comienzo. Enfundó su espada misericordia tras la funda colgada en su espalda y se puso en marcha.

 

Tardó varios minutos en llegar hasta el punto de reunión, y cuando lo hizo, la frente le sudaba. Jank se acercó al canal del río, que a esa altura estaba más ancho y se empapó la cabeza para que se secara con el sol. En Noruega nunca hacía calor, por que los climas ajenos al frío desolador solían distraerlo. Se acercó hasta donde estaba Lisa reunida con las demás, justo para escuchar la primera indicación. El hombre echó un vistazo a las bestias: amaba a los hipogrifos, repelía a los lobos y admiraba a los felinos, por lo que la decisión estaba claro.

 

- Yo elijo al león - soltó de repente, sacando a Libra, su varita mágica, desde uno de los estuches de su cinturón - ¿Qué clase de magia hay que usar para derribarlo? No sé ve muy agresivo por ahora.

 

Tenía la espada tras su espalda si las cosas se saliesen de control, pero dañar a la criatura estaba en el último de sus planes. Curiosamente, la primera prueba siempre consistía en el enfrentamiento a bestias, como si éstas tuvieran decisión propia. Nunca llegaría a comprender a los Uzza totalmente..

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Un lobo huargo. Era la única bestia que quedaba libre como primer oponente de la clase del nuevo libro de hechizos. Candela había llegado en el momento justo en el que terminaban de elegir a las otras bestias y, aunque no tenía idea de lo que había que hacer, prefería bastante quedarse con él. Ya había tenido la oportunidad de interactuar con un hipogrifo, así que prefería mantenerse lo más alejada posible, ya que eso de estar haciendo reverencias a un animal tampoco era muy su estilo.

 

Nadie la escuchó llegar, entre la hierba amortiguando sus pasos y sus pies descalzos, la notaron cuando se hubo parado frente a la chica que, aparentemente, era la profesora; se colocó un par de pasos detrás de los otros dos. La Triviani llevaba un vestido medio hipón para la ocasión, de seda fría y largo. A pesar del calor, la temperatura le era agradable; pues había experimentado temperaturas mucho más altas durante su época de exilio.

 

Candela fijó su mirada gris en Lisa y luego en el lobo. A pesar de no parecer especial, imaginaba que no sería simple enfrentarse a uno. Porque la Weasley no se lo dejaría tan fácil, ¿o sí? Se le quedó mirando un momento más antes de decidir hablar.

 

— Buenos días. —saludó y se le ocurrió, entonces, que podría abrir un negocio de modales y etiqueta, o algo parecido. — Supongo que, viendo que mis compañeros ya eligieron, me toca el huargo.

 

Al acercarse, los anillos -que estaban dispuestos como tobillera en su pie izquierdo- emitieron un tenue tintineo que, muy a su pesar, captó la atención del lobo. De modo que, con una mano en la parte trasera de su vestido, en donde aguardaba su varita, tenía los ojos fijos tanto en Lisa como en el animal al que debía enfrentarse.

 

¿Qué hay que hacer con ellos, exactamente?

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Aprobé cuando cada cual tenia a su compañero de practicas seleccionado. Omití comentario alguno acerca de su elección, pues dentro de aquel terreno nada me incumbía. Las bellas criaturas seguían impasibles y sumisas, sin embargo, en cuanto les diese la orden, los alumnos entenderían el porque eran mis ayudantes ellos y no otros. Veloces, poderosos y comprendían el significado de caza de la mejor forma, perfectos para que los pupilos se activasen e interaccionasen con uno de los maleficios mas simples del libro – El manuscrito que os ha traído hasta aquí esta muy unido con la madre naturaleza, es por ello que hoy os pido que dejéis los elementos entrar y os regocijéis con tal poder.

 

- Alejaos unos de otros – Pedí, pues aunque verlos chocar y rodar por el suelo seria una anécdota genial para contar, su seguridad y bienestar venían entre las reglas implícitas de ser profesora de cátedra de la universidad – El respeto hacia la fauna y la flora es clave para que logréis sacarle todo el partido a estos nuevos conjuros – Kim apareció en mi diestra con la elegancia que me caracterizaba – Semillas de Hielo – Pronuncie con claridad, haciendo el simulacro de oscilación oportuno – Paraliza a cualquier animal cercano durante un lapso adecuado de tiempo, evitando riesgos para el y para vosotros. Debéis apuntar y no hay margen de error.

 

Un chasquido de mis dedos fue suficiente para que el hipogrifo, el león y el lobo se activasen. El animal alado alzo el vuelo, elevándose hasta las nubes. Caería en picado a por su presa, si esta no lo detenía antes – Si alguien acude a otro tipo de ayuda que no sea lo que le acabo de nombrar, sera expulsado inmediatamente de la clase, no quiero juegos – El lobo, enorme y feroz, embistió a la Triviani, sin ningún tipo de miedo en sus ojos. El felino, bello como ningún otro, rugiendo, corrió, en zig zag, en busca del joven fenixiano. Habia una sonrisa en mi rostro, ¿como no? Pocos podría disfrutar de algo tan mágico como ver a tres reyes combatir.

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Atendiendo a las indicaciones de Lisa, Jessie se alejó de sus compañeros bajo la atenta mirada del hipogrifo.

 

 

Escuchaba la explicación de la Weasley, así que aquella sería la forma. No tendría porqué utilizar el resto de sus conocimientos y eso le gustaba.

 

Observaba la belleza del animal, como este batía sus alas y en un rápido movimiento alzaba el vuelo a la menor orden.

 

Seguía el movimiento de la bestia con sus grises ojos y hasta que está no estuvo lo suficientemente cerca del suelo exclamó

 

semillas de hielo

 

Apunto directo al pecho del hipogrifo para momentos después ver como este quedaba paralizado en su lugar y caía de un solo golpe al piso a escasos metros de donde ella estaba.

 

Volteo a ver a sus compañeros para saber cómo iban. Esperando las siguientes indicaciones

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Asintió a las primeras ordenes de la profesora, pese a que las prácticas de la bruja siempre le causaran cierta inseguridad. Apretó a Libra entre sus dedos, cuya punta soltó varias chispas amarillas como indicativo de que estaba preparada para lo que viniera. El chasquido despertó el instinto animal de las criaturas tan pronto que Jank se preguntó qué clase de magia tan poderosa se había empleado para controlar a tres bestias al mismo tiempo, pero sería para otra clase; tenía un problema para resolver aún mayor.

 

El león se acercó galopando hacia su dirección, aunque para sorpresa del mago, éste realizó un camino en zig zag que lo desorientó. Si bien estaba acostumbrado a invocar a toda clase de felinos durante las batallas, normalmente cumplían la función de protegerlo o derribar a sus oponentes, no de atacarlo a él. Fue por eso que falló los dos primeros lanzamientos, logrando congelar solamente parte de su cola y melena. Y cuando saltó, Jank se deslizó hacia abajo para evitar el primer golpe, solo para recibir un fuerte golpe en su espalda desde sus patas traseras que lo disparó dos metros hacia adelante, creando una caída estrepitosa.

 

Casi aturdido, se percató de que su varita había caído en medio del pastizal hacia su derecha. Tuvo que reaccionar rápido: levantó levemente su espalda y extrajo su espada "Misericordia" que le ayudó a bloquear la mordida al cuello de la fiera. La hoja se clavó en sus gigantescos dientes, sin perforar la carne, lo que impedía que llegara a la del cuerpo del mago. Sin embargo, teniendo sus garras encima rasgando su ropa, le resultó complicado extender el brazo hacia su varita mientras que con el otro sostenía el mango de la espada.

 

<<Un poco más.. >> se negó a utilizar el anillo de amistad con las bestias, algún hechizo de su bando o incluso los de otros libros; no, eso debía susperarlo por su cuenta, tal y como lo habría hecho un Rhoynar cualquiera. Antes de que el brazo protector fallara ante la fuerza abrumadora del león, logró arrastrar a Libra por el mango e imitando el mismo movimiento de varita que Lisa, pensó el conjuro:

 

- ¡Semillas de Hielo!

 

Como era de imaginar, bien ejecutado la magia del libro funcionaba a la perfección. Al cabo de medio segundo la criatura salvaje se recubrió de una fina capa helada casi transparente, haciendo que pareciera una elegante escultura de museo debido a la posición de ataque en la que se encontraba. Tardó bastante para poderse librar de las garras cubiertas de hielo, que ahora pesaban el doble. Se levantó del suelo en un brinco, disimulando. No le importaba mostrar sus errores siempre y cuando aprendiera de ellos.

 

- Excelente - dijo, rozando la melena congelada, fascinado. Conocía la magia del frío, se fortalecía de ésta, pero pocos hechizos legales existían para manipularlo - ¿qué sigue?

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Había decidido que escucharía con suma atención lo que decía Lisa, pues recordaba haberse perdido muchas de las explicaciones del instructor anterior -el del Libro de la Sangre- y, aunque estaba casi segura de que hubo menos explicación que un boletín de instrucciones, se sintió bastante desubicada en esa clase. De modo que iba tomando nota mental de las poéticas frases de la Weasley, mientras se convencía de que el drama, quizás, no era lo suyo. Tan concentrada estaba en lo que decía la bruja, que Candela no vio venir el ataque del huargo.

 

Sus pies se despegaron del suelo, debido a la embestida, con tal velocidad que lo único que notó al siguiente segundo fue que había golpeado la espalda en la hierba, a unos cuantos metros de su posición inicial. Tardó un momento en recuperarse del dolor en el espinazo que ese impacto le había causado, y otro más para darse cuenta de que había caído a los pies de un enorme león. Sentada, se arrastró lo más lejos que pudo del animal, justo antes de que éste fuese congelado.

 

¡Semillas de...! —Pensó, pero ya era tarde. Otra embestida por parte del huargo.

 

Su reacción fue demasiado lenta para regocijo de su rival, ya que nuevamente había salido despedida un par de metros más allá de donde estaba sentada. Fijó entonces la mirada en los ojos del lobo y le pareció notar un aire soberbio en ellos, aunque quizás lo único era que el enojo le estaba haciendo ver cosas. Así que probó una vez más y lo pensó: — ¡Semillas de hielo! —momento justo en el que estaba por ser atacada nuevamente.

 

La bestia se había impulsado para caerle encima a la Triviani, pero ésta había enviado a tiempo el conjuro que hizo que el huargo fuese cubierto por una fina tela de hielo; deteniendo así el ataque a la bruja, haciéndole caer a los pies de ésta.

 

— ¿Se trizará, si lo pateo? —estaba enojada. No le gustaba ser maltrada y mucho menos por un animal.

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Desde mi posición, podía observar con claridad los movimientos de los tres aprendices. Como profesora de la cátedra debía dar informes de los resultados de los alumnos en cuanto la clase terminase, no obstante, también me gustaba quedarme con sensaciones propias. En combate cada cual muestra su verdadero yo y era mas que interesante descubrirlo. Jessie sorteo con facilidad la primera amenaza, sin embargo, su talante no me gusto en lo mas mínimo. Si, se notaba que asumía la belleza de la bestia, pero no parecía respetar los dones que este por naturaleza poseía.

 

Preferí dejarlo tal cual, el mismo animal se encargaría de hacerla caer del pedestal en el cual ella creía que se hallaba. Hank, muy al contrario, se dio cuenta en el segundo cero de que el león, amen de ser el rey de la selva y de rugir como tal, luchaba por sobrevivir de una manera apasionada y grácil, Poco pudo hacer al primer embiste del felino. Este, llevado por la mano férrea de Gaia, asombraba al fenixiano, haciendo que tropezase y se tambalease como si fuese un parbulo. Estuve por detener la pelea cuando vi caer al suelo a mi compañero de bando. De inmediato me corregí, pues supe que si lo hacia el chico jamas me lo perdonaría.

 

El esfuerzo, el aprendizaje y las ganas son tres de los pilares fundamentales a la hora de aprender nuevos hechizos. Asi era, la verdad y como yo funcionaba dentro de esas clases. Como se vio segundos después, Dayne pudo fluir con la madre tierra y llegar a dominar el maleficio a la perfección. Le regale una ligera reverencia en cuanto se puso de pie, agradeciéndole también que no hubiese usado su espada para herir a su contraparte del día – Warrior – Mientras que los otros dos habían salvado el reto, La Trivial había sufrido heridas leves en su brazo, ya que el lobo huargo no fue detenido como correspondía. El cánido al escuchar su nombre, volvió a mi con rapidez.

 

- ¿Estas bien, Candela? - Me acerque a ella on cuidado y tome su antebrazo derecho con suavidad, aplicándole una curación de emergencia. El Episkey fue suficiente para cerrar la brecha hecha por los colmillos de la fiera – Ten mas cuidado a la próxima, como has visto no son tan dóciles como al principio parecía. Las apariencias engañan, me temo – Y la ayude a levantarse – Listo, volvamos a lo que nos toca, lo siguiente que vais a aprender también sirve para detener al rival sin hacerle ninguno rasguño. Es, a veces, la mejor manera de debilitar a alguien o algo, quitandole un sentido. - Arena del Hechicero – Mencione el siguiente maleficio – Son huesos cristalizados de un mago que ha muerto mediante fuego mágico

 

Sonreí al ver sus caras de desconcierto – Entran en los ojos y los ciega, anulandole, por ende, su capacidad de apuntar y desorientandolo. Depende de quien sea – La explicación era sencilla y concisa. Entendible por todos quise creer - En esta ocasión, solo usando dicho elemento, vais a tener que lanzaros lo entre vosotros. Tenéis también que evitar que aquí mis chicos – Señale al hipogrifo, el león y el lobo – os alcancen. Al primero que den, esta eliminado. El ultimo obtendrá un beneficio para la ultimo desafió. Triviani si no te sientes con fuerzas, solo debes lanzar chispas rojas al cielo, ¿queda claro? - Y de nuevo, con un chasquido de mis dedos, todo empezó.

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Se sintió una completa idi***. Lo último que necesitaba era la ayuda de alguien más, ¡hería su orgullo!. Quiso levantarse pero se detuvo al ver que Lisa le tomaba de un brazo y curaba sus heridas, que no había notado que estaban allí hasta ese momento, y acto seguido la ayudó a incorporarse. Apenas atinó a soltarse de su agarre de forma brusca y se alejó un poco, emitiendo un bufido de molestia y perforando con los ojos al lobo que la había atacado.

 

Arena del hechicero, ese tipo de "ataque" lo había visto únicamente cuando un amigo de la familia quiso molestar a un elfo, recordaba haber sentido envidia por la facilidad con la que ejecutaba sus movimientos e imaginó que debía tener en su poder muchos más libros de hechizos que ella misma. Desde entonces se la había pasado leyendo las teorías de los hechizos, los encantamientos y las maldiciones que venían con cada Libro, así como la utilidad de los amuletos y los anillos que se adquirían con ellos. Pero claro, una cosa leerlos y otra, llevarlos a cabo.

 

Triviani si no te sientes con fuerzas, solo debes lanzar chispas rojas al cielo, ¿queda claro? —¿¡la profesora le estaba haciendo burla!?

 

— Es broma, ¿no? —inquirió y le dio la espalda, sólo para empezar a correr.

 

Tener que sortear obstáculos, cuando éstos están detrás y no delante, era mucho más difícil cuando no se había tenido ese tipo de actividad en mucho tiempo. Dejar que el viento golpease su cara mientras corría, la adrenalina que el ejercicio y el peligro le generaban, hicieron eco a su memoria. Hubo un tiempo en el que vivía corriendo, mientras atacaba, asesinaba y capturaba. Aquel tiempo, de cuando fue una mortífaga. Y se dejó embriagar unos segundos por los recuerdos, por las incontables batallas de derrota y victoria; sus días como guardiana en la prisión de Nurmengard...

 

Una embestida.

 

Había cometido un gravísimo error que casi le cuesta la prueba, dejarse llevar por pensamientos que no correspondían a la clase. Por lo tanto, al recuperar la postura y fijarse en que era perseguida por una de las bestias, puso los pies a correr nuevamente. Lo hizo zigzagueando, saltando de un lado a otro, de modo que al huargo le costara conseguir un acercamiento hasta su víctima. No se dio cuenta que corría hacia el encuentro de alguien más, sino hasta que la vio.

 

— ¡Jess! —casi choca con ella, por lo que tuvo que esquivarla para no caer.

 

Aprovechó ese momento para hacer uso de la Arena del Hechicero, y lanzó el polvo para enceguecer a la Black Lestrange. El animal por el cual era perseguida se iba aproximando, así que Jess tendría que pensar en una salida y de acuerdo a sus limitaciones.

 

— mier**... —bisbiseó al darse cuenta de que, si no hacía algo ella tampoco, sería embestida por dos criaturas al mismo tiempo. Por tanto, se aplicó una Salvaguarda Mágica, haciendo de su propio cuerpo un ente transparente e intangible.

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