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Los Dragones de Salazar


Kahlan Blackthorn
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La Potter Black se miró al espejo que había en el cuarto del hogar que compartían con Seba en la parte superior de su local. Había llegado tarde del Cuartel Inquisidores y él se había marchado, pensando que ella iría directo desde el Ministerio, por lo cual iba retrasada para su cita. Le habían comentado sobre la fiesta que se llevaría a cabo en Hogwarts y la habían invitado a participar, con su pareja obviamente, pero pensaba hacer de aquello una cita con todas las letras entre ella y Seba.


Tras una ducha rápida recogió sus cabellos en un rodete sobre la nuca y tomó del perchero el vestido de satén gris que había escogido lucir esa noche. Sin mangas, unas cintas de gasa con perlas y piedras preciosas formaban el bordado de flores que sostenía sobre sus hombros es vestido entallado que enmarcaba toda su silueta, acampanándose apenas desde la altura de las rodillas, la vendedora le había dicho algo de que era tipo sirena o trompeta o algo así. Como fuera le había encantado el drapeado que cruzaba desde una de las caderas hasta la cintura del otro lado, cayendo en una especie de lazo sobre el cual había un nuevo bordado de flores que se elevaban hasta el pecho con escote corazón. La espalda era sencilla y lisa, excepto por lo que parecían una serie de lazos cruzados que ajustaban el vestido desde el centro de la espalda hasta su parte baja.


—Perfecto —dijo mientras tomaba el sobre plateado, con broche dorado, todo a juego de los zapatos de tacón.


Salió apresurada del dormitorio y dio unas cuantas indicaciones a los elfos antes de desaparecerse rumbo a Hogwarts. Un crack anunció su arribo a los jardines, habían sufrido algunos cambios desde la última vez que había estado ahí. Se apresuró a recorrer los mismos hasta las escaleras y ascendió por ellas tomándose los laterales del vestido para facilitar sus pasos. Se detuvo finalmente ante las puertas del gran salón y miró con asombro la decoración, rojo y dorado en las alfombras verde y dorado muy psicodélico en las paredes, manteles beige, lámparas barrocas. Se sintió como en una antigua película.


Sacudió la cabeza y miró para todos lados, a un lado, esperando y buscando al igual que ella, estaba su prometido. Se acercó a él y le cubrió con delicadeza los ojos mientras en puntillas de pie le susurraba al oído.


—Adivina quién soy.

Editado por Darla Potter Black
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Continuaba esperando la respuesta de la Malfoy, y al ver que esta no llegaba, negó con lentitud. Quizá tuviera que pensarlo bien, pero siendo como fuese, lo único que podía hacer por el momento, era dejarla sola porque justo en ese preciso instante, acaba de llegar uno de sus hijos a la mazmorra; Eobard, al cual no veía desde hacía aproximadamente un par de semanas, cuando le había dicho que había aprobado su EXTASIS de Magia Avanzada.

 

Considerando la posibilidad de acercarse a él, la descartó durante un par de segundos, para después recuperarla en cuanto se notó que se encontraba solo. Con su copa en mano, se encaminó hasta su posición, no sin antes tomar un tarro de cerveza de mantequilla con su zurda, esperando que fuese del agrado del Black Lestrange, porque a decir verdad, poco conocía a su hijo, pero estaba por comenzar a cambiar.

 

—Bienvenido, es un placer verte. Pensé que estarías muy ocupado y no vendrías. —saludó con una sonrisa y le entregó la bebida, para después beber un sorbo de su whiskey de fuego.

 

Esperando que poco a poco el lugar comenzará a llenarse, posó su mirada en el rostro de su hijo, intentando encontrar parecido con él que era su padre, pero no pudo más que ver los rasgos típicos de la familia Black Lestrange, así que negando lentamente sacó de su mente esa idea y se recordó que no era el mejor lugar para conversar de temas familiares, porque se encontraban allí para divertirse y conocer a más gente.

 

—¿Conoces a alguno más de los presentes? —preguntó mirándolo con curiosidad, mientras saludaba de una cabezada a Orión y sonreía a Maida, así como notaba como Ishaya comenzaba a hacer de las suyas, si era un grupo bastante pequeño el que se encontraba, pero podría hacerse más grande en cualquier momento, de eso estaba segura.

 

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Mansión Macnair



Dubitativa observé detenidamente las nubes grisáceas moviéndose lentamente en el cielo, la noche era realmente amena e incluso podía sentir la calidez de la brisa deslizarse por entre las telas de la bata de seda que ocultaban el desnudo cuerpo luego de un largo baño caliente. Pasé una de las manos por el húmedo cabello para desenredar con mis dedos algunas de las ondas y al girarme sobre mis talones me encontré a Draekh detenido en medio de la habitación con una coqueta caja color bermellón, alcé curiosa una de mis cejas y me acerqué con ambas manos ocultas en los bolsillos de mi peculiar atuendo.



Puedo adivinar de que trata tan llamativo obsequio ¿un par de zapatos quizá? Dame eso…



Enseguida el elfo se acercó a paso apresurado hasta la cama, para depositar sobre ella aquella mediana caja y luego arreglar sus largas orejas hacia atrás como tanto le gustaba, posó sus pequeñas manos tras su espalda y esperó mi aprobación. Solté un suspiro y resignada me acerqué hasta sentarme a los pies de la cama, jalé de la cinta dorada que le daba ese toque tan especial, y con cuidado saqué la tapa para revelar una pequeña tarjeta depositada en varias telas suaves que ocultaban el dichoso objeto. Una curva se formó en mis labios al leer la firma de Frank en ella — parecía un hada madrina, aunque ese apodo a él le fastidiara —, leí rápidamente lo que decía: Los zapatos adecuados, te llevaran a lugares extraordinarios. Pásalo bien Lu. PD. Annie los eligió.



Sin nada que decir comencé a buscar entre las telas hasta dar con unos delicados tacones plateados, estilo sandalias con cintas que aseguraban la estabilidad de los pies, aún sabiendo que no se verían por el largo del vestido me parecían perfectos y me daban la seguridad que estaba buscando en la luz de la luna. Me paré de un solo salto y me encaminé al cuarto de baño para poder alistarme.



Una vez lista le pedí a mi elfo que me hiciera aparecer por allá, iría al fin al dichoso Colegio Hogwarts, podría recorrer sus amplios terrenos e imaginar lo que mi familia vivió, estaba extrañamente emocionada por experimentar ese momento. Desaparecimos.



Hogwarts



Aparecimos en un brillante destello plateado, al soltar la mano del elfo percibí los maravillosos terrenos que protegían a la Escuela, el olor a tierra húmeda era realmente fascinante y el sonido de las hojas de los árboles hacían de la situación aún más emocionante. Observé de reojo a la orejuda criatura que me servía como transporte — al parecer sorprendida por presenciar aquel nuevo paisaje —, enseguida llamé su atención con un chasquido por parte de mis dedos y al tener su atención le ordené con un solo movimiento del mentón a que desapareciera. Sin esperar respuesta me encaminé segura hasta tocar con los tacones la extensa alfombra roja, mi alrededor parecía solitario y enseguida sentí como los latidos del corazón se aceleraban ¿habría sido buena idea asistir?



Tomé una bocanada de aire y alzando el mentón con el típico orgullo Macnair me zafe de la capa de viaje con un solo movimiento por parte de la varita, revelando el largo vestido color plata con algunos diseños sutiles que le daban un encantador contraste bajo los juegos de luces y sombras, era bastante ceñido en la parte del torso pero se complementaba con la caída de las piernas, sin duda era la típica marca que me caracterizaba: Femenino y elegante. Para el cabello decidí dejarlo en ondas un poco más marcadas, y para no darle un toque tan desinteresado deposité sobre la cabeza una delgada tiara del mismo color de las telas, para darle algo de luz al cabello y un solo accesorio al atuendo.



Al traspasar el umbral observé a mi alrededor encontrándome con el castaño — un gran compañero de aventuras sin duda — me acerqué inmediatamente evitando contacto con otras personas, no por que no quisiera socializar pero no tenía experiencias que contar, venía de otra escuela y lo único que conocía eran las anécdotas de la familia. Una vez en su encuentro, saludé dando un beso en cada mejilla del Black Lestrange para luego ver a Mia y hacer exactamente lo mismo — suponía que al fin conocería a su madre — sonreí suavemente y me acomodé a un lado manteniendo mis manos ocupadas sobre las telas del vestido.



Hermosa velada ¿verdad? Espero no haber llegado tarde…




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Editado por Juliette Macnair

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Mansión Black Lestrange

 

LA tarde llegaba y saori se encontraba en su habitación leyendo un poco de el señor edgar alan poe al parecer el misterio causaba en saori mucha emoción el crimen hacían aun mas amante de los libros a saori, hasta que su lectura fue interrumpida por un elfo de la casa llego con una reverencia y un pequeño mensaje.

 

Saori lo mira y le dice - que quieres - Dijo al elfo mientras pasaba de pagina -Señorita Saori su abuela le pedí que valla a un reunión y es formal así que tiene que irse elegante- sin mas palabras el elfo salio de la habitación con una reverencia. saori mira perpleja hacia el vació de su cuarto algo confundida pues su abuela no se la pasaba mucho por la casa y era raro, que hablara con ella.

 

-Jumm que raro la abuela - se dijo así misma mientras miraba que hacer si ir o no ir - Jumm iré haber que pasa - dijo mientras miraba sus vestidos de gala para ver cual era para la aocasion se dio baño de sales y humecto su piel suave y pálida mientras le decía a su elfa - Elfina por fa alistarme el vestido de color verde mentolado ya sabes - dijo mientras salia de la ducha.

 

elfina puso su vestido con los tacones de mismo color seco su piel y puso el vestido maquillo un poco no mucho, se miro al espejo y dijo - perfecto ahora el peinado - listo quedo- cogio su pequeña cartela de mano y salio en camino pero antes lse echo su fragancia favorita esa que tenia un dulce aroma a vainilla.

 

Los Dragones de salazar

 

Al llegar a la entrada de aquel lugar y el nombre era llamativo y un poco gracioso, vio que era en coelgio de magia el cual le traía recuerdos a saori, mientras que sus recuerdos regresaban saori caminada a paso firme haciendo sonar sus tocones en el mármol llegando al tal deseada fiesta.

 

Mir a su al rededor y contempla la decoración el trago y no muchas señales de su abuela entro con el ego encima y una sonrisa decorando su rostro, la demonio miro a todos y vio por fin a su abuela se dirigió algo sutil hacia ella - Hola, abuela - concluyo con una sonrisa, a un distancia corta vio su tío el cual se veía muy apegado a la joven ex compañera de saori , miro a su abuela y rió un poco pues era bonito verlos.

 

-mm mm que bonita fiesta, se me hace raro que me hayas invitado - dijo con una sonrisa.

 

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Si por ocupado pensaste que estaría en mi habitación, bueno… Me atrapaste. -sentenció el castaño con una suave risa, pues había preferido ser honesto, sobre todo si se trataba de su propia madre. Aceptó la cerveza de mantequilla, dándole un sorbo apenas la recibió.

 

Agradeció a su madre a la brevedad, notando que escudriñaba su rostro, como buscando algo. Se preguntó incluso si tenía alguna mancha en el rostro o sus lentes estaban opacos, lo cual habría resultado bastante vergonzoso para el Black Lestrange. Y eso fue lo que lo llevó a preguntarse el cómo fue que la profesora que lo evaluó durante su ÉXTASIS resultó ser su madre por el lado sanguíneo.

 

Habiendo crecido en Norteamérica, y siendo más bien intermitente entre el Colegio Ilvermorny y Hogwarts, el mago había crecido creyendo que los Thawne eran su única familia. Respetados dentro de la sociedad mágica norteamericana, sí, pero siempre hubo algo que le indicaba que no pertenecía del todo ahí. ¿Por qué el señor Thawne jamás le contó de los Black Lestrange, habría sido un acuerdo mutuo? Después lo averiguaría.

 

<< Una fiesta no sería el lugar más idóneo, sobre todo considerando que es la última vez que pisaré este lugar, al menos en cuanto a clases habituales. >>, pensó, alejando sus teorías acerca del descubrimiento del parentesco que mantenía con su interlocutora.

 

Llegas justo a tiempo, querida Juliette.

 

Aldrich no pudo ocultar su sorpresa al ver a su compañera de algunas aventuras, Juliette Macnair, en aquella reunión. Sin duda, su atuendo la hacía ver demasiado elegante, puesto que el tono del vestido la favorecía en aquella estancia en el que el color bien podía ser amigo o enemigo. Le dedicó una amplia sonrisa, mirándole por encima de los lentes, como solía hacerlo, a manera de saludo tras recibir sus besos en las mejillas.

 

Respondiendo a tu pregunta, de hecho… - se dirigió hacia su madre, asintiendo con la cabeza – A ella la conozco. Madre, te presento a la señorita Juliette Macnair. -sentenció, extendiendo una mano en dirección hacia la chica, como forma de introducción.

 

Al encuentro también había acudido Saori, su sobrina, a quien el Black Lestrange saludó a su llegada, agitando su mano al verle poner un pie dentro de la estancia. Se podría contar como la segunda ocasión en la que se encontraba reunido con parte de su familia dentro de las inmediaciones del colegio. << Ojalá esto no derive en una situación de alto riesgo... Somos un imán de problemas. >>, caviló, dejando que el sabor de la mantequilla contenida en la bebida inundara su paladar.

 

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@@Juliette Macnair

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En sus labios apareció una sonrisa, ante las palabras de su hijo. De lo poco que lo conocía, podía darse cuenta que prefería quedarse en la soledad de su habitación que compartir tiempo de calidad con sus amigos o familiares, sin embargo, se había propuesto que tanto él como Romina, comenzarán a adaptarse un poco más a Londres, así que no dudaba que dentro de poco tiempo, lo conseguiría. Bebiendo un sorbo más de su copa, miró a los presentes y asintió casi imperceptiblemente cuando comenzaron a llegar más personas.

 

—No siempre podrás vivir escondido en tu habitación, así que prepárate para visitarla poco en los próximos meses. —amenazó con total tranquilidad.

 

Cuando iba a añadir alguna palabra más, una bruja llegó hasta su posición y tras intercambiar algunas frases con el Black Lestrange, la saludó de una manera demasiado familiar que sin duda, estando en otro sitio, habría causado más que una mueca de seriedad. Pero no, ese día tenía que controlar su temperamento y hacer que todos los presentes disfrutaran un poco de la fiesta, la cual a penas comenzaba.

 

Asintiendo ante la presentación de la Macnair, se preguntó ¿de dónde es que se conocen? Intentando analizar la poca información que tenía, no supo responderse a su cuestionamiento, porque era obvio que poco o nada conocía al mago, pero eso era algo que iban a solucionar dentro de poco tiempo, en cuanto tuvieran la oportunidad de hablar a solas, así como el porque había llegando con el apellido norteamericano en vez del suyo.

 

—Mucho gusto Juliette, espero que sea de tu agrado la velada. —saludó a la bruja— Soy su madre, pero puedes llamarme Mia. —añadió recuperando la sonrisa en sus labios.

 

Intentando ligar el apellido de la bruja, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, ¿Eobard y Juliette sabrían que ella era su tiastra? Suponía que no, por eso aprovecharía ese momento, para comentarlo y así averiguar un poco más sobre ella.

 

— ¿De dónde se conocen? —preguntó a los dos— Por cierto, ¿tu padre es Pik Macnair? —añadió sin preocupación alguna.

 

Tras su pregunta, sintió como alguien más de la familia llegaba. Se trataba de Saori, la hija de Amelie. Con una sonrisa, la saludó y le indicó que se acerca hasta ellos, porque ya que se habían encontrado en ese sitio, podían aprovechar para pasarla juntos y crear algún momento divertido en sus recuerdos.

 

— ¿Cómo puedes decir eso cariño? ¿Por qué no habría de invitarte? —preguntó a la bruja, mirándola directamente a los ojos, mientras esperaba obtener una respuesta.

 

Un elfo con una bandeja y varias bebidas se acercó hasta ellos y les ofreció algo de beber, de tal manera que podrían continuar su conversación con algo para hidratarse.

 

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Miró de reojo el papel que su elfina le había entregado minutos atrás, pero no se molestó en leerlo por completo, puesto que desde las primeras líneas ya se había dado cuenta que se trataba de una invitación a algún tipo de evento y no estaba de ánimos para estar rodeada de gente. <<Lo único que necesito es estar sola>> pensó para sí misma, y a pesar de que llevaba meses encerrada en la mansión Black Lestrange sin salir, aún no se sentía lista.

 

Caminó hacia el balcón de su habitación, y no pudo evitar sorprenderse al ver una planta en una pequeña maceta. No tenía idea de porque estaba ese objeto allí ya que las plantas no eran de su agrado, en especial las que tenían flores de diversos colores. Como la tarde estaba muy aburrida decidió quedarse a jugar con la planta, aunque su verdadera intención era sacar cada uno de sus pétalos. Hizo una mueca de disgusto al ver que se le habían caído tres pétalos sin siquiera haberla tocado. <<Son muy frágiles>> determinó. Al ver que la luz del día casi acababa decidió entrar y tirarse en su cama, aunque no quería dormir, solo pensar.

 

—¿Sabes? Creo que deberías salir y divertirte un rato— comentó Candance, una fantasma que seguía a Romina desde hace años ya que se habían vuelto amigas—Deja de ignorarme. Sé que las reuniones no son tu actividad favorita pero deberías darle una oportunidad, no perderás nada. Además en caso de que te aburras siempre puedes volver— trató de alentarla, aunque eso era tarea difícil, por lo que después de varios minutos insistiendo y al no obtener respuesta alguna, desapareció.

 

Las palabras de la fantasma habían quedado resonando en la cabeza de la joven por horas, ¿O habían pasado minutos? No tenía forma de saberlo, puesto que al estar metida en sus pensamientos había perdido la noción del tiempo, y no es como si tuviera un reloj o algún dispositivo que le marcara la hora, de hecho había guardado su reloj de muñeca el día que decidió que no saldría de la casa por un varios días, pero luego esos días se habían convertido en meses.

 

Tras varios minutos de haberlo pensado decidió que asistiría. Miró la invitación, le pareció bastante fina y elegante, por lo que supuso que tendría que vestirse de manera adecuada para la ocasión. Negó con la cabeza. Si iba a salir por primera vez después de mucho tiempo, lo haría con una vestimenta que le permitiera sentirse cómoda, además que la última vez que había usado algo “elegante” las cosas no le habían salido para nada bien, por lo que prefería evitar esa experiencia a toda costa.

 

Decidió usar un jean negro, una remera azul marino un poco elegante, y un par de botas negras. En su muñeca izquierda colocó nuevamente su reloj plateado, estaba algo viejo y golpeado, pero como tenía un valor sentimental siempre lo usaba. Con un movimiento de su varita acomodó su cabello, no se hizo ningún peinado, sino que se aseguró que no se notará que no se había peinado en días.

 

Apareció en los terrenos de Hogwarts. Tuvo que esperar unos segundos hasta recuperar el equilibrio ya que hace mucho que no utilizaba la aparición como medio de transporte. Y a pesar de haber estado a punto de regresar a la mansión, se armó de valor y se dirigió hacia el lugar indicado en la invitación.

 

Al llegar al club simplemente caminó hacia una esquina. Primero tendría que observar el lugar y el ambiente para decidir si se iba a quedar o no, por lo que luego se preocuparía por encontrar a algún conocido.

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Mansión Black Lestrange.

 

 

Aquello se había hecho una manía, estar de pie en su balcón imaginando todo lo que puede pasar afuera sin atreverse a experimentarlo. Aburrido sí, pero los días han sido agitados y merecía algo de calma. Suspiré tranquila y llena de paz, algunas personas no merecían verla de esa manera, luciendo tan flexible y calma, por ese mismo hecho su habitación era su santuario intimo. Que, a diferencia de otros, yo sí lo mantenía lejos de perversidades. Sonreí al aire hasta que ese mismo me alertó de algo. Una maldita lechuza, la misma lechuza que me había entregado la carta de Hogwarts la última vez.

 

Tenía sensibilidad por los animales, a de ser por eso que no le lanzó un maleficio antes de que se acercara más, pero eso no evito que pasara a mi habitación y cerrara la ventana. Hogwarts estaba en el pasado y de ella no quería saber nada. El pequeño pico del ave golpeo mi ventana tantas veces que provocó un gruñido y resignación de mi parte. Alcé la mano y las ventana se abrieron, ese plumífero regordete revoloteó hasta mi con una carta. Decía lo que temía, era una invitación a Hogwarts para una fiesta de reencuentro e inauguración. Tenía la letra de la Matriarca, lo que le daba un golpe bajo a mi responsabilidad. Le dí de comer al ave y me dispuse a alistarme, ya iba tarde.

 

 

Los Dragones de Salazar.

 

 

El vestido negro de raso acariciaba su piernas hasta un poco más arriba de sus rodillas, se ajustaba desde su cintura hasta las mangas cortas de sus hombros, mientras que su falda se daba vida al bailar con el viento. Recogió su cabello y atravesó su varita en el para que luciera como un simple adorno, esto se había vuelto costumbre. Los tacones de aguja sonaban a cada paso que daba por los pasillos del castillo. No podía evitar pensar que Hogwarts era algo indemne, a pesar de los años y las disputas en su interior seguía igual a como lo recordaba. Era un ramé que le costaba admitir que le gustaba.

 

Caminó hasta el gran salón y las voces que llegaban no eran conocidas, a eso no le temía pero la incomodidad siempre estaba en estas situaciones. Pisé la alfombra pensado en que todo estaba muy bien decorado, aunque nunca le gustó esta zona del castillo. Miré a personas que creí haber olvidado, como Maida o la profesora Juv, pero las voces de la Matriarca y Eobard fueron las que me atrajeron. También estaba Saori, la hija de Amelie con que se había divertido el día de su llegada.

 

Aunque la idea de acercarse a ellos era atractiva, sabía que no podía estar un minuto más allí son algo que beber, eso quizás le quitaría las enormes ganas que tenía de irse. No lamentaba ser así, le gustaba ser estoica y elegante pero esto no era lo que quería en un principio. Sus ojos brillaron cual amatistas cuando miró una copa de vino de saúco. Tomó de ella y caminó hasta una esquina de la mesa de Slytherin. Bebió de ella mirando a los presentes con sutileza, formaría parte de algo cuando las cosas su pusieran divertidas.

 

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La Black arqueó la ceja, al parecer había confundido a la chica con alguien que conocía, igual el gesto que tuvo hacia con la anfitriona le había llamado la atención; si acaso no era quién creía que era ¿Por qué le había saludado con tanta naturalidad? Levantó la ceja y se quedó examinando a la chica de reojo, de seguro le había confundido.

 

Estaba incómoda, metió sus manos en los bolsillos de su vestido y sonrió en modo de despedida, giró sobre sus puntas y se dirigió a las mesas.

 

Sus ojos vagaban en la decoración, a decir verdad el haber ido sin pareja (o conocidos) había sido una mala idea pero el apoyar a sus compañeros le cegó la cabeza. De igual manera odiaba las fiestas, Gabrielle tenía la suerte (por llamarla en sentido irónico) de que sus parejas siempre terminaban dejándole olvidada en un lugar, plantada, sola.

 

Había decidido caminar, divagar por el lugar, el sentarse en una mesa sería demasiado ridículo, sola. Pasó la mano por una de las mesas. Sintió lo suave sobre sus dedos y le regresó al bolsillo. No, no quería sentarse solo saborear el momento.

 

Comenzaban a llegar más invitados y de a poco la Delacour se fue arrinconando sola en una de las paredes del fondo; se cruzó de brazos y se recargó en la pared, socializar en definitiva no era lo suyo y sabía que su sobrina estaba ocupada, le observó a lo lejos ¿Dé donde había sacado lo pelirroja Bridget? No era quién para juzgar, no conocía a la mitad de su familia y ahora se había convertido en algo "curioso".

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Mis verdosos ojos se fijaron en la bruja de tan rubio cabello para asentir a las palabras de Eobard, le dediqué una sonrisa sutil mientras arreglaba los mechones castaños cayendo con rebeldía en algunas partes de mi rostro.



Es un placer Mia, debo admitir que la velada está realmente exquisita…



Miré a mi alrededor y volví mi atención a la mujer al escuchar las siguientes palabras, era algo difícil responder de donde nos conocíamos puesto que la casualidad nos llevó a varios problemas y eso hizo que nuestra confianza creciera de una forma bastante extraña. Ahora bien, lo que me dejaba más curiosa era la pregunta sobre mi padre ¿Conocía a Pik? No es que me sorprendiera — bueno, si lo hacía. — pero por lo poco que lograba conocer de aquel hombre era su falta de sociabilidad, al menos en el plazo que teníamos en Inglaterra, plazo que se acorto por su viaje por el mundo — ¡Todo un trotamundos ese abuelo! —, pensé con ironía.



Nos conocimos en una cafetería lejos de aquí…¿Dragón verde? ¿Aldrich?



Sonreí.



Respondiendo a lo otro, acertaste. Pik Macnair es mi padre…¿Lo conoces?



Susurré al tiempo que desviaba la mirada hasta dar a parar con las decoraciones del lugar, aún me costaba acostumbrarme a la idea de que ese mago tan fantástico que alguna vez conocí por casualidades de la vida fuera en verdad mi padre, claro que no le echo la culpa a él sabiendo nuestros secretos y toda la historia que Bietka ayudo a construir. Deseaba en el fondo, que todo hubiera sido con completa normalidad y que mi llegada al mundo no estuviera ligada a tantas complicaciones.



Como luz apareció Saori, nuestros encuentros durante mi estadía en Londres habían sido casuales pero muy amenas, por lo que le ofrecí una amplia sonrisa ocultando mis comentarios por el momento, estaba al parecer rodeada de Black Lestrange y no me sentía tan incómoda. Al observar al pequeño elfo acercarse con refrescos, estiré mi mano alcanzando una alargada copa de contenido bastante burbujeante, curvé los labios al pequeño grupo y alzando sutil la copa, me la llevé directo a los labios para embriagar mi paladar con ese dulce elixir.



Debo confesar que pisar los terrenos de Hogwarts es como ir a un parque temático, nunca antes había estado aquí y debo admitir que es realmente encantador.



Murmuré en dirección al castaño mientras llevaba mi vista a las altas torres oscuras, nada similares a la infraestructura de los castillos de Ilvermorny, ambos como era de esperarse tenían su peculiaridad y tener la oportunidad de compararlos era una oportunidad maravillosa. Sabía bastante sobre algunas tradiciones de la escuela, incluso cuando era pequeña tenía la fantasía de pertenecer a Ravenclaw por su tranquilo carácter e inteligencia, pero por motivos personales decidí irme a los Estados Unidos y ahora que se muchas cosas sobre mis lagunas mentales, no sabía si esa decisión había sido la más correcta.





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