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Prueba del Libro de Los Ancestros # 4


Khufu
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Mi pantalón de lino blanco se tornó azulado cuando el peculiar brillo colmó los ojos de mis tres aprendices, quienes no notarían que los había transportado a un sitio absolutamente distinto al campo floral donde los pétalos de pensamientos eran extraídos. Ahora se hallaban en una especie de almacén vacío, pero no era cualquier lugar; sino que se trataba de una fundición de metales abandonada a su suerte por vaya a saber qué sujeto muggle. Aquel aroma al hierro procesado me traía una sensación de retorno a mi hogar, morada de la que quizás fui extraído cuando apenas era un infante y sin el consentimiento de mis añorados padres. La gruesa cadena que colgaba alrededor de mi cuello era mérito de ese pasado que no conocía, además del valor puro que la sangre de mi querida Mintaka le dio.
~Thomas... Helike... Anne... Pueden abrir sus ojos. Estamos en el escenario donde se librarán los dos duelos que consagrarán sus conocimientos al arte de Los Ancestros. Ya están preparados para demostrar que son dignos del poder que mis antepasados han resguardado con tanto recelo por siglos. Miren... Observen con cautela todo lo que les rodea y que les pueda servir a favor o en contra~ les dije con templanza, realizando un gesto con mi temblorosa mano derecha con tal de que no perdieran de vista nada de lo que allí se aposaba. Decenas de herramientas de metal labrado en cobre, plata y oro; instrumentos de vulcanizadoras, recipientes pesados donde se vertían los derretidos minerales, y calderos de ionización eran parte del repertorio de objetos con que contarían los magos aspirantes.
En mi jovial mente, pese a mis vastos años de experiencia, tenía bien claro quiénes conformarían las parejas que se enfrentarían; así que tomé distancia de mi contrincante y alcé mi varita en posición defensiva contra el único varón que estaba presente en la fundición. ~Señor Gryffindor... Cuando usted guste~ recité, poniendo al servicio de la espiritualidad de mis antepasados lo que allí sucedería en escasos minutos más. Por otra parte, las dos brujas tendrían que disputar un duelo femenino; así estaría todo mucho más equilibrado a la hora de atacar sin piedad.
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Parejas de Duelos
@ v/s @
Reglas
  • El duelo se regirá por las reglas de Duelos y Asaltos 1 v/s 1
  • Los hechizos a utilizar son: Neutrales Graduados y Libros hasta Ancestros, a excepción del Libro del Caos.
  • Pasadas 24 hrs sin respuesta del contrincante, los ataques se considerarán impactados.
  • Pasadas 48 hrs sin respuesta en el duelo, se considerará abandono.
  • La prueba durará aproximadamente 1 semana a partir de la apertura del topic (Hasta 17/08/2017).
  • Las dudas sobre la prueba podrán ser realizadas en el topic de dudas y consultas del propio Libro.
  • En su post de entrada deberán rolear un pensamiento sobre dónde pondrían su Amuleto Anti-Robo.
  • En el tercer y sexto turno, la Arena Mágica del Desierto los cegará, por lo que no podrán utilizar rayos ni invocaciones que requieran puntería.

 

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El malestar en la boca del estómago no desapareció hasta que pasaron unos segundos y el resplandor cegador desapareció. Aún así, seguía sintiendo la molestia de la claridad en sus ojos, que habían permanecido cerrados mientras se habían trasladado de lugar. Y es que, si al principio le había parecido que Khufu los transportaba, ahora estaba completamente segura.

 

El ambiente había cambiado. Su fino olfato lupino podía captar el olor a metal que había quedado impregnado en el aire a pesar de que la fábrica había sido abandonada muchos años atrás. Ahora que sus ojos grises observaban los alrededores, se daba cuenta de que no habían ido a un sitio cualquiera como tal. Y las palabras del uzza confirmaron sus pensamientos.

 

Habían llegado a la prueba. Lo único que les faltaba por hacer para vincularse con el libro de los Ancestros. Podría utilizar la vara de cristal cuando quisiera; ¡y podría invocar a Kansho, la daga que absorbía la magia! Y ni qué decir del amuleto anti robo. «Irá directo a mi bóveda trastero», pensó, muy convencida. «No hay lugar mejor para destinarlo, pues allí es donde guardo todo lo material más importante que poseo, excepto el huevo de dragón», siguió calculando para sí misma. Un cosquilleo se extendió por la mano izquierda de la licántropo y casi la hizo estremecer de emoción: ya faltaba muy poco para poder hacer todo eso que pensaba.

 

Siguió el consejo del guerrero y observó los distintos recursos de los que disponía en el lugar: distintos trozos de hierro y escombros de diversos tamaños por todas partes, con restos de maquinaria pesada, recipientes y calderos allá donde quisiera posar la vista. Tenía mucho entre lo que escoger.

 

Utilizando sus poderes metamorfomagos, acortó su pelo hasta dejarlo casi a ras de la cabeza mientras adquiría un tono azul eléctrico. Sus ojos, que siempre eran de color gris, ahora tenían un tono verdoso muy similar al que adoptaba cuando se transformaba en lobo. Miraba directamente a Heliké, pues Khufu había determinado que ella sería su pareja en el duelo. Frunció el ceño y sonrió a la muchacha, palmeándole la espalda.

 

Bueno, llegó la hora de practicar. ¿Lista? —le dijo, mientras se alejaba unos pasos de ella para mantener una distancia que les facilitaría a ambas el ejercicio, aproximadamente de ocho metros. Acortó el largo de su pantalón para dejarlo en unos shorts que tapaban básicamente lo necesario, y su blusa ancha cambió a una mucho más ceñida que remarcaba perfectamente las curvas de su busto. Las botas de estilo militar, sin embargo, se mantuvieron en su lugar con su forma habitual. Hizo una reverencia hacia su compañera, indicándole así que se disponía a comenzar el duelo—. Cinaede.

 

Conocía perfectamente los efectos de aquella magia que acababa de enviarle a Heliké, pero también confiaba en las habilidades de su compañera. Aquel gas invisible que surgía de los pétalos de pensamiento envenenaría a la Vladimir, que necesitaría un par de sanaciones pertinentes para poder curarse por completo. Esperó entonces su reacción, con la varita fuertemente asida, sin saber si Thomas y Khufu habían iniciado su particular combate.

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<<¿Por qué no habrá sucumbido frente a tal magia psíquica?>> reflexionó Elros luego de escuchar con atención el comentario que Helike lanzó en relación al analgésico y la migraña que le estaba aquejando; pues él mismo tuvo que poner por delante su habilidad de oclumago para evitar que tales pensamientos le atormentasen e influyeran un tanto en su desempeño en la clase, cosa que la bruja oriunda de tierras españolas no era. -No creo que sea prudente hurtar algo que no nos pertenece... Lo mejor es espe...- fue lo que alcanzó a pronunciar el pelirrojo tras oír lo que Gaunt les expuso en post de la hostilidad del ser que se estaba aproximando por una de las brechas de la cueva que daba paso al campo de flores. -¡Maestro Khufu!- exclamó el muchacho con satisfacción, debido a que su energía ya se estaba agotando con tanta criatura mágica que tuvo que hacerle frente en la zona exterior del desierto; por lo que la presencia del nesedy era algo que ansiaba desde unas cuantas horas atrás. Pero justo cuando estaba at portas de consultar algo que le carcomía por dentro; una luz cegadora del zafiro más puro del mundo le volvió indefenso, sumando a aquello un fuerte dolor estomacal que le hizo recordar las veces en que le hacían aparecerse de forma repentina y sin previo aviso. <<¿Dónde estoy?>> pensó cuando sus pies tocaron piso firme una vez más.


Claramente el Uzza había hecho usufructo de su ancestral poder para transportarlos hacia lo que parecía ser una fábrica de metales olvidada. El escenario y el aroma a los minerales fundidos le hizo memorar a Gryffindor todo el trabajo que realizaba a diario en su propia Vulcanización en el Callejón Diagón; es más, no pudo evitar relacionar el "Amuleto Anti-Robo" con todos los tesoros que almacenaba en el sótano de dicho lugar, que además era custodiado por su Ridgeback Noruego llamado "Chimuelo". <<Será un buen sitio para dejarlo>> soltó en su mente, sonriendo al ver con sus orbes esmeraldas que el guerrero tomaba posición frente a su figura, denotándole que sería su rival a vencer en aquel enfrentamiento. -La caballerosidad también es lo suyo, maestro... Estoy listo- respondió el chico luego de ubicarse a unos ocho metros de distancia del Uzza, resguardando que nada estuviese a sus espaldas (por lo menos a unos cinco metros a la redonda) que pudiera transformarse en algo ofensivo. Sus ropajes se mantenían indemnes, sucios pero conservados dentro de lo posible luego de la árida aventura; así que sin más ajetreos ni temores, el paladín se puso en posición de duelo y lanzó con determinación su primera jugada para salir victorioso.


Una andanada de filamentos llameantes salió disparada, una tras de otra, de su arma de pirul. Eran las "Flechas de Fuego" que habían sido invocadas mentalmente por el fenixiano con tal de herir de gravedad a Khufu. Éstas incendiarían la piel del Uzza en cuanto hicieran contacto, y pasarían a convertirse en un problema de urgencia que el nesedy tendría que resolver para continuar con buena salud el duelo (cosa que no dudaba que pasara). Por otro lado, Helike y Anne ya habían comenzado su contienda a varios pasos de separación; Thomas lo supo por el sonido producto de la colisión de los hechizos que las mujeres se lanzaban valientemente y con la convicción personal de ganar en el limitado tiempo que poseían para demostrar que eran dignas del arte de Los Ancestros.

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Parecía que sentía la órden en mi cabeza y abrí los ojos. Me llegó el aroma del hierro y fruncí el ceño a causa de ese aroma que me molestaba. Llevé mi dedo índice a la nariz para frotarla mientras escuchaba las palabras del Uzza.

 

- ten por seguro que lo conseguiré... bastantes galeones me han costado -susurré mirando a Anne que parecía pensativa. Di un pequeño salto al notar su palmada en mi espalda. Le sonreí.

 

- Claro que estoy lista, señora directora -dije con un tono burlón, aunque ambas sabíamos que ahí estábamos como alumnas. Esperaba al menos poder conseguir el libro y le enseñaría al guerrero que era digna de vincularme con él.

 

La vi desplazarse y calculé que estaba a una distancia de unos ocho metros. Repetí su gesto con la cabeza y agarré con fuerza mi Vara de Cristal con forma de buitre y que tenía líneas rojas y el resto del "bastón" de color negro. La verdad es que en su momento no me lo esperaba pero ahora, estaba contenta, aunque eso delataría un poco mi forma animaga... Pero los demás, tampoco lo sabrían... O eso esperaba.

 

Farfullé molesta al ver cómo el maldito gas invisible estaba poco a poco afectándome, negué con la cabeza. Era más que predecible porque yo también lo hubiera usado en ella si tuviese ocasión.

 

- anapneo -notaba como mis vías respiratorias estaban empezando a atrancarse y con ese conjuro el efecto fue al contrario. Se me desatascaron y el aire pasó a través de mi tráquea.

 

- Episkey- pensé ese hechizo de curación y sentí los efectos sanadores de cómo las pequeñas heridas producidas por ese gas iban desapareciendo de mi garganta. Carraspeé y suspiré otra vez negando con la cabeza.

 

Aún recordaba el "amuleto anti-robo" que había visto cerca de la cueva, protegiendo a los lirios de fuego. Podía usarlo para proteger mi bóveda trastero, pero ya tenía la magia suficiente para que nadie entrase sin mi permiso. Enseguida recordé los documentos de mi antepasado Milo Rambaldi y pensé que sería un buen objeto para custodiarlos y protegerlos de mis enemigos italianos.

 

"Sí, en un lugar profundo del castillo Rambaldi si pongo ahí esa figuriilla, nadie, ni siquiera las demás matriarcas, podrán robar esos documentos. Decidido ahí irá a parar la estatuilla con forma del dios griego Hermes. Seguro que me protestan pero para eso somos jefas de la mansión. No sólo acogemos nuevos inquilinos..."

 

No se lo diría a nadie. De eso estaba más que segura... Lo pondría de noche en un lugar en que sólo las matriarcas sabemos dónde están esos papeles. Así Deiwan, seguro que le gustaría esa protección extra. Recordaba a mi padre y no pude evitar sentir cierta melancolía mientras observaba a Anne. Estaba segura que lanzaría un nuevo ataque. Mientras, ojeaba todo con bastante rapidez para ver lo qué me podría ser útil para ese duelo... Esperaba que no fuese tan malo como el que había hecho con Thomas.

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~Nunca está de sobra, joven Gryffindor~ respondí al comentario que Thomas me lanzó del otro lado del campo de duelo que había escogido para mis aprendices; percatándome de que el chico parecía ser más precavido de lo que un púber de su corta edad lo era habitualmente. Pese a mi "Larga Vida", jamás había dado por perdido mi sentimiento de galán o caballero hacia las mujeres, especialmente al haber experimentando en carne propia el amor con mi Mintaka.


En cuanto alcé mi poderosa varita al cielo, observé que el pelirrojo abría el enfrentamiento con una andanada de filamentos de fuego que bien conocía del arte del Equilibrio, por lo que me preparé psicológicamente para recibir el impacto antes de que éste osara en rozar mi cuerpo tatuado de cicatrices antiguas. ~Obsistens~ pensé; y un cerco luminoso azul me protegió de los llameantes cortes que me habrían hecho sangrar de gravedad; absorbiendo de forma efectiva tal hechizo que no logró consagrarse en lo absoluto.


~Ignea~ susurré a continuación; surgiendo de mi arma una lluvia de polen proveniente de los lirios volcánicos, la cual me conferiría inmunidad frente a cualquier fuego durante un tiempo prudente; así Thomas no podría dañarme con otro maleficio llameante como el anteriormente lanzado en silencio. ~Joven Gryffindor... No temas en utilizar la magia de Los Ancestros. La idea de este enfrentamiento es que puedas ponerlos en práctica~ alenté al pelirrojo, ya que una de las cosas que yo tenía en consideración para aprobarlos era que se animaran con todo lo nuevo que en mi caminar erudito habían aprendido.

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Gryffindor estaba sorprendido al notar la gran suntuosidad con que Khufu realizaba sus hechizos, verdaderamente era para él un honor tener que enfrentar en un duelo a uno de los poderosos guerreros Uzza; pues dicha posibilidad no le fue factible con Badru ni Bakari. Tal parecía que, de forma inconsciente, tenía algo en común con el añoso brujo de los Nesedy; debido a que sus flechas de fuego fueron absorbidas por un cerco luminoso (que si bien conocía) de la misma tonalidad zafírea que el suyo propio, color que para él era el predilecto dentro de la gama. <<No esperaba menos de un maestro>> reflexionó con una sonrisa de medio lado; sintiendo, a su vez, la ansiedad de no estar frente a cualquiera de los magos de Gran Bretaña con los que ya había combatido previamente. Inmediatamente después de la primera acción del veterano, y antes de que éste pronunciase algo más; Elros apuntó directamente hacia él y con un único pensamiento que rezaba "Maldición", logró que el "Ignea" de Khufu fuese mal vocalizado, resultando en algo cómico y ridículo que le hizo mofarse involuntariamente como el adolescente que era. -Perdone, señor. No pude controlarlo. No lo repetiré- exclamó el paladín de La Orden del Fénix, tratando de sosegar su inapropiado jolgorio.


Luego, quizás "profesando" lo que podía ocurrir más adelante con ayuda de su habilidad de Videncia; el patriarca de los Granger proclamó a viva voz el "Cantar de Eleboro"; surgiendo, del extremo distal de su varita de pirul, una vibración musical (apenas audible) que protegería todos sus sentidos, incluso agudizándolos aún más. Aunque, para su propia franquedad, lo que más le interesaba a Thomas era conferir de inmunidad a los mismos por un buen tiempo; así no tendría que preocuparse de asuntos externos al duelo, de llegar a ocurrir de forma sorpresiva. -¿Todo bien maestro Khufu?- preguntó con mayor confianza, tratando de analizar la fisonomía del Uzza; el cual parecía estar muy sereno pese a la situación de batalla que ambos estaban evidenciando en medio de la desolada fábrica de metales.

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Anne tragó saliva. Le causaba fatiga ver a su compañera Heliké pasarlo mal pero, por otra parte, aquel duelo tenía que servir para demostrar que estaba preparada para vincularse al libro de los ancestros. Y no iba a detenerse ante nada hasta conseguir su objetivo. Sin embargo, tenía muy claro que ella misma sanaría a su compañera si la veía muy mal en algún instante, pues no deseaba causarle mal alguno. Al menos no duradero.

 

Suspiró cuando la joven usó el anapneo para evitar asfixiarse tras el ataque que le había mandado para iniciar la afrenta, y rápidamente la Gaunt se preparó para continuar. Había una especie de caldero grande de aspecto muy pesado y del tamaño de una moto acuática a poca distancia de ella. Lo usaría para continuar, no quería atacara a Heliké hasta que no se sanara completamente.

 

Morphos —exclamó, apuntando a aquel objeto con su varita. Al instante, se convirtió en un tigre adulto que rugió en cuanto se transformó completamente en el animal. Rugió con fuerza y comenzó a caminar, aunque la orden de su creadora era muy clara: permanecer cerca de ella, al menos por el momento. Mientras tanto, observó que Heliké utilizaba un episkey no verbal para sanarse los restos del cinaede y la mortífaga sonrió a la muchacha, sintiéndose un poco culpable por lo que acababa de hacerle.

 

Miró de soslayo para ver cómo iban Khufu y Thomas. Enfrentarse a un guerrero uzza debía imponer bastante, estaba segura. De hecho, solo con pensarlo había comenzado a sudar. Se pasó una mano por la frente y volvió a fijarse en Heliké, que aguardaba su próximo movimiento. Anne apretó los dientes, no tenía claro del todo qué iba a hacer a continuación. Pero algo se iluminó en su mente de repente y dirigió su varita hacia la mujer, realizando una suave pero precisa filigrana con ella.

 

«Flechas de fuego», pensó con decisión. Un grupo de flechas de fuego volaron una tras otra en dirección a la Vladimir. Aquella invocación podía quemarle la piel y provocarle heridas sangrantes si no la detenía a tiempo, por lo que esperaba que su compañera estuviera atenta. Estaba segura de que deseaba aquellos poderes del libro de los ancestros tanto como ella misma.

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~Muy astuto, joven Gryffindor... Eres audaz~ le dije luego de escuchar que mi "Ignea" no había resultado como yo lo tenía pensado desde un principio, dejándome vulnerable frente a hechizos de fuego que pudiera recibir de lleno en mi cuerpo algo maltratado por los años. Gracias a mi experiencia como guerrero y las temporadas de adiestramiento con mis hermanos Uzza, supe de inmediato que Thomas estaba realizando el Cantar de Eleboro por algo que sucedería más adelante; pero quise restarle importancia y decidí concentrarme en el intercambio de hechizos propiamente tal que se daba en un enfrentamiento con un contrincante que sabía muy bien lo que hacía.


~Obliviate~ lancé fugazmente en contra del fenixiano, brotando de mi varita un rayo dorado que de impactar le haría perder más que la memoria o un recuerdo reciente de algún suceso trascendental en su vida. ~Desmaius~ agregué sin esperar demasiado, enviando hacia Elros otro rayo que lo paralizaría; dejándole inmóvil e inconsciente por un lapso temporal que podría ser crucial para él y su futura estadía gratuita en San Mungo. ~Recuerda Thomas... Usa con sabiduría el poder de Los Ancestros... Encuentra la oportunidad y tómala~ repetí esperando que mi alumno tomara cartas en el asunto, y pronto utilizara esos hechizos que he guardado con recelo por toda mi existencia Uzza.

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La sonrisa de Thomas se dibujó en su fisonomía de manera instantánea tras escuchar lo que Khufu decía de él. Era cierto, siempre se había caracterizado por ser un sujeto muy inteligente y "calculador" para ciertas cosas, pero también era verdad de que en otras ocasiones se dejaba guiar por los impulsos, como todo adolescente. La fábrica emanaba una agobiante sensación térmica alta que empezaba a sofocar al fenixiano; pero aquel clima hostil no sería lo único que tendría que vivir, pues una nube de arena apareció en el campo. Era la misma que antes lo había cegado en el desierto; pero que ahora no lo haría al estar protegido bajo el manto del Cantar de Eleboro. <<Gracias por tus enseñanzas, Sajag>> reflexionó con serenidad, recordando las doctrinas de su viejo amigo Arcano de Videncia.


Fue en esa ansiedad de veinteañero que Gryffindor en cuanto vio venir el rayo de la varita del Uzza, pensó en "Kansho"; y una daga de un acero muy afilado con empuñadura de plata y orfebrería en oros blancos y dorados, diamantes y esmeraldas (tal como sus ojos) fue invocada en su mano izquierda, absorbiendo el ataque mágico del hechizo desmemorizante para así devolverlo con la misma agresividad contra su maestro. Elros estaba consciente de lo que sucedería a continuación, debido a que un intercambio de daños, ante la colisión de dos rayos (luego de oír el Desmaius del guerrero) ocurriría irreparablemente. El muchacho abrió los brazos como quien recibe a un hermano de viaje, y aceptó con resignación la parálisis que pronto afloró en él, haciéndole "caer de espaldas" totalmente inmóvil en el piso de la fundición. Por otra parte, el veterano nesedy quedaría con la mente en blanco, en una vulnerabilidad que tal vez no vio aproximar; sumando a eso los efectos de la arena que harían lo suyo en sus pálidos orbes.

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Esperé los siguientes ataques de Anne. Sabía que era una gran bruja y no precisamente, por ser la directora de la Academia, apreciaba su trabajo, pero ahí me estaba demostrando que, usando los conjuros en los duelos era bastante buena. Yo, había digamos, dejado de lado ese tema por cuidar a la familia además de otras cosas. Tenía otras prioridades y ahora, no me batía en duelo contra otros magos. Eso hacía mella en los últimos "combates" que había tenido con otra gente... Definitivamente, tenía que retomarlos de nuevo.

 

Chasqueé la lengua, fastidiada. Un flash vino a mi mente. Anteriormente, había cogido el anillo de la habilidad de Videncia, y lo había colocado al otro lado del anillo de la habilidad de animagia. Sabía que los poderes de Khufu eran grandes y enormes, por eso no me sorprendió la visión que había tenido antes de que sucediese. Fue un pensamiento breve pero bastante instructivo. Negué con la cabeza y vi cómo además la bruja había hechizado algo. Lo vi transformarse en tigre y antes de que, la Arena del Desierto me cegase por completo, susurré:

 

- oppugno -apunté la varita hacia el tigre y éste quedó a mi merced. Sabía dónde estaba el animal gracias a su aroma y a su rugido. El efecto fue instantáneo y sentí como la vista se me nublaba un poco y los ojos me empezaban a llorar. Limpié mis ojos lagrimeantes con la manga de la chaqueta del chandal... Aún veía pero no tan bien cómo me gustase... me fastidiaba bastante porque eso limitaba bastante mis funciones y estaba segura de que, a Anne, le pasaría igual ya que estaba en su radio de acción...

 

- Desde luego, no saben lo que han de hacer para fastidiarnos -dije yo, murmurando... Tampoco pretendía dañar a lo que sabía que era una compañera de bando, pero no podía evitar la ambición de obtener un nuevo libro poderoso para la colección de los que ya tenía. Así que, recordando otro hechizo del libro del que estábamos practicando, pensé; "Kansho" una daga de acero afilado y empuñadura de plata con orfebrería oros blancos y dorados, diamantes y esmeraldas se me apareció en las manos, a pesar de estar ciega; había visto el fulgor de unos tonos rojos que reconocí enseguida, además de sentirlas con el oído. Hice una mueca burlona, sin poder evitarlo...

 

Noté cierta vibración en la mano con el cuchillo mágico apretándola con fuerza con la mano derecha. Las flechas de fuego no me habían impactado, sino que habían sido absorvidas por la daga que había puesto en vertical porque, suponía que la bruja lanzaría su conjuro hacia mi pecho, para quemarme... Ahora tenía o al menos, percibía que tenía más poder de actuación que antes, para tener más libertad de acción...

 

Indiqué al tigre que se colocara a mi derecha y así lo hizo, por supuesto, de forma mental.

 

- Lo siento señora -le dije con una sonrisa- no pretendo hacerte daño, pero sabes bien que yo también quiero el libro de los Ancestros. Tiene grandes poderes y bueno -elevé los hombros- nos vendrá bien a ambas...

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