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Artes Oscuras


Mentita
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Y de repente, todos los rostros que la acusaban abiertamente se borraron. Las extremidades se unificaron para formar una especie de tótem, en donde aparecían inscripciones; garabatos confusos que, quizás, lo único que querían hacer era confundir la mente de Valentina, quien continuaba encadenada en esa silla, allí donde iba a ser condenada. Lo único que tenía en su poder eran su propia varita y esa runa que Candela les había permitido conservar minutos antes.

 

Y los tótem empezaron a agruparse como si fuese un rompecabezas, moviendo sus fichas para poder darle forma a los garabatos que tenían grabados. Una de las almas, el niño, apareció cuando terminó de armarse el dibujo y movió los labios para decirle qué era: Un sello de sangre. No emitió sonido alguno, y desapareció.

 

Ocurría algo curioso con esas runas de sangre. Y es que, al estar vinculadas mediante sangre -valga la redundancia- a sus portadores, tenían el poder de autodestrucción. Y era lo que estaba haciendo exactamente en ese momento con esa pesadilla; porque era una pesadilla, aunque fuese todo tan vívido y Valentina no lo notase. Aunque esa sensación de soledad fuese tan sentida y tan difícil de superar.

 

Pero también tenían otra propiedad, aquellas encantadoras runas, la única que podría sacarla de ese aprieto: La liberación. Cuando existe un vínculo sanguíneo con una runa, la persona ligada no siente dolor, lo que le permitiría realizar grandes proezas físicas.

 

― Allá... ―murmuró la voz del mismo niño al aparecerse frente a la alumna, nuevamente. Y señaló, allá lejos, una especie de mar de lápidas.

 

Pues allí, existía una piedra muy interesante, con el mismo dibujo que habían formado los tótem.

 

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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El horror se apoderaba in crescendo de la mente de Valentina. No podía creer que aquello fuera verdad. ¿Y si realmente había asesinado a sangre fría a sus padres? ¿Y si realmente había faltado a todos aquellos valores que le fueron inculcados desde pequeña?. Sí, había sido adiestrada como mortífaga, como una asesina, y se había alistado a las filas de la Marca Tenebrosa. Pero aparte de matar gente, los mortífagos tenían muy claro que la lealtad a los suyos era primordial. Jamás matarían a uno de los suyos sin motivo alguno. Una muerte sin razón no era típica de ellos.


Pero allí estaba, a punto de morir. Valentina pensó en su infancia, o en la que ella creía que era su infancia, pese a haber escuchado lo contrario por parte de la acusación. Recordó Venora, la suave brisa removiendo su pelo en los jardines de el que fue su hogar. La humareda proveniente de la chimenea en un día de invierno. El olor a campo. Las crujientes focaccias que su padre cocinaba con tanto mimo para ella...


¿Cómo sería? Tal vez uno de los ángeles caídos descuartizara su pálida figura con la katana. Tal vez un incalculable número de dementores vinieran para la ocasión. O quizá, le realizarían un crucio hasta que su sistema nervioso no lo soportara más. No, antes de morir así, prefería agarrar ella misma cualquier varita y poner fin a su último aliento.


Miró a un lado, luego a otro, pensando cuál de aquellos presentes podría dejarse robar su propiedad más importante. Pero conforme sus ojos recorrían las gradas, pudo apreciar cómo los rostros de los espectadores se disipaban. Ojos, nariz y boca fueron borrándose gradualmente. Pero no so eso, sino que los cuerpos fueron formando... ¿tótems?


Esto era extraño. Definitivamente, pensar en todo aquello la había vuelto loca de remate, una completa majadera. Ella seguía allí, mirando al frente y tan encadenada como cuando llegó. Parecía un puzzle, un puzzle hecho de tótems que se agrupaban para mostrar garabatos que no había quién entendiera. Pero algo había cambiado. Y es que, como por arte de magia, su varita se encontraba junto a ella. La agarró, dudando entre lanzarse el maleficio que la haría dejar de respirar o intentar desencadenarse. ¿Dónde estaba todo el mundo? Pero, para sacarla de dudas, el espíritu que conoció al principio de lo que se supone que iba a ser una clase de Artes Oscuras, apareció cuando el puzzle estuvo completo para posteriormente desaparecer. Gracias a él descubrió que se trataba de un sello de sangre. Apenas podía pensar algo lógico, pero, si era ceirto que el juicio había terminado, ese símbolo y su runa era lo único que tenía para salir de allí.


En cuanto el niño volvió a abrir la boca, Valentina se desencadenó de la silla con sus propias manos, con tanta facilidad como si se estuviera quitando la camiseta. Pero ya no se encontraba en las dependencias de la Torre Negra, sino en una especie de claro de un bosque. Tan solo quedaban los tótem agrupados a su espalda. El fantasma le indicaba una dirección. Valentina asintió y se dirigió hacia un montón de lápidas. Las estuvo observando. Algunas tenían nombres de personas totalmente desconocidas para ella. Pero lo que más le llamó la atención fue ver que sobre una lápida se encontraba una piedra totalmente redonda con el mismo dibujo del tótem.


Esto no es ni mucho menos casualidad... ―sentenció―.


Pero, ¿qué significaba aquello? ¿Quiénes eran los difuntos allí enterrados y por qué la piedra estaba sobre uno de ellos? ¿Acaso tenía que resucitar a quien quiera que fuera? Dudas y más dudas. Decidió andar hacia el lado contrario a las lápidas, tal vez estuviera en el mismo bosque que sus compañeros y pudiera encontrarlos si echaba a andar. Pero nada, cuando intentaba sobrepasar cierto punto del terreno, una fuerza la expulsaba hacia dentro, convirtiendo el claro en un lugar infranqueable para ella.


No tenía ni idea. No había usado poderes de sangre en su vida. Cogió la piedra y volvió hasta donde estaba el fantasma, inmóvil y a varios pasos del suelo:


No... no se. No tengo idea alguna, para ser sincera.


Mientras esperaba que el espíritu le diera algún consejo antes de volver a desaparecer, probó a investigar el tótem. Era alto, más alto que ella. Desde luego, nunca antes había visto uno igual. Deslizó sus yemas sobre la superficie y comprobó que era de madera robusta, pero nada más allá de lo que sus sentidos percibían.


¡Pero yo no entiendo ni de runas ni de rituales de sangre! ―exclamó al cielo―. Oh, espera, tal vez si...


Las Runas Antiguas era, como su propio nombre indica, antiguas. Pertenecían a un tipo de magia que se trasladaba muchos años atrás. Esa situación le recordó a los chamanes, esos magos ancestrales indígenas, que canalizaban su magia a través de figuras para que surgiera efecto. Figuras, como por ejemplo un tótem, y casualmente tenía uno delante de sus narices.


Valentina se tornó para sentarse sobre el césped húmedo ante el tótem. Cruzó las piernas y colocó las manos sobre sus rodillas, quedando ambas palmas hacia arriba. En la mano izquierda, aquella que se cortó, sujetó la runa, y en la derecha, la nueva piedra. Y decidió dejar la mente en blanco, ayudándose de un sonido repetitivo, para dejar de pensar en esa situación y crear una simbiosis entre los tres elementos.



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Escuchó con atención las respuestas que la Triviani dio a las preguntas formuladas por cada uno de los presentes. Le causó escalofríos y hasta podría decir asco la forma en que una mano de gloria era construida, sobre todo porque perder un extremo no parecía una idea tan agradable, o al menos no desde su punto de vista.


Sin embargo trató de ocultar esa sensación enfocando su atención en los dos entes que tenía delante de ella ¿Cómo es que no los había visto antes? Quería creer que eso se debía a una distracción debido a la falta de sueño, puesto que no era común en ella no notar los detalles, y mucho menos distraerse.


Asintió ante la respuesta de la profesora a su pregunta, al tiempo que sostenía nuevamente la runa entre sus manos, ¿Para que la quería si ya la había utilizado? No pudo evitar sentirse algo ansiosa al ver que su runa comenzaba a brillar nuevamente, ¿No había cumplido ya su propósito de llevarla a aquel lugar? ¿O es que tenía otras…?


No pudo seguir con sus pensamientos ya que se había dado cuenta que la profesora y sus compañeros habían desaparecido. No entendía que estaba pasando. Estaba más confundida que antes y eso no le ayudaba en nada. El lugar se sentía extraño, más de lo que estaba cuando llegó. Y de la nada todo a su alrededor cambió, como si se tratara de un sueño, o más bien de alguna clase de recuerdo.


***


El grupo de policías, o así es como hacían llamarse, la esperaban al final del callejón, al parecer estaba en problemas otra vez. Y estaba segura que esa vez no la perdonarían, o ni siquiera le darían la oportunidad de explicar lo que estaba pasando.


Se rindió. No valía la pena enfrentarse a cuatro personas armadas. Le ataron las manos a la espalda para que no pudiera escaparse y la hicieron caminar horas bajo la lluvia. No entendía porque tenía que estar en un orfanato, ya tenía quince años y podía cuidarse por sí sola. Aunque quizás la habían atrapado por robar una pieza de pan, ¿Pero que tenía eso de malo? No lo entendía, y nunca lo haría.


Llegaron a lo que parecía ser una casa vieja, se podría decir que estaba abandonada ya que estaba lejos de la ciudad. Pero no, en la puerta la esperaba una señora de unos cuarenta o cincuenta años, su aspecto era el de que los muggles llamaban “bruja”, con una nariz grande y un lunar enorme cerca de esta.


La mujer imponía terror. No sabía si era a cusa de su rostro o porque llevaba una varilla en su cintura. Tenía la sensación de haber estado allí antes, de hecho estaba segura, pero al mismo tiempo parecía tan real que no podía escapar de esa pesadilla, o al menos eso parecía, una pesadilla de uno de sus peores recuerdos que había mantenido oculto en su memoria.


De pronto todo a su alrededor cambió. Ahora estaba en una habitación oscura, no había nada más que una puerta, una ventana a la que apenas le pasaba luz y una taza con agua sucia. Su corazón empezó a latir rápidamente, nunca se había sentido tan asustada.


—Sáquenme de aquí— gritó.


Comenzó a patear y a golpear la puerta con todas sus fuerzas, al mismo tiempo que unas pequeñas lagrimas comenzaban a brotar en sus mejillas.

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Candela suspiró. Hacía pocos minutos que todos ellos estaban dormidos y esperó, sinceramente, que pudiesen despertar sin ningún tipo de traumas. No es que esa prueba hubiese sido pensada para ponerlos en real peligro, pero esperaba que sacaran un poco de magia interior que tenían ellos mismos y ponerla en práctica. Muchas veces, un mago o bruja, se olvidaba de lo que era realmente capaz.

 

El por qué la magia era simplemente magia, de una sola palabra, era porque todos, incluso los considerados squib y los muggles -a quienes Candela tanto detestaba- la poseían. El bien y el mal son bastante relativos al momento de actuar, y las razones nos pueden parecer las más grandes y bondadosas del mundo a uno, pero para otros debería ser terrible. La Mano de la Gloria era un claro ejemplo de lo que ella predicaba, si bien, la utilidad era la mejor, no muchos conocían los oscuros secretos relacionados con tal objeto.

 

Las runas de sangre actuarían en sus sueños de la misma forma para los tres, el sello de sangre era lo que hacía que fuesen capaces de romper cualquier tipo de obstáculo material, por la fuerza y la resistencia al dolor que les otorgaba. Dichas runas no eran muy comprendidas en el mundo mágico, normal, el nombre como que les daba algún aire "tenebroso". Pero así y todo, eran las que los ayudarían a despertar. ¿Cómo?

 

― Dicen, las antiguas leyendas, que un poderoso hechizo se rompe o con leche, o con sangre. ―le había confiado el alma del chico más grande― Así que, supongo que basta con encontrar nuestros cuerpos y hacer la ofrenda correspondiente.

 

La Triviani se había quedado mirándolo asqueada, pero si era cierto lo que decía, debía dar resultado.

 

@ @@Romina Black Lestrange

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~ Mosquito ~          Ianello 

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—¿Por qué me haces esto? Déjame salir— siguió gritando a pesar de que sabía que nadie vendría a su rescate. Pasó horas gritando a la nada, de hecho ya había amanecido.


Mientras más tiempo pasaba tratando de escapar, menor era el tiempo que se dedicaba a pensar en la situación y poder elaborar una especie de plan para escapar. Tenía esa extraña sensación de que ya había estado en esa situación y, que de alguna forma todo se estaba repitiendo.


Cuando las lágrimas cesaron algo cambió en su interior. Ya no tenía miedo, sino que sentía mucha rabia y rencor hacia las personas que la habían encerrado en esa habitación. El color de sus ojos cambiaron en ese instante, pasando de marrón a verdes, rebelando y dejando salir a la demonio que llevaba dormida dentro de ella más de diez años.


Una sonrisa se formó en su rostro al momento en el una persona abrió la puerta para llevarle comida, se sentía más segura, por lo que sin importarle nada golpeó con todas sus fuerzas a la persona que se encontraba delante de ella, descubriendo así que era más fuerte de lo que nunca había sido, o al menos cuando dejaba a la demonio tomar el control.


Al salir todo a su alrededor cambió, ya no se encontraba en el orfanato, sino en un bosque. ¿Qué estaba pasando? Otra vez sentía como si ya hubiese estado allí, todo era demasiado confuso, además de que podría asegurar que hacía dos segundos había amanecido.


Vio en el suelo una runa, y en ese momento todo se volvió un poco más claro. Nada de lo que había presenciado era real, era producto de su imaginación. Se trataba de una pesadilla. El único problema es que no sabía cómo despertar, ¿Y si se quedaba atrapada para siempre? No, eso no podía estar pasando.


Agarró la runa y empezó a correr. Todo estaba lleno de árboles, parecía que había pasado los últimos minutos corriendo en círculos hasta que vio como el pequeño objeto comenzaba a brillar cada vez que apuntaba a una dirección. Su instinto le decía en ese momento que lo siguiera, y así lo hizo.


Ahogó un grito al verse a ella misma, acostada en el suelo. ¿Acaso estaba muerta? ¿Ahora era un fantasma? Un sinfín de preguntas brotaron en su cabeza, pero no conseguía responder ninguna. Al cabo de unos minutos recordó cómo es que había llegado al lugar y se le ocurrió una idea, o al menos debía intentarlo.


Sacó una pequeña navaja del bolsillo de su pantalón, ya que en la época en la que había estado de orfanato en orfanato solía llevar una con ella, y al ser una extraña mezcla entre la realidad y algo que le había pasado hace muchos años, todo era posible. Se hizo un pequeño corte en la mano e hizo que las gotas cayeran en la runa.


Abrió los ojos y se levantó de golpe, no le importó si se había mareado o no, pero necesitaba unos minutos para procesar todo lo que había ocurrido.


—¿Todo fue a causa de la runa, no es así?— se dirigió a su profesora algo molesta.


¿Cuál era la necesidad de hacerle vivir una de sus peores experiencias, o mejor dicho pesadillas? Había tratado de reprimir el hecho de haber dejado a la demonio dominar su mente y cuerpo por más de ocho décadas, era algo que nunca se perdonaría.



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¿Pe-perdón?


El fantasma habló, sacando de aquel trance a la muchacha. La frase que pronunció dejó a Valentina totalmente ojiplática. ¿Acaso estaba muerta y se encontraba vagando en forma de espíritu? No, era prácticamente imposible, o de eso eso creía estar segura...


Justo en ese momento, un estruendoso ruido se apoderó del ambiente. Ruido proveniente de las ramas de los árboles. Parecía como si un fuerte viento se paseara de árbol en árbol haciéndolos incluso crujir. Pero nada de eso: la brisa continuaba siendo de lo más plácida. Valentina se asomó tras el tótem para comprobar qué estaba ocurriendo y pudo ver que, donde antes había una espeso follaje, ahora se abría un camino perfectamente limitado por unas piedras grisáceas.


Dudó unos instantes. Pero antes de avanzar por él, regresó para sacar la piedra que había encontrado del interior del tótem. Hubiera jurado que en ese mismo momento, el agujero donde estuvo la piedra se tapió solo. Pero lo ignoró y se limitó a avanzar cautelosamente.


Oh, ven y remueve mi caldero, y si lo haces con esmero... ―canturreaba en el camino―


Y anduvo y anduvo hasta que llegó a un claro, donde encontró lo más inesperado que podía hallarse en ese sitio.


...te herviré un amor caliente y fuerte, y así esta noche será ardien... ¡POR MERLÍN!


Su cuerpo joven y hermoso se encontraba sobre una roca a modo de féretro. Era ella, con total seguridad. La misma melena pelirroja se extendía por sus hombros. La misma ropa que vestía en aquel momento. La única diferencia es que estaba más pálida y con los ojos cerrados, inmersa en un profundísimo sueño.


Se atrevió a acariciarla. Estaba viviendo una experiencia extracorpórea, pero no sabía si su cuerpo era aquel o el que estaba manejando en ese momento. La realidad que tenía ante sus ojos no tenía nada que ver con la mejor película de ciencia ficción que existiera. Deslizó el índice por el dorso de sus manos entrelazadas y pudo sentir en sus propias manos la sensación de ser acariciada.


Esto... esto no es normal. Esto no lo ha podido vivir nadie en su vida.


Su cuerpo estaba allí, tal y como había presagiado el espíritu del muchacho. Y, dado que no había nada de leche ni ningún mamífero del que obtenerla, solo quedaba una solución: agarró una planta cercana con pinchos, cortó un trozo y se la clavó en la mano izquierda hasta que empezó a sangrar. Acto seguido, se untó las dos manos, colocó la runa y la piedra sobre su supuesto cadáver y extendió la sangre sobre los símbolos.


...


Se levantó de sopetón bastante nerviosa. Delante de ella, los rostros de Romina y Candela la observaban como si se acabara de aparecer un mono de tres cabezas. Estaba atónita, y al parecer ellas también. Por fortuna, su compañera habló primero.


¿Qué... qué ha pasado?



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